jueves, 31 de agosto de 2017

Diana de Gales / Princesa del Pueblo

Diana de Gales

PESSOA

DE OTROS MUNDOS
Diana de Gales
PRINCESA DEL PUEBLO
(1961 - 1997)




Diana Frances Spencer nació en Park House, Sandringham (Norfolk) el 1 de julio de 1961. Hija menor de John Spencer, octavo conde de Althorp, y de Frances Ruth Roche, creció en una familia de la pequeña nobleza junto a sus dos hermanas, Sarah y Jane, y su hermano menor, Carlos. Pasó los primeros años de su vida en la residencia familiar de Sandringham, donde recibió su primera educación de manos de institutrices.
En 1968, tras el divorcio del matrimonio Spencer, la pequeña Diana quedó bajo custodia paterna, y aquel mismo año ingresó en la escuela de King's Lynn. En 1970 se trasladó al internado femenino de Riddlesworth Hall, y en 1973 ingresó en West Heath, otro internado en el condado de Kent. Entre 1977 y 1978 estudió en Suiza y finalmente se estableció en Londres. Allí trabajó para varias empresas hasta que en noviembre de 1977 conoció al príncipe Carlos, primogénito de la reina Isabel II de Inglaterra y heredero del trono británico, a quien se unió sentimentalmente dos años después.
El 24 de febrero de 1981 el portavoz del Palacio de Buckingham anunció el compromiso oficial de lady Diana Spencer y el príncipe Carlos; desde ese momento Diana trasladó su domicilio a Clarence House, residencia de la reina madre. La boda de la pareja, que se celebró el 29 de julio de 1981 en la catedral londinense de Sant Paul y fue oficiada por el arzobispo de Canterbury, se convirtió en un acontecimiento de amplísima repercusión internacional, retransmitido por televisión a setecientos millones de espectadores; en Londres convocó a más de un millón de personas, y no faltaron a la ceremonia los principales miembros de la aristocracia europea y ciento setenta jefes de Estado.

Diana Frances Spencer

Diana y Carlos de Inglaterra
La boda de Diana


Diana, marido e hijos

Por su enlace con Carlos, príncipe de Gales, Diana recibió el título de princesa de Gales, si bien su familiaridad y simpatía popularizó en seguida entre sus súbditos el apelativo «Lady Di». El 21 de junio de 1982 la flamante princesa dio a luz a su primogénito, el príncipe Guillermo, en el hospital Saint Mary de Paddington. Aquel mismo año Diana de Gales efectuó su primer viaje oficial en solitario para asistir al funeral de la ex actriz y princesa de Mónaco Grace Kelly. En abril del año siguiente, Diana acompañó al príncipe Carlos a Australia y Nueva Zelanda en el que fue el primer viaje oficial de los consortes. El segundo hijo de los príncipes de Gales, Enrique, nació el 15 de septiembre de 1984.
Aunque Diana trató de llevar una vida familiar dedicada al cuidado de sus hijos, en su agenda se imponía la limitación de los más de quinientos compromisos oficiales que el matrimonio estaba obligado a atender anualmente. Hasta 1985, los príncipes de Gales no mostraron desavenencias en público, pero a partir de 1986 la prensa sensacionalista británica comenzó a divulgar indicios de crisis matrimonial. A pesar de que la familia trataba de ofrecer una imagen de unidad, lo cierto es que cada vez se hacían más frecuentes los viajes de Diana en solitario, y en mayo de 1992, después de regresar de la India y Egipto, saltaron a la opinión pública los primeros rumores de separación.

Con sus hijos Guillermo y Enrique
La publicación de un libro de Andrew Morton sobre Diana, en el que el autor se reafirmaba en la tesis del fracaso matrimonial, y la confirmación de que su marido Carlos de Inglaterra mantenía una relación con su vieja amiga Camila Parker Bowles, convirtieron en noticia las especulaciones de los meses anteriores. A principios de diciembre de 1992 los príncipes de Gales se separaron, salió a la luz la relación sentimental de Diana con James Gilbey y se desató una auténtica guerra de acusaciones mutuas entre los defensores de la princesa y la casa real británica. Algunas fuentes revelaron entonces que tanto el príncipe Carlos como Diana de Gales reclutaron periódicos nacionales para publicar sus propias versiones sobre el detonante de la ruptura. El matrimonio se rompió de forma definitiva en marzo de 1994, y el 29 de febrero de 1996 Diana aceptó divorciarse de Carlos.
En los años siguientes a la separación, Diana prestó su imagen pública a diferentes organizaciones humanitarias y apareció en multitud de actos en favor de los sectores más marginados de la sociedad. Entretanto, la prensa sensacionalista había explotado todas las facetas imaginables de su vida privada. La propia Diana llegó a reconocer su adulterio y la lista, real o inventada, de los amantes de Lady Di fue creciendo: a James Gilbey se unieron los nombres de Barry Mannakke, Philip Dunne, Oliver Hoare y James Hewitt.

