jueves, 26 de mayo de 2011

Alexander McQueen / Comandante de la Orden del Imperio Británico

Shoes 

Alexander McQueen

(17 de marzo de 1969 – 11 de febrero de 2011)
Comandante de la Orden del Imperio Británico

De nombre verdadero Lee Alexander McQueen, nació en el Est End of Londres, el más joven hijo de los seis de un taxista. Dejó el colegio a los 16 años, ya que desde pequeño había comenzado a diseñar ropa para sus tres hermanas y ya entonces tenía clara intención de convertirse en diseñador. Alexander McQueen se graduó (1994) en la prestigiosa escuela St. Martins College of Art & Design de Londres formando parte de la más brillante generación británica surgida de allí junto a John Galliano o Stella McCartney. Su talento no pasó desapercibido para los sastres Anderson & Sheppard de la tradicional calle Savile Row, que le ofrecieron incorporarse a la firma como aprendiz. De ahí pasó a trabajar para Gieves y Hawkes y luego para Romeo Gigli y Koji Tatsuno, antes de abrir su estudio en East London. Tras crear su propia marca, McQueen comenzó a hacerse conocido en los tabloides británicos gracias a unos diseños rompedores respaldados por una pequeña pero fiel clientela entre la que se incluían figuras destacadas del mundo de la moda, como la estilista Isabella Blow, que fue su mentora.
En octubre de 1996, McQueen ganó el premio al mejor diseñador del año (Best British Designer of the Year). Unos días más tarde fue nombrado sucesor de John Galliano al frente del equipo de diseño de la casa Givenchy, gracias a su “brillante creatividad y maestría técnica”.
En 1997, año en el que creó cuatro colecciones para Givenchy y dos para su propia marca, McQueen compartió el galardón al mejor diseñador británico del año con John Galliano.
En diciembre de 2000, la prestigiosa marca Gucci adquirió las acciones mayoritarias de la firma Alexander McQueen. Esto le permitió desvincularse de la marca Givenchy y LVMH que, en sus palabras, limitaba su creatividad en algunas líneas de su propia marca, con algunas accesibles como McQ. Ese mismo año se casó con el cineasta George Forsyth. Su imagen de enfant terrible, junto a su creatividad transgresora y maestría en el corte, le convirtieron en uno de los más grandes y polémicos diseñadores de la historia de la moda. Su subida al poder fue un cuento de hadas por méritos propios; en 2003 fue condecorado por la reina Isabel II con el título de Comandante de la Orden del Imperio británico, que recibió de sus propias manos en el palacio de Buckingham, sólo porque le hacía ilusión a sus padres, ya que era anarquista y antimonárquico.
               El estilo de McQueen se caracterizaba por una brutalidad atemperada con lirismo. La sensibilidad gótica de un cuento de los Hermanos Grimm está más cerca del espíritu de la ropa de McQueen que el fetichismo, el gore y la misoginia de los que le acusan sus detractores. Por muy oscuros que fuesen sus diseños, siempre poseían una feminidad por la que se dejaron seducir desde Björk hasta la actual Duquesa de Westminster. La influencia de cortes angulares y agresivos tiene su origen en el figurinista de la MGM Adrian, Christian Dior y Thierry Mugler.
En 2003 lanzó al mercado su primer perfume, Kingdom y una colección de ropa para hombre hecha a medida producida por la sastrería Huntsman, de la londinense Savile Row. En 2004, se dio a conocer por primera vez en la pasarela de Milán su colección prêt-à-porter masculina.
McQueen presentó sus colecciones en la Semana de la moda de París y cuenta con tiendas en las principales ciudades del mundo. Sarah Burton, mano derecha suya durante doce años, tomó las riendas del diseño de su firma Alexander McQu

Vida privada
McQueen era abiertamente homosexual, y se dio cuenta de su orientación cuando era muy joven. Asi se lo dijo a su familia cuando tenía 18 años, sobre esto comentó "Estaba seguro de mí mismo y de mi sexualidad, y no tengo nada que ocultar. Me fui directamente del vientre de mi madre al desfile del orgullo gay."
              En el verano de 2000, McQueen se casó extraoficialmente con su compañero George Forsyth, director de documentales, en un yate en Ibiza. La relación termino un año después y McQueen y Forsyth formaron una estrecha amistad.

Muerte
El 11 de febrero de 2010 fue encontrado muerto en su domicilio londinense a los 40 años de edad. La policía fue llamada a las 10.20 am y su cuerpo retirado a las 4.30pm. La oficina de McQueen confirmó la noticia: "Es una trágica perdida. No haremos comentarios en este momento por respeto a la familia McQueen". La autopsia confirmó que se ahorcó después de haber consumido cocaína, somníferos y tranquilizantes. Su suicidio fue motivado al parecer por la depresión que había estado pasando desde la muerte de su madre, solo 10 días antes de su propia muerte. En su página de Twitter, que fue cerrada poco después, McQueen había demostrado su tristeza por la muerte de su madre y también sufría por ella desde hacía unos meses. Paradójicamente, su mentora, el icono de la moda Isabella Blow, se suicidó tres años atrás también en vísperas de la Semana de la Moda de Londres, dato que coincidía con la muerte de McQueen.
McQueen también trabajó con grandes artistas como Björk y Ayumi Hamasaki en sus últimos años de vida.

Herencia
Su herencia irá destinada en parte a sus perros, a los estudiantes de moda de la escuela Central Saint Martins de la capital inglesa y a diversos familiares.

La noticia


Hallado muerto el diseñador británico Alexander McQueen

 

Fue encontrado en su domicilio londinense. Según varios medios británicos se trata de un suicidio

ROBERTO ENRÍQUEZ
Madrid 11/02/2010 16:42 Actualizado: 12/02/2010 07:31
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 Me cuentan por teléfono que la versión online de un tabloide inglés acaba de anunciar la muerte de Alexander McQueen (nacido en 1969), y entro a mirar, aunque no me lo creo hasta que lo leo en la BBC. Entonces sé que es cierto. McQueen, de 40 años, ha sido encontrado muerto en su casa de Londres en lo que, según los medios británicos, parece un suicidio. McQueen cumplía en 2010 su mayoría de edad, 18 años desde que presentara su proyecto de licenciatura en la Saint Martins School: una colección inspirada en Jack El Destripador, que fue adquirida en su integridad por la editora de moda Isabella Blow, quien haría de McQueen uno de sus protegidos y amigo.
            Según algunos medios británicos, McQueen tendría razones para el suicidio. Entre otras, la reciente muerte de su madre o el suicidio de la propia Isabella Blow hace tres años. Incluso recurren y bucean es su cuenta de Twiter, donde la semana pasada había escrito: “¡La vida debe seguir!”.
               Pero de McQueen sólo sabemos hoy lo que él quiso mostrar sobre la pasarela. La misma en la que, con los años, ha ido dejando diluir su rabia de joven airado que empezó como sastre de aristócratas y ricos de la City en Saville Row, mucho antes de escuelas de moda y colecciones. Entre sus primeras creaciones estuvieron los forros de los trajes del príncipe de Gales, en cuyo interior escribía barbaridades. Después vendría Saint Martin, la presencia de Isabella Blow en su carrera y en su vida; y esa capacidad para deslumbrar al público con colecciones rudas, siniestras, poéticas, construidas a conciencia con cortes duros y ampulosos; hombros anchos y cinturas constreñidas con corsés inspirados en la obra del figurinista de la época dorada de la Metro, Adrian, y en las creaciones ochenteras de Mugler o en las siluetas de Christian Dior.

(FOTO DE ZAPATOS)

Las malas intenciones

McQueen nunca perdió su fascinación por interpretar el clasicismo inglés con ironía y un punto de rabia desclasada. Supo transformar con maestría la moda en un elemento dramático y hacer de sus desfiles acontecimientos teatrales donde la puesta en escena iba más allá de lo espectacular y en los que el diseñador siempre dejó muy claro que su concepto de la moda sobrepasaba lo comercial o lo vendible. Avisaba que albergaba peores intenciones. Una necesidad de seguirse burlando de un mundo establecido en el que no se sentía cómodo, y menos aun después de su paso por Givenchy como director creativo, una etapa de la que renegaría tiempo después.
                En los últimos años, sus creaciones alternaron la búsqueda de elementos fantásticos –tradicional o extraterrestre: así se evadía de un ánimo oscuro– con otras colecciones capaces de caricaturizar con tremenda crueldad el letargo de una moda autorreferencial y claustrofóbica que le asfixiaba.
             McQueen murió ayer, con 40 años, en Londres. Mientras en Nueva York sus colegas se preparaban para la Semana de la Moda, que está a punto de empezar.
             “He aprendido mucho de su muerte. He aprendido que merece la pena vivir. Para luchar contra el sistema”, declaró a la revista de moda W, un año después del suicidio de su amiga Isabella.











jueves, 12 de mayo de 2011

Humphrey Bogart






 Humphrey Bogart
(1899-1957)
Humphrey DeForest Bogart nació en la ciudad de Nueva York el 23 de enero de 1899. (Algunas biografías lo mencionan como nacido en la Navidad del año 99, pero se sospecha que esta información fue echada a rodar por la compañía Warner Brothers, para darle un toque de beatitud al actor que interpretaba roles de villano). Su madre, Maud Humphrey, era una famosa dibujante y artista que además luchaba por conseguir el derecho de voto para la mujer en los Estados Unidos. Su padre Belmont DeForest Bogart, un aristocrático médico cirujano apasionado por la pesca y la navegación.
De bebé, su mamá lo utilizó como modelo para la campaña gráfica de un producto llamado Mellin. Fue su primera aparición en los medios. Sin embargo no fue un niño mimado. "Me educaron con muy poco sentimentalismo y con mucha rigidez. En nuestra familia un beso era todo un acontecimiento", dijo Bogart años más tarde en un reportaje.
Siendo una típica familia burguesa, aspiraban a que su hijo ingresara a la Universidad de Yale, para seguir la carrera de medicina. Fue enviado al Trinity School y a la Academia Phillips en Andover con la intención de estar bien preparado para ingresar a la célebre universidad. Pero el joven Humphrey no estaba preparado para esa vida. Iba de aplazo en aplazo, repitiendo de año en dos ocasiones. Hasta que un día no aguantó más e insultó a un profesor que lo reprobaba constantemente. Ese mismo día lo expulsaron.


