viernes, 27 de mayo de 2016

Guillermo Cabrera Infante

Guillermo Cabrera Infante

FICCIONES
Casa de citas / Cabrera Infante / Virgilio Piñera
Casa de citas / Vargas Llosa / El exilio de Cabrera Infante

DE OTROS MUNDOS



GUILLERMO CABRERA INFANTE
(1929-2005)
(Gibara, Cuba, 22 de abril de 1929 - Londres, 21 de febrero de 2005) 

Nacido en Cuba en 1929, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante es conocida por muchas obras aclamadas, incluyendo Tres Tristes Tigres. Su literatura menudo dirigida Cuba antes de la revolución, sordidez y todo. Además de escribir literatura, Cabrera Infante fue respetado por las traducciones al español, incluyendo Dublineses, de James Joyce. Fue galardonado con el Premio Miguel de Cervantes en 1997, y murió en Londres, Inglaterra, el 21 de febrero de 2005.
Antecedentes .
Escritor Guillermo Cabrera Infante nació el 22 de abril de 1929 en Gibara, Cuba. Crecer pobres, en la década de 1940, se trasladó con su familia a La Habana, donde estudió en la Universidad de La Habana. Su familia durante mucho tiempo había sido miembros del Partido Comunista de Cuba. Cabrera Infante emigró a Inglaterra en 1966, tomando posteriormente la ciudadanía británica. Él era un feroz opositor del régimen de Castro en Cuba.
Lo más destacado de la escritura de la carrera
Un crítico de cine, periodista y traductor de James Dublineses de Joyce (1972), Cabrera Infante es conocido sobre todo por su obra de ficción, especialmente Tres Tristes Tigres (1967, publicado en Inglés como Tres Tristes Tigres), una evocación de la vida nocturna de mala muerte en La Habana prerrevolucionaria .
sougui
47156293Cabrera Infante regresó a los mismos temas y personajes de su novela 1996, Ella Cantaba Boleros. Otras novelas incluyen la semi-autobiográfica La Habana PARA UN Infante Difunto (1979, publicado en Inglés como el Infierno de Infante). También escribió guiones y adaptada a sus propias Tres Tristes Tigres para la ciudad perdida (2005). Otros créditos literarios incluyen una colección de historias cortas, Así en la paz Como en la guerra (“En la paz como en la guerra”), publicado en 1960; Holy Smoke, una historia del tabaco que se publicó en 1985; y un volumen de ensayos políticos, Mea Cuba (el título se traduce como “Cuba Pisses” y es un juego de palabras con la frase latina “mea culpa”), publicado en 1991.
Estaba casado con Miriam Gómez.
Más tarde años.
En 1997, Cabrera Infante fue honrado con el Premio Cervantes de Miguel, el honor más preciado de España para la literatura en lengua española. Murió el 21 de febrero de 2005, a la edad de 75, en Londres, Inglaterra.

