Final de juego (1956)
Parte I
Parte II
Parte III
Las armas secretas (1959)
Todos los fuegos el fuego (1966)
Octaedro (1974)
Alguien que anda por ahí (1977)
Julio Cortázar / Amor 77
Queremos tanto a Glenda (1980)
Julio Cortázar / Tango de vuelta
Julio Cortázar / Clone
Julio Cortázar / Graffiti
(Bruselas, 26 de agosto de 1914 – Paris, 12 de febrero de 1984)
Existen escritores que despiertan admiración pero no amor. De Cortázar, en cambio, el lector se enamora fácilmente. Uno de los escritores más amados, innovadores y originales de nuestro tiempo, maestro del cuento, de la talla de Poe, Chéjov y Borges, y feliz autor de Rayuela, novela que inauguró una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica. La narrativa de Cortázar se distinguió por una búsqueda permanente del lenguaje y la ruptura de los esquemas clásicos. Sus personajes, obsesionados por cierta metafísica, por cierta búsqueda de otros mundos, perdidos y profundos, nos entreabren puertas a otros universos. Le dice la Maga a Oliveira en Rayuela: “Vos buscás algo que no sabes lo que es. Yo también y tampoco sé lo que es. Pero son dos cosas diferentes”. La pasión lúdica de Cortázar hizo del libro casi un juguete, como en los casos de Vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round (1969). En Rayuela (1963) el lector puede avanzar a saltos, como el niño que arroja la piedra sobre el dibujo trazado en el cemento y emprende la aventura de llegar al cielo. Argentino de pies a cabeza pero de formación cosmopolita (leía en francés, inglés y español), Julio Cortázar vivió buena parte de su vida en París, ciudad en la que se estableció en 1951, donde adquirió su reputación de escritor y en cuya geografía ambientó su famosa novela. Y allí mismo murió. Desde 1981 tenía la ciudadanía francesa.
La infancia del cronopio
Cortázar nació en 1914, en la embajada de Argentina en Bélgica, en Ixelles, distrito de Bruselas, en ese entonces ocupada por los alemanes, y fue llamado Julio Florencio. «Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia», declararía. Sus padres, María Herminia Descotte y Julio José Cortázar, eran argentinos, con ascendencia vasca, francesa y alemana. A finales de la Primera Guerra Mundial, los Cortázar lograron pasar a Suiza gracias a la condición alemana de la abuela materna de Julio, y de allí, poco tiempo más tarde, a Barcelona, donde vivieron año y medio. El pequeño Julio jugó con frecuencia en el Parque Güell con otros niños. A los cuatro años volvió a Argentina con la familia y el acento francés. Pasó el resto de su infancia en Banfield, en el sur del Gran Buenos Aires, junto a su madre, una tía y Ofelia, su única hermana, que era un año menor. El padre abandonó el hogar y se desentendió para siempre de los hijos.
Así describe Cortázar a Banfield: “Era ese tipo de barrio, sumamente suburbano, que tantas veces encuentras en las palabras de los tangos: calles no pavimentadas, pequeños faroles en las esquinas, una pésima iluminación que favorecía el amor y la delincuencia por partes iguales, y que hizo que mi infancia fuera una infancia cautelosa y temerosa, porque las madres tenían mucho miedo por los niños. Había un clima a veces inquietante en esos lugares. Y al mismo tiempo era un paraíso: la casa tenía un gran jardín que daba a otros jardines. Un jardín lleno de gatos, perros, tortugas y papagayos: un paraíso. Pero en este jardín yo era Adán, en el sentido de que no conservo recuerdos felices de mi infancia ─demasiadas tareas, sensibilidad excesiva, tristeza frecuente, asma, brazos rotos, primeros amores desesperados (mi cuento “Los venenos” tiene mucho de autobiográfico). Sin embargo, ése era mi reino, y he vuelto a él, lo he evocado en algunos cuentos, porque aún hoy lo siento muy presente muy vivo”.
«Mucha servidumbre, excesiva sensibilidad, una tristeza frecuente», le escribiría a Graciela M. de Sola, en 1963. «Pasé mi infancia en una bruma de duendes, de elfos, con un sentido del espacio y del tiempo diferente al de los demás», dice en la revista mexicana Plural n°44, en 1975. Fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, dedicado a los libros. Su madre, quien seleccionaba las lecturas, le dio a conocer al escritor que admiraría por el resto de su vida: Julio Verne. Afirma Cortázar: «Mi madre dice que empecé a escribir a los ocho años, con una novela que guarda celosamente a pesar de mis desesperadas tentativas por quemarla» (Siete Días, Buenos Aires, 973). Cortázar también recuerda que en cierta ocasión un pariente descubrió sus poemas y se los dio a la madre diciéndole que evidentemente esos poemas no eran suyos y que los copiaba de alguna antología. Estaba tan dedicado a la lectura que algún médico llegó a recomendarle leer menos durante cinco o seis meses y salir más a tomar un poco de sol.
Cortázar según Cortázar
"Nací en Bruselas, en agosto de 1914. Signo astrológico,
Virgo: por consiguiente, asténico, tendencias intelectuales, mi planeta es
Mercurio y mi color el gris (aunque en realidad me gusta el verde). Mi
nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia; a mi padre lo
incorporaron a una misión comercial cerca de la legación argentina en Bélgica,
y como acababa de casarse, se llevó a mi madre a Bruselas. Me tocó nacer en los
días de la ocupación de Bruselas por los alemanes, a comienzos de la primera guerra
mundial. Tenía casi cuatro años cuando mi familia pudo volver a la Argentina;
hablaba sobre todo francés, y de él me quedó la manera de pronunciar las
"r" que nunca pude quitarme. Crecí en Bánfield, pueblo suburbano de
Buenos Aires, en una casa con un gran jardín lleno de gatos, perros, tortugas y
cotorras; el paraíso. Pero en ese paraíso yo no era Adán, en el sentido de que
no guardo un recuerdo feliz de mi infancia; demasiadas servidumbres, una
sensibilidad excesiva, una tristeza frecuente, asma, brazos rotos, primeros
amores desesperados ("Los venenos es muy autobiográfico")
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Julio Cortázar
Fotografía de Jose Gelabert |
Juventud, divino tesoro
Se tituló como Maestro Normal en 1932 y Profesor Normal en Letras en 1935 en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta. Asistió desde joven a los estadios a ver boxeo. Un feliz día de 1932, caminando por el centro de Buenos Aires, se topó con Opio, Diario de una desintoxicación, de Jean Cocteau, un total desconocido para él hasta entonces. Aquella lectura lo marcaría para el resto de su vida: «Sentí que toda una etapa de vida literaria estaba irrevocablemente en el pasado… desde ese día leí y escribí de manera diferente, ya con otras ambiciones, con otras visiones».
Comenzó estudios de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, aprobó el primer año, pero comprendió que debía utilizar el título que ya tenía para trabajar y ayudar a su madre. Dictó clases en Bolívar y luego en Chivilcoy. Vivió en cuartos solitarios de pensiones aprovechando todo el tiempo libre para leer y escribir. En 1944 se trasladó a Cuyo, Mendoza, y en su Universidad impartió cursos de Literatura Francesa. Publicó su primer cuento, “Bruja”, en la revista Correo Literario y participó en manifestaciones de oposición al peronismo. En 1945, cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales, abandonó el magisterio. "Preferí renunciar a mis cátedras antes de verme obligado a 'sacarme el saco' como les pasó a tantos colegas que optaron por seguir en sus puestos", precisó. Reunió un primer volumen de cuentos, La otra orilla. Por esta época perfeccionó sus conocimientos del francés y el inglés. De nuevo en Buenos Aires, trabajó en la Cámara Argentina del Libro y como traductor ocasional. Vive una existencia solitaria y bohemia. “Me observaba a mí mismo, estudiando mi propio desarrollo sin querer jamás forzar las cosas”, dijo de esta época. Y precisó: “De 1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano, lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético”.
