viernes, 25 de enero de 2013

Raúl Gómez Jattin




Raúl Gómez Jattin

(1945 - 1997)



Raúl Gómez Jattin (Cartagena de Indias, 31 de mayo de 1945 - 22 de mayo de 1997), fue un poeta colombiano.



Raúl Gómez Jattin nació en Cartagena, el 31 de mayo de 1945, aunque todo el mundo lo tiene por cereteano, porque de Cereté, Córdoba, era su familia y allí pasó su infancia.



Su padre fue Joaquín Pablo Gómez Reynero. Su madre, Lola Jattin, nacida en Colombia de padre libanés y madre siria. Raúl Gómez Jattin fue educado en varias poblaciones de la costa norte colombiana.

Llegó a Bogotá en 1965 a estudiar Derecho en la Universidad Externado de Colombia. Era un muchacho de provincia tímido, respetuoso, inteligente y buen estudiante pero sin vocación, estudiaba Derecho por imposición paterna. En el teatro encontró su sitio. Entró pronto a trabajar con el Grupo de Teatro Experimental de su universidad, bajo la dirección de Carlos José Reyes, y participó durante años en un montaje tras otro.

Quienes tuvieron oportunidad de verlo actuar lo recuerdan como un excelente actor, muchos dicen que de los mejores que tenía el país. Un actor inmenso con vozarrón grave y profundo y ademán aristocrático que vivía para el teatro y parecía destinado a no hacer otra cosa.

Hasta que, alrededor de 1972, presentó en el Festival de Manizales un montaje propio, Las nupcias de su excelencia, que el público recibió con una tremenda pitada, dicen que porque no representaba lo que los grupos comunistas del momento esperaban de una obra de teatro.

Porque Raúl despreciaba el teatro panfletario: si el arte se vuelve propaganda, decía, pierde todo su valor. A él, que era orgulloso, que le silbaran en su primer montaje lo hundió; y salió huyendo. Dejó todo atrás y se volvió Cereté, a vivir en un terrenito que había comprado su padre muy cerca de la casa familiar y al que puso por nombre Mozambique, como las canciones de Bob Dylan y de sus admirados Richie Ray y Bobby Cruz.

Aunque regresó todavía a Bogotá y siguió haciendo teatro, no volvió nunca a escribir otra obra y se limitó a hacer adaptaciones. Muchos recuerdan aún su montaje de Los Acarnienses, una selección de algunos pedazos del texto de Aristófanes. El estudio a fondo de la pieza derivó en una obsesión por la cultura griega que le duraría toda la vida y que, con el tiempo, marcará su poesía.

Fue en Cereté, durante uno de esos continuos ires y venires a lo largo de los últimos 70s, cuando comenzó su locura, esos ataques que le daban de tanto en vez y que lo fueron metiendo en una vorágine de hospitales, drogas psiquiátricas e idas y vueltas de la normalidad a la locura. 

Esa locura de Raúl era locura de enfermo. No se volvió loco por las drogas ni por su vida excesiva. Era loco porque era loco, por esas cosas de la vida que lo enferman a uno y contra las que no hay casi qué hacer.

Y como Raúl era excesivo en todo, fue excesivo también en su locura. Los ataques que le daban eran tremebundos, asustadores, frenéticos. Cuentan los amigos que en esos momentos se volvía intratable, insoportable, inaguantable. Que no veían la hora de devolverlo para Cereté o de mandarlo para un psiquiátrico. Hospitales conoció muchos, aunque a menudo los directores se empeñaban en darle el alta, quién sabe si porque no terminaban de verle la locura o por quitárselo de encima. Él sabía también cómo manipular el mundo a su gusto con el cuento de que era loco.

Fue ahí, en esos años de vuelta en Cereté, cuando empezó también a escribir poesía. Poema tras poema que guardaba o que enviaba a los amigos sin más pretensiones. Hasta que uno de ellos, el más cercano toda su vida, se dio cuenta de que esos poemas de Raúl eran buenos y merecían ser publicados. Él mismo se encargó de la edición. Ese libro, el primero de Raúl Gómez Jattin, Poemas (1980), es hoy casi inencontrable.

