BIOGRAFÍAS
Obra
María Luisa Bombal
o la narrativa de lo misterioso
Una breve carrera literaria, de casi siete años, con dos novelas y un puñado de cuentos le bastaron a la escritora chilena, nacida en Viña del Mar, para quedar en el panteón de los nombres fundamentales de las letras nacionales. Sobre los rasgos de su obra y su vida casi de película trata este perfil de Culto
Pablo Retamal
8 de junio de 202
Caminaban por las calles de Buenos Aires, como dos buenos amigos que solían hablar de literatura, el tema que más les apasionaba. Es 1937, generalmente paseaban, iban al cine, a algún restorán donde tocaran tango, pero ese día fue diferente.
María Luisa Bombal, quien venía de un bullado divorcio de enero de ese año, y se estaba refugiando en la lectura de autores como Sherwood Anderson –uno de sus favoritos-, Katherine Anne Porter y la sueca Selma Lagerlöf, aprovechó de comentarle a su amigo Jorge Luis Borges una idea que tenía para su próxima novela, que ya estaba comenzando a escribir. Se trataba de contar la historia de una mujer que durante su velorio hiciera un recuerdo de su vida y de quienes estuvieron junto a ella.
El autor de Historia nacional de la infamia (1935), y quien ya se había hecho un nombre publicando poesía y ensayo, la escuchó, y luego la miró con extrañeza. Tomó aire y dijo seguro y severo: “No, María Luisa, eso no va a funcionar”.
“Me dijo que era una novela imposible de escribir, porque se mezclaba lo realista con lo sobrenatural”, contó años más tarde, en su Testimonio autobiográfico, la misma Bombal, y que hoy está disponible en el volumen Obras completas (Zig-Zag, 2016), compilado por la académica Lucía Guerra.
La caminata siguió, y Borges siguió hablando, tratando de influir en la decisión de su amiga. Esta lo escuchaba, pero ya tenía todo pensado.
*
Pero, ¿qué hacía la escritora chilena María Luisa Bombal Anthes en las callecitas de la capital trasandina? Para comprender eso hay que rebobinar la cinta.
Viñamarina, nació el 8 de junio de 1910, en el seno de una familia acomodada. A sus pocos años, cuando tenía 9, un hecho la impactó. La repentina muerte de su padre, Martín Bombal, a los 41 años, producto de un efisema pulmonar.
“Algo se quebró para siempre en su vida. No volvería a ver los ojos de su padre ni a recibir sus cariños ni sus palabras. Quedaría, sin embargo, el recuerdo del funeral, su madre imponente, vestida de negro –alta, rubia, fuerte- y una sensación de vacío que luego desarrollará en sus novelas y cuentos, y una pregunta que la asechará por siempre: ¿Qué hay después de la muerte?”, señala el escritor nacional Diego Zúñiga, en su obra María Luisa Bombal, el teatro de los muertos (Ediciones UDP, 2020).
Con su madre, Blanca Anthes, y sus dos hermanas, Loreto y Blanca, permanecieron en Viña del Mar, donde estudiaba en el Colegio de las Monjas Francesas de los Sagrados Corazones. Ahí aprendió el idioma galo, hecho clave, porque solo unos años después, en 1923, las niñas y la madre se trasladaron hacia la entonces ciudad referente para la clase alta chilena: París.
En la ciudad luz, las chilenas no tuvieron mayores problemas para adaptarse. Hablaban bien el francés, pero ahí la joven María Luisa comenzó a beber de aquellas primeras lecturas, las de la adolescencia, aquellas que terminan marcando.
“Un libro que me impresionó mucho, yo creo que es el único que me ha inspirado profundamente, lo habré leído a los catorce años porque me lo dio mi primo Antonio Bombal que era muy poeta, muy escritor, pero nunca publicó nada, es Victoria, de Knut Hamsun, noruego. Eso sí que me ha inspirado toda la vida, creo que fue la base. Si yo tengo alguna influencia fue eso”, cuenta la misma Bombal en el citado Testimonio autobiográfico.
Pero el acercamiento a las lecturas nórdicas no era casual. Cuando aún vivía en Viña del Mar, la joven María Luisa había tenido un acercamiento a esa literatura. “Mi madre nos leía los cuentos de Andersen y de Grimm, los traducía directamente del alemán. Nosotros nos sentábamos y ella nos leía de ediciones alemanas, así que crecimos leyendo todo lo nórdico, todo lo alemán, desde chiquititas…más que lo chileno, todo lo nórdico. De modo que nos educamos en esa línea”, relata Bombal en el Testimonio.
En París tuvo oportunidad de complementar las lecturas nórdicas con el acceso a los clásicos franceses, como Balzac, Flaubert y Stendhal, y más alemanes, como Schiller y Göethe. Por supuesto, luego entró a la Facultad de letras de La Sorbonne y comenzó a compartir con gente que tenía sus mismos intereses literarios. Sin embargo, tenía otra inquietud oculta, el teatro.
Sin que nadie se enterara, se inscribió una escuela experimental. Todo iba bien hasta que uno de los tutores que estaba a su cargo –ya que su madre y sus hermanas habían vuelto a Chile- la descubrió y dió aviso a su madre, quien le exigió que volviera a Chile. Sin otra opción, María Luisa debió regresar. Así, en 1931, tomó un barco rumbo a Valparaíso.
¿Y Buenos Aires? Ya llegaremos allá.
¿Una poeta en prosa?
María Luisa Bombal publicó dos novelas, que más de alguien en el colegio ha debido leer. La última niebla (1935) y La amortajada (1938). Ambas son complejas y requieren una lectura atenta y metida, esto debido a lo sofisticado de su narrativa, al contrario de lo que ocurría en aquellos tiempos.
“Relevo su técnica narrativa, que renovó un panorama dominado en ese tiempo por matrices naturalistas y abrió rumbos contemporáneos para la narrativa chilena, como lo haría también Manuel Rojas. En esa línea es interesante su vínculo con el cine, una novedad entre los escritores de esa época”, explica a Culto la crítica literaria y académica de UC, Lorena Amaro.
