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Philip K. Dick / On Blade Runner
Philip K. Dick / A Visionary Among the Charlatans
Philip K. Dick / On Blade Runner
Philip K. Dick / A Visionary Among the Charlatans
Short stories
DANTE
Philip K. Dick
Philip K. Dick nació prematuramente el 16 de diciembre de 1928 en Chicago, Illinois (Estados Unidos), hijo de dos empleados del gobierno federal llamados Joseph Edgar Dick y Dorothy Kindred, apellido del que Philip tomó la inicial para firmar como autor. Dick había nacido junto a una gemela llamada Jane, quien falleció a las pocas semanas del alumbramiento. El recuerdo de su hermana marcó al escritor tanto en su existencia como en sus escritos.
Cuando todavía era un niño sus padres se divorciaron, yendo tras la separación de sus progenitores a vivir Philip con su madre a Berkeley, en California. En su infancia sufrió múltiples problemas físicos, padeciendo asmas, agorafobia y taquicardia.
Ávido lector, sus primeras incursiones en la ciencia-ficción fueron con revistas como “Unknown” o “Astounding”.
Tras independizarse a los dieciocho años, Philip comenzó a ganarse la vida como dependiente de una tienda de discos. Era un gran aficionado a la música clásica y discjockey radiofónico. Al mismo tiempo, acudió durante breve tiempo a la Universidad para estudiar Filosofía.
En el año 1948 contrajo matrimonio por primera vez al casarse con Jeanette Marlin. El enlace solamente duró seis meses.
A comienzos de la década de los 50 se casó con Kleo Apostolides y comenzó a escribir relatos de ciencia-ficción, publicando sus primeros textos en diversas revistas pulp, entre ellas Planet Stories. Entre sus principales influencias se encontraban nombres tan diversos como A. E. Van Vogt, James T. Farrell, Jonathan Swift, Kurt Vonnegut, Stendhal, Gustave Flaubert, Alfred Bester, James Joyce, Honoré de Balzac, Fedor Dostoievski, Anton Chejov o Fredric Brown. Más tarde, además de en Planet Stories, colaboró asiduamente en publicaciones como Galaxy, Worlds of It o Fantasy.Su primera novela fue “Lotería Solar” (1955), ubicando la historia en una época en la que el sistema democrático es reemplazado por la suerte de la lotería mediante la que se elige al Gran Presentador, gobernante de la federación de planetas.
El estilo crítico y reflexivo de Dick, desarrollado en distopías, situaciones originales, sugerentes, extrañas, paranoicas, con una percepción pesimista del futuro, ya es visible en esta obra menor pero significativa en su trayectoria.
Dick, quien en los años 60 experimentó con drogas, especialmente anfetaminas y LSD, provocando una adicción que caracterizaría sus desequilibrios existenciales, nunca consiguió ser apreciado en su auténtica valía en su momento, especialmente en los Estados Unidos, siendo más considerado fuera de su país, principalmente en Europa.
La primera novela de entidad de Philip K. Dick, tras títulos como “El Tiempo Doblado” (1956), “Un Ojo En El Cielo” (1957) o “Tiempo Desarticulado” (1959), fue “El Hombre En El Castillo” (1962), fabulación sobre la victoria nazi y japonesa en la Segunda Guerra Mundial con los Estados Unidos dominados por las potencias vencedoras. Gracias a este título Dick ganó el Premio Hugo.
Otras obras importantes del esquizofrénico autor de Chicago durante los años 60, época en la que Philip estaba inmerso en la cultura hippie, fueron “Los Jugadores De Titán” (1963), “Tiempo De Marte” (1964), “Los Simulacros” (1964) “Los Clanes De La Luna Alfana” (1964), “Los Tres Estigmas De Palmer Eldricht” (1965), “El Doctor Moneda Sangrienta” (1965), “Esperando El Año Pasado” (1966), “El Mundo Contra Reloj” (1967), “¿Sueñan Los Androides Con Ovejas Eléctricas?” (1968), llevada al cine por Ridley Scott como “Blade Runner”, “La Máquina Preservadora” (1969), “Gestarescala” (1969) o “Ubik” (1969), uno de sus títulos más celebrados.
Tras divorciarse de Kleo, Philip mantuvo relaciones tormentosas con Anne Williams Rubinstein, con quien se casó en 1958 y se divorció en 1964. En 1960 nació su hija Laura. En 1966 contrajo matrimonio con Nancy Hackett, quien le abandonó debido a su adicción a las drogas en 1970. En 1973 se casó por quinta vez, ahora con Tessa Busby. En 1967 nació su hija Isa, y en 1973 su hijo Christopher.
Al margen de sus brillantes incursiones en la ciencia-ficción, Dick también intentó escribir novelas al margen del género, aunque las mismas no consiguieron la trascendencia de sus mejores e influyentes obras.
En 1972 apareció la novela “Podemos Fabricarte” (1972). En el año 1975 consiguió el premio John W. Campbell por “Fluyan Mis Lágrimas, Dijo El Policía” (1974). El mismo año publicó “Confesiones De Un Artista De Mierda” (1975). Dos años después apareció un testimonio de su vida en torno a las drogas, “Una Mirada a La Oscuridad” (1977).
A mediados de los 70 su pensamiento comenzó a incidir en la religión, el misticismo y la cosmología, reconociendo que había mantenido un contacto extraterrestre.
De su última etapa son libros como “En La Tierra Sombría” (1978), “Golden Man” (1980), “Valis” (1981), “La Invasión Divina” (1981), “La Transmigración De Timothy Archer” (1982) o el diario “Exégesis”.
El 2 de marzo de 1982, Philip K. Dick falleció de un ataque al corazón. Tenía 53 años. Está enterrado en el cementerio de Riverside, en Fort Morgan, Morgan County, Colorado (Estados Unidos).
Philip K. Dick Poster de T.A. |
“Dick es un escritor mayúsculo, comparable a Dostoievski. Lo pensaba entonces y sigo pensándolo ahora.”
Emmanuel Carrère
Philip K. Dick
La urgente vigencia de un autor de culto
LAURA VENTURA
10 de febrero de 2019
10 de febrero de 2019
Philip Kindred Dick se había caído y levantado varias veces. Su paranoia lo conducía en espiral hacia un abismo mientras esperaba un mensaje existencial, una revelación. En 1974, con los ojos cerrados, escuchaba "Strawberry Fields Forever" en su casa de California. Tessa, su mujer, cambiaba los pañales de su bebé, que lloraba sin parar. Dick sintió una luz, una iluminación; alguien le dictaba una información precisa: el pequeño tenía una hernia inguinal derecha estrangulada. Los análisis no habían detectado nada, pero en el hospital el pediatra confirmó el diagnóstico y Christopher Dick fue operado.
Este fue uno de los pocos desenlaces felices de un autor que creó distopías, atmósferas asfixiantes y tramas metafísicas, y que disipó con su obra unos cuantos prejuicios hacia un género considerado por muchos con desdén: la ciencia ficción. Dick fue un escritor de los márgenes. También, un autor de culto, coleccionista de rechazos editoriales, cuyo rostro ilustró la portada de la Rolling Stone.