Diana

El último hombre con quien se relacionó a Diana fue el millonario de origen egipcio Dodi Al-Fayed. La noche del 30 al 31 de agosto de 1997 ambos perdieron la vida en un aparatoso accidente de automóvil, cuando trataban de evitar a los paparazzi y circulaban a gran velocidad por el túnel del puente del Almá en París. Al-Fayed murió en el acto; Diana Spencer fue llevada al Hospital de la Pitié-Salpêtrière, donde falleció pocas horas después. La casa real británica, que al principio mostró no pocas reticencias, accedió al reclamo popular y celebró en su honor un soberbio funeral en Westminster, que fue retransmitido en directo por televisión y al que asistieron cerca de dos millones de personas.
La vida de Diana Spencer, tanto durante su matrimonio como después de su separación, fue tema recurrente de la prensa rosa y de los tabloides sensacionalistas y objeto continuo de atención no solamente entre los súbditos británicos; la llamada «dianamanía», en efecto, se extendió más allá de las fronteras del Reino Unido. Todas sus apariciones en público recibieron un tratamiento especial por parte de los medios de comunicación internacionales, e incluso su peinado y su modo de vestir fueron imitados hasta la saciedad. Según la revista Majesty, Lady Di generó cerca de quince millones de libras en publicidad a los fabricantes de los artículos que utilizaba. Su popularidad acabó siendo inversamente proporcional a la de su marido; fue siempre considerada una madre ejemplar, y tras su muerte hubo incluso propuestas de canonización que, finalmente, fueron desestimadas.


Diana de Gales


"La mayor dolencia que el mundo sufre actualmente es el mal de la falta de amor. Sé que puedo dar mucho a esas personas carentes, por un minuto, una hora, un día o un mes, y es eso lo que quiero hacer. Es preciso que alguien que posea una vida pública pueda dar cariño y afecto a las personas, y hacerlas sentir importantes. Personas como yo pueden apoyarlas y ser una especie de luz en el final del túnel. Para mí ese es el único camino posible. Nada me hace más feliz que intentar ayudar a los más débiles y vulnerables de la sociedad. Si alguien que precisa de mí, me llama, voy a su encuentro no importa donde este. Me gusta tocar a las personas, es un gesto que me nace naturalmente, no es premeditado, brota del fondo de mi corazón. Nunca me consideré a mí misma como la reina de mi país. Me gustaría ser la reina del corazón del pueblo".

Diana de Gales


Diana de Gales

"En este matrimonio éramos tres, demasiada gente."

Diana, referiéndose al romance de Camilla Parker 
con el príncipe Carlos. 
Diana frente al Taj Mahal
Agra, India,1992

CRONOLOGIA

29 de julio de 1981: Contrae matrimonio con el príncipe Carlos, heredero de la Corona británica, en la catedral de San Pablo. Carlos es 12 años mayor que ella.

1982-1986

21 de junio de 1982: Nace el príncipe Guillermo.
15 de noviembre de 1982: El palacio de Buckingham desmiente que la princesa Diana padezca anorexia nerviosa, tras la publicación de la noticia por tres diarios.
15 de septiembre de 1984: Nace el príncipe Enrique.
1986: La prensa sensacionalista británica publica los primeros rumores de crisis matrimonial de los Príncipes de Gales.

1987

29 de julio: Los príncipes de Gales pasan separados su sexto aniversario de boda. En los últimos meses Carlos había viajado solo a Escocia, Italia, Gstaad (Suiza), Suráfrica y al desierto de Kalahari.
1 de noviembre: La prensa del corazón difunde la noticia de que Carlos y Diana viven desde hace tres meses en palacios separados.
3 de noviembre: Tregua conyugal con motivo de una visita oficial de los príncipes de Gales a Alemania.

1988

11 de abril: La prensa sensacionalista difunde que el príncipe de Gales pasó sus vacaciones de Semana Santa en compañía de Dale Tyron, de origen australiano, conocida como Kanga.

1991

1 de julio: Nuevos rumores sensacionalistas sobre el enfriamiento de las relaciones de la pareja, que se recrudecen con motivo del 30 cumpleaños de Diana.
29 de julio: Décimo aniversario de boda, que es celebrado.
7 de agosto: Crucero de 10 días por el Mediterráneo. La prensa calificó este viaje de "segunda luna de mel".

1992

15 de marzo: El periódico News of the World se hace eco del escándalo causado por la biografía de la princesa de Gales, escrita por Colin Campbell, en la que afirma que Diana ha tenido "montones de amantes".
19 de marzo: El palacio de Buckingham anuncia la separación del príncipe Andrés y Sarah Ferguson, duquesa de York.
11 de junio: La princesa de Gales rompe a llorar en público durante la inauguración de una residencia para ancianos enfermos de cáncer, en Londres. El mismo día, el príncipe de Gales acude sin la princesa a las celebraciones de las bodas de plata de la reina Margarita II de Dinamarca y el príncipe Enrique.
15 de junio: Tras meses de especulaciones sobre la situación del matrimonio, el libro de Andrew Morton Diana, su verdadera historia afirma que Carlos tiene una larga relación extramatrimonial con una mujer casada, Camilla Parker-Bowles. Esto había provocado en Diana varios intentos de suicidio. En estas fechas Diana rompe a llorar de nuevo en público durante una visita a una residencia en Liverpool al ver una pancarta que decía: "Diana, te queremos".
22 de junio: Según el diario Daily Mail, el príncipe Carlos informó a la reina Isabel II de que su matrimonio con Diana acabaría en separación. Se celebran reuniones entre los príncipes de Gales y la reina de Inglaterra y su marido el príncipe Felipe en el castillo de Windsor.
25 de agosto: Escándalo por la difusión en The Sun de unas cintas con una supuesta conversación privada de Diana con su supuesto amante James Gilbey.
Noviembre: Gira desastrosa de la pareja por Corea del Sur durante la cual ambos aparecen distantes e infelices.
6 de diciembre: Diana saca sus pertenencias de la residencia familiar de Highgrove y fija su domicilio y el de sus hijos en el palacio de Kensington.
9 de diciembre: El primer ministro John Major anuncia a la Cámara de los Comunes la separación de los príncipes de Gales, pero que no hay planes para el divorcio. Se abre una crisis constitucional sobre el futuro reinado de Carlos de Inglaterra.