En 1946 publicó el cuento "Casa tomada" en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges, y un trabajo sobre John Keats en la Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Cuyo. En 1947 colaboró con otras revistas. Publica un importante trabajo teórico, "Teoría del Túnel", y en la revista Los Anales de Buenos Aires su cuento “Bestiario”. En 1948 obtuvo el título de traductor público de inglés y francés, tras cursar en apenas nueve meses estudios que normalmente requerían tres años. El esfuerzo le provocó síntomas neuróticos (la búsqueda de insectos en la comida) que desaparecieron con la escritura de "Circe", un cuento que haría parte de Bestiario. En 1949 publica el poema dramático Los Reyes, primera obra firmada con su nombre real e ignorado por la crítica. Durante el verano escribió Divertimento, una novela que en cierta forma manera prefigura a Rayuela, y que sería publicada en 1986, después de su muerte. Colaboró en revistas culturales de Buenos Aires (Cabalgata, Realidad y Sur) y en 1950 escribió otra novela, El examen, rechazada por el asesor literario de Losada, Guillermo de Torre, y que tampoco tuvo éxito a un concurso convocado por la misma editorial. Solo sería editada en 1986. Hizo un primer viaje a Europa y en el barco conoció a Edith Aron, en quien basaría el personaje de la Maga.
En 1951 publicó Bestiario, una colección de ocho relatos que le valieron cierto reconocimiento local y que inauguraron para el mundo al Cortázar que conocemos. De hecho, “Casa tomada”, “Circe y “Carta a una señorita en París” son tres de los cuentos más festejados por sus lectores. Cortázar decidió trasladarse a París, ciudad donde, salvo esporádicos viajes por Europa y América Latina, residiría durante el resto de su vida.
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Cortázar con Aurora Bernárdez |
Matrimonios y satélites
“No
soy excesivamente monógamo”, dijo Cortázar en alguna entrevista. Aurora
Bernárdez, Ugné Karvelis y Carol Dunlop son las tres mujeres con las que se le
relaciona "oficialmente", pero la lista está incompleta obviamente.
La inglesa Edith Aron, a quien conoció en el barco que lo llevó a Europa, y
Cristina Peri-Rossi, la escritora uruguaya, deben agregarse a la lista. Al
final de la relación con Ugné Kavalis el escritor andaba enredado con otras
mujeres.
La
relación amorosa con Aurora comenzó en Buenos Aires y fue intensa desde un
principio. Cortázar hizo un primer viaje a Europa solo y, al regresar, los
lazos se estrecharon aún más. Decidieron vivir juntos en Europa. Cortázar viajó
primero. Carlos Gabetta describe a Aurora Bernárdez, reconocida traductora, como mujer
“fina, culta, delicada, sensible, lo que habitualmente se llama una señora”. Se
dedicaron al trabajo, la lectura y la audición de los cuartetos de Alban Berg y
Schoenberg “aprovechando la ventaja de que aquí no hay nadie que nos golpee el
cielo raso”. Vargas Llosa describe la guarida de Cortázar como una casa “alta y
angosta como el propio Cortázar”, atiborrada de libros y con un pizarrón donde,
asegurados con tachuelas, Cortázar iba fijando recortes de periódicos que
hablaban de lo insólito cotidiano, reproducciones de cuadros, tarjetas
postales, dibujos de amigos, una fotografía de Louis Amstrong tocando la
trompeta, un programa de cine.
La
pareja vivía en París en modestas condiciones cuando surgió el ofrecimiento de
traducir la prosa completa de Edgar Allan Poe para la Universidad de
Puerto Rico. Dicho trabajo sería considerado luego por los críticos como
la mejor traducción de la obra del escritor estadounidense. Los Cortázar
se fueron a vivir a Italia durante el año que duró el trabajo, y el 22 de
agosto de 1953 se casaron en París. Cortázar también tradujo Robinson Crosoe, de Daniel Defoe, y Mémories d’Hadrien, de Marguerite Yourcenar.
En
1963 visitó Cuba invitado por Casa de las Américas para ser jurado en un
concurso. Ya nunca dejaría de interesarse por la política latinoamericana.
Aurora, en cambio, volvió de la isla desilusionada y juró que nunca regresará.
En ese mismo año apareció Rayuela, que sería el mayor éxito editorial de
Cortázar y que le aseguraría un lugar de primera fila en el panorama de la
literatura latinoamericana. Según
declaró en una carta a Manuel Antín en agosto de 1964, Rayuela no iba a ser el nombre de su novela
sino Mandala: «De golpe comprendí que no hay
derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o
tibetano». Desde entonces, con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario
Vargas Llosa, hizo parte del privilegiado boom de la literatura
latinoamericana.
En
1967 rompió su vínculo con Aurora Bernárdez y tomó por pareja a la lituana Ugné
Karvelis, con quien nunca contrajo matrimonio, pero quien le inculcó un gran
interés por la política y difundió su obra a nivel internacional. Se
habían visto de lejos en París pero se enamoraron en La Habana. Agné era la contrafigura
de Aurora, según Carlos Gabetta: “tempestuosa, volcánica, sensual, habla con
fuerte voz de tabaco, bebedora, expansiva”. Dice Agné: “Llegados de dos
extremos del mundo ─el uno de Argentina, la otra de Lituana─ devorábamos, uno y
otra, más libros y jazz que bistecs, en busca de una libertad, de una verdad de
a entonces ignorábamos el nombre.” La relación duraría hasta 1979.
Con su tercera pareja y segunda
esposa, la escritora canadiense Carol Dunlop, Cortázar realizó numerosos
viajes. Uno de ellos fue registrado en el libro Los autonautas de la cosmopista, que cuenta el trayecto de la pareja
por la autopista París-Marsella.
Carol
Dunlop, nacida en Massachusetts, treinta y dos años menor que Julio, quedó en
la historia como el último gran amor del escritor. El primer encuentro entre
ellos se daría en 1977 en Montreal, donde Cortázar acudido a una cita
internacional de escritores. Tenía 63 años y se enamoró profundamente de la
“Osita”, como cariñosamente la llamaba. Dunlop también era escritora, y además fotógrafa
aficionada. Cortázar fue quien la buscó después de leer una obra suya, y le
propuso que se trasladara a París para “poder encontrarse dos veces por semana,
elegir temas, intercambiar puntos de vista y escribir cada uno sus textos”. La
relación fue más allá de las letras, por supuesto. Cortázar le pidió el
divorcio a Aurora Bernárdez en 1979 para poderse casar con Carol. Días más,
días menos, compartieron cinco años de vida. Y hubieran sido dos más (a
Cortázar ya se le había diagnosticado leucemia meloide crónica): Carol murió de
una enfermedad fulminante e irreversible a la edad de treinta y seis años, el 2
de noviembre de 1982. Cortázar quedó inconsolable, y según cuentan algunos de
sus amigos cercanos, solía hablar de Carol como si aún estuviera viva. No cabe
duda que entre ellos existió un amor muy profundo, ya que el escritor pidió que
lo enterraran al lado de Carol en el cementerio de Montparnasse en París.