Años después vendrá Tríptico ceretano (1988), la trilogía integrada por Retratos, Amanecer en el valle del Sinú y Del Amor, la cumbre de su obra. Ahí están algunos de los temas más escabrosos, tal vez los que más lo identifican entre quienes apenas lo conocen: drogas, amores prohibidos, escarceos de niño con empleadas domésticas rebosantes de lujuria, iniciaciones zoofílicas con terneras, con gallinas…


Pero están también la amistad, los recuerdos de infancia, el amor descrito en ocasiones con belleza conmovedora:

“Dibujo tu perfil del faro a las murallas 
Luz de alucinación son tus ojos de hierro 
El mar salta en las piedras y mi alma se equivoca 
El sol se hunde en el agua y el agua es puro fuego 
Eres casi de sueño. Eres casi de piedra con el vaivén del tiempo”

En 1989 publicará Hijos del tiempo, una obra madura, más serena que el Tríptico, donde el protagonista ya no es él mismo sino otros: Micerino, Teseo, Medea, Homero, Penélope y Odiseo, Scherezada, Li-Po, El rey moro, Moctezuma, El cacique Zenú, Antínoo… Uno siente como si esos poemas sin Raúl no fueran suyos. Aunque ahí está el estremecedor poema final a su madre, Lola Jattin, que recupera la belleza y la fuerza de los mejores del Tríptico.

La edición en 1994 de la antología Poesía 1980-1989, que recoge buena parte de sus tres primeros libros, lo dio a conocer a un público amplio. Es una antología de autor, que incluye sólo los poemas que Raúl quiso y que hasta cambia algunos.

Su última publicación, Esplendor de la mariposa (1995), ya no es, en cambio, un buen libro: esos poemas de manicomio y encierro apenas merecen la pena.

A Raúl lo recuerdan los amigos como un hombre elegante, de maneras aristocráticas, digno, culto, siempre cantando a Serrat y hablando de los griegos, preocupado por ser bien visto y porque se apreciara su poesía. Un hombre que sabía de su condición de enfermo y de drogadicto y que quería curarse.

Murió el 22 de mayo de 1997 en Cartagena de Indias. Muchos dijeron que se había suicidado, que se había “mandado” a una buseta. Pero no, Raúl no se habría suicidado. Tirarse a una buseta no sería propio de sus maneras aristocráticas. Y era, además, un hombre cobardón. Debió ser un accidente, un atropello a esas horas de la mañana en que los buses bajan a toda velocidad por la cuesta de la India Catalina. Nadie quiso decir nada y así quedaron las cosas. Pero no, los amigos saben muy bien que Raúl no se habría suicidado, que Raúl no se suicidó. Pocos años antes de morir Gómez Jattin aceptó abiertamente su homosexualidad.

Cuando apenas era todavía conocido, en 1983, el gran poeta Jaime Jaramillo Escobar le escribió en una carta lo que sigue siendo el mejor homenaje que se ha hecho a Raúl,

“eres el viento, eres un potrillo, eres el río que arrasa, no limitas con nada, no tienes cuñados en el cielo, no tienes participación en la bolsa de valores, eres un bruto, eres Atila, eres el mismísimo Adán, Dios en persona completamente loco deshojando los bosques y tirando las hojas al aire, eres el ciclón, la barriga pelada, el escándalo furioso, todo lo que yo no soy ni hay aquí poeta que lo sea, eres el fauno, el unicornio, el centauro, el volcán, eres el putas...”





ME DEFIENDO

Antes de devorarle su entraña pensativa
Antes de ofenderlo de gesto y palabra
Antes de derribarlo
Valorad al loco
Su indiscutible propensión a la poesía
Su árbol que le crece por la boca
con raíces enredadas en el cielo

Él nos representa ante el mundo
con su sensibilidad dolorosa como un parto

Raúl Gómez Jattin



Obras publicadas

• Poemas (1981) 
• Retratos (1980-1989) 
• Amanecer en el valle del Sinú (1983-1989) 
• Del Amor (1982-1987) 
• Hijos del tiempo 
• Esplendor de la mariposa (1993). 
• Los poetas, amor mío... (2000) -Libro póstumo-. 
• Conjuro (1957-)


Antologías y recopilaciones

• Raúl Gómez Jattin. Poesía 1980-1989. Norma. Santafé de Bogotá. 1995. ISBN 958-04-3059-4 
• Raúl Gómez Jattin. Amanecer en el Valle del Sinú: Antología Poética. Pre-Textos. Valencia. 2006. ISBN 84-8191-734-6

Libros sobre Raúl Gómez Jattin

José Antonio de Ory, Ángeles clandestinos. Una memoria oral del poeta Raúl Gómez Jattin. Grupo Editorial Norma, Bogotá, Colombia, 2004 ISBN 958-04-8245-4

Fuente

Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Raúl_Gómez_Jattin




domingo, 20 de enero de 2013

Porfirio Barba Jacob / Uno de los malditos

Los 17 malditos


Porfirio Barba Jacob
(1883 - 1942)



Porfirio Barba-Jacob (Seudónimo de Miguel Ángel Osorio Benítez; Santa Rosa de Osos, 29 de julio de 1883 - México, 14 de enero de 1942) Poeta y periodista colombiano polémico e influyente, cuya obra suele clasificarse dentro de un modernismo ecléctico. Hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez, se crió con sus abuelos en Angostura y en 1895 inició su peregrinaje, que lo llevo por varias ciudades del país y, a partir de 1907, a Centroamérica y Estados Unidos.