Guillermo Cabrera Infante

Mario Vargas Llosa

Cabrera Infante

14 de diciembre de 1997

El humor, el juego verbal, el cine y una nostalgia pertinaz por una ciudad que tal vez nunca existió, son los ingredientes principales de la obra de Guillermo Cabrera Infante. La Habana que aparece en sus cuentos, novelas y crónicas, y que deja un recuerdo tan vívido en la memoria del lector, debe seguramente -como el Dublín de Joyce, el Trieste de Svevo o el Buenos Aires de Cortázar- mucho más a la fantasía del escritor que a sus recuerdos. Pero ella está ahora allí, contrabandeada en la realidad, más verdadera que la que le sirvió de modelo, viviendo casi exclusivamente de noche, en unos convulsos años pre-revolucionarios, sacudida de ritmos tropicales, humosa, sensual, violenta, periodística, bohemia, risueña y gansteril, en su sabrosa eternidad de palabras. Ningún escritor moderno de nuestra lengua, con la excepción tal vez del inventor de Macondo, ha sido capaz de crear una mitología citadina de tanta fuerza y color como el cubano.Desde que leí Tres tristes tigres, en manuscrito (el libro se llamaba entonces Vista del amanecer desde el trópico), en 1964, supe que Guillermo Cabrera Infante era un grandísimo escritor y peleé como un león para que ganara el Premio Biblioteca Breve, del que yo era jurado. Dos días después, en mi escritorio de la Radio-Televisión Francesa, donde me ganaba la vida, sonó el teléfono. "Soy Onelio Jorge Cardoso -dijo la tronante voz- ¿Te acuerdas? Nos conocimos en Cuba, el mes pasado. Oye, ¿por qué le dieron el premio ése, en Barcelona, al antipático de Cabrera Infante?". "Su novela era la mejor -le respondí, tratando de recordar a mi interlocutor-. Pero tienes razón. Lo conocí la noche del premio, y, en efecto, me pareció antipatiquísimo". No mucho después, recibí un ejemplar de Así en la paz como en la guerra con una dedicatoria incomodísima: "Para Mario, de un tal Onelio Jorge Cardoso". Más tarde, cuando el azar hizo que, desterrado de Cuba y expulsado de España, que le negó el asilo político, Guillermo fuera a refugiarse en Londres, en un sótano situado en Earl's Court, a media cuadra de mi casa, me confesó que, por mi culpa, no había vuelto a jugarles a sus amigos la broma de la falsa identidad.
Naturalmente, era falso. Por un chiste, una parodia, un juego de palabras, una acrobacia de ingenio, una carambola verbal, Cabrera Infante ha estado siempre dispuesto a ganarse todos los enemigos de la tierra, a perder a sus amigos, y acaso hasta la vida, porque, para él, el humor no es, como para el común de los mortales, un recreo del espíritu, una diversión que distiende el ánimo, sino una compulsiva manera de retar al mundo tal como es y de desbaratar sus certidumbres y la racionalidad en que se sostiene, sacando a luz las infinitas posibilidades de desvarío, sorpresa y disparate que esconde, y que, en manos de un diestro malabarista del lenguaje como él, pueden trocarse en un deslumbrante fuego de artificio intelectual y en delicada poesía. El humor es su manera de escribir, es decir, algo muy serio, que compromete profundamente su existencia. Es su manera de defenderse de la vida, el método sutil de que se vale para desactivar las agresiones y frustraciones que acechan a diario, deshaciéndolas en espejismos retóricos, en juegos y burlas. Pocos sospechan que buena parte de sus más hilarantes ensayos y crónicas, como los aparecidos a fines de los sesenta en Mundo Nuevo, los escribió cuando, convertido poco menos que en paria y confinado en Londres, sin pasaporte, sin saber si su solicitud de asilo sería aceptada por el gobierno británico, sobreviviendo a duras penas con sus dos hijas pequeñas gracias al amor y la reciedumbre de la extraordinaria Miriam Gómez, y atacado sin tregua por valientes gacetilleros que, encarnizándose con él, ganaban sus credenciales de 'progresistas', el mundo parecía venírsele encima. Y, sin embargo, de la máquina de escribir de ese escribidor acosado, con los nervios a punto de estallar, en vez de lamentos o injurias, salían carcajadas, retruécanos, disparates geniales y fantásticos pases de ilusionismo retórico.
Por eso, su prosa es una de las creaciones más personales e insólitas de nuestra lengua, una prosa exhibicionista, lujosa, musical e intrusa, que no puede contar nada sin contarse a la vez a sí misma, interponiendo sus disfuerzos y cabriolas, sus desconcertantes ocurrencias, a cada paso, entre lo contado y el lector, de modo que éste, a menudo, mareado, escindido, absorbido por el frenesí del espectáculo verbal, olvida el resto, como si la riqueza de la pura forma volviera pretexto, accidente prescindible el contenido. Discípulo aprovechado de esos grandes malabaristas anglosajones del lenguaje, como Lewis Carroll, Laurence Sterne y James Joyce (de quien ha traducido, de modo impecable, Dublineses),su estilo es, sin embargo, inconfundiblemente suyo, de una sensorialidad y euritmia, que él, a veces, en uno de esos arrebatos de nostalgia de la tierra que le arrebataron y sin la cual no puede vivir ni, sobre todo, escribir, se empeña en llamar "cubanas". ¡Como si los estilos literarios tuvieran nacionalidad! No la tienen. En realidad, es un estilo sólo suyo, creado a su imagen y semejanza, por sus fobias y sus filias -su oído finísimo para la música y para el lenguaje oral, su memoria elefantiásica para retener los diálogos de las películas que le gustaron y las conversaciones con los amigos que quiso y los enemigos que detestó, su pasión por el gran arte latinoamericano y español del cotilleo y la broma delirante, y la oceánica información literaria, política, cinematográfica y personal que se arregla para que llegue cada día a su cubil empastelado de libros, revistas y vídeos de Gloucester Road-, y que está a años luz de distancia de los de otros escritores tan cubanos como él: Lezama Lima, Virgilio Piñera o Alejo Carpentier.
Como el cine le gusta tanto, ve tantas películas, ha escrito guiones y reunido varios volúmenes de ensayos y críticas cinematográficas, muchos tienen la impresión de que Guillermo Cabrera Infante está, en realidad, más cerca del llamado séptimo arte que de la vieja literatura. Es un error explicable, pero garrafal. En verdad, y aunque él mismo no lo quiera así, y acaso ni lo sepa, se trata de uno de los escritores más literarios que existen, es decir, más esclavizado al culto de la palabra, de la frase, de la expresión lingüística, a tal extremo que esta feliz servidumbre lo ha llevado a crear una literatura que está hecha esencialmente de un uso exclusivo y excluyente de las palabras antes que de cualquier otra cosa, una literatura que por embelesarse de tal modo con ellas, por potenciarlas, darles la vuelta, exprimirlas y lucirlas y jugar con ellas, consigue a menudo disociarlas de lo que las palabras representan también: las personas, las ideas, los objetos, las situaciones, los hechos, de la realidad vivida. Algo que, en nuestra literatura, no había vuelto a ocurrir desde los tiempos gloriosos del Siglo de Oro, con los paroxismos conceptistas de Quevedo o las laberínticas arquitecturas de imágenes de Góngora. Cabrera Infante se ha servido mucho más del cine que lo ha servido, como hacia Degas con el ballet, Cortazar con el jazz, Proust con las marquesas y Joanot Martorell con los rituales caballerescos. Leer sus crónicas y comentarios de películas -sobre todo, esa deslumbrante colección que es Un oficio del siglo XX (1963)- es leer un género nuevo, con la apariencia de la crítica, pero en verdad mucho más artístico y elaborado que la reseña o el análisis, un género que participa tanto del relato como de la poesía, sólo que su punto de partida, la materia que le da el ser, no es la experiencia vivida ni la soñada por su autor, sino la vivida por esos ensueños animados que son los héroes de las películas y los esforzados directores, guionistas, técnicos y actores que las realizan, una materia prima que a Cabrera, Infante lo estimula, dispara su imaginación y su verba y lo lleva a inventar esos preciosos objetos tan persuasivos que parecen recrear y explicar el cine (la vida), cuando, en verdad, son nada más que (nada menos que) ficciones, literatura.
Cabrera Infante no es un político y estoy seguro que suscribiría con puntos y comas la frase de Borges: "La política es una de las formas del tedio". Su oposición a la dictadura cubana tiene una razón más moral y cívica que ideológica -un amor a la libertad más que una adhesión a alguna doctrina partidista- y por eso, aunque en su larga vida de exiliado han sabido muchas veces de su pluma y su boca rotundos vituperios contra el castrismo y sus cómplices, siempre ha preservado su independencia, sin identificarse nunca con alguna de las tendencias de la oposición democrática cubana, del interior o del exilio. Pese a ello, durante un par de décadas por lo menos, fue un apestado para gran parte de la clase intelectual de América Latina y de España, sobornada o intimidada por la Revolución Cubana. Ello le significó infinitas penalidades y, casi casi, la desintegración. Pero, gracias a su vocación, a su terquedad y, por supuesto, a la maravillosa compañía de Miriam, resistió la cuarentena y el acoso de sus colegas como había resistido el otro exilio, hasta que, a pocos, lo sucedido en el campo político en los últimos años y el cambio de los vientos y las realidades ideológicas, han ido por fin haciendo posible que su talento sea reconocido en amplios sectores y devolviéndole el derecho de ciudad. El Premio Cervantes que se le acaba de conceder no sólo es un acto de justicia para con un gran escritor. Es, también, un desagravio a un creador singular que, por culpa de la intolerancia, el fanatismo y la cobardía, ha pasado más de la mitad de su vida viviendo como un fantasma y escribiendo para nadie, en la más irrestricta soledad.

Guillermo Cabrera Infante

Muere Guillermo Cabrera Infante 
[Duke of Tigres]
BIENVENIDO AL PASADO

A medida que cumple uno años, y por extraño que parezca, cada vez le cuesta más comprender la diferencia entre los vivos y los muertos, sobre todo cuando el muerto es tan reciente que uno acaba de enterarse de su nueva condición o esfera y además era un amigo, y además un escritor admirado. ¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que se acostumbre uno? Según mis experiencias previas, el tiempo pasa y pasa y no se acostumbra uno nunca. O, digamos, no distingue, más aún cuando el vivo-muerto vivía y muere en otra ciudad y otro país que ni siquiera eran enteramente los suyos; cuando de hecho pertenecía al exilio. 

Guillermo Cabrera Infante, en ese sentido, se había ausentado hace ya mucho de La Habana y de Cuba, lo cual le permitió, posiblemente, escribir el mejor libro sobre esa capital que se conoce, La Habana para un infante difunto: al fin y al cabo, quienes ven con más nitidez -jamás privada de emoción, por eso rondan- son precisamente los fantasmas, quienes están sin estar, o están sólo porque estuvieron intensamente. Él siempre decía que no se había ido del todo gracias a su mujer, Miriam Gómez, la encarnación en Londres de la ciudad perdida, la que le resucitaba a diario el acento y los cuentos. ¿A quién le seguirá ella contando ahora? Tal vez sea ese uno de los pocos elementos que lo obliguen a uno a hacerse a la idea, ver a Miriam Gómez sin Guillermo Cabrera. 

Porque, por lo demás, ¿cómo lograrlo? Para mí Cabrera Infante estará siempre en Londres, humorístico, afable, inteligente y delicado, acaso el escritor menos engreído, más pendiente de sus amigos, que yo haya tratado. Siempre hospitalario, siempre preocupado por nuestros excesos mucho más que por los suyos, siempre dispuesto a entretenernos con mil anécdotas cinematográficas y mil cuentos cubanos, nunca a ensombrecernos el ánimo, hasta el punto de que cuando en las conversaciones surgía su país natal -lo único que lo nublaba-, procuraba cambiar de tema enseguida, para no extendernos su amargura. Y al cabo de un rato volvía a relatar sus episodios extraordinarios, a menudo tan cómicos o tan truculentos, o tan cómicamente truculentos, desde aquella advertencia misteriosa para que no cogiera uno el metro londinense, "porque estás en el andén y ahora de repente te cortan los pies", hasta la irresistible narración de cómo, en un viaje a Australia, se había visto perseguido por un canguro suelto "homosexualista". 

