DE OTROS MUNDOS
Michel Houellebecq en el Cabo de Gato
Michel Houellebecq / Plateforme / El sueño de los talibán
Michel Houellebecq / Plataforma / De la oportunidad a la provocación
Michel Houellebecq / Creo que tendré más influencia que Borges
Las verdades de Michel Houellebecq
Michel Houellebecq / La exhibición impúdica
Michel Houellebecq / Contra la Francia del Islam
Michel Houellebecq / La islamofobia no es un tipo de racismo
Michel Houellebecq deja la promoción de Sumisión
Michel Houellebecq / La sumisión y la sangre
Michel Houellebecq / Uno tiene derecho a escribir una novela islamófoba
Michel Houellebecq / Plateforme / El sueño de los talibán
Michel Houellebecq / Plataforma / De la oportunidad a la provocación
Michel Houellebecq / Creo que tendré más influencia que Borges
Las verdades de Michel Houellebecq
Michel Houellebecq / La exhibición impúdica
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Michel Houellebecq / La sumisión y la sangre
Michel Houellebecq / Uno tiene derecho a escribir una novela islamófoba
DRAGON
Michel Houellebecq
(1958)
Michel Thomas (Saint-Pierre, isla de La Reunión, departamento de ultramar de Francia, 26 de febrero de 1958), conocido como Michel Houellebecq (pron. [miʃɛl wɛlˈbɛk]), es un poeta, novelista y ensayista francés.
Sus novelas Las partículas elementales y Plataforma se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Ambas le otorgaron cierta consideración literaria, pero también dieron lugar al llamado «fenómeno Houellebecq», que provocó numerosos y apasionados debates en la prensa internacional.
Hijo de padres atípicos que, al parecer, se desentendieron de él desde muy pequeño, pasó su infancia y adolescencia con su abuela paterna, de la cual adoptó el apellido como pseudónimo. De este hecho biográfico nacen algunos de sus temas recurrentes en su obra, como su fijación en las miserias afectivas del hombre contemporáneo. En 1980, se licenció como ingeniero agrónomo. Trabajó un tiempo como informático, experiencia que quedará reflejada en su primera novela.
Con la publicación en 1994 de Ampliación del campo de batalla, que se llegó a comparar con El extranjero de Camus, pasó del anonimato total a convertirse, gracias exclusivamente al boca a boca, en autor de uno de los libros más vendidos del año. La obra fue traducida a numerosas lenguas y le dio a conocer al gran público. Algunos críticos, cogidos a contrapié, creyeron que su éxito sería flor de un día, pero ese vaticinio se disipó de golpe con la publicación de su segunda novela, Las partículas elementales, considerado el mejor libro francés de 1998 por la revista Lire y galardonada con el Prix Novembre. Ese mismo año obtuvo además el Premio Nacional de las Letras para jóvenes talentos. Su tercera novela, Plataforma, le convirtió definitivamente en estrella mediática, no sólo por traducirse a más de 25 lenguas sino por ser objeto de una agria polémica en torno a su supuesta islamofobia y por su visión amoral de la explotación sexual del Tercer Mundo. En su obra se aprecia la influencia de autores tales como el Marqués de Sade, Aldous Huxley, Howard-Phillips Lovecraft y Louis-Ferdinand Céline.
CONTROVERSIAS
Sus obras y opiniones, muy críticas con el pensamiento políticamente correcto y con los restos de mayo del 68, le pusieron en el punto de mira de algunos medios, que lo acusaron de misógino, decadente y reaccionario, lo cual sólo hizo que aumentaran su popularidad y sus ventas. Por si fueran pocos los reproches, debido a algún pasaje dePlataforma, donde aparece el tema del terrorismo islamista, se le sumó el de islamófobo. Como no se puede denunciar a nadie por lo que opine un personaje de ficción, la oportunidad para sus detractores vino a raíz de una entrevista en la revista literaria Lire, publicada en septiembre de 2001, en la que afirmó que «la religión más idiota del mundo es el Islam» y que «cuando lees el Corán se te cae el alma a los pies». Fue entonces denunciado por varias agrupaciones islámicas y de derechos humanos por "injuria racial" e "incitación al odio religioso". El juicio, celebrado en París en octubre de 2002, dividió a la comunidad intelectual internacional entre defensores y detractores de la libertad de expresión, que recordó el caso de caso Rushdie. Fue absuelto de todos los cargos: el juez argumentó en la sentencia que la crítica a la religión es perfectamente legítima en un estado laico. Adorado por sus incondicionales (Fernando Arrabal le considera el mejor escritor francés vivo) y denostado como pornógrafo, misógino y racista por sus variados oponentes (desde religiosos a notables izquierdistas), sus libros copan los suplementos literarios, las reediciones se suceden y se traducen a numerosas lenguas.
RAMON DE ESPAÑA 14 FEB 1999
El retrato de Michel Houellebecq que aparece en la cubierta del libro que le acaba de editar Anagrama, Ampliación del campo de batalla, ya nos avisa de que estamos ante un sujeto peculiar: es un tipo con cara de miedo que nos mira como si no supiera si es aconsejable para su integridad física acercarse a nosotros. Esa cara es la de alguien que lleva recibiendo palos morales desde que hizo la primera comunión. Decía Rainer Werner Fassbinder que el éxito es la mejor venganza, y hay bastante de venganza en las novelas del señor Houellebecq, especialmente en la todavía inédita entre nosotros Les particules elementaires. En Francia ha tenido un gran éxito, aunque el autor ha sido acusado de derechista y ha cosechado también el odio de las feministas más radicales. ¿Qué ha hecho el hombre para conseguir esos cabreos? Pues básicamente lo mismo que hizo Rick Moody con La tormenta de hielo: poner en cuestión los años sesenta y setenta. Puede que sean recordadas como las décadas de los Beatles o de John Travolta, pero seguro que había gente que llevaba una vida tan miserable como las de Michel y Bruno. Si las feministas han saltado es, probablemente, porque uno de los personajes más desagradables del libro es la madre de Michel y de Bruno, una hippy que tuvo dos hijos con dos hombres distintos y que a la hora de hacerse cargo de ellos dijo que a otro perro con ese hueso. Conclusión: de los niños tuvieron que encargarse sus respectivas abuelas. Si en La tormenta de hielo la víctima de la insensatez y la tontería de sus padres era un personaje secundario, aquí hay dos víctimas repartiéndose la función. Y esa función tiene un malvado clarísimo: esa madre que está tan ocupada practicando el amor libre que no tiene tiempo para querer a sus hijos (como ayudantes del malvado central, todo hay que decirlo, sus dos hombres, un hippy y un cirujano plástico, también se las traen). O sea que si leen francés pueden hacerse con un ejemplar de Les particules elementaires en La Central, pero yo no les aconsejaría que se lo llevaran para pasar un agradable fin de semana en el campo: éste es uno de los libros más dolorosos que he leído últimamente. Ampliación del campo de batalla no es precisamente una comedia, aunque haya momentos en los que el lector se sorprende riéndose con cosas que no deberían hacerle ninguna gracia. Pero Les particules elementaires, que también colecciona momentos de ésos, es una tragedia en toda la regla. Del técnico informático de la primera nos podemos desinteresar en ocasiones, no compartiendo su nihilismo, pero de los semihermanos de la segunda no hay quien se libre, especialmente de ese Michel que, ¿casualidades de la vida?, se llama igual que el autor de la obra. El ajuste de cuentas de los que no fueron invitados a la gran fiesta se va acercando lentamente hasta nosotros. Rick Moody nos caía un poco lejos, pero a Michel Houellebecq le tenemos, como quien dice, a la vuelta de la esquina. Digo yo que alguna víctima de la gauche divine debe de andar suelta por ahí para dar fe del poco caso que le hacían sus padres porque estaban muy ocupados practicando el intercambio de parejas. Pero, eso sí, que se prepare para que le pongan verde, le digan que es un fascista y le acusen de haber escrito un libro que desprestigia años y años de lucha feminista. Ya se sabe que los años sesenta y setenta fueron estupendos. Ésa es la versión oficial de la historia y la única que se acepta: si alguien dice que la Barcelona de los años sesenta daba grima, se arriesga a que lo echen al mar desde la estatua de Colón. Introduciendo el bisturí en esos años supuestamente mágicos, tanto Rick Moody como Michel Houellebecq han tenido mucho coraje. Lo que no obsta para que el señor Houellebecq nos mire desde su retrato en Ampliación del campo de batalla con una cierta prevención. Todo esto existe, todo esto es triste, cantaba Amalia Rodrigues en uno de sus fados. Lo mismo puede decirse de los dolorosos libros de Michel Houellebecq.
DANIEL GRAU / LUIS HIDALGO 5 AGO 2000
No podía ser otro. Caminaba entre los jovencitos con aire ausente, conectado al mundo sólo por medio de un vaso de plástico que contenía vino, porque en los festivales indies no dispensan absenta. Era el único que en la Carpa Polar usaba americana, grisácea y gastada. Sí, no podía ser otro, era Michel Houellebecq, el enfant terrible de la literatura francesa, que hoy actúa en el FIB. "No soy músico, sólo digo palabras", admitió. "¿Que si este es el lugar idóneo para actuar? Tal vez no, la gente va y viene sin fijarse en el escenario".