Aurora
Bernárdez, su primera mujer, lo acompañó durante su enfermedad y se convirtió
en la heredera de su obra. Cortázar no tuvo hijos.
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Ugné Karvelis |
Cortázar y Ugné
Karvelis
El latigazo inicial de la ruptura con Aurora Bernárdez tenía nombre y
apellido, Ugné Karvelis; un lugar y una fecha algo anterior: Cuba 1967.
Ugné
Karvelis, lituana, germanista, veintidós años más joven que el escritor, a
principios de los sesenta trabajaba para la editorial Gallimard. En referencia
al inicio de sus relaciones con el escritor, Karvelis cuenta: "La historia
de amor fue un encuentro a cuatro, un libro, dos personas y un continente,
América Latina. Un continente que yo quería y conocía más que Julio por
aquellos años. Probablemente porque me era un mundo familiar. Quizá yo haya
nacido en una vida anterior en el Trópico o haya otra razón que es también
mágica.Cuando conocí a Julio él ya había escrito Rayuela. Ese libro fue mi gran
encuentro con él. Sé que todo el mundo dice que Rayuela es su libro. Pero yo
creo que es mucho más mi libro que el de la mayoría de la gente: llegué a París
en el mismo año que Julio, solo que yo tenía 16 años. Pero mate menos y vino
tinto en vez de mate yo he llevado una vida igual a la vida que se describe en
Rayuela, en la misma época y en los mismos parámetros geográficos. Nos habremos
cruzado, Julio y yo, miles de veces en aquellos años.
A
raíz de la antología completada en Gallimard, Karvelis empezó a tratar
esporadicamente a Cortázar. También cuando se tradujo Rayuela al francés, en
1966, tuvo algún contacto con él. No obstante, según cuenta la propia Karvelis
fue en enero de 1967 y en La Habana cuando se decidió a abordar al hombre y al
escritor. "Acorazada tras mi ejemplar de Rayuela, terminé por lanzarme al
asalto del gran hombre, interponiéndome entre él y el mostrador de la Recepción
en donde iba a depositar su llave. "Oh! sopresa: me invitó de inmediato a
tomar un mojito".
Ese
año y medio transcurrido entre los días cubanos y la decisión de separarse de
Aurora fue un período de compresibles dificultades emocionales. Si aquel
Cortázar se le antojó a Karvelis como el hombre de dos caras, pues "el
hombre cerrado de París se desvanecía tras un nuevo ser, feliz, con todas las
antenas fueras", éste, ya de regreso a París, volvía a su refugio y a sus
pautas cotidianas; volvía a su orden fortificado de Aurora y Général Beuret y
sus paseos solitarios por el canal Saint-Martin. Pero la decisión de Cortázar
iba ganando terreno: la evidencia de su interés por Karvelis. "Yo vivo en
un tiempo de disolución y quizá de reconstrucción", le dirá el escritor a
Porrúa.
En
cierto sentido, los viajes emprendidos a raíz de la separación con Aurora no
dejaban de ser además de una obligación basicamente laboral, un mecanismo de
defensa frente a la gente, el teléfono, la casa, los amigos, la presión
emocional que sentía en París por la ruptura.
En
1976, su relacion amorosa con Karvelis, en la que se mantuvo entre ambos
siempre una sólida autonomía, había entrado en una fase de acomodación, pero ya
sin el brío de años atrás y sin la inicial complicidad, posiblemente a causa de
la excesiva dependencia que Karvelis manifestaba en esos años por el alcohol, motivo
de marcadas tensiones entre ambos, o por el alejamiento cada vez más obvio
también entre los dos. Por este tiempo, Cortázar se encontraba falto de afecto
y lo buscaba allá donde se le brindaba. Por esta época, por ejemplo, mantuvo
sus vínculos amorosos con la fotógrafa holandesa Manja Hofferhaus.
El carácter de Karvelis era encima más bien fuerte, lo que provocaba
esos desencuentros. La escritora uruguaya Cristina Peri Rosi, amiga de
Cortázar, sostiene las siguientes palabras, "Julio quiso que la conociera,
aunque me adivirtió, "Ugné es muy celosa, te va a odiar. Olvídate de
publicar en Francia, lo va a impedir". Confiesa también que en cierta
ocasión tuvo que exiliarse en París y le pidió ayuda a ésta, quien le respondió
con un "Si tenés problemas, arreglate sola". En este sentido,
diversas fuentes consultadas coinciden en describir a Karvelis como una persona
de temperamento difícil y enérgico.
"Es
evidente que a pesar de mis esfuerzos por matener una relación amistosa que
podría ser excelente, sus reacciones y su manera de ser vuelven la cosa
imposible", dirá Cortázar.
Extractos de Julio Cortázar, El otro lado de las cosas,
de Miguel Herráez.
Cortázar según Peri Rossi
Cuando conocí a Julio Cortázar, en París, en 1973, era un hombre melancólico. (¿Quién que lee no es un melancólico, quién que escribe no lo es?) Ya se sentía un exiliado y el golpe militar en Chile y en Uruguay lo había sumergido, de pronto, en una realidad semejante a la de Rayuela, con la sustancial diferencia de que los personajes de la novela podían regresar a Buenos Aires, y él, no, como yo no podía volver a Montevideo. Hay exilios políticos, y otros, sentimentales; son las separaciones, y para estos, no es necesario cambiar de ciudad. Julio Cortázar y Aurora Bernárdez, su primera y hasta entonces única esposa, se habían divorciado, hacía tiempo, ya, pero Cortázar arrastraba cierta tristeza, una nostalgia por ese matrimonio deshecho que posiblemente sólo le podía confesar a una mujer ("Cada día me es más difícil hablar con los hombres –me decía Julio. Con ellos, hay que hablar de temas; en cambio, me gusta conversar con las mujeres, tienen las emociones a flor de piel, y eso es muy importante para mí, porque los hombres de mi generación se creían muy machos, y el falso pudor les impedía hablar de sus sentimientos"). El divorcio lo había pedido Aurora, a consecuencia de la relación que Julio sostuvo con Ugné Karvelis, durante el primer viaje que hizo a Cuba, invitado por Fidel Castro, a partir del cual Julio Cortázar se convirtió en un escritor políticamente comprometido. (Lo había estado antes, en Argentina, pero entonces, estuvo comprometido en contra del peronismo; ahora lo estaba a favor de la revolución latinoamericana que parecía extenderse como una marea incontenible.) Ugné Karvelis era una mujer muy atractiva, con aspecto de walkyria, vivía y trabajaba en París –agente y asesora literaria– y era una buena embajadora de la Revolución Cubana; acerca de su belleza y de su valentía política corrían muchas leyendas, pero en 1973, la relación entre ambos ya estaba muy deteriorada, entre otras cosas, por los celos y el alcoholismo de Ugné. Julio no quería hablar de estos problemas, pero muchas veces se le veía silencioso y triste. Sufrí en carne propia los celos desmesurados de Ugné (esos celos no distinguían sexo, opción sexual ni tampoco a los amigos varones). No vivían juntos, aunque Julio dormía en casa de Ugné casi todas las noches. Además, era su agente literaria. Julio quiso que yo la conociera, aunque me advirtió: "Ugné es muy celosa. Te va a odiar. Olvídate de publicar en Francia: lo va a impedir". La velada en la que nos conocimos fue bastante penosa. Julio me había invitado a ver, en París, la representación de una de nuestras óperas favoritas, Turandot, realizada por una famosa compañía teatral de enanos y de enanas (salvo la protagonista, de estatura normal). Apareció acompañado por Ugné Karvelis. La incomodidad de ambos era evidente, y pensé que Julio había tenido que ceder para evitar un conflicto. Intenté tranquilizar a Ugné, pero me di