1993

14 de enero: La revista Australian publica la transcripción de una conversación íntima entre Camilla y Carlos, que según afirma, tuvo lugar en diciembre de 1989.
Abril: La princesa Diana reconoce en un congreso médico haber padecido bulimia nerviosa.
9 de noviembre: La princesa Diana presenta una doble querella contra el grupo periodístico Mirror y contra el gimnasio donde se la fotografió con una cámara oculta.
6 de diciembre: El Daily Express asegura que el príncipe de Gales opina que el anuncio, entre lágrimas, hecho por Diana de su abandono de la vida pública no favorece a la familia real británica y que, por ello, sumado a un año de rivalidades con su esposa, ha hecho saber a su madre que no quiere que Lady Di sea coronada reina.

1994

29 de junio: Carlos afirma en un documental de televisión que ha cometido adulterio tras la crisis de su matrimonio.
Agosto: Informaciones periodísticas señalan que Diana telefoneó repetidas veces a un amigo llamado Oliver Hoare, y que, cuando contestaba la esposa de éste la princesa colgaba el aparato. Diana desmintió tales noticias.
3 de octubre: Aparece el libro de Anna Pasternak La princesa enamorada, en el que afirma que Diana tuvo una relación amorosa de cinco años con su instructor de equitación James Hewitt.
14 de octubre: El príncipe Carlos revela por primera vez en un libro detalles íntimos de su adulterio con Camilla Parker-Bowles en el libro El Príncipe de Gales: una biografía, escrito por Johathan Dimbleby. En la obra se dice que Carlos nunca quiso a la princesa Diana y que se vio presionado para proponerle matrimonio por su padre, el duque de Edimburgo.

1995

3 de marzo: Divorcio de Camilla Parker-Bowles.
29 de junio: La Casa Real británica desmiente que la princesa Diana se haya entregado a la bebida y los tranquilizantes, tal y como se asegura en una nueva biografía, Diana, su nueva vida, de Andrew Morton.
Agosto: Algunas informaciones periodísticas hablan de una relación de Diana y la estrella de rugbi Will Carling. Carling y su esposa se separan el 29 de septiembre.
18 de octubre: Camilla y Carlos asisten juntos públicamente a una fiesta en Londres.
20 de noviembre: Diana admite en una entrevista por la cadena de televisión BBC su adulterio con Hewitt. Señala que no quiere conceder el divorcio y advierte que luchará antes que abandonar su condición de princesa.
18 de diciembre: El palacio de Buckingham anuncia que Diana no pasará las Navidades con el resto de la Familia Real en Sandringham por propia decisión, y tras haber mantenido una conversación con la reina.
Diciembre: Carlos recibe una carta de la reina Isabel presionándole para que se divorcie, con lo que él está de acuerdo.

1996

24 de enero: El diario sensacionalista The Sun publica que la princesa Diana provocó el enfado y el llanto de la niñera de sus hijos, Tiggy Legge-Bourke, tras hacerle unas hirientes insinuaciones durante una reunión navideña organizada por los príncipes de Gales para su personal. Tiggy Legge-Bourke pidió a su abogado que solicitase a la princesa que retirase sus falsas acusaciones.
28 de febrero: Diana da su acuerdo para el divorcio.
12 de julio: Los abogados de Carlos y Diana anuncian mediante un comunicado conjunto los términos del divorcio. Diana perdía el tratamiento de alteza real, pero podía seguir utilizando el de Diana, princesa de Gales. El acuerdo económico se cifró entre 3.000 y 3.400 millones de pesetas, y 80 millones de pesetas anuales para cubrir los gastos oficiales de Diana, aunque las cifras no se dieron a conocer oficialmente.
14 de julio: Diana emite un comunicado en el que solicita que los medios respeten los sentimientos de dolor de sus hijos, los príncipes Guillermo y Enrique su esposo Carlos y ella misma. El llamamiento de la princesa se produjo después de ser acosada por dos automóviles y siete motocicletas llenos de periodistas, cuando salía de su residencia.
28 de agosto: Sentencia definitiva del divorcio.
8 de octubre: El diario sensacionalista The Sun difunde un vídeo de la princesa Diana con su amante James Hewitt, grabado entre 1987 y 1991, y reconoce después que se trata de un montaje.
3 de noviembre: El periódico londinense Sunday Mirror publica que Diana está enamorada de un cirujano de origen pakistaní, Hasnat Khan, y que quiere casarse con él.