Su talento verbal era extraordinario, tanto de viva voz como por escrito, aunque esto último lo sepa cualquiera que haya leído sus libros. Su carácter risueño, pese a que el peso del exilio sobrevolaba un poco siempre en su acogedora casa de Gloucester Road, de una generosidad digna del mayor agradecimiento. Sus "saberes inútiles", que suelen ser los más alegres en toda persona, tan abundantes como los útiles. Me cuesta hablar de él en pasado, apenas me he enterado de que se ha muerto. A lo más que me acostumbraré, supongo, es a pensar más bien que se ha añadido un segundo exilio. O quizá sea, a la postre, que se ha exiliado por fin del que lo ensombrecía a veces. Bienvenido sea Cabrera Infante al pasado, del cual nunca tuvo miedo.

JAVIER MARÍAS 
EL PAÍS
Cultura 22-02-2005
Guillermo Cabrera Infante
Ilustración de Fernando Vicente





El conjunto de su obra es una especie de "collage" de La Habana prerrevolucionaria, además de una síntesis de la ideología del autor; considera que el compromiso no es indispensable para hacer una literatura crítica y que, en ciertas condiciones, el goce estético sirve también para cuestionar los poderes establecidos.

El erotismo está presente en toda su obra, pero siempre "en función de la parodia y de la risa, cosa que un autor erótico no haría nunca", según dice él mismo. Siendo el cine lo que le atrae e impulsa al comienzo su actividad cultural y periodística, marcha a Hollywood y se convierte en el primer escritor latinoamericano guionista, con títulos como Punto de fuga y Wonderwall. Ejerce también como profesor en las universidades de Virginia y de West Virginia y conferenciante en otras universidades americanas, como la de Oklahoma.



Muere Cabrera Infante, el mago de la palabra

El escritor cubano, el gran referente de la disdencia castrista, falleció a los 75 años de edad

JOSÉ ANDRÉS ROJO Madrid 22 FEB 2005 - 01:13 CET


Uno de los escritores más brillantes e imaginativos en lengua española falleció ayer en Londres. Desde que en 1964 ganó el Premio Biblioteca Breve por su Tres tristes tigres, Cabrera Infante no dejó de deslumbrar a quienes leían cada nueva obra, en las que los juegos de palabras, el dominio de la lengua y un espléndido sentido del humor encubrían una erudición mucho más rigurosa de lo que podía pensarse. Su largo, y con frecuencia doloroso, exilio de su amada Cuba no le impidió reivindicar los pequeños y grandes placeres de la vida, desde el amor y la música, al cine, los buenos cigarros habanos y la amistad. Deja tras de sí una abundante bibliografía, que justificó sobradamente que en 1997 se le concediera el Premio Cervantes.
Guillermo Cabrera Infante murió ayer en Londres a los 76 años. Primero fue una operación de corazón, luego se le fastidiaron los riñones y hace poco, una tonta caída y la rotura de cadera que lo devolvió al hospital, con el que se había familiarizado en los últimos tiempos. Su frágil salud no resistió el nuevo descalabro. Se ha ido así un gran virtuoso de la lengua, un hombre ingenioso y travieso que hizo con las palabras lo que quiso, sacando de ellas no sólo el humor que desencadenaban cuando las juntaba, sino también una honda ternura y una fina elegancia para dar cuenta de las viejas historias que afligen y hacen felices a los hombres.
"Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes". Las palabras con las que arranca su libro más famoso, Tres tristes tigres (1967), sirven para definir su literatura. Cuando escribía, Cabrera Infante subía a un escenario para poner a bailar las palabras. Todos sus textos tienen la consistencia de un encadenamiento de solos: imprevisibles, variados, endiabladamente rápidos o contundentes como un sopapo, caprichosos, lentos y melancólicos, pero también desmadejados y caóticos. No es que a Cabrera Infante le gustara la música, es que hacía música.

La amistad y la noche

Su pasión fue el cine. Le gustaba decir que lo que hacía eran libros, que él no escribía novelas. Cada rato hablaba de "contar cuentos". Y así es su obra, un paseo por todos los grandes temas. La amistad, la noche, los viejos afanes para salir de la miseria y cambiar de vida, las pequeñas traiciones que llenan la memoria de heridas, la alegría de pasarlo bien, el placer de tantas y tantas anécdotas y situaciones, el amor y los infinitos juegos que ponen en marcha hombres y mujeres para seducirse, el desarraigo, la muerte.
Nació el 22 de abril de 1929 en Cibara, provincia de Oriente, y fue el hijo mayor de una pareja que había sido de las fundadoras del Partido Comunista de Cuba. Cuando llegó junto a su familia a La Habana, en 1941, quedó fascinado por el vertiginoso ritmo de la ciudad y por la inagotable variedad de las criaturas humanas. Dejó la medicina para empezar a estudiar periodismo en 1950, pero ya le tiraban las aficiones —la literatura y el cine— a las que terminó por dedicarse: en 1952 escribió su primer cuento; en 1954, se convirtió en crítico cinematográfico (firmaba con el seudónimo de G. Caín) de la revistaCarteles. Su primer matrimonio fue en 1953 y tuvo dos hijas (en 1954 y 1958), pero conoció a su gran amor, Miriam Gómez, en 1958 y se casó con ella en 1961 tras divorciarse de su primera mujer. Cuando Cuba dio el gran viraje con la Revolución, allí estuvo Cabrera Infante para construir el hombre nuevo. Fue director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diarioRevolución.
Pero las cosas se complicaron. Su hermano Sabá Cabrera hizo una película —"P. M. dura apenas 25 minutos y es una suerte de documental político, sin aparente línea argumental, que recoge las maneras de divertirse de un grupo de habaneros un día de fines de 1960", escribió GCI— que no gustó a las autoridades, fue tachada de contrarrevolucionaria y prohibida. Hubo polémica en las páginas deLunes de Revolución, y este semanario cultural que había fundado CGI fue obligado en 1961 a cerrar las puertas. Al régimen empezaban a no gustarle las más nimias críticas, y apartaron al joven escritor colocándolo de agregado cultural en Bruselas. Luego se convirtió en encargado de negocios.
La consagración literaria llegó con el Premio Biblioteca Breve (1964) aTres tristes tigres. El enfrentamiento definitivo con el régimen de Fidel fue en 1965. Regresó al funeral de su madre y fue retenido por el Servicio de Contra-Inteligencia. Salió de la isla, llegó a Madrid y, después, a Barcelona. Las dificultades económicas y la negativa franquista a regularizar su situación lo empujaron a Londres, donde se instaló definitivamente.
Más allá de la política y del dolor del exilio, lo que siguió adelante fue su obra. En Exorcismos de es(t)ilo (1976) jugó con a literatura; La Habana para un infante difunto (1979) reveló su maestría para el género autobiográfico; Un oficio del siglo XX (1973) reunió sus críticas de cine yMea Cuba (1991), sus artículos políticos; Puro humo (1985.Traducción en 2000) es su homenaje a la lengua inglesa.
Hubo más libros, guiones (la adaptación de Bajo el volcán, de Lowry, por ejemplo), miles de artículos. En 1997 le concedieron el Premio Cervantes. En una entrevista dijo que quería alinearse junto a Eça de Queiros que había dicho que "él era de esos que pasan por la vida con una carcajada de tránsito". Su risa ahora ha callado. Sigue intacta en su literatura.




