Guillermo Cabrera Infante |
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DE OTROS MUNDOS
GUILLERMO CABRERA INFANTE
(1929-2005)
(Gibara, Cuba, 22 de abril de 1929 - Londres, 21 de febrero de 2005)
(Gibara, Cuba, 22 de abril de 1929 - Londres, 21 de febrero de 2005)
Nacido en Cuba en 1929, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante es conocida por muchas obras aclamadas, incluyendo Tres Tristes Tigres. Su literatura menudo dirigida Cuba antes de la revolución, sordidez y todo. Además de escribir literatura, Cabrera Infante fue respetado por las traducciones al español, incluyendo Dublineses, de James Joyce. Fue galardonado con el Premio Miguel de Cervantes en 1997, y murió en Londres, Inglaterra, el 21 de febrero de 2005.
Antecedentes .
Escritor Guillermo Cabrera Infante nació el 22 de abril de 1929 en Gibara, Cuba. Crecer pobres, en la década de 1940, se trasladó con su familia a La Habana, donde estudió en la Universidad de La Habana. Su familia durante mucho tiempo había sido miembros del Partido Comunista de Cuba. Cabrera Infante emigró a Inglaterra en 1966, tomando posteriormente la ciudadanía británica. Él era un feroz opositor del régimen de Castro en Cuba.
Lo más destacado de la escritura de la carrera
Un crítico de cine, periodista y traductor de James Dublineses de Joyce (1972), Cabrera Infante es conocido sobre todo por su obra de ficción, especialmente Tres Tristes Tigres (1967, publicado en Inglés como Tres Tristes Tigres), una evocación de la vida nocturna de mala muerte en La Habana prerrevolucionaria .
Cabrera Infante regresó a los mismos temas y personajes de su novela 1996, Ella Cantaba Boleros. Otras novelas incluyen la semi-autobiográfica La Habana PARA UN Infante Difunto (1979, publicado en Inglés como el Infierno de Infante). También escribió guiones y adaptada a sus propias Tres Tristes Tigres para la ciudad perdida (2005). Otros créditos literarios incluyen una colección de historias cortas, Así en la paz Como en la guerra (“En la paz como en la guerra”), publicado en 1960; Holy Smoke, una historia del tabaco que se publicó en 1985; y un volumen de ensayos políticos, Mea Cuba (el título se traduce como “Cuba Pisses” y es un juego de palabras con la frase latina “mea culpa”), publicado en 1991.
Estaba casado con Miriam Gómez.
Más tarde años.
En 1997, Cabrera Infante fue honrado con el Premio Cervantes de Miguel, el honor más preciado de España para la literatura en lengua española. Murió el 21 de febrero de 2005, a la edad de 75, en Londres, Inglaterra.
Guillermo Cabrera Infante |
Mario Vargas Llosa
Cabrera Infante
14 de diciembre de 1997
El humor, el juego verbal, el cine y una nostalgia pertinaz por una ciudad que tal vez nunca existió, son los ingredientes principales de la obra de Guillermo Cabrera Infante. La Habana que aparece en sus cuentos, novelas y crónicas, y que deja un recuerdo tan vívido en la memoria del lector, debe seguramente -como el Dublín de Joyce, el Trieste de Svevo o el Buenos Aires de Cortázar- mucho más a la fantasía del escritor que a sus recuerdos. Pero ella está ahora allí, contrabandeada en la realidad, más verdadera que la que le sirvió de modelo, viviendo casi exclusivamente de noche, en unos convulsos años pre-revolucionarios, sacudida de ritmos tropicales, humosa, sensual, violenta, periodística, bohemia, risueña y gansteril, en su sabrosa eternidad de palabras. Ningún escritor moderno de nuestra lengua, con la excepción tal vez del inventor de Macondo, ha sido capaz de crear una mitología citadina de tanta fuerza y color como el cubano.Desde que leí Tres tristes tigres, en manuscrito (el libro se llamaba entonces Vista del amanecer desde el trópico), en 1964, supe que Guillermo Cabrera Infante era un grandísimo escritor y peleé como un león para que ganara el Premio Biblioteca Breve, del que yo era jurado. Dos días después, en mi escritorio de la Radio-Televisión Francesa, donde me ganaba la vida, sonó el teléfono. "Soy Onelio Jorge Cardoso -dijo la tronante voz- ¿Te acuerdas? Nos conocimos en Cuba, el mes pasado. Oye, ¿por qué le dieron el premio ése, en Barcelona, al antipático de Cabrera Infante?". "Su novela era la mejor -le respondí, tratando de recordar a mi interlocutor-. Pero tienes razón. Lo conocí la noche del premio, y, en efecto, me pareció antipatiquísimo". No mucho después, recibí un ejemplar de Así en la paz como en la guerra con una dedicatoria incomodísima: "Para Mario, de un tal Onelio Jorge Cardoso". Más tarde, cuando el azar hizo que, desterrado de Cuba y expulsado de España, que le negó el asilo político, Guillermo fuera a refugiarse en Londres, en un sótano situado en Earl's Court, a media cuadra de mi casa, me confesó que, por mi culpa, no había vuelto a jugarles a sus amigos la broma de la falsa identidad.