Houellebecq y la 'rentrée'
OCTAVI MARTI
El País, 1 de septiembre de 2002
DESDE LA primera página, el tono queda establecido. Michel, el narrador, entierra a su padre: 'Rehusé ver el cadáver. Tengo cuarenta años y he tenido la oportunidad de ver cadáveres; ahora prefiero evitarlo. Es lo que siempre me frena cuando pienso en comprarme un animal de compañía'. Y tampoco tarda en entrar en materia, en hablar de los viajes organizados, del turismo sexual, como de una metáfora del funcionamiento del mundo moderno, de un Occidente incapaz de amor y de un tercer mundo que vende lo único que tiene: sus cuerpos.
Plateforme es el título de la nueva novela de Michel Houellebecq, el autor de Extensión del dominio de la lucha, Lanzarote y Las partículas elementales (Anagrama, que también editará el nuevo libro). Y de nuevo el escándalo acompaña la publicación del libro. Con Las partículas elementales fue el propietario de un cámping el que se sintió insultado por una obra que situaba buena parte de su trama en clubes privados dedicados a las orgías, que tenía como centro de todos sus ataques la ideología liberal-libertaria nacida del hippismo y del Mayo del 68, y que hablaba del futuro en clave de revolución genética; Plateformese despacha a gusto con el turismo de masas -lo que no es nada nuevo-, pero sobre todo ridiculiza la ideología humanitaria, al bienpensante de izquierda, al viajero que quiere que cada país o zona del mundo siga siendo diferente y guardando sus peculiaridades sin que ello signifique que él esté dispuesto a cesar en su corruptora actividad de turista. La Guía del Trotamundos y la agencia de viajes Nouvelles Frontières, así como una asociación feminista, quieren llevar al escritor ante los tribunales.
Houellebecq justifica su afán provocador
tras ser juzgado por injuriar al islam
DESDE LA primera página, el tono queda establecido. Michel, el narrador, entierra a su padre: 'Rehusé ver el cadáver. Tengo cuarenta años y he tenido la oportunidad de ver cadáveres; ahora prefiero evitarlo. Es lo que siempre me frena cuando pienso en comprarme un animal de compañía'. Y tampoco tarda en entrar en materia, en hablar de los viajes organizados, del turismo sexual, como de una metáfora del funcionamiento del mundo moderno, de un Occidente incapaz de amor y de un tercer mundo que vende lo único que tiene: sus cuerpos.
Plateforme es el título de la nueva novela de Michel Houellebecq, el autor de Extensión del dominio de la lucha, Lanzarote y Las partículas elementales (Anagrama, que también editará el nuevo libro). Y de nuevo el escándalo acompaña la publicación del libro. Con Las partículas elementales fue el propietario de un cámping el que se sintió insultado por una obra que situaba buena parte de su trama en clubes privados dedicados a las orgías, que tenía como centro de todos sus ataques la ideología liberal-libertaria nacida del hippismo y del Mayo del 68, y que hablaba del futuro en clave de revolución genética; Plateformese despacha a gusto con el turismo de masas -lo que no es nada nuevo-, pero sobre todo ridiculiza la ideología humanitaria, al bienpensante de izquierda, al viajero que quiere que cada país o zona del mundo siga siendo diferente y guardando sus peculiaridades sin que ello signifique que él esté dispuesto a cesar en su corruptora actividad de turista. La Guía del Trotamundos y la agencia de viajes Nouvelles Frontières, así como una asociación feminista, quieren llevar al escritor ante los tribunales.
tras ser juzgado por injuriar al islam
Houellebecq defiende la prostitución en Tailandia porque en Occidente 'las mujeres se parecen más y más a los hombres. De momento aún siguen siendo adictas a la seducción cuando los hombres ya sólo piensan en follar', pero 'a medida en que ellas se implicarán más en la vida profesional también encontrarán que es más cómodo pagar para follar'. Según el novelista, 'el sexo, en Tailandia, es una especialidad local y sería lastimoso no catarla'.
El título -Plateforme- hace referencia a un proyecto concebido por el narrador y Valérie, su amante, destinado a proporcionar un poco de felicidad a los infelices, a organizar lo mejor posible el intercambio de deseos y necesidades entre Norte y Sur. El proyecto no llega a materializarse porque unos terroristas islámicos lo destruyen con sus bombas. 'La lectura del Corán es vomitiva', dice Houellebecq, porque el islam es una religión que 'desde su nacimiento se ha caracterizado por su voluntad de someter el mundo'. Como suele ocurrir con las obras de este autor las opiniones están divididas, aunque entre sus defensores se encuentra personajes como Philippe Sollers, que consideraPlateforme la mejor obra de Houellebecq.
Instalado en la isla irlandesa de Bere -la fiscalidad insular explica en parte esta elección del novelista francés-, Houellebecq es la gran figura de la rentrée literaria francesa, su novela es la más esperada de las 369 que inundarán los estantes este otoño -575 si incluimos las traducciones, entre ellas las obras completas de Ramón Gómez de la Serna-. Otros autores consagrados que se prestan al juego de la avalancha de novedades son Richard Millet, François Weyergans, Michel Braudeau y Amélie Nothomb, pero ninguno de ellos obtendrá la atención que los medios de comunicación ya están dedicando a Houellebecq que, prueba de su capacidad de generar indignación y entusiasmo a partes iguales con sus novelas de tesis, será el invitado de honor de Campus, la emisión literaria con que la televisión pública francesa espera reemplazar las míticas Apostrophes y Bouillon de Culture de Bernard Pivot. El maestro de ceremonias de Campus será el periodista Guillaume Durand para quien el desafío es lograr mantener este 7% y 8% de audiencia que garantizaba la supervivencia del Pivot de los últimos años.
La presencia de Houellebecq para hablar de Plateforme y de 'un Occidente que hiede a egoísmo, masoquismo y muerte' es la plataforma de lanzamiento escogida por Campus. Dos extranjeros -el italiano Alessandro Baricco y el español Juan Manuel de Prada- compartirán el arranque del programa con el francés que, sin duda, aprovechará los 80 minutos de pantalla para hablar mal de los best sellers a la americana -'imbécil' es el adjetivo más cariñoso que le inspira un escritor como Frederic Forsyth-, o provocar de nuevo a unos defensores de causas humanitarias o a un feminismo que entra siempre al trapo que les tiende un escritor que se autodefine como 'europeo decadente que ha accedido plenamente al egoísmo'.
Houellebecq defiende la prostitución en Tailandia porque en Occidente 'las mujeres se parecen más y más a los hombres. De momento aún siguen siendo adictas a la seducción cuando los hombres ya sólo piensan en follar', pero 'a medida en que ellas se implicarán más en la vida profesional también encontrarán que es más cómodo pagar para follar'. Según el novelista, 'el sexo, en Tailandia, es una especialidad local y sería lastimoso no catarla'.
El título -Plateforme- hace referencia a un proyecto concebido por el narrador y Valérie, su amante, destinado a proporcionar un poco de felicidad a los infelices, a organizar lo mejor posible el intercambio de deseos y necesidades entre Norte y Sur. El proyecto no llega a materializarse porque unos terroristas islámicos lo destruyen con sus bombas. 'La lectura del Corán es vomitiva', dice Houellebecq, porque el islam es una religión que 'desde su nacimiento se ha caracterizado por su voluntad de someter el mundo'. Como suele ocurrir con las obras de este autor las opiniones están divididas, aunque entre sus defensores se encuentra personajes como Philippe Sollers, que consideraPlateforme la mejor obra de Houellebecq.
Instalado en la isla irlandesa de Bere -la fiscalidad insular explica en parte esta elección del novelista francés-, Houellebecq es la gran figura de la rentrée literaria francesa, su novela es la más esperada de las 369 que inundarán los estantes este otoño -575 si incluimos las traducciones, entre ellas las obras completas de Ramón Gómez de la Serna-. Otros autores consagrados que se prestan al juego de la avalancha de novedades son Richard Millet, François Weyergans, Michel Braudeau y Amélie Nothomb, pero ninguno de ellos obtendrá la atención que los medios de comunicación ya están dedicando a Houellebecq que, prueba de su capacidad de generar indignación y entusiasmo a partes iguales con sus novelas de tesis, será el invitado de honor de Campus, la emisión literaria con que la televisión pública francesa espera reemplazar las míticas Apostrophes y Bouillon de Culture de Bernard Pivot. El maestro de ceremonias de Campus será el periodista Guillaume Durand para quien el desafío es lograr mantener este 7% y 8% de audiencia que garantizaba la supervivencia del Pivot de los últimos años.
La presencia de Houellebecq para hablar de Plateforme y de 'un Occidente que hiede a egoísmo, masoquismo y muerte' es la plataforma de lanzamiento escogida por Campus. Dos extranjeros -el italiano Alessandro Baricco y el español Juan Manuel de Prada- compartirán el arranque del programa con el francés que, sin duda, aprovechará los 80 minutos de pantalla para hablar mal de los best sellers a la americana -'imbécil' es el adjetivo más cariñoso que le inspira un escritor como Frederic Forsyth-, o provocar de nuevo a unos defensores de causas humanitarias o a un feminismo que entra siempre al trapo que les tiende un escritor que se autodefine como 'europeo decadente que ha accedido plenamente al egoísmo'.