Los restos de Cabrera Infante 

reposarán en Londres hasta 

que puedan ser trasladados a Cuba

César Antonio Molina lamenta la desaparición del "maestro del calambur y de la magia verbal"

ELPAIS.ES / AGENCIAS Madrid 22 FEB 2005 - 15:17 CET


Los restos del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, fallecido anoche a los 75 años en Londres, permanecerán en la capital británica "hasta que puedan volver algún día a una Cuba libre", según ha afirmado su viuda, la actriz Miriam Gómez. Cabrera Infante será incinerado en la ciudad en la que vivió desde 1968 y cuya privacidad le permitió escribir siempre sobre Cuba y La Habana, a las que llevaba en el corazón.
La incineración del cuerpo del escritor se llevará a cabo en "en la intimidad más estricta". Unicamente estarán presentes "su esposa Miriam Gómez, sus hijas Ana y Carola, los esposos de éstas, y sus seis nietos", según fuentes familiares. El escritor -autor entre otras obras de Tres tristes tigresMea Cuba o La Habana para un infante difunto- falleció tras sufrir una caída que le produjo una rotura de cadera, una posterior neumonía y, finalmente, una infección que contrajo en uno de los hospitales donde estuvo ingresado, según Gómez.
Desde el mundo de la cultura, en especial desde la literatura y el cine, sus dos grandes pasiones, se han sucedido a lo largo de toda la mañana las muestras de dolor y las palabras de elogio para el escritor fallecido, ganador en 1997 del Premio Cervantes, considerado el Nóbel de las letras españolas. El director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, ha manifestado su "profundo dolor" por el fallecimiento del escritor al que ha calificado de "maestro del calambur y de la magia verbal". En un comunicado, Molina ha aludido también al "inmenso talento" del escritor fallecido que "convirtió en una de las obras más profundas de la literatura en español del siglo XX".
Silencio oficial en Cuba
Una amigo personal del fallecido, el coordinador editorial del Grupo Santillana Juan Cruz, ha lamentado también la muerte y ha afirmado que "es imposible pensar en Cuba, en la Cuba de cualquier tiempo, sin entender que en cualquiera de las Cubas está la Cuba de Cabrera Infante". Según Cruz, el escritor fallecido "era el hombre que introdujo el ritmo del español cubano en la literatura de su tiempo".
El escritor Gustavo Martín Garzo ha elogiado la "carnalidad del lenguaje" y las "posibilidades infinitas" que descubrió en la palabra el escritor cubano. "Logró dar al lenguaje esa carnalidad, algo muy del trópico, que cualquier escritor desearía, a través de juegos infinitos, fonéticos de sentidos", ha explicado el escritor vallisoletano, quien recuerda especialmente entre las novelas de Cabrera Infante Tres tristes tigres.
Desde La Habana, el escritor disidente cubano Raúl Rivero, recientemente excarcelado, ha asegurado que la muerte de Cabrera Infante supone una "pérdida fatal" no sólo para las letras cubanas sino para la literatura en castellano. Rivero ha expresado su "profunda admiración" por la obra del escritor, con quien mantuvo una relación "de amistad y de respeto" durante los últimos años. Las palabras de dolor de Rivero contrastan con el mutismo de los medios cubanos, controlados enteramente por el Estado. Ni Granma ni Juventud Rebelde, los dos grandes diarios de circulación nacional, ni las radios o las televisiones, han hecho ninguna referencia al fallecimiento del escritor, exiliado y enemigo declarado de Fidel Castro.


CRONOLOGÍA DE OBRAS

1960.- "Así en la paz como en la guerra"
1963.- "Un oficio del siglo XX"
1967.- "Tres tristes tigres"
1968.- "Wonderwall"
1971.- "Vanishing Point" - "Punto límite: cero" [guión cinematográfico]
1974.- "Vista del amanecer en el trópico"
1975.- "O"
1976.- "Exorcismos de esti(l)o"
1978.- "Arcadia todas las noches"
1979.- "Cuerpos divinos"
1979.- "La Habana para un infante difunto"
1984.- "Under the Volcano" - "Bajo el volcán" [guión cinematográfico]
1985.- "Holy smoke" - traducción al español "Puro humo" (2000)
1990.- "La próxima luna"
1992.- "Mea Cuba"
1995.- "Delito por bailar el chachachá"
1996.- "Mi música extremada"
1996.- "Ella cantaba boleros"
1997.- "Cine o sardina"
1998.- "Vidas para leerlas"
1998.- "Cervantes, mi contemporáneo"
1998.- "Minotauromaquía"
1999.- "El libro de las ciudades"
1999.- "Todo está hecho con espejos"
2005.- "La ciudad perdida" - [guión cinematográfico]

BIBLIOGRAFÍA COMPLETA




BIBLIOGRAFÍA
Así en la paz como en la guerra. (1960)
un oficio del siglo XX. (1963)
Tres tristes tigres. (1967)
Vista del amanecer en el trópico. (1974)
O. (1975)
Exorcismo de esti(l)o. (1976)
Arcadia todas las noches. (1978)
Cuerpos divinos. (1979)
La Habana Para un Infante Difunto. (1979)
Holy smoke: Publicado en castellano Puro Humo (2000). (1985)
Vista del amanecer en el trópico. (1987)
La próxima luna. (1990)
Mea Cuba. (1992)
Delito por bailar el chachachá. (1995)
Mi música extremada. (1996)
Ella canta boleros. (1996)
Cine o sardina. (1997)
Vidas para leerlas. (1998)
Cervantes, mi contemporáneo. (1998)
Minotauromaquía. (1998)
El libro de las ciudades. (1999)
Todo está hecho con espejos. (1999)
Puro humo. (2000)
La ninfa inconstante (2008)
Cuerpos divinos, memorias noveladas (2010)
Obras completas, I. El cronista de cine. Vol 1, (2012)
Mapa dibujado por un espía, memorias noveladas (2013)

PREMIOS
Premio Biblioteca Breve, de Seix Barral, 1964.
Premio del Instituto Italo-Latinoamericano de Roma (Instituto Italo-Latinoamericano de Roma) en 1995
Premio Cervantes, 1997
Fundación Gabarrón de las Letras en 2003



sábado, 14 de mayo de 2016

Mario Vargas Llosa



FICCIONES
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DE OTROS MUNDOS

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Vargas Llosa / ¿Libertad para los libres? / Una recomendación de Günter Grass
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Vargas Llosa / El fracaso de Ortega y Gasset
Vargas Llosa / La era de los impostores
Vargas Llosa / Je suis Charlie Hebdo
Vargas Llosa / Cuba y los espejismos de la libertad
Vargas Llosa / Historia de un deicidio / El pasado esplendor
Vargas Llosa / La libertad en las calles
Vargas Llosa / la felicidad, ja, ja
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Vargas Llosa / La piedad de los murciélagos
Vargas Llosa / Günter Grass, en la picota
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Vargas Llosa / Las esquinas del tiempo / Así nace el título de una novela
Vargas Llosa / Llego a los ochenta en un estado maravilloso
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RIMBAUD
BIOGRAPHIES II


Mario Vargas Llosa

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa

(Arequipa, 1936)
(Arequipa, Perú, 1936) Escritor peruano. Con la publicación de la novela La ciudad y los perros (1963), Mario Vargas Llosa quedó consagrado como una de las figuras fundamentales del «boom» de la literatura hispanoamericana de los años 60. Al igual que otros miembros del mismo grupo, su obra rompió con los cauces de la narrativa tradicional al asumir las innovaciones de la narrativa extranjera (William Faulkner, James Joyce) y adoptar técnicas como el monólogo interior, la pluralidad de puntos de vista o la fragmentación cronológica, puestas por lo general al servicio de un crudo realismo.
Mario Vargas Llosa