Naturalmente, era falso. Por un chiste, una parodia, un juego de palabras, una acrobacia de ingenio, una carambola verbal, Cabrera Infante ha estado siempre dispuesto a ganarse todos los enemigos de la tierra, a perder a sus amigos, y acaso hasta la vida, porque, para él, el humor no es, como para el común de los mortales, un recreo del espíritu, una diversión que distiende el ánimo, sino una compulsiva manera de retar al mundo tal como es y de desbaratar sus certidumbres y la racionalidad en que se sostiene, sacando a luz las infinitas posibilidades de desvarío, sorpresa y disparate que esconde, y que, en manos de un diestro malabarista del lenguaje como él, pueden trocarse en un deslumbrante fuego de artificio intelectual y en delicada poesía. El humor es su manera de escribir, es decir, algo muy serio, que compromete profundamente su existencia. Es su manera de defenderse de la vida, el método sutil de que se vale para desactivar las agresiones y frustraciones que acechan a diario, deshaciéndolas en espejismos retóricos, en juegos y burlas. Pocos sospechan que buena parte de sus más hilarantes ensayos y crónicas, como los aparecidos a fines de los sesenta en Mundo Nuevo, los escribió cuando, convertido poco menos que en paria y confinado en Londres, sin pasaporte, sin saber si su solicitud de asilo sería aceptada por el gobierno británico, sobreviviendo a duras penas con sus dos hijas pequeñas gracias al amor y la reciedumbre de la extraordinaria Miriam Gómez, y atacado sin tregua por valientes gacetilleros que, encarnizándose con él, ganaban sus credenciales de 'progresistas', el mundo parecía venírsele encima. Y, sin embargo, de la máquina de escribir de ese escribidor acosado, con los nervios a punto de estallar, en vez de lamentos o injurias, salían carcajadas, retruécanos, disparates geniales y fantásticos pases de ilusionismo retórico.
Por eso, su prosa es una de las creaciones más personales e insólitas de nuestra lengua, una prosa exhibicionista, lujosa, musical e intrusa, que no puede contar nada sin contarse a la vez a sí misma, interponiendo sus disfuerzos y cabriolas, sus desconcertantes ocurrencias, a cada paso, entre lo contado y el lector, de modo que éste, a menudo, mareado, escindido, absorbido por el frenesí del espectáculo verbal, olvida el resto, como si la riqueza de la pura forma volviera pretexto, accidente prescindible el contenido. Discípulo aprovechado de esos grandes malabaristas anglosajones del lenguaje, como Lewis Carroll, Laurence Sterne y James Joyce (de quien ha traducido, de modo impecable, Dublineses),su estilo es, sin embargo, inconfundiblemente suyo, de una sensorialidad y euritmia, que él, a veces, en uno de esos arrebatos de nostalgia de la tierra que le arrebataron y sin la cual no puede vivir ni, sobre todo, escribir, se empeña en llamar "cubanas". ¡Como si los estilos literarios tuvieran nacionalidad! No la tienen. En realidad, es un estilo sólo suyo, creado a su imagen y semejanza, por sus fobias y sus filias -su oído finísimo para la música y para el lenguaje oral, su memoria elefantiásica para retener los diálogos de las películas que le gustaron y las conversaciones con los amigos que quiso y los enemigos que detestó, su pasión por el gran arte latinoamericano y español del cotilleo y la broma delirante, y la oceánica información literaria, política, cinematográfica y personal que se arregla para que llegue cada día a su cubil empastelado de libros, revistas y vídeos de Gloucester Road-, y que está a años luz de distancia de los de otros escritores tan cubanos como él: Lezama Lima, Virgilio Piñera o Alejo Carpentier.