El islam, contra Michel Houellebecq
El escritor será juzgado hoy en París acusado de incitar al 'odio racial'
OCTAVI MARTI París 17 SEP 2002
'La religión más idiota es el islam. Cuando lees el Corán se te cae el alma al suelo' comentó el escritor francés Michel Houellebecq (1958) en la revista Lire cuando apareció su novela Plataforma. Dijo también, entre otras cosas, que era una 'religión peligrosa desde el primer día' y que deseaba que 'el materialismo capitalista triunfe lo más rápidamente posible en el mundo árabe. Los valores del materialismo son despreciables pero menos destructores, menos crueles que los del islam'.
Los rectores de las mezquitas de París y Lyon, la Federación Nacional de Musulmanes de Francia (FNMF) y la Liga Islámica Mundial, consideran que Houellebecq sostiene tesis que 'se pueden caracterizar sin duda de racistas anti-musulmanas'. No le reprochan lo que ha escrito en la novela -'a pesar de que en ella ya explicitaba su ideología'- sino estas declaraciones pronunciadas ante el micrófono de un periodista de la revista Lire. De ahí que hoy el escritor se encuentre ante un juez en París, acusado de 'complicidad en la incitación al odio racial' y de 'injurias'. Los demandantes se amparan en una ley de los años 80 pensada para luchar contra la propaganda revisionista, es decir, contra quiénes niegan el genocidio judío.
Michel Houellebech
Poster de T.A.
'Es una religión peligrosa desde el primer día', dijo el autor en unas declaraciones a 'Lire'
Michel Houellebech
La acusación, curiosamente, deja de lado Plataforma porque los querellantes 'respetan la libertad de expresión'. El escritor podría ir un año a la cárcel y verse obligado a pagar una multa de 45.000 euros. Michel Houellebecq es un escritor que ama la provocación. Puede convocar al periodista que debe entrevistarle en un club de intercambio de parejas, por ejemplo. Mientras unos desconocidos se libran, con más o menos entusiasmo, a unos previsibles ejercicios de gimnasia sexual, Houellebecq desgrana consideraciones sobre la miseria sexual reinante en nuestra sociedad y sobre cómo los feos son víctimas de discriminación. Su libro Las partículas elementales (publicado en 1998, y traducido por Anagrama y Empúries) hablaba de eso pero proponía a la vez una pintura global -siniestra e inteligente- del mundo contemporáneo. En Plataforma (2001; traducción española en Anagrama y catalana en Empúries) la ambición es menor, el alcance crítico también. Todo transcurre entre gente que viaja a Tailandia para descubrir el turismo sexual y, sobre todo, para intentar escapar a la soledad. El protagonista conoce a Valérie, aprende que el amor existe pero que es una satisfacción fugaz: un comando islamista acaba con ella y con todos esos turistas que buscan carne joven en Pattaya. El libro vendió en Francia 200.000 ejemplares durante las dos primeras semanas de su publicación.
La defensa de Houellebecq, que se autocalifica de 'escritor del dolor cotidiano' y que habla de sí mismo como pintor de las 'frustraciones del europeo medio', no consistirá en negar lo dicho, en ampararse en el alcohol bebido antes y durante la entrevista o en decir que sus palabras han sido tergiversadas.
Él y su abogado reclaman 'el derecho a la provocación' y alegan que lo mismo que reprochan al islam se lo reprocharían al catolicismo 'si hubiese Estados confesionales'. Una serie de escritores -de Arrabal a Philippe Sollers-, de periodistas prestigiosos como Josyane Savigneau -responsable de las páginas literarias de Le Monde-, de cineastas como Olivier Assayas, Alexander Astruc o Pascal Bonitzer respaldan a Houellebecq en su derecho a decir lo que quiera.
Para Pierre Assouline, director de la revista Lire, no hay duda de que el escritor 'siente aversión por los árabes'. Para él sus palabras 'van más allá de la provocación literaria porque buscan la venganza'. Para el cineasta de origen árabe Saad Khiari lo irritante en Houellebecq es que es 'ignorante o, lo que es peor, inconsciente' cuando asimila 'árabe a musulmán y musulmán a islamista'.
Lo único cierto es que el odio de Houellebecq, que fue abandonado por sus padres en manos de una abuela comunista -la única cultura de la que se confiesa nostálgico-, hacia las religiones, todas las religiones, no es ningún secreto: en Las partículas elementales eran el budismo y las prácticas new-age las que salían peor paradas aunque los católicos también se llevaban algunas andanadas, así como el arte contemporáneo, asimilado a una creencia gracias a la presencia habitual de sus gurús. El islam francés parece tener menos tragaderas que todos los anteriores movimientos espirituales.
EL PAÍS
'La religión más idiota es el islam. Cuando lees el Corán se te cae el alma al suelo' comentó el escritor francés Michel Houellebecq (1958) en la revista Lire cuando apareció su novela Plataforma. Dijo también, entre otras cosas, que era una 'religión peligrosa desde el primer día' y que deseaba que 'el materialismo capitalista triunfe lo más rápidamente posible en el mundo árabe. Los valores del materialismo son despreciables pero menos destructores, menos crueles que los del islam'.
Los rectores de las mezquitas de París y Lyon, la Federación Nacional de Musulmanes de Francia (FNMF) y la Liga Islámica Mundial, consideran que Houellebecq sostiene tesis que 'se pueden caracterizar sin duda de racistas anti-musulmanas'. No le reprochan lo que ha escrito en la novela -'a pesar de que en ella ya explicitaba su ideología'- sino estas declaraciones pronunciadas ante el micrófono de un periodista de la revista Lire. De ahí que hoy el escritor se encuentre ante un juez en París, acusado de 'complicidad en la incitación al odio racial' y de 'injurias'. Los demandantes se amparan en una ley de los años 80 pensada para luchar contra la propaganda revisionista, es decir, contra quiénes niegan el genocidio judío.
Michel Houellebech Poster de T.A. |
'Es una religión peligrosa desde el primer día', dijo el autor en unas declaraciones a 'Lire'
Michel Houellebech |
La acusación, curiosamente, deja de lado Plataforma porque los querellantes 'respetan la libertad de expresión'. El escritor podría ir un año a la cárcel y verse obligado a pagar una multa de 45.000 euros. Michel Houellebecq es un escritor que ama la provocación. Puede convocar al periodista que debe entrevistarle en un club de intercambio de parejas, por ejemplo. Mientras unos desconocidos se libran, con más o menos entusiasmo, a unos previsibles ejercicios de gimnasia sexual, Houellebecq desgrana consideraciones sobre la miseria sexual reinante en nuestra sociedad y sobre cómo los feos son víctimas de discriminación. Su libro Las partículas elementales (publicado en 1998, y traducido por Anagrama y Empúries) hablaba de eso pero proponía a la vez una pintura global -siniestra e inteligente- del mundo contemporáneo. En Plataforma (2001; traducción española en Anagrama y catalana en Empúries) la ambición es menor, el alcance crítico también. Todo transcurre entre gente que viaja a Tailandia para descubrir el turismo sexual y, sobre todo, para intentar escapar a la soledad. El protagonista conoce a Valérie, aprende que el amor existe pero que es una satisfacción fugaz: un comando islamista acaba con ella y con todos esos turistas que buscan carne joven en Pattaya. El libro vendió en Francia 200.000 ejemplares durante las dos primeras semanas de su publicación.
La defensa de Houellebecq, que se autocalifica de 'escritor del dolor cotidiano' y que habla de sí mismo como pintor de las 'frustraciones del europeo medio', no consistirá en negar lo dicho, en ampararse en el alcohol bebido antes y durante la entrevista o en decir que sus palabras han sido tergiversadas.
Él y su abogado reclaman 'el derecho a la provocación' y alegan que lo mismo que reprochan al islam se lo reprocharían al catolicismo 'si hubiese Estados confesionales'. Una serie de escritores -de Arrabal a Philippe Sollers-, de periodistas prestigiosos como Josyane Savigneau -responsable de las páginas literarias de Le Monde-, de cineastas como Olivier Assayas, Alexander Astruc o Pascal Bonitzer respaldan a Houellebecq en su derecho a decir lo que quiera.
Para Pierre Assouline, director de la revista Lire, no hay duda de que el escritor 'siente aversión por los árabes'. Para él sus palabras 'van más allá de la provocación literaria porque buscan la venganza'. Para el cineasta de origen árabe Saad Khiari lo irritante en Houellebecq es que es 'ignorante o, lo que es peor, inconsciente' cuando asimila 'árabe a musulmán y musulmán a islamista'.
Lo único cierto es que el odio de Houellebecq, que fue abandonado por sus padres en manos de una abuela comunista -la única cultura de la que se confiesa nostálgico-, hacia las religiones, todas las religiones, no es ningún secreto: en Las partículas elementales eran el budismo y las prácticas new-age las que salían peor paradas aunque los católicos también se llevaban algunas andanadas, así como el arte contemporáneo, asimilado a una creencia gracias a la presencia habitual de sus gurús. El islam francés parece tener menos tragaderas que todos los anteriores movimientos espirituales.