HERIDA DE GUERRA
Humphrey se dio cuenta que no podía permanecer en Nueva York con la presión de sus padres defraudados por su actitud. A las pocas semanas, en la primavera de 1918, decidió enrolarse en la marina de los Estados Unidos. Fue allí donde adquirió su famosa cicatriz en el labio que lo llevó a desarrollar una forma de hablar muy particular. Las circunstancias en las que la obtuvo se encuentran en una nebulosa. Una versión indica que durante la primera guerra mundial, su buque, el "Leviathan", fue atacado por un submarino alemán. En uno de los estallidos le saltó un pedazo de madera que le cortó el labio. Al coserle la herida, el médico le habría tocado un nervio, dejándoselo en parte paralizado. Otra versión indica que Bogart fue herido en una misión en la que debía llevar a un prisionero a la Prisión Naval de Portsmouth en New Hampshire. Mientras cambiaba de tren en Boston, el prisionero esposado le pidió a Bogart un cigarrillo. Cuando buscó un fósforo en sus bolsillos, el prisionero levantó sus manos, le dio una terrible trompada en el labio con las esposas y salió corriendo. Bogart tomó su pistola 45 y con una muy buena puntería disparó dos tiros, hiriendo al prisionero en ambas piernas para luego llevarlo a Portsmouth. Una vez cumplida la misión fue a ver a un médico militar, pero ya era tarde: La cicatriz se había formado.
La tercera versión indica que la herida en realidad fue producto de un golpe que le dio su padre cuando Humphrey tenía 10 años.

Con Lauren Bacall
The Big Sleep

EL MANAGER BOGART
Pronto se dio cuenta de que la marina tampoco era para él y al terminar su compromiso militar, fue a buscar trabajo a la casa de un amigo de la familia, el productor teatral William A. Brady, quien lo contrató como cadete. Enseguida fue ascendiendo pasando a ser manager y asistente de producción en la compañía cinematográfica World Film Corp, del mismo Brady. La hija del productor, Alice Brady, se dio cuenta que Bogart tenía un gran potencial como actor y le dio un pequeño papel de camarero en "Drifting", la película que ella protagonizaba. Ese mismo año le dieron un papel más importante en "Swifty". La crítica fue despiadada con él. Alexander Woolcott dijo que la actuación de Bogart "es lo que usualmente y piadosamente llamamos inadecuada". En la World Film Corp, aseguraban que con ese labio partido no llegaría a ningún lado. De cualquier manera, pese a las críticas, Bogart fue consiguiendo trabajo durante los años 20 en comedias y dramas de segunda.
Pensando más en su carrera que en el amor, fraguó un romance y se casó en 1926 con una renombrada actriz de la época, Helen Menken. Como era de esperar la unión duró menos de un año.
Dos años más tarde contrajo matrimonio por segunda vez con la actriz Mary Philips, una vieja amiga del teatro. Pero el matrimonio funcionaba por correo, ya que desalentado por su poco progreso en Broadway, decidió abandonar el teatro y afincarse en Hollywood, esperando lograr cambiar su suerte.
Como las películas sonoras estaban en pañales, los productores de Hollywood buscaban ansiosamente actores de teatro con voces características. Esto favoreció a Bogart quien consiguió firmar un contrato con Fox Film Corp. Primero filmó "The Devil With Woman" y luego de otras dos películas olvidables más, la Fox le rescindió el contrato. Entonces pasó por Columbia, Warner Brothers y la Universal Pictures, realizando películas más olvidables aún. Mientras tanto se seguía carteando con Mary, su esposa, que seguía en Nueva York cosechando grandes éxitos teatrales.


DESALIÑADO Y SIN AFEITAR
Luego de filmar "Midnight" en 1934, Bogart volvió a Nueva York con la esperanza de dar un salto en su carrera. El tiempo avanzaba implacable y ya habían pasado las épocas de interpretar papeles juveniles.
Un día escuchó que el dramaturgo Robert E. Sherwood, estaba buscando un actor para interpretar a un asesino vicioso llamado Duke Mantee en la película "El bosque petrificado", cuyo protagonista era el actor inglés Leslie Howard. Se le acercó a Sherwood esperando convencerlo con su apariencia física. Sherwood lo llevó con el director, quien le dijo que volviera en tres días para hacer una prueba de lectura. Se presentó con una barba desaliñada y vestido con las ropas más andrajosas que encontró. La extraña combinación de apariencia de vagabundo y una lectura de actor de teatro le dieron su primer rol protagónico. Cuando la Warner Brothers adquirió los derechos de la película, Leslie Howard fue confirmado como protagonista, pero la compañía quería a Edward G. Robinson para el papel de Mantee. Howard amenazó con retirarse si Bogart no ocupaba ese rol. Finalmente la Warner se rindió y firmó un contrato con Bogart, no solo para el filme sino también como actor del estudio, pagándole un salario de 550 dólares por semana..
La película y Bogart se convirtieron inmediatamente en un éxito de público y crítica. Pero el jefe de la compañía, Jack Warner no tenía el menor interés en convertir a Bogart en estrella. En su lugar lo colocó en películas clase "B", como "El retorno del doctor X" en donde interpretaba a un zombie (para referirse a ese film, Bogie decía "Esa película apestosa"), o una de vaqueros como "The Oklahoma Kid" (El valiente de Arizona), junto a James Cagney. La Warner lo prestó en 1937 a la Metro Goldwyn Mayer, para realizar "Punto muerto". Allí pudo realizar una muy buena actuación interpretando al gangster, Baby Face Martin. Como "premio" por su actuación, la Warner le dio un papel en "Swing your lady" (1938), considerada unánimemente como la peor película en la carrera de Bogart.
La pareja conformada por Humphrey y Mary intentó convivir en Hollywood, pero el matrimonio fracasó, porque Mary no tenía el menor interés en dejar su carrera teatral en Broadway.


A TROMPADAS CON SU MUJER
Al poco tiempo de separarse conoció una apasionada actriz llamada Mayo Methot, mientras filmaban "Marked woman" (1937). Mayo era conocida en el ambiente Hollywoodense por su alcoholismo, su temperamento explosivo y por su tremendo cross de derecha que más de un boxeador le hubiera envidiado. Se casaron en agosto de 1938.
En poco tiempo se hablaba de ellos a sus espaldas y se los llamaba burlonamente "los peleadores Bogart", debido a sus habituales peleas a trompada limpia en nightclubs, hoteles y restaurantes. No solo hacían de esos lugares rings de boxeo, sino que también se arrojaban vajillas, plantas u otros objetos que anduvieran cerca. En una ocasión Mayo alcanzó a clavarle un cuchillo en la espalda a Bogie. En general las peleas eran producto de los celos de Mayo, cuando observaba que Humphrey miraba a alguna mujer. En cierta ocasión, un periodista le estaba haciendo un reportaje por teléfono, cuando se oyó un fuerte ruido. Bogart le explicó: "No es nada; es Mayo que acaba de tirarme con una lámpara, pero me erró. No se que le anda pasando con la puntería últimamente". Fue por esa época que Bogart, comenzó a beber bebidas especialmente fuertes.
En el estudio, Bogart seguía pegado a su molde de gangster, tomando los papeles que rechazaban Edward G. Robinson o James Cagney. Bogie discutía frecuentemente con Jack Warner, para que le diera mejores papeles. Warner lo castigó dándole papeles secundarios, detrás de George Raft en dos filmes de 1940, "They drive by night" y "Invisible stripes". Ironicamente va a ser Raft quien le de su primer paso al estrellato, al año siguiente. Raft rechazó el papel de Roy "Perro
loco" Earle, —un ex convicto a punto de realizar su último trabajo antes de retirarse del mundo del hampa.— en el clásico de Raoul Wlash "EL tesoro de la sierra madre". La razón que dio Raft para decir que no fue que él no quería morir al final de la película. Paul Muni rechazó el papel por la misma razón.
A regañadientes, Warner le ofreció el papel a Bogart y la magia apareció con su actuación y el magnífico guión adaptado de John Huston. Bogie demostró que no sólo podía interpretar roles unidimensionales, caracterizando a un gangster de buen corazón.

Con Lauren Bacall y Marilyn Monroe

DE GANGSTER A DETECTIVE
Envalentonada por el éxito, la compañía volvió a juntar a Bogart y Huston para realizar la tercera y mejor versión de "El Halcón Maltés" —basado en la novela de Dashiell Hammet—, que fue además el debut como director de Huston. Por supuesto primero le ofreció el rol protagónico a George Raft quien se volvió a equivocar con su negativa. El motivo esta vez fue que no quería trabajar con un director primerizo. Bogart, de entonces 42 años, interpretó al detective Sam Spade creando la primera película del genero policial negro, un tipo de personaje que todos, desde Alan Ladd hasta George Raft, intentaron insatisfactoriamente copiar durante la década del 40. También fue la primera vez que a Bogart se le dio una fuerte relación romántica en escena junto a la actriz Mary Astor. Finalmente había conquistado a Jack Warner, quien lo puso en primera línea junto a Bette Davis, Cagney, Robinson y Errol Flynn. Por supuesto también había conquistado al gran público. Los hombres se sentían atraídos por su personalidad y querían ser como él, las mujeres querían tenerlo a él.
En 1942 renovó su contrato con la Warner aumentando su salario a 2750 dólares, pero debía cambiar el género. Las películas de gangsters no interesaban. En plena segunda guerra mundial, el público se volcaba masivamente a ver filmes de corte bélico.
Bogart junto a Huston y los mismos actores realizaron "Across the Pacific" una película de aventuras sobre la guerra que originariamente trataba sobre un comando yanqui cuya misión era evitar que los japoneses destruyeran la base de Pearl Harbour. Increíblemente durante la segunda semana del rodaje en Honolulu, los Japoneses realmente atacaron Pearl Harbour por lo que se suspendió la filmación y debió ser cambiada la historia y el lugar geográfico por el Canal de Panamá. El cambio no funcionó. El guión era confuso y los mismos actores y el director que habían triunfado con "El halcón Maltés", fracasaron con esta película. Curiosamente, el personaje que interpretaba Bogart se llamaba Rick
Por entonces comenzó a circular una obra llamada "Todos van a lo de Rick", escrito por un maestro de escuela, Murray Burnet en colaboración con Joan Allison. La Warner compró el guión por 20.000 dólares y su presidente, Jack Warner anunció que la película sería protagonizada por Ronald Reagan. Luego cambió de opinión y sugirió a George Raft, pero un productor ejecutivo de la compañía, Hal Wallis lo convenció de que el papel de Rick debía ser para Bogart. La protagonista femenina iba a ser la bailarina rusa Tamara Toumanova. Por ella, el guionista, Casey Robinson, le cambió el nombre original de Lois por el de Ilsa, Pero el productor Wallis finalmente eligió a una joven actriz sueca llamada Ingrid Bergman. La película no es otra que Casablanca y con ella vendría la consagración definitiva y el nacimiento del galán romántico. 