cuenta de que el problema venía de lejos y que yo era, en ese momento, sólo una de sus manifestaciones. No hablaron una sola palabra entre ellos, ni antes, ni después de la función, ni tampoco en la cafetería adonde fuimos luego. Hacía mucho frío esa noche, en París, y los miembros de la compañía también buscaron refugio en la cafetería, lo cual animó un poco a Julio - y a mí, todo sea dicho–, porque la tensión que había entre ellos no era nada saludable. Como casi todos los depresivos, me hice la pregunta que no tenía que hacerme: ¿Qué le he hecho yo a esta mujer para que me odie? La pregunta correcta debió ser: ¿Qué le ocurre a esta mujer para que me odie? Ugné era una mujer muy guapa, una real hembra, y Julio, un hombre muy atractivo, que gustaba mucho a las mujeres; la relación sexual estaba servida, y el conflicto, también. Sé que Julio intentó suavizar la hostilidad de Ugné hacia mí, pero no lo consiguió. Tiempo después, cuando tuve que exiliarme en París y Julio estaba en Brasil, visitando a su madre de incógnito, la llamé para que me ayudara: yo era una compañera política indocumentada, perseguida por la Policía de Extranjería de tres países. La llamé por teléfono, tal como me había indicado Julio, desde Brasil, pero Ugné fue cortante: "Si tenés problemas, arreglate sola", me dijo, y dio por finalizada la conversación. Ugné no me brindó la menor ayuda, ni siquiera quiso verme; en todo caso, gracias a ella, aprendí una amarga lección: los celos de una mujer, por inmotivados que fueran, están por encima de la solidaridad y del compañerismo político. (Son muy amargas, las cosas que se aprenden en el exilio. Pero eso no es lo peor: lo peor es que, posiblemente, la experiencia no le servirá a otros. Todo tiende a repetirse, como en uno de los círculos de Dante.) Cuando Julio regresó de Brasil y se enteró de la actitud de Ugné sufrió un gran disgusto. Tuvo una de esas cóleras frías, heladas, tan profundas que nada basta para aplacarlas. No sé qué ocurrió entre ellos, porque era demasiado elegante como para contármelo, pero a partir de ese momento, sus relaciones fueron todavía más tensas; para huir del conflicto, y de París, comenzó a viajar con mucha frecuencia, a pesar de que detestaba el avión. Eran huidas, con el pretexto de un congreso, de una invitación a una universidad, pero, en realidad, Julio estaba buscando el amor que le faltaba y dejando atrás una relación cada vez más conflictiva, más peligrosa. "Soy un hombre solo", me dijo a menudo, y eso se le notaba a veces en la mirada, en los pasos.
Cristina Peri Rossi
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Cortázar y Carol Dunlop |
Yo digo que París es una mujer;
y es un poco la mujer de mi vida.
Julio Cortázar
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Cortázar con Carol Dunlop |
Los últimos pasos
En agosto de 1981 sufrió una hemorragia gástrica y salvó su vida de milagro. Nunca dejó de escribir, fue su pasión aún en los momentos más difíciles. Ya era ciudadano francés. En 1983, vuelta la democracia en Argentina y muy afectado por la muerte de Carol, Cortázar hizo un último viaje a su patria, donde fue recibido cálidamente por los admiradores, que lo detenían en la calle para pedir su autógrafo, e ignorado por las autoridades nacionales. No le contó a nadie de su enfermedad, pero estaba recogiendo sus pasos. Alguien dijo que parecía un fantasma. Después de visitar a varios amigos, regresó a París.
Julio murió el 12 de febrero de 1984 a causa de una leucemia. Dos días después, fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en la misma tumba donde yacía Carol. La lápida y la escultura que adornan la tumba fueron hechas por sus amigos, los artistas Julio Silva y Luis Tomasello. Es costumbre dejar una copa o un vaso de vino y una hoja de papel o un billete de metro con una rayuela dibujada.
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Julio Denis, Presencia, 1938
Primer libro de Julio Cortázar |
El poeta Cortázar
Debe recordarse que en realidad el primer libro de Cortázar fue un poemario, Presencia, publicado con el seudónimo de Julio Denis. Durante toda su vida escribió gran cantidad de poemas en prosa (en libros mixtos como Historias de cronopios y de famas, Un tal Lucas, Último round); e incluso poemas en verso (Presencia, Pameos y meopas, Salvo el crepúsculo). Colaboró en muchas publicaciones en distintos países, grabó sus poemas y cuentos, escribió letras de tangos (con el Tata Cedrón, por ejemplo) y le puso textos a libros de fotografías e historietas. El primer título que se publicó después de su muerte, Salvo el crepúsculo, era un libro de poemas. A pesar de su acento francés, Cortázar leía de maravilla. Las grabaciones que dejó son un auténtico manjar para sus admiradores.
Poeta frustrado
Siempre quiso ser un gran poeta, pero no lo era y lo sabía. Él escribió poemas a lo largo de su vida, aunque no de manera continua. Pero como tenía mucho sentido autocrítico, se daba cuenta de que la mayoría de los poemas no estaban al nivel que hubiera querido. Era un gran escritor de textos en prosa. Sin embargo, logró poemas muy buenos, con cosas muy interesantes. Para él, la poesía siempre fue una frustración. Era un poeta frustrado.
Ugné Karvelis
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Cortázar según Sabat |
Cortázar según García Márquez
Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo. Sin embargo, me atrevo a pensar que si los muertos se mueren, Cortázar debe estar muriéndose otra vez de vergüenza por la consternación mundial que ha causado su muerte. Nadie le temía más que él, ni en la vida real ni en los libros, a los honores póstumos y a los fastos funerarios. Más aún: siempre pensé que la muerte misma le parecía indecente. En alguna parte de La vuelta al día en ochenta mundos un grupo de amigos no puede soportar la risa ante la evidencia de que un amigo común ha incurrido en la ridiculez de morirse. Por eso, porque lo conocí y lo quise tanto, me resisto a participar en los lamentos y elegías por Julio Cortázar. Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo.
Gabriel García Márquez
Los venenos
Hay un cuento que me proyecta mucho: Los venenos. Tuve unos amores infantiles terribles, muy apasionados, llenos de llantos y deseos de morir; tuve el sentido de la muerte muy, muy temprano, cuando se murió mi gato preferido. Este cuento, “Los venenos”, gira en torno a la niña del jardín de al lado, de quien me enamoré, y de una máquina para matar hormigas que teníamos cuando era niño. Asimismo, es la historia de una traición, porque una de mis primeras angustias fue el descubrimiento de la traición. Yo tenía fe en los que me rodeaban, y por eso el descubrimiento de los aspectos negativos de la vida fue terrible. Esto me sucedió a los nueve años.
Julio Cortázar
García Márquez: "La novela que escribimos entre muchos"
EL PAÍS
Madrid / Barcelona 13 FEB 1984
Diversos escritores de todo el mundo manifestaron ayer su pesar por la muerte de Julio Cortázar. Esta es una breve selección de opiniones, que abre Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura y amigo personal de Julio Cortázar. Para él, como para otros muchos autores, Cortázar era el epicentro de una actitud literaria que en Latinoamérica no puede ausentarse del compromiso ante la vida cotidiana, al tiempo que afirma la voluntad de creación de un lenguaje nuevo.