Este fue uno de los pocos desenlaces felices de un autor que creó distopías, atmósferas asfixiantes y tramas metafísicas, y que disipó con su obra unos cuantos prejuicios hacia un género considerado por muchos con desdén: la ciencia ficción. Dick fue un escritor de los márgenes. También, un autor de culto, coleccionista de rechazos editoriales, cuyo rostro ilustró la portada de la Rolling Stone.
En 2013, Ricardo Piglia comenzaba una conferencia en la TV Pública haciendo referencia a El hombre en el castillo, una novela de Dick. Poco después, Amazon produjo una serie basada en este libro, cuya cuarta temporada está aún en elaboración. Otra serie estrenada en el Reino Unido en 2017, Electric Dreams, traslada relatos de Dick a la pantalla con actores de la talla de Bryan Cranston y Geraldine Chaplin. El reconocimiento y el interés que hoy suscita la creación del demiurgo que concibió el universo de Blade Runner su título original es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se completa con la reciente reedición de Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Un viaje en la mente de Philip K. Dick, libro de Emmanuel Carrère que Anagrama publicó por primera vez en 1993.
"Ojalá Phil supiera que finalmente está siendo tomado en serio. Su mensaje sobre la compasión hacia los demás y hacia todos los seres vivos debería ser difundido en el mundo entero", dijo a la nacion su última esposa (la quinta), Tessa Dick, profesora de literatura y estudiosa de la obra del escritor. La autora de Philip K. Dick. Remembering Firebright reconoce que le agradó el primer episodio de El hombre en el castillo, pero que dada la brutalidad de sus escenas, razón por la cual el mismo Dick nunca fue capaz de escribir una secuela, no pudo continuar viendo la serie. Sin embargo, alaba Electric Dreams: "Algunos capítulos se elevan a grandes alturas".
El 16 de diciembre de 1928, en Chicago, Dorothy Kindred Dick dio a luz a una pareja de mellizos prematuros. La beba murió al poco tiempo luego de padecer hambre por negligencia de la madre. La mujer crió a su hijo Philip prácticamente sola, tras divorciarse de su marido. De por vida, Dick estaría atado a su hermana, que fue su sombra, su doble. "Su vida, las extrañas historias que había imaginado, no eran más que un largo diálogo entre Phil y Jane. Y toda la angustia que lo hacía sufrir, y que era la materia de sus libros, consistía en saber cuál de los dos era la marioneta y cuál era el ventrílocuo", escribe Carrère.
A los 14 años, Dick comenzó un largo peregrinaje por consultorios psiquiátricos y se convirtió en un experto de la contradicción y la conversación. Como los androides de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, era un hábil mago para construir un personaje de sí mismo para sobrevivir. Víctima de agorafobia, taquicardia, vértigo y ataques de pánico, padecía terror a la soledad: "Comprendió que, para no matarse, la solución era no quedarse solo ni un minuto, y llenó su casa de gente con la que congeniaba", escribe Carrère sobre aquel período en el que Dick convirtió a su hogar en un refugio de marginales y toxicómanos.
Podía escribir, bajo los efectos de anfetaminas y otros estimulantes, una novela en dos semanas. Su extensísima obra es, en el siglo XXI, sinónimo de ciencia ficción, un género al que arribó casi por accidente. Su educación autodidacta, cerca del ambiente bohemio e intelectual de San Francisco, de los beatniks y de la Universidad de Berkeley, le deparó al principio el rechazo del mundo editorial. La denominada "alta literatura" le daba la espalda. Sin embargo, en 1951 una revista publicó su primer cuento, "Roog", sobre un perro que les ladra a los basureros porque cree que son extraterrestres. Su reconocimiento llegó en 1962, cuando obtuvo el premio Hugo de ciencia ficción por El hombre en el castillo.
¿Qué lugar ocupa en la actualidad su literatura? "Creo que los relatos de Philip K. Dick deberían ser parte de cualquier curso de literatura, desde el secundario hasta la universidad. Su estilo se ve afectado por la necesidad de producir muchas obras en un breve período de tiempo, pero sus especulaciones lo convierten en un genio", asegura Tessa, con quien Dick escribió en conjunto algunas ficciones y quien brindó "colaboraciones sustanciales" para Ubik.
La ciencia ficción es un conjunto de preguntas que resumen en una sola: "¿Y si?". ¿Y si Alemania y Japón hubiesen ganado la Segunda Guerra Mundial? ¿Y si los androides tuvieran alma? ¿Y si todos los que nos consideramos seres vivos estuviésemos atrapados en una dimensión donde lo inevitable es morir, capturados en un limbo eterno, mientras nos observan entidades superiores? ¿Y si el 16 de diciembre de 1928 él había muerto y su hermana Jane estaba viva y observándolo detrás de un espejo? Esta es la idea que recorre Ubik, de donde Carrère toma una cita con el que titula su biografía. La novela es una metáfora sobre Dios, a quien el escritor, que llegó a convertirse en un ferviente católico, buscó en vida de modo incesante.
Entre las musas que inspiraron a Dick se encuentran las ideas políticas de Hannah Arendt, los ensayos de Alan Turing, los arquetipos de Carl Jung, algunos relatos de Borges, Stanislaw Lem (con quien tuvo una conflictiva relación de amor-odio), el Libro tibetano de los muertos y el I Ching. De este libro milenario y de su don adivinatorio fue tomando los caminos para construir la trama de El hombre en el castillo.
Dick sospechaba, a raíz de varios hechos de compleja explicación Carrère los pone en duda que el FBI lo espiaba. Se sentía observado por un Estado policía. En sus ficciones aparecen hechos que luego se comprobaron como reales. "Por ejemplo, que la CIA experimentó con el control mental a comienzos de 1950 y que muchos nazis sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, en un nivel uno podría decir que los nazis ganaron", sostiene Tessa Dick en relación con los métodos de control de los Estados autoritarios. En este sentido, A Scanner Darkly, la novela que adaptó al cine Richard Linklater, resultó anticipatoria.
Carrère escribe más que una biografía. Se trata, como dice el subtítulo del libro, de un viaje en la mente de Dick. Por momentos traza paralelos con su propia vida y obra e incluso hay fragmentos en los que el francés admite que imagina lo que puede haber ocurrido, ya que no posee una certeza absoluta. Tessa Dick asegura que no ha leído "toda" la biografía de Carrère y que no recuerda si el autor la contactó cuando la escribía. "Mis amigos que la han leído dicen que es muy buena", agrega, y afirma que el trabajo de Gregg Rickman es el mejor estudio en su especie.
Padre de tres hijos de tres matrimonios diferentes, fue un "monógamo serial", define Carrère. Tessa siente nostalgia del tiempo que compartía con Phil, que murió en 1982. "Ojalá hubiese vivido más, para ayudar a criar a nuestro hijo. Era un hombre increíble". Quizá no le agrade la intromisión del biógrafo, a pesar de que Carrère, en alusión a ella, escribió que Dick "nunca había encontrado a una mujer tan maravillosamente empática".