Para Amaro, un rasgo fundamental es considerarla una autora de literatura fantástica. “Como tal, trabajó con ciertas figuras de lo ‘femenino’ hasta cierto punto estandarizadas (como los binomios mujer/naturaleza o mujer/intuición) y problematizó fundamentalmente la experiencia de las mujeres burguesas y su resistencia a un matrimonio sin amor, dándole al conflicto diversas salidas, más o menos afortunadas (pienso que hay un arco entre La amortajada y la resolución de ‘El árbol’)”.
Sobre lo fantástico también se refiere Diego Zúñiga. El autor de Camanchaca opina: “Sus libros siguen produciendo en los lectores —sobre todo en los jóvenes que la descubren entre las lecturas obligatorias— una experiencia nueva: enfrentarse a otros mundos, a otras texturas, a otra forma de narrar”.
Sin embargo, Amaro advierte que la mirada de Bombal es totalmente ligada a su condición de miembro de la alta sociedad. “Es patriarcalizada, además de clasista, en un tiempo en que en otras partes de Latinoamérica y aquí mismo, en Chile, las escritoras ya exploraban más a fondo esa violencia, como lo hace una contemporánea suya, Marta Brunet”.
Sobre lo mismo, hay que apuntar que la mirada social, en una década –la del 30- donde el mundo estuvo convulsionado en ese aspecto, está totalmente ausente de su obra. “A mí me interesaban las cosas personales, pasionales, el arte, ¿comprendes?; el arte social no existía para mí. ¡Eso! Era una total indiferencia, total”, explicó la misma autora en el Testimonio.
¿Y el feminismo? “Bombal fue renuente al feminismo y eso es perceptible en su trabajo: el ideal del matrimonio es una construcción romántica que ha dañado mucho a las mujeres”, explica Amaro.
La renuencia a definirse como feminista no solo es una apreciación de la académica. La misma Bombal se refirió al tema en su citado Testimonio y dejó muy clara su postura. “No me inspiró para nada el feminismo porque nunca me importó. Sí leía mucho a Virgina Woolf, pero porque sus conceptos los hacía novelas y no daba sermones”.
- Roberto Bolaño solía decir que un escritor siempre escribe el mismo libro, ¿considera que en el caso de María Luisa Bombal sería algo así? Ya que si se leen sus cuentos y novelas, siempre son personajes femeninos atormentadas y atrapadas en vidas de las que quieren escapar.
-No creo que lo que dijo Bolaño remita tan solo a una reiteración temática. Y es el tipo de frase de escritor que me parece no hay que tomar como sagrada: es estético pensar que un escritor escribe siempre el mismo libro (lo cual comporta en sí un tremendo relato) o que todo texto es reescritura de otro texto, etc –responde Lorena Amaro-. En concreto, en el caso de Bombal la reiteración argumental dice relación con un corpus muy breve: tres novelas, cinco cuentos y otros pocos escritos… es difícil juzgar ese corpus, escrito además en un corto período de tiempo. En sus últimos años Bombal decía que estaba escribiendo otras cosas y sus argumentos –según ella- habían variado enormemente.
Otra característica notoria al exponerse a la lectura de su obra, es el tipo de prosa que utilizó María Luisa Bombal. Básicamente, unión de narración con elementos poéticos. “Un aspecto envejecido del trabajo de Bombal es, efectivamente, su prosa. Es muy cuidada y de gran riqueza léxica, propende a la creación de imágenes y atmósferas, pero leída hoy está al borde de la cursilería”, señala Lorena Amaro.
¿Da para calificarla de “prosa poética”? La académica de la UC responde: “La verdad es que no me gusta la expresión “prosa poética”, tampoco. No enaltece a la prosa ni rebaja a la poesía, como la pregunta parece sugerir. Son definiciones poco productivas”.
Por su lado, Diego Zúñiga señala: “La prosa de Bombal zigzaguea, se va por las ramas y busca el goce ahí, en ese deambular por la mente de sus personajes y por aquellos paisajes, nunca del todo claros, que son un protagonista más de sus libros·.
La misma Bombal tuvo palabras para ello. “¿Mi técnica narrativa? Yo la clasificaría tanto de prosa surrealista, como de prosa poética”, señaló en una entrevista con El Mercurio de Valparaíso en 1978, disponible en el libro Poeta en prosa, extractos de entrevistas a María Luisa Bombal (Alquimia, 2020), editado por Natacha Oyarzún.
Además, en el citado Testimonio agregó: “Yo creo que, en el fondo, soy poeta, mi caso es el del poeta que escribe prosa. Yo soy poeta, pero como tengo una educación francesa, también soy la lógica personificada”.
*
Cuando pisó Valparaíso, después de una larga travesía por mar, María Luisa fue recibida por su madre, sus hermanas, y…un hombre. Nunca lo había visto, pero la impresionó de inmediato. Se llamaba Eulogio Sánchez, un ingeniero de 28 años, amigo de su madre y que se había ofrecido para ayudar a recoger a la joven.
Ella quedó prendada de inmediato, como un flashazo. Pero el problema era que Sánchez tenía familia, en rigor, se estaba divorciando. Ella lo buscó insistente, él en un principio accedió a sus requerimientos, pero de a poco comenzó a alejarse, alegando que debía un dinero y que por eso no podía separarse y estar con ella. En simple, fue un amor no correspondido.
El rechazo a María Luisa le dolió. Tanto que tiempo después, invitada a cenar junto a su hermana Loreto a la casa de Sánchez, en un momento, cuando nadie la miraba, Bombal accedió al dormitorio del anfitrión, tomó un revolver que encontró –Sánchez era miembro de las Milicias Republicanas, una organización paramilitar de derecha que apoyaba al gobierno de Alessandri- y se disparó. La bala la hirió en el hombro, fue trasladada al Hospital Salvador donde se recuperó.