1997

14 de enero: Diana de Gales inicia una visita a Angola, invitada por la Cruz Roja británica, en apoyo de su campaña para la eliminación de las minas terrestres antipersonales..
18 de julio: El príncipe Carlos organiza una gran fiesta para celebrar el 50 cumpleaños de Camilla Parker-Bowles.
7 de agosto: La prensa informa por primera vez de que Diana tiene un nuevo amor: Dodi Fayed. Diana encabeza una misión oficial laborista a Bosnia en contra de las minas antipersonales.
27 de agosto: Le Monde publica la que será la última entrevista a la princesa de Gales. En ella decía: "La Prensa es feroz, no perdona nada, no busca más que el error. Cada intención es desviada, cada gesto criticado".
31 de agosto: Diana y Dodi Fayed mueren en accidente de tráfico en París cuando huían de los paparazzi.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de septiembre de 1997


MUERE DIANA, PRINCESA DE GALES

"Me dará todo lo que necesito

Diana creía haber encontrado en Dodi Fayed al hombre que iba a cambiar su vida

Isabel Ferrer
Londres, 1 de septiembre de 1997


La historia de amor, heredera de los cuentos de hadas, protagonizada en público por Diana de Gales se ha roto en dos ocasiones con trágicas consecuencias en su último intento de procurarse cierta felicidad. Esta vez, la carroza era mucho más plebeya que la ocupada en 1982 al abandonar la abadía de Westminster con su esposo, Carlos de Inglaterra. De acuerdo con su nueva situación de regia divorciada, la princesa viajaba en un potente Mercedes junto a Emad Dodi Fayed, de 41 años, cuyo nombre significa "alguien de quien puedes fiarte". Primogénito de Mohamed al Fayed, el controvertido millonario dueño de los famosos almacenes Harrods de Londres, Dodi era un flamante playboy y productorcinematográfico lo bastante atento y perceptivo como para que ella le dedicara todo su tiempo libre.Cuentan los cronistas reales británicos que ambos fueron presentados hace una década, en un partido de polo celebrado en Windsor. Mohamed al Fayed, no obstante, era un antiguo amigo del padre de Diana, el fallecido conde de Spencer. La joven pareja había sufrido, de distinta forma, la pérdida abrupta de sus madres. Samira, la de Dodi, hermana del traficante de armas Adnan Kashogi, se divorció cuando el pequeño tenía un año. Hace 11 falleció víctima de una enfermedad. Frances Spencer abandonó al conde para casarse con Peter Shand Kydd, del que luego se separaría. Diana y Dodi tampoco lo pasaron bien en el colegio que dejaron sin obtener buenas notas o título alguno.
A pesar de todo, su amistad no cristalizó a los ojos del público hasta hace un mes. Sus fotos navegando por el Mediterráneo en el yate Jonikal y sus paseos en moto acuática por la francesa bahía de Saint Tropez causaron sensación. Dodi, antiguo graduado de la prestigiosa academia militar de Sandhurst y productor cinematográfico responsable, entre otras cintas, de Carros de fuego, y la princesa no se ocultaban. Los hijos de ella, Guillermo y Enrique, bromeaban con él en la cubierta y jugaban con los hermanastros del millonario, uno de ellos sordomudo, en el mar. "Forman una pareja encantadora y estamos muy contentos", llegó a decir hace pocos días Al Fayed padre. Diana, más consciente que nunca del influjo de su imagen, cambiaba varias veces de bañador, salía a la terraza y sonreía, sobre todo sonreía. "Es el hombre que me sacará del mundo en que estoy metida. Confío en él y me dará todo lo que necesito", dijo la princesa a sus amigos a mediados de agosto. "Me gusta cuando me envía flores y todo lo que hace y dice".


Diana, 1983
Foto de Tim Graham

Por un momento, eso sí, la armonía pareció truncarse. Desde una lancha motora y rodeada de guardaespaldas ella misma se acercó a unos fotógrafos de la prensa sensacionalista británica para pedirles que no la acosaran. También les dijo que sus hijos deseaban que abandonara el Reino Unido, donde carecía de libertad. Luego negó haber dado a entender que pensara dejar el país, pero otra tormenta mayor vino a ensordecer su comentario. En plenas vacaciones y con Dodi a su lado aparentemente todo el día, Kelly Fisher, una modelo estadounidense, organizó a toda prisa una rueda de prensa. Haciendo pucheros frente a las cámaras, aseguró que el millonario la visitaba de noche. "Yo era su amante nocturna. Nos tenía a las dos, porque mi yate estaba fondeado al otro lado de la bahía", balbuceó. El anillo de zafiro y brillantes que mostró luego era, según sus palabras, la prueba de la promesa de matrimonio rota por Dodi. Diana leyó sin duda todas las reseñas publicadas al respecto, incluida la lista de las anteriores novias de su caballero andante. Aparte de su ex esposa, la modelo Suzanne Gregard, actrices como Brooke Shields, Winona Ryder o Daryl Hannah aparecieron en una urgente lista de pasados amores. Dispuesta a no dejarse amedrentar, la princesa continuó sus vacaciones. Incluso consultó a una vidente de la mano de Dodi para averiguar si una posible boda mejoraría su futuro. El puso a su disposición helicópteros, yates y lujosos automóviles. La acompañó a las costas de Grecia y de vuelta a la Costa Azul. En todo momento parecía protegerla como ya hiciera otro potentado, el armador griego Aristóteles Onassis, con Jacqueline Kennedy, la viuda del asesinado presidente norteamericano John F. Kennedy.
"Parecía haber encontrado por fin la felicidad", decían ayer los curiosos que, con semblante grave, formaban corrillos frente al palacio de Kensington, residencia oficial de Diana en la capital británica. "Ahora que iba camino de tener a alguien a su lado se trunca todo", murmuraba una mujer madura con lágrimas en los ojos. A nadie parecía importarle la fama de millonario olvidadizo de Dodi Fayed. Era capaz de dejar propinas astronómicas y no pagar a tiempo el alquiler de sus numerosas mansiones. Nadie entre los ciudadanos anónimos que dejaban ramos de flores, a veces unos brotes arrancados de un jardín cercano, recordó la confusa relación de la propia Diana con la prensa. Su trágico y súbito final la elevará seguramente ahora a la categoría de mito.
Diana, princesa de Gales, como era obligado llamarla en el Reino Unido, ha muerto joven y podía llorar y quebrarse en público, ya fuera por timidez, agotamiento emocional o profunda emoción ante el sufrimiento de otros. En este caso, más que un amor truncado al estilo de Romeo y Julieta, su desaparición parece haber ahondado aún más la admiración de la mayoría de los británicos por una princesa en apariencia tan frágil y humana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de septiembre de 1997