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? indaga en la naturaleza del hombre. En ella, aquello que se contrapone a los hombres no son los animales, sino los androides. Sin embargo, estos últimos son capaces de manifestar empatía, mientras las personas se encierran cada vez más dentro de sí mismas. ¿Dónde se dará la comunión de almas? ¿En sueños? ¿En otra dimensión? Quizá Dick mire a sus lectores desde el otro lado del espejo e intente darles pistas para que el efímero paso por este mundo sea menos tortuoso.
Philip K. Dick Robert Crumb |
Apuntes sobre cómo escribía Philip K. Dick
MAR ABAD
27 DE JUNIO DE 2016
A Philip K. Dick no le gustaba estar solo. Quizá por eso se casó cinco veces y quizá por eso empezó a escribir. Decía que sus personajes le hacían compañía. «Me gusta escribir. Me encantan mis personajes. Son mis amigos. Cuando acabo un libro, siento una especie de posparto. Nunca los escucho hablar otra vez. Nunca los veo en apuros o intentando hacer algo. Los pierdo porque un escritor nunca vuelve a releer realmente sus propias obras. Aunque entonces otras personas las leerán».
Era el año 1974. Arthur Byron Cover hablaba con el autor de ciencia ficción para publicar una entrevista en Vertex.
—¿Por qué te gusta escribir y crear personajes?
—No se suele reconocer que un autor vive aislado. Escribir es una ocupación solitaria. Cuando empiezas una novela, te apartas de tu familia y tus amigos. Aunque aquí se produce una paradoja, porque, a la vez, creas nuevas compañías. Diría que escribo porque no hay tantas personas en el mundo que puedan hacerme suficiente compañía. Para mí, la gran satisfacción de escribir un libro es mostrar algunos pequeños individuos, personas corrientes que hacen algo de mucho valor por lo que no obtendrán nada a cambio y que no sería valorado en la vida real. La gente piensa que los autores quieren ser inmortales. No. Yo quiero que se acuerden siempre de Mr. Tagomi, de El hombre en el castillo. Mis personajes están construidos de lo que veo que hace la gente y el único modo de que no caigan en el olvido es a través de mis libros.
La soledad apareció de nuevo en una conversación con el escritor D. Scott Apel y el poeta Kevin C. Briggs en Sonoma (California, EEUU). Fue el verano de 1977, en la casa de Joan Simpson, la pareja que Dick tenía entonces.
—¿Qué es lo que más teme un escritor de ciencia ficción?
Dick (1928-1982) les contestó que el aislamiento y la soledad eran horribles. Repitió la frase pronunciada en 1974: «Escribir es una ocupación solitaria». «Un amigo tenía grandes ambiciones de convertirse en escritor de ciencia ficción. Mientras creaba su segunda novela, lo abandonó su mujer y una de las razones fue que mi amigo pasaba todo el día escribiendo. Todavía un año después, cada día, se preguntaba: “¿Es este el precio que hay que pagar para ser un escritor de ciencia ficción?”. Él era consciente de la gran similitud que tenía mi vida con la suya».
El autor de Ubik contó que en varias ocasiones la mujer con la que vivía lo dejó justo cuando se encontraba en la mitad de un libro. «Estaba en una situación muy vulnerable psicológicamente. Tenía toda mi energía mental en la novela», indicó. «Mi amigo decía que parecía que había una especie de destino común para los autores de ciencia ficción y ahora teme que le ocurra lo mismo si encuentra a otra mujer y continúa escribiendo».
Apel comentó que se requiere mucha fortaleza para seguir escribiendo a pesar de la soledad y unos ingresos míseros. El autor de Philip K. Dick: The Dream Connection sabía que no era fácil encerrarse, cada día, entre papeles en blanco, una máquina de escribir y cientos de pensamientos. Pero, a la vez, eso hacía más fácil el proceso de escritura. «Es más estimulante sumergirse de cabeza en un mundo interior y encontrar fantasías para escribir sobre ellas».
—Es una buena reflexión —contestó Dick—. Así vivía en Santa Ana (California). Me asustó que mi primera reacción, cuando mi novia de ese momento se marchó de casa, fue de alivio y felicidad. Siento cierta atracción por estar solo con mis pensamientos y el material en el que estoy trabajando. Por primera vez en mi vida, estaba preparado a afrontar ese sino que parecía tan terrible en 1964. En realidad, tenía un buen apartamento, un coche que me gustaba… Por primera vez pude ver las ventajas de la soledad para un escritor.
En 1961, cuando publicó El hombre en el castillo, ya dejó testimonio de su necesidad de concentración: «A Anne, mi mujer, sin cuyo silencio este libro nunca se hubiera escrito».
Ese aislamiento es lo que otro hombre, Julio Verne, buscó toda su vida cuando escribía sus libros. El escritor francés que tanto inspiró a los primeros autores de ciencia ficción subía a trabajar a su habitación, en la planta de arriba de su hogar, y cerraba la puerta con llave. Pero el giro lo daba por dentro. Así, desde fuera, nadie podía abrir. Era su forma de escapar de las continuas llamadas de su mujer, de la que no parecía estar enamorado, para que bajara al salón a tomar café con las visitas.
Tampoco acudía a las fiestas de los salones de París de la época. «Verne declinaba tales invitaciones para no distraerse de la obra titánica emprendida», cuenta Miguel Salabert en Julio Verne, ese desconocido. Todo su tiempo estaba dedicado a sus decenas de novelas, sus relatos cortos, sus obras de teatro y navegar.
Mal pagado
A lo largo de su vida, Dick se quejó de lo dura que era la situación financiera de los autores de ciencia ficción. «Excepto para los grandes, como Heinlein», matizó en aquella conversación con Apel y Briggs, que ahora publica de nuevo la editorial Melville House en The Last Interview and other Conversations: Philip K. Dick.
El escritor de ficción Arthur Byron Cover había sacado el asunto en su entrevista tres años antes.
—Hablemos de las recompensas personales de escribir ciencia ficción. De las económicas y de otro tipo. ¿Crees que esta disciplina te ha tratado bien?
—Quiero hablar de lo primero que mencionaste: la economía. Mi primera novela de tapa dura, Tiempo desarticulado, se vendió por 750 dólares. Mi agente estaba tan emocionado que me envió un telegrama para anunciarme la noticia. Eso fue hace mucho tiempo. Ahora nos pagan igual que si estuviéramos vendiendo manzanas, en una esquina de la calle, en la época de la Depresión. Hay excepciones, como Arthur C. Clarke. Pero la realidad es que los editores nos dicen: “Tienes suerte de que imprimamos tu libro. Podíamos cobrarte los costes de impresión”. Es cruel e inhumano lo que pagan a los autores. Escandaloso.