En su primera juventud fue un sencillo maestro de escuela rural en Antioquia, donde fundó la campesina Escuela de la Iniciación. A los 23 años, habiéndose trasladado de Antioquia a Barranquilla, comenzó a publicar sus primeros poemas, entre ellos la Parábola del retorno, muy conocida en Colombia. Entonces adoptó el sobrenombre de Ricardo Arenales, que usó hasta 1922, cuando en Guatemala, lo cambió por Barba Jacob que conservó hasta su muerte. Con algunos amigos trovadores colombianos, se trasladó a México.

Comienza así una vida de incesante recorrido por varios países de América, siempre alternando su tarea de periodista con su vocación de poeta. Establecido en Monterrey, fundó en esa ciudad la Revista Contemporánea y fue jefe de redacción del periódico El Espectador. Por sus ataques al régimen porfirista pasó seis meses en la cárcel, de la cual fue sacado por los revolucionarios. Posteriormente colaboró en México capital con El imparcial y El independiente, así como en la revista El Porvenir. De México se vio obligado a huir al publicar el reportaje periodístico titulado "El combate de la ciudadela narrado por un extranjero", que relata los sucesos que siguieron al asesinato del ex presidente Francisco Madero.

Pasó entonces a Guatemala en 1914, donde dejó honda huella literaria. Ese año su amigo el poeta y cuentista guatemalteco Rafael Arévalo escribió su mejor cuento, titulado El hombre que parecía un caballo, relato que se refiere a Barba-Jacob y que, al mismo tiempo que dio notoriedad al autor, señaló el inicio del forjamiento de la leyenda del poeta colombiano. También de Guatemala tuvo que huir, dejando a medio publicar su obra Tierras de Canaán.

En 1915 viaja por segunda vez a Cuba (ya había visitado la isla en su primer viaje hacia México), donde compone sus poemas Canción innominada, Elegía de septiembre, Lamentación de octubre, Soberbia y Canción de la vida profunda, que es su poema más célebre. Tras pasar algunos meses en Nueva York, se trasladó a Honduras, donde fundó el diario Ideas y Noticias en un pueblito del norte, La Ceiba. De Honduras pasó a El Salvador el 7 de junio de 1917, día en que ocurrió el terremoto que destruyó la ciudad. Porfirio Barba Jacob escribió como homenaje su folleto El terremoto de San Salvador, narración de un sobreviviente. Regresado a Monterrey, fundó el periódico El Porvenir, que llegaría a convertirse en un gran diario del norte de México.

En 1920 se encontraba de nuevo en México capital, escribiendo crónicas espantosas y sensacionalistas, como la serie de cinco reportajes titulada Los fenómenos espíritas en el palacio de la Nunciatura. Los relatos se desarrollaban en el palacio que había sido destinado para residencia del Nuncio. El gobierno prohibió la entrada del representante papal, por lo cual el edificio quedó vacío y se convirtió más bien en sede de las orgías del poeta colombiano, quien, entre otros excesos y extravagancias, se dedicaba por aquel entonces al consumo y exaltación de la marihuana. En esta época escribió poemas como "El son del viento", "Balada de la loca alegría", "Canción de la soledad" y otros.

Durante el año 1921 dirigió la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, adonde fue a visitarlo el escritor español Ramón del Valle Inclán. Tuvo que dejar ese cargo debido a sus escándalos. El año siguiente fue expulsado igualmente de México a causa de las diatribas lanzadas contra el gobierno de turno. Volvió de nuevo a Guatemala, y logró hacer del periódico El Imparcial el más importante de toda Centroamérica. Viéndose expulsado de este país y luego también de El Salvador, se disfrazó de cura y se dedicó a la predicación a lo largo de las plantaciones bananeras de Honduras.