Como el cine le gusta tanto, ve tantas películas, ha escrito guiones y reunido varios volúmenes de ensayos y críticas cinematográficas, muchos tienen la impresión de que Guillermo Cabrera Infante está, en realidad, más cerca del llamado séptimo arte que de la vieja literatura. Es un error explicable, pero garrafal. En verdad, y aunque él mismo no lo quiera así, y acaso ni lo sepa, se trata de uno de los escritores más literarios que existen, es decir, más esclavizado al culto de la palabra, de la frase, de la expresión lingüística, a tal extremo que esta feliz servidumbre lo ha llevado a crear una literatura que está hecha esencialmente de un uso exclusivo y excluyente de las palabras antes que de cualquier otra cosa, una literatura que por embelesarse de tal modo con ellas, por potenciarlas, darles la vuelta, exprimirlas y lucirlas y jugar con ellas, consigue a menudo disociarlas de lo que las palabras representan también: las personas, las ideas, los objetos, las situaciones, los hechos, de la realidad vivida. Algo que, en nuestra literatura, no había vuelto a ocurrir desde los tiempos gloriosos del Siglo de Oro, con los paroxismos conceptistas de Quevedo o las laberínticas arquitecturas de imágenes de Góngora. Cabrera Infante se ha servido mucho más del cine que lo ha servido, como hacia Degas con el ballet, Cortazar con el jazz, Proust con las marquesas y Joanot Martorell con los rituales caballerescos. Leer sus crónicas y comentarios de películas -sobre todo, esa deslumbrante colección que es Un oficio del siglo XX (1963)- es leer un género nuevo, con la apariencia de la crítica, pero en verdad mucho más artístico y elaborado que la reseña o el análisis, un género que participa tanto del relato como de la poesía, sólo que su punto de partida, la materia que le da el ser, no es la experiencia vivida ni la soñada por su autor, sino la vivida por esos ensueños animados que son los héroes de las películas y los esforzados directores, guionistas, técnicos y actores que las realizan, una materia prima que a Cabrera, Infante lo estimula, dispara su imaginación y su verba y lo lleva a inventar esos preciosos objetos tan persuasivos que parecen recrear y explicar el cine (la vida), cuando, en verdad, son nada más que (nada menos que) ficciones, literatura.
Cabrera Infante no es un político y estoy seguro que suscribiría con puntos y comas la frase de Borges: "La política es una de las formas del tedio". Su oposición a la dictadura cubana tiene una razón más moral y cívica que ideológica -un amor a la libertad más que una adhesión a alguna doctrina partidista- y por eso, aunque en su larga vida de exiliado han sabido muchas veces de su pluma y su boca rotundos vituperios contra el castrismo y sus cómplices, siempre ha preservado su independencia, sin identificarse nunca con alguna de las tendencias de la oposición democrática cubana, del interior o del exilio. Pese a ello, durante un par de décadas por lo menos, fue un apestado para gran parte de la clase intelectual de América Latina y de España, sobornada o intimidada por la Revolución Cubana. Ello le significó infinitas penalidades y, casi casi, la desintegración. Pero, gracias a su vocación, a su terquedad y, por supuesto, a la maravillosa compañía de Miriam, resistió la cuarentena y el acoso de sus colegas como había resistido el otro exilio, hasta que, a pocos, lo sucedido en el campo político en los últimos años y el cambio de los vientos y las realidades ideológicas, han ido por fin haciendo posible que su talento sea reconocido en amplios sectores y devolviéndole el derecho de ciudad. El Premio Cervantes que se le acaba de conceder no sólo es un acto de justicia para con un gran escritor. Es, también, un desagravio a un creador singular que, por culpa de la intolerancia, el fanatismo y la cobardía, ha pasado más de la mitad de su vida viviendo como un fantasma y escribiendo para nadie, en la más irrestricta soledad.