Dick, el autor que acabaría consagrándose entre las multitudes por la adaptación de su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? en la película Blade Runner, escribió toda su vida como un poseso. En 30 años publicó 45 novelas y cinco volúmenes de relatos cortos. Le obligó la necesidad de dinero y le ayudó la agorafobia, ese miedo incontrolado que lo retenía casi todo el tiempo en el interior de su casa.
—¿Cómo son tus hábitos de trabajo? —preguntó Apel.
—Antes escribía tres o cuatro novelas en un año. Lampaba hasta la muerte. Entonces tuve que escribir tres o cuatro libros al año. Mark Hurst, mi editor de Bantam, dice que produzco unas 16 novelas cada cinco años. No sé si es verdad.
—¿No las cuentas?
—Yo escribía todo el tiempo. Recuerdo redactar la palabra ‘Fin’, sacar la página de la máquina, introducir otra y poner ‘Capítulo uno’. Calculé que había escrito… Mmm, dos borradores de un libro serían 600 páginas… y hago dos borradores mínimo… Eso supone unas 12.000 páginas en tres semanas. Empecé a notar síntomas reales de desgaste. Tenía una máquina de escribir eléctrica, por supuesto. Usaba todo lo que pudiera facilitarme una producción abundante.
Dick se levantaba a mediodía. Iba hasta su mesa y trabajaba hasta las dos de la madrugada. «Tienes que hacer eso cuando empiezas si no quieres morir de hambre», comentó en un programa de radio con Mike Hodel en 1977. Pero llegó un momento en que Dick tuvo que reducir la velocidad de escritura. Había dos motivos. Uno, pura fatiga. «No me faltaban ideas. Me quedé sin energía. Estaba machacándome», relató. Dos, su editor Terry Carr le reprochó que todas sus novelas eran iguales. «Me dijo: “¿Por qué no dejas de intentar adivinar qué es la realidad y cuentas qué es la realidad?”. Y yo pensé: “¡Dios! Esto es profundo”. He escrito perpetuamente sobre este tema: ¿Qué es la realidad? Y ahora ‘Ellos’ (y con ‘Ellos’ sabes exactamente lo que quiero decir… Esas figuras gigantes que están a tu alrededor todo el tiempo).
—’Ellos’ —recalcó Apel.
—’Ellos’. Sí. Ellos me dicen que tengo que contar qué es la realidad. Pero la razón por la que nunca tuve la intención de hacerlo es porque no la conozco. No tengo ningún conocimiento sobre qué es la realidad. Todo lo que puedo hacer es preguntar continuamente: “Hey, chicos, ¿qué es realmente real?”.
Verne, un siglo antes, tampoco se tomó muchos respiros. A lo largo de su vida publicó unas 80 novelas. Escribir tanto le producía neuralgias y parálisis faciales. Pero su editor, Hetzel, no le daba tregua. Lo exprimió como a un limón. El francés nunca le reprochó nada pero era consciente de ese ritmo infernal. Así se lo contó a su hermano, y a la vez su gran amigo, en una carta: «Apenas un libro está terminado, me veo obligado a comenzar otro».
Las drogas
—¿Tiene anfetaminas a mano? —preguntó al dueño del moratorio.
—En el vestíbulo contiguo hay una máquina distribuidora —indicó la obsequiosa criatura.
Runciter salió de la sala y se dirigió hacia el aparato que servía las anfetaminas: introdujo una moneda, accionó el mando de selección y por la correspondiente abertura cayó con un ruidito metálico un pequeño objeto que le era muy familiar. La píldora le hizo sentirse mejor.
(Ubik, Philip K. Dick)
Dick imprimía velocidad a sus pensamientos y a su máquina de escribir con polvo de anfetaminas.
—¿Hasta qué punto estabas metido en las drogas? —le inquirió el periodista y programador Charles Platt en la primavera de 1979.
—La única droga que tomaba regularmente era anfetaminas. Sólo así podía escribir lo suficiente para vivir de ello. Cobraba tan poco por libro que tuve que redactar muchas novelas. Escribía como un loco. (…) Acababa 60 páginas en un día. La única forma de hacerlo era con las anfetaminas que me recetaban. Al cabo del tiempo las dejé y ya no puedo escribir tanto como antes.
Byron Cover también llevó la conversación a las drogas. A los periodistas les fascinaba meter estupefacientes en las charlas con Dick. Los EEUU de los años 60 y 70 se habían puesto bien de anfetaminas, alucinógenos y LSD.
—Se supone que tu historia La fe de nuestros padres surgió de la inspiración del ácido o que incluso la escribiste bajo sus efectos.
—Eso no es cierto. No se puede escribir nada cuando estás puesto de ácido. Una vez escribí una página durante un viaje de ácido pero fue en latín. Toda la maldita cosa estaba en latín y un poco en sánscrito. No hay mucho mercado para eso. Esa página nunca cayó entre mis textos publicados.
—¿Cuánto ácido tomabas?
—No tanto. No me levantaba por la mañana y me metía un ácido. Me sorprende cuando leo las cosas que solía decir en las cubiertas de mis libros. Yo mismo escribí: “Ha estado experimentando con drogas alucinógenas para encontrar la realidad invariable detrás de las ilusiones”. Y ahora digo: “¡Dios santo!”. Todo lo que descubrí sobre el ácido es que quería salir de ahí rápido. No parecía más real que lo demás. Parecía más espantoso.
Los inicios
Philip K. Dick empezó a leer ciencia ficción cuando tenía 12 años. «Leía todo lo que podía. Leí a todos los autores que escribían esas historias, pero no hay duda de que fue uno el que realmente me introdujo en el tema: A. E. van Vogt. Había una cualidad misteriosa en su forma de escribir y ocurría sobre todo en The World of Null-A», indicó a Byron Cover.
De adolescente, «era realmente adicto. Me encantaba», rememoró en otra entrevista cinco años más tarde. En esa época, además, mientras estudiaba en un colegio Quaker, intentaba leer los libros que circulaban por la comunidad intelectual de Berkeley. Novelas de Proust o Joyce, por ejemplo. «Y así», explicó, «ocupé dos mundos que normalmente no tienen intersecciones entre sí».
Esas lecturas acabaron formando una certeza en su cabeza: «No sé si van Vogt estaría de acuerdo con la idea de que él trataba con lo supernatural, pero eso era lo que me estaba ocurriendo a mí», especificó a Platt. «Estaba muy interesado en la idea de proyección de Jung (…) y comencé una serie de historias en las que las personas experimentan mundos que son proyecciones de su propia psique».
Fue en el instituto cuando sintió por primera vez que había dos mundos. Estaba en clase de geografía. Miraba el traqueteo de su profesora en la tarima, escuchaba su voz chillona y, de pronto, tuvo la impresión de que esa mujer no era humana. Parecía una criatura mecánica a la que en cualquier momento se le podía caer la cabeza. «Una vez que esa idea entró en mi mente», relató, «ya nunca más pude deshacerme de ella».
