jueves, 1 de septiembre de 2022

Diane Arbus

Diane Arbus


DRAGON



Diane Arbus

Diane Nemerov

(1923 - 1971)


Diane Arbus (1923-1971) fue una fotógrafa y profesora de fotografía máximo exponente de una corriente fotográfica acontecida en Nueva York a mediados del siglo XX, inicidada por Lisette Model (profesora de Arbus) fundamentada en el concepto de veracidad y empatía, lejos del efectismo visual de los recursos técnicos.

Su trabajo, fundamentado especialmente en retratos callejeros, construye un inventario de la especie humana y la ‘desnuda’ emocionalmente, con empatía, sin artificios técnicos y subrarando belleza lejos de los cánones académicos.

Desde el ensayo «Freak Show» de Susan Sontag, que describía a Arbus como una turista en el infierno que combatía el hastío de su existencia burguesa con sus fotografías, se ha simplificado su obra como la de una retratista de ‘bichos raros’ o ‘monstruitos’ y se le ha acusado de utilizar la cámara de forma cínica, aunque dicha reducción tiene más que ver con la manera en la que se leen sus fotografías desde según qué planos.

De hecho, su mirada, honesta y tierna, lo que buscó fue una disección de almas sin artificios, inspirada en la obra tipológica de August Sander, representadas de forma natural para ojos sin prejuicios, que quieren emocionarse en el significado más inteligente de la palabra.

Paradójicamente, aunque perteneció a una generación de autores que valoraban por encima de todo el fotolibro (junto con Robert Frank y William Klein), ella no publicó ningún libro en vida. Su ‘Monográfico’ de Aperture del año 1972 fue póstumo y hoy día está considerado como uno de los trabajos más importantes de la historia de la fotografía.

Tras suicidarse, su hija, Amy Arbus (también fotógrafa y profesora) atesora y gestiona el archivo de su madre sin mostrar ningún negativo fuera de los elegidos por ella en vida, evitando así desvirtuar el legado.

PROFESOR DE FOTOGRAFÍA

Diane Arbus con Allan Arbus

“Lo que menos me atrae es fotografiar a gente conocida o a personajes públicos: en cuanto se vuelven famosos, me resultan totalmente indiferentes”. 

Diane Arbus


Diane Arbus: inicios e influencias


NICOLAS CANCIO
23 de julio de 2014

Diane Nemerov nace en Nueva York en 1923. Su padre era director de merchandising en unos grandes almacenes de moda femenina fundados por su abuelo y en varias ocasiones llevará consigo a toda su familia en sus viajes de negocios por Europa.

Diane y su hermano fueron educados en una escuela de carácter progresista que enfatizaba la enseñanza artística así como el desarrollo psicológico de los niños junto con las materias habituales. Comienza su interés en la pintura y mas adelante estudiará arte en la universidad. También se aficiona a la lectura mostrando mucho interés por la filosofía y la psicología.

Se casa con Allan Arbus en 1941, empleado del departamento de publicidad de los grandes almacenes de su familia. Comienzan a tomar fotografías de moda para catálogos. Diane, ya con Arbus de apellido, accede a clases de fotografía impartidas por Bernice Abbott centradas en técnica y manejo de equipo. Empieza a visitar la galería de Alfred Stieglitz junto con su marido y de vez en cuando le lleva fotos en busca de consejo.

En el 45 nace su hija Doon. El matrimonio empieza a tomarse la fotografía publicitaria más en serio, adquieren equipo más especializado y empiezan a visitar las redacciones de las revistas en busca de trabajo. En el 54 nace su segunda hija Amy.

En el 55 estudia fotografía con Alexey Brodovitch, director artístico de Harper’s Bazaar, quien fue maestro de muchos de los grandes fotógrafos de esa generación. Aunque considera que no aporta mucho a su visión personal. En el 56 deja la fotografía comercial que continúa su marido buscando desarrollar su propio estilo y comienza a estudiar con Lisette Model, quien sería de vital importancia en el desarrollo artístico de Diane. Será su alumna durante 2 años.

 Lisette Model: «Fotografiar con las tripas».

Lisette nació en Viena en 1901 y llega a Nueva York en el 38* comenzando a trabajar como fotógrafa para revistas de moda.  Antes de su llegada a EEUU ya había hecho muchas de las fotografías por las que sería reconocida. A continuación veremos algunos de los temas tratados en su trabajo.

 Diferencia entre clases sociales:

Gente durmiendo en lugares públicos:

Gente con sobrepeso:

La noche:

Aquí están presentes muchas de las característica que mas tarde se reproducirían en el trabajo de Arbus:

  • Gusto por personajes cuyo aspecto no es común.
  • Flash. Aunque solo de noche o en interiores siendo un recurso más técnico que estético a diferencia de Arbus. Eso no significa que Lisette no sacase provecho de la estética que esa luz ofrecía, significa que no lo usaba a menos que hubiese una necesidad técnica para ello.
  • Aproximación  al sujeto. Aunque en el caso de Lisette no hay contacto emocional ni implicación, cosa que si encontramos en Arbus.  Encontrar el sujeto adecuado es la parte más difícil e importante del acto fotográfico, a veces requiere varias visitas e investigación. Interés en personas al margen de la sociedad.