Eulogio, sintiéndose culpable, se deshizo en promesas pero al final, no solo sus palabras se deshicieron en el espacio, sino que también se alejó aún más de María Luisa.
Pero en su vuelta a Chile, enamorarse no había sido lo único que María Luisa Bombal había hecho. Reanudó las tertulias literarias y ahí conoció a un poeta oriundo de Parral, Pablo Neruda. Con él charlaba de libros hasta el cansancio, sobre todo de literatura francesa, que ambos conocían bien.
El autor de Crepusculario fue importante en el momento post intento de suicidio, pues justo acababa de ser nombrado cónsul chileno en Buenos Aires, y le ofreció a su joven y despechada amiga partir con él y su esposa, la holandesa Maryka Antonieta Hagenaar.
María Luisa no lo pensó dos veces y aceptó. Necesitaba dejar atrás a Sánchez, tomar nuevos aires y hacer otra vida. Era 1933.
Y ahí, en la ciudad de la furia, fue donde todo realmente comenzó.
Esos siete años
En las expresiones artísticas no siempre el tiempo es aliado de la calidad, a veces ocurre exactamente al revés. The Beatles cambiaron para siempre la historia de la música popular con 13 álbumes en un período de solo ocho años; los Creedence Clearwater Revival publicaron sus seis discos fundamentales en cuatro años. Algo similar ocurrió con María Luisa Bombal, pues en su estadía en Buenos Aires, de casi siete años, escribió y publicó sus dos novelas y los cuentos por los cuales ganó el boleto a la inmortalidad.
En la capital argentina, se integró rápidamente a un grupo de literatos y artistas, entre quienes estaban Oliverio Girondo, Norah Lange, Federico García Lorca, Conrado Nalé Roxlo, Alfonso Reyes. También se relacionó con Victoria Ocampo y el grupo de la influyente revista Sur. Además, conoció y se hizo amiga de Jorge Luis Borges.
Ahí entre tertulias literarias y la vida en la casa de Pablo Neruda, Bombal comenzó a escribir su primera novela. Ambos escribían en la cocina de la vivienda. Mientras María Luisa escribía La última niebla, el vate parralino hacía lo propio con Residencia en la tierra. Sin embargo, al tiempo, Neruda partió a España, nuevamente como cónsul y Bombal debió terminar su novela en un cuarto que arrendó en una pensión.
En una entrevista posterior, Bombal reconoció el efecto que le causó la obra surrealista de Neruda. “No debo ser ingrata con el influjo misterioso que recibí de Residencia en la tierra, ese libro de Pablo Neruda, que con su poder metafísico, para mí es lo más hondo de su obra”, declaró a la revista Qué Pasa, en noviembre de 1975 (y que se puede leer integra en el Obras Completas, compilado por Lucía Guerra).
La última niebla, la historia de una sufrida mujer prisionera en un abúlico matrimonio con su primo, y que pasa sus días recordando –y viendo en todos lados- una fugaz e intensa aventura que tuvo con un misterioso amante, es en parte basada en su propia vida, como ocurrió con gran parte de la obra de la viñamarina. Sobre todo en aquello en que la decidió salir de Chile.
“Está inspirada en un haber tenido un amante que no tuve…Mi primera experiencia amorosa fue bastante espantosa, yo lo puse a él como marido, la novela tiene una base autobiográfica bastante trágica y desagradable…la novela está basada en mi primer amor, que terminó a balazo limpio”, cuenta en el mencionado Testimonio.
La novela salió finalmente publicada en febrero de 1935 y tuvo una buena recepción en la crítica trasandina.
Por esos años, a través de Federico García Lorca, conoció al ilustrador Jorge Larco. Él realizó la ilustración de aquella primera edición de La última niebla. Con Larco terminó casándose poco después, en junio de 1935. Sin embargo, Larco era homosexual, algo que Bombal sabía, y por supuesto, el matrimonio no funcionó.
Se divorciaron en 1937, pero no fue un proceso tranquilo. “El juicio de divorcio es un pequeño escándalo en el mundo que frecuentan en Buenos Aires, pues María Luisa habla más de la cuenta. Los amigos de él se indignan. Su abogado le obsequia una pistola, pues tiene miedo de que haya represalias”, cuenta Diego Zúñiga en su citado libro.
A partir de ahí, María Luisa Bombal pondrá su cabeza en concretar una idea que le viene rondando y que le comentó a Jorge Luis Borges paseando por Buenos Aires. Pese a la resistencia de su amigo, ella no dudaba. Estaba segura de que funcionaría. Así, después de escribir, corregir, reescribir y pulir, entrega la novela a sus amigos del círculo literario porteño. Llega a Victoria Ocampo, quien decide publicarla en Editorial Sur. El 21 de abril de 1938 sale La Amortajada. Una misteriosa mezcla entre lo viviente y lo que está al otro lado.
El éxito fue rotundo y las buenas críticas no tardaron en llegar. En el número 47 de la revista Sur, de agosto de 1938, Jorge Luis Borges, el mismo quien había descartado el argumento inicial, ahora alababa la novela.
“Yo le dije que ese argumento era de ejecución imposible y que dos riesgos lo acechaban, igualmente mortales: uno, el oscurecimiento de los hechos humanos de la novela por el gran hecho sobrehumano de la muerta sensible y meditabunda; otro, el oscurecimiento de ese gran hecho por los hechos humanos. La zona mágica de la obra invalidaría la psicología, o viceversa; en cualquier caso la obra adolecería de una parte inservible. Creo asimismo que comenté ese fallo condenatorio con una cita de H. G. Wells sobre lo conveniente de no torturar demasiado las historias maravillosas...”.