La ciencia ficción proporcionó a Dick el envoltorio adecuado para el tipo de historias sobre las que quería escribir. «Puedo partir de la premisa de que cada uno de nosotros vivimos en un mundo psicológico subjetivo, pero, además, el mundo mental de una persona poderosa puede invadir el mundo de los demás», explicó. «Si puedo hacer que tú veas el mundo de la forma que lo veo yo, automáticamente pensarás como yo. Llegarás a las mismas conclusiones. El mayor poder que un humano puede tener sobre otros es controlar su percepción de la realidad y violar la integridad e individualidad del mundo. Esto lo hacen en política y en psicoterapia».
Dick se identificaba con los oprimidos y temía todas las formas de dominación de su tiempo. «Los fascismo de izquierdas, los movimientos psicológicos, los movimientos religiosos, los centros de rehabilitación de drogodependencia, las personas poderosas, los individuos manipuladores…», especificó. «Yo alego por la causa de los que no son fuertes. Supongo que si yo fuera fuerte, no sentiría esta amenaza. Pero yo me identifico con el débil. Esta es una razón por la que mis protagonistas de ficción son básicamente antihéroes. Son perdedores aunque intento equiparlos con cualidades para que puedan sobrevivir».
—¿Crees que escribir es una forma de terapia? —preguntó el reportero musical Paul Williams, en una entrevista publicada en 1974 en Rolling Stone.
—Para mí, es más que eso. Es más vigorizante y más activo que la mayor parte de las terapias. (…) Esta no es su función aunque puede hacer que te sientas mejor.
Después de unas vueltas más sobre aquella cuestión, Dick zanjó el tema: «La función de escribir es escribir».
Las fobias
En el apartamento de Philip K. Dick donde vivió a final de los 70 había papeles polvorientos amontonados por todos lados. La luz era tenue. El aire apestaba a basura de gato y parecía que por la alfombra no había pasado un aspirador en los últimos milenios. Charles Platt lo visitó unas cuantas veces en esa casa de Santa Ana. Una vez, para entrevistarlo. Otras veces, sólo de visita.
Un día, Platt le sugirió salir a la calle. Dick se puso en guardia. Inmediatamente se levantó, sacó casi todo el dinero y las tarjetas de su cartera. Advirtió a su amigo que podían robarle. Empezó a angustiarse por la incertidumbre de dónde podían ir. Al salir a la acera, la zozobra aumentó. La calle le ponía muy nervioso y sólo recuperaba la tranquilidad cuando volvía a su apartamento infectado por el síndrome de Diógenes.
La ansiedad, el vértigo y las fobias le habían perseguido desde pequeño. Incluso hubo un momento en que llegó a sentir la locura a menos de un milímetro de distancia.
—¡Oh, sí! Solía ser un paranoico. No te rías. Lo digo en serio —admitió a Paul Williams en 1974—. No estaba alineado con el universo.
El reportero le dijo que en sus libros, a menudo, el argumento da un giro por alguna paranoia. Dick matizó sus palabras. Lo que se producía era una similitud entre lo que sentían sus personajes y lo que ocurre en la descripción clínica de la paranoia: «Todos los paranoicos piensan que siempre los están observando. Lo llaman paranoia sensitiva», aclaró.
El escritor que nació junto a una hermana muerta defendió la paranoia del siglo XX como la evolución de un sentimiento remoto. Explicó a Williams que hace miles de años, los animales, cuando iban a cazar, se sentían constantemente observados por sus enemigos. Esa herencia es lo que provocaba la paranoia moderna. Era un «sentido atávico».
Y sí, efectivamente. Dick reconoció que sus personajes siempre tenían un ojo pegado al cogote.«Es lo que le ocurre a Taverner [el cantante pop mejorado genéticamente al que borraron su identidad en la novela Fluyan mis lágrimas, dijo el policía]», indicó. «La policía lo espía continuamente».
Dick ya lo advirtió. Medio siglo antes de que lo anunciara un Zuckerberg sonriente, a bombo y platillo, lo había dicho el autor de Confesiones de un artista de mierda: «Siento que siempre estoy en el ojo público, que no tengo intimidad. La privacidad ya no existe. Ya no hay asuntos privados versus asuntos públicos».
—No hay secretos —dijo Williams.
—No hay vidas privadas —prosiguió Dick—. Esto es lo que Nixon descubrió. Aunque también es cierto que lo hizo él mismo con las cintas de cassette. Este es uno de los aspectos más importantes de la vida moderna. Y yo, como escritor de ciencia ficción que trata el futuro, quiero hablar de esto. Una de las grandes transformaciones que hemos visto en la sociedad a lo largo de la historia de la humanidad es la disminución de la esfera de lo privado. Debemos entender que ya no hay secretos y nada es privado. Todo es público.
El visionario
Dick vio el futuro en muchas de sus novelas. El tiempo ha confirmado muchas de sus intuiciones. Pero ¿de dónde venían esas ideas? El escritor contó que en 1974 tuvo un encuentro con inexplicable. De pronto sintió que una mente racional trascendental invadió su cerebro. Era como si toda su vida hubiese estado loco y de repente descubriera la cordura. Pero sabía que no era así. Decía que sabía que había podido ser un poco extraño y excéntrico durante muchos años, pero no tenía ningún atisbo de locura, porque lo habían revelado el test de Rorschach y otras pruebas.
Esas ideas procedían de una «mente racional que no era humana», explicó a Platt. «Era más como una inteligencia artificial. Los jueves y los sábados creía que procedía de dios. Los martes y miércoles pensaba que eran fuerzas extraterrestres. Otras veces pensaba que era la Academia de Ciencia de la Unión Soviética probando su transmisor telepático psicotrónico de microondas. Pensé muchas teorías. Pensé en los rosacruces. Pensé en Cristo.
—¿Qué tipo de experiencia tuviste?
—Invadió mi mente, tomó el control de mis centros motores y pensaba por mí. Era un espectador de lo que pasaba. (…) Esta mente, cuya identidad desconocía absolutamente, estaba equipada con unos conocimientos técnicos increíbles. De ingeniería, medicina, cosmogonía y filosofía. Tenía recuerdos de más de dos mil años. Hablaba griego, hebreo, sánscrito. No había nada que pareciera desconocer.
Julio Verne, en cambio, siempre insistió en que los conocimientos reflejados en sus libros procedían de las bibliotecas. Nunca intentó fantasear sobre la ciencia y la técnica del momento. Al contrario. Quería publicar novelas de ciencia. Su ambición era unir literatura y los conocimientos científicos de su época. «La espectacular confirmación dada por el tiempo a muchas de sus predicciones ¿debe explicarse atribuyéndole dones proféticos extraordinarios?», escribe Miguel Salabert. «No. Verne no tenía dones premonitorios especiales. Su único instrumento era una imaginación fértil cuyo punto de partida fue el estudio, la observación y la curiosidad, ejercitados sobre un trabajo tenaz e infatigable».
El francés, que estudió leyes por deseo de su padre, era un autodidacta incansable. Pasaba muchas tardes en las bibliotecas y acabó reuniendo una asombrosa documentación de más de 25.000 fichas de conocimientos científicos y técnicos.