En 1925 regresó por tercera vez a Cuba, donde simpatizó con los fundadores del partido comunista, pero un año más tarde estaba dirigiendo el periódico La Prensa de Lima. Caído en desgracia ante el gobierno de Perú, después de vagar largo tiempo en ambientes de miseria, el embajador de Colombia lo repatrió a su país. Habían transcurrido 20 años desde su salida. Durante tres años recorrió diversos pueblos y ciudades de Colombia dando recitales de sus poemas. También se desempeñó como jefe de redacción de El Espectador de Bogotá. Más tarde viajó de nuevo a Cuba, donde se encontró con el poeta español Federico García Lorca.

Finalmente, en 1930 se le abrieron de nuevo las puertas de México, y allí publicó durante varios años, en el periódico Excélsior, su columna "Perifonemas", en una prosa magistral, no igualada por ningún otro periodista contemporáneo de América. Lastimosamente, sus artículos no han sido recogidos en un volumen. Por otra parte, el propio Barba Jacob no estimaba mucho su producción, dado que entendía su profesión de periodista como una mera forma de ganarse la vida. Nunca se preocupó de publicar sus propios versos, pues jamás se sentía satisfecho con sus escritos, sino que los pulía continuamente, pero sus poemas aparecieron en las más prestigiosas revistas del continente.

Todavía en vida del poeta, sus amigos le publicaron tres recopilaciones: Rosas negras (1932, en Guatemala), Canciones y elegías (1933, en México) y La canción de la vida profunda y otros poemas (1937, en Manizales). Una cuarta recopilación fue publicada póstumamente en una imprenta oficial, con el título Poemas intemporales (1944). Murió en Ciudad de México consumido por la marihuana, el alcohol, la tuberculosis y la miseria.

El conjunto de su obra muestra un estilo modernista anacrónico, lleno de palabras altisonantes, pero con un ritmo emocionado, angustioso, sincero y pasional. Influido por Baudelaire, tiene más vida interior que imaginación, y temperamento más romántico que modernista; se acerca unas veces a la belleza formal de Rubén Darío, a la delicadeza de Amado Nervo, al vigor de Santos Chocano y al sentido trágico de José Asunción Silva, en una agitación lírica menos irregular que su vida misma; fue indudablemente un gran poeta.


Porfirio Barba Jacob, 1949
Caricatura de Omar Rayo

FRASES


"La poesía es la religión de los cultos. Si en lugar de adorar a Jesús amáramos a Homero, la humanidad no sufriría tanto."
"El corazón del campo te dará su vigor para entrar en el último sueño."
"La dama de los cabellos ardientes."
"Nadie puede impedir que un perro callejero se orine en el monumento más glorioso."
"Vale más el oro del sonido, que el sonido del oro."


Porfirio Barba Jacob, uno de 'los malditos' autores latinoamericanos


Un libro reúne 17 perfiles de desdichados, 

pero con una gran obra. 

Aparte del perfil del colombiano.


¿Quién era en realidad? Porfirio Barba Jacob, que de niño y de joven fue Miguel Ángel Osorio, que durante un breve tiempo fue Maín Ximénez y luego, durante un tiempo no tan breve, Ricardo Arenales: ¿quién era este hombre? Porfirio Barba Jacob, que al final de su vida llegó a pensar en llamarse Juan Pedro Pablo y pasar así de tener un nombre que no tenía nadie a tener un nombre que era todos y, por tanto, lo convertía en nadie: ¿quién era? El 23 de junio de 1941, medio año antes de su muerte, Porfirio Barba Jacob escribía en una carta: "Mi enfermedad sigue avanzando. Ya no soy Barba Jacob el optimista, Barba Jacob el errabundo, Barba Jacob el impetuoso. Ahora soy el viajero que se marcha definitivamente hacia lo desconocido". Barba Jacob el agnóstico, Barba Jacob el iconoclasta, ahora escribía: "Pero ya creo en Dios, ha resucitado en mi alma la fe vibrante y consoladora, mi corazón ha vuelto a la niñez". No fue la única vez que asoció la religión con la nostalgia: "Mi fe renacida en los escombros de mi alma", escribió más tarde, "el recuerdo de la niñez, esas cosas que se van ahondando en el corazón a medida que pasan los tiempos".
Eso escribía el que ya no era Barba Jacob el impetuoso, Barba Jacob el errabundo, Barba Jacob el optimista. Todas esas cosas no era. ¿Pero quién era, entonces?