EL PAÍS
EL PAÍS
El novelista Michel Houellebecq acudió ayer ante un tribunal de París, acusado de 'incitar al odio racial', de 'injurias' y de 'complicidad en el fomento del odio religioso'. El escritor se quejó de cómo habían sido interpretadas sus declaraciones a dos revistas: 'Puestos a poner comas, lo hago mejor que nadie dentro de la literatura francesa, pero es absurdo que se me pidan opiniones sobre temas de interés general'. Y tras una pausa dedicada al presidente del tribunal, Nicolas Bonnal, Houellebecq añadió sonriendo apenas: 'Cambio a menudo de opinión'.
Lo cierto es que la acusación pareció enredarse en sus afirmaciones. 'La palabra tiene un precio. Con la palabra se puede matar. La libertad de expresión se acaba allí donde hace daño', dijo Dalil Boubaker, uno de los denunciantes, rector de la mezquita de París. 'La comunidad musulmana se ha sentido insultada', añadió a modo de conclusión. Houellebecq simuló disculparse primero -'Nunca he dicho que los musulmanes me pareciesen idiotas'-, para remachar el clavo después -'sino que siguen una religión que se me antoja estúpida'. De nuevo los acusadores se levantaron indignados y de nuevo la voz monocorde del autor de Las partículas elementales salió del paso hiriendo donde más duele: 'Es de buena educación decir que los textos fundamentales predican la paz. En realidad, los textos monoteístas no predican la paz, ni el amor, ni la tolerancia: son textos de odio'. Esta vez no se permitió ni la pequeña coquetería teológica de otras entrevistas, cuando confesaba 'una cierta simpatía por el cristianismo por su politeísmo inconfeso', pero sí una confidencia literaria: 'La Biblia tiene varios autores, algunos geniales, otros auténticamente nulos. El Corán tiene sólo uno y es mediocre'.
El editor Pierre Assouline, director de la revista Lire, en la que aparecieron la mayor parte de las palabras incriminadas y que se desmarcó de las declaraciones de Houellebecq precediéndolas de un texto en el que las descalificaba, fue atacado por el novelista por haber modificado 'como un crápula' lo que él dijo. Assouline constató que 'Houellebecq ha tomado veinte veces la palabra desde que apareció el número de Lire y nunca ha dicho que hubiésemos transcrito mal sus palabras', que, según Assouline, transpiran 'odio y venganza'. La descripción no le pareció exacta al escritor, que, si bien admitió que 'el tono general de la entrevista es el de una actitud de menosprecio', no aceptó que se hablase de 'odio' o 'venganza' porque eso equivalía a atribuirle 'los sentimientos, explicables, de uno de mis personajes de ficción'. No añadió el tópico 'Madame Bovary c'est moi'.
Despropósitos
Para Josyane Savigneau, responsable de las páginas literarias de Le Monde y testigo del acusado, 'se confunde a Houellebecq con un intelectual cuando es un artista'. Ella, y los escritores Philippe Sollers, Dominique Noguez, Fernando Arrabal y Michel Bradeau, se negaron a tomar en consideración la importancia de las palabras de Houellebecq -Savigneau no tuvo ningún reparo en calificarlas de 'despropósitos'- porque, en su opinión, lo que se intenta con el proceso es reintroducir en la legislación francesa 'el delito de opinión'. La periodista se preguntó también por qué se prestaba atención a unas declaraciones hechas 'en estado de ebriedad, tal y como confiesa la revista Lire', y que nunca hubieran debido ver el papel impreso. 'Pero es que cuando se habla mal de una religión no se critica necesariamente a todas las personas que creen en ella. No veo por qué al criticar una religión pongo en duda el valor de los creyentes en tanto que seres humanos', precisó Houellebecq.
El juicio, que despertó una expectación enorme, fue seguido con atención por una sala abarrotada. La ausencia de aire acondicionado hizo que hubiera que abrir las ventanas y eso hizo aún más lento el debate, pues hubo que interrumpirlo cada vez que, en el exterior, resonaban las sirenas de los coches celulares, recordándole a Houellebecq que su insolencia puede costarle hasta un año de cárcel y una multa que dejaría en la mitad lo ganado el año pasado gracias a los premios literarios.
Visto para sentencia
Los abogados de Houellebecq pusieron de relieve varias cuestiones de procedimiento, como el que las asociaciones u organismos islámicos que decían defender la 'libertad religiosa' y atacar 'el odio racial' tenían estatutos que las desautorizaban para pleitear en nombre de tales principios. Sólo la Liga de los Derechos Humanos les pareció autorizada para hacerlo.
El baile de togas se prolongó hasta muy avanzada la tarde, quedando el proceso visto para sentencia. Lo cierto es que, al margen de una insólita intervención de ultraderechistas expulsados de la sala, la vista se desarrolló con tranquilidad y el tono sólo se agrió cuando el rector Boubeker reclamó 'justicia en nombre de mi religión insultada'.
La obra de Houellebecq, de calidad oscilante -excelente Ampliación del campo de batalla, ambiciosa Las partículas alementales, previsiblePlataforma-, no tiene por núcleo el debate religioso, sino la miseria sexual y afectiva del mundo occidental y pone de relieve que 'la sexualidad es un sistema de jerarquía social'. Su crítica se dirige sobre todo contra el liberalismo económico y sexual, hermanándolos en una síntesis atrevida.
Michel Houellebecq
Poster de T.A.
Malas y no deseadas compañías
A Houellebecq le agrada la provocación, le irrita tanto el progresismo obligatorio de la izquierda como el conservadurismo de rigor de la derecha. El peligro, cuando se reparten palos a diestro y siniestro, es que te haces falsos amigos. Ayer, en medio del proceso, una decena de militantes del grupuscular y ultraderechista Mouvement National Républicain se levantó mostrando unas camisetas en las que rezaba la consigna 'Libertad de opinión, libertad de expresión', mientras dos militantes distribuían unos pasquines en los que se denunciaba 'la censura de los imames' y a 'unos jefes religiosos de una religión extranjera a la tradición francesa y a la civilización europea', que promueven 'un proceso escandaloso' contra el 'escritor de talento Michel Houellebecq'. El novelista no miró ni una vez a sus extraños partidarios a pesar de los elogios que éstos hicieron de su persona y de una proclama que le equipara a Salman Rushdie: '¡No a la fatwa judicial!'. En sus libros, Houellebecq se muestra contrario al multiculturalismo y defiende una idea tradicional de la cultura. Sus ataques contra ciertos artistas -los accionistas vieneses son su blanco preferido- y el hablar del desastre cotidiano de la vida en las barriadas llenas de inmigrantes han hecho que la extrema derecha intente recuperarlo como ideólogo. Ayer, ni tan sólo obtuvieron de él un gesto de menosprecio.
Michel Houellebecq Poster de T.A. |
A Houellebecq le agrada la provocación, le irrita tanto el progresismo obligatorio de la izquierda como el conservadurismo de rigor de la derecha. El peligro, cuando se reparten palos a diestro y siniestro, es que te haces falsos amigos. Ayer, en medio del proceso, una decena de militantes del grupuscular y ultraderechista Mouvement National Républicain se levantó mostrando unas camisetas en las que rezaba la consigna 'Libertad de opinión, libertad de expresión', mientras dos militantes distribuían unos pasquines en los que se denunciaba 'la censura de los imames' y a 'unos jefes religiosos de una religión extranjera a la tradición francesa y a la civilización europea', que promueven 'un proceso escandaloso' contra el 'escritor de talento Michel Houellebecq'. El novelista no miró ni una vez a sus extraños partidarios a pesar de los elogios que éstos hicieron de su persona y de una proclama que le equipara a Salman Rushdie: '¡No a la fatwa judicial!'. En sus libros, Houellebecq se muestra contrario al multiculturalismo y defiende una idea tradicional de la cultura. Sus ataques contra ciertos artistas -los accionistas vieneses son su blanco preferido- y el hablar del desastre cotidiano de la vida en las barriadas llenas de inmigrantes han hecho que la extrema derecha intente recuperarlo como ideólogo. Ayer, ni tan sólo obtuvieron de él un gesto de menosprecio.
EL PAÍS
Tontería y lucidez
RUTH TOLEDANO
20 SEP 2002
París y Madrid han sido escenario de dos juicios contra sendos personajes de la literatura y de la moda: el escritor Michel Houellebecq y el diseñador David Delfín. El primero ha sido un juicio en toda regla, con tribunal incluido; el segundo, improvisado, de andar por pasarela. Ambos han sido juicios mediáticos: el primero, de opinión, y el segundo, de representación. Ambos responden a la estúpida dictadura de la corrección política, y son graves, pues ni la corrección ni la política deberían atreverse a levantarle la voz al pensamiento y al arte, que están por encima.
La publicación en Francia de Plataforma, de Michel Houellebecq, autor también de las novelas Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Lanzarote, del libro de artículos y ensayos El mundo como supermercado (todos en Anagrama) y del libro de poesíaRenacimiento (Acuarela Libros), vino ya precedida por una polémica y un escándalo que le acompañan desde siempre: su acerba crítica contra el liberalismo económico, su incómodo análisis sobre la liberación sexual del último cuarto del siglo XX, su sangrante apelación a unos valores que ve perdidos ('La única superioridad que conozco es la bondad. Actualmente nos movemos en un sistema de dos direcciones: la atracción erótica y el dinero'), le han acarreado acusaciones de pornógrafo y reaccionario. Su incansable llamada a la acción intelectual ('No hay que vacilar en ser teórico; hay que atacar en todos los frentes. La sobredosis de teoría produce un extraño dinamismo') le colgó, como una letra escarlata, el cartel de peligro. Ahora, Houellebecq dice que el islam es 'una religión imbécil' y las cuatro principales asociaciones islámicas de Francia, a quienes se ha unido la Liga de los Derechos del Hombre, le llevan a los tribunales por 'incitación al racismo'. El autor ha tenido que explicarles que despreciar al islam no es despreciar a los musulmanes y que una doctrina nada tiene que ver con una raza, pero hacía falta un chivo expiatorio de todos nuestros pecados aculturales y racistas.