“María Luisa Bombal soportó con firmeza mis prohibiciones, alabó mi recto sentido y mi erudición y me dio unos meses después el manuscrito original de La Amortajada. Lo leí en una sola tarde y pude comprobar con admiración que en esas páginas estaban infaliblemente salvados los disyuntivos riesgos infalibles que yo previ. Tan bien salvados que el desprevenido lector no llega a sospechar que existieron”, agregó el autor de Ficciones.
Y cierra su comentario de forma tajante: “Libro de triste magia, deliberadamente suranée, libro de oculta organización eficaz, libro que no olvidará nuestra América”.
Años más tarde, en una entrevista de 1979 realizada por Gloria Gálvez Lira (disponible íntegra en el citado Obras Completas), Bombal se refirió a La Amortajada como su obra clave. “Es mi libro más importante, porque es como un estado de pasaje entre la vida y la muerte; porque desprendida de la vida, ve la vida –seres- de una manera muy indulgente y comprende muchas cosas”.
Luego de publicar La Amortajada, Bombal escribió un puñado de cuentos, entre ellos, el célebre “El árbol” y otro que la autora tenía un especial aprecio titulado “Lo secreto”. “Es en el que menos me he entretenido, sin embargo, yo lo considero algo muy misteriosamente serio dentro de mi obra”, afirmó en una entrevista en 1972 con Victoria Puyrredón, y que se encuentra en el citado Poeta en prosa.
Además, escribió un guión cinematográfico hecho a pedido, que se llamó La casa del recuerdo. El filme fue estrenado en 1940.
Un rasgo llamativo de ambas novelas es que son más bien breves, por lo que es inevitable pensar si son efectivamente novelas o más bien son "cuentos largos" como los de John Cheever o Julio Cortázar.
Lorena Amaro responde al respecto: “Las considero novelas breves. Ricardo Piglia ha desarrollado este tema: la cuestión, más que la extensión, es la trama, que en el caso de las novelas breves diría relación, dice Piglia, con la estructura de un secreto. En estas dos novelas de Bombal el secreto magnetiza la relación con el lector: la sobrevida inexplicable de una muerta y la incertidumbre de una mujer que vive una experiencia erótica tan intensa como inexplicable”.
“De hecho, cuando Bombal traduce y ‘alarga’ La última niebla para convertirla en House of Mist, transforma ese ‘secreto’, lo ‘explica’ y la historia pierde todo su encanto, se convierte en un folletín (que era lo que en el fondo le estaban pidiendo en Estados Unidos)”, agrega la académica.
Para Diego Zúñiga la respuesta pasa por otro lado, tiene que ver más con la naturaleza de los textos más que con su formato. “¿Qué es esto que estamos leyendo? Esa pregunta se instala, en un momento, en la cabeza de los lectores mientras avanzan por las páginas de La amortajada o La última niebla. Y la respuesta nunca va a ser única. Ese es uno de sus mayores aciertos. Y por eso hoy, después de tantos años, su trabajo sigue encontrando lectores”.
María Luisa Bombal dejó Argentina en 1940 de vuelta a Chile. Ya prácticamente había hecho toda su carrera literaria.
*
En Chile, María Luisa Bombal no estuvo mucho tiempo. Más allá de un archicomentado intento de homicidio contra Eulogio Sánchez (del cual fue absuelta), y recibir el Premio Municipal de Literatura de Santiago, en 1942, por La Amortajada, decidió vivir en Estados Unidos, y hacia allá partió, en 1944. Ahí encontró el amor en el aristócrata francés Raphael Saint-Phalle. De esa unión nació su única hija, Brigitte. Curiosamente, la versión angloparlante del nombre de la protagonista de su cuento “El árbol”: Brígida.
En el país del norte intentó publicar sus dos novelas, las cuales fueron consideradas “muy cortas” y que “debía explicarlas más”. Así salió House of Mist (1947), una suerte de remake de La última niebla.
Tras la muerte de su marido, en 1969, decidió volver a Sudamérica. Primero a la Argentina, y luego, definitivamente a Chile, en 1973. Ahora ya fue recibida como una leyenda por la comunidad literaria, la cual pedía expresamente el Premio Nacional de Literatura para ella.
“¿Qué me gustaría recibir el galardón? ¡Por cierto que sí! No puedo negarlo. No me interesa el dinero, sino el honor que implica a los agraciados con él. Me sentiría realmente hija de un país del que, por fuerza de las circunstancias, he tenido que alejarme”, señaló en entrevista con el periódico LUN, en 1976 (del cual se pueden leer partes en el citado Poeta en prosa).
Pocos años después, Bombal fue más allá. “En Chile he recibido todos los premios. Menos el Nacional, que siempre me lo quitan”, señaló en una entrevista con el diario Crónica, de Concepción, en 1979 (que se encuentra en el volumen Poeta en Prosa).
Con el tiempo, mientras seguía esperando que le dieran el premio, Bombal se aventuró a explicar por qué no lo había recibido. “No me lo han dado, porque el premio se ha convertido en algo político”, afirmó en una entrevista con Gloria Gálvez publicada en 1980 (citada en el nombrado libro Poeta en prosa). Lo curioso es que ella se declaró partidaria del régimen militar y era una ferviente anticomunista.
“Nos salvamos. Somos un país. Nuestro gobierno me gusta: es democrático, estricto, eficiente, respetuoso de los derechos humanos”, dijo en 1974 en entrevista con Sara Vial (disponible en el Obras Completas).
Pero no solo del premio se hablaba de Bombal. También recibió muchas críticas por el hecho de no haber escrito mucho, más allá de sus dos novelas y unos cuentos. Por supuesto, tomó el guante y se defendió.
“Las críticas que se me hacen son absurdas. Escribo poco, es cierto. Pero todo lo mío es una obra de arte. Mis libros han sido traducidos incluso al japonés. Otros no se conocen en Chile”, señaló en la citada entrevista de LUN, en 1976 (referida en el citado libro Poeta en prosa).