Guillermo Cabrera Infante |
Muere Guillermo Cabrera Infante
[Duke of Tigres]
BIENVENIDO AL PASADO
A medida que cumple uno años, y por extraño que parezca, cada vez le cuesta más comprender la diferencia entre los vivos y los muertos, sobre todo cuando el muerto es tan reciente que uno acaba de enterarse de su nueva condición o esfera y además era un amigo, y además un escritor admirado. ¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que se acostumbre uno? Según mis experiencias previas, el tiempo pasa y pasa y no se acostumbra uno nunca. O, digamos, no distingue, más aún cuando el vivo-muerto vivía y muere en otra ciudad y otro país que ni siquiera eran enteramente los suyos; cuando de hecho pertenecía al exilio.
Guillermo Cabrera Infante, en ese sentido, se había ausentado hace ya mucho de La Habana y de Cuba, lo cual le permitió, posiblemente, escribir el mejor libro sobre esa capital que se conoce, La Habana para un infante difunto: al fin y al cabo, quienes ven con más nitidez -jamás privada de emoción, por eso rondan- son precisamente los fantasmas, quienes están sin estar, o están sólo porque estuvieron intensamente. Él siempre decía que no se había ido del todo gracias a su mujer, Miriam Gómez, la encarnación en Londres de la ciudad perdida, la que le resucitaba a diario el acento y los cuentos. ¿A quién le seguirá ella contando ahora? Tal vez sea ese uno de los pocos elementos que lo obliguen a uno a hacerse a la idea, ver a Miriam Gómez sin Guillermo Cabrera.
Porque, por lo demás, ¿cómo lograrlo? Para mí Cabrera Infante estará siempre en Londres, humorístico, afable, inteligente y delicado, acaso el escritor menos engreído, más pendiente de sus amigos, que yo haya tratado. Siempre hospitalario, siempre preocupado por nuestros excesos mucho más que por los suyos, siempre dispuesto a entretenernos con mil anécdotas cinematográficas y mil cuentos cubanos, nunca a ensombrecernos el ánimo, hasta el punto de que cuando en las conversaciones surgía su país natal -lo único que lo nublaba-, procuraba cambiar de tema enseguida, para no extendernos su amargura. Y al cabo de un rato volvía a relatar sus episodios extraordinarios, a menudo tan cómicos o tan truculentos, o tan cómicamente truculentos, desde aquella advertencia misteriosa para que no cogiera uno el metro londinense, "porque estás en el andén y ahora de repente te cortan los pies", hasta la irresistible narración de cómo, en un viaje a Australia, se había visto perseguido por un canguro suelto "homosexualista".
Su talento verbal era extraordinario, tanto de viva voz como por escrito, aunque esto último lo sepa cualquiera que haya leído sus libros. Su carácter risueño, pese a que el peso del exilio sobrevolaba un poco siempre en su acogedora casa de Gloucester Road, de una generosidad digna del mayor agradecimiento. Sus "saberes inútiles", que suelen ser los más alegres en toda persona, tan abundantes como los útiles. Me cuesta hablar de él en pasado, apenas me he enterado de que se ha muerto. A lo más que me acostumbraré, supongo, es a pensar más bien que se ha añadido un segundo exilio. O quizá sea, a la postre, que se ha exiliado por fin del que lo ensombrecía a veces. Bienvenido sea Cabrera Infante al pasado, del cual nunca tuvo miedo.
Guillermo Cabrera Infante Ilustración de Fernando Vicente |
El conjunto de su obra es una especie de "collage" de La Habana prerrevolucionaria, además de una síntesis de la ideología del autor; considera que el compromiso no es indispensable para hacer una literatura crítica y que, en ciertas condiciones, el goce estético sirve también para cuestionar los poderes establecidos.