Gabriel García Márquez dijo ayer desde México: "Se ha muerto un gran amigo y después uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. Esta es la pura verdad. Estaba totalmente de acuerdo con él en las ideas políticas, plenamente a su lado. Julio fue un político tardío. Tardó años en desprenderse de una actividad puramente intelectual y sólo tras la revolución cubana adquirió una conciencia política. Literariamente hay muchas diferencias entre los dos, pero como he dicho muchas veces la novela latinoamericana es una sola novela que estamos escribiendo entre muchos. Si hay algo que explica las diferencias entre sus atrevimientos experimentales en la literatura y que le diferencian en parte de mí es que él fue siempre un escritor totalmente al tanto de las últimas corrientes literarias y también, esto me parece importante, de las novedades musicales. Realmente, si en el arte tuvimos Julio y yo un verdadero punto de contacto éste fue la música. Siempre hablamos más de música que de literatura y en más de una ocasión nos hemos encontrado casualmente en los conciertos.Encontré por primera vez a Julio Cortázar en París en 1956. Yo había leído unos años antes, en Colombia, su libro de cuentos, Bestiario, y me había impresionado mucho. Me acerqué por el café parisino Old Navy donde solían reunirse algunos grupos argentinos y donde me habían dicho que acudía Cortázar. No estuvo entonces muy expresivo. Por aquella época yo había publicado La hojarasca y era para él un desconocido. Con todo, Cortázar sólo dejó de ser una persona retraída después de comprometerse políticamente. Lo volví a encontrar en 1967, también en París, recién publicada mi Cien años de soledad, y era una persona distinta. Su evolución política influyó decisivamente sobre su personalidad y, mientras antes había renunciado tercamente a servir de hombre-espectáculo, con su compromiso político no rehusó dar conferencias y manifestarse en público. Dejó de ser aquel hombre que era un ratón de biblioteca. A pesar de sus simpatías por la revolución cubana, lo cierto es que sus conferencias se centraron sobre todo en Nicaragua. Tras perder a su esposa se refugió en aquel país y allí ha dejado numerosos amigos y un profundo recuerdo. Muchos amigos hemos coincidido en que él empezó a morirse el día en que murió su última mujer. Todos sabíamos que no sobreviviría mucho a Carol".
Vargas Llosa: "Hombre de riqueza humana contagiosa"
Mario Vargas Llosa, escritor peruano, autor de La ciudad y los perros, dijo ayer desde Perú:"Estoy sobrecogido. Estimaba mucho a Julio. Convivimos en París a lo largo de casi siete años y fue siempre una relación muy cordial pese a nuestras diferencias políticas que nunca expropiaron la amistad. Mantuvimos un recíproco interés por las cosas que decíamos y hacíamos, y yo siempre he sentido una gran admiración por su obra. Una obra en verdad decisiva para el florecimiento de la narrativa latinoamericana en la que destaca la aportación de Rayuela sobre todo. Por otra parte, era una persona de una gran generosidad y de una riqueza humana contagiosa. Me ha apenado todavía más su muerte porque, a pesar de que Cortázar tuviera setenta años, parecía siempre una -persona joven tanto en el aspecto físico como en su ánimo. Este ímpetu y esta juventud fue acaso lo que le impulsó siempre a -buscar nuevas formas artísticas, formas temerarias incluso. Sus declaraciones políticas tenían también este aire adolescente, temerario, irresponsable. Y por esto también eran más atractivas y seductoras, y te movían a excusarle algunas cosas que en otras personas no eran excusables. Con él empieza a perderse todo un período de la literatura".
Calvino: "Proeza literaria"
El escritor italiano Italo Calvino dijo anoche desde Roma:"Mi recuerdo de Julio Cortázar está más unido al escritor que al político. Nos unió sobre todo en el período de 1950 a 1960 una amistad muy estrecha. Cortázar quedará en mi recuerdo para siempre como la imagen de un hombre que sabía fundir maravillosamente sus exquisitas dotes humanas con una proeza literaria que yo calificaría de única.
Yo he preferido siempre sus primeros libros de narraciones. Por ejemplo, Las armas secretas, Final del juego, Los premios, porque se trata de escritos en los que lo misterioso, lo fantástico y lo terrible nacen de un deseo minucioso de lo cotidiano. Más aún que en sus novelas, creo que Cortázar se realizaba en narraciones como Historia de cronopios y de famas, en los cuales la genialidad de su fantasía resultaba verdaderamente feliz. Desde hace meses, yo seguía con ansia las noticias de su salud. Y sus amigos sabíamos que por desgracia Cortázar estaba más cercano al final de su tarea de lo que él mismo imaginaba. Con él la literatura mundial ha perdido a uno de sus exponentes de mayor valor y a un formidable observador crítico del mundo contemporáneo".
Onetti: "Airear su idioma"
El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, autor de El astillero, dijo ayer en Madrid:"Julio Cortázar y yo éramos demasiado amigos para que me sea posible despedirle empleando las tan manoseadas palabras "funebreras", término éste de un tango que él apreciaba.
Me limitaré a recordar su empeño exitoso en airear la literatura en lengua castellana. Le bastó, acaso, con su novela Rayuela y unos ochenta cuentos. A juzgar por el alto número de pichones cortazarianos que, actuando como jurado, encontré en varios concursos literarios, quiero suponer que logró, en gran parte, cumplir la noble tarea de renovación que le había impuesto su amor por lo que llamamos las bellas artes. Nada más, por ahora, que un chau Julio que no tendrá respuesta".
Otros juicios
Cortázar aparece como personaje fugaz, rodeado a su vez de algunas de sus criaturas literarias, en Gramática parda, la última novela de Juan García Hortelano, quien afirma deber al escritor fallecido "muchas horas de lectura maravillosa. Era uno de los autores con los que más he conectado literaria, política y humanamente". Camilo José Cela, sorprendido por la muerte del autor de Rayuela, se refirió a él como "un gran escritor, una de las cumbres entre los escritores iberoamericanos últimos". Otro, escritor español amigo de Cortázar, José M. Caballero Bonald, coincidió en la extrañeza por la muerte de "ese hombre elegante, correcto, con aparente perenne juventud".Juan Goytisolo dijo ayer desde Marruecos que tenía una gran admiración por la obra de Cortázar anterior a Rayuela, "pero no comparto la admiración que muchos tienen ante su obra posterior, por sus novelas. Creo que Cortázar pasará a la historia de la literatura más como un gran cuentista y narrador, que como novelista. Obras como Bestiario o Las armas secretas son absolutamente admirables, mucho más admirables que sus novelas".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de febrero de 1984
En 1914 nace en Bruselas, de padres argentinos.
En 1916 la familia se traslada a Suiza.
En 1918 la familia regresa a la Argentina y se instala en Banfield, suburbio de Buenos Aires, donde Cortázar pasa su infancia y adolescencia.
En 1923 escribe poemas y termina una primera novela.
En 1932 obtiene el grado de maestro de primaria. Ese mismo año intenta sin éxito viajar a Europa en un buque de carga, con un grupo de amigos. “Buenos Aires era una especie de castigo. Vivir allí era estar encarcelado”, le confesaría años después a Luis Harss.
En 1935 obtiene el grado de maestro de enseñanza media.