Cuando Estados Unidos entró en la 2da guerra mundial, las películas de gángsters pasaron al olvido y se puso de moda el cine bélico. Humphrey Bogart —uno de los exponentes de aquel cine—, también debió cambiar de género. En 1942 ocurrió la gran transformación. Luego de ofrecerle primero el papel a Ronald Reagan y más tarde a George Raft, la compañía Warner Brothers finalmente se inclinó por darle el rol protagónico de "Casablanca" a Bogart.
Basada en una obra de teatro inédita, llamada: "Todos van a lo de Rick", "Casablanca" se ganó el rótulo de la más grande película de amor jamás filmada. Allí se cuenta la historia de Rick Blane —Bogart—, el dueño de un Night Club en Casablanca, que debe lidiar entre el amor y el honor cuando su ex amante, Ilsa Lund —Ingrid Bergman— aparece con su esposo Victor Laszlo, un combatiente de la resistencia contra los Nazis.
Bogart, en su primer trabajo romántico fue nominado al Oscar de la academia, pero inexplicablemente lo perdió con Paul Lukas en otra producción de la Warner, "Watch on the Rhine".
El guión original fue reescrito varias veces y cuando la película se comenzó a filmar solamente se había hecho la mitad. Bogart, Bergman y los demás actores recibían el texto diariamente y nunca supieron cual iba a ser el final hasta que se rodó la última escena de la película. La decisión de la producción fue la de escribir dos finales: uno en el cual Bogart se quedaba solo, mientras que Bergman se iba con su esposo y el otro en el cual Bergman y Bogart se quedaban juntos. Una vez escritos, filmarían ambos y luego harían un muestreo ante una audiencia para ver cual funcionaba mejor. Sin embargo cuando filmaron la primera versión, les gustó tanto que decidieron no rodar la segunda.
Mientras tanto la vida personal de Bogie se desbarrancaba. Estaba casado en terceras nupcias con la actriz Mayo Method. Sus frecuentes peleas a trompada limpia en restaurantes y sitios públicos eran habituales. La gente los llamaba jocosamente "Los peleadores Bogart". Pero no era gracioso para Bogie, quien había comenzado a beber para intentar enfrentar los problemas domésticos que incluían el alcoholismo de su mujer.
Bogie conoce a Lauren Bacall
Durante la filmación de "Casablanca", Mayo fue una frecuente y no bienvenida visitante del set de filmación. Ella estaba muy celosa de Ingrid Bergman y creía que las escenas de amor con Bogart eran demasiado reales.
Los celos de Mayo eran injustificados ya que entre Bergman y Bogart no pasaba nada, pero realmente tuvo que empezar a preocuparse cuando Bogart protagonizó "Tener y no tener" en 1944. Su coestrella en esta adaptación de la novela de Ernest Hemingway, era una joven modelo de 20 años llamada Lauren Bacall quien recientemente había firmado un contrato con la Warner. Cuando Bogie vio a Lauren por primera vez en la prueba de cámara dijo: "Vamos a divertirnos mucho juntos". Evidentemente la pasaron muy bien. Pronto se enamoraron. Se iban en autos separados para aparentar delante de los fotógrafos y se encontraban en una de las propiedades de Bogart. También se escribían fogosas cartas de amor que se entregaban a través del asistente de Bogie. Él la llamaba Baby, ella lo llamaba Bogie. Sin embargo, cuando terminó la filmación, al no tener una justificación para seguir juntos, Bogart se alejó de Bacall.
El éxito de la película fue tremendo. Claro que a la maravillosa química que generaba la pareja protagónica había que agregarle el libro original de Hemingway y el guión adaptado de William Faulkner (Esto convierte a "Tener y no tener" en una curiosidad, ya que es la única película en la que participaron dos premios Nobel de literatura).
El estudio decidió volver a juntar a la pareja en "El sueño eterno". Allí Bogie interpretó por primera vez a Phillipe Marlow, el detective de la novela policial negra de Raymond Chandler. Bogie y Bacall retomaron el romance. Mayo no estaba ciega y sabía lo que ocurría. Comenzó a beber más y más. Bogart —en medio de una situación triangular insoportable—, también. El director de la película Howard Hawks y su mujer intentaron resolver la situación, tratando de juntar a Lauren con Cary Grant. Pero no hubo caso. Grant no le movió un pelo a "Baby", que solo tenía ojos para Bogie.


UN MILLÓN DE DÓLARES POR AÑO
Mayo hizo lo imposible por retener a Bogart, hasta que finalmente se divorciaron el 10 de mayo de 1945. El actor le dejó varios miles de dólares y un negocio de bienes raíces que había comprado como inversión. Once días más tarde, Bogey y Bacall se casaron en el rancho del escritor Louis Bromfield en Ohio. Bromfield luego dijo: "Fue un gran enredo. Bogart lloró durante toda la ceremonia". La luna de miel transcurrió a bordo del yate Santana, que Bogart le compró a Ray Milland en 55.000 dólares.
El regalo de bodas de la Warner fue un nuevo contrato en donde le garantizaban un salario de 1 millón de dólares anuales por los próximos 15 años, un arreglo sin precedentes para la época.
El estudio no perdió el tiempo y los convocó para volver a actuar juntos en los dos años siguientes en "Dark Passage" y "Cayo largo". En la primera Bogart interpreta a un convicto escapado de la prisión que se refugia en la casa de Bacall, luego de hacerse una cirugía estética. En la segunda, la pareja fue dirigida por John Huston. A Edward G. Robinson le dieron un papel secundario. Sin embargo Bogart —que era la estrella indiscutida—, mostró un notable sentido de la dignidad humana. Contó Robinson en su biografía: "Bogie me dio todo en el set. Papel secundario o no, me trataron como la estrella principal, porque Bogart así lo pidió".
Ese mismo año protagonizó otra vez bajo las órdenes de Huston, "El tesoro de la Sierra Madre". Interpretó a un buscador de oro llamado Fred C. Dobbs, que estaba totalmente consumido por la avaricia. Esta fue la primera película de posguerra de la Warner y fue filmada totalmente en México. Costó aproximadamente 3 millones de dólares. Cuando Jack Warner vio la edición final, se enojó con Bogart porque este moría al final de la película y le dijo que por su culpa había perdido 3 millones de dólares. No se equivocó. Aunque tanto Bogart como la película recibieron críticas elogiosas, al público no le interesó.
Bogie contra las listas negras
La guerra fría entre La Unión Soviética y los Estados Unidos había comenzado. En el senado había surgido un siniestro personaje llamado Joe McCarthy que estaba a cargo de la Comisión Investigadora de Actividades Norteamericanas. En su país condujo una caza de brujas, "acusando" a distintas figuras de Hollywood de comunistas. El maccartismo era aceptado por el 50 por ciento de los norteamericanos y figuras como Charles Chaplin, debieron marchar al exilio.
En 1949 Bogart y Bacall formaron parte junto a notables personalidades de Hollywood como John Huston, Kirk Douglas, Gene Kelly, Gregory Peck y otros, del "Comité de la Primera Enmienda", dedicado a luchar "por el derecho de todo ciudadano a no declarar contra si mismo". Tomaron un avión y viajaron a Washington D.C: para protestar por los métodos de la comisión maccartista.
Años más tarde le confesaría al periodista Richard Gehman: "La industria del cine sentía que el gobierno se enervaba y necesitaba por lo tanto, ofrecerle chivos expiatorios para calmarlo. La Warner Bross fue de las más deseosas de cooperar y elaboró rápidamente una lista negra. Si Edward G. Robinson, James Cagney y otros no hubieran ido a parar a esa lista, yo no hubiera llegado donde llegué". Y agregó "Yo por mi parte, le debo mucho a Warner. De no haber sido por mi importancia para sus películas, me habrían puesto en la lista negra. Y yo debía mantener una familia". Un hombre que la jugaba de duro pero que actuaba con dignidad. Cuando tuvo que protestar contra la Comisión aún a riesgo de perder su lugar, lo hizo sin dudar. Cualquier parecido con Rick el personaje de Casablanca es pura coincidencia.
El 6 de enero de 1949 nació su primer hijo, Steve Humphrey. Bogart confesó que los primeros meses no aceptaba la idea de ser padre, pero luego asumió su rol, pasando gran parte de su tiempo libre junto a Steve en su yate Santana.
Estando a bordo, se le ocurrió realizar un audaz movimiento. Fue el primer actor en fundar su propia productora, la Santana Pictures Corp. Entre 1949 y 1951, Bogart protagonizó cuatro producciones de Santana para Columbia Pictures: El drama urbano "Knock on any door", las olvidables películas de aventura "Tokyo Joe" y "Sorocco" y el clásico de culto "In a lonely place".
Jack Warner estaba furioso cuando Bogie fundó su productora y tenía miedo de que cundiera el "mal ejemplo" y los actores tomaran el poder. Bogart terminó su contrato con Warner Bross realizando dos películas menores a principio de los cincuenta: "Chain lighting" y "The enforcer".

Bogart en La reina de Africa
POR FIN EL OSCAR
Liberado del contrato de la Warner filmó nuevamente bajo las órdenes de su amigo John Huston, producido por United Artists la película "The african queen". La pareja protagónica estaba conformada por Bogart como un capitán de barco alcohólico y Katherine Hepbrun como una misionera. El guión original era un drama, pero Hepbrun y Bogart se entendieron tan bien y se divirtieron tanto, que la película se torno en una comedia. Se filmó en Uganda, Africa y prácticamente todo el elenco cayó enfermo, inclusive Lauren Bacall que había acompañado a su marido. El único que se salvó fue Bogart. Según él, gracias al gin que tomaba en exceso.
La película fue un éxito fenomenal y la actuación de Bogart fue aplaudida por la crítica. Por fin le dieron el Oscar de la academia al mejor actor en 1952. Le ganó nada más y nada menos que a Marlon Brando que competía por "Un tranvia llamado deseo" y a Frederic March por "Muerte de un viajante".. Luego confesó que sentía que le había ganado al "Actor's Studio", del que se burlaba constantemente, llamándolo irónicamente "Escuela de actuación de rascarse el trasero y mascullar"
El 23 de agosto de 1953 nació su hija Leslie Howard (le puso el nombre en homenaje a su amigo el actor inglés Leslie Howard —muerto en la guerra en 1943—, quien había luchado para que Bogie realizara su primer papel importante en "El bosque petrificado").
Su tercera nominación para el Oscar vino con la caracterización del Capitan Queeg en "El motín del Caine". Cuando le preguntaron como logró interpretar la paranoia del personaje, Bogart respondió. "Simple. Todo el mundo sabe que yo estoy completamente loco". Esta vez el Oscar, se lo llevó mascullando Marlon Brando.