Lo que le ha pasado a Houellebecq no viene sino a confirmar la decadencia intelectual en la que se halla sumido ese Occidente que el francés retrata tan descarnadamente y que sale mucho peor parado que el islam. Le acusan los islamistas, pero le juzga una civilización occidental que no soporta reconocerse en semejante espejo. Y, en ese reflejo autoimpugnatorio, la enferma aún muestra más caras de su ya opaco prisma: el miedo al autoanálisis, el inmovilismo de su pensamiento, la carencia de fe ('Mucha gente siente que vive durante breves instantes; pero sus vidas, vistas en conjunto, carecen de dirección y de sentido... Ninguna religión actual es compatible con el estado general del conocimiento; está claro que lo que nos hace falta es una nueva ontología... Si no ocurre algo en este terreno, la civilización occidental no tiene ninguna posibilidad'). Ni islam ni nada: nuestra agonía. Y en cuanto al islam (después de la lucha librada por Occidente contra la insensatez de otros monoteísmos): la valentía de denunciar una doctrina que, entre diversos despropósitos, y si no las ha lapidado antes, cubre la cara de sus mujeres.
Y cubrir la cara a las mujeres en su desfile de Cibeles ha suscitado el escándalo que ahora acompaña a David Delfín. Un escándalo que es una supina tontería. El diseñador insiste en que lo suyo consistía en una interpretación del surrealismo, se remite a Buñuel y a Los amantes de Magritte. Pero los malpensados biempensantes le acusan de ser un talibán (¡es que es de risa!) que atenta contra la integridad de las mujeres y frivoliza con su maltrato. El PP y el PSOE (quien pide a Cibeles 'que le repruebe') se han unido en un llamamiento para no comprar prendas de este modista. Miren ustedes (que diría el amigo de Bush, el del bigote estéticamente sospechoso), los que han frivolizado con el maltrato a las mujeres son los señores de este Gobierno, y eso lo sabe muy bien el principal partido de la oposición, al que le ha costado lo suyo llegar a firmar con ellos un 'acuerdo de Estado' contra la violencia de género. ¿A qué viene esta rasgadura de vestiduras con capucha? Sería de risa si no denotara tal grado de confusión: no se trata de corrección, sino de inanidad, una tontería política de tal pobreza que llega a aterrar. Y, en el banquillo, la lucidez de Houellebecq: 'Profundamente infectada por el sentido, la representación ha perdido por completo la inocencia'.
La publicación en Francia de Plataforma, de Michel Houellebecq, autor también de las novelas Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Lanzarote, del libro de artículos y ensayos El mundo como supermercado (todos en Anagrama) y del libro de poesíaRenacimiento (Acuarela Libros), vino ya precedida por una polémica y un escándalo que le acompañan desde siempre: su acerba crítica contra el liberalismo económico, su incómodo análisis sobre la liberación sexual del último cuarto del siglo XX, su sangrante apelación a unos valores que ve perdidos ('La única superioridad que conozco es la bondad. Actualmente nos movemos en un sistema de dos direcciones: la atracción erótica y el dinero'), le han acarreado acusaciones de pornógrafo y reaccionario. Su incansable llamada a la acción intelectual ('No hay que vacilar en ser teórico; hay que atacar en todos los frentes. La sobredosis de teoría produce un extraño dinamismo') le colgó, como una letra escarlata, el cartel de peligro. Ahora, Houellebecq dice que el islam es 'una religión imbécil' y las cuatro principales asociaciones islámicas de Francia, a quienes se ha unido la Liga de los Derechos del Hombre, le llevan a los tribunales por 'incitación al racismo'. El autor ha tenido que explicarles que despreciar al islam no es despreciar a los musulmanes y que una doctrina nada tiene que ver con una raza, pero hacía falta un chivo expiatorio de todos nuestros pecados aculturales y racistas.
Lo que le ha pasado a Houellebecq no viene sino a confirmar la decadencia intelectual en la que se halla sumido ese Occidente que el francés retrata tan descarnadamente y que sale mucho peor parado que el islam. Le acusan los islamistas, pero le juzga una civilización occidental que no soporta reconocerse en semejante espejo. Y, en ese reflejo autoimpugnatorio, la enferma aún muestra más caras de su ya opaco prisma: el miedo al autoanálisis, el inmovilismo de su pensamiento, la carencia de fe ('Mucha gente siente que vive durante breves instantes; pero sus vidas, vistas en conjunto, carecen de dirección y de sentido... Ninguna religión actual es compatible con el estado general del conocimiento; está claro que lo que nos hace falta es una nueva ontología... Si no ocurre algo en este terreno, la civilización occidental no tiene ninguna posibilidad'). Ni islam ni nada: nuestra agonía. Y en cuanto al islam (después de la lucha librada por Occidente contra la insensatez de otros monoteísmos): la valentía de denunciar una doctrina que, entre diversos despropósitos, y si no las ha lapidado antes, cubre la cara de sus mujeres.
Y cubrir la cara a las mujeres en su desfile de Cibeles ha suscitado el escándalo que ahora acompaña a David Delfín. Un escándalo que es una supina tontería. El diseñador insiste en que lo suyo consistía en una interpretación del surrealismo, se remite a Buñuel y a Los amantes de Magritte. Pero los malpensados biempensantes le acusan de ser un talibán (¡es que es de risa!) que atenta contra la integridad de las mujeres y frivoliza con su maltrato. El PP y el PSOE (quien pide a Cibeles 'que le repruebe') se han unido en un llamamiento para no comprar prendas de este modista. Miren ustedes (que diría el amigo de Bush, el del bigote estéticamente sospechoso), los que han frivolizado con el maltrato a las mujeres son los señores de este Gobierno, y eso lo sabe muy bien el principal partido de la oposición, al que le ha costado lo suyo llegar a firmar con ellos un 'acuerdo de Estado' contra la violencia de género. ¿A qué viene esta rasgadura de vestiduras con capucha? Sería de risa si no denotara tal grado de confusión: no se trata de corrección, sino de inanidad, una tontería política de tal pobreza que llega a aterrar. Y, en el banquillo, la lucidez de Houellebecq: 'Profundamente infectada por el sentido, la representación ha perdido por completo la inocencia'.
XAVIER MORET BARCELONA 4 OCT 2002
El escritor francés Michel Houellebecq hizo anoche una original presentación pública de su polémica novela Plataforma en el Instituto Francés de Barcelona. El escritor, que apareció con un pasamontañas y gafas oscuras en el escenario de la sala de actos del centro, leyó un fragmento de su novela de alto contenido erótico, acampañado al piano por Dominique Mounié. Mientras leía, apareció en una pantalla del fondo un vídeo en el que podía verse como una mujer sacaba moldes de un clítoris, tal y como sucede en Plataforma. Posteriormente, salió al escenario la artista Nifasta que procedió a hacer la misma operación del vídeo en vivo con una acompañante, aunque de espaldas al público. Nifasta lucía vestido oriental con abertura al lado y su acompañante medias negras. Ambas se quitaron las bragas, de un color rojo subido. Mientras, Houellebecq seguía leyendo, en ese momento un pasaje sobre felaciones y posiciones sexuales. Al final, el molde anatómico obtenido en la performance quedó en una vitrina de la sala de actos. La sala del Instituto Francés se llenó a rebosar. La audiencia siguió larepresentación con respetuoso silencio. La segunda edición de Plataforma está ya a punto.
El escritor Michel Houellebecq fue declarado inocente ayer por un tribunal de París. Las mezquitas de Lyón y París, la Liga Islámica Mundial y la de los Derechos Humanos se habían querellado contra el novelista francés al considerarle culpable de 'incitación al odio racial' y de 'injuria racial' por haber dicho en unas declaraciones que 'el islam es sin duda la religión más estúpida'.
Durante la vista, el pasado 17 de septiembre, la acusación pública se negó a seguir a los cuatro demandantes y ya estimó que Houellebecq no había infringido la ley. Ahora los jueces ratifican la opinión del fiscal. 'Escribir que el islam es la religión más estúpida no significa en modo alguno afirmar o dar por supuesto que el calificativo deba hacerse extensivo a todos los musulmanes', dice la sentencia. Para el tribunal, es cierto que las palabras de Houellebecq 'no se caracterizan por su generosidad o por la sutileza de su formulación', de la misma manera que los jueces admiten ver en las declaraciones 'una voluntad de menosprecio', pero 'son palabras que pueden ser desaprobadas, discutidas y refutadas'.
Houellebecq indignó a algunos musulmanes franceses al ser entrevistado a raíz de la publicación de Plataforma, una novela en la que insiste en su descripción de la miseria sexual y afectiva del Occidente rico. Sus protagonistas, al final, son víctimas de un atentado, obra de integristas islámicos, cuando descansan en un centro turístico de una isla vecina a Tailandia.