Los tristísimos veranos 

de Diana de Gales

Nació en verano, se casó en verano y murió en verano. 

Repasamos los estíos que marcaron la vida de Diana: 

de su boda triste a su final trágico un día como hoy hace 19 años.


 31 de agosto de 2016 / 9:45
Los veranos de la princesa de Gales marcaron su vida, incluso su muerte, como un reloj. Eso sí, el reloj de un cuento de brujas que señala los minutos que faltaban para la catástrofe. Diana Frances Spencer nació en verano, el 1 de julio de 1961, en Norfolk, Inglaterra. Se supone que esa debería haber sido una buena noticia, pero no lo fue tanto para su padre, Edward John Spencer, que esperaba un varón. Después de concebir dos chicas (y un niño que murió al poco de nacer), el deseo de Spencer era tan fervoroso que ni siquiera había pensado un nombre femenino.
Diana creció atormentada por la culpa de no ser lo que sus padres deseaban. Y su madre se sometió a agotadoras pruebas médicas para encontrar la causa de su “problema”. Cuando los Spencer tuvieron un niño, ya era tarde. En otro verano, el de 1966, la madre de Diana conoció a un caballero que se convertiría en su amante. El verano siguiente se divorció.
Con los años, el padre de Diana empezaría a salir con Raine Legge, condesa de Dartmouth, mujer atractiva –y casada– a la que los niños Spencer detestaban. El conde se casó con ella, pero no invitó a la boda a sus hijos. Ni siquiera les informó. Se enteraron por el periódico. La ceremonia se celebró en 1976, por supuesto en verano. Los británicos son muy rigurosos en cuanto a fechas y temporadas para la caza o las festividades. Y desde el principio, los veranos de Lady Di fueron la estación oficial de los desastres.