El erotismo está presente en toda su obra, pero siempre "en función de la parodia y de la risa, cosa que un autor erótico no haría nunca", según dice él mismo. Siendo el cine lo que le atrae e impulsa al comienzo su actividad cultural y periodística, marcha a Hollywood y se convierte en el primer escritor latinoamericano guionista, con títulos como Punto de fuga y Wonderwall. Ejerce también como profesor en las universidades de Virginia y de West Virginia y conferenciante en otras universidades americanas, como la de Oklahoma.
Muere Cabrera Infante, el mago de la palabra
El escritor cubano, el gran referente de la disdencia castrista, falleció a los 75 años de edad
JOSÉ ANDRÉS ROJO Madrid 22 FEB 2005 - 01:13 CET
Uno de los escritores más brillantes e imaginativos en lengua española falleció ayer en Londres. Desde que en 1964 ganó el Premio Biblioteca Breve por su Tres tristes tigres, Cabrera Infante no dejó de deslumbrar a quienes leían cada nueva obra, en las que los juegos de palabras, el dominio de la lengua y un espléndido sentido del humor encubrían una erudición mucho más rigurosa de lo que podía pensarse. Su largo, y con frecuencia doloroso, exilio de su amada Cuba no le impidió reivindicar los pequeños y grandes placeres de la vida, desde el amor y la música, al cine, los buenos cigarros habanos y la amistad. Deja tras de sí una abundante bibliografía, que justificó sobradamente que en 1997 se le concediera el Premio Cervantes.
Guillermo Cabrera Infante murió ayer en Londres a los 76 años. Primero fue una operación de corazón, luego se le fastidiaron los riñones y hace poco, una tonta caída y la rotura de cadera que lo devolvió al hospital, con el que se había familiarizado en los últimos tiempos. Su frágil salud no resistió el nuevo descalabro. Se ha ido así un gran virtuoso de la lengua, un hombre ingenioso y travieso que hizo con las palabras lo que quiso, sacando de ellas no sólo el humor que desencadenaban cuando las juntaba, sino también una honda ternura y una fina elegancia para dar cuenta de las viejas historias que afligen y hacen felices a los hombres.
"Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes". Las palabras con las que arranca su libro más famoso, Tres tristes tigres (1967), sirven para definir su literatura. Cuando escribía, Cabrera Infante subía a un escenario para poner a bailar las palabras. Todos sus textos tienen la consistencia de un encadenamiento de solos: imprevisibles, variados, endiabladamente rápidos o contundentes como un sopapo, caprichosos, lentos y melancólicos, pero también desmadejados y caóticos. No es que a Cabrera Infante le gustara la música, es que hacía música.
La amistad y la noche
Su pasión fue el cine. Le gustaba decir que lo que hacía eran libros, que él no escribía novelas. Cada rato hablaba de "contar cuentos". Y así es su obra, un paseo por todos los grandes temas. La amistad, la noche, los viejos afanes para salir de la miseria y cambiar de vida, las pequeñas traiciones que llenan la memoria de heridas, la alegría de pasarlo bien, el placer de tantas y tantas anécdotas y situaciones, el amor y los infinitos juegos que ponen en marcha hombres y mujeres para seducirse, el desarraigo, la muerte.
Nació el 22 de abril de 1929 en Cibara, provincia de Oriente, y fue el hijo mayor de una pareja que había sido de las fundadoras del Partido Comunista de Cuba. Cuando llegó junto a su familia a La Habana, en 1941, quedó fascinado por el vertiginoso ritmo de la ciudad y por la inagotable variedad de las criaturas humanas. Dejó la medicina para empezar a estudiar periodismo en 1950, pero ya le tiraban las aficiones —la literatura y el cine— a las que terminó por dedicarse: en 1952 escribió su primer cuento; en 1954, se convirtió en crítico cinematográfico (firmaba con el seudónimo de G. Caín) de la revistaCarteles. Su primer matrimonio fue en 1953 y tuvo dos hijas (en 1954 y 1958), pero conoció a su gran amor, Miriam Gómez, en 1958 y se casó con ella en 1961 tras divorciarse de su primera mujer. Cuando Cuba dio el gran viraje con la Revolución, allí estuvo Cabrera Infante para construir el hombre nuevo. Fue director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diarioRevolución.