En 1936 ingresa a la carrera de letras de la Universidad de Buenos Aires.
En 1937 abandona los estudios y comienza a trabajar como profesor en Bolívar y Chivilcoy.
En 1938 publica su primera colección de poemas, Presencia (Buenos Aires, El Bibliófilo), con el seudónimo de Julio Denis. De ellos dirá que eran unos sonetos "muy mallarmeanos" y que el libro fue "felizmente" olvidado. Cortázar padeció temprano el sarampión de la poesía. A los doce o trece años, escribe sonetos que son "un plagio involuntario de Poe", poemas de amor a una compañera de clase.
En 1944 se traslada a Cuyo, Mendoza, y en su Universidad imparte cursos de Literatura Francesa. Participa en manifestaciones de oposición al peronismo. Publica su primer cuento, “Bruja”, en la revista Correo Literario y se ve obligado a renunciar a la Universidad de Cuyo. Se traslada a Buenos Aires, donde trabaja como director de la Cámara del Libro Argentina y traductor ocasional.
En 1946 publica el cuento “Casa tomada” en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges.
En 1947 aparece publicado su cuento “Bestiario”.
En 1948 obtiene el título de traductor público de inglés y francés.
En 1949 publica el poema dramático Los Reyes, primera obra firmada con su nombre real e ignorado por la crítica. Durante el verano escribe Divertimento, que de alguna manera prefigura Rayuela, y que solo será publicada en 1986, después de su muerte. Colabora en las revistas culturales de Buenos Aires Cabalgata, Realidad y Sur.
En 1950 viaja a Europa y, según se supo en años recientes, conoce a la inglesa Edith Aron, con quien mantuvo un romance. Fue su Maga y la fuente de inspiración del personaje de Rayuela. Escribe otra novela, El examen, rechazada por el asesor literario de Losada, Guillermo de Torre. Cortázar la presentará sin éxito a un concurso convocado por la misma editorial. Esta novela también será editada en 1986.
En 1951 publica su primer libro de cuentos Bestiario, en la editorial Sudamericana. El libro -salvo para un puñado de lectores -pasa inadvertido. Obtiene una beca del gobierno francés y viaja a París, con la firme intención de establecerse allí. En 1952 aparece el cuento “Axolotl” en Buenos Aires Literaria.
En 1953 viaja a Italia con Aurora Bernárdez y comienza a trabajar para la Unesco. Se casa con Aurora el 22 de agosto en París.
En 1954 viaja a Montevideo en calidad de traductor y revisor de la UNESCO. Se aloja en el Hotel Cervantes, ya frecuentado por Jorge Luis Borges y escenario de su cuento “La puerta condenada”. Va al cine, recorre la ciudad con sus pasos de gigante y visita el barrio del Cerro, donde ubicará a La Maga. Continúa trabajando como traductor independiente de la UNESCO. Sigue escribiendo lo que luego serán las Historias de cronopios y de famas, que había iniciado en el año 1951: "Una noche, escuchando un concierto en el Thèatre des Champs Elysées, tuve bruscamente la noción de unos personajes que se llamarían cronopios", explicó años después. Buenos Aires Literaria publica “Torito”. Viaja a Italia, donde empieza a traducir los cuentos de Edgar Allan Poe.
En 1956 publica el libro de cuentos Final del juego (México, Los Presentes). Aparece la traducción de Obras en prosa, de Poe, en la Universidad de Puerto Rico.
En 1959 publica el volumen de cuentos Las armas secretas, que incluye el cuento largo “El perseguidor”. “Fue una iluminación. Terminé de leer el artículo (que anunciaba la muerte de Charlie Parker) y al otro día o ese mismo día, no me acuerdo, empecé a escribir el cuento. Porque de inmediato sentí que el personaje era él (…) era lo que yo había estado buscando”. Cortázar aborda en este cuento un problema de tipo existencial que ampliaría en Los premios y profundizaría en Rayuela. Es más, asegura que sin ese cuento nunca hubiera escrito Rayuela.
En 1960 viaja a Estados Unidos (Washington y Nueva York) y publica la novela Los Premios (Sudamericana).
En 1961 realiza su primera visita a Cuba. Ella le mostrará "el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política. Desde ese día traté de documentarme, traté de entender, de leer". Ese mismo año la editorial Fayard publica Los Premios, primera traducción de una obra de Cortázar.
En 1962 publica Historias de cronopios y de famas (Buenos Aires, Minotauro).
En 1963 publica Rayuela (Buenos Ares, Sudamericana), de la que se vendieron 5.000 ejemplares en el primer año. "Escribía largos pasajes de Rayuela sin tener la menor idea de dónde se iban a ubicar y a que respondían en el fondo (...) Fue una especie de inventar en el mismo momento de escribir, sin adelantarme nunca a lo que yo podía ver en ese momento", dirá. Publica “Una flor amarilla” en la Revista de Occidente, de Madrid, y “Descripción de un Combate” en Eco contemporáneo. Ese mismo año participa como jurado en el Premio Casa de las Américas, en La Habana.
En 1965 la editorial Pantheon de Nueva York publica la traducción inglesa de Los premios y Luchterhand, Berlin, Geschichten der Cronopien und Famen.
En 1966 publica el libro de cuentos Todos los fuegos el fuego (Buenos Aires, Sudamericana). En Nueva York, Pantheon publica la traducción al inglés de Rayuela y Gallimard la traducción francesa, de Laure Guille-Bataillon. En la revista Unión, de La Habana, aparece el artículo “Para llegar a Lezama Lima”. El escritor decide asumir públicamente su compromiso con la lucha de liberación Latinoamericana. El director italiano Michelangelo Antonioni filma Blow-Up, basado en “Las babas del diablo”, uno de los cuentos de Las armas secretas, con David Hemmings, Vanessa Redgrave y Sarah Miles.
En 1967 publica La vuelta al día en ochenta mundos, que reúne cuentos, crónicas, ensayos y poemas, con una diagramación muy original de Julio Silva y como un homenaje a Julio Verne “pero de una manera muy indirecta”. Se relaciona íntimamente con Ugné Karvelis y se separa de Aurora Bernárdez.
En 1968 publica la novela 62: modelo para arma (Sudamericana), que desconcierta a la crítica, y el texto Buenos Aires, Buenos Aires, con fotografías de Sara Facio y Alicia D’Amico.
En 1969 publica otro de sus libros “almanaque”, la colección de textos de Último round, donde se recogen ensayos, cuentos, poemas, crónicas, textos humorísticos. La edición (Siglo XXI, México) está imaginada como un edificio de dos plantas, alta y baja, y cuenta con profusas ilustraciones. El libro contiene (planta baja) una extensa carta de Cortázar a Roberto Fernández Retamar escrita en Saigón el 10 de mayo de 1967. Pantheon de Nueva York publica la traducción inglesa de Historias de cronopios y de famas y Einaudi (Torino, Italia) la traducción de Rayuela.
En 1970 publica Viaje alrededor de una mesa (ponencia presentada en la mesa redonda “El intelectual y la política”, celebrada en París), así como Literatura en la revolución y revolución en la literatura (texto de la polémica sostenida por Cortázar y Mario Vargas Llosa con Oscar Collazos y publicada originalmente en la revista Marcha de Montevideo, a partir del 29 de agosto de 1969, México, siglo XXI Editores.) Publica también el volumen Relatos (que incluye los libros Bestiario, Final del juego, Las armas secretas y Todos los fuegos el fuego).