La desgracia más notable en la vida de Diana se llamó Carlos. Y, cómo no, empezó otro verano. En realidad, al príncipe de Gales le gustaba la hermana de Diana, Sarah. Salieron juntos una temporada, pero su falta de iniciativa sexual siempre molestó a la joven. Y a él tampoco le agradaba la soltura con que ella se despachaba en la prensa. En una entrevista con Woman’s Own, Sarah confesó un problema con el alcohol y una expulsión del colegio. Admitió que era anoréxica y muy aficionada a los muchachos. Acusó al príncipe de ser bastante lento en el cortejo. Describió su relación con él como “de hermanos”. Y anunció que, si él la pedía en matrimonio, ella se negaría. De hecho, después de semejante entrevista, esa no era una posibilidad.
En julio de 1980, Carlos y Diana coincidieron en casa de un amigo común. Ella le habló de la tristeza que percibía en él. Él, conmovido, trató de besarla. Con cierta brusquedad, según sus biógrafos. Diana no aceptó el intempestivo beso ni la subsiguiente invitación para regresar juntos a Londres. Pero no pudo negarse a una semana navegando en el yate real. Como ella era virgen, y él ya estaba enamorado de Camilla Parker Bowles, el resto del verano estuvo salpicado de castos e inocentes jueguecillos. Al fin, en septiembre, el príncipe invitó a Diana a Balmoral, la residencia de descanso de los Windsor en Escocia. Era la hora del examen de la familia real, una rigurosa prueba que, lamentablemente, Diana aprobaría.
Juan Carlos, Diana y los pequeños Guillermo y Enrique en durante el verano de 1986 en Mallorca.
El 29 de julio de 1981, a las 5:00 AM, Diana Spencer despertó en Clarence House, la residencia londinense de la reina madre de Inglaterra. Había vomitado toda la noche y se sentía “como un cordero entrando al matadero”. Estaba lista para convertirse en princesa de Gales.
Horas después, cuando salió a bordo de una carroza del brazo de su padre, llevaba un vestido de novia de seda vaporosa, un lazo bordado con perlas y un velo de nueve metros de longitud. Con su aspecto de pureza quinceañera y su inquebrantable fe en el reino, Diana era perfecta para el papel.
3.500 invitados acudieron a la catedral de St. Paul. La inexpresiva reina Isabel logró sonreír, quizá por única vez, con ternura. Pero la verdadera euforia esperaba a los novios fuera del templo. Dos millones de asistentes siguieron por las calles a la carroza de los recién casados. El dispositivo de seguridad contaba con 5.000 policías. Para que nada afeara el momento, los caballos de la escolta habían recibido un alimento especial que los hacía defecar heces del mismo color que el asfalto. Las 750 millones de telespectadores que siguieron el evento no vieron ningún excremento. Solo la luminosa felicidad de la nueva princesa.
Más adelante, Diana le confesaría al periodista Andrew Morton: “Estaba tan enamorada de mi marido que apenas podía dejar de mirarlo. Me creía la chica más afortunada del mundo”. Pero lo cierto es que Carlos no era un gran apoyo. Ni él ni ningún otro miembro de la familia real habían tenido un gesto de atención ante la desmedida presión mediática que sufría Diana y que estaba desquiciando sus nervios. Para los Windsor, era parte de su nuevo trabajo. Ya se acostumbraría.
Resultó que Diana lo hacía mucho mejor que ellos. Era dueña de un carisma natural. A pesar de su pánico durante la boda, supo mantener el tipo en todo momento. Y a partir de ese día, su popularidad sería siempre mucho mayor que la de su soso y distante marido. Pero nadie se lo reconocía. Nadie en su nuevo entorno era capaz siquiera de tener una relación cálida con ella. Y Carlos menos que nadie.
Diana en Francia en 1997.
La noche de bodas no sirvió para mejorar las cosas. Sobre la chimenea de su dormitorio —el mismo en el que la reina había pasado su noche de bodas— colgaba una pintura francesa del siglo XVIII con una leyenda descorazonadora: “Consideración, ternura, cariño, todo termina en este día. Pronto Hymen huirá llevándose el amor y la alegría”. Hymen es el dios griego del matrimonio. En castellano resulta un nombre muy apropiado para describir la situación de aquella noche que, con el tiempo, la propia Diana contaría así: “Yo había leído todo aquello sobre el arrebato de la pasión y la tierra temblando, pero no fue así. Apenas duró un instante. Me quedé ahí, pensando: ‘¿Era eso? ¿De eso se trataba aquello de lo que todo el mundo habla? Adentro, afuera y a dormir...”. En defensa de Carlos, cabe señalar que tampoco quedó muy impresionado por las habilidades de su consorte. La inexperiencia y la bulimia no producen grandes amantes.
Aún les quedaba la luna de miel. Diana albergaba la esperanza de que un paseo por el Mediterráneo a bordo del yate real Britannia relajaría los ánimos. Pero a bordo de aquel barco la espontaneidad era indeseable y la intimidad, imposible. Las cubiertas de teca del Britannia eran majestuosas y la pasarela real jamás superaba los 12 grados de inclinación. La plata siempre estaba pulida y las flores, frescas. Aunque contaba con casi trescientos tripulantes, las labores del personal alrededor de la pareja real se debían realizar en silencio sepulcral y antes de la ocho de la mañana. Llevaban suelas especiales para no hacer ruido al andar y, de toparse con un miembro de la pareja, debían ponerse firmes y mirar al frente hasta que pasaran. “Relajante” no es la palabra. Además, el viaje puso de relieve lo diferentes, acaso incompatibles, que eran los príncipes de Gales. Carlos se pasaba el día leyendo libros del filósofo y amigo sir Laurens van der Post, que sería después padrino del príncipe Guillermo. Su idea de la diversión en cada almuerzo era analizarlos uno a uno
La princesa, en cambio, bajaba a divertirse con los marineros, tocando el piano o charlando. Ella quería vacaciones de la vida pública, pero cada vez que paraban en un lugar, eran recibidos con honores de estado. Diana exigía abiertas manifestaciones de cariño. Carlos estaba incapacitado para darlas. Y lo del sexo, según aseguró ella misma a su biógrafo, tampoco se arregló.
Durante ese viaje, la princesa continuó vomitando. Y llorando a escondidas. Y llevándose sorpresas desagradables, como la foto de Camilla Parker Bowles que se deslizó del diario de su esposo. O la peor de todas: los gemelos, que Carlos llevaba puestos durante una recepción, que representaban dos letras C amorosamente entrelazadas. Habían sido un desafiante regalo de su amante.

