DRAGON
Serge Gainsbourg
(1928 - 1991)
Serge Gainsbourg, cuyo nombre real era Lucien Ginsburg fue un músico, cantante, autor y compositor, actor y director de cine francés.Hijo de inmigrantes ucranianos huidos de la Revolución Soviética. Nació el 2 de abril de 1928. Con cuatro años aporreaba el piano de su padre, músico de clubes nocturnos, aunque los acordes se interrumpieron con la ocupación alemana.
El flaco y narigudo niño vio cómo los nazis lo marcaban con la estrella de judío y, para huir de desprecios, buscó refugio en los placeres del alma: música, lectura, dibujo y tabaco. También supo que no encontraría mejor escondite que los brazos femeninos. En 1954 grabó sus primeras canciones como Serge Gainsbourg (el Lucien con el que fue bautizado era, decía, "nombre de perdedor").
Comienza a tocar el piano en bares sin hora de cierre, a besar a una mujer tras otra y a frecuentar a indómitos como Boris Vian. Canciones como Le Poinçonneur des Lilas (1958), sobre un revisor de metro suicida, le dan los primeros réditos. Sus juguetonas letras y melodías pegadizas hacen que Juliette Gréco, Petula Clark o Nana Mouskouri se lo rifen.
Gainsbourg empieza a reinventarse: el clásico chansonnier muta en compositor rebelde. Su fama es internacional cuando Poupée de cire, poupée du son, cantada por la virginal France Gall, gana Eurovisión en 1965. En vez de acomodarse, él hace poco después cantar a la inocente francesa Les sucettes (1966), donde la chica proclama su pasión por las piruletas.
Serge Gainsbourg y Jane Birkin |
"Te quiero, yo tampoco"
La pasión de Gainsbourg no serán las piruletas, sino otros dulces: las mujeres. Brigitte Bardot lo conoce en 1967 y cae rendida: aunque casada, le da amor e inspiración; él, música. Tras meses de sexo y canciones (como las deliciosas Comic Strip, Bonnie and Clyde o la célebre Je T’aime... Moi non plus, que la Bardot veta, temerosa del escándalo) se separan.
Serge no tarda en encontrar, aún más bella, sustituta. En Londres conoce a Jane Birkin, que ya ha deslumbrado en Blow Up. En 1971 tienen una hija, Charlotte (hoy, una afamada actriz y cantante) y, ese mismo año, publican el disco más loado de Gainsbourg: Historie de Melody Nelson.
Antes, ambos graban el Je T’aime... Moi non plus (1969), donde recrean los jadeos de una pareja en el coito: prohibida en medio mundo, será el tema por el que Gainsbourg pase a la posteridad. En 1973 tiene su primer ataque cardíaco, pero lejos de asustarse radicaliza su vida. Va a Jamaica a empaparse de ritmo y porros.
La mezcla lo lleva a grabar su Marsellesa en forma de reggae (Aux Armes et cetera, 1978). Si los ingleses tuvieron su God Save the Queen de los Sex Pistols y los yanquis el Star Spangles Banner de Hendrix, Gainsbourg sacude a los galos con esa encantadora reinvención fumeta. Medio país exige que lo expulsen de Francia.
Harta de sus borracheras, la que lo expulsa de su vida es Jane Birkin. Es 1980 y Gainsbourg, como siempre, reacciona en forma de excesos: decide crear un álter ego, al que bautiza Gainsbarre, careta tras la que se paseará por los platós de televisión más ojeroso y bocazas que nunca. Junto a Charlotte, de 13 años, ensalza el incesto cantando Lemon incest.
Quema un billete de 500 francos riéndose de una subida de impuestos. E, inolvidable, pierde el control en una entrevista junto a la, era 1986, inocente Whitney Houston. «He dicho que me la quiero follar», grita mientras trata de pellizcar a la diva, que lo mira boquiabierta sin llegar a decirle que no. En 1991, padre de nuevo y cuando, dicen, batallaba por recuperar el control, otro ataque al corazón lo fulmina.
C’est fini: los excesos acaban con el hombre y dan paso a la leyenda. Además de amantes, escándalos y canciones, deja como legado haber sido un icono de la Francia universal. No sorprende que la puerta de su casa, que su hija se niega a restaurar, sea lugar de peregrinaje de admiradores. Le dejan lágrimas, besos, pintadas y tabaco. Si llega a despertarse, tendrá a mano todo lo que necesita para volver a empezar.