En 1976 Philip K. Dick intentó matarse. Seis años después, un día de invierno, su amigo Gregg Rickman lo visitó y le preguntó por el suceso. Había ido a verlo para grabar varias horas de conversación que acabarían publicadas en la biografía To the High Castle.
—Elijah me abandonó. No intenté suicidarme porque alguien me dejara. Me dejó Elijah. No tienes ni idea de cómo te sientes. Hey, escucha, seriamente. Lo que ocurrió es que el espíritu me abandonó. Sentí cómo se iba y fue horrible. Es lo que Kierkegaard o San Juan de la Cruz llamaron una larga noche oscura en el alma. (…) Las voces dejaron de hablarme y no me importaba vivir o morir.
Era el 17 de febrero de 1982. Rickman intentó marcharse antes de anochecer pero un Dick visiblemente agitado insistía en que se quedara un rato más. La visita se alargó hasta las 10 de la noche. A esa hora, después de una conversación que había durado toda la tarde, Rickman se fue.
Al día siguiente Dick sufrió un infarto. Tenía 53 años. Aún le quedó un hilo de vida durante unos días más, pero ya no dijo nada. No podía hablar. Esa fue su última entrevista. Philip K. Dick, el escritor que pedía mutismo para escribir, murió en silencio el 2 de marzo de 1982.
"¿Saben cuál es la verdadera base del poder político? No las armas ni las tropas, sino la habilidad de hacer que los demás hagan lo que uno desea que hagan."
Los Simulacros, Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1.988, p. 79.
"Cristo no murió en la cruz para limpiar a los hombres de sus pecados, fue crucificado porque estaban locos."
La invasión divina, Ed. Ultramar, Barcelona, 1.990, p. 82
"Llamamos piadosas a las personas que hablan a Dios, y locas a aquellas a quienes Dios habla."
La transmigración de Timothy Archer, 1.982, Ed. Edhasa, Barcelona, 1.984, p. 113.
De androides a ovejas eléctricas: 10 adaptaciones de Philip K. Dick
Israel Yerena
7 de mayo de 2019
Para algunos los sueños pueden ser el reflejo del subconsciente humano, para otros, fungen como un escape a la realidad, mientras que algunos más sólo los toman como un proceso psíquico y natural que no tiene nada de simbólico, sino que simplemente es consecuencia del estado de letargo. Sin embargo, lo que es cierto es que este proceso es capaz de llevarnos a otros mundos y otras épocas tanto pasadas como futuras, por lo que sin duda alguna si el sueño se tradujera en un género cinematográfico y literario, ese seguramente sería el de la ciencia ficción, donde con altas probabilidades el escritor Philip K. Dick sería uno de los más grandes soñadores.
Aficionado de la música y la radio, Philip K. Dick fue un hombre que desde joven mostró una gran pasión por la ciencia ficción –género en el que se desarrollan la mayoría de sus relatos-, llegando a publicar más de 120 relatos, entre los que destacaron obras como “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, “Una mirada a la oscuridad”, “Paycheck”, “Ubik” y “Fluyan mis lágrimas, dijo el policía”, entre muchas otras.
Sin embargo también fue un hombre atormentado por su propia mente, pues en sus últimas etapas como escritor sufrió de serios problemas psicológicos que derivaron en una grave paranoia. No obstante su talento fue tan grande que además de ser un autor de culto desde su época, también es uno cuyas obras han sido llevadas al cine y televisión de forma bastante recurrente. Por ello te presentamos 10 de las adaptaciones más emblemáticas de este escritor.
Blade Runner (1982)
Aunque no es la más fiel, la cinta de Blade Runer, basada en la obra “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (1968), es considerada por muchos como aquella que mejor plasmó la esencia de la ciencia ficción que Dick quiso transmitir en sus historias. Curiosamente algunos no consideran dicha novela como la mejor del autor, sino que apenas se encuentra entre las de mejor calidad, por lo que resulta un tanto irónico que sea precisamente ésta la más reconocida en cine gracias a la adaptación que Ridley Scott llevó a cabo.
Rick Deckard (Harrison Ford) es un oficial de policía (en la novela, un cazarrecompensas) encargado de darle caza a un grupo de androides Nexus-6. Sin embargo, en su búsqueda de justicia se encontrará con más de un problema cuando su moral y ética sean puestas a prueba por dichos seres sintéticos, haciendo que se cuestione quién es el verdadero enemigo.
Total Recall (1990)
“We Can Remember It for You Wholesale” (1966) es el cuento que sirve como base para otra de las mejores cintas basadas en la obra de Philips. Asimismo, cuenta con la particularidad y el gran acierto de ser dirigida por Paul Verhoeven, reconocido por la asombrosa y sangrienta Robocop (1987), y estelarizada por Arnold Schwarzenegger, uno de los grandes héroes de acción de la época.
Doug Quaid (Schwarzenegger) es un hombre común y corriente que por alguna extraña razón es atormentado por terribles visiones desde el planeta Marte. Con tal de encontrar una explicación para ello pide ayuda a la compañía Recall, una empresa que no sólo ayuda a las personas a literalmente cumplir sus sueños, sino que también oculta un oscuro secreto del que Quaid quizá no quiera formar parte.
Minority Report (2002)
Considerada como una de las obras maestras de Steven Spielberg, la película nos presenta un mundo distópico en el que algunos seres son capaces de predecir los crímenes mucho antes de que sucedan. Los problemas surgen cuando el agente John Anderson (Tom Cruise) sólo tiene 36 horas para comprobar que es inocente del crimen que está a punto de cometer en el futuro.
Basada en el cuento homónimo de 1956, esta película tiene la particularidad de ser considerada incluso mejor que el relato, pues Spielberg supo dotarla no sólo de un toque de ciencia ficción, sino también de una especie de cine negro futurista, lo cual simplemente encantó a los fanáticos tanto de su filmografía como del género.
Destino oculto (2011)
Aunque resulta ser una adaptación libre, la cinta se basa en la obra “Adjustment team”, sólo que en esta ocasión la historia es un tanto más romántica, al igual que se incluyen toques más políticos.
Matt Damon y Emily Blunt protagonizan esta historia donde se nos revela que una organización secreta es dueña de todos y cada uno de los actos de los personajes principales, haciéndoles ver que el destino, las coincidencias ni la suerte existen, sino que todo se trata de un plan perfectamente estructurado con tal de conseguir un anhelado objetivo.
The Man in the High Castle (Serie; 2015)
La obra de Philip K. Dick no sólo se limita al cine, sino que incluso, sus temáticas son tan amplias que para abordarlas mejor ha sido necesario llevar algunas de ellas a la pantalla chica, como lo es el caso de esta serie perteneciente a Amazon.
En esta historia se nos muestra una realidad alterna en la que los nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial, un hecho que afectó de gran manera a Estados Unidos, convirtiéndolo en un país donde la cultura de los años 50 y la influencia de las potencias alemanas se mezclan para crear una nueva sociedad.