DESILUSIÓN EN MARIVENT

La pesadilla veraniega de Lady Di tenía un escenario glorioso: Balmoral. Adquirido por la reina Victoria a mediados del siglo XIX, el castillo de Balmoral está situado en medio del imponente paisaje de las Highlands escocesas, y sus jardines son objeto de admiración en todo el mundo. Al principio, Diana lo consideraba su lugar favorito. Pero no conocía bien a su familia política.
Diana y Dodi en un yate en la Riviera Francesa en 1997.
Según Martin Gitlin, biógrafo de la princesa, la familia real tenía normas rigurosas: era obligatorio asistir a todas las comidas para escuchar conversaciones aburridas sobre gente muerta y canciones antiguas. Después, los caballeros se encerraban a fumar y las damas desaparecían de su vista. Para escándalo general, Diana no andaba sobrada de modales reales. Ni siquiera había crecido en una familia que se reuniera cada tarde para cenar. Sus ausencias en la mesa fueron interpretadas como un desplante, y amargaron mucho su relación con la reina.
El contraste entre su miserable vida privada y su esplendorosa vida pública convirtió a Lady Di en la primera profesional de la imagen personal. Ejemplo de su talento son las fotos de sus veranos españoles junto a los Borbón, en el palacio mallorquín de Marivent. Se suele creer que Diana escogió pasar las vacaciones en España para escapar del aburrimiento de Balmoral. Al contrario, la idea fue de Carlos, por su aprecio al rey de España. Y fue una mala idea. El verano de 1986 se convirtió en el velatorio de su relación.
Nada más llegar a la isla, el 7 de agosto, Diana y Carlos, junto a sus dos hijos, se embarcaron en el Fortuna, yate de la Corona española, para seguir la Copa del Rey de vela. Y ese domingo, para aplacar a los periodistas que se amontonaban a su paso, don Juan Carlos organizó una sesión de fotos en Marivent. De esas escapadas provienen las instantáneas que documentan el viaje. Muestran a una Diana radiante que disfruta del mar junto a su familia. La verdad es que ella y Carlos llevaron agendas separadas: él pintaba acuarelas en Valldemossa mientras ella tomaba el sol en las playas del sur. En algunas fotos, el rey Juan Carlos parece observar embelesado a una coqueta princesa de Gales.
Llegaron a correr rumores sobre un affaire entre ambos. Una biografía de Lady Di firmada por Lady Colin Campbell destacaba que, en Mallorca, la princesa convirtió a don Juan Carlos en su confidente. Otra biografía, la de José Martí Gómez, afirma que en Marivent descubrió “la libertad”, e incluso quiso comprar una casa en la isla.
En realidad, según el periodista Andrew Morton, amigo de Diana y autor de una larguísima entrevista convertida en biografía, ella no soportaba a don Juan Carlos, a quien consideraba demasiado playboy para su gusto. “El primer viaje a Mallorca —le contó Diana— lo pasé entero con la cabeza en el water. Lo detesté. Todos estaban obesionados con que Carlos era la criatura más maravillosa del mundo. ¿Y quién es la chica que viene con él? Yo sabía que llevaba dentro algo que no les dejaba ver, y que no sabía usar, no sabía enseñarles. Me sentí incomodísima”.
Diana en la Riviera Francesa en julio de 1997.
La adoración de Carlos por su madre los separó aún más. Diana siempre se sintió postergada por su esposo en favor de Isabel II. E incluso en la distancia continuaba siendo así. Cinco días después de su llegada, el diario El País se extrañaba por el repentino regreso de Carlos a Inglaterra. El periódico sospechaba que se debía a un examen médico de la reina, aunque admitía que la señora se encontraba perfectamente. A continuación, la noticia señalaba que, de todos modos, Diana y sus hijos permanecerían en Marivent. El titular rezaba: “Lady Di, enamorada de Mallorca”. Se equivocaba. La princesa no se quedaba por amor, sino todo lo contrario.
El año siguiente, Diana había dado un paso más en la separación entre su vida privada y la pública. Mientras continuaba cumpliendo sus funciones frente a las cámaras, su relación íntima con el capitán de caballería James Hewitt se hacía cada vez más profunda y difícil de esconder. Las vacaciones volvieron a ser en Mallorca, y volvieron a ser tirantes. Pero, esta vez, Diana estaba resuelta a encontrar una solución. En Marivent citó a su jefe de seguridad, Ken Wharfe, y le notificó oficialmente que tenía un amante, para que tomase las debidas precauciones. Más allá de su lealtad a la corona, Wharfe comprendió la situación. Lo consideró “un polvo de protesta”.
España aún marcaría un hito más en la relación entre Diana y los medios. En 1994, el fotógrafo Diego Arrabal consiguió fotografiarla en top less en un hotel de Málaga. Una publicación española pagó 1,2 millones de euros por esas fotos. Pero nunca las publicó. Según el fotógrafo, la revista las canjeó a cambio del apoyo de Diana a su edición inglesa. Fue la máxima expresión de poder de Diana, cuando con una llamada fue capaz de hacer tirar a la basura más de un millón de euros. Un poder tan peligroso que terminaría por costarle la vida.
Diana, 1997
Cabizbaja y pensativa en la Riviera Francesa

EN BRAZOS DEL ‘PLAYBOY’