LOS ÚLTIMOS AÑOS
En 1954 vendrían "La burla del diablo", una parodia de Huston escrita junto a Truman Capote sobre "El halcón Maltés", protagonizada por Bogart y Gina Lollobrigida , "La condesa descalza", junto a Ava Gardner, interpretando a un director de cine alcohólico y "Sabrina", con Audrey Hepbrun, representando a un empresario que se enamora de la hija del chofer.
Durante 1955 realizó tres películas: "Horas desesperadas", "La mano izquierda de Dios" y "No somos ángeles". En la Navidad de ese mismo año comenzó a sentir los síntomas de lo que luego sería un cáncer de esófago. Comenzó a perder peso y a sentirse cada vez más débil. En 1956 realizó su última película: "La caída de un ídolo". Luego del estreno en febrero, se sometió a una cirugía. Pareció que se recuperaba pero tuvo que ser operado nuevamente en noviembre en el Hospital del Buen Samaritano. Se negó a dejar de beber y de fumar. De ahí en más Bacall lo llevaba en silla de ruedas. A las 2:10 de la madrugada del 14 de enero de 1957, en su casa de Hollywood, Bogie dio su último suspiro. "Aspiró profundamente, como si le faltara el aire", dijo Lauren Bacall.
En su funeral su amigo John Huston dijo: "Es irremplazable. Nunca va a haber alguien como él". Pero el que murió fue Humphrey DeForest Bogart, el hombre. Los íconos nunca mueren y Bogie seguirá eternamente con el cigarrillo en la boca diciendo una frase que nunca dijo: "Tócala de nuevo, Sam". 


Rubén Brenner



domingo, 8 de mayo de 2011

Felisberto Hernández / Un escritor que no se parecía a nadie




Felisberto Hernández
(20 de octubre de 1902 – 13 de enero de 1964)