No tenía las cualidades exigibles a un yerno ideal, ni mucho menos. Pero ni su aspecto desaliñado ni las cinco cajetillas que fumaba al día ni su carácter altivo evitaron que las más bellas mujeres desfilaran de su brazo.
Gainsbourg murió el 2 de marzo de 1991 debido a un ataque al corazón y fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París. Su hogar (5bis rue de Verneuil) está cubierto de graffitis y poemas.
Wikipedia
Serge Gainsbourg Poster de T.A. |
“Con temas nuevos, términos en inglés, la introducción de nuevas sonoridades, un vocabulario rico, los dobles sentidos… Era un alquimista de las palabras”
Felipe Cabrerizo
Serge Gainsbourg Poster de T.A. |
Serge Gainsbourg
25 AÑOS DESPUÉS
Se cumplieron 25 años del fallecimiento de Serge Gainsbourg y, a final de cuentas y más allá de los análisis y los homenajes a su persona, queda una certidumbre: sus canciones serán imperecederas. Importa poco lo que sobreviva del personaje. Lo que permanecerá al escuchar sus obras es que en melodías, arreglos y textos uno se volverá inteligente por el tiempo que dure alguno de sus refranes o un par de versos.
Gainsbourg se fue (en 1991), pero siempre lo escucharemos en off. La cultura francesa creada por él está ahí: como poeta de los juegos de palabras; como soberano del arte de la canción y como cantautor a la vez literario y popular. De su obra sublime la mayoría parece recordar algo del autor-compositor-intérprete francófono más importante –por mucho– del siglo XX, sin duda incluso de todo el patrimonio nacional galo.
Su mensaje siempre fue: ¡eclecticismo y un espíritu abierto! (incluso en la polémica). En ella daba lo mejor de sí mismo. Y como muestra algunos botones en forma de canción. El primero “Je t’aime…moi non plus”. Su canción más famosa, que incluía por primera vez los sonidos de un orgasmo femenino. Aunque originalmente fue grabada con Brigitte Bardot, su protegida del momento, fue lanzada al mercado con otra vocalista, Jane Birkin, quien sería su futura pareja.
(La Bardot se echó para atrás con un lanzamiento bajo su nombre a la mera hora por miedo a que la pieza pudiera perjudicar su imagen).
Mientras Gainsbourg declaraba que este tema era “la cima de la canción de amor” (¿qué hay más explícito y contundente que un orgasmo?), muchos la consideraron pornográfica. Fue censurada en varios países e incluso en Francia la versión menos recatada fue suprimida. Por supuesto, la iglesia católica se pronunció con un comunicado citando dicha canción como ofensiva.
“No todo el mundo tiene la suerte de tener al Vaticano como agente de publicidad”, declaró entonces el compositor cuando el periódico oficioso de la Sante Sede, l ‘Osservatore Romano, condenó a los infiernos –y de paso al éxito y al número uno de las listas de popularidad– la canción que había osado por primera vez en la historia ponerle música al acto sexual.
El título mismo sufrió versiones y conversiones a cual más ridículas, como por ejemplo en algunos lugares se le llegó a nombrar como “Yo te amo…yo tampoco” (¡¿What?!), cuando en realidad era “Te amo…pero no más”, lo que significaba que el hombre le decía a la mujer que sí, que la quería, pero estaba exhausto de hacer el amor en ese momento y no habría más coito aunque ella lo suplicara, necesitaba una pausa luego de haberlo hecho profusamente.
La tradición literaria dentro de la canción francesa siempre ha ocupado un lugar muy particular gracias a los esfuerzos y habilidades compositivas de Georges Brassens, Léo Ferré, Gainsbourg y tantos otros. En ellos se reconoce que el común denominador de los verdaderos talentos de la “música pop” francesa del siglo XX son en realidad los textos. Esta es la particularidad de Francia, una herencia de los trovadores y poetas.
En 1957, a los 30 años de edad, el Gainsbourg compositor se había topado con Boris Vian y bajo su influjo comenzó a asumir también su condición de intérprete. Pero a pesar de los arreglos y las excepcionales orquestaciones de Alain Goraguer, así como del estilo cada vez más íntimo y sensual que aportaba a sus interpretaciones realmente personales, Gainsbourg fue apreciado y buscado en un principio más que otra cosa por su cancionero en el que no había cartabones ni tabúes.