En 1971 publica Pameos y meopas (Barcelona, Ocnos), que incluye poemas escritos entre 1944 y 1958. Fue excomulgado por Fidel Castro, junto a otros escritores, por solicitar información sobre el arresto del poeta Heberto Padilla. A pesar de la desilusión por la actitud de Castro, siguió de cerca la situación política de Latinoamérica. El año anterior había viajado a Chile para solidarizarse con el gobierno de Salvador Allende. Debe recordarse que Cortázar lee y divulga al poeta cubano José Lezama Lima, autor de Paradiso.
En 1972 publica Prosa del observatorio (Barcelona, Lumen, con fotografías del propio Julio Cortázar y la colaboración de Antonio Gálvez).
En 1973 aparece Libro de Manuel (Buenos Aires, Sudamericana), que obtiene en París el Premio Médicis. Asiste a la presentación del libro en Buenos Aires. De paso visita Perú, Ecuador y Chile. Se entrevista con Salvador Allende. La novela levanta una considerable polvareda: "...si durante años he escrito textos vinculados con problemas latinoamericanos, a la vez que novelas y relatos en que esos problemas estaban ausentes o sólo asomaban tangencialmente, hoy y aquí las aguas se han juntado, pero su conciliación no ha tenido nada de fácil, como acaso lo muestre el confuso y atormentado itinerario de algún personaje", escribió en el Prólogo. En Barcelona (Tusquets) publica La casilla de los Morelli, cuya edición, prólogo y notas estuvieron a cargo de Julio Ortega.
En 1974 aparece el libro de cuentos Octaedro (Buenos Aires, Sudamericana). Obtiene el premio Medicis de Literatura para autores extranjeros por la novela Libro de Manuel. En abril participa en una reunión del Tribunal Russell reunido en Roma para examinar la situación política en América Latina, en particular las violaciones de los derechos humanos.
En 1975 publica la historieta Fantomas contra los vampiros multinacionales (México, Excélsior), y el texto Silvalandia (que acompaña la obra gráfica de Julio Silva, México, Cultura G.D.A.). Viaja a los Estados Unidos (Oklahoma) en ocasión de la Fitfh Oklahoma Conference on Writers of the Hispanic World dedicada a su obra. Los trabajos leídos y dos textos suyos fueron reunidos en el volumen The Final Island: The Fiction of Julio Cortázar (1978), una primera valoración crítica de la obra de Cortázar en lengua inglesa. Realiza lecturas en la Universidad de Oklahoma.
En 1976 realiza una visita clandestina a la aldea de Solentiname, en Nicaragua. Publica Estrictamente no profesional (Buenos Aires, La Azotea) a partir de fotografías de Alicia D'Amico y Sara Facio.
En 1977 aparecen los libros de cuentos Alguien que anda por ahí (Madrid, Alfaguara), en el que se recoge el texto “Apocalipsis en Solentiname”, y Ceremonias (Barcelona, Seix Barral), que recoge los títulos Final del fuego y Las armas secretas.
En 1978 la editorial Pantheon publica en Nueva York la traducción inglesa de Libro de Manuel. Cortázar hace una advertencia al lector norteamericano: "Este libro se completó en 1972. La Argentina estaba entonces bajo la dictadura del general Alejandro Lanusse, y ya entonces la intensificación de la violencia y la violación de los derechos humanos eran evidentes. Tales abusos han continuado y han sido incrementados bajo la junta militar del general Videla (...) las referencias a Argentina y otros países latinoamericanos son hoy tan válidas como lo fueron cuando se escribió este libro". Publica Territorios (México, Siglo XXI Editores) con textos relativos a la pintura.
En 1979 publica Un tal Lucas (Madrid, Alfaguara). En octubre visita Nicaragua y desde entonces se dedica a apoyar y servir a la Revolución Sandinista. Algunos de sus textos son utilizados en la campaña de alfabetización del país. Se separa de Ugné Karvelis, con la que sigue manteniendo una estrecha amistad. Viaja a Panamá con Carol Dunlop y conoce a Omar Torrijos.
En 1980 publica el libro de cuentos Queremos tanto a Glenda (México, Nueva Imagen). Realiza una serie de conferencias en la Universidad de Berkeley, California.
En 1981 Miterrand le concede la nacionalidad francesa.
En 1982 publica un nuevo libro de cuentos, Deshoras (México, Nueva Imagen). En noviembre muere Carol Dunlop.
En 1983 aparece el libro Los autonautas de la cosmopista (Barcelona, Muchnik Editores), escrito a cuatro manos con Carol Dunlop, y que narra un viaje de treinta y tres días entre París y Marsella. Viaja a La Habana para asistir a una reunión del Comité Permanente de Intelectuales por la Soberanía de los pueblos de Nuestra América. Entre el 30 de noviembre y el 4 de diciembre viaja a Buenos Aires, para visitar a su madre después de la caída de la dictadura. Las autoridades ignoran su presencia, pero es calurosamente recibido por la gente, que lo reconoce en las calles. Se publica Nicaragua tan violentamente dulce (Managua, Ed. Nueva Nicaragua).
En 1984 viaja a Nicaragua, recibe del ministro de Cultura nicaragüense, Ernesto Cardenal, la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío. El 12 de febrero Julio Cortázar muere de leucemia y es enterrado en el cementerio de Montparnasse, junto a Carol Dunlop. En México (Editorial Nueva Imagen) aparece su libro de poemas Salvo el crepúsculo.
Cortázar, una ausencia presente
Aurora Bernández, viuda del autor de 'Rayuela', evoca con Mario Vargas Llosa la amistad de los tres
“¿Encontraría a la Maga?” (Rayuela)
¿Quién es ¿ ¿Dónde está? ¿La han visto? Y las miradas del pequeño salón la buscaban sin encontrarla. Hasta que Aurora Bernárdez con su pelo blanco entró despacito mientras creaba un camino de murmullos, se acercó a la mesa principal, se sentó en la silla acomodándose su vestido blanco estampado de paraguas, zapatos y mariposas rosadas para escuchar en silencio a Mario Vargas Llosa, a su lado, hablar de su marido: Julio Cortázar. Atendía serena los elogios y recuerdos, cuando el Nobel de literatura terminó de hablar, ella lo miró, y tras un suspiro le dijo con una sonrisa:
- Cuánto me ha gustado conocer a Aurora y a Julio, por el retrato que has hecho de nosotros.
Las risas de las 67 personas que estaban en el salón hicieron reír sonoramente a los dos. Así quedaba abierto oficialmente el juego de dos viejos amigos que una noche de diciembre de 1958 se conocieron en París. Ahora, 55 años después, evocaban no solo esa amistad, sino la del amigo más importante de entonces, aquel hombre de cabeza rapada, grandes manos que movía al hablar y de juventud indestronable que gozaba de la admiración de todos los que lo conocían. Aquella velada, el veinteañero Vargas Llosa estuvo hablando con una pareja toda la noche, sorprendido por la inteligencia de ambos y el ingenio de los dos para expresar ideas e intercambiar opiniones que hechizaban a todos. Solo al despedirse supo que se trataba de Cortázar y su mujer.