Por otra parte, se deben también al novelista peruano importantes aportaciones críticas y hondas reflexiones sobre el oficio de escribir, como su teoría sobre los "demonios interiores", que intenta explicar la escritura como un acto de expulsión, por parte del creador, de los elementos de la conciencia capaces de incubar perturbaciones que sólo el hecho de escribir puede exorcizar. La concesión del Nobel de Literatura en 2010 coronó una trayectoria ejemplar.
Biografía
Mario Vargas Llosa pasó su infancia entre Cochabamba (Bolivia) y las ciudades peruanas de Piura y Lima. El divorcio y posterior reconciliación de sus padres se tradujo en frecuentes cambios de domicilio y de colegio; entre los catorce y los dieciséis años estuvo interno en la Academia Militar Leoncio Prado, escenario de su novela La ciudad y los perros. A los dieciséis años inició su carrera literaria y periodística con el estreno del drama La huida del Inca (1952), pieza de escaso éxito.
Poco después ingresó en la Universidad de San Marcos de Lima, donde cursó estudios de literatura. Desempeñó múltiples trabajos para poder vivir sin abandonar sus estudios: desde redactor de noticias en una emisora de radio hasta registrador en el Cementerio General de Lima. En 1955, el escándalo que provocó al casarse clandestinamente con su tía política Julia Urquidi (episodio que inspira la novela La tía Julia y el escribidor) agravó aún más su situación, y hubo de recurrir a algunos amigos para aliviar su penosa situación doméstica.
En la capital peruana fundó Cuadernos de Composición (1956-1957), junto con Luis Loayza y Abelardo Oquendo, y luego la Revista de Literatura (1958-1959), erigiéndose en estas publicaciones como abanderado de un grupo que reaccionaba contra la narrativa social y documentalista de aquel entonces. A finales de los años 50 pudo finalmente viajar y establecerse en Europa, donde empezó a trabajar en la Radio Televisión Francesa y fue profesor en el Queen Mary College de Londres.
Mario Vargas Llosa

Publicó su primera obra, Los jefes (1959), con veintitrés años apenas, y con la novela La ciudad y los perros (1963) se ganó ya un prestigio entre los escritores que por aquel entonces gestaban el inminente «boom» literario iberoamericano. Vargas Llosa acabaría figurando entre los autores esenciales de aquel fenómeno editorial, y se le situó por su relevancia en primera línea, junto a narradores de la talla del colombiano Gabriel Garcia Márquez, el mexicano Carlos Fuentes o el argentino Julio Cortázar.
El éxito de esta novela y el espaldarazo que supuso a su carrera literaria le permitió dejar atrás una etapa de precariedad y bohemia. En el viejo continente, Vargas Llosa estableció su residencia primero en París y luego en Londres (1967), de donde se trasladó a Washington y a Puerto Rico.
La labor de Mario Vargas Llosa como crítico literario se refleja en ensayos comoGarcía Márquez: historia de un deicidio (1971) y La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975). En 1976, con José María Gutiérrez, codirigió la versión cinematográfica de su novela Pantaleón y las visitadoras. En 1977 fue nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y profesor de la cátedra Simón Bolívar en Cambridge.
En el terreno político, su ideario sufrió con los años profundas mutaciones. El rechazo visceral a toda dictadura y el acercamiento a la democracia cristiana caracterizaron su juventud; en los años 60 pasó de un explícito apoyo a la Revolución cubana a un progresivo distanciamiento del comunismo y a la ruptura definitiva con el gobierno de Fidel Castro (1971) a raíz del llamado Caso Padilla.
Vargas Llosa en la campaña presidencial de 1990

Con el tiempo acabó convertido en un firme defensor del liberalismo, aunque sin renunciar a los avances sociales conseguidos por el progresismo, y en los 80 llegó a participar activamente en la política de su país. Impulsor del partido Frente Democrático, cuyo programa combinaba el neoliberalismo con los intereses de la oligarquía tradicional peruana, Mario Vargas Llosa se presentó como cabeza de lista en las elecciones peruanas de 1990, en las que fue derrotado por Alberto Fujimori.
Decidió entonces trasladarse a Europa y dedicarse por completo a la literatura; publicó artículos de opinión en periódicos como El PaísLa NaciónLe Monde,CaretasThe New York Times y El Nacional. En 1993 obtuvo la nacionalidad española, y un año después fue nombrado miembro de la Real Academia Española. Mario Vargas Llosa ha sido distinguido, entre otros muchos galardones, con los premios Príncipe de Asturias de las Letras (1986), Cervantes (1994) y Nobel de Literatura (2010). El máximo galardón de las letras universales le llegó como reconocimiento a "su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes sobre la resistencia, la revuelta y la derrota individual".
La obra de Mario Vargas Llosa
Formado en el marco generacional del cincuenta (su primer libro es de 1959: la colección de cuentos titulada Los jefes), Mario Vargas Llosa es uno de los novelistas hispanoamericanos de mayor fama mundial, y acaso el que ha escrito el mayor número de novelas de altísima calidad. Como narrador, Vargas Llosa maduró precozmente: La ciudad y los perros (1963) es la primera novela peruana completamente "moderna" en recursos expresivos. La Casa Verde (1966), Los cachorros (1967) y Conversación en La Catedral (1969) lo ungieron como uno de los protagonistas del «boom» de la novela hispanoamericana de los años sesenta y como el más característicamente neorrealista del grupo, con un virtuosismo técnico de enorme influencia internacional.
Sus novelas posteriores, excepción hecha de la más ambiciosa de todas, La guerra del fin del mundo (1981, agudo retrato de la heterogeneidad sociocultural de América Latina), abandonaron el designio de labrar "novelas totales" que hasta entonces lo obsesionaba, y optaron por la reelaboración (irónica o transgresora) de formas o géneros subliterarios o extraliterarios, planteando con gran frecuencia una reflexión sobre los límites de la realidad y la ficción que recrea aspectos de la literatura fantástica y el experimentalismo narrativo, sin caer en ellos totalmente: la farsa, en Pantaleón y las visitadoras (1973); el melodrama, en La tía Julia y el escribidor (1977); la política-ficción anticipatoria, en Historia de Mayta (1984); el relato de crimen y misterio, en ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986) y Lituma en los Andes (1993); la narrativa erótica, en Elogio de la madrastra (1988) y Los cuadernos de don Rigoberto (1997); y la política, en La fiesta del chivo (2000).
Obra narrativa
No cabe duda de que la narrativa ocupa el lugar central de su abundante producción. Su magistral destreza técnica, su capacidad para hacer de cada una de ellas un mundo sólido capaz de autosostenerse y el hecho de otorgar una total autonomía al quehacer narrativo son sus virtudes centrales. En todos sus libros, inclusive los que como Pantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor podrían ser considerados menores, la forma adquiere el más alto grado de importancia.
Su producción narrativa se inició en 1959 con los cuentos de Los jefes y alcanzó resonancia internacional con la novela La ciudad y los perros (1963, premio Biblioteca Breve de 1962), reflejo y denuncia de la organización paramilitar del Colegio Leoncio Prado, donde el autor había realizado sus estudios secundarios. El ambiente cerrado y opresivo de aquel colegio militar de Lima parece compendiar toda la violencia y corrupción del mundo actual; los "perros" del título son los alumnos del primer año, sometidos a crueles novatadas por parte de los mayores.
Dejando a un lado su problemática social y ética, la novela muestra una asombrosa madurez por el trazo ambiguo y mudable de los personajes, por la precisa descripción de los ambientes urbanos, por su trama sinuosa y por el hábil tratamiento del tiempo narrativo. Lejos de atenuar, el experimentalismo y la superposición de tiempos, personajes y acciones intensifica su brutal e impactante realismo y el retrato de una violencia explícita o subyacente.
Mario Vargas Llosa