Era un colombiano que vivió más tiempo fuera de Colombia que en ella. Era un periodista mercenario que solo escribía por dinero pero que produjo, según Alfonso Reyes, la mejor prosa periodística de la lengua española. Era un defensor de ideas liberales que, en algún momento, justificó los fascismos europeos. Era, como lo escribió el poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda, "homosexual, sifilítico y marihuanero", pero también un espíritu conservador que aconsejaba a alguien en una carta: "cuide su moral y su salud, no pierda todo el tiempo, lea cuanto pueda". Era un oportunista que llegó a escribir una biografía del revolucionario mexicano Pancho Villa, a pesar de que años antes había tenido que huir de México por sus escritos antirrevolucionarios.




Todo eso era.


Y era un poeta, un gran poeta que nunca publicó un libro en vida. Sus versos aparecieron en revistas de mayor y menor prestigio, en periódicos, en cuadernillos, pero si hubo libros fue porque los publicaron sus amigos, a veces sin consultárselo, lanzando al mundo versiones muy diversas de los poemas, lo que le provocaba grandes disgustos. En síntesis: la bibliografía de Barba Jacob es una contradicción tozuda. Los libros que quiso publicar quedaron inéditos; los que se publicaron durante su vida no tuvieron su participación cabal.


Libros que quiso publicar y no publicó: una novela de juventud llamada Virginia, escrita en el municipio colombiano de Angostura y cuyo manuscrito fue sometido a embargo por el alcalde bajo cargos de inmoralidad. Una colección de poemas titulada La vida profunda que, anunciada en 1928, recogería los poemas de su vida pasada pero que nunca llegó a existir. Una colección de poemas sin título que recogería los poemas de su vida presente pero que, por supuesto, corrió la misma suerte desgraciada. Un tratado sobre la "Filosofía del lujo". Una novela sobre su niñez titulada Viaje a Sopetrán, y de la que llegó a escribir algunas páginas que se perdieron después de su muerte.


Libros que otros publicaron sin pedirle autorización o sin que él tuviera oportunidad de dar el visto bueno sobre las versiones de los poemas o sobre su organización: Rosas negras, publicado por sus amigos de Guatemala en 1932, sin su consentimiento, usando como prólogo un escrito autobiográfico que Barba Jacob había escrito en México años atrás. Canciones y elegías, publicado por sus amigos de México en 1933. La canción de la vida profunda y otros poemas, publicada en Colombia por Juan Bautista Jaramillo Meza en 1937. Y el que apareció después de su muerte: Poemas intemporales. Se publicó en México, en 1944. El escritor colombiano Fernando Vallejo, autor de El mensajero, la mejor biografía jamás escrita sobre Barba Jacob, dice que se publicó en una "imprenta oficial y con papel regalado".


Todo lo cual, como se sabe, no ha impedido que miles de colombianos sean capaces de recitar, aunque nunca hayan oído hablar de Porfirio Barba Jacob, los siguientes versos:

Hay días que somos tan móviles, tan móviles,

Como las leves briznas al viento y al azar.

De manera que Porfirio Barba Jacob fue muchas cosas.


Bueno, sí. ¿Pero quién era?


(...)


En octubre de 2010, durante una larga mañana lluviosa de París, Fernando Vallejo me habla de la muerte de Barba Jacob. Estamos en un comedor de hotel en el bulevar Raspail; hemos comenzado a hablar de El mensajero. Vallejo lo escribió dos veces: una vez usando la tercera persona que corresponde a las convenciones de la biografía y otra en primera persona, esa primera persona airada y caprichosa y llena de digresiones que usa en sus novelas. ¿Qué lo llevó a rehacer por entero un libro ya publicado? Muy sencillo: Vallejo había llegado al convencimiento de que el proceso de investigación sobre la vida de Barba Jacob había sido igual de interesante que la información conseguida.


-En una biografía -me dice- lo importante no solo es saber, sino contar cómo se sabe.


Y Vallejo sabe mucho de Barba Jacob. Le pido entonces que me hable de él. O mejor: le pido que me hable de su muerte, ocurrida en Ciudad de México y en la madrugada del 14 de enero de 1942.


-Desde el día anterior había estado bajando la temperatura -me dice-. Esa noche estaban a seis grados bajo cero. El agua se congelaba en las tuberías.


Barba Jacob vivía en el tercer piso (segundo, si no se cuenta la planta baja) del número 82 de la calle de López, un apartamento frío y desnudo que sin embargo era mejor que la pieza del Hotel Sevilla en la que había pasado los últimos años. Se había mudado el 2 de enero, según Vallejo, "para tener un lugar decente donde recibir a sus últimos visitantes". Estaba consciente de que le quedaba poco de vida, de que la tuberculosis que lo aquejaba estaba ganando la batalla, y quería tener un mejor lugar para recibir visitas.