La serie comenzó a emitirse en 2015 y ha tenido una gran aceptación por parte de cinéfilos y seriéfilos.
Screamers (1995)
Robots y alienígenas suelen ir de la mano en la ciencia ficción, al menos en la parte creativa, tal y como nos lo presenta esta cinta basada en el cuento “Second Variety” (1953), la cual contó con un guion escrito por Dan O’Bannon (Alien) y fue protagonizada por Peter Weller (Robocop).
En la historia, un grupo militar descubre que los robots que crearon para destruir a sus enemigos han tomado conciencia. Lo peor de todo es que las máquinas no sólo planean revelarse, sino acabar con ambos bandos de soldados.
A Scanner Darkly (2006)
Otra cinta basada en la novela del mismo nombre, esta vez publicada en el año 1977, y que además es considerada como una de las mejores adaptaciones cinematográficas de la obra de Philips; aunque cabe decirlo, la cinta recibió críticas mixtas.
La película es sumamente llamativa en el aspecto visual al tratarse de una animación experimental que tiene como principal premisa el mundo de las drogas y la extrema y sofocante vigilancia gubernamental. Aquí, Robert Arctor es un policía tan comprometido con su trabajo y a quien no le importa llevar al límite su cuerpo mediante el uso de estupefacientes, todo con tal de encontrar a uno de los narcotraficantes más peligrosos.
La cinta es estelarizada por Keanu Reeves, Robert Downey Jr., Winona Ryder y Woody Harrelson.
Radio Free Albetum (2010)
Si A scanner Darkly es considerada como una de las mejores adaptaciones de los trabajos de Dick, hay quienes aseguran que Radio Free Albetum se trata de la mejor adaptada. Aunque la obra comenzó a filmarse en 2007, su estreno se llevó a cabo en el Festival de Cine de Sedona en su edición de 2010, aunque no fue sino hasta el 2014 que fue proyectada en cines.
Luego de que la organización terrorista Aramchek intentara matar al presidente de los Estados Unidos, un clon de éste es puesto en la Casa Blanca mientras el gobierno encuentra la manera de proteger al original. Sin embargo, un famoso ejecutivo discográfico y al parecer sin relación alguna con los eventos anteriores comienza a ser acechado por la visión de una mujer llamada Sylvia, quien lo ayuda a desenvolver el verdadero misterio tras la conspiración.
Paycheck (2003)
Filme basado en el cuento del mismo nombre. Aquí y al igual que en otras de sus obras, como lo es la anterior Minority Report, Dicks nos vuelve a presentar los peligros de conocer el futuro.
Michael Jennings (Ben Affleck) es un técnico contratado por una empresa de la más alta tecnología para llevar a cabo trabajos tan secretos que es necesario borrar la memoria a corto de plazo de los trabajadores. El dilema llega cuando Jennings no sólo no recuerda haber renunciado, sino que se le entregan una serie de misteriosos objetos con los que deberá armar un rompecabezas para saber qué fue lo que en verdad pasó.
Protagonizan Ben Affleck, Uma Thurman y Aaron Eckhart.
Electric Dreams (Serie; 2017)
Como ya dijimos, el mundo de Philip K. Dick no sólo pertenece a la pantalla grande, sino también a la chica, pues su obra es tan basta que fácilmente se podrían crear todo tipo de adaptaciones en diversos formatos.
Por ello se nos presenta esta serie donde cada uno de sus capítulos está basado en un relato diferente de dicho autor, por lo que ninguno de ellos tiene relación entre sí, dando como resultado una antología que incluso ha sido comparada hasta cierto punto con Black Mirror.
La primera temporada cuenta con un total de 10 episodios.
BIBLIOGRAFÍA
Obras selectas
El hombre en el castillo
La trama de El hombre en el castillo (1962) transcurre en un universo alternativo en el cual los Estados Unidos de América son gobernados por las potencias de un Eje victorioso tras la Segunda Guerra Mundial. Esta novela está considerada como una obra destacada del subgénero denominado "historia alternativa", y es la única obra dickiana que ganó un Premio Hugo.
"En El hombre en el castillo, una de sus obras mayores, Philip K. Dick nos convertía a todos nosotros —y a toda la segunda mitad del siglo XX— en una posibilidad imaginaria que ni siquiera coincidía al ciento por ciento con la realidad alternativa barajada por el hipotético escritor Hawthorne Abendsen. En La langosta se ha posado, la novela que escribía Abendsen de ese mundo posible donde el Eje había derrotado a las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, se describía un mundo donde la contienda se había resuelto a la inversa, pero con estimulantes divergencias con respecto a lo que, aquí y ahora, los libros de historia del siglo XX le siguen contando como hecho probado al lector de novelas de Philip K. Dick. El maestro de la ficción paranoica lograba la paradoja perfecta: lo real siempre será la ciencia ficción de alguien."
Jordi Costa / Cuando la realidad no se sostiene
Tiempo de Marte
Tiempo de Marte es una novela de ciencia ficción de Philip K. Dick de 1964. La novela utiliza el concepto común en Dick de una colonia humana en Marte. Sin embargo, incluye también temas de enfermedades mentales, la física del tiempo y los peligros de una autoridad centralizada.
La novela expande el relato original de Dick Nosotros, los marcianos, publicado en tres partes en las ediciones de agosto, octubre y diciembre de 1963 de la revista Worlds of Tomorrow.
El personaje de esta novela, Manfred Steiner, es muy similar a Tim en el relato corto de 1954 Un mundo de talento, publicado inicialmente en la revista Galaxy Science Fiction.
Los tres estigmas de Palmer Eldritch
Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1965) utiliza un conjunto de conceptos de ciencia ficción y desarrolla varias capas de realidad e irrealidad. Es también uno de los primeros trabajos de Dick en explorar temas religiosos.
Los tres estigmas de Palmer Eldritch narra una historia que transcurre en el siglo XXI y en la que, bajo la autoridad de las Naciones Unidas, el ser humano ha colonizado la Luna y todos los planetas habitables del Sistema Solar. Para la mayor parte de los colonos, la vida resulta sumamente desagradable y psicológicamente monótona, por lo cual las Naciones Unidas tienen que obligar a la gente a que vaya a las colonias. La mayoría de ellos se entretienen usando muñecas Perky Pat y accesorios fabricados por la compañía terrestre Equipos P. P.. Dicha compañía también produce en secreto la Can-D, una droga alucinógena ilegal, aunque fácil de conseguir, que permite a la persona que la consume «trasladarse» en Perky Pat (si dicha persona es una mujer) o en el novio de Pat, Walt (si la persona es un hombre). El uso recreativo de la Can-D permite a los colonos experimentar algunos minutos de una vida idealizada en la Tierra participando en una alucinación colectiva.