Su consolidación literaria llegó con La casa verde (1966), verdadera exhibición de virtuosismo literario cuya prosa integra abundantes elementos experimentales, tales como la mezcla de diálogo y descripción y la combinación de acciones y tiempos diversos. El relato, que transcurre principalmente en un burdel, presenta varias historias paralelas con un montaje sumamente complejo, con yuxtaposición de planos temporales y cambios de punto de vista.
Tales recursos se emplean también en parte en Los cachorros (1967), cuyo asunto, un internado, nos remite en su fase inicial a la temática de La ciudad y los perros; y en Conversación en La Catedral (1969), amplio retablo histórico-político del Perú (con sugerencias de libelo contra el régimen del dictador peruano Manuel Odría) compuesto a través de los diálogos sostenidos entre un periodista y el guardaespaldas negro de un dictador. Tales diálogos tienen lugar en "La Catedral", nombre del modesto bar de Lima en el que comparten sus vidas fracasadas.
En las dos novelas siguientes, Vargas Llosa pareció renunciar a los grandes temas para abordar una vía más lúdica, en busca de nuevas posibilidades para su narrativa. Pantaleón y las visitadoras (1973) es una sátira humorística de la burocracia militar que añade a su siempre lúcida visión del poder un componente brutal y grotesco, emparentable con el esperpento hispano. La tía Julia y el escribidor (1977), acaso influida por los relatos del argentino Manuel Puig, desarrolla en contrapunto las vivencias sentimentales y el mundo de los seriales radiofónicos.
La guerra del fin del mundo (1981), en cambio, pretende ser de nuevo una obra "total". En ella abordó la problemática social y religiosa de Hispanoamérica a través del relato de una revuelta de fondo mesiánico; la obra se inspira en un clásico del periodismo brasileño de principios de siglo, el libro Os Sertões de Euclides da Cunha, a partir del cual reconstruye y elabora la trama novelesca.
Escritor de oficio y trabajador infatigable, que ha sido galardonado con numerosos premios a lo largo de su carrera, su prosa fue adquiriendo en sus posteriores novelas un tono medio o periodístico, que tal vez suponga cierto descenso respecto a obras anteriores, pero que ha incrementado su audiencia entre el público lector.
En esa dirección cabe destacar Historia de Mayta (1984), encuesta sobre un antiguo compañero del colegio que, en 1958, protagonizó una sublevación en una localidad andina; ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), que es en sí mismo un proceso narrativo bajo pretexto de una investigación policial; y El hablador (1987), sobre un contador de historias entre las tribus primitivas de Latinoamérica. Esta última obra reveló su fascinación por la tradición oral de la selva, región que siempre ha motivado su imaginación literaria; resulta llamativa tal comunión con las raíces indígenas en un escritor normalmente tan cosmopolita.
Su novela Lituma en los Andes (1993) mereció el Premio Planeta; un año después recopiló sus colaboraciones periodísticas en Desafíos a la libertad (1994). En 1997 apareció su novela erótica Los cuadernos de don Rigoberto, en la misma línea de su anterior Elogio de la madrastra (1988). En la tradición de la novela de dictadores, Vargas Llosa publicaría también una obra ambiciosa y total, La fiesta del chivo(2000), en la que reconstruye con absoluta maestría la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana. Seis años después dio a la imprenta Travesuras de la niña mala (2006), una historia entre lo cómico y lo trágico en la que el amor se muestra dueño de mil caras. El héroe discreto (2013) es por ahora su novela más reciente.
Ensayo y teatro
Aparte de su obra narrativa, Vargas Llosa ha desarrollado una sostenida labor crítica y es autor de originales y profundos estudios sobre diversos autores y cuestiones literarias. Entre ellos destacan García Márquez: historia de un deicidio (1971), dedicado a una singular interpretación de la obra de Gabriel García Márquez; La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975); La verdad de las mentiras (1990), una colección de ensayos sobre veinticinco novelistas contemporáneos; La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (1996), donde analiza la vida y obra José María Arguedas; Cartas a un novelista (1997), una especie de propedéutica de la novela, dirigida especialmente a escritores jóvenes, yEl viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti (2008), donde analiza en profundidad la vida y la obra del escritor uruguayo.
Su incursión en el teatro, aunque menos exitosa, ha sido frecuente: La señorita de Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983), La chunga (1986), El loco de los balcones (1993), Ojos bonitos, cuadros feos (1996), Odiseo y Penélope (2007) y Al pie del Támesis (2008) son las piezas dramáticas que ha publicado hasta hoy y en las que explora, preferentemente, destinos individuales. Los tres volúmenes de Contra viento y marea (1983-1990) recogen una selección de sus crónicas, artículos y otros trabajos periodísticos. En 1993 apareció El pez en el agua, libro de memorias en el que traza un doble relato: las peripecias de su campaña presidencial en 1990 y un recuento desde su infancia hasta el momento en que decide partir a Europa para consagrarse a la escritura.




Universidad parisina La Sorbona rinde homenaje a Mario Vargas Llosa

Tras ingresar en la mítica colección de literatura La Pléiade


09:14.
París, 6 de abril de 2016 


La reconocida universidad parisina de la Sorbona, rindió homenaje a Mario Vargas Llosa tras haber conseguido formar parte de la legendaria colección de La Pléiade que reúne el canon de la literatura universal y en la que figuran nombres como Cervantes, Shakespeare, Dickens, Flaubert, Kafka o García Lorca, informó el diario El País.

El peruano es, además, el primer escritor hispanohablante que obtiene este reconocimiento antes de fallecer (Borges murió en 1986 cuando su volumen ya estaba en marcha, pero no se editó hasta 1993).




Desde finales de marzo, Vargas Llosa forma parte de la colección con un doble volumen que reúne ocho de sus novelas, en su característica encuadernación de tapas de cuero y papel semibiblia. Para celebrar la distinción, la Sorbona organizó un acto de homenaje, junto a la editorial Gallimard y la Casa de América Latina, en uno de los anfiteatros históricos de la Facultad de Letras. 

Bajo las molduras doradas del lugar y entre imponentes retratos de Racine, Descartes o Molière, Vargas Llosa escuchó declamar fragmentos de La casa verde y La tía Julia y el escribidor, antes de subir al escenario para pronunciar un discurso de agradecimiento a la cultura francesa, a la que consideró responsable de su destino como escritor.

“Gracias a Francia descubrí qué tipo de escritor quería ser”, expresó Vargas Llosa. “Leer Madame Bovary me cambió la vida. Gracias a Flaubert supe que quería ser un escritor realista, porque su realismo no tenía nada que ver con la vulgaridad o la despreocupación de los autores realistas que yo conocía”. 

El escritor dijo reconocerse en “la búsqueda fanática de la perfección” que caracterizó a Flaubert, y también con su capacidad de trabajo. “Me hizo entender que, aunque uno no nazca siendo un genio, con constancia y obstinación puede lograr tener algo de talento”, afirmó.

Vargas Llosa abogó por una literatura “comprometida”, “polémica”, “problemática” y nunca “neutral”. También dijo compartir la “vocación universalista” de muchos autores franceses. “Pese a las diferencias de costumbres y de lenguas, la humanidad tiene un denominador común, que es el que revela siempre la gran literatura”, defendió. 

“La literatura francesa siempre ha sido una reacción respecto al mundo”, señaló el escritor peruano, que se identificó con su afán “de transformación y de rebelión”.

El autor también relató cómo descubrió La Pléiade durante los siete años que residió en París, a principios de los sesenta, mientras estudiaba en la Alianza Francesa. “Nunca habría imaginado que un día formaría parte de esa familia de genios". 

"El día que recibí la carta que me lo comunicaba fue el más feliz de mi vida. Creí que se trataba de una broma”, expresó. Vargas Llosa incluso afirmó sentirse “avergonzado” de figurar “en la misma lista que Proust, Kafka, Sartre, Malraux o Céline”.


(FIN) EP/MPM




"La pasión por la literatura, como todos los buenos vicios, se acrecienta con el paso de los años."



Mario Vargas Llosa





"Escribir no es un pasatiempo, un deporte. Es una servidumbre que hace de sus víctimas unos esclavos."

Mario Vargas Llosa



"Un escritor no escoge sus temas, son los temas quienes le escogen."

Mario Vargas Llosa



"Sólo un idiota puede ser totalmente feliz."

Mario Vargas Llosa



"Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores."