Ser concebida entre los jadeos orgásmicos de Jane Birkin y de Serge Gainsbourg, los cuales quedaron plasmados en la mítica canción “Je t’aime…moi non plus”, seguro que marca la existencia. Quizá por eso Charlotte, la hija de ambos, se dedicó a la actuación cinematográfica y al canto. Charlotte Gainsbourg (nacida en Londres en 1971) debutó en el cine en 1984 con Paroles et Musique a los 13 años de edad, al lado de Catherine Deneuve.
El álbum Charlotte Forever (1986) fue el inicio de su camino en el canto, en el que ha continuado desde entonces, de manera paralela a su trayectoria cinematográfica, con temas y realización de su padre. La pieza principal fue “Lemon Incest”, a dúo con él y que ya había levantado ámpula un par de años antes cuando apreció por primera vez en el disco Love on the Beat del autor, por las implicaciones textuales y el video respectivo.
En él se puede ver a una Charlotte adolescente acostada en una cama junto a su progenitor, cantando frases como “l’amour que nous ne ferons jamais ensemble” (“el amor que nunca haremos juntos”). La pieza causó, como es obvio, mucha controversia, aunque a decir verdad para ella nunca representó gran problema unirse a las provocaciones de su padre y mucho menos convivir con su enorme sombra.
En la versión original el título se pronunciaba de manera que sonara como si se dijera “una rodaja de limón” (“Un zeste de citron”), para que después con el transcurso de la canción quedara claro que era “Lemon Incest”. Esto es una muestra de cómo sus canciones se volvieron cada vez más excéntricas, y un buen ejemplo del gusto de Gainsbourg por los juegos de palabras, que resultaban polémicos, desconcertantes o divertidos.
Cantaron sus composiciones personajes variopintos como Philippe Clay, Michèle Arnaud, Juliette Gréco, Petula Clark, Françoise Hardy, Brigitte Bardot, Isabelle Adjani, Anna Karina, Catherine Deneuve y a la postre Vanessa Paradis y Joëlle Ursull (¡y luego Jimmy Somerville!). Por no olvidar a Bambou. Un catálogo de intérpretes nada despreciable. No obstante, sin duda sus obras maestras seguirán siendo sus propias interpretaciones.
Dotado del secreto del refrán, Gainsbourg cedió sus letras de nobleza lírica al “pop” y su actitud no permitirá nunca que envejezcan sus composiciones, pues su enfoque (y su obra) es universal, como el de todos los grandes. Este autor trascendió la música, la cual fue sólo una herramienta para poner en escena sus palabras y figuras retóricas, aliteraciones y refinadas rimas y expresar –con una lucidez que rayaba en el cinismo– sus sentimientos al desnudo.
El gusto de éste por los juegos de palabras ocultaba el fondo del asunto de manera aguda o divertida. Y con ello quiso, y supo, mantenerse en la modernidad. El Gainsbourg más erotómano hizo acto de presencia poniendo en la boca de la flamante triunfadora del Festival de Eurovisión, France Gall, una canción llena de doble sentido con unas inocentes paletas de dulce como elemento de placer y discordia.
France Gall tenía sólo 14 años cuando grabó su primer disco; 17 cuando ganó dicho concurso internacional a mediados de los años sesenta y sólo interpretaba canciones sobre el primer amor con grandes dosis de ingenuidad, como lo hacían la mayoría de las chicas ye-yé de entonces.
Gainsbourg decía que France Gall era “la Lolita Francesa”, y compuso para ella la canción “Les sucettes” (Las Lollipops, Los Pirulís) como un medio para poner a prueba la candidez de la cantante. La pieza juega con un doble sentido sexual muy evidente e incluso cuenta con un vídeoclip tan pop, tan camp, como explícito. Y sí, la realidad del contenido pasó inadvertido para la muchacha.
Por lo tanto la incluyó en su repertorio durante largo tiempo, para delicia de los escuchas. Los rumores suelen decir que al enterarse del significado oculto de la letra de la canción la Gall rompió a llorar y renegó de toda colaboración con Gainsbourg, pero lo cierto es que llegó a interpretar alguna canción más de él — como “Les petit ballons”–, también “de alto contenido sexual implícito”, según las reseñas.
Tanto como balada infantil como melodía críptico-erótica “Les sucettes” sigue funcionando por su calidad pop. Gainsbourg demostró que disfrutar de la vida para él tenía un sólo significado: el arte, y esto incluso a través de sus provocaciones reiteradas como Pigmalión, como en los casos de estas tres canciones representativas de sus intereses.