El abogado de la mezquita de París ha anunciado que presentará recurso porque 'la sentencia demuestra un mal conocimiento del islam desde el momento en que dice que injuriar al Corán no equivale a denigrar la comunidad musulmana en su totalidad. En una sociedad que no distingue entre lo privado y lo público, ultrajar el Corán es ultrajar el islam'. Para el defensor de Houellebcq, lo mejor es que 'el tribunal no ha querido restablecer la blasfemia como delito y ha reconocido el derecho a la libertad de expresión'. El escritor, de haber sido aceptados los argumentos de los querellantes, hubiera debido pagar 45.000 euros de multa y permanecer un año en la cárcel.
El escritor Michel Houellebecq fue declarado inocente ayer por un tribunal de París. Las mezquitas de Lyón y París, la Liga Islámica Mundial y la de los Derechos Humanos se habían querellado contra el novelista francés al considerarle culpable de 'incitación al odio racial' y de 'injuria racial' por haber dicho en unas declaraciones que 'el islam es sin duda la religión más estúpida'.
Durante la vista, el pasado 17 de septiembre, la acusación pública se negó a seguir a los cuatro demandantes y ya estimó que Houellebecq no había infringido la ley. Ahora los jueces ratifican la opinión del fiscal. 'Escribir que el islam es la religión más estúpida no significa en modo alguno afirmar o dar por supuesto que el calificativo deba hacerse extensivo a todos los musulmanes', dice la sentencia. Para el tribunal, es cierto que las palabras de Houellebecq 'no se caracterizan por su generosidad o por la sutileza de su formulación', de la misma manera que los jueces admiten ver en las declaraciones 'una voluntad de menosprecio', pero 'son palabras que pueden ser desaprobadas, discutidas y refutadas'.
Houellebecq indignó a algunos musulmanes franceses al ser entrevistado a raíz de la publicación de Plataforma, una novela en la que insiste en su descripción de la miseria sexual y afectiva del Occidente rico. Sus protagonistas, al final, son víctimas de un atentado, obra de integristas islámicos, cuando descansan en un centro turístico de una isla vecina a Tailandia.
El abogado de la mezquita de París ha anunciado que presentará recurso porque 'la sentencia demuestra un mal conocimiento del islam desde el momento en que dice que injuriar al Corán no equivale a denigrar la comunidad musulmana en su totalidad. En una sociedad que no distingue entre lo privado y lo público, ultrajar el Corán es ultrajar el islam'. Para el defensor de Houellebcq, lo mejor es que 'el tribunal no ha querido restablecer la blasfemia como delito y ha reconocido el derecho a la libertad de expresión'. El escritor, de haber sido aceptados los argumentos de los querellantes, hubiera debido pagar 45.000 euros de multa y permanecer un año en la cárcel.
Michel Houellebech Poster de T.A. |
Proceso de opinión
EL PAÍS 24 OCT 2002
El escritor francés Michel Houellebecq ha sido absuelto por el Tribunal Correccional de París de un presunto delito de 'complicidad en la incitación al odio racial y religioso' por declarar que 'el islam es sin duda la más estúpida de las religiones' y considerar que la lectura del Corán era 'deprimente'. Sus acusadores eran los rectores de las mezquitas de París y Lyón, la Liga Islámica Mundial -una asociación patrocinada por Arabia Saudí- y la Liga de los Derechos Humanos.
Son muchos los medios intelectuales y políticos franceses que han percibido este proceso como la enésima tentativa de restringir la libertad de opinión, incluida la de decir tonterías o excesos, como los que se derivan del desconocimiento que demuestra Houellebecq al afirmar que el Corán es obra 'de un solo y mediocre autor' frente a la Biblia, que 'tiene autores geniales junto a otros absolutamente nulos'. Según la sentencia, el hecho de que las consideraciones de Houellebecq 'puedan ser desaprobadas, discutidas y refutadas' no implica que violen la ley francesa. Como ha señalado el abogado del escritor, 'el tribunal no ha querido restablecer el delito de blasfemia en el derecho francés y ha reconocido el derecho a la libertad de expresión'. Aunque sus acusadores lo han negado, muchos han visto en el proceso a Houellebecq un intento de juzgarlo, como a Gustave Flaubert respecto a los comportamientos de su personaje Emma Bovary, por las opiniones del protagonista de su novela Plataforma, que dice sentir 'satisfacción' cada vez que sabe de la muerte violenta de algún palestino.
En el proceso también ha comparecido un país en el que los grandes ascensores sociales o mecanismos de integración (escuela, sindicatos, servicio militar) ya no son lo que fueron. Los acusadores son ciudadanos franceses que hablan en nombre del islam o de los árabes, que se otorgan a sí mismos una entidad étnica diferenciada de la de los 'franceses' y que se han sentido 'insultados' como 'musulmanes', exigiendo la cárcel para un escritor que les describe de manera distinta a como ellos creen ser o quisieran ser. La sentencia no podía ser sino absolutoria, pero deja al descubierto una nueva y preocupante realidad étnico-cultural que no encaja en la muy integradora, laica y universalista República francesa.
El escritor francés Michel Houellebecq ha sido absuelto por el Tribunal Correccional de París de un presunto delito de 'complicidad en la incitación al odio racial y religioso' por declarar que 'el islam es sin duda la más estúpida de las religiones' y considerar que la lectura del Corán era 'deprimente'. Sus acusadores eran los rectores de las mezquitas de París y Lyón, la Liga Islámica Mundial -una asociación patrocinada por Arabia Saudí- y la Liga de los Derechos Humanos.
Son muchos los medios intelectuales y políticos franceses que han percibido este proceso como la enésima tentativa de restringir la libertad de opinión, incluida la de decir tonterías o excesos, como los que se derivan del desconocimiento que demuestra Houellebecq al afirmar que el Corán es obra 'de un solo y mediocre autor' frente a la Biblia, que 'tiene autores geniales junto a otros absolutamente nulos'. Según la sentencia, el hecho de que las consideraciones de Houellebecq 'puedan ser desaprobadas, discutidas y refutadas' no implica que violen la ley francesa. Como ha señalado el abogado del escritor, 'el tribunal no ha querido restablecer el delito de blasfemia en el derecho francés y ha reconocido el derecho a la libertad de expresión'. Aunque sus acusadores lo han negado, muchos han visto en el proceso a Houellebecq un intento de juzgarlo, como a Gustave Flaubert respecto a los comportamientos de su personaje Emma Bovary, por las opiniones del protagonista de su novela Plataforma, que dice sentir 'satisfacción' cada vez que sabe de la muerte violenta de algún palestino.
En el proceso también ha comparecido un país en el que los grandes ascensores sociales o mecanismos de integración (escuela, sindicatos, servicio militar) ya no son lo que fueron. Los acusadores son ciudadanos franceses que hablan en nombre del islam o de los árabes, que se otorgan a sí mismos una entidad étnica diferenciada de la de los 'franceses' y que se han sentido 'insultados' como 'musulmanes', exigiendo la cárcel para un escritor que les describe de manera distinta a como ellos creen ser o quisieran ser. La sentencia no podía ser sino absolutoria, pero deja al descubierto una nueva y preocupante realidad étnico-cultural que no encaja en la muy integradora, laica y universalista República francesa.
Lecciones del porvenir
- MARCOS GIRALT TORRENTE
- 3 DIC 2005
Michel Houellebecq aplica toda la acidez de su estilo a una historia de clones que, más allá de la ciencia-ficción, certifica la infelicidad y las contradicciones del ser humano.
Cita Houellebecq en la primera parte de La posibilidad de una isla la novela Desgracia, de Coetzee, y no es casual que lo haga, ya que ambas comparten el punto de partida argumental: la desazón amoroso-sexual de un hombre enfrentado a su declive. A partir de ahí cualquier parecido resulta ilusorio. Coetzee logra una novela austera, densamente trabada, en la que cada acontecimiento se despliega ante el lector con absoluta coherencia interna, mientras que Houellebecq construye un relato en el que la narración queda subordinada a la especulación de las ideas, a menudo contradictorias, que lo sostienen. Entendemos, por ejemplo, los conflictos de los personajes porque se nos explican, no porque los veamos. Señalar, sin embargo, a estas alturas ese déficit resulta superfluo teniendo en cuenta que sus tres novelas anteriores (Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Plataforma) se resentían de lo mismo. Como superfluo resultaría, igualmente, juzgar el libro a la luz de lo que dichas ideas expresarían sobre la concepción del mundo de su autor. Que Houellebecq sea un novelista más bien discreto no entraña que, al enfrentarnos a sus textos, la única salida sea moralizar sobre su propia postura moral. Entre otras cosas, porque ésta nunca se muestra clara. Houellebecq no predica. Es un agitador vocacional, un desestabilizador de conciencias satisfechas, un pesimista furibundo que no sólo no cree que vivamos en el mejor de los mundos posibles sino que desconfía de que tal cosa, siquiera como mera especulación, sea posible. En ese sentido, es quizá el escritor actual que más radicalmente ha plasmado las contradicciones del ser contemporáneo; apresado en esa misma falta de certezas. Sería demasiado pedir, aunque leyéndolo sea imposible no desearlo y constatar que no lo es nos deje en consecuencia un regusto amargo, que además fuera mejor novelista.
LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA
Michel Houellebecq
Traducción de Encarna Castejón
Alfaguara. Madrid, 2005
439 páginas.
En La posibilidad de una isla abundan las obsesiones características de Houellebecq: el sexo, la religión, el éxito, la ciencia, los diferentes roles sexuales...; pero se percibe un salto considerable con respecto a sus novelas anteriores en su voluntad indagatoria. Aunque sigue haciendo gala de su ácida perspicacia al plasmar críticamente ciertos fenómenos sociales de hoy en día, en esta ocasión ataca directamente al ser humano despojado de toda concreción histórica y tomado, si es que eso es posible, en su más abstracta forma. Para ello, pone en pie una eficaz estructura que lo obliga a adentrarse en la ciencia-ficción creando dos narradores, Daniel1 y Daniel25 (hay un Daniel24, pero su intervención es menor), separados por dos mil años de historia y que son a la vez la misma persona, pues el más moderno es una replica genética con algunas modificaciones del primero. Uno vive en el mundo actual, dominado por las pasiones y con un constante miedo a la decrepitud y a la muerte, mientras que el otro vive en una hipotética sociedad futura en la que la muerte ha sido vencida y, con ella, las desestabilizadoras pasiones a las que comúnmente se echa la culpa de las zozobras humanas. Pues bien, ni uno ni otro son felices. El dilema humano, parece concluir Houellebecq, carece de solución; es una aporía (palabra, por cierto, que aparece por lo menos tres veces a lo largo del texto). O lo que es lo mismo: "El sufrimiento de los hombres no tendrá fin", ya que, como sostiene Daniel25 al final de su narración, "el simple hecho de existir ya es una desgracia". Palabras de pesimista que no sorprenderán a los houellebecqianos pero que cobran toda su entidad (y esto acaso sí sorprenda a más de uno) en una novela que a la vez contiene una desconcertante celebración de debilidades humanas tales como el amor y la amistad. Más curiosos aún son los numerosos guiños en los que Houellebecq parece mirarse a sí mismo: "El humorista asume la brutalidad del mundo y le responde con mayor brutalidad. Sin embargo, el resultado de su acción no es transformar el mundo, sino hacerlo aceptable convirtiendo la violencia en risa; y de paso, también, ganando bastante pasta".
Houellebecq y Vargas Llosa convierten
la Berlinale en una plataforma literaria
'Las partículas elementales' y 'La fiesta del Chivo', recibidas con cierto desencanto
DIEGO GALÁN Berlín 12 FEB 2006
Es bien sabido que adaptar al cine grandes novelas conlleva un peligroso riesgo. Tanto cuando se produce el acierto en la adaptación como cuando no existe tal acierto o se queda sólo a medias, los lectores suelen quedar desencantados por lo que ven en la pantalla, bien lejos de lo que imaginaron al leer el libro. La película Las partículas elementales, best seller francés de Michel Houellebecq, concitó una expectación inusual en esta edición del festival de Berlín, lo mismo queLa fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, que se presentó también ayer.
La expectación que provocó Las partículas elementales llegaba no sólo por el gran éxito que la novela ha tenido en estas tierras sino también por ser la película de producción alemana, y por ello estar precedida de gran aparato publicitario. Las colas eran enormes desde mucho antes de la hora, la sala estuvo a rebosar, y el público, claramente incondicional, celebró con risotadas alegres las primeras ironías de los diálogos. Poco a poco, sin embargo, ese entusiasmo fue dando paso a un silencio sepulcral, y al final a unos aplausos tibios. Esa película no era la novela que habían leído, y así se lo hicieron saber al director Oscar Roehler en la rueda de prensa, también multitudinaria. Cuanto en la novela es o pretende ser la crónica del final de una civilización, y más concretamente la de una actitud ante la vida brotada del mítico 68, en la película es sólo la historia de dos hermanastros frustrados -uno obsesionado por el sexo, el otro por la clonación humana, tras concluir que el disociar radicalmente reproducción y placer permitirá que la humanidad alcance por fin la paz- sin que las vivencias de uno u otro personaje lleguen a interesar, incluso a pesar de los chistes que tanto rió el público alemán, sin duda desconocedor de otros similares en las películas clásicas de Alfredo Landa. A pesar de todo, no sería extraño que Las partículas elementales figurase en el palmarés, al menos por su reparto y, más concretamente, la estupenda Martina Gedeck.
La fiesta del chivo, de Luis Llosa, presentada en la sección Panorama, puede resultar igualmente insuficiente para los lectores de la gran novela de Vargas Llosa, aunque se reconozca en ella parte del libro, que ha quedado notablemente reducido en extensión... y en talento narrativo. El entramado político del dictador dominicano Leónidas Trujillo, que gobernó el país caribeño durante más de treinta años, y que finalmente fue asesinado por un grupo de disidentes, algunos de su propia guardia, está narrado en la película de forma esquemática, sin el aliento del libro. Cierto que hay secuencias aisladas de fuerza dramática -la violación de la jovencita por parte de Trujillo, excelente Tomas Millian-, pero se hace particularmente extraño a espectadores hispanos que todos hablen en inglés, salvo algún aislado "cojones" que se oye alguna vez.
Sin subir el listón
Hay que reconocer que ninguna otra película del día ha subido el listón. Además de Las partículas elementales, otros dos títulos se han presentado en competición. Uno de ellos es El nuevo mundo, del hipervalorado Terrence Malick -recuerden La delgada línea roja, su película anterior-. Cuenta la historia de Pocahontas (espléndida Q'orianka Kicher), hija del jefe indio Powhatan, que salvó la vida de un colonizador (Colin Farell), y que acabó siendo recibida en la corte británica tras convertirse al cristianismo. Esta película de Malick es preciosista como todas las suyas, y mientras en su primera parte -alcanza los 135 minutos de duración- Malick logra interesar al ilustrar cómo los invasores destruyen una sociedad indígena donde no se conoce el sentido de la propiedad ni los celos ni la envidia, luego, desgraciadamente, su propio afán preciosista acaba devorándole y termina por sacrificar el posible interés de la historia a favor de bonitas postales.
Finalmente, se ha presentado en la competición una extraña comedia francesa de Michel Gondry, The science of sleep (también hablada en inglés), con el mexicano Gael García Bernal y la británica Charlotte Gainsbourg. Se trata de un chico cuyo poder de fabular es imparable; sueña que escribe una carta a su vecina, que ésta recibe realmente... o no, ya que en lo tocante en soñar lo que no existe dicha vecina tampoco se para en barras. Más que comedia, comedieta de situaciones que se hace extraña en el programa de un festival exigente. Menos mal que permite disfrutar del talento de García Bernal, un actor a prueba de bomba, apto para cualquier guiso, que él condimenta con gracia.
Houellebecq, acusado de copiar la Wikipedia
EL PAÍS Madrid 7 SEP 2010
Según la edición francesa de la web Slate, la novela de Michel Houellebecq que se publicará esta semana, La carte et le territorie,contiene párrafos enteros de la Wikipedia, la popular enciclopediaonline. La revista digital propiedad de The Washington Post acusa también al escritor de copiar textos de la web del Ministerio del Interior francés. La editorial Flammarion se defiende y rechaza que se hable de plagios: "Se trata de pequeñas citas que no son susceptibles de constituir plagio, lo que sería una acusación grave". Fuentes de la Wikipedia han avisado de que sus contenidos se pueden usar literalmente solo si se citan entre comillas y señalando la procedencia.
El autor fue criticado por 'fusilar' la Wikipedia en 'El mapa y el territorio'
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA París 9 NOV 2010
Michel Houellebecq, el polémico autor francés tan famoso por sus obras como por sus encendidas declaraciones sobre muchas cosas, ganó ayer el más prestigioso premio de novela francés, el Goncourt, con su quinta y última novela, El mapa y el territorio (que en España publicará Anagrama). La novela, saludada casi unánimemente por la crítica francesa como la mejor obra del escritor, retrata y critica el mundo contemporáneo, el arte, ridiculiza la vida en el campo y hasta se ríe de un tipo, Michel Houellebecq, que aparece disfrazado de personaje y al que describe como "un solitario con fuertes tendencia a la misantropía". Tampoco esta novela escapó a la polémica que persigue a este escritor. Después de su aparición, fue denunciado por haber copiado párrafos enteros de la Wikipedia. La editorial minimizó el asunto asegurando que los textos entresacados de Internet eran "pequeñas citas no susceptibles de constituir plagio".
Houellebecq había optado a este premio en 1998 con Las partículas elementales. Este año, aparecía como el favorito, dadas las excelentes críticas que había cosechado. Un ejemplo: Raphaëlle Rérolle, de Le Monde, aseguraba el domingo en Le journal du dimanche: "La carta y el territorio es una novela apasionante sobre la Francia contemporánea. Continuamente leído y comentado, este hombre no puede ser excluido de los premios literarios sin que se haga el ridículo". El trampolín del Goncourt disparará la difusión del libro (del que se han vendido 170.000 ejemplares).
El escritor, vestido con su inseparable parka verde oliva, se presentó a media mañana en el restaurante Drouat, en el centro de París, lugar donde se decide el premio y se da la noticia. Aseguró que se sentía "un poco raro, pero muy feliz". Añadió que esta novela "es la de más fácil lectura y de estructura más trabajada".