Otro destacado alumno de Lisette fue Larry Fink, quien continúa trabajando en un estilo más fiel a las enseñanzas de Model.

 

Aunque en su trabajo comercial utilizaba cámaras de placas y formato medio en esta época Arbus optó por una Nikon de 35mm. Aquí podemos ver algunas de esas fotos.

Comienza buscando gente en la calle que intenta fotografiar de forma aislada, incluso haciendo grandes recortes para eliminar del encuadre todo lo que sobra. A medida que se acerca a los años 60 empieza a centrarse en personas de aspecto poco común y se da cuenta de que es necesario contar con su colaboración para conseguir lo que ella quiere. Es también en los 60 cuando incorpora el flash.

Otros referentes importantes para entender su obra son:

Weegee: «El ojo público».

En Weegee encontramos el mismo interés por personas en los márgenes de la sociedad, de aspecto a veces grotesco.

Mientras que Lisette cierra el encuadre en los protagonistas Weegee amplía el campo de visión. Los lugares donde ocurre la acción y las reacciones de las personas alrededor del suceso son de gran importancia.

Fue el primero en encontrar belleza en lo que el flash revelaba. Era un recurso técnico, ya que las fotos son nocturnas y el uso de la cámara de placas, una Speed Graphic, le obligaba a usar diafragmas muy cerrados. Pero el uso de la iluminación no se queda ahí. Es la luz que transforma un evento en noticia. Congela el instante, enfatiza las muecas, destaca las manos que señalan contra fondos oscuros. El flash permite descubrir cosas que el ojo no ve, cosas que el sujeto quiere ocultar. La oscuridad deja de ser refugio. Al crear atmósferas artificiales le da a la escena una emotividad que no tendría de otra forma.

Tenía una visión humanista muy sensacionalista. Exagerando lo negativo y lo anecdótico, añadiendo muchas veces frases cómicas a modo de pie de foto. Creaba caricaturas.

Se aprecia un acercamiento a las personas fotografiadas. En alguno de los retratos de criminales detenidos incluso hay sonrisas. Otros conscientes de que estarán en los periódicos se esconden. Existe un intercambio entre fotógrafo y fotografiado pero no de igual a igual ya que muchos rechazarían ser fotografiados si tuviesen elección.

Tanto Weegee como Diane Arbus entienden que la relación con el sujeto ha de ser íntima pero que al mismo tiempo hay que mantener cierta distancia y no dejarse afectar por las historias personales de los retratados.

Walker Evans: «Un estilo ducumental».

La serie que Walker Evans realizó en el metro de Nueva York entre 1938 y 1941 incluye alguno de los retratos más puros que se hayan hecho jamás. Esto se debe al uso de una cámara escondida en la ropa que disparaba con las manos en los bolsillos gracias a un cable disparador oculto. Los sujetos están completamente absortos en sus pensamientos y aparecen fotografiados exactamente como el resto de pasajeros del tren los percibe.

Mientras que Stieglitz veía al fotógrafo como un artista cuya presencia debía estar por encima de la del sujeto, utilizándolo como vehículo para contar lo que lleva dentro, W. E. realiza esta serie con opuestas intenciones, buscando que toda la atención se centre en el sujeto influenciándolo lo menos posible.

Para Diane Arbus la documentación no podía separarse del encuentro personal. Conocer al sujeto era fundamental para poder entender lo que este representa y poder reflejarlo. Walker Evans no creía que mediante un retrato pudieses captar la totalidad de la personalidad sino que mas bien accedes a la superficie. Utilizaba el retrato para hablar de cosas más amplias que el individuo. Arbus creía lo contrario, construyendo una intimidad con el sujeto podías acceder a capas más profundas. Ambos consiguieron retratos muy emotivos, en ocasiones al mismo nivel de intensidad emocional, partiendo de aproximaciones muy diferentes al acto fotográfico y con ideales e intenciones casi opuestos.

Un buen ejemplo de lo que Evans quería decir es el llamado Efecto Kuleshov.

Lev Kuleshov era un cineasta ruso que en 1922 proyecto el vídeo de un rosto con gesto neutro precedido de otras imágenes. Siempre utilizaba el mismo vídeo para el retrato pero las escenas previas describían cosas muy diferentes. Encuestando a los espectadores sobre qué emociones veían reflejadas en el gesto del actor estos siempre respondían hambre, tristeza o lujuria en función de la escena previa. La conclusión del experimento es que los espectadores proyectan sus propias emociones en el retrato y el contexto en el que se muestra ese retrato sugestiona al espectador para producir dichas emociones.