-El problema es que los visitantes ya no llegaban -dice Vallejo-. O por lo menos no como antes.


Como antes. Durante los años en el Hotel Sevilla, la habitación de Barba Jacob había sido una especie de lugar de encuentro de la vida mexicana. La gente comenzaba a llegar a las siete y se iba a la madrugada. Escritores, marihuaneros, poetas, políticos, borrachos, artistas: Alfonso Reyes, José Revueltas, Octavio Paz: todos pasaron por el cuarto de Barba Jacob, todos lo oyeron recitar poesía y dar opiniones políticas con un cigarrillo encendido entre los dedos. Sobre esa habitación Vallejo escribió: "Lejos de la prosaica realidad, caldeado por el humo de la marihuana, el cuarto empezaba a flotar, como globo aerostático". Barba Jacob recibiendo el homenaje de sus admiradores, Barba Jacob recibiendo las acusaciones de sus enemigos, Barba Jacob peleándose con sus amigos y echándolos del cuarto. Barba Jacob mostrándoles fotos de muchachos desnudos, Barba Jacob metiendo en el cuarto a jóvenes que encontraba por la calle y que a veces le robaban, Barba Jacob leyendo, muerto de risa, las acusaciones de homosexualidad que le lanzaban los periódicos mexicanos. Barba Jacob tomando tequila de una botella que parecía no tener fondo, Barba Jacob cocinando sancochos y preparando agua de panela en un reverbero de alcohol, Barba Jacob usando el alcohol del reverbero para darle algo más de interés al agua de panela. Barba Jacob, en fin, tosiendo hasta echar sangre por la boca. "Mis pulmones son ya una pobre cosa que se deshace", escribió en una carta en junio de 1941.


-Lo operaron por esos días -dice Vallejo-. Le dijeron que con esa operación le regalaban ocho meses de vida, y resultó verdad. En todo caso, en enero del 42 ya estaba en las últimas. Le subían los tanques de oxígeno por la escalera. Los tanques de oxígeno pesan mucho, y se los subían por la escalera, hasta el tercero, para que pudiera respirar. (...)




En la pluma de Vásquez
Ganador del Premio de Novela Alfaguara el año pasado, por 'El ruido de las cosas al caer', el escritor Juan Gabriel Vásquez participa en 'Los malditos' con un extenso perfil de Barba Jacob. La no ficción ha sido parte importante, también, de la carrera literaria del autor bogotano.
'Los malditos'
Los perfiles -de autores como Alejandra Pizarnik y César Moro- fueron hechos por periodistas y escritores de América Latina. La edición estuvo a cargo de la periodista argentina Leila Guerriero y fue publicado por la Editorial Universidad Diego Portales, de Chile.
http://www.eltiempo.com/cultura/libros/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-10942729.html


RECOPILACIONES DE SUS OBRAS
  • Campiña Florida (Barranquilla, 1907).
  • Canciones y Elegías (México, 1933).
  • Rosas Negras (Guatemala, 1933) 
  • Poemas intemporales (México, 1944).
  • Antorchas contra el viento (Bogotá, 1944).
  • Poemas Fernando Vallejo (editor). Procultura. (Bogotá, 1986).
  • Antología S. Ernesto Ojeda (editor). Editorial Panamericana (Bogotá, 1994). 
  • Rosas negras (antología hecha por Luis Antonio de Villena) Mestral Poesía. (Valencia, España,1988).

Referencias

www.biografiasyvidas.com/biografia/b/barba_jacob_porfirio.htm



martes, 15 de enero de 2013

Piedad Bonnett



Piedad Bonnett (Amalfi, 1951) es una poeta, novelista, dramaturga y crítica literaria colombiana.

Es Licenciada en filosofía y letras de la Universidad de los Andes donde ha ejercido como profesora en la facultad de artes y humanidades desde 1981. Su poesía, teatro y narrativa están profundamente arraigadas en su experiencia vital y expresan la visión de la mujer de clase media en un país desgarrado por múltiples violencias, desigualdades y conflictos. Ha desarrollado, además, una fructifera labor crítica y de difusión de la poesía colombiana.



“Sólo en términos de pasión puede describirse una pasión"

(...) Y lo que más sé es que esta poesía no es para ser leída, creo que la poesía no se lee, es una operación espiritual distinta. La poesía de Piedad Bonnett acompaña. Hay que echarla en el bolsillo como los viejos amuletos, el colmillo del cocodrilo relleno de pelos de vida. Ahí como manual de sobrevivencia frente a las destrucciones de la idiotez, el horror y la perplejidad.