Con el tiempo el escritor argentino se convertiría en uno de los mejores amigos y en uno de los modelos y mentores de Vargas Llosa. Y las invitaciones que le hacían los Cortázar a su casa en verdaderos momentos de felicidad. Revelaciones de una conversación inédita entre dos amigos que, a veces, como adolescentes, se quitan la palabra uno a otro empujados por el entusiasmo de contar qué hicieron, qué han hecho, qué recuerdos siguen en su vida intactos. Y como dos amigos se siguen preguntando cosas que antes no se habían atrevido y que aprovechan en este homenaje Cortázar y el Boom Latinoamericano, en uno de los cursos de verano de El Escorial de la Universidad Complutense de Madrid, organizado por la Cátedra Vargas Llosa.
Las palabras se asoman por momentos en Rayuela. Entran y salen rápidamente de ella. Entran y salen, también, de la cómo era Cortázar (“una de las personas más inteligentes que he conocido y con ideas muy originales sobre la literatura”, cuenta Vargas Llosa); de cómo era su casa parisina (“A la entrada tenía una pizarra con recortes de periódicos y más cosas pegadas con alfileres”); de qué autores habían traducido ambos (“Aurora a Sartre, a Durrel y su Cuarteto de Alejandría, y a Italo Calvino”).
En aquella aún reciente noche de 1958 el mito y la leyenda en torno a Cortázar ya empezaban a tener forma. El Nobel peruano aprovecha el entusiasmo de Aurora Bernárdez para seguir en el juego de Yo pregunto y tú dices la verdad. “¿Es verdad que ustedes se presentaron a las pruebas de traductores de la Unesco en París y sacaron los dos primeros puestos, y que les ofrecieron un contrato fijo pero que rechazaron con el argumento de que preferían tener tiempo para leer y escribir?
- Sí. Y, tal vez, el primer puesto lo obtuvo Julio. Y le había podido servir para curarse del complejo de inferioridad. Aunque, después, cuando hicimos el curso para sacar el carnet de conducir lo obtuve yo primero.
Y, entre risas, las anécdotas se suceden en París, en Roma…
-Porque Julio, como todo argentino que se respete, creía que el italiano era su segunda lengua. Pero no…
Su modestia era legendaria. Su viuda solo recuerda un atisbo de vanidad:
- Recién llegados a París trabajó en una distribuidora de libros y un día llegó a casa, y muy serio, me dijo: “Yo soy el que hace mejor el paquete de libros”. Y era verdad.
Más risas y más anécdotas que dan paso a la obra cumbre de Cortázar,Rayuela, cuyo éxito arrasó el mundo privado que los dos habían construido y cuidaban con celo. Lo convirtió en una figura pública.
- El libro cayó como una bomba. Pero también tuvo adversarios que seguían atentos al otro Cortázar, al de los cuentos, que no es ni mejor ni pero, sino con otra visión.
Hasta que llega la pregunta que todos los lectores de Rayuela quisieran hacerle a Aurora Bernárdez: ¿Es usted la Maga?
- No, dice ella sonriendo con su voz suave.
Y Vargas Llosa insiste: “¿pero si hay una persona física que se le parezca esa eres tú?
- No (dice ella de nuevo sonriendo pero categórica). No creo para nada eso, ni de lejos. La maga es un montón de palabras en un papel… Puede haber muchas. Pero tal vez puede estar inspirada en una amiga nuestra, pero ella se ofendió porque creyó que la palabra maga se refería a bruja… (Y Aurora Bernárdez ríe con picardía).
Cortázar, según Vargas Llosa, es uno de esos autores de gran generosidad, aconsejaba, por ejemplo, sobre los manuscritos que le enviaban los jóvenes escritores, “tenía una integridad intelectual y literaria que nunca traicionó”. Pero el mundo Cortázar cambió, coincidieron Bernárdez y Vargas Llosa, unos años después de Rayuela debido a varios viajes que hizo él, por un lado a Cuba y a la India, en 1968, según su viuda:
- En la India de golpe tuvo conciencia del dolor de estar vivo. Es cuando descubre que el hombre sufre muchísimo, y empieza a ser más político. Luego se va a la Argentina donde hay una historia política lamentable, aunque ahora no es que haya mejorado mucho. Él tenía migrañas y fue a un médico que, tras examinarlo, le dijo que lo que tenía no era una enfermedad, sino un estado de opinión.
Finalmente Vargas Llosa le pregunta: “¿Qué crees que va a quedar de Cortázar, su legado?
- No tengo idea. Hay que esperar otros 50 años más… Creo que Julio quedará en el repertorio de esos escritores ausentes que estarán siempre presentes.
Bibliografía
Presencia. Publicada
con el pseudónimo de Julio Denis. Buenos Aires, El Bibliófilo, 1938. Poemas.
Los Reyes. Buenos
Aires, Gulab y Aldabahor, 1949. Poema dramático.
Bestiario. Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 1951. Relatos
Final del juego. México, Los Presentes, 1956. Relatos. 2ª edición aumentada: Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 1964.
Las armas secretas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1959.
Relatos.
Los premios, Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 1960. Novela.
Historias de cronopios y de famas, Buenos Aires, Ediciones Minotauro, 1962.
Historias breves.
Rayuela, Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 1963. Novela.
Todos los fuegos el fuego, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1966.
Relatos.
La vuelta al día en ochenta mundos, México, Siglo XXI Editores, 1967.
Buenos Aires, Buenos Aires, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1968.
Textos sobre fotos de Alicia D'Amico y Sara Facio.
62. Modelo para armar, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1968.
Novela
Último round, México, Siglo
XXI Editores, 1969. Diagramación de Julio Silva. Miscelánea.
Viaje alrededor de una mesa, Buenos Aires, Cuadernos de Rayuela, 1970.
Miscelánea.
Pameos y meopas, Barcelona, Editorial Ocnos, 1971. Poemas.
Prosa del observatorio, Barcelona, Lumen, 1972. Poema.
Libro de Manuel, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1973. Novela.
La casilla de los Morelli, Barcelona, Editorial Tusquets, 1973. Selección de
textos.
Octaedro, Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 1974. Relatos.
Fantomas contra los vampiros multinacionales, México, Ediciones de Excelsior, 1975. Cómic.
Silvalandia, Editorial
Cultural G.D.A., México, 1975. Textos sobre pinturas de Julio Silva.
Alguien que anda por ahí, Madrid, Alfaguara, 1977. Relatos.
Territorios, México,
Siglo XXI Editores, 1978. Diseño de Julio Silva. Miscelánea.
Un tal Lucas, Madrid,
Alfaguara, 1979. Historias breves.
Queremos tanto a Glenda, Madrid, Alfaguara, 1980. Relatos.
Deshoras, Madrid,
Alfaguara, 1982. Relatos
Los autonautas de la cosmopista o Un viaje
atemporal París-Marsella, en
colaboración con Carol Dunlop. Barcelona, Muchnik Editores, 1983.
Nicaragua, tan violentamente dulce, Barcelona, Muchnik Editores, 1983. Artículos.
Alto el Perú, México,
Editorial Nueva Imagen, 1984. Textos sobre fotografías de Manja Offerhaus.
Salvo el crepúsculo, Madrid, Alfaguara, 1984. Poemas.
Nada a Pehuajó y Adiós, Robinson, México, Editorial Katún, 1984. Teatro.
El examen, Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 1986. Novela.
Divertimento, Buenos
Aires, Editorial Sudamericana 1988. Novela.
Obra crítica, Madrid,
Alfaguara, 1994, 3 vols.
Diario de Andrés Fava, Madrid, Alfaguara, 1995. Novela.
Adiós, Robinson y otras piezas breves, Madrid, Alfaguara, 1995. Teatro.
Imagen
de John Keats, Madrid, Alfaguara, 1996. Estudio.