En los retratos de Arbus el escenario es tan importante como el sujeto, cada objeto de la habitación añade contexto que enfatiza la personalidad del retratado. El aspecto poco común de los retratados sumado al escenario (contexto) en el que aparecen produce una respuesta emocional en nosotros como espectador, que proyectamos en las fotos que vemos.

August Sander: «el entomólogo».

John Szarkowski le mostró el trabajo de August Sander. El retratista alemán por excelencia.

Sander hijo de un carpintero, aprendió las nociones básicas de manejo de cámara del fotógrafo de la mina en la que trabajaba. Continuó su aprendizaje como ayudante durante el servicio militar y posteriormente trabajaría en un estudio.

Su objetivo era catalogar la sociedad alemana del siglo XX de la forma más clara, precisa e imparcial posible. Utilizaba encuadres muy similares para casi todos los sujetos y poseía una mirada frontal donde el retratado siembre confronta la cámara que muchos otros fotógrafos adoptarían posteriormente, Arbus incluida. La vestimenta y el escenario son muy importantes. Cada elemento, escrupulosamente ordenado, aporta información sobre el sujeto.

Para conseguir imparcialidad Sander dejaba las emociones fuera de la foto. En muy pocas ocasiones quien posaba sonreía o mostraba sentimentalismo. Las propias opiniones del autor no están presentes en la obra tratando de la misma manera campesinos, aristócratas o políticos. Tenía varios álbumes en los que clasificaba sus retratos por profesiones, afiliaciones o procedencia, creando una tipología de la sociedad de la época.

Observando su trabajo uno puede visualizar lo específico en referencia a lo típico, lo particular dentro de un grupo más grande. Aquí encontramos una gran diferencia con Arbus, quién no pretendía construir una tipología. Mientras que el primero pretendía llevar a todas las personas «normales» a una matriz «democratizadora», igualándolas, para que el espectador pudiese buscar las pequeñas diferencias entre ellos, la segunda buscaba las variaciones dentro de ese grupo más grande y las presentaba, a veces exagerando sus atributos (mitificandolos), otras veces normalizándoles.

Brassai: «lo que la noche oculta»

En referencia a Brassai Arbus dijo:

Me enseñó cosas terroríficas sobre la oscuridad. La oscuridad puede ser tan amenazante como la claridad, de lo cual no me di cuenta durante mucho tiempo porque estaba más cercana a la claridad.

Mas tarde quedé impactada por cuanto me gusta lo que no se puede ver en una fotografía, una oscuridad física.

Brassai nació en Hungría pero pasó en Francia la mayor parte de su vida. Su gran proyecto consistió en fotografiar París en la oscuridad. París nocturno se convirtió en un libro fundamental en la historia de la fotografía. Es una visión muy amplia de lo que sucede en una gran ciudad cuando oscurece. A paisajes urbanos vacíos añade fotografías de gente que trabaja en el  mantenimiento de las calles, amantes en busca de romanticismo, locales de diversión y lo más interesante para Diane Arbus, el París secreto.  Prostitución, locales de ambiente homosexual, etc.

Había conseguido ser aceptado por personas que habitualmente se ocultaban y había colocado una cámara en donde la discreción era importantísima.

* La wikipwedia hace referencia a otras fechas en la biografía de LIsette Model. Aquí he optado por poner las fechas que aparecen en el catálogo de su exposición en la fundación Mapfre.

NICOLAS CANCIO


Diane Arbus con su esposo Allan Arbus

Diane Arbus, fotografía marginal de la sociedad neoyorquina

Diane Arbus (New York, 1923) fue una fotógrafa conocida por el sufrimiento que retrataban sus fotografías al captar la brecha social que supone ser diferente. Retratos de personas marginales y temas poco convencionales componen la obra de Arbus.



MARTA FABIAN
10 de de febrero de 2017


Se inició en el mundo de la fotografía de la mano de su marido, Allan Arbus, de quien adoptó su apellido. Bajo el nombre de los Arbus (nombre por el que se conoció a la pareja entre la sociedad neoyorquina) se dedicaron a la fotografía de moda, publicando sus trabajos en revistas como Vogue o Harper’s Bazaar.

A finales de 1950, Arbus comenzó a trabajar en solitario, definiendo así su nuevo estilo propio. En esta fase de descubrimiento, recibió clases por parte de la fotógrafa Lisette Model. Freaks: La parada de los monstruos supuso una gran influencia en la mirada de la fotógrafa; las vidas de los distintos tipos de personajes circenses que aparecían en la película fueron el punto de partida de los retratos de personas inadaptadas y marginadas por la sociedad que caracterizan la obra de la fotógrafa.

A partir de este momento, Diane Arbus comenzó a retratar aspectos contrapuestos de la sociedad, fotografiando en manicomios, campos nudistas, seres deformes, cocktails de la alta sociedad… Mediante la contraposición, la fotografía de Arbus trató de mostrar distintos colectivos como componentes de una misma sociedad absurda.