Gracias Piedad Bonnett, gratitud para tus Explicaciones generosas y videntes. Aquí estamos, “jurando nuestro desconocido nombre en vano”. (...)

Por Roberto Burgos Cantor 
Bogotá, 1 de diciembre de 2011



Piedad Bonnett
según Consuelo Gaitán

¿Para qué poetas en tiempos de penuria?



José Asunción Silva, Porfirio Barba Jacob, Aurelio Arturo, Luis Carlos López, León de Greiff, Álvaro Mutis, José Manuel Arango, Giovanni Quessep... ¿Dónde están las mujeres en la poesía colombiana? Se podrían aventurar muchas respuestas pero no es la hora ni el lugar. Solo aportaré un dato: la editorial más prestigiosa de poesía contemporánea en lengua española, Visor, inició su nueva colección Palabra de Honor, con estos nombres: Juan Gelman, Luis García Montero, Ángel González y Piedad Bonnett. Con esta voz poética, no es para menos. Este es su poema “Oración”:

Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.

Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad.

Precisamente con su último libro, Explicaciones no pedidas, de próxima aparición en España, obtuvo el premio Casa de América 2011, distinción que se suma al Premio Nacional de Poesía obtenido en 1994 aquí.
Cuando se le pregunta a la escritora Piedad Bonnett cuál es su lenguaje natural, ella contesta sin dudarlo: la poesía. Y es que su más de media docena de libros lo atestiguan: allí hay una voz propia, poderosa y distinguible. El mundo poético de Bonnett es triste, muy triste. Desde sus primeros poemas son la soledad y el miedo la materia que circula por entre el lenguaje desprovisto de artificios:

De niña me fue dado mirar por un instante
los ojos implacables de la bestia.
El resto de la vida se me ha ido
tratando inútilmente de olvidarlos.

Y eso es lo que distingue su voz: esa manera contundente, casi valiente, de vivir el miedo, el desconcierto y los desarraigos que va brindando la existencia. No huye del dolor, descubre sus heridas, se lee a sí misma y se muestra como espejo ante nosotros, sus lectores, y nos devuelve esa lectura en forma de poesía y, a veces, logra que lloremos juntos: por la precariedad de un padre cargado de miedo y de miseria, por las incertidumbres de nuestros hijos, por el amante que se desvaneció entre sueños, por la casa familiar que ya no está, por la belleza imposible de una tarde... Su refugio es la poesía, les da forma a esos miedos primitivos y ancestrales, les opone resistencia con la palabra. Allí la verdad y la belleza van de la mano escuchando el rumor constante de la muerte, “porque no hay cicatriz, por brutal que parezca, que no encierre belleza”.
Pero la poesía de Piedad Bonnett está llena también de matices irónicos y de guiños a la vida. Con qué meticulosidad describe el orden cotidiano de las cosas, su misterio, los pequeños rayos que iluminan los recovecos del día a día, los caminos que se escogen sin buscarlo y las trampas que tiende la vida:

Innobles son los tratos que la vida propone.
Escoge —nos ladra la muy perra—
entre tu bilis negra y tu soberbia.

Cómo no esbozar una sonrisa ante el ofrecimiento que le hace al amante ausente y silencioso; no son reproches, ni pedidos, es el reflejo irónico de sí mismo:

Te ofrezco a cambio
todo el silencio que tu oído pide,
que tu corazón pide,
y de puntillas
salgo de ti.

En últimas, hay un gran consuelo en estas imágenes descarnadas e irónicas; son hermosas —“y va la soledad pegada al viento”—, nos sirven de asidero, serenan las congojas del alma — “es demasiado sol para mi pena” —, nos ayudan a vivir: siempre hay paz en la certeza.




Si me urgiera precisar en dónde radica, a mi modo de ver, 

la soterrada, secreta virtud que sustenta el vigor, belleza 

y singularidad de esta poesía,
no vacilaría en referirla a la riqueza de las intuiciones poéticas 

que, subyacentes, marcan la génesis de los poemas, 
y a la perfecta adecuación 
expresiva con que esas intuiciones 
quedan marcadas en los textos.