UN ESCRITOR QUE NO SE PARECÍA A NADIE
Centro Virtual Cervantes

Felisberto Hernández «fue uno de los más importantes escritores de su país», escribe Juan Carlos Onetti en un artículo que, leído en su fecha, resultó muy revelador. Cosa curiosa, al elogio se añadía una constatación, esta vez relativa al general desconocimiento que del escritor uruguayo mostraban los lectores españoles del momento. Subrayando esta omisión, Onetti exponía una insólita certeza —aún más intranquilizadora—, y es que la ausencia de Hernández en el imaginario libresco de los españoles «no debe preocupar, cuanto la ignorancia de su obra es también comprobable en el Uruguay. Hace poco tiempo la editorial montevideana Arca inició la publicación de sus escritos completos. Tal vez esto mejore las cosas, aunque Felisberto nunca fue ni será un escritor de mayorías. Desgraciadamente murió demasiado temprano para integrar ese fenómeno llamado boom y que todavía no logro explicarme de manera convincente» (1).
Afanados en colmar ese vacío y con la esperanza de corregirlo, los admiradores de Felisberto infunden sospechas al lector reticente, y van tentando su gusto con todos esos recursos que son tan propios de la seducción literaria. De igual forma, las etiquetas de lo imprevisible, del capricho y del fantástico rioplatense aún reciben el saludo de sus editores, quienes las conceptúan como eficaces titulares de contraportada, capaces de publicitar con poderío la obra completa del uruguayo, muy menuda en extensión pero acreedora de una espiral de creciente entusiasmo. Desde un margen paralelo, estudiosos y eruditos, menos empañados por el velo de lo novedoso, han ido acumulando desde hace décadas una bibliografía que sanciona definitivamente el genio de nuestro escritor.
Como es obvio, la identidad de un literato se caracteriza por la fluidez de sus rasgos, modificados por cada lector cuando éste participa en esa comunión que es la lectura. Al igual que sucede entre familiares consanguíneos, también entre los escritores hay herencias, deudas y semejanzas. Todo ello produce muy curiosas organizaciones en las bibliotecas, quizá porque sus propietarios gustan de reconocer ese aire de familia, para luego identificarlo con su personalidad y, de ese modo, hilvanar una trama de preferencias que acaba identificando su propio carácter. Pues bien, pese a la improbable verificación científica de lo antedicho, cabe repasar el viejo álbum para confirmar paralelismos y gestos comunes.
Para nuestra fortuna, no lejos de ese tanteo se encuentra Julio Cortázar, quien interpela a Felisberto para señalar la rica relación que el argentino adivina entre éste y otros hombres de letras. «Y hablando de faltas —le dice Cortázar—, si por un lado me duele que no nos hayamos conocido, más me duele que no encontraras nunca a Macedonio [Fernández] y a José Lezama Lima, porque los dos hubieran respondido a ese signo paralelo que nos une por encima de cualquier cosa. Macedonio capaz de aprehender tu búsqueda de un yo que nunca aceptaste asimilar a tu pensamiento o a tu cuerpo, que buscaste desesperadamente y que el Diario de un sinvergüenza acorrala y hostiga, y Lezama Lima entrando en la materia de la realidad con esas jabalinas de poesía que descosifican las cosas para hacerlas acceder a un terreno donde lo mental y lo sensual cesan de ser siniestros mediadores» (2).
Sumándose a la multiplicidad de miradas, otro escritor afín, Italo Calvino, estudia los planos imbricados en esa realidad que construye Felisberto. En esta ocasión, el lector Calvino destaca las asociaciones de ideas como juego predilecto de los personajes de Hernández, y también las apunta como pasión descollante en el músico y escritor. En todo caso, tales asociaciones justifican una perspectiva cadenciosa, y el narrador italiano no duda en catalogarlas como procedimiento útil para enlazar los motivos del relato. Adaptando todo ello al fraseo musical, habla Calvino de zarabandas mentales, cuya partitura respondería a las convenciones del narrador uruguayo. Convenciones que, por cierto, son descritas del siguiente modo en palabras del analista:
«Los puntos de referencia en su larga búsqueda de medios de expresión debieron ser un surrealismo muy suyo, un proustianismo, un psicoanálisis muy suyo. (Y además, como todo hombre de letras del Río de la Plata, también Felisberto había tenido una corta permanencia en París). Esa forma que tiene de darle cabida a una representación dentro de la representación, de establecer dentro del relato extraños juegos cuyas reglas establece en cada oportunidad, es la solución que ha encontrado para darle una estructura narrativa clásica al automatismo casi onírico de su imaginación». (3)
Se sostiene con frecuencia que al universo hernandiano lo cruzan dimensiones de percepción inesperada. Esto también significa que, al constituir el linaje de sus criaturas, el escritor idea una fascinante ontología de los seres y de los objetos, tan singular que incluso cabe proponer la extrañeza y la memoria, el equívoco y la paradoja como aristas de su dominio cognitivo. De alguna manera, la sugestión literaria de ese conjunto, bien atractiva, revela ciertos desenfoques cuando llega el primer plano. Pongamos un ejemplo para marcar distancias: al decir de Milton Fornaro, «la totalidad de los escritos de Felisberto Hernández caben con comodidad en setecientas páginas. El escritor jamás posó de tal. Su espectro idiomático es estrecho y se despreocupa de las reglas del bien escribir». En rigor, esta noción de su prosa tiene que ver con su autodidactismo. Con todo, dicho en palabras de Fornaro, «si cada una de estas fallas inhabilitan para la introducción de un escritor y su obra en el mercado abastecido por la industria cultural [...], la reunión de todas ellas en una misma persona-obra puede resultar fatal. Si a esto se agrega la excepcionalidad de una obra que se aleja de los trillados caminos por los cuales marcha toda una literatura, ya el caso no tiene salvación aparente» (4).
En cualquier caso, no ha de entenderse que un autor tan desconcertante y excepcional haya sido unánimemente elogiado. El último pasaje del artículo de Fornaro incluye una elocuente cita de Emir Rodríguez Monegal, donde éste no considera que, en cuanto a eminencia, haya que clasificar a Felisberto juntamente con los grandes literatos. Frente a los panegiristas, Rodríguez Monegal vuelve al punto de vista más crítico:
«Para ser el gran autor que sus amigos proclaman le falta a Hernández estatura y profundidad. Sus hallazgos son de detalle. Cada cuento se basa en una intuición que daría para un aforismo, para el resumen de un apunte, de esos que los poetas hacen en altas horas de la mañana. De allí no pasa Hernández. [...]. Hallazgos sueltos no hacen un narrador, intuiciones aisladas no hacen un mundo» (5).
Por lo regular, se da por sentado que los escritos del autor uruguayo pueden ordenarse de acuerdo a su cronología personal. Sin lugar a dudas, los hechos de su biografía forman parte de ese mundo ficticio, si bien tamizado por la dialéctica de los afectos que suele imponer la memoria. Aludiendo a esta identidad en juego, dice Enriqueta Morillas que «en ese estar mal situado opera uno de sus recursos más llamativos: Felisberto imbrica selectivamente hilos de su propia biografía en sus relatos. Es el pianista itinerante, o el escritor que lee su creación a un auditorio, o bien quien recibe una narración que luego habrá de contar el protagonista reconocible de sus historias» (6). Por todo ello, es muy comprensible que la obra Hernández, justamente por indagar en los mecanismos del recuerdo, adquiera su pleno sentido cuando se reinterpreta a la luz de ciertos datos de su vida. Y aunque con ello no se discute la soberanía de sus creaciones, puede que interrogar esos impulsos resuelva algunos problemas en nuestro análisis.
Como primera referencia sentimental, vaya el caso de sus padres, Prudencio Hernández, constructor de raigambre española, y Juana Hortensia Silva, conocida por el sobrenombre de Calita. Curiosamente, los afectos que se urden en torno suyo describen un tercer ángulo gracias a la tía de Juana, doña Deolinda Arecha de Martínez, quien será un temible foco de autoridad para Felisberto. De hecho, esta mujer aparece dibujada con un perfil dickensiano desde el nacimiento del músico y escritor, fechado en Montevideo, el 20 de octubre de 1902.
Al repasarlos en este contexto, los primeros episodios de su biografía se resienten de un difícil proceso de socialización, explicado en las anécdotas que protagoniza a partir de 1907, cuando el colegial Felisberto se identifica, no sin esfuerzo, con la norma infantil montevideana. A todo esto, los propósitos que alimentan su melomanía son fácilmente explicables. Ya en 1908 conoce a Bernardo de los Campos, un pianista ciego de Las Piedras cuya inspiración se añade a otro sonido evocador: el de la mandolina que toca con placer don Prudencio Hernández. Dos años después, afirmar esa vocación será la finalidad de la profesora francesa Celina Moulié, cuyo esbozo literario admiramos en El caballo perdido. Tan fértil enseñanza, complementada por el profesor Dentone, logra que el pequeño ejecute en público varias piezas al piano con tan sólo diez años de edad.
No es exagerado afirmar que otra vocación de Felisberto, la literaria, es también cosa de este periodo. Al decir de los biógrafos, para ello es fundamental su presencia como alumno en la Escuela Artigas de Enseñanza Primaria, el centro donde conoce al profesor José Pedro Bellán. Y es que, muy probablemente, sea este personaje quien le infunde respeto por el oficio literario. Por lo demás, una lealtad como ésta sólo permite conjeturas y definiciones preliminares. Con todo, también es legítimo hablar del anecdotario que el futuro narrador recopila por estas fechas, ignorando que más adelante compondrá la materia de sus escritos. Quizá el capítulo más celebrado en ese proceso sea su ingreso en una asociación juvenil de boy-scouts, las Vanguardias de la Patria, junto a quienes recorre su tierra natal y también los países vecinos. Tiempo después, al rememorar creativamente estas excursiones, Felisberto idea las páginas más felices de su Tierras de la memoria. Para no demorarnos en la explicación, viene al caso recordar que, al fin y al cabo, toda literatura es autobiográfica.
En el año 1915 hallamos una circunstancia primordial en la biografía del escritor: entra por vez primera en su círculo Clemente Colling, organista de la Iglesia de los Vascos en Montevideo, y en lo literario, personaje central de En los tiempos de Clemente Colling. Gracias a él, Felisberto Hernández mejora sus conocimientos de composición y armonía, puestos en práctica en los oficios a que le empuja la necesidad; primero como pianista en salas cinematográficas, y luego en el improvisado conservatorio que organiza en su domicilio. Tampoco aquí faltan memorables episodios. De hecho, esta última actividad le sirve como medio de indagación romántica, pues durante una clase de piano viene a verle su novia, María Isabel Guerra, con quien se casará en 1925.
Desde 1920, las lecciones de piano de Clemente Colling suministran al alumno destreza y criterio estético. Al margen de sus virtudes musicales, no es dudoso que para Felisberto fuera Colling más estimulante que cualquier otra amistad. Rico en detalles, el personaje ha sido comentado así por Raúl Blengio Brito: «Clemente Colling era un personaje singular, ciego, bohemio, y sobre todo músico, que había dado algún concierto en el Instituto Verdi y que se desempeñaba como organista en la Iglesia de los Vascos. Vivía en una pieza de lo que era en realidad un viejo conventillo de la calle Gaboto, cerca del río. Casi sin dinero, escribía en braille algunas notas para revistas y periódicos franceses y daba clases a los que toleraban su afición por la bebida y su falta de higiene personal». Asimismo, observa Blengio que «la relación de Hernández con Colling es mucho más que una relación docente» (7).
En 1922 Felisberto Hernández se entrega a una gira de recitales pianísticos. Por la misma época, el joven concertista conoce el entorno de Carlos Vaz Ferreira, un filósofo que será decisivo en la evolución intelectual del joven creador. Cierto es que ni los recitales ni el pensamiento le procuran suficiente renombre, pero se identifica sin esfuerzo con esa doble inclinación. En palabras de Washington Lockhart, de esas experiencias musicales que vive entre 1925 y 1942 «proviene su tendencia creativa de correlacionar intuiciones con aspectos y comportamientos mundanos en apariencia independientes [...]. Esa dúplice experiencia musical y vital predeterminó su necesidad de escribir» (8). Una necesidad de escribir que plasma, por vez primera, en 1925, cuando publica su libro Fulano de tal, en una edición costeada por su amigo José Rodríguez Riet.
En otro orden, su ciclo memorialista es inseparable de las circunstancias que lo ciñeron durante aquellos años en que actuó como músico de la legua. Inútil agregar el anecdotario en sus mínimos accidentes. Sirva como ejemplo el relato Mi primer concierto, donde comenta su debut en el café–concierto de Mercedes, en 1926. Ajustándose a las cualidades del lance, en su recreación se perciben, a partes iguales, la vigilia y el patetismo. «El día de mi primer concierto —escribe— tuve sufrimientos extraños y algún conocimiento imprevisto de mí mismo. Me había levantado a las seis de la mañana. Esto era contrario a mi costumbre, ya que de noche no sólo tocaba en un café sino que tardaba en dormirme. Y algunas noches al llegar a mi pieza y encontrarme con un pequeño piano negro que parecía un sarcófago, no podía acostarme y entonces salía a caminar. Así me había ocurrido la noche antes del concierto. Sin embargo, al otro día me encerré desde muy temprano en un teatro vacío. Era más bien pequeño y la baranda de la tertulia estaba hecha de columnas de latón pintadas de blanco. Allí sería el concierto» (9). Lo anterior da una idea del zigzagueo de aquellos años. Cuando en 1926 nace su primera hija, Mabel Hernández Guerra, Felisberto tiene tantas ocupaciones que no podrá conocerla hasta cuatro meses después. Ese trajín, sumado a otras claves de orden íntimo, explica su paulatino distanciamiento de María Isabel Guerra.
Con alguna razón, acaso por la intrincada personalidad de Felisberto, esa crisis matrimonial fija una falsilla que irá repitiéndose en las sucesivas parejas que ensaye a lo largo de su vida. En último término, las glorias de este tiempo también son escasas. En 1927 estrena en el montevideano Teatro Albéniz tres de sus partituras, Festín chino, Bordones y Negros; y un año después dirige el ballet infantil Blancanieve, de José Pedro Bellán.
Cuando en 1929 Carlos Rocha le ayuda a publicar el Libro sin tapas, un fiel grupo de amigos propicia la entrada de Felisberto al mundo literario. En esta línea de adhesiones, es muy sabido que Vaz Ferreira escribió sobre el título citado las siguientes palabras: «Tal vez no haya en el mundo diez personas a las que les resulte interesante y yo me considero una de las diez» (10). Dos días después de publicarse estas líneas, el círculo próximo a Hernández le dedica un homenaje en el bar Neptuno. Allá se reúnen, entre otros, José Pedro Bellán, Leandro Castellanos Balparda, Manuel de Castro y el matrimonio formado por Esther y Alfredo Cáceres.
La maltrecha economía del pianista sugiere que la benevolencia de sus amigos, aunque continuada, no pudo conjurar la muy desigual fortuna. Asociado a Yamandú Rodríguez y, más adelante, a Venus González Olaza, sigue empeñado en giras musicales de amplio repertorio. Y aunque en 1930 publica su tercer libro, La cara de Ana, y en 1931 sale de imprenta el cuarto, La envenenada, lo cierto es que aún no dispone de muchos admiradores en esta vertiente de su creatividad. El propio Washington Lockhart argumenta esa desatención: «En 1934 compartí con él, radicados ambos en Mercedes, muchos ratos y comidas en el Petit Hotel, antes de Doña Cipriana. No se me ocurrió entonces leer cosas suyas ni por el forro. Sumergido con mis veinte años en la lectura de Dostoievski, ¿cómo hubiera podido concebir que aquel humorista dicharachero pudiera ser un escritor?» (11).
Casado desde 1937 con Amalia Nieto, logra mejorar su fortuna como pianista. Los críticos aprecian su talento y parece que se le abren nuevos caminos, aunque el diálogo con la fatalidad reaparece a cada momento. Incluso se ve forzado a fundar una librería en cuya gestión también fracasa, desazonándose hasta el extremo de abandonar la música y poner fin a su matrimonio. Contrastan esas ansiedades con una cierta felicidad en lo literario. En 1942, gracias al apoyo financiero de varios amigos del escritor, entre ellos Alfredo Cáceres, González Olaza y Luis Gil Salguero, llega hasta los lectores Por los tiempos de Clemente Colling. El premio del Ministerio de Instrucción Pública y los elogios de autores como Ramón Gómez de la Serna y Jules Supervielle demuestran el valor de la obra.
En torno a esta fecha, Felisberto se vincula al Centro de Estudios Psicológicos que dirige el profesor Waclaw Radecki, a la par que cultiva con afán la amistad con Supervielle. Destaca José Pedro Díaz que este vínculo comienza cuando Hernández «se halla en medio de esa segunda época, la de los relatos autobiográficos, y según creemos esa amistad tuvo una importancia decisiva sobre su obra en la medida en que todo parece indicar que fue él quien determinó la nueva orientación que ésta tomó a partir de entonces». Más adelante, Díaz corrobora que Felisberto dispuso a lo largo de su vida de una serie de maestros, al estilo de Supervielle, a quienes quiso y admiró. «El escritor José Pedro Bellán, el pintor Joaquín Torres García, el Dr. (médico psiquiatra) Alfredo Cáceres, el Dr. Carlos Vaz Ferreira, y por último el poeta Jules Supervielle, fueron sin duda los más importantes» (12).
El nuevo libro que entrega a la imprenta, El caballo perdido (1943), es premiado por el Ministerio de Instrucción Pública. Por otro lado, su vida sentimental cobra nuevos bríos gracias a la escritora Paulina Medeiros, a quien permanecerá unido durante cinco años. Ese mismo año, en Mercedes, le rinden un homenaje durante el que comenta su obra el profesor Humberto Peduzzi Escuder. Oportunamente, el agasajo coincide con su entrada en el departamento de Control de Radio de la Asociación Uruguaya de Autores. Su misión: anotar la hora precisa en que se emiten los tangos para controlar el pago de los derechos de autor.      
Con el apoyo de Jules Supervielle, Felisberto obtiene en 1946 una beca del Gobierno francés. Llega a París en octubre de ese año y experimenta con asombro el afecto continuado de Supervielle y de Susana Soca, quien edita en dicha capital la revista La Licorne.
Sin contar otros rincones, el PEN Club y la Sorbona disponen los dos escenarios principales de ese viaje tan venturoso para el escritor.
Tan afortunada es la fecha, que incluso redescubre el amor junto a una española exiliada en París, María Luisa Las Heras, con quien se casa en 1949. Por desgracia, este matrimonio tampoco escapa a una crisis muy temprana.
Se advierte que la promoción europea le beneficia grandemente. Conoce a Roger Caillois, le homenajean en diversos auditorios y sus relatos alcanzan una razonable distribución. Ya en la recta editorial, obtiene una nueva satisfacción cuando la revista Escritura edita «Las Hortensias» (1949), con dibujos de Olimpia Torres. El Felisberto que se aplica a esta invención es el que se atiene a una categoría, la de lo fantástico, que si bien es discutible —en realidad, toda literatura es fantástica—, nos sirve aquí para identificar temas y modelos. De hecho, no es desacertado creer en este rótulo como uno de los que mejor publicitan la obra del uruguayo.
Desde 1954 es Reina Reyes, una profesora de pedagogía y escritora, quien concentra la ternura de Felisberto. Reina va a ser su amiga, su mejor promotora —le ayuda a obtener una plaza como taquígrafo en la Imprenta Nacional— y también es una confidente solidaria y gentil. En cada página de su correspondencia advertimos cómo queda constituido ese afecto; una suerte de fluidez entre ambas personalidades que se manifiesta en párrafos tan curiosos como éste que transcribimos a continuación: «Reina, querida niña mía: Es necesario que conozcas una historia que descubrí esta mañana. Se refiere al Premio Nobel. Ha surgido la idea —de un tal Hans Pfeiffer—que en vez de premiar a un creador con dinero, se busque la manera de proporcionarle una felicidad más auténtica, más relativa a él mismo, y que no perjudique la obra que aún puede realizar. Se ha comprobado que el dinero y la fama que resulta del premio trastorna la vida y la obra de quien no está acostumbrado a tenerlos. Entonces, la idea nueva consiste en no declarar a quién pertenece el premio hasta después de su muerte; y con el dinero destinado al premio se crea un grupo de personas —psicólogos en su mayoría— que estudie y favorezca al creador y a su obra en el tiempo que le quede de vida. En síntesis: nada de fama, de dinero, ni de ir a cobrarlo a Suecia. El grupo de personas encargado de beneficiar al premiado se trasporta al país de éste y busca la manera de proporcionarle una relativa felicidad que no inhiba su producción» (13). Según queda dicho, el tratamiento que Felisberto propone con su anécdota es muy semejante al recibido por él mismo, si bien en su caso el comité de expertos pudiera ser, en realidad, ese grupo de fieles que nunca deja de alentarlo con sus afectos. Así, en 1955 La Licorne publica el que será su principal y único documento estético, «Explicación falsa de mis cuentos», y en 1960 Ángel Rama incluye La casa inundada en la colección Letras de Hoy, de la editorial Alfa.
Los primeros síntomas de la leucemia que acabó con su vida coinciden con la segunda publicación de El caballo perdido, impresa en diciembre de 1963 por la Editorial Río de la Plata. Esa ambivalencia sentimental, donde se oponen el dolor propio de la enfermedad y cierta satisfacción por el reconocimiento de sus contemporáneos, van a acompañar al escritor hasta su muerte, el 13 de enero de 1964.
En ausencia de un genuino testamento literario, cabe hallar un documento en el que Hernández calcula el balance de sus aportaciones. Ese juicio, idóneo para completar nuestro esbozo, figura en una página que permaneció inédita hasta su inclusión en el tomo I de las Obras completas del escritor, publicadas por Arca en 1983. Como si fuera un examen sucesivo de sus inclinaciones, en dicha página, reproducida por Walter Rela en su Cronología anotada, podemos leer lo siguiente:
           «Mi primer cartel lo tuve en música. Pero los juicios que más me enorgullecen los he tenido por lo que he escrito. No sé si lo que he escrito es la actitud de un filósofo valiéndose de medios artísticos para dar su conocimiento, o es la de un artista que toma para su arte temas filosóficos. Creo que mi especialidad está en escribir lo que no sé, pues no creo que solamente se deba escribir lo que se sabe. Y desconfío de los que en estas cuestiones pretenden saber mucho, claro y seguro. Lo que aprendí es desordenado con respecto a épocas, autores, doctrinas y demás formas ordenadas del conocimiento. Aunque para mí tengo cierto orden con respecto a mi marcha en problemas y asuntos. Pero me seduce cierto desorden que encuentro en la realidad y en los aspectos de su misterio. Y aquí se encuentran mi filosofía y mi arte» (14).