Gracias a su cámara Rolleiflex, pudo captar la realidad de los grupos marginales y las personas discriminadas y de minorías de la sociedad neoyorquina. Las fotografías de Diane Arbus estaban protagonizadas por enanos, travestis, drogadictos, enfermos mentales, gigantes, prostitutas, bailarinas de striptease… El objetivo de la fotógrafa fue visibilizar ciertos sectores de la sociedad, ya que, para ella, había personas que no existían si no las fotografiaba.

El trabajo de Diane Arbus se caracteriza por el uso de luces duras y la búsqueda de la nitidez, así como el uso del flash en espacios exteriores y a plena luz del día, para ofrecer retratos que no se limitarán únicamente a estetizar el horror, sino más bien mostrar esos personajes como personas de la vida cotidiana.

En 1971, Diane Arbus se suicidó. Un año después de su muerte, la Bienal de Venecia expusó las 10 fotografías de la serie limitada que Arbus había preparado en 1970. A pesar de las opiniones controvertidas que despertó esta muestra, poco tiempo después se inauguró una exposición en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, la cual recibió más de 250.000 visitas.
El trabajo de Diane Arbus se basa en la denuncia de realidades ajenas para una gran parte de la sociedad. Todo estos se consigue a partir de los retratos de colectivos marginales, siendo considerado su obra como pionera en el ámbito la fotografía social.

Diane Arbus - 3 Diane Arbus - 2 Diane Arbus - 1

GRAFFICA



Diane Arbus y la divinidad de las cosas ordinarias

Casi medio siglo después de su trágica muerte, una nueva biografía y una exposición nos acercan más a los secretos de una de las artistas más provocadoras del siglo XX


Gloria Crespo McLennan
15 de julio de 2016

Diane Arbus (Nueva York, 1923- 1971), vuelve a la escena, a pesar de que nunca haya dejado de estarlo; las circunstancias de su vida y su trágica muerte, unidas a su poderosa obra, hicieron de ella un mito. “Una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes ”. Su frase más famosa sigue reverberando tanto en su vida como en su obra. La publicación de una nueva biografía, escrita por el periodista Arthur Lubow, y la inauguración de una exposición en el Met Breuer, donde se muestran por primera vez imágenes de los primeros años de su trayectoria artística, arrojan nuevos datos sobre la evasiva artista.


“Arbus fue una coleccionista de secretos desde su infancia”, dice su biógrafo“. Ya en sus años de adolescente se sentía preocupada cuando después de haber hecho participe a alguna compañera de una confidencia, esta “se hacía poseedora de parte de mi secreto”. “Necesito mis secretos” se lamentaba Arbus. Diane Arbus, Portrait of a Photographer, es la primera biografía que analiza su trayectoria artística dentro del contexto de su vida. “ Investigué cómo tomó la mayoría de sus fotos más icónicas, señala Lubow, Y lo que es más importante, expliqué cómo sus déficits psicológicos- su incapacidad para sentir las cosas de una forma directa, y su necesidad de reflejar las reacciones de los demás para sentirse viva- la hicieron desarrollar su innovador estilo de retratos”.

Conductor de taxi al volante con dos pasajeros, N.Y.C. 1956
Conductor de taxi al volante con dos pasajeros, N.Y.C. 1956© THE ESTATE OF DIANE ARBUS,

Como si de un secreto se tratase, metidas en cajas, en un rincón del cuarto oscuro del 29 Charles Street, aparecieron años después de su muerte las copias de los primeros retratos que forjaron este provocador estilo al que hace referencia Lubow. Las cajas contenían las ampliaciones de los siete primeros años de su trayectoria artística. Diane Arbus: in the Beggining, se presenta como una de las exposiciones estrellas del nuevo Met Breuer, y muestra 107 de estas imágenes realizadas entre 1956 y 1961, de las cuales 80 son inéditas. “Esta primera etapa es una prueba de lo extraordinaria que fue esta artista”, dice el comisario de la exposición, Jeff Rosenheim. “ Ofrece la oportunidad de mostrar su obra en 35mm en relación con su obra más tardía y observar que fue Diane Arbus desde sus comienzos. Supo lo que quería de la cámara desde el principio. En 1956 ya tenía una voz. Esto es algo que hasta ahora no sabíamos”.


El mundo de la moda resultaba demasiado vacuo y artificial para la joven fotógrafa de moda de 33 años, cuyo matrimonio con el actor Allan Arbus se resquebrajaba. Prefería la calle; un lugar lleno de secretos por desvelar. Así esta heredera de un rico comerciante judío de la Quinta Avenida, cuyo nombre real era Diane Nemerov, marcaba en 1956 con el número 1, el que consideraba el primer carrete de su vida artística.