Pero el anhelado galardón nunca llegó. Falleció el 6 de mayo de 1980 en el Hospital Salvador producto de un coma hepático. Si La última niebla se había basado en su amor no correspondido por Eulogio Sánchez, ahora ya era una amortajada.
¿Qué leer de María Luisa Bombal?
Con una obra breve en cantidad, pero rica en calidad, consultamos a los especialistas por cuál es una buena forma de introducirnos al universo bombaliano.
“Creo que un cuento como ‘El árbol’ sigue siendo una entrada perfecta al universo de Bombal. En esa historia breve están reunidas muchas de las inquietudes que recorren su obra: las búsquedas formales, la indagación en los personajes femeninos, el cuidadoso trabajo con el lenguaje, la intensidad de los afectos y el despliegue de una atmósfera onírica que le da un cierto aire de irrealidad muy característico a sus historias”, señala Diego Zúñiga.
Por su parte, Lorena Amaro opina: “Es una obra tan breve que resulta fácil leerla completa. Pero si hay que elegir, me quedo con ‘El árbol’, su final es más afirmativo de la autonomía femenina, de la voluntad y determinación de las mujeres. Y es también un texto más complejo y rico en su construcción”.
Para Diego Zúñiga, el hecho de que María Luisa Bombal aún sea una referente de la literatura nacional se debe a la calidad de su obra. “Han pasado casi noventa años desde que aparecieron sus novelas, y seguimos demasiado apegados a una lectura realista de las cosas, a una búsqueda de ciertas estrategias hegemónicas en lo que se refiere a cómo se cuenta una historia. Por eso las novelas de Bombal siguen produciendo una extrañeza que sólo las grandes novelas pueden conseguir”.
CLUB LA TERCERALa obra completa de María Luisa Bombal (Viña del Mar, 1910-Santiago, 1980) se reduce, si nos atenemos a lo que publicó en dos tomos en 2005 la editorial chilena Zigzag[1], a dos novelas cortas (La última niebla, 1935, y La amortajada, 1938); cinco cuentos (“El árbol”, “Las islas nuevas”, “Lo secreto”, “Trenzas” y “La historia de María Griselda”); tres crónicas o divagaciones poéticas (“Mar, cielo y tierra”, “Washington, la ciudad de las ardillas” y “La maja y el ruiseñor”), que tienen bellos momentos al describir la naturaleza y donde inserta –textos dentro del texto– brevísimos cuentos infantiles; una entusiasta reseña sobre Puerta cerrada (1939)[2], filme del argentino Luis Saslavsky; el relato de una visita a la casa y un paseo en coche por la ciudad con Sherwood Anderson, en los cuales se le revela, entre ingenua y asombrada, la sencillez inteligente del narrador estadunidense[3]; el agradecido discurso con el que recibió en 1977 el Premio de la Academia de la Lengua Chilena y un testimonio autobiográfico que dictó a la propia Lucía Guerra y a Martín Cerda[4]… De todo, lo esencial, lo que le ha dado una justa fama, son sus novelas y cuentos. Si vemos las fechas de su publicación no deja de causarnos asombro. Salvo “La historia de María Griselda”, editada en 1946, y que es un desprendimiento de La amortajada, sus ficciones van de 1935 a 1940, es decir, su mejor período de creación duró apenas un lustro: de los veinticinco a los treinta años. Una excepcional precocidad que desafortunadamente no conoció mayor continuidad creativa.
Según la propia María Luisa Bombal, escribía en francés, en español y en inglés. De lo primero, que yo sepa, no queda nada y de lo último escribió una novela, House of Mist, la cual le ayudó a redactar y a corregir su segundo marido, el francés-estadunidense Fal de Saint-Phalle. De House of Mist dijo varias veces que partió de su primera novela (La última niebla), pero que no se le parece en nada.
En su testimonio biográfico habla de sus lecturas de infancia y adolescencia: Knut Hamsun[5] y Selma Lagerlöf, los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm, Hans Christian Andersen[6], María, de Jorge Isaacs[7] y libros de autores franceses como Pascal, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Valéry y Mauriac, y alguien del que se sintió especialmente próxima, Prosper Merimée[8], sobre quien hizo la tesis de licenciatura. Para escribir La última niebla –lo dijo en entrevistas– fue muy importante la lectura de las Residencias nerudianas. A la muerte de su padre, la familia se fue en 1923 a París, y María Luisa estudió primero en un colegio de monjas y luego la licenciatura en Letras en la Sorbona. Aunque también los cultivó, fue consciente de que su camino no estaba en la música ni en el teatro[9].
A su regreso a Chile, en 1931, tuvo un amor breve y tempestuoso con Eulogio Sánchez Errázuriz (1903-1956), una leyenda de la aviación chilena, por quien intentó suicidarse. Le quedó como secuela una cicatriz en el cuello. A partir de 1933, luego del affaire funesto, residió en Buenos Aires, donde fue al principio huésped del cónsul Pablo Neruda y se casó en 1934 con el pintor Jorge Larco. El matrimonio resultó un desastre. Fueron sus grandes años literarios en una inolvidable década literaria en Argentina. Publicó en Buenos Aires sus dos novelas y tres de sus cuentos, colaboró en la famosa revista Sur y conoció o trató, entre muchos, a Borges, a García Lorca, a Oliverio Girondo, a Norah Lange, a Victoria Ocampo y a los filólogos Pedro Henríquez Ureña, Amado Alonso y Raimundo Lida[10]. Después de la literatura el cine fue su pasión artística. Ideó el argumento del filme La casa del recuerdo (1940), de Luis Saslavsky, historia melodramática de un triángulo desdichado que sucede en el Buenos Aires de fines del siglo XIX, en el cual a la protagonista (Libertad Lamarque) no dejan de hostigarla desde muy joven la locura y la muerte[11]. Una de las claves del filme, que se relaciona con la muerte, es una página fúnebre de las Rimas, de Bécquer. Otra clave, que tiene que ver con la locura, es el repique de las campanas que cree escuchar la protagonista, y que muy probablemente tengan que ver con las que oía la autora chilena en el colegio de monjas en su infancia viñamarina.