Mario Vargas Llosa



Vargas Llosa 
en pantalla grande
Cinco libros del Nobel de Literatura se han convertido en películas. En una de ellas, el actor Keanu Reeves hace de Varguitas

DORA LUZ ROMERO
Madrid 28 MAR 2016 - 16:06 COT

Una carcajada. Esa fue la primera reacción de Mario Vargas Llosa cuando una periodista le preguntó el pasado febrero si sería posible verle actuando en el cine. “Ya no me atrevo a decir de este agua no beberé, pero me parece difícil”, respondió. El Nobel de Literatura, sin embargo, ya ha tomado de esa agua. Lo hizo en 1975, cuando además de codirigir la adaptación cinematográfica de su libro Pantaleón y las visitadoras, tuvo un papel secundario en la película. Con sus novelas, Vargas Llosa—que este 28 de marzo cumple 80 años— ha inspirado siete filmes.
Los Cachorros fue la primera obra de este escritor peruano adaptada al cine. Se trató de una película mexicana dirigida por Jorge Fons, estrenada en 1973. En el guión de este filme participó el poeta José Emilio Pacheco.


“Un disparate sobre el que algún día escribiré”
El famoso libro de Pantaléon y las visitadoras se convirtió en película por primera vez en 1975. Fue dirigida por el propio Vargas Llosa junto a José María Gutiérrez . “Yo tuve una experiencia de las que preferiría no acordarme adaptando una novela mía al cine. El resultado fue una gran catástrofe”, contó entre risas años más tarde el Nobel peruano. “Un disparate sobre el que algún día escribiré una historia”, dijo. En esta producción, Vargas Llosa, además tuvo un rol secundario ante las cámaras. Esta novela tuvo una segunda adaptación en el año 2000, que gozó de mayor éxito y que estuvo bajo la dirección del también peruano Francisco Lombardi. Esta película, que contó con la actuación de la actriz colombiana Angie Cepeda y el peruano Salvador del Solar, es uno de los filmes más taquilleros de la historia de Perú. También fue nominada a Mejor Película extranjera en los Goya.


Una novela, dos películas
La ciudad y los perros, la primera novela de Vargas Llosa y con la que fue reconocido a nivel internacional, ha sido adaptada al cine en dos ocasiones. Llegó por primera vez a la gran pantalla en 1985, de la mano del director Francisco Lombardi, quien ha dicho en varias ocasiones que se trató de un filme hecho “con muy poco dinero”. Con esta producción, el peruano logró varios galardones entre ellos el de Mejor Director en el Festival de San Sebastián, España. Además, participó en el Festival de Cannes. Al año siguiente, el director chileno Sebastián Alarcón hizo una segunda adaptación de esta novela, la llamó Jaguar.


Keanu Reeves hizo de “Varguitas”
Vargas Llosa llegó a Hollywood. En 1990 se estrenó Tune in Tomorrow, la adaptación cinematográfica de la célebre novela La tía Julia y el escribidor. Fue dirigida por el inglés Jon Amiel y el actor Keanu Reeves—que años más tarde sería reconocido por su papel de Neo en la saga Matrix—hizo de Varguitas (Martín en la película). La tía Julia fue interpretada por Barbara Hershey. Años antes, 1981, fue estrenada en la pantalla chica una telenovela de producción colombiano peruana inspirada en este libro y que llevó el mismo nombre.


'La fiesta del chivo'
Luis Llosa, primo del Nobel de Literatura, llevó al cine La fiesta del chivo. Tras su estreno, en 2006, el escritor dijo sentirse satisfecho con la adaptación y que consideraba que la película había sido fiel a su libro. “Aunque el lenguaje del cine y la literatura son distintos por completo”, dijo. La actriz Isabella Rossellini encarna el personaje de Urania Cabral en esta novela que gira en torno a la figura del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, interpretado por el actor Tomás Milian.




Un alto en el camino

Flaubert decía que “se vive para escribir”. En ochenta años, la mayor parte de ellos dedicados a la escritura, la literatura se funde con la vida




































FERNANDO VICENTE

Cumplir ochenta años no tiene mérito alguno, en nuestros días cualquiera que no haya maltratado excesivamente su organismo con alcohol, tabaco y drogas lo consigue. Pero tal vez sea una buena ocasión para hacer un alto en el camino y, antes de reanudar la cabalgata, mirar atrás.
Lo que yo veo son historias, muchísimas, las que me contaron, las que viví, leí, inventé y escribí. Las más antiguas, sin duda, son aquellas que me contaban en Cochabamba la abuelita Carmen y la Mamaé para que fuera tomando la sopa y no me volviera tuberculoso. La tisis era el gran cuco de la época, como lo sería décadas después el sida, al que, ahora, la medicina también ha conseguido domesticar. Pero de cuando en cuando se desatan todavía las pestes medievales que asolan el África, como para recordarnos de vez en cuando que es imposible enterrar del todo el pasado: lo llevamos a cuestas, nos guste o no.
He conocido en mi larga vida muchas personas interesantes, pero, la verdad, ninguna está tan viva en mi memoria como ciertos personajes literarios a los que el tiempo, en vez de borrar, revitaliza. Por ejemplo, de mi infancia cochabambina recuerdo con más nitidez a Guillermo y a su abuelito, a los tres mosqueteros que eran cuatro —D’Artagnan, Athos, Portos y Aramís—, a Nostradamus y a su hijo y a Lagardère que a mis compañeros del Colegio de la Salle donde, en la clase del hermano Justiniano, aprendí a leer (maravilla de las maravillas).
Algo parecido me pasa cuando recuerdo mis años adolescentes de Piura y de Lima, donde no hay ser viviente que esté tan vivo en mi memoria como el Jean Valjean deLos miserables cuya trágica peripecia —largos años de cárcel por haber robado un pan— me estremecía de indignación, así como la generosidad de Gisors, el activista de La condición humana que regala su arsénico a dos jóvenes muertos de pavor de que los echen vivos a una caldera y acepta esta muerte atroz, me sigue conmoviendo como la primera vez que leí esa extraordinaria novela.


































Había mucho de locura en querer ser escritor en el Perú en que yo crecí y descubrí mi vocación