Hombre disfrazado de mujer con guantes, Hempstead, L.I. 1959
Hombre disfrazado de mujer con guantes, Hempstead, L.I. 1959© THE ESTATE OF DIANE ARBUS,

Las anotaciones de sus libros de notas desvelan su fascinación por lo marginal y lo estrafalario: “Morgue; freak en su casa; mujer que practica roller derby; prisión de mujeres; camioneta de la policía; matadero; salón de tatuajes; club de corazones solitarios; mujer luchadora; mendigos-ciegos; lugar- waterfr. hotel; habitación de mujeres- coney- metro”. En su deambular por las calles captó la cara oculta de Nueva York. Posó su mirada en aquellos que nadie osaba fotografiar; excéntricos y freaks, toda una galería de perdedores a la sombra de una sociedad. Los hizo visibles buscando la belleza en aquello que es diferente y por tanto único. “Veo la divinidad en las cosas ordinarias” escribía.


Exploró los mismos escenarios que otros fotógrafos de calle, predecesores y contemporáneos; Paul Strand, Walker Evans Gary Winogrand y Lee Friedlander, entre otros. Pero mientras estos preferían pasar desapercibidos a la hora de disparar la cámara para no interferir en la imagen, Arbus necesitaba hacerse presente. Evidenciar el encuentro personal. Buscaba el contacto directo. Ser el medio a través del cual los otros se definían. “La curiosidad por la naturaleza oculta del que, o lo que, iba a fotografiar, unida a su fe en el poder de la cámara para que esta se haga visible, es, por encima de todo, lo que la diferencia”, escribe Jeff Rosenheim en el catálogo que acompaña la exposición.

Mujer en un autobús, N.Y.C. 1957
Mujer en un autobús, N.Y.C. 1957© THE ESTATE OF DIANE ARBUS

Vestida de forma llamativa o haciendo uso de cualquier otro recurso, atraía la mirada del viandante hacía ella y generaba una reacción. El retratado parece estar solo ante Arbus, completamente aislado del entorno. “Es ese gran momento de encuentro entre la fotógrafa y el retratado el que hace que el espectador no pueda levantar la vista de la imagen. Le implica a él también.”, señala el comisario. Poco a poco estos encuentros casuales fueron dando paso a los retratos posados, realizados con una cámara de formato medio, que la lanzaron a la fama. Para Lubow ese instante de miradas recíprocas, esa respuesta a su poderosa y seductora presencia. funcionaba como una “corroboración de su propia existencia". Fue siempre muy consciente del poder de su fotografía “Hay cosas que la gente nunca vería si yo no las fotografiase”, decía la artista.


No faltaron las críticas a su obra, entre ellas la más sonora fue la de Susan Sontag, quien en su libro Sobre Fotografía ponía de manifiesto la naturaleza predatoria del medio, acusándola de tomar instantáneas de ”gente patética, que despierta compasión, así como repulsiva” desde una posición de la superioridad de distancia y de privilegio. “Fue un crítica torpe”, señala Lubow. “Existía mucha ironía en la mirada de la fotógrafa que se dividía entre lo trágico y lo cómico. Se ha pasado por alto el sentido del humor de la fotógrafa, en ningún caso existió una intención de humillar, sí de empatizar”. Jeff Rosemheim, sin embargo, cree que Sontag pudo sentir miedo ante una práctica artística que la confrontaba con gente con la que no se identificaba: “Cuando se piensa en Goya, en Velázquez o en Lucien Freud, se observa que han explorado el mundo desde muchas vertientes, y no han tenido miedo de hacerlo. Arbus no trataba de señalar los defectos de la gente, sino los de todos nosotros. No se trata de ellos sino de nosotros“, señala el comisario. Su obra es por tanto una invitación a la introspección. A confrontar nuestra propia identidad.


Diane Arbus: Portrait of a Photographer. Arthur Lubow,  Ecco/HarperCollins Publishers. 



EL PAÍS

Fotografía de Diane Arbus

LA CRUDA MIRADA DE DIANE ARBUS

30 de junio de 2020
Inger Pedreáñez

Si hay alguien a quien darle el mérito de elevar la fotografía a una categoría del arte contemporáneo, esa persona debería ser Diane Arbus (1923-1971). Su obra está entre las primeras en ser adquiridas por museos como parte de su colección. Fue la primera fotógrafa en exponer en la Bienal de Venecia, logro que no pudo disfrutar por haber fallecido un año antes. Estuvo también entre las pioneras en convertir un portafolio en objeto de colección, para hallar el eslabón entre el espacio expositivo y las publicaciones especializadas.

No se le podría considerar como precursora de la estética de lo feo, porque esa es una historia de mayor data. Pero aunque la palabra monstruoso se suele asociar a su creación artística, tuvo más bien la particularidad de convertir lo inusual, lo extraño, en una imagen tan atractiva que le impide al espectador apartar la mirada.