Dodi Al Fayed se parecía a Carlos, al menos en su relación paterno-filial. Según destaca Tina Brown en su libro 'The Diana Chronicles', al igual que el príncipe, Dodi era un niño mimado, criado por un padre ausente y millonario que complacía todos sus caprichos, pero no todas sus necesidades emocionales. Fue el duque de Edimburgo quien casi ordenó a Carlos que cortejase a una joven Diana. Y fue el comerciante egipcio Mohamed Al Fayed quien, 16 años después, lo hizo con su hijo.
La diferencia estaba en quiénes eran esos padres. El duque de Edimburgo tenía sangre azul por la dinastía de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg. El cuento de hadas era una obligación impuesta por siglos de tradición. En cambio, Mohamed era un arribista en el sentido clásico. Obsesionado con la realeza, se abría paso hacia ella a golpe de chequera. Había comprado la tienda de los aristócratas, Harrod’s, el hotel de los aristócratas, el Ritz de París, y lo más extravagante, la residencia del Bois de Boulogne que habían ocupado Wallis Simpson y Eduardo VIII, el rey que abdicó por amor. Para Al Fayed, el cuento de hadas era otra exclusiva mercancía. Él era la versión McDonalds del duque de Edimburgo. Para Diana, el verano de 1997 fue un remake (de menos presupuesto) de su superproducción de 1981.
Diana y Dodi Al Fayed en Portofino, Italia, en agosto de 1997.
Dodi Al Fayed, excocainómano, jet setter a tiempo completo y party animal por vocación, estaba listo para casarse con la modelo Kelly Fisher. Tan listo que le había comprado un anillo de zafiros y diamantes de 118.000 libras cuando las libras valían el doble que los dólares y los euros no existían. Tan listo que tenían fecha de boda el 9 de agosto. Pero tan sólo un mes antes, un meteorito escindido del planeta Windsor se estrelló contra sus planes.
El 14 de julio, siempre según Tina Brown, Mohamed convocó a su hijo a reunirse con él en París. Había invitado a Lady Di a pasar unos días de descanso en su yate, el Jonikal. Con sus 63,5 metros de eslora, era uno de los más largos del mundo. Mohamed acababa de comprarlo y ahora correspondía a Dodi seducir a Diana y amortizarlo. En cuanto a su novia, Kelly Fisher... Bueno, ¿quién cuernos era Kelly Fisher?
En un principio, Diana aceptó la invitación por falta de opciones. El verano se extendía ante ella como un desierto. Según el acuerdo de custodia, sus hijos pasaban las vacaciones en Balmoral con su familia paterna, el último lugar donde ella quería alojarse. Su amante de los últimos dos años, el cirujano pakistaní Hasnat Kahn, acababa de dejar claro que no pensaba hacer pública su relación. Diana no tenía con quién estar. Y quedarse en casa era imposible, porque su casa era el Palacio de Kensington. La había redecorado tras su divorcio y, según el biógrafo Martin Gitlin, se respiraba una atmósfera más alegre, con flores y música clásica. Las pinturas y ornamentos militares habían sido reemplazados por paisajes, y las mucamas y el mayordomo recibían a los visitantes con menos solemnidad. Aún así, estaba lleno de recuerdos y vacío de amigos.
Tampoco había mucha gente dispuesta a invitarla a su casa. No llegaba sola, sino con la estela de un ejército de paparazzi. Y por miedo a ser espiada, ella prescindía de cualquier escolta real. Por lo tanto, sus anfitriones debían contratar una guardia de seguridad contra los teleobjetivos, protegiendo las ventanas, los basureros, a los vecinos y a los parientes. Por rico que uno sea, es demasiado. Al Fayed y su hijo —con dispositivos de seguridad a la altura de jefes de Estado—eran de los pocos que podían hacer frente a la situación. Y dado que Lady Di encarnaba su sueño aristocrático, estaban dispuestos a disfrutar de ella.



Pero en los primeros días del paseo, Dodi se convirtió en algo más. No un amigo ni un novio. Una venganza. Camilla Parker Bowles cumple años el 17 de julio y ese año Carlos lo celebró tan públicamente como era posible, precisamente en Highgrove, Gloucestershire, su antiguo hogar familiar. La fiesta era un símbolo de la victoria de su archienemiga. Diana estaba dolida. Dodi, por su parte, era atento, no escatimaba en detalles caros y, sobre todo, resultaba lo suficientemente egipcio, plebeyo y advenedizo como para irritar de verdad a los Windsor. La Lady Di que subió al Jonikal se parecía a la del yate Britannia, pero la inocencia había desaparecido: ahora era la mujer más famosa del mundo, y sabía utilizar los recursos de la prensa. Se aseguró de que le realizasen varias fotos a bordo del barco, acompañada por un Dodi de torso desnudo. Cuando aparecieron en la prensa, llamó personalmente al fotógrafo, no para quejarse por la invasión de su intimidad, sino para preguntar por qué habían quedado borrosas.
El egipcio, por su parte, compartía con ella cierto sentido escénico de la situación. El último día de su vida, durante una de sus huidas de los paparazzi, llevó a la princesa a la residencia del Bois de Boulogne, la de Wallis Simpson y Eduardo VIII. Aquel monumento a la lucha entre el amor y las obligaciones reales resultaba, dadas las circunstancias, el refugio más retorcido. Dodi y Diana tenían un objetivo común: los dos querían que el mundo los viera.
La última noche, la pareja hizo una verdadera gira. Del Ritz al apartamento de Dodi. De ahí a un bistrot, con inesperado cambio de ruta de vuelta al Ritz. Del restaurante del hotel a la suite imperial. Regreso al apartamento. Siempre seguidos por una nube de fotógrafos en ruidosas motocicletas. Los guardaespaldas estaban enloquecidos ¿Por qué no cenaron en casa? ¿O en el hotel, que era de Dodi? Porque las cámaras no eran un estorbo. Eran el objetivo.
Semanas antes, Diana había preparado las instantáneas del yate para lastimar a Carlos y Camillia. Ahora, Dodi tenía preparada toda una sesión de fotos. Había contratado a un publicista e iba filtrando sus paradas para que la prensa pudiese seguirlos. En su cultura familiar, esas imágenes eran tan valiosas como el propio Ritz. O como la casa en el Bois de Boulogne. Al final, su única utilidad fue defender una teoría de la conspiración: la familia Al Fayed siempre ha sostenido que su hijo y la princesa fueron asesinados porque la familia real no podía permitir que se casase con un egipcio.
Hoy en día, en Harrod’s, donde una copa de vino cuesta 17 euros, un altar recuerda a la pareja. Velas, champán y una fuente constituyen el homenaje, junto al supuesto anillo de bodas que Dodi compró para Diana. Pero no resulta verosímil que ese anillo fuese de compromiso: costó 110.000 libras menos que el que Dodi había comprado para Kelly Fisher ¿Y quién cuernos era Kelly Fisher? 
*Reportaje originalmente publicado en el número 48 de Vanity Fair