Es difícil decir la inmensa felicidad y riqueza de sentimientos y de fantasía que me han dado —que me siguen dando— los buenos libros que he leído. Nada me apacigua más cuando estoy en ascuas o me levanta el espíritu si me siento deprimido que una buena lectura (o relectura). Todavía recuerdo la fascinación maravillada con que leí las novelas de Faulkner, los cuentos de Borges y de Cortázar, el universo chisporroteante de Tolstói, las aventuras y desventuras del Quijote, los ensayos de Sartre y de Camus, y los de Edmund Wilson, sobre todo esa obra maestra que es To the Finland Stationque he leído de principio a fin por lo menos tres veces. Lo mismo podría decir de las sagas de Balzac, de Dickens, de Zola, de Dostoiesvki, y el difícil desafío intelectual que fue poder llegar a gozar con Proust y con Joyce (aunque nunca conseguí leer el indescifrable Finnegans Wake).
Quiero dedicar un párrafo aparte a Flaubert, el más querido de los autores. Nunca olvidaré aquel día, recién llegado a París en el verano de 1959, en que compré en La Joie de Lire, de la rue Saint-Séverin, aquel ejemplar de Madame Bovary, que me tuvo hechizado toda una noche, leyendo sin parar. A Flaubert le debo no sólo el placer que me depararon sus novelas y cuentos, y su formidable correspondencia. Le debo, sobre todo, haberme enseñado el escritor que quería ser, el género de literatura que correspondía a mi sensibilidad, a mis traumas y a mis sueños. Es decir, una literatura que, siendo realista, sería también obsesivamente cuidadosa de la forma, de la escritura y la estructura, de la organización de la trama, de los puntos de vista, de la invención del narrador y del tiempo narrativo. Y haberme mostrado con su ejemplo que si uno no nacía con el talento de los genios, podía fabricarse al menos un sucedáneo a base de terquedad, perseverancia y esfuerzo.
Había mucho de locura en querer ser escritor en el Perú de los años cincuenta, en que yo crecí y descubrí mi vocación. Hubiera sido imposible que lo consiguiera sin la ayuda de algunas personas generosas, como el tío Lucho y el abuelo Pedro. Y más tarde, en España, sin el aliento de Carlos Barral, que movió cielo y tierra para poder publicar La ciudad y los perros, salvando el escollo de la severa censura de entonces. Y de Carmen Balcells, que hizo esfuerzos denodados para que mis libros se tradujeran y vendieran a fin de que yo pudiera —algo que siempre creí imposible— vivir de mi trabajo de escritor. Lo conseguí y todavía me asombra saber que puedo ganarme la vida haciendo lo que más me gusta, lo que pagaría por hacer: escribir y leer.
Ya se ha dicho todo sobre esa misteriosa operación que consiste en inventar historias y fraguarlas de tal manera valiéndose de las palabras para que parezcan verdaderas y lleguen a los lectores y los hagan llorar y reír, sufrir gozando y gozar sufriendo, es decir —resumiendo— vivir más y mejor gracias a la literatura.
Escribí mis primeros cuentos cuando tenía quince años, hace por lo menos sesenta y cinco. Y sigue pareciéndome un proceso enigmático, incontrolable, fantástico, de raíces que se hunden en lo más profundo del inconsciente. ¿Por qué hay ciertas experiencias —oídas, vividas o leídas— que de pronto me sugieren una historia, algo que poco a poco se va volviendo obsesivo, urgente, perentorio? Nunca sé por qué hay algunas vivencias que se vuelven exigencias para fantasear una historia, que me provocan un desasosiego y ansiedad que sólo se aplacan cuando aquella va surgiendo, siempre con sorpresas y derivas imprevisibles, como si uno fuera apenas un intermediario, un correveidile, el transmisor de una fantasía que viene de alguna ignota región del espíritu y luego se emancipa de su supuesto autor y se va a vivir su propia vida. Escribir ficciones es una operación extraña pero apasionante e impagable en la que uno aprende mucho sobre sí mismo y a veces se asusta descubriendo los fantasmas y aparecidos que emergen de las catacumbas de su personalidad para convertirse en personajes.
“Escribir es una manera de vivir”, dijo Flaubert, con muchísima razón. No se escribe para vivir, aunque uno se gane la vida escribiendo. Se vive para escribir, más bien, porque el escritor de vocación seguirá escribiendo aunque tenga muy pocos lectores o sea víctima de injusticias tan monstruosas como las que experimentó Lampedusa, cuya obra maestra absoluta, El Gatopardo, la mejor novela italiana del siglo XX y una de las más sutiles y elegantes que se hayan escrito, fuera rechazada por siete editores y él se muriera creyendo que había fracasado como escribidor. La historia de la literatura está llena de estas injusticias, como que el primer premio Nobel de literatura se lo dieron los académicos suecos al olvidado y olvidable Sully Prudhomme en vez de Tolstói, que era el otro finalista.
Quizás sea un poco optimista hablar del futuro cuando se cumplen ochenta años. Me atrevo sin embargo a hacer un pronóstico sobre mí mismo; no sé qué cosas me puedan ocurrir, pero de una sí estoy seguro: a menos de volverme totalmente idiota, en lo que me quede de vida seguiré empecinadamente leyendo y escribiendo hasta el final.




BIBLIOGRAFÍA

Novela
  • La ciudad y los perros (1963), Premio Biblioteca Breve y Premio de la Crítica de España
  • La casa verde (1966), Premio Rómulo Gallegos
  • Los cachorros (1967)
  • Conversación en La Catedral (1969)
  • Pantaleón y las visitadoras (1973)
  • La tía Julia y el escribidor (1977)
  • La guerra del fin del mundo (1981)
  • Historia de Mayta (1984)
  • ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986)
  • El hablador (1987)
  • Elogio de la madrastra (1988)
  • Lituma en los Andes (1993), Premio Planeta
  • Los cuadernos de don Rigoberto (1997)
  • La Fiesta del Chivo (2000)
  • El paraíso en la otra esquina (2003)
  • Travesuras de la niña mala (2006)
  • El sueño del celta (2010)
  • El héroe discreto (2013)
  • Cinco esquinas (2016)

Cuento
  • Los jefes (1959); incluye seis relatos:
    • "Los jefes", "El desafío", "El hermano menor", "Día domingo", "Un visitante" y "El abuelo".

Cuento infantil
  • Fonchito y la luna (2010)
  • El barco de los niños (2014)

Teatro
  • La huida del Inca (1952; pieza no publicada)
  • La señorita de Tacna (1981)
  • Kathie y el hipopótamo (1983)
  • La Chunga (1986)
  • El loco de los balcones (1993)
  • Ojos bonitos, cuadros feos (1996)
  • Odiseo y Penélope (2007)
  • Al pie del Támesis (2008)
  • Las mil noches y una noche (2009)
  • Los cuentos de la peste (2015)

Memoria
El pez en el agua (Editorial Seix Barral, 1993)

Ensayo
  • Bases para una interpretación de Rubén Darío, tesis universitaria (1958; publicada como libro en 2001)
  • García Márquez: historia de un deicidio (1971)
  • La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary (1975)
  • La verdad de las mentiras. Ensayos sobre la novela moderna (1990)
  • Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991)
  • La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (1996)
  • Cartas a un joven novelista (1997)
  • La tentación de lo imposible (2004)
  • El viaje a la ficción (2008)
  • La civilización del espectáculo (2012)

Recopilaciones de artículos
  • Entre Sartre y Camus (1981)
  • Contra viento y marea (1962-1982) (1983), ampliación de Entre Sartre y Camus.
  • Contra viento y marea. Volumen I (1962-1972) (1986), primera parte de la ampliación del volumen de 1983.
  • Contra viento y marea. Volumen II (1972-1983) (1986), segunda parte de la ampliación del volumen de 1983.
  • Contra viento y marea. Volumen III (1964-1988) (1990)
  • Desafíos a la libertad (1994)
  • El lenguaje de la pasión (2001)
  • Sables y utopías. Visiones de América Latina (2009)
  • Piedra de Toque. Volumen I (1962-1983) (2012) 120
  • Piedra de Toque. Volumen II (1984-1999) (2012)
  • Piedra de Toque. Volumen III (2000-2012) (2012)

Reportajes
  • Diario de Irak (2003)
  • Israel/Palestina. Paz o guerra santa (2006)

Conferencias publicadas como libros
  • Historia secreta de una novela (1971)
  • Literatura y política (2001)
  • Sueño y realidad de América Latina (2009)

Diálogo
  • La novela en América Latina (1967) (con Gabriel García Márquez)
  • La literatura es mi venganza (2011) (con Claudio Magris)

Adaptaciones cinematográficas
  • Los cachorros (1967), obra adaptada al cine en 1971 por Jorge Fons, resultando ganadora del Premio del Instituto de Cultura en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián en 1972.121
  • Pantaleón y las visitadoras (1973), obra llevada al cine en 1975, codirigida por el propio Vargas Llosa y donde interpreta un personaje secundario. Se hizo una segunda película en 1999, esta vez por dirigida por Francisco Lombardi.
  • La ciudad y los perros (1962), versión fílmica dirigida por Francisco Lombardi en 1985.
  • La tía Julia y el escribidor(1977), versión fílmica dirigida por Jon Amiel en 1990.
  • La fiesta del chivo (2000), versión cinematográfica dirigida por Luis Llosa en 2007.