En 1941 regresa a Chile. El 21 de enero, frente al Hotel Crillón[12], en calle de las Agustinas, dispara tres veces contra su examante Eulogio Ferrer, quien no quiso levantar cargos. En 1942 parte a Estados Unidos, donde vivirá veintinueve años. En 1944 se casa con Fal Saint-Phalle, con quien tuvo a Brígida, su única hija. Vuelve a Chile por breves períodos en 1961 y 1967 con el objetivo primordial de promover sus libros. Poco antes, en 1960, había publicado unas páginas de recuerdos de la infancia inolvidable en Viña del Mar (“La maja y el ruiseñor”), donde con viva nostalgia recuerda del balneario el silencio inquietante, los aromas esparcidos, la llovizna menuda, los paseos con los niños, el mar desde las peñas y el mar de noche desde su casa –ese mar que en verano era “el corazón mismo de Viña”–, los rezos y el tañido de las campanas, las novelas rosas que leía con sus hermanas, sobre todo una vez...[13]
El frágil equilibrio
Según declaró en su testimonio biográfico, empezó escribiendo poesía, pero sus poemas en verso, si los hubo, no los recopiló o no tengo noticias de ello. Su poesía, su verdadera poesía, está en sus ficciones, donde creó un mundo muy personal: ritmos variados, atmósferas que ahondan lenta y tenazmente en el alma una leve tristeza, silencios que parecen detenerse, lejanos ruidos, rumores, murmullos, chasquidos, crujidos, fustazos, resonancias, silbidos… Lo esencial en la narrativa de la entonces muy joven María Luisa está especialmente en la interiorización de pensamientos y sentimientos de sus personajes; cuando ocurre un hecho o una acción fuera de orden, el frágil equilibrio estalla y puede haber en hombres o mujeres un punto de inflexión o un punto de quiebre, que las más de las veces es para mal.
En las novelas y cuentos de Bombal no sabemos casi nunca en qué países o regiones ocurren, pero el lector siempre piensa en Chile[14], y aún más en el sur boscoso, en las Regiones de los Ríos y los Lagos[15]. Los hechos ocurren casi siempre en haciendas o fundos, es decir, se trata de familias del agro adineradas, tal vez medianos terratenientes. A veces entre miembros de fundos colindantes nacen amoríos y matrimonios, aun entre primos, como en La última niebla (Daniel y la protagonista principal de la que no sabemos nunca el nombre) y en La amortajada (Ana María y Ricardo). No hay conflictos sociales con la servidumbre o los peones; los pleitos soterrados y sordos son entre miembros de las familias bien. En esos sitios remotos se vive en solitarias casas, próximas al bosque húmedo, a ríos, a lagos y a la serranía, y en donde cae a menudo una obstinada lluvia y se espesa una obsesiva niebla… Por eso, en esas grandes soledades, son más perceptibles en sus narraciones las imágenes auditivas. Todo parece oírse.
A veces sustancialmente los años modifican a los lectores y las lecturas. Eso pasa con las ficciones de María Luisa Bombal. Es imposible disociarlas de la condición de la mujer chilena, o más, latinoamericana, en los años treinta del pasado siglo, cuando eran consideradas a menudo como figuras decorativas, y las rebeldías o indocilidades se acababan apagando o (se) las apagaban. Mujeres extrañas, con un leve toque de locura y signadas en la frente con una turbia estrella, que acaban marchitándose en una rutina diaria de extrema futilidad. En esa “intimidad melancólica”, es una decisión mucho más fácil la espera de la vejez y de la muerte que la fuga o la aventura, es decir, detrás de eso sólo hay en ellas una palabra: miedo: miedo a ser libres y no saber qué hacer con la libertad. Son mundos solitariamente sombríos, cerradamente familiares, en que la personalidad se debilita o se pierde. Los años se nublan en la monotonía. Cuando alguna rompe con las costumbres quietas, como la Regina de La última niebla, a quien acaba descubriéndosele un adulterio, la joven no encuentra mejor camino contra el aplastamiento social y familiar que el suicidio[16].
De alguna manera casi todas las mujeres de sus ficciones acaban reconociéndose en una. Varias tienen profusas cabelleras negras, cuerpos esbeltos, senos pequeños y duros... Cuerpos livianos que pueden semejar, sobre todo al montar a caballo, a los de las amazonas. La obsesión por las cabelleras llevó a María Luisa Bombal a escribir un relato llamado “Trenzas”, donde fija algunas mujeres históricas y literarias para quienes las cabelleras son un hecho emblemático en las relaciones amorosas: Isolda, Melisanda, María, la octava esposa de Barba Azul, o ya contemporáneamente, la hermana menor del cuento que al perder las trenzas de fuego pierde toda la fuerza… A la autora chilena las cabelleras le parecieron siempre parte de la naturaleza: como enredaderas en los árboles y algas en las rocas.
El anhelo máximo para los personajes femeninos de María Luisa Bombal sería un jardín de altos árboles donde se diera el amor, pero algo las detiene: no acaban dando el último paso, ni rompen con la familia. O creen, como la prima de La última niebla, que lo han hecho y años después se dan cuenta que todo ha sido como el aire que se ve al paso de una bandada invisible. Entre Eros y Tánatos, en estas mujeres llenas de pasión y de furia, una lenta autodestrucción las va minando y eliminando: en La última niebla, son la esposa de Daniel y la concuña de esta (Regina); en La amortajada, son Ana María y su hermana Alicia, su hija Anita, su nuera María Griselda; en los cuentosYolanda (“Las islas nuevas”), Brígida (“El árbol”) y la misma María Griselda en su historia y quien hubiera sido su concuña (Silvia). En ellas los sentimientos se suceden y unen de manera confusa, y sienten en períodos por sus parejas, o quienes pretenden serlas, amor y odio, desprecio y acatamiento, cólera e indolencia, insidia y candor… Salvo los momentos intensos del coito, la incomunicación entre hombre y mujer se da a menudo y aun de principio a fin[17].