Su razón de ser misma fue una obra elocuente de amor al arte de la composición transformada, a veces, en legítima burla. A la larga, de su personaje sin duda no quedará más que el largo de su barba, sus excesos, desbarres y el omnipresente humo de sus cigarros, pero lo importante, sus canciones, serán imperecederas.
BABEL
Hay personajes a los que su vida convierte en mitos. Este es el caso de Serge Gainsbourg, el excesivo cantante francés que amó a las mujeres más bellas y generó los más sonados escándalos. Una película recupera su vigencia.
DIEGO A. MANRIQUE
4 JUL 2010
Serge Gaionbsbourg Ilustración de Fernando Vicente |
Los misterios de Gainsbourg
DIEGO A. MANRIQUE
4 JUL 2010
Misterios dolorosos
La ira de la viuda nº 3
Veinte años después, Serge Gainsbourg sigue alimentando polémicas. La depositaria de su herencia, Jane Birkin, ha digerido mal que su biopic se tome tantas libertades y ha logrado colar en créditos su descripción como "un cuento". Una apostilla gratuita: nadie solicita realismo a una película cómica y fantasiosa.
Dado que el realizador y guionista de Gainsbourg (Vida de un héroe) es Joann Sfar, dibujante de cómics, no se entiende el espanto de la Birkin. Sfar se había desmarcado de las expectativas de los herederos: "Yo no hago biografías noveladas clásicas, como La vida en rosa. Aporto mi universo de historietista para ilustrar una visión personal de los fantasmas de Gainsbourg".
"En Gainsbourg maduró la convicción de que el escándalo era la perfecta palanca de promoción"
"Jane Birkin actualizó la imagen exterior de Serge. A cambio, él la convirtió en intérprete lúbrica"
El margen de crítica de Jane Birkin se achicó cuando Lucy Gordon, la actriz británica que encarna su personaje, se suicidó en París. Gainsbourg (Vida de un héroe) está dedicada a su memoria.
Misterios luminosos
El exhibicionista indestructible
Sfar ofrece dos protagonistas atractivos. El niño Kacey Mottet Klein es el Gainsbourg adolescente. Los años del nazismo, con la familia Ginsburg obligada a llevar la estrella amarilla con la palabra "judío", se transforman en las andanzas de un pícaro. El Serge de pantalones cortos se apresura a solicitar la infamante tela, que identifica con la chapa de un sheriff del Oeste. Calla a burócratas colaboracionistas al alardear de que se codea, en una academia de pintura de Montmartre, con un oficial alemán. Engatusa a Fréhel, deteriorada vedette de la chanson. En un internado se gana la simpatía de sus compañeros haciendo dibujos pornográficos; y cuando se intuye redada, su maestro le manda al bosque.
Aunque el músico Joseph Ginsburg no practicaba el judaísmo, en el ambiente se sabía que había huido de Ucrania tras la revolución bolchevique. Imposibilitado para trabajar en el París ocupado, escaparon hacia la Francia de Vichy. Carambolas de la historia: la última mujer de Serge, Bamboo, se decía nieta del mariscal Paulus, que rendiría el 6º Ejército de la Wehrmacht en Stalingrado.
Para el Gainsbourg adulto, Sfar ha contado con un prodigioso Eric Elmosnino que transmite las dudas íntimas de un cantante que aspiraba a ser pintor, un estilista de la Rive Gauche que conseguiría su mayor impacto en el pop.
Misterios gozosos
El artista de goma
Efectivamente, Gainsbourg (Vida de un héroe) viene a culminar la entronización de Serge como figura central de la cultura francófona. Hasta 1991, cualquier manual o diccionario sobre la chanson française solía llevar las fotos de Edith Piaf o Jacques Brel. Después de la muerte de Gainsbourg, es su turno: en las portadas vemos su desaliñado aire de dandi, más irreverente que triunfador.
Los registros de SACEM, la Sociedad General de Autores gala, revelan que Gainsbourg no tuvo muchos pelotazos como intérprete de sus temas. Sus mayores ingresos derivaban de su faceta de compositor. Firmó numerosas bandas sonoras, centrado en comedias y cintas eróticas tipo Madame Claude o Goodbye Emmanuelle.