Pero las cosas se complicaron. Su hermano Sabá Cabrera hizo una película —"P. M. dura apenas 25 minutos y es una suerte de documental político, sin aparente línea argumental, que recoge las maneras de divertirse de un grupo de habaneros un día de fines de 1960", escribió GCI— que no gustó a las autoridades, fue tachada de contrarrevolucionaria y prohibida. Hubo polémica en las páginas deLunes de Revolución, y este semanario cultural que había fundado CGI fue obligado en 1961 a cerrar las puertas. Al régimen empezaban a no gustarle las más nimias críticas, y apartaron al joven escritor colocándolo de agregado cultural en Bruselas. Luego se convirtió en encargado de negocios.
La consagración literaria llegó con el Premio Biblioteca Breve (1964) aTres tristes tigres. El enfrentamiento definitivo con el régimen de Fidel fue en 1965. Regresó al funeral de su madre y fue retenido por el Servicio de Contra-Inteligencia. Salió de la isla, llegó a Madrid y, después, a Barcelona. Las dificultades económicas y la negativa franquista a regularizar su situación lo empujaron a Londres, donde se instaló definitivamente.
Más allá de la política y del dolor del exilio, lo que siguió adelante fue su obra. En Exorcismos de es(t)ilo (1976) jugó con a literatura; La Habana para un infante difunto (1979) reveló su maestría para el género autobiográfico; Un oficio del siglo XX (1973) reunió sus críticas de cine yMea Cuba (1991), sus artículos políticos; Puro humo (1985.Traducción en 2000) es su homenaje a la lengua inglesa.
Hubo más libros, guiones (la adaptación de Bajo el volcán, de Lowry, por ejemplo), miles de artículos. En 1997 le concedieron el Premio Cervantes. En una entrevista dijo que quería alinearse junto a Eça de Queiros que había dicho que "él era de esos que pasan por la vida con una carcajada de tránsito". Su risa ahora ha callado. Sigue intacta en su literatura.
Los restos de Cabrera Infante
reposarán en Londres hasta
que puedan ser trasladados a Cuba
César Antonio Molina lamenta la desaparición del "maestro del calambur y de la magia verbal"
ELPAIS.ES / AGENCIAS Madrid 22 FEB 2005 - 15:17 CET
Los restos del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, fallecido anoche a los 75 años en Londres, permanecerán en la capital británica "hasta que puedan volver algún día a una Cuba libre", según ha afirmado su viuda, la actriz Miriam Gómez. Cabrera Infante será incinerado en la ciudad en la que vivió desde 1968 y cuya privacidad le permitió escribir siempre sobre Cuba y La Habana, a las que llevaba en el corazón.
La incineración del cuerpo del escritor se llevará a cabo en "en la intimidad más estricta". Unicamente estarán presentes "su esposa Miriam Gómez, sus hijas Ana y Carola, los esposos de éstas, y sus seis nietos", según fuentes familiares. El escritor -autor entre otras obras de Tres tristes tigres, Mea Cuba o La Habana para un infante difunto- falleció tras sufrir una caída que le produjo una rotura de cadera, una posterior neumonía y, finalmente, una infección que contrajo en uno de los hospitales donde estuvo ingresado, según Gómez.
Desde el mundo de la cultura, en especial desde la literatura y el cine, sus dos grandes pasiones, se han sucedido a lo largo de toda la mañana las muestras de dolor y las palabras de elogio para el escritor fallecido, ganador en 1997 del Premio Cervantes, considerado el Nóbel de las letras españolas. El director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, ha manifestado su "profundo dolor" por el fallecimiento del escritor al que ha calificado de "maestro del calambur y de la magia verbal". En un comunicado, Molina ha aludido también al "inmenso talento" del escritor fallecido que "convirtió en una de las obras más profundas de la literatura en español del siglo XX".