Como en un claro de bosque aislado las mujeres arden a solas. En La última niebla, pese a repentinos fulgores, ni Daniel quiere a su prima y esposa, ni la prima lo quiere a él, y aun la prima, ya se dijo, se inventa un amante casual al que dedica años de imaginación. Daniel quiere lo imposible: que la prima sea como esposa igual a la mujer de la que enviudó. “¿Por qué se casaron?”, pregunta Daniel a su prima, quien responde: “Por casarnos.”
Ana María (La amortajada) es en principio amada por su esposo Antonio, pero un día lo deja, y cuando al fin regresa a la casa marital el amor ya sólo es de ella: él ha dejado de quererla. No sólo eso: el esposo se ha hecho fama de Don Juan. Por su lado, Ana María atormenta por años a un pretendiente, un cincuentón viudo (Fernando), al que no deja de humillar pero quien siempre le perdona los desdenes, ante la mirada omisa del marido, quien sabe que no habrá mayores consecuencias. Un modo que tenía Fernando de ayudarla a vivir es sufrir por ella de manera constante. Ana María dice que ambos fueron dos seres “al margen del amor, al margen de la vida”, pero eso podría decirse para la mayoría de sus personajes.
Protagonistas que aparecían desdibujados o apenas mencionados de paso en La amortajada, como los hijos de Ana María (Alberto, Fred y Anita), aparecen desarrollados ocho años después en el cuento “La historia de María Griselda”, quizá la más tortuosa psicológicamente de sus historias breves. En el cuento, Ana María llega al fundo donde vive su hijo Alberto con su esposa María Griselda. La nuera es amada por todos, principiando por Alberto, pero ella parece estar en un lugar donde la belleza sólo hace daño. Ana María descubre que la inmensa y desoladora belleza de la joven destruye no sólo al esposo, sino a su otro hijo (Fred), a su inteligente hija (Anita), al insignificante y frívolo Rodolfo (de quien está enamorado Anita), e indirectamente causa el suicidio de la novia de Fred (Silvia). El marido, Alberto, odia a María Griselda “a fuerza de tanto quererla”, y se hunde anímicamente en el alcohol emborrachándose en la ciudad cercana; Fred y Rodolfo asedian a María Griselda, pero la esperanza los evade. La tragedia es el sino de la familia de Ana María, pero también de María Griselda. Hacia el final confiesa sin vanidad a su suegra el tormento a causa de la “culpa por tanta belleza que sufría desde niña”. Sus hermanas no la querían, y sus padres, para compensar a sus hermanas, se olvidaron de estimarla y apreciarla. ¿No dice Zoila, la ama de llaves de la casa: “voy creyendo que ser tan bonita es una desgracia como cualquier otra?”
“Enojada con Dios”
De todas las ficciones su novela breve, La amortajada, es la más estudiada por la crítica y la más seguida por los lectores. En ella, si los puntos de vista varían sin un orden más o menos preciso; si algunas historias de personajes clave no acaban de desarrollarse (en especial la del primo Ricardo, el gran amor de juventud de Ana María, con quien se amó intensamente durante tres vacaciones veraniegas); si las cinco últimas líneas decepcionan por su elementalidad como desenlace, en fin, más allá de cualquier limitación o imperfección, la novela se nos impone, y más que en las otras narraciones, la tristeza cava y cala hondo en el corazón del lector. En La amortajada también es donde mejor se ve el pleito constante que la protagonista tuvo con Dios, según se advierte en los recuerdos del padre Carlos, cuando Ana María va a ser llevada a la cripta. Dos ejemplos: en su juventud a Ana María no le importaba ir al cielo porque le parecía “un lugar bastante aburrido” o no promete al sacerdote cumplir con la cuaresma porque estaba “enojada con Dios”. En vida María Luisa Bombal tuvo ese litigio. En sus años finales reconoció que su relación con Dios había sido difícil, pero ya estaba bien con él. “Dios siempre gana”, dijo, como quien deja caer la última piedra.
En su testimonio María Luisa Bombal declaró: “Yo creo que, en el fondo, soy poeta, mi caso es el del poeta que escribe en prosa, pero como tengo una educación francesa, soy la lógica personificada.” Por fortuna en su obra prevaleció con amplitud el hemisferio artístico, aunque ella insistiera que convivían íntimamente ambos.
María Luisa Bombal, muerto el marido, regresó a Chile en 1971 a vivir en la casa de la familia de Viña del Mar. Trató, dentro de sus menguadas fuerzas, de dar difusión a su obra: que la editaran, la leyeran, escribieran sobre ella, la tradujeran. Dio numerosas entrevistas. En una por la radio, grabada en 1972, es agradable oír su acento chilenísimo; más de media vida en el exterior no lo desgastó. En política fue visceralmente anticomunista y alabó sin reservas el régimen de Pinochet. Se necesita estómago para leer sus irreales argumentos.
Si uno sigue entre líneas sus últimas cartas, se siente a una mujer sola, a quien ahogaba por rachas la depresión, y quien mucho agradecía el dinero que le enviaban su hermana Blanca y su cuñado Alberto. No pueden leerse sin un nudo en la garganta, y al repasarlas, al pensar en su vida o al menos en parte de ella, me da por relacionarla con una frase de otra chilena, Teresa Wilms Montt (1893-1921), tan apasionadamente intensa y tan apegada al infortunio como ella misma: “Tristes somos aquellos que no hemos nacido de los dioses.” Uno de los últimos anhelos de María Luisa fue que le dieran el Premio Nacional (fue postulada cinco veces); nunca ocurrió. Apagada y pobremente murió en un hospital público el 6 de mayo de 1980. Me doy por imaginar que quizá recordó antes del deceso ese versículo de San Juan que le gustaba repetir: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas.”