Le cinéma de Serge Gainsbourg, un estuche de 2001, recuerda su habilidad para el reciclaje. Un fragmento instrumental de Les coleurs verts (1965) reaparecería, con letras y gemidos, como Je t'aime, moi non plus. Clásicas del calibre de Réquiem pour un con o Dieu fumeur de havanes se estrenaron en el cine. Pero el grueso de sus derechos de autor correspondía a la infinidad de golosinas que elaboró para docenas de vocalistas francesas o foráneas asimiladas (Nana Mouskouri, Petula Clark o Marianne Faithfull). En Gainsbourg (Vida de un héroe), ese quehacer de bambalinas se explicita en sus aproximaciones a Juliette Gréco o a la baby pop France Gall.
La Gréco, diosa existencialista, aparece como una pesadilla para la primera esposa del compositor. Con Juliette Gréco chante Serge Gainsbourg, que contenía la sublime Javanaise, él ascendió en el escalafón y disparó los cotilleos: se les aplicó el tópico periodístico de la bella y el monstruo.
France Gall lo pasó peor. La película la presenta como una yeyé tontita. France grabó feliz su Les sucettes, donde proclamaba su pasión por chupar piruletas. El tema iba camino del millón de copias cuando, en un programa de televisión, France advirtió las risitas de los presentes; solo entonces supo que había doble sentido en los versos.
Esas jugarretas servían de coartada para el rotundo giro profesional de Gainsbourg. En 1965 dejó los directos, tras una desdichada gira como telonero de la majestuosa Barbara. Renegó en público: "Es más aceptable hacer rock sin pretensiones que chanson mala con pretensiones literarias".
Para muchos, se comercializó y hay argumentos en su contra: tras ganar Eurovisión en 1965 con la ambigua Poupée de cire, poupée du son, cantada por France Gall, pretendió repetirlo con la lamentable Boum badabum, que representó a Mónaco. Amante del jazz y de la chanson clásica, se había permitido bromitas-temas como Chez les yé-yé o Qui est in, qui est out, respecto a la adoración de lo juvenil que alimentaba el imperio de Salut Les Copains. Pero los viajes laborales a Londres, donde localizó arregladores e instrumentistas flexibles, le abrieron las orejas. Los ritmos beat y soul -twist y jerk, según él- también servían como plastilina para su voluntad provocadora.
Misterios gloriosos
El canalla bienamado
El bombazo de Les sucettes hizo madurar en Gainsbourg la convicción de que el escándalo era la perfecta palanca de promoción. Gainsbourg (Vida de un héroe) conmemora Je t'aime, moi non plus como un producto del arrebato de Serge y Brigitte Bardot ("hazme la canción de amor más hermosa que puedas imaginar"). Pero la melodía ya existía; muchos se enteraron de la materialización de la versión cantada, con BB jadeando mientras "voy y vengo entre tus riñones". Sin embargo, el amor no debía de ser tan loco cuando la Bardot vetó su publicación, oficialmente para no irritar a su tercer marido, Gunther Sachs, pero seguramente protegiendo su reputación de actriz.
El repentino pudor de Brigitte no impidió que Serge regrabara Je t'aime en Londres y con su mayor descubrimiento, Jane Birkin. Esa relación ocupa buena parte de la película. La actriz inglesa traía su bagaje: tenía una niña, fruto de un fracasado matrimonio con el compositor John Barry, y estaba en el imaginario erótico por su histórico desnudo frontal en Blow up (1966). Birkin actualizó la imagen exterior de Serge y le despojó de prejuicios chovinistas. A cambio, él la convirtió en intérprete lúbrica. Una cadena de discos, reportajes fotográficos y largometrajes remataron la definición del mito Birkin.
Con todo, ella mantenía una británica sensatez. Toleraba mal la alegría con la que Gainsbourg derrochaba el dinero, detestaba su insistencia en seguir bebiendo y fumando tras el primer infarto. En la película se marcha al advertir que las borracheras de Serge ponen en peligro a sus criaturas. Precisemos: ella rompió el tándem al enamorarse de un joven cineasta, Jacques Doillon. Dejaron de compartir techo en 1980, pero mantuvieron amistad: Jane recibía generosos regalos de su ex y ella se ocupaba de la salud (¡y la alimentación!) de Serge.