Dos años antes de que la fotógrafa Diane Arbus se suicidara, ideó una caja con sus diez mejores obras, con la idea de ofrecerla a compradores selectos para mejorar ingresos. Las revistas de moda le pagaban muy por debajo del sueldo que tenían sus demás compañeros. En 1969 vendió dos fotos al Museo Metropolitano de Arte, en 75 dólares cada una. Para la época por una copia de Identical Twins Roselle NJ (1967) podía obtener 100 dólares; hoy vale más de U$ 732.500, de acuerdo con la última venta registrada en Christie’s en 2018.

El tiempo confirmaría que en ese portafolio estaban reunidos sus mejores trabajos. Sólo alcanzó a imprimir ocho juegos de un proyecto de cincuenta cajas, de las cuales vendió cuatro. Ya era una fotógrafa reconocida en el medio, pero esa selección también influyó para que en mayo de 1971, dos meses antes de su muerte, Arbus fuera la primera fotógrafa en aparecer no sólo en las páginas de Artforum, sino también ser el tema de portada.

Flyer promocional para A box of ten photographs 1970-71 © The Estate of Diane Arbus © Artforum May 1971 Foto Mindy Barrett

En vida su trabajo nunca pasó desapercibido. Obtuvo dos veces la beca Guggenheim para realizar proyectos fotográficos que ya apuntaban a la esencia de su obra. “Quiero fotografiar las ceremonias importantes de nuestro presente porque viviendo aquí y ahora tendemos a percibir sólo lo que es azaroso, estéril, sin forma. Mientras lamentamos que el presente no es como el pasado y abandonamos la esperanza de que se convierta en algún futuro, sus hábitos innumerables, inescrutables yacen en espera de su significado…”, escribió Arbus en su primera solicitud. Dos años después ratificaba su norte en la segunda carta de postulación: “He aprendido a ir más allá de la puerta, a pasar del exterior al interior. Un entorno conduce a otro. Quiero poder seguirlo”.

En 1967 el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) la incluyó en una colectiva que se llamó New Documents, junto a Garry Winogrand y Lee Friedlander, con la curaduría a cargo de John Szarkowski. De los tres noveles fotógrafos, Arbus destacó por su estética vanguardista al transgredir los cánones de lo que se consideraba la belleza en la fotografía: trasvestis, personas con síndrome de Down, lesbianas, personajes de circo, personas con trastornos de desarrollo (gigantes y enanos), tatuados y nudistas hacían el misterio de sus imágenes.

Las rarezas de Arbus incluyeron su decisión de morir temprano. Pero aquello que el artista nunca sabe determinar cuándo le llega, la trascendencia, se impuso a sus dudas y depresiones: 49 años después, un año más de la edad que tenía al morir, se ha mantenido viva en galerías, museos y en la crítica especializada. En 1972, el MoMA de Nueva York organizó su primera gran retrospectiva y su presencia en salas sigue sin detenerse.

Hace dos años, en abril de 2018, dos eventos en paralelo hicieron resonar nuevamente el nombre de Diane Arbus y su legendaria caja de fotografías:

El Smithsonian American Art Museum mostraba al público el ejemplar que había adquirido en 1986, que tuvo como primera propietaria a la directora de arte del Harper’s Bazaar, Bea Feitler (esta pieza tiene la particularidad de poseer una foto adicional, añadida especialmente por Arbus). Por las salas del museo pasaron en el lapso de ocho meses 1.67 millones de personas, equivalente a 6.000 visitantes por día.

Al mismo tiempo, Christie’s subastó otra caja en US$ 792.500, muy por encima del precio estimado. Cabe mencionar que los primeros en adquirir el portafolio de Arbus, de sus propias manos, fueron el fotógrafo Richard Avedon (compró dos) y el artista Jasper Johns.

EL MONSTRUO QUE NOS HABITA

De lo cotidiano resaltaba lo imprevisto, lo que se desdeña, aquello que queremos ignorar. Sus personajes definidos como “freak” no eran más que una representación de sí misma, del lado oscuro de su vida.

Lo que notas sobre la gente es el defecto«, decía Diane Arbus. Pero esa grieta visual se encontraba hasta en los personajes comunes o los famosos a quienes distorsionaba en sus sesiones fotográficas. Esperaba a que el ánimo se derrumbara por el hastío o la desesperación. Los niños eran su objetivo perfecto para desestimar la inocencia y la dulzura. Un rostro largo, expectante o desconfiado afloraba, incluso, en sus gemelas: Si se observan bien, hasta parecen una representación de las dos máscaras que simbolizan el teatro.

Realizó el mismo efecto, cuando traspasó la distancia social y aproximó su gigante cámara a la cara hinchada de un niño que lloraba inconsolablemente. La fotografía a blanco y negro, prácticamente hace aflorar el enrojecimiento al límite de lo que representa la tristeza o la frustración. Lo vuelve a hacer cuando descubre en el parque a un niño con una granada de juguete en la mano, y él la mira desafiante, el ángulo del retrato hace el lenguaje de la imagen. Esta obra, firmada por ella, se vendió en 2015 en US$ 785.000.