María Luisa Bombal es ahora una escritora de culto y uno de los mitos chilenos[18].
* * *
NOTAS:
[1] La compilación, que ahorra muchas búsquedas, es de la investigadora y escritora chilena Lucía Guerra.
[2] En la reseña María Luisa Bombal repartió elogios hiperbólicos, principalmente al director Luis Saslavski y a la actriz Libertad Lamarque, los cuales, cuando uno ve el filme, no halla por ningún lado una base real. Si como dice la escritora chilena “es probablemente el mejor filme argentino que se haya realizado hasta la fecha”, da una suerte de horror imaginar lo que se hizo de cine en aquel país antes de 1939 o, por otra parte, cuánto cine argentino había visto ella. Puerta cerrada es un melodrama que secuencia a secuencia se supera en lo abusivamente sentimental. La reseña le abrió el camino para que el año siguiente se filmara La casa del recuerdo con un guión suyo, pero en el filme sólo se le atribuye el argumento.
[3] “En Nueva York con Sherwood Anderson”, La nación, Buenos Aires, 8 de octubre de 1939.
[4] El testimonio –escribe Lucía Guerra– está basado en una serie de entrevistas que duraron siete horas.
[5] “Su primer libro Victoria –breve novela del enigma y conflicto de dos seres con su propio corazón– fue y sigue siendo la novela de amor que yo también hubiera deseado escribir”. (“Entrevista con Marjorie Agosín.” The American Hispanist, noviembre de 1977).
[6] Tuvo por Andersen especial dilección. Le parecía un narrador mágico que podía ser leído por gente de todas las edades. Inclusive su novela en inglés House of Mist la llamaba su cuento Hans Andersen. En la misma entrevista con Marjorie Agosín de 1977, al recordar las tardes de infancia cuando su madre les leía a las tres hermanas los cuentos traduciéndolos directamente del alemán, resumía así las virtudes del danés: “pensamiento y poesía, tierno juego y fantasía que no nos cansábamos de escuchar”.
[7] El personaje de María tiene ese apagado y triste aislamiento de algunos de sus personajes femeninos.
[8] Pablo Neruda la llamaba Madame Merimée, “mangosta” o “abeja de fuego”. No estaba equivocado.
[9] En su cuento “El árbol”, Brígida, la protagonista, se esfuerza –inútilmente– por aprender música. “La razón de su inconsecuencia era tan sencilla como vergonzosa: jamás había conseguido aprender la llave de Fa, jamás.” María Luisa Bombal estudió piano de niña e hizo en París devaneos como actriz de teatro.
[10] Lida –recuerda Bombal–, le prestaba su máquina de escribir para que redactara en el Instituto de Filológicas La amortajada. Años antes, en la cocina de la casa de Neruda en Buenos Aires, escribió La última niebla.
[11] Tanto Puerta cerrada como La casa del recuerdo pueden verse completas en YouTube.
[12] El hotel parecía tener una estrella funesta. En el lugar, el 14 de abril de 1955, otra escritora chilena, María Carolina Geel (1913-1996), mató a su amante Roberto Pumarino de dos disparos.
[13] En una entrevista con Germán Ewart para El Mercurio (18 de febrero de 1962), en su primer regreso, responde que halló a su natal Viña del Mar “malograda por el proletariado rico”, fea, tapada por rascacielos, “hasta se le arrancó el mar”. Al escritor Alfonso Calderón le dijo casi las mismas palabras en una entrevista de 1976. No olvidó el guión.
[14] Con excepción de “Las islas nuevas”, que acaece en la pampa y en Buenos Aires, y en “El árbol”, que ocurre también en una casa y una sala de conciertos de Buenos Aires sin que especifique nunca dónde.
[15] El único nombre de los sitios chilenos en la ficciones es el río Malleco en “La historia de María Griselda”, que se halla en la región sureña de Los Ríos. Como dijo Jorge Luis Borges en una página que escribió en 1982 para la publicación en inglés de la obra de la antigua amiga de juventud: su obra “no corresponde a ninguna escuela determinada y suele, afortunadamente, carecer de color local”.
[16] Al menos la transgresión social que la lleva a matarse no le arranca a Regina la felicidad vivida. En la agonía repite obsesiva y apasionadamente el nombre del amante. La misma concuña, la esposa de Daniel, protagonista principal, le tiene envidia, porque al menos ha conocido –no como ella– “amor, vértigo y abandono”. El suicidio de Regina no deja de recordar, con una variación de circunstancias, el intento de la escritora chilena cuatro años antes debido al aviador Eulogio Ferrer. Otra suicida en las narraciones de Bombal, pero por desdicha, es Silvia, la novia de Fred y nuera de Ana María, que no puede dejar de creer que su novio no esté enamorado de María Griselda. Una tercera suicida es la esposa de Fernando, el enamorado inútil de Ana María en La amortajada, pero es un personaje que apenas aparece como una mención fugaz.
[17] No otra cosa pasó con ella misma. Magníficamente en la entrevista con Germán Ewart, publicada en 1962, repuso algo que podría decirse de los personajes femeninos de sus ficciones: “Nunca tuve tino con el amor. Eso es un hecho. Al enamorarme perdía a un amigo y lo reemplazaba con una tragedia.”
[18]. Una mala consecuencia del mito fue que en 2011 Marcelo Ferrari hiciera una película de sus escándalos en los años treinta y principios de los cuarenta (Bombal) con datos reales y otros morbosamente imaginados. En el filme hay fechas y lugares que a menudo son incorrectos. María Luisa Bombal merecía algo mejor que un fallido documento donde nunca parece estar sobria cinco minutos o donde no quiera destruir o autodestruirse. Mejor le fue a Teresa Wilms Montt en la película que filmó Tatiana Gaviola en 2013 (Teresa). Al menos hallamos una viva intensidad en la protagonista (Francisca Lewin) y continuas bellezas en tomas de ciudades y paisajes.
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