Notas
(1) «Felisberto, el naif», Cuadernos Hispanoamericanos, 302 (agosto de 1975), p. 257.
(2) «Carta en mano propia», Felisberto Hernández: Novelas y cuentos, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1985, p. XIII.
(3) En «Las zarabandas mentales de Felisberto Hernández», Felisberto Hernández: Novelas y cuentos, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1985, p. 4.
(4) En «Más las nueces que el ruido», Estaciones, 2 (1980-1981), p. 13.
(5) «Nadie encendía las lámparas», Clinamen, año II, 5 (mayo-junio 1948).
(6) Introducción a Nadie encendía las lámparas, Madrid: Cátedra, 1993, p. 24.
(7) F. H.: el hombre y el narrador, Montevideo: Casa del Estudiante, 1981, pp. 5-6; citado en Walter Rela, «Cronología anotada», Narraciones Fundamentales, Montevideo: Relieve, 1993, p. 168.
(8) Felisberto Hernández: Una biografía literaria, Montevideo: Arca, 1991, pp. 207-208.
(9) En Nadie encendía las lámparas, Madrid: Cátedra, 1993, p. 147.
(10) «Felisberto Hernández visto por él mismo y por Vaz Ferreira», El Ideal, 14-2-1929.
(11) Felisberto Hernández: Una biografía literaria, Montevideo: Arca, 1991, p. 209.
(12) Felisberto Hernández: El espectáculo imaginario, Montevideo: Arca, 1991, pp. 145-146.
(13) Ricardo Pallarés y Reina Reyes, Otro Felisberto, Montevideo: Casa del Autor Nacional, Imago, 1983, pp. 9-10.
(14) En Narraciones fundamentales, Montevideo: Relieve, 1993, p. 171.


lunes, 2 de mayo de 2011

Juan Carlos Onetti / El lobo estepario


DE OTROS MUNDOS
EL LOBO ESTEPARIO

Nació en Montevideo, Uruguay, el 1 de julio de 1909, y murió en Madrid, España, en 1995. Durante décadas ejerció el periodismo en Montevideo y Buenos Aires. En esta ciudad vivió dos largos períodos: 1933-1939 y 1942-1955. Secretario editor y jefe de redacción del semanario uruguayo Marcha y corresponsal en la agencia de noticia Reuter, primero en Montevideo y luego en Buenos Aires. Fue nombrado director de Bibliotecas Municipales en su ciudad natal y. además, hizo parte de la dirección de la Comedia Nacional. En 1962 obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Se casó cuatro veces. La primera vez con María Amalia Onetti, una prima, en 1929, en Montevideo. La segunda con María Julia Onetti, otra prima y también en Montevideo. Pero fue Dolly su mujer definitiva. No obstante, su relación amorosa con la poeta Idea Vilariño es otra de sus grandes obras: rara, insondable, enredada y profundamente apasionada. En una revista que leí en mi adolescencia consideraban a Onetti el lobo estepario de la literatura y hablaban más de sus mujeres que de sus mismos libros. A pesar de todos esos amores, siempre se la ha visto como un hombre solitario, marginado y un poco amargado.
Onetti es autor de El pozo (1939), Tierra de nadie (1941), Para esta noche (1943), La vida breve (1950), Los adioses (1954), Para una tumba sin nombre (1959), El astillero (1961), Tan triste como ella (Cuentos, 1963) Juntacadáveres (1964), Tiempo de abrazar (1974), Dejemos hablar al viento (Premio de la Crítica en España, 1979) y Cuando ya no importe (1993). Alfaguara reunió la totalidad de sus cuentos en Cuentos completos (1995), donde al lector lo esperan por lo menos media docena de obras maestras.
El pozo, con una tirada de 500 ejemplares, se editó con mucha dificultad en Montevideo, en papel de embalar marrón, y parece que no se agotó en dos décadas. La primera reimpresión es de 1965, cuando Onetti ya había escrito siete novelas y una docena de cuentos. La misma suerte tuvo su obra maestra, La vida breve, que demoró más de quince años en agotarse y que no mereció más que “tibias reseñas críticias”, como recuerda Emir Rodriguez Monegal en el prólogo de las obras completas publicadas por Aguilar. El crítico Homero Alsina Thevenet, más conocido como HAT, el Señor Sombrero, cometió con esta novela (Marcha, número 590, 24 de agosto de 1951, página 14) una de las equivocaciones más célebres de la literatura latinoamericana, una frase que es como para enmarcar en la pared de las desgracias: “no es probable que trascienda más allá de sus amistades”.
Así como hay escritores destinados a la gloria, Vargas Llosa y García Márquez lo confirman, en Onetti prima la vocación para el fracaso. Con una obra maestra, “Jacob y el otro”, perdió el premio internacional de cuentos de Life en español (Nueva York, 1960). El afortunado fue Marco Denevi, el famoso autor de Rosaura a las diez, con “Ceremonia secreta”, que dio origen al perverso film de Joseph Losey. Con la novela la suerte fue igual. En 1941, en un concurso organizado por la editorial Farrar & Rinehart, de Nueva York, Onetti se presenta demasiado pronto para disputar el premio a El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, un escritor ya desdibujado en estos días, “y peca por anacronismo por ser un adelantado de la nueva novela”. Pero no basta con esta derrota internacional. En esa misma época, en la vecina Buenos Aires, Onetti presenta Tierra de nadie a un concurso de Editoral Losada y debe conformarse con el segundo puesto. El ganador, Bernardo Verbitsky, con una novela que ya nadie recuerda, Es difícil empezar a vivir. Ni como jurado cambiaba la suerte del lobo estepario. La anécdota parece inventada y no fue así. Se sabe que alguna vez, en Montevideo, Onetti fue jurado de un concurso de cuento y terminó en la cárcel. Pero el broche de oro lo constituye, sin duda alguna, el prestigioso Premio Rómulo Gallegos. “En 1967 llega demasiado tarde para poder disputar seriamente el premio a Vargas Llosa, y su anacronismo es el de todo precursor”, señala Rodríguez Monegal. Nada puede hacer Juntacadáveres frente a la brillante construcción verbal de La casa verde y Onetti pierde en Caracas el Premio Rómulo Gallegos. El reconocimiento le llega tarde, pero sin duda será duradero. Se le considera una de las figuras cumbres de la literatura contemporánea, con una trayectoria de escritor admirablemente severa, implacable y fascinante.
Vivió retraído en Madrid desde 1975, tirado en una cama, como uno más de sus personajes, y en 1980 recibió el Premio Cervantes. Luis Harss lo describe así en Los Nuestros: “En la lenta llovizna, metido en un voluminoso abrigo, doblado bajo el peso de la ciudad, avanza, opaco, un sonámbulo en la noche insomne. Como la ciudad, lleva con fatiga la carga de los años. Es alto, enjuto, con mechones blancos en el pelo gris, ojos desvelados, labios torcidos en una mueca dolorosa, alta frente profesoral, las huellas de la renuncia y del desgano en su andar de oficinista envejecido... Como los personajes de sus libros..., «es un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad..., que se vuelve por las noches hacia la sombra de la pared para pensar cosas disparatadas y fantásticas». Parece huérfano, desocupado y ausente, males que padece desde siempre, por algún defecto de naturaleza, algún fracaso interior que remonta por lo menos a la adolescencia, «cuando ya nada tenía que ver con ninguno». Vive incomunicado, en soledad y desamparo. Fue justamente su aislamiento físico y moral, según ha afirmado, lo que hizo de él un escritor, a pesar de sí mismo, por razones desconocidas, a partir de un hábito que se convirtió en  «su vicio, su pasión y su desgracia». Lleva su cruz inclinando los hombros, como si purgara una culpa innominada e imperdonable.”
Dice Antonio Muñoz Molina en el prólogo de Cuentos completos: “los héroes de Onetti eran los más pacíficos, los más inútiles del mundo. Lo único que hacían era fumar, preferiblemente echados bocarriba en la cama, fumar e inventarse cosas, contar embustes y enamorarse de mujeres sensuales que bebían en los cafés o de muchachas angélicas cuya perfección y dulzura no podían ser merecidas por nadie”.
Onetti le confesó a Michi Strausfeld en la revista El Paseante: “Todos estamos condenados a la muerte. Entonces, yo creo —por mi experiencia, no lo puedo afirmar— que la compensación que tenemos es estar enamorados; el amor físico, sentirse feliz, siempre con una mujer, e infinitamente más cuando se ama. El sexo es maravilloso, es una felicidad total si se emplea un producto que no se puede comprar en la farmacia: el amor. Para mí fue más importante que la literatura. Si no existieran las mujeres, hubiera escrito el doble de libros”.