FAMA Y FEALDAD

El escritor Norman Mailer declaró: “entregar una cámara a Diane Arbus es como darle a un bebé una granada”, obviamente ella lo desencajó de su pose, y logra un retrato diferente, nada elegante, más bien con desparpajo. En cambio, la fotografía que le hizo a Susan Sontag acompañada de su hijo en el banco de un parque, indivisibles, obliga a retomar el capítulo entero que le dedica en su libro “Sobre la fotografía”, para entender que Sontag expresa en palabras la misma crudeza que Arbus pincela en su arte: “Fotografiado por Arbus, cualquiera es monstruoso (…) Su visión dantesca de la ciudad (y los suburbios) no tiene reservas de ironía (…) Para Arbus, tanto los fanáticos como los de América Central eran igualmente exóticos: un niño que marchaba en un desfile a favor de la guerra y una ama de casa de Levittown eran tan extraños como un enano o un travesti (…) El trabajo de Arbus expresó su giro en contra de lo público (tal como lo experimentó), convencional, seguro, tranquilizador y aburrido, a favor de lo privado, lo oculto, lo feo, lo peligroso y lo fascinante. Estos contrastes, ahora, parecen casi pintorescos”.

Jorge Luis Borges, Marianne Moore, W.H. Auden, Mae West, entre escritores y artistas, estuvieron frente a la lente de Arbus, y no es para menos. Cuando fundó su estudio fotográfico en compañía de su esposo y también fotógrafo Allan Arbus, realizó fotografías publicitaria y comercial para revistas de moda como Glamour, Seventeen, Vogue y Harper’s Bazar; se cuentan más de 250 fotos para más de 70 artículos en revistas, les llegaba contratos de las agencias de publicidad Young & Rubicam y Walter Thompson; así como asumieron la dirección artística y la imagen del negocio de sus padres, también tenían otras grandes empresas como clientes.

Su propio esposo, al concluir la relación marital y la sociedad comercial, se asombra del rumbo que toma la fotógrafa a partir de 1956, año en que comienza a estudiar con Lissette Model, quien le abrió las puertas del mundo de las personas que viven al margen de la sociedad. Aún así, mientras hicieron equipo, Allan Arbus nunca dejó de elogiar públicamente a su esposa, por su ingenio y búsqueda del detalle admitía que la mayoría de las ideas para las fotografías provenían de Diane, a quien le gustaba desde entonces experimentar. De hecho, ella es precursora del uso del flash como relleno en el espacio natural, el uso del formato medio y la frontalidad como recurso hiperbólico. También experimentaba con los bordes de sus negativos, para producir un efecto de irregularidad, detalle que aparece en sus gemelas.

Identical Twins, Roselle, New Jersey, 1967 © The state of Diane Arbus

No es que los personajes “raros” hayan sido descubiertos por Diane Arbus, pero su aporte está en la conexión e intimidad que establece con los sujetos fotográficos. Hay una poética presente del dolor, la discapacidad, la distorsión, la enfermedad, el desplazamiento, lo incierto. Así como llevaba a sus personajes al límite, también se ganaba su confianza, e inclusive su amistad.

Freaks fue algo que fotografié mucho. Fue una de las primeras cosas que fotografié y me produjo una emoción tremenda. Solía adorarlos. Todavía adoro algunos de ellos. No quiero decir que sean mis mejores amigos, pero me hicieron sentir una mezcla de vergüenza y asombro. Hay una cualidad de leyenda sobre los monstruos. Como una persona en un cuento de hadas que te detiene y te exige que te enredes. La mayoría de las personas pasan por la vida temiendo tener una experiencia traumática. Los monstruos nacieron con su trauma. Ya han pasado su prueba en la vida. Son aristócratas

Diane Arbus

De esa colección de imágenes, ella aspiraba a publicar en Esquire un reportaje Eccentrics, en 1960, que nunca llegó a imprimirse y le valió además el retiro de su credencial como colaboradora de la revista. Pero eso no la detuvo para construir historias en cada pose, como en Jack Drácula, the Marked Man (1961), o Backwards Man in his Hotel Room (1961), o Two boys smoking in Central Park (1962). A esa mirada excéntrica ella tenía una respuesta: «Quiero decir, es muy sutil y un poco vergonzoso para mí, pero realmente creo que hay cosas que nadie vería a menos que las fotografíe«. Ocho meses después, Marvin Israel, director de fotografía del Harper’s Bazaar, no cometería el mismo error de Esquire y publicó la serie bajo el título The Full Circle. Al referirse a este trabajo, Arbus ya tenía el sentido de su poética: “Son singulares personas que aparecen como metáforas en algún lugar más alejado que nosotros”.