Silencio oficial en Cuba
Una amigo personal del fallecido, el coordinador editorial del Grupo Santillana Juan Cruz, ha lamentado también la muerte y ha afirmado que "es imposible pensar en Cuba, en la Cuba de cualquier tiempo, sin entender que en cualquiera de las Cubas está la Cuba de Cabrera Infante". Según Cruz, el escritor fallecido "era el hombre que introdujo el ritmo del español cubano en la literatura de su tiempo".
El escritor Gustavo Martín Garzo ha elogiado la "carnalidad del lenguaje" y las "posibilidades infinitas" que descubrió en la palabra el escritor cubano. "Logró dar al lenguaje esa carnalidad, algo muy del trópico, que cualquier escritor desearía, a través de juegos infinitos, fonéticos de sentidos", ha explicado el escritor vallisoletano, quien recuerda especialmente entre las novelas de Cabrera Infante Tres tristes tigres.
Desde La Habana, el escritor disidente cubano Raúl Rivero, recientemente excarcelado, ha asegurado que la muerte de Cabrera Infante supone una "pérdida fatal" no sólo para las letras cubanas sino para la literatura en castellano. Rivero ha expresado su "profunda admiración" por la obra del escritor, con quien mantuvo una relación "de amistad y de respeto" durante los últimos años. Las palabras de dolor de Rivero contrastan con el mutismo de los medios cubanos, controlados enteramente por el Estado. Ni Granma ni Juventud Rebelde, los dos grandes diarios de circulación nacional, ni las radios o las televisiones, han hecho ninguna referencia al fallecimiento del escritor, exiliado y enemigo declarado de Fidel Castro.
1960.- "Así en la paz como en la guerra"
1963.- "Un oficio del siglo XX"
1967.- "Tres tristes tigres"
1968.- "Wonderwall"
1971.- "Vanishing Point" - "Punto límite: cero" [guión cinematográfico]
1974.- "Vista del amanecer en el trópico"
1975.- "O"
1976.- "Exorcismos de esti(l)o"
1978.- "Arcadia todas las noches"
1979.- "Cuerpos divinos"
1979.- "La Habana para un infante difunto"
1984.- "Under the Volcano" - "Bajo el volcán" [guión cinematográfico]
1985.- "Holy smoke" - traducción al español "Puro humo" (2000)
1990.- "La próxima luna"
1992.- "Mea Cuba"
1995.- "Delito por bailar el chachachá"
1996.- "Mi música extremada"
1996.- "Ella cantaba boleros"
1997.- "Cine o sardina"
1998.- "Vidas para leerlas"
1998.- "Cervantes, mi contemporáneo"
1998.- "Minotauromaquía"
1999.- "El libro de las ciudades"
1999.- "Todo está hecho con espejos"
2005.- "La ciudad perdida" - [guión cinematográfico]
BIBLIOGRAFÍA COMPLETA
BIBLIOGRAFÍA
Así en la paz como en la guerra. (1960)
un oficio del siglo XX. (1963)
Tres tristes tigres. (1967)
Vista del amanecer en el trópico. (1974)
O. (1975)
Exorcismo de esti(l)o. (1976)
Arcadia todas las noches. (1978)
Cuerpos divinos. (1979)
La Habana Para un Infante Difunto. (1979)
Holy smoke: Publicado en castellano Puro Humo (2000). (1985)
Vista del amanecer en el trópico. (1987)
La próxima luna. (1990)
Mea Cuba. (1992)
Delito por bailar el chachachá. (1995)
Mi música extremada. (1996)
Ella canta boleros. (1996)
Cine o sardina. (1997)
Vidas para leerlas. (1998)
Cervantes, mi contemporáneo. (1998)
Minotauromaquía. (1998)
El libro de las ciudades. (1999)
Todo está hecho con espejos. (1999)
Puro humo. (2000)
La ninfa inconstante (2008)
Cuerpos divinos, memorias noveladas (2010)
Obras completas, I. El cronista de cine. Vol 1, (2012)
Mapa dibujado por un espía, memorias noveladas (2013)
PREMIOS
Premio Biblioteca Breve, de Seix Barral, 1964.
Premio del Instituto Italo-Latinoamericano de Roma (Instituto Italo-Latinoamericano de Roma) en 1995
Premio Cervantes, 1997
Fundación Gabarrón de las Letras en 2003