Gainsbourg, artista de culto con escasas ventas, se vio beneficiado por la fascinación de admiradores surgidos de la new wave. En 1978 volvió a los escenarios, primero como invitado del grupo Bijou, luego con sus nuevos discos. Esa inyección de energía le empujó a aventuras transcontinentales: cabalgó sobre imperiosos ritmos neoyorquinos, encajó en Jamaica con los acompañantes de Bob Marley. Su Marsellesa en reggae generó amenazas y disturbios, pero se saldó con un éxito de ventas y un triunfo personal de Serge, que luego adquiriría el manuscrito de himno revolucionario.
Ya había emergido otro monstruo: Gainsbarre, el bronquista de guardia. Cuando se encendía el piloto rojo de las cámaras, podía quemar un billete de 500 francos (para protestar contra los impuestos), proponer sexo a Whitney Houston o desarrollar Lemon incest como un dueto con su hija Charlotte.
Gainsbourg explotaba la tolerancia francesa con los creadores. En la película se ve llegar a Brigitte Bardot (Laetitia Casta) con su perro a un edificio de apartamentos: la Cité International del Arts et Lettres, una residencia donde los artistas podían instalarse durante un máximo de 12 meses y donde Serge resistió dos años. Creía firmemente que el Estado y la sociedad estaban obligados a mantenerle. Libre de prejuicios, rodó abundantes spots publicitarios, con la excusa de que eso difundía su personaje.
No le desgastó la polarización ideológica de su país. Ignoró Mayo del 68. Era apolítico, más allá de un anticomunismo basado en experiencias familiares. Y caso único entre su oficio, cultivaba la amistad de los policías, a los que invitaba a casa y al estudio.
En Gainsbourg (Vida de un héroe) apenas caben sus vertiginosos años sin Jane. Hacia 1990 renació su instinto de conservación. Eliminó excesos, se retiró a un pueblo de Borgoña, visitó el quirófano para una operación de hígado. En 1991, un débil Serge retornó a París. El 1 de marzo celebró el cumpleaños de Bambou, pero se acostó solo, en su casa-museo de Rue de Verneuil. Los bomberos le encontraron al día siguiente, en su cama, víctima resignada de una crisis cardiaca.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de julio de 2010
Jane Birkin |
«Puede que sea feo,
pero la fealdad es más fuerte que la belleza:
al menos, dura para siempre.»
Serge Gainsbourg
Jane Birkin y Serge Gainsbourg Foto de Bart Sten |
Je t'aime... moi non plus
"JE T'AIME...MOI NON PLUS" ("Te amo... yo tampoco", en español) es una canción francesa con letra y música de Serge Gainsbourg y arreglos de Arthur Greenslade. Sus principales intérpretes fueron el mismo Gainsbourg y Jane Birkin, a dúo.
Es considerada como «La máxima canción de amor» debido a su letra y a los intérpretes de ella. La canción fue grabada originariamente en 1968 por Serge Gainsbourg y su amante de entonces, Brigitte Bardot. Bardot le pidió a Gainsbourg que no hiciese pública esta grabación y Gainsbourg aceptó. La versión oficial consistía en la oposición del marido de Bardot, Gunter Sachs, lo que resulta extraño teniendo en cuenta que era un conocido magnate de Playboy.
Ese mismo año, Gainsbourg conoció a la actriz inglesa Jane Birkin y se enamoró de ella. Ambos grabaron una nueva versión de la canción, que fue lanzada en 1969.
El título de la canción viene de la conocida cita atribuida a Dalí: "Picasso es español, yo también. Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco".
La letra de la canción es un diálogo imaginario que se produce en un encuentro sexual entre dos amantes. Es muy conocida por la repetición de la frase del título, que se traduce como Yo te amo... Yo tampoco, distorsionada por los gemidos de Birkin. Entre las frases de la canción se destacan:
"Je vais et je viens, entre tes reins" (Voy y vengo, entre tus caderas, literalmente: Voy y vengo, entre tus riñones)
"Tu es la vague, moi l'île nue" (Tú eres la ola, yo la isla desnuda)
"L'amour physique est sans issue" (El amor físico es un callejón sin salida)
El tema fue polémico porque ninguna canción había representado hasta el momento un acto sexual tan directo, ni siquiera durante la revolución sexual de los años 1960. Está cantada en susurros, de forma sugerente, y la letra evoca el tabú del sexo sin amor. Además, Jane Birkin simula un orgasmo en la canción. Fue fundamentalmente esta la causa por la que la canción fue prohibida en las radios de España, Islandia, Italia, Polonia, Portugal, Reino Unido, Suecia y Yugoslavia, y denunciada públicamente por el Vaticano.