Curiosamente, Arbus no quería ser conocida como la fotógrafa voyerista de los freaks, más bien “esperaba que sus fotos sugirieran las experiencias secretas que guardaban las personas que lidiaban con problemas más grandes como la identidad versus las ilusiones”, de acuerdo como lo reseña el libro “A la z de las mujeres americanas en las artes visuales”, de Carol Kort y Liz Sonneborn.

El desnudo también fue abordado por Arbus, pero no con la misma fuerza que con sus personajes extraños. Se dice que ella también se desnudaba para recrear un escenario cordial con sus fotografiados. A comienzos de los 60, la proliferación de comunas nudistas atrajo su atención, pero muy pronto se desencantó de la hipocresía entre la pose y el deseo. Luego, en el verano de 1969 comenzó a fotografiar a las personas con síndrome de Down.

Su mirada social estuvo influenciada por Mathew Brady, August Sander y Erich Salomon. Estudió la perspectiva antropológica de Robert Frank en su serie The Americans (1958-1959) y de Edward Steichen en The Family of Man (1955)

DE UNA ÉLITE A OTRA

«Una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes”, decía Arbus y ahí estaban las claves de su forma de mirar, como un espejo de la vida entre su propia privacidad y la intimidad de sus personajes. Ella no tuvo una infancia fácil. Sus padres eran los dueños de una tienda de pieles en la Quinta Avenida de Nueva York, “Russeks”. Entre los negocios, los viajes y el narcisismo tenían poco tiempo para sus hijos, Howard, Diane y Renee, pero si había espacio para señalar todo aquello que les estaba prohibido.

Repitió la misma hazaña que su madre, al elegir a un empleado de la tienda para casarse (Arbus). Se enamoró joven, a los 14 años y se casó a los 18. Cuando su esposo estuvo en la guerra, se fotografió embarazada, desnuda ante el espejo, y le envió el retrato. En la biografía escrita por Arthur Lubow en 2016, “Portrait of a photographer” se menciona una posible relación incestuosa que mantuvo hasta pocos meses antes de su muerte con su hermano Howard; también se ha escrito que dejaba las ventanas abiertas de su cuarto mientras se masturbaba, y que la práctica exhibicionista fue influenciada por su marido.    

En una monografía sobre Diane Arbus, el escritor William Todd Schultz, que se caracteriza por hacer biografías psicológicas de los artistas, considera que la atracción por los gemelos, los imitadores, los personajes estrafalarios guardan relación con un conflicto de identidad. Pero tampoco se puede negar que sus fotos eran su manera de expresar la rebeldía contra una fachada burguesa que ella bien conocía.

Fotografió a su padre en el féretro, y las fotos que realizó a su madre y a sus hijas tampoco eran agraciadas. Era un ser que huía de su propio dolor. Al igual que su madre, Diane Arbus comenzó a sufrir episodios depresivos. Entre sus frases célebres ella expresa: «es imposible salir de tu piel a la de otra persona…La tragedia de otra persona no es lo mismo que la tuya«.

En 1971, Arbus puso un punto final a sus tormentos, pero perpetuó en sus imágenes su propicio conflicto existencial. En una sociedad que buscaba mostrar la perfección, el sueño americano, y que tenía como norte contrarrestar el belicismo con el glamour, ella apuntó al resabio del submundo de los seres no reconocidos, los invisibles, los que dudan. Se atrevió a mirar lo que tenía prohibido desde la estricta vara familiar. Pero esos personajes que se encontraban al borde de la sociedad, fueron los mismos que hicieron de ella una fotógrafa diferente, fueron los mismos en los que ella se sintió retratada.

OTROS DATOS DE INTERÉS

A comienzos de junio de este año, la obra Family in their garden on a Sunday in Westchester, New York (1968), fue el lote más caro de la subasta en línea de Christie`s, con un precio estimado de US$ 300.000.

El pasado 11 de junio, el retrato Petal Pink for Little Parties (1962) fue uno de los pocos lotes en superar el precio estimado en la subasta Swann Auction Galleries, al pagar US$ 13.750 por una impresión fechada en 1985, y numerada 4/75.

La última exposición individual que se realizó sobre Diane Arbus fue el año pasado, entre marzo y mayo, en el Hayward de Londres. In the beginning contó con el apoyo del Metropolitan Museum of Art, quien cedió sus archivos, más de cien fotografías, y material que nunca antes se había visto en el Reino Unido.

Su obra sigue inspirando a muchos fotógrafos, e incluso cineastas. No en balde, las gemelas están representadas de forma fantasmal en un pasillo del Hotel Overlook, donde Stanley Kubrick consiguió una de las más memorables escenas de The shinning, basado en un libro de Stephen King.

En el 2006 se proyectó la película Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus dirigida por Steven Shainberg con guión de Erin Cressida Wilson basado en la biografía no autorizada de Patricia Bosworth, protagonizada por Nicole Kidman y Robert Downey Jr.

REVISTA ESTILO






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