Triunfo Arciniegas
Pamplona, 2011


Cronología
Por Pablo Rocca
El País Cultural, Nº 177, 1993, Montevideo


1909:
– 1 de Julio: Juan Carlos Onetti nace en Montevideo, en una casa de la calle San Salvador, en el Barrio Sur. Su padre, Carlos Onetti, era funcionario de aduana; su madre, Honoria Borges, provenía de una familia brasileña. Tuvo dos hermanos, uno mayor que él, Raúl, otra menor, Raquel. De la suya solía decir que fue “una infancia feliz”.

1922-1929:
Voluntariamente deja los estudios secundarios: no alcanza a concluir el primer año. Según Jorge Ruffinelli, poco después “comienza a trabajar, y durante varios años desempeña diferentes cargos: portero (...); funcionario de la Empresa Guerin (...); mozo (...); vendedor de entradas en el Estadio Centenario; vigilante de la tolva en el Servicio Oficial de Semillas”. Según datos proporcionados por compañeros de entonces, el joven Onetti fue un buen atleta: hizo remo, basketball, atletismo. Trabajó en un censo, cuyos datos recogió recorriendo el pueblo a caballo. Durante algunos meses de 1928 y 1929 participó en la revista La tijera, publicada junto a un grupo de muchachos de Villa Colón. En 1929 intentó viajar a la Unión Soviética, con el propósito de conocer un país “donde se estaba construyendo el socialismo”, pero su desconocimiento del ruso lo desalentó.

1930:
Se casa con su prima, María Amalia Onetti, y en marzo viaja con ella a Buenos Aires donde pasa a residir. Se gana la vida vendiendo máquinas de sumar. Publica algunas notas sobre cine en Crítica.

1931:
El 16 de junio nace su primer hijo: Jorge Onetti Onetti Borges, quien desde 1958 empezó a publicar narraciones.

1932:
  Posible primera versión de la nouvelle El pozo, que se extravió en alguna mudanza.

1933:
El 1° de enero aparece en La Prensa su cuento “Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo”, recopilado en volumen en 1974. Por esa época –afirma Onetti- escribió una primera versión de su novela corta El pozo. Los originales se extraviarán en una mudanza. Se separa de su mujer.

1934:
De regreso en Montevideo vuelve a contraer matrimonio, esta vez con María Julia Onetti, hermana de su primera mujer. Viaja a la otra orilla con mucha frecuencia. Algunos datos relativos a este período de su vida son restreables en su novela La vida breve.

1935-1938
La Nación de Buenos Aires publica los cuentos “El obstáculo” (6/X/1935) y “El posible Baldi” (20/IX/1936). Hacia 1935 escribe su relato “Los Niños en el Bosque” y la novela Tiempo de abrazar, las dos publicadas en 1974. Cuando estalla la Guerra civil española, en 1936, trata (infructuosamente) de enrolarse en las Brigadas Internacionales que apoyan a la República.

1939:
Carlos Quijano, fundador del semanario Marcha, llamado a convertirse en la más prestigiosa publicación uruguaya del siglo, designa a Onetti secretario de redacción. Vive en una pieza al fondo del local que ocupa el periódico. Onetti desempeñará el cargo hasta 1941. Durante ese breve pero intenso período, publicará semanalmente una columna literaria, La piedra en el charco. Con los seudónimos Periquito el Aguador, Groucho Marx y Pierre Regy firma artículos de “alacraneo literario” y cuentos policiales. En diciembre aparece su primera novela El pozo (Ediciones Signo, 99 págs. en papel de estraza) con una tirada de 500 ejemplares. Sólo un grupo reducido de amigos y de jovencísimos admiradores advierten que en ese libro se aloja una transformación narrativa profunda. Recién en 1965, Arca lo reedita con un estudio fundacional de Angel Rama.

1940:
Frecuenta el Café Metro de la Plaza Cagancha. Con el seudónimo H.C. Ramos presenta a un concurso de cuentos de Marcha su relato “Convalescencia”, que obtiene el primer premio. En 1973 el cuento será rescatado e incluído en un volúmen de Cuentos completos del escritor.

1941:
Empieza a trabajar en la Agencia Reuter. Conservando este empleo, a mediados de año se traslada a Buenos Aires, donde permanece hasta 1955.

Trabaja como secretario de redacción de las revistas Vea y Lea e Impetu. En junio aparece la novela Tierra de nadie, en Losada (Buenos Aires), premiada Feriaese mismo año con el segundo puesto en el concurso “Ricardo Güiraldes”. El 6 de junio La Nación publica su primer cuento importante, “Un sueño realizado”.

1943:
Para esta noche (novela), Buenos Aires, Poseidón. Había querido titularla “El perro tendrá su día”, pero el editor se negó. En 1976 publicará un cuento con ese título prohibido.

1944:
Aparecen dos cuentos: “Bienvenido Bob” (La Nación, noviembre 12) y “La larga historia” en Alfar (Montevideo). Este relato se transformará en la nouvelle “La cara de la desgracia”.

1945:
El 12 de abril contrae enlace con una compañera de trabajo en la agencia Reuter, Elizabeth María Pekelharing. En el semanario Marcha (Ns¸314) aparece su cuento “Nueve de julio”.

1946:
En La Nación publica dos cuentos: “Regreso al sur” (abril 28) y “Ejsberg, en la costa” (noviembre, 17).

1949:
El 3 de abril aparece en La Nación “La casa en la arena”, donde se inaugura la “saga” de Santa María, la ciudad mítica onettiana que se delimitará con mayor precisión en La vida breve. El 26 de julio nace su hija Isabel María (Litti).

1950:
La editorial Sudamericana publica La vida breve, la novela fundacional de Santa María, donde de allí en más transcurrirá la acción de la gran mayoría de sus nuevas novelas y cuentos. Onetti la consideró su “mejor novela”.

1951:
Aparece Un sueño realizado y otros cuentos, con un prólogo de Mario Benedetti (Montevideo: Número).

1953:
La revista Sur de Buenos Aires da a conocer el relato “El album” (N°219-220). El mismo año, y en la editorial de la revista, aparece la novela corta Los adioses, dedicada a Idea Vilariño.

1954:
  Traduce la novela This Very Earth (La verdadera tierra) de Erskine Caldwell (Buenos Aires Schapire).

1955:
A fines de año retorna a Montevideo. Traba amistad con el presidente de la República Luis Batlle Berres (a quien dedicará El Astillero) e ingresa a trabajar en su diario, Acción, donde escribe algunos artículos. Hacia fines de año contrae enlace por cuarta vez con la joven argentina (de ascendencia alemana) Dorothea Muhr (Dolly), su compañera hasta el final. Viven en la calle Gonzalo Ramírez, N°1497, Ap. 4.

1956:
Viaja a Bolivia invitado por el gobierno de aquel país. Accidentalmente se ve envuelto en una balacera, de la que sale ileso pese a que un proyectil perfora su sombrero. Traduce The Comancheros, novela de Paul Wellman y publica el cuento “Historia del Caballero de la Rosa y la Virgen encinta que vino de Liliput” en Entregas de la Licorne, Ns¸8, la revista de la escritora Susana Soca (1907-1959), a cuya memoria dedicará la novela Juntacadáveres.

1957:
La revista Ficción de Buenos Aires publica el cuento “El infierno tan temido” (Ns¸5, enero-febrero). El 2 de abril de 1957, es designado Director de Bibliotecas en la División de Artes y Letras de la Intendencia Municipal de Montevideo, hasta su renuncia el 4 de marzo de 1975.

1959:
Una tumba sin nombre, novela, Montevideo: Ediciones Marcha. En la segunda edición (Arca, 1967), le agregará la preposición “Para”.

1960:
En la colección “Letras de hoy” de Alfa (que dirige Angel Rama), aparece la nouvelle La cara de la desgracia.

1961:
Obtiene un segundo puesto en el concurso de cuentos organizado por la revista Life con “Jacob y el otro”, entre 3.149 originales presentados. Aparece la novela El Astillero en Fabril de Buenos Aires, seleccionada en un concurso organizado por esta editorial. La revista Les Lettres Nouvelles publica, en su Ns¸16, la traducción por Claude Couffon, la primera de uno de sus relatos en lengua extranjera: “¡Salut Bob!” (“Bienvenido Bob”).