Houllebecq nació hace 54 años en la isla de La Reunión. Su padre, huraño y retraído, era guía de montaña. Su madre -con la que ha mantenido encendidas y desagradables discusiones públicas en los últimos años-, médico. Fue educado por su abuela paterna. Se licenció como ingeniero agrónomo. Trabajó como informático. En 1991 publicó su primer libro, una biografía del escritor estadounidense H. P. Lovercraft, titulada, sintomáticamente, Contra el mundo, contra la vida. En 1994, con Ampliación del campo de batalla, se convirtió en un autor conocido.
Deprimido, depresivo, original, nada políticamente correcto, displicente y despectivo, Houellebecq pronto se convirtió en un personaje que se interpretaba a sí mismo en los medios de comunicación, con los que mantiene una relación de amor-odio. En 2001, en una entrevista a la revista Lire, aseguró -él sostiene que se le malinterpretó- que el islam "es la religión más tonta del mundo". La frase le costó un juicio del que salió ileso.
Acosado y atosigado por la prensa francesa, vive entre Irlanda y España. El último libro publicado en España, Enemigos íntimos(Anagrama), elaborado a cuatro manos con el filósofo Bernard-Henri Lévy, es un curioso ejercicio de introspección y de disección de sus propios egos a través de su cruce de e-mails. Los dos se preguntan por qué suscitan tanto odio en Francia. El propio Houellebecq, al principio de la obra, describe cómo le ven sus enemigos: "Nihilista, reaccionario, cínico, racista y misógino vergonzoso. [...] Un patán. Autor insulso, sin estilo [...], accedí a la notoriedad gracias a la inverosímil falta de gusto de unos cuantos críticos desorientados. Desde entonces, mis provocaciones jadeantes han acabado cansando".
El mapa y el territorio
Michel Houellebecq
Traducción de Encarna Castejón
Anagrama. Barcelona, 2011
384 páginas. 21,90 euros
Cabe sospechar, en todo lo que escribe Houellebecq, una soterrada convicción de que la literatura es inútil. Ahora bien, se trata de una inutilidad práctica, o al menos lo suficientemente expansiva para que el autor pueda proyectar una figura social equívoca. Por un lado, talentosa y enérgica, y por otro embelesada por su propia inteligencia. De ahí surge su exhibicionismo, tan decididamente francés, con su propensión a incordiar y esa desinhibición verbal que le llevó a los tribunales y redondeó su crédito de creador intempestivo. Con El mapa y el territorio Houellebecq consiguió el Goncourt, y con esa notoriedad se diría que su narrativa se asimila mejor. Y así parece. Es, desde luego, su novela más complaciente. Su percepción de que esto se acaba, del estado crepuscular del mundo industrial, está admirablemente expuesto a través de Jed Martin, un artista que triunfa, casi sin darse cuenta, simplemente por reflejar la relación del hombre con el trabajo. Con este arranque, la novela podría haber sido una invectiva demoledora. Pero, aunque no pierde fuelle, la inclusión del asesinato de Houellebecq, y el irremediable recurso al relato policial, propone una vigencia en el género más bien desconcertante en un autor tan poco normativo. Pese a ello, y a la observación de Jed Martin de que un crimen aumenta la mediocridad del mundo, la novela se desembaraza de ese contagio y se sustenta en la misma obstinada corrosión que ha hecho de Houellebecq un escritor de inexcusable lectura.
FRANCISCO SOLANO
Houellebecq queda libre en internet
Un bloguero sube a la red la nueva novela del autor por copiar a la Wikipedia
ANDRÉS PÉREZ
El novelista Michel Houellebecq, premio Goncourt por El mapa y el territorio, reconoció haber tomado retazos de la Wikipedia para escribir su novela. Él y su editorial, Flammarion, que lanzaron una primera tirada de 120.000 copias, se esperaban un fastidioso asedio por plagio. Sin embargo, la china en el zapato les ha salido con los juristas y activistas del software libre, que se han agarrado a las obligaciones que impone la licencia libre de la Wikipedia para colgar en internet libre la novela de Houellebecq.
La batalla tiene su punta de lanza en la persona de un simpático ingeniero informático y jurista, el joven parisino Florian Gallaire. Figura del mundo de las licencias libres en París, el pasado septiembre leyó como muchos la revelación periodística de que Houellebecq, que todavía no era Goncourt, había plagiado al menos tres artículos de la Wikipedia en su novela ahora adorada.
A este joven, la noción de "plagio" le parece cosa del siglo pasado. Lo que les interesaba era otro asunto, mucho más rabiosamente contemporáneo. Al tomar de la Wikipedia, sin reconocerlo en su texto, sin citar a los autores, y al pretender luego que su obra era enteramente original y protegida por el copyright comercial, Houellebecq y Flammarionincurrían en una violación del derecho del copyleft, que está en construcción actualmente. Y por ahí atacaron.
En su blog fgallaire.flext.net, el joven informático colgó argumentos jurídicos sobre cómo y por qué la obra de Houellebecq era una "obra derivada". También colgó explicaciones sobre las nociones del derecho digital de las licencias libres.
Hecho lo cual, también cometieron lo irreparable: el blog de Gallaire puso los links hacia la IP donde se puede leer o descargar la novela enterita de Houellebecq. Eso sí, anotada para que contenga la mención de las porciones de la Wikipedia que Houellebecq copió: www.archive.org/details/LaCarteEtLeTerritoire.
"Tenemos una base jurídica sólida, y un juez podrá comprender nuestra argumentación y concluir su veracidad", explica con aplomo el joven, que, para ir entrenando de cara a la batalla que lidera, ha pasado una formación intensiva en el gabinete más sólido de París en materia de derecho digital de las licencias libres, el Gabinete Hugot Abogados.
Flammarion esgrimía desde hace semanas la amenaza de una inminente querella contra Gallaire y su gente. Pero hace unos días, lo que recibió Florian Gallaire no fue la cita ante el juez, sino una simple carta certificada con una advertencia: le exigían retirar todos los links que conducían hacia la descarga de la obra del autor de Plataforma, estimando que cometía un delito de "falsificación" tipificado en el Código Penal y Código Civil franceses.
"Consulté mucho con mis abogados", explica a este periódico Gallaire. Y ayer mismo, retiraron el link del blog (fgallaire.flext.net) "con una argumentación muy clara: no he cometido ningún delito y mantengo mi argumentación jurídica. Tengo razón en atacar frontalmente el sistema porque, si no defendemos las licencias libres ahora, tras diez años de vida, dentro de poco no tendrán ninguna credibilidad".
"Hemos puesto sobre la mesa el debate de forma radical. Las licencias libres son una herramienta de transformación social, para una creación más cooperativa. Houellebecq ha reaccionado como un autor un poco ombliguista. Pero él, que se considera un explorador contemporáneo, también comprenderá, dentro de una semana o dentro de un año", asegura Gallaire.
OBRAS
- Ampliación del campo de batalla (Extension du domaine de la lutte, 1994), trad. de Encarna Castejón, publicada por Anagrama en 2001.
- Las partículas elementales (Les Particules élémentaires, 1998), trad. de Encarna Castejón, publicada por Anagrama en 1999. Premio Novembre y finalista del Premio Goncourt.
- Lanzarote (Lanzarote, 2000), trad. de Javier Calzada, publicada por Anagrama en 2003.
- Plataforma (Plateforme, 2001), trad. de Encarna Castejón, publicada por Anagrama en 2002.
- La posibilidad de una isla (La Possibilité d'une île, 2005), trad. de Encarna Castejón, publicada por Alfaguara en 2005. Premio Interallié.
- El mapa y el territorio (La Carte et le Territoire, 2010), trad. de Jaime Zulaika, publicada por Anagrama en 2011. Premio Goncourt.
- Sumisión (Soumission, 2015), no publicado en español.
OTROS GÉNEROS
- H.P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida (H.P. Lovecraft. Contre le monde, contre la vie, 1991), biografía, Siruela, 2006
- Seguir vivo (Rester vivant, 1991), método, Asociación Cultural Contemporánea para la Difusión del Arte, 2006
- La Poursuite du bonheur (La Poursuite du bonheur, 1992), poemas
- La Peau (La Peau, 1995), poemas, libro artístico con Sarah Wiame
- La Ville (La Ville, 1996), poemas, libro artístico con Sarah Wiame.
- Le Sens du combat (Le Sens du combat, 1996), poemas, Premio de Flore
- El mundo como supermercado (Interventions, 1998), artículos; trad. de Encarna Castejón, Anagrama, 2005
- Renacimiento (Renaissance, 1999), poemas, Acuarela, 2000
- Supervivencia (Rester vivant, Le sens du combat, La poursuite du bonheur, 1996/97), poemas, Acuarela & A. Machado Libros en 2007
- Poesías (Poésies, 2000), reúne los cuatro poemarios anteriores a la publicación de este; tr.: Altair Díez y Abel H. Pozuelo, edición bilingüe, Anagrama, 20123
- Enemigos públicos (Ennemis publics, 2008), intercambio de correos electrónicos con Bernard-Henri Lévy; .trad. de Jaime Zulaika Goicoechea, Anagrama, 2010
- Interventions 2 (Interventions 2, 2009), artículos