Ramón de Zubiría




Es verdad que los poetas, una vez consolidada en nuestras sociedades la mentalidad burguesa —pragmática y acumuladora—, perdimos el aura: eso ya lo dijo hace más de un siglo Baudelaire, haciendo ver también que, paradójicamente y por fortuna, esa pérdida nos ha permitido ser más independientes. Pero, ¿y la poesía? ¿Podría interpretarse ese desinterés de los medios como un indicio de que no ocupa sino un pobre rincón en nuestra cultura? El panorama no parecería, a simple vista, tan desolado: en Colombia hay festivales, una colección como la del Externado de Colombia, gestores culturales que, de forma casi milagrosa, crean grupos de lectores de poesía en regiones apartadas, pequeños editores que se arriesgan a editarla, casas de poesía y una que otra revista especializada… Pero esas manifestaciones, casi todas debidas a esfuerzos de individuos o pequeños grupos, son tan sólo prueba de que la poesía ni ha muerto ni morirá, de que siempre habrá un pequeño ejército de cultivadores de este género y de seres que sienten la necesidad de expresarse en su particular lenguaje.

Piedad Bonnett





En su obra me sorprende siempre encontrar que esta magia del lenguaje, que crea una imagen a partir del apareamiento de ideas simples, se repite no sólo al nivel del verso (contigüidad maravillosa de palabras exiliadas) sino también a nivel del poema y del libro donde se crea como una especie de figura fractal que se repite en una dimensión cada vez mayor, hasta alcanzar su objetivo totalizador. Hasta que logra contener en ella todos los destellos de esa realidad que más tarde habrá de definir como monedas y fragmentos de espejo cuidadosamente recogidos en un basurero.

Clara Eugenia Ronderos






Y no se crea que ingenuamente yo espero que a todo el mundo le guste la poesía, porque tampoco a todo el mundo le gusta el fútbol o el cine o el sushi. Sólo me duele —tal vez, ahí sí, ingenuamente— de que desde los escenarios que debieran propiciar su descubrimiento y su aprecio se haga tan poco por ella. Por fortuna, internet aparece cada vez más como opción divulgadora de la poesía. Mientras los medios tradicionales se desentienden de ella, y la escuela le teme, allí, al alcance de un clic, podemos encontrar tanto a Quevedo como a Wistawa Szymborska.

Piedad Bonnett





Bibliografía

• De Círculo y Ceniza, 1989 
• Gato por liebre, teatro 1991 
• Nadie en casa, 1994 
• El hilo de los días, 1995 
• Ese animal 'Que muerde el aire afuera, 1997 
• Se arrienda pieza, teatro 
• Sanseacabó, teatro 
• Noche de epifanía, versión teatral de Shakespeare 
• No es más que la vida (antología), 1998 
• Todos los amantes son guerreros, 1998 
• Después de todo, novela, 2001triste, 1996 
• Imaginación y oficio, entrevistas críticas a poetas colombianos, 2003 
• Para otros es el cielo, novela, 2004 
• El mundo según Gabriel García Márquez, antología de definiciones, 2005 
• Siempre fue invierno, novela, 2007 
• Los privilegios del olvido (antología), 2008 
• Las herencias, 2008 
• Las tretas del débil, 2008 
• El prestigio de la belleza, 2010


Premios

• Premio Nacional de Poesía Instituto Colombiano de Cultura, 1994 
• XI Premio Casa de América de Poesía Americana, 2011.1

Fuente:

Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Piedad_Bonnett



jueves, 10 de enero de 2013

Juan Fernando Merino

Juan Fernando Merino
Foto de Triunfo Arciniegas
(1957)

Juan Fernando Merino nació en Cali, Colombia, en 1957, y realizó estudios en Colombia, México y Estados Unidos. Ha obtenido varios premios literarios colombianos, así como una beca nacional de novela. En España ha sido ganador de siete concursos de cuento, incluyendo los de Bilbao, Ponferrada y León. Es autor del libro de relatos Las visitas ajenas (1995) y la novela El intendente de Aldaz (1999). Entre 1987 y 1997 se desempeñó como jefe de traductores del Festival de Cine de Valladolid, y entre 1990 y 1996 estuvo vinculado con la editorial Anaya de Madrid, para la cual tradujo obras de Mark Twain, Daniel Defoe y Herman Melville, entre otros. Merino es el compilador y traductor de la antología del cuento joven norteamericano "Habrá una vez", publicada por Alfaguara. Para editorial Norma ha traducido cuatro novelas de Roddy Doyle, así como obras de Coraghessan Boyle, Julie Hecht, James Cañón y Jaime Manrique. Recientemente tradujo Ricardo II, como parte del proyecto Shakespeare por escritores. La revista de literatura Luvina, de la Universidad de Guadalajara, México, eligió uno de sus textos para una edición sobre el cuento hispanoamericano, con 24 autores de Latinoamérica y 6 de España. Actualmente vive en Nueva York, donde es colaborador de El Puente Latino e integrante de la Mesa de Edición del diario La Prensa.