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
En ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), un cazador de recompensas vigila la población local de androides en una Tierra envenenada y devastada por una guerra nuclear, de la cual se han marchado todas las personas "de éxito". Los únicos que permanecen en el planeta son los que carecerían de perspectivas en otro mundo. Todos los androides (también conocidos como "andys" o "andrillos" dependiendo de la traducción) tienen una fecha de muerte prefijada de antemano. Sin embargo, unos pocos andrillos buscan escapar a su destino y suplantar a los humanos en la Tierra.
Esta novela es muy conocida como la fuente literaria de la película Blade Runner (1982), y constituye una intensificación de la nota dominante en toda la obra dickiana: ¿qué es real? ¿qué es irreal? ¿son los androides, que parecen humanos y actúan como humanos, humanos verdaderos? ¿deberíamos tratarlos como a máquinas o como a personas? ¿cuál es el factor crucial que define al ser humano como "vivo", en oposición a los que solamente viven en apariencia?
Gestarescala
Gestarescala (en original en inglés Galactic Pot-Healer, 1969) trata una serie de cuestiones filosóficas y políticas, tales como las sociedades represivas, el fatalismo y la búsqueda de sentido en la vida.
Mezcla de distopía y de alegoría sobre el espacio interior, constituye uno de los grandes libros del escritor norteamericano, una de las obras intelectualmente más complejas y controvertidas de Dick. Gestarescala está muy influida por la obra del psicólogo Carl Gustav Jungen la que se expone la búsqueda del alma verdadera por parte del hombre moderno.
Ubik
La novela Ubik (1969) narra una historia en la cual, con la aparición de grandes compañías especializadas en psiquismo y de un estado de vida suspensa después de la muerte, se crea un estado de realidad erosionada. En el año 2005, esta obra fue incluida por la revista Time Magazine entre las mejores cien novelas de todos los tiempos.
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974) relata las peripecias de Jason Taverner, una estrella televisiva que vive en un estado policial en un cercano futuro distópico. Después de ser atacado por una exnovia enfadada, Taverner se despierta en una lóbrega habitación de hotel. El protagonista todavía tiene su dinero en la cartera, pero sus documentos de identidad han desaparecido; ello constituye un grave inconveniente, ya que los controles de seguridad de los «pols» y los «nats» (la policía y la Guardia Nacional de los Estados Unidos) están presentes por toda la ciudad y arrestan a todo aquel que no tenga documentos de identidad.
Jason al principio piensa que fue víctima de un robo, pero en seguida descubrirá que toda su identidad ha sido borrada. No existe ningún registro suyo en ninguna base de datos oficial, e incluso sus más próximos colegas no lo reconocen ni lo recuerdan. Por primera vez en muchos años, Jason no tiene fama ni reputación en la que confiar. Sólo cuenta con su carisma innato para ayudarle mientras trata de averiguar qué sucedió con su pasado evitando la atención de los pols.
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía fue la primera novela publicada por Dick tras años de silencio, tiempo durante el cual su reputación ante la crítica aumentaba; así, esta obra ganó el Premio John W. Campbell Memorial a la mejor novela de ciencia ficción; se trata de la única novela de Philip K. Dick que resultó finalista tanto en una edición de los Premios Hugo como en una de los Premios Nebula.
En un trabajo escrito dos años antes de su muerte, Dick describía cómo su pastor episcopaliano le indicó que una importante escena de la novela era muy similar a otra del libro de los Hechos de los Apóstoles. Richard Linklater habla sobre esta novela en su película Waking Life, que comienza con una escena que recuerda a otra novela de Dick, Tiempo desarticulado.
Una mirada a la oscuridad
Una mirada a la oscuridad (1977) es una desoladora mezcla de ciencia ficción y novela policíaca. En la trama, un agente secreto de la policía de narcóticos comienza a perder contacto con la realidad después de ser víctima de la sustancia D, la misma droga que debería perseguir, que tiene efectos permantentes sobre la mente. La sustancia D es instantáneamente adictiva, comenzando con una agradable euforia que rápidamente se ve reemplazada por confusión creciente, alucinaciones y, finalmente, psicosis total. En esta novela, como en todas las otras del mismo autor, hay un hilo subyacente de paranoia y disociación, con múltiples realidades percibidas simultáneamente. Fue adaptada al cine por Richard Linklater.
SIVAINVI (VALIS)
SIVAINVI (1980) es quizá la novela más posmoderna y autobiográfica de Dick, examinando sus propias experiencias inexplicadas. Puede también ser considerada como su trabajo más estudiado académicamente, y fue adaptado como ópera por Tod Machover.
Sus últimos trabajos, especialmente la trilogía de SIVAINVI, fueron en gran medida autobiográficos, muchos con referencias al «tres-dos-setenta y cuatro» (3 de febrero de 1974). Como ya se ha mencionado, la palabra SIVAINVI es el acrónimo de SIstema de VAsta INteligencia VIva y el título de una novela (continuada temáticamente en al menos tres novelas más). Posteriormente, Dick teorizó que SIVAINVI era tanto un generador de realidad como un medio de comunicación extraterrestre. Un cuarto manuscrito sobre SIVAINVI, Radio Libre Albemuth, escrito en 1976, fue descubierto después de su muerte y publicado en 1985. El editor, Arbor House, describe este trabajo como introducción y clave a su espléndida trilogía de SIVAINVI.
Exégesis
A pesar de la sensación de que, de alguna manera, estaba experimentando una comunicación con la divinidad, Dick fue incapaz de racionalizar por completo los sucesos. Durante el resto de su vida, luchó por comprender plenamente lo que estaba ocurriendo, poniendo en cuestión su propia cordura y su percepción de la realidad. Dick transcribió sus pensamientos en unos diarios, la Exégesis, de ocho mil páginas y un millón de palabras.
Desde 1974 hasta su muerte en 1982, Dick pasó noches enteras escribiendo en su diario, a menudo bajo la influencia de las anfetaminas, que sin duda contribuyeron a su tono exaltado. Un tema recurrente en la Exégesis es la hipótesis de que la historia se había parado en el siglo I d. C. y que «el Imperio romano nunca cayó». El autor veía a Roma como la cúspide del materialismo y del despotismo que, después de forzar a los gnósticos a la clandestinidad, había mantenido a la población de la Tierra esclavizada por las posesiones mundanas. Dick creía que SIVAINVI se había comunicado con él y con otras personas anónimas para desencadenar el proceso de destitución del presidente de los Estados Unidos Richard Nixon, a quien Dick consideraba la actual encarnación del emperador de Roma.
En abril de 2010, Houghton Mifflin Harcourt anunció el proyecto de publicar extractos adicionales de la Exégesis en dos volúmenes. El primero, de 1056 páginas, habría sido publicado en 2011, y el segundo (un volumen de la misma longitud) en 2012. El editor Jonathan Lethem describió las próximas publicaciones como algo «absolutamente sofocante, brillante, repetitivo y contradictorio. Solo podría contener el secreto del universo». El proyecto fue modificado para publicar la Exégesis como un libro de gran formato. The Exegesis of Philip K. Dick fue finalmente publicada en noviembre de 2011.
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