1962:
Se lo galardona con el Premio Nacional de Literatura (bienio 1959-1960). La cooperativa editorial Asir publica su segundo libro de narraciones cortas (todas éditas): El infierno tan temido y otros cuentos.

1963:
Se traduce al inglés “Jacob y el otro” (“Jacob and the Other”), en una antología editada por Doubleday.

1964:
Aparece el cuento “Justo el treintaiuno” (Marcha, Ns¸1220, agosto, 28) y la novela Juntacadáveres, en Alfa.

1966:
Concurre al Congreso del Pen Club en New York.

1967:
Obtiene (otra vez) un segundo premio, el Rómulo Gallegos de Venezuela. El triunfador, Mario Vargas Llosa, reclama para Onetti “el reconocimiento que se merece”.

1968:
El cuento “La novia robada” aparece en la revista venezolana Papeles (Ns¸6). La biliografía crítica sobre Onetti empieza a crecer.

1969:
Asiste en Chile al Encuentro Latinoamericano de Escritores (junto con Angel Rama).

1970:
La editorial Aguilar publica en México sus Obras completas con una introducción de Emir Rodríguez Monegal. La revista Macedonio (Ns¸8) publica en Buenos Aires el cuento “Matías el telegrafista”. Se multiplican las traducciones de sus relatos a diversas lenguas (italiano y francés principalmente).

1971:
Prologa la edición italiana de Los siete locos (I sette pazzi) de Roberto Arlt.

1972:
Onetti es elegido como el mejor narrador uruguayo de los últimos cincuenta años en una encuesta realizada por el semanario Marcha, en la que participaron 35 narradores y poetas de distintas generaciones. Se traduce al italiano El Astillero (Il cantiere), que tres años después obtendrá el primer premio a la mejor novela latinoamericana publicada en esa lengua en el período 1971-1973. Simultáneamente, en México comienza a filmarse una versión de esa misma novela, luego interrumpida.

1973:
A principios de año compra una casa en la calle Bonpland al 598. Viaja a España en el mes de octubre a un congreso sobre el barroco. Integra el jurado del concurso de cuentos del semanario Marcha junto a Mercedes Rein y Jorge Ruffinelli. Aparece La muerte y la niña (nouvelle), Buenos Aires: Corregidor. La revista Crisis (Ns¸2) publica el relato “Las mellizas”, supuesto capítulo de una novela que no prosperó.

1974:
En enero falla el jurado de Marcha dando el primer premio al cuento “El guardaespaldas”, de Nelson Marra. De inmediato Onetti y miembros del semanario son apresados por el régimen militar. Permanece en prisión entre el 9 de enero y el 14 de mayo. En octubre Onetti viaja a Roma para recibir un premio bienal a la mejor novela de autor latinoamericano traducida y publicada en Italia, en este caso El astillero. El Instituto de Cultura Hispánica de Madrid edita un número especial (Ns¸292, 74) de la revista “Cuadernos Hispanoamericanos” en su homenaje.

1975:
Invitado por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, viaja a esa ciudad y fija allí su residencia. En diciembre Arca da a conocer Requiem para Faulkner y otros artículos, que recoge artículos publicados en Marcha y en el diarioAcción. El volúmen incluye un prólogo de Jorge Ruffinelli y un “Autorretrato”, originalmente publicado en la revista Crisis (Ns¸2, Buenos Aires, 1973).

1976:
Aparece su primer poema “Balada del ausente”. En setiembre viaja a México para integrar un jurado internacional en un concurso de novelas. En Xalapa participa en un congreso de escritores dedicado a examinar su obra.

1977-1978:
La revista Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid, Ns¸339) publica el cuento “Presencia”, en el que se alude a la situación política imperante en el Uruguay; los militares han impuesto una tiranía salvaje en Santa María. Participa en un seminario en la Universidad de Pau, sur de Francia, y es homenajeado por la Universidad Paris-Sorbonne. Empieza a colaborar asiduamente con artículos en El País de Madrid.

1979:
Preside el Primer Congreso Internacional de Escritores de Lengua Española, que se llevó a cabo del 3 al 8 de junio en Las Palmas de Gran Canaria, cuya clausura se realizó en Madrid. En octubre, la editorial Bruguera/Alfaguara publica la novela Dejemos hablar al viento, donde Onetti incendia Santa María.


1980:
Aparece el cuento “Los amigos” (un homenaje al pintor Alfredo de Simone). En enero, el Pen Club Latinoamericano en España propone al Comité Nobel de la Academia de Suecia la candidatura de Onetti para el Premio Nobel de Literatura de ese año. En París, la editorial Gallimard adquiere los derechos para la publicación de sus obras. El 16 de diciembre el rey Juan Carlos de España le entrega el Premio Cervantes de Literatura, dotado de unos 117.000 dólares.

1981:
Aparece el cuento “Jabón”. Concurre a Veracruz (México) a un homenaje a su obra que organiza la Universidad de dicha ciudad.

1982-1984:
El semanario Jaque de Montevideo publica regularmente sus artículos, vinculando a Onetti nuevamente con el público uruguayo. La revista de Bellas Artes, de México (Ns¸9) publica dos cuentos cortos: “El Mercado” y “Cerdito”.

1983:
Nueva Estafeta (Ns¸58, mayo) publica otro cuento breve, “Luna llena”.

1985:
Elecciones nacionales en Uruguay, que marcan el regreso a la Democracia. El presidente electo, Julio María Sanguinetti, invita al escritor a asistir a las ceremonias de instalación del nuevo gobierno. Onetti agradece la invitación pero decide permanecer en Madrid. Recibe el Gran Premio Nacional de Literatura. El semanario Brecha publica en Montevideo el cuento breve “El gato”.

1986:
La editorial Almabaru de Madrid publica un volumen con ocho textos breves:Presencia y otros cuentos, que apenas se distribuyó en España.

1987:
Mondadori edita la novela corta Cuando entonces.

1989:
El realizador argentino Pedro Stocky lleva al cine su novela La cara de la desgracia.

1990:
El 15 de noviembre recibe el Premio de la Unión Latina de Literatura “por su espíritu universal”.

1991:
Se exhibe en Montevideo un video preparado por “Imágenes” con una entrevista a Onetti y testimonios de muchos que lo conocieron. Recibe el “Gran Premio Rodó a la labor intelectual”, de la Intendencia Municipal de Montevideo, con un monto cercano a los cinco mil dólares que de inmediato dona para la compra de libros en bibliotecas municipales.

1992:
La universidad de Stanford (California), por iniciativa de Jorge Ruffinelli, pasa a su equipo de computación el registro total de las obras de Onetti, para beneficio de investigadores futuros.

1993:
  La editorial Alfaguara publica la que será su última novela, Cuando ya no importe, que hará las veces de testamento literario.

1994:
Con el auspicio del Ministerio de Educación y Cultura, la Intendencia Municipal de Montevideo y la revista Cuadernos de Marcha, se realizan en la Facultad de Humanidades y Ciencias las Primeras Jornadas Rioplatenses de Literatura, de homenaje al escritor, del 27 al 29 de abril. El 30 de mayo, cerca de las tres de la tarde, Onetti muere en una clínica de Madrid, ciudad en la que pasó los últimos 19 años de su vida, enclaustrado los diez finales, sin salir prácticamente de su cama. Según su última voluntad, sus restos fueron incinerados y sus cenizas no serán trasladadas al Uruguay.




Bibliografía
Novelas y novelas cortas
6.  Una tumba sin nombre, Montevideo, Marcha, 1959. ( 2.ª ed., Para una tumba sin nombre, Montevideo, 1967.)
9.  Tan triste como ella, Montevideo, Alfa, 1963.
10. Juntacadáveres, Montevideo, Alfa, 1964.
13. Cuando entonces, Madrid, Mondadori, 1987.
14. Cuando ya no importe, Madrid, Alfaguara, 1993.
Recopilaciones y antologías de cuentos
1.  Un sueño realizado y otros cuentos, Montevideo, Número, 1951 (prólogo de Mario Benedetti).
2.  El infierno tan temido, Montevideo, Asir, 1962.
3.  Jacob y el otro. Un sueño realizado y otros cuentos, Montevideo, Banda Oriental, 1965.
4.  Cuentos completos, Buenos Aires, CEAL, 1967.
5.  Cuentos completos, Caracas, Monte Ávila, 1968.
6.  La novia robada y otros cuentos, Buenos Aires, CEAL, 1968.
7.  Novelas cortas completas, Caracas, Monte Ávila, 1968.
8. Obras completas, Madrid, 1970 (prólogo de Emir Rodríguez Monegal).
9.  Cuentos completos, Buenos Aires, Corregidor, 1974 (prólogo de Jorge Ruffinelli).
10. Réquiem por Faulkner y otros artículos, Montevideo, Arca-Calicanto, 1974.
11. Tiempo de abrazar y los cuentos de 1933 a 1950, Montevideo, Arca, 1974 (coord. de Jorge Ruffinelli).
12. Presencia y otros cuentos, Madrid, Almarabú, 1986.
13. Cuentos secretos. «Periquito el Aguador» y otras máscaras, Montevideo, Marcha, 1986 (selección y prólogo de Omar Prego).
14.  Novelas y relatos, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1989 (prólogo, cronología y bibliografía de Hugo Verani).
15. Cuentos completos, Madrid, Alfaguara, 1994.
16. Periquito el Aguador y otros textos, Montevideo, Marcha-Intendencia Municipal de Montevideo, 1994 (recopilación y prólogo de María Angélica Petit).
17. Confesiones de un lector, Madrid, Alfaguara, 1995.
18. Cinco novelas cortas, Caracas, Monte Ávila, 1997.
19. Obras completas, Barcelona, Círculo de Lectores, 2005 (edición de Hortensia Campanella).
Artículos y otros textos
1.   Prólogo a Lloverá siempre, de Carlos Denis Molina, Montevideo, 1967.
2.  «Felisberto, el naif», Cuadernos Hispanoamericanos, 1975; 302, pp. 257-259.
3.  «Por culpa de Fantomas», Cuadernos Hispanoamericanos, 1974; 284, pp. 221-228.
4.  «Varias grandezas y grandes camelos», Nuevo Texto Crítico, 1988; 1(2), pp. 195-197.
5.  «Prefacio a Los siete locos», Review, 1982; 31, pp. 34-38.
6.  Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti, Correspondencia, Montevideo, Posdata, 2000 (edición, prólogo y cronología de Pablo Rocca).


Voz de Juan Carlos Onetti


Bienvenido Bob

[Cuento]
12 de noviembre de 1944
Voz del autor


Santa María II

Selección de "El Astillero"
1955
Voz del autor