lunes, 13 de julio de 2015

Rubem Fonseca

Rubem Fonseca
Guadalajara, México, 2007
Fotografía de Triunfo Arciniegas


CUENTOS
Los prisioneros (1963)
Rubem Fonseca / Febrero o marzo

Novela negra y otras historias (1992)
Rubem Fonseca / Mirada

Historias de amor (1997)
Rubem Fonseca / Betsy

La cofradía de los Espadas (1998)

Pequeñas criaturas (2002)

Ella y otras mujeres (2006)
Rubem Fonseca / Ella
Rubem Fonseca / Joana

Axilas y otras historias indecorosas (2011)

Os prisioneiros (1963) 

A coleira do cão (1965) 

Romance negro e outras histórias (1992) 
O buraco na parede (1995)

Histórias de amor (1997)
Rubem Fonseca / Betsy
Rubem Fonseca / Cidade de Deus
Rubem Fonseca / Família

Cofraia dos Espadas (1998)

Secreções, excreções e desatinos (2001)

Pequenas criaturas (2002)

Diário de um Fescenino (2003)
64 Contos de Rubem Fonseca 2004)

Ela e outras mulheres (2006)
Rubem Fonseca / Teresa

Axilas y otras historias indecorosas (2011)
Rubem Fonseca / O ensina da gramática

DRAGON
DANTE

RACCONTI


Rubem Fonseca
(1925)

Rubem Fonseca (Juiz de Fora, Minas Gerais, 11 de mayo de 1925) es un escritor y guionista de cine brasileño. Estudió Derecho y se especializó en Derecho Penal. A pesar de su amplio reconocimiento como escritor, no fue hasta los 38 años de edad que decidió dedicarse de lleno a la literatura. Antes de ser escritor de tiempo completo, ejerció varias actividades, entre ellas la de abogado litigante. En 2003, ganó el Premio Camões, el más prestigiado galardón literario para la lengua portuguesa, una especie de Nobel para escritores lusos, en 2004 recibió el Premio Konex Mercosur a las Letras, y en 2012 el Premio Iberoamericano de Narrativa "Manuel Rojas".

En 31 de diciembre de 1952 inició su carrera en la policía, como comisario en el 16º Distrito Policial, en São Cristóvão, en Río de Janeiro. Muchos de los hechos vividos en aquella época y de sus compañeros de trabajo están inmortalizados en sus libros.3 Alumno brillante de la Escuela de Policía, no demostraba, entonces, propensiones literarias. Pasó poco tiempo en las calles. La mayor parte del tiempo en que trabajó, hasta ser exonerado el 6 de febrero de 1958, fue un policía de oficina. Cuidaba del servicio de relaciones públicas de la policía.

En junio de 1954 recibió una beca para estudiar y después dar clases sobre ese tema en la Fundación Getúlio Vargas, en Río de Janeiro. En la Escuela de Policía se destacó en psicología. Los contemporáneos de Rubem Fonseca dicen que, en aquella época, los policías eran más jueces de paz, separadores de pelea, que autoridades. Rubem veía, debajo de las definiciones legales, las tragedias humanas y conseguía resolverlas. En ese aspecto, afirman, él era admirable. Fue elegido, entre septiembre de 1953 y marzo de 1954, junto con otros nueve policías cariocas para especializarse en Estados Unidos. Aprovechó la oportunidad para estudiar Administración de Empresas en Boston y en Nueva York. Más adelante, mientras litigaba a favor de hombres que caían injustamente en manos de la justicia -por lo general negros-, Fonseca intentó conseguir un puesto como juez. Fue durante esta etapa en la que pudo observar de cerca la corrupción y la violencia, tanto entre ciudadanos como la del Estado hacia éstos. La oportunidad de observar esto sería crucial para el desarrollo de su estilo narrativo.

Es conocido por ser una persona recluida que adora el anonimato y se rehúsa a dar entrevistas, como Dalton Trevisan y como Thomas Pynchon, que es su amigo personal. Aun así es descrito por sus amigos como persona sencilla, afable y de óptimo humor. Tello Garrido nos narra un comentario que le hizo Fonseca durante una visita a México sobre los motivos que lo llevan a mantenerse al margen de los reflectores literarios:

Al parecer Rubem Fonseca prefiere pensar que un escritor puede decir todo lo que a él le parezca importante, independientemente de lo que los lectores puedan opinar al respecto, pero siempre a través de sus obras y no como personaje público que dicta sentencias en cuanto tiene un micrófono enfrente. Él mismo me comentó después que John Updike le había dicho alguna vez que la fama es como una máscara que los hombres suelen ponerse, y que resulta peligrosa porque devora el rostro original, le impone gestos, niega la identidad de quien se la ha echado encima.

Las obras de Rubem Fonseca generalmente retratan, en estilo seco, áspero y directo, la lujuria sexual y la violencia humana, en un mundo donde marginales, asesinos, prostitutas, delegados y pobres se mezclan. Fonseca dice que un escritor debe tener el coraje para mostrar lo que la mayoría de la gente teme decir. La historia a través de la ficción es también una marca de Rubem Fonseca, como en las novelas Agosto (su libro más famoso) en la que retrata las conspiraciones que resultaron en el suicidio de Getúlio Vargas, y en El Salvaje de la Ópera en la que narra la vida de Carlos Gomes, o aún sobre la obra La Caballería roja, libro de Isaac Babel retratado en Vastas Emociones y Pensamientos Imperfectos. Casi todos los autores brasileños contemporáneos reconocen la importancia de Fonseca, y algunos de la nueva generación, tales como Patrícia Melo o Luis Ruffato, dicen que es una gran influencia.

Creó, para protagonizar algunos de sus cuentos y novelas, un personaje antológico: el abogado Mandrake, mujeriego, cínico y amoral, además de profundo conocedor del submundo carioca. Mandrake fue transformado en serie para la cadena de televisión HBO, con guiones de José Henrique Fonseca, hijo de Rubem, y el actor Marcos Palmeira en el papel protagonista.

Dado que le interesa profundamente el arte cinematográfico, escribe también guiones para filmes, muchos de ellos premiados.

Es viudo y tiene tres hijos.

Rubem Fonseca
Ilustración de Pedro Menezes

Y Fonseca se encontró 

con sus jóvenes lectores

JOSÉ ANDRÉS ROJO 3 DIC 2003


El brasileño flaco Fonseca es también un hombre menudo ("yo también quería ser alto y bonito", dijo contestando a alguna pregunta), pero nadie se perdió ni uno solo de sus gestos cuando iba de un lado a otro del Auditorio Juan Rulfo, micrófono en mano, haciendo lo posible para que su portuñol fuera inteligible y que lo entendieran cuantos fueron a escucharlo, jóvenes sobre todo. Lo fue, y tanto. Habló de literatura, y empezó siendo muy didáctico.
¿Qué hace falta para convertirse en escritor? Cuatro cosas, dijo. Y las fue explicando. Primero, "saber leer", y entender y comprender lo que se lee. Segundo, ser una persona atenta, estar motivado. La tercera condición es la paciencia, acumular mucha paciencia (se refirió a los diez años que tardó Rulfo en escribir Pedro Páramo), y la cuarta, imaginación. "Hay todavía otra cosa que se necesita para escribir: el coraje, el valor, la valentía. Para decir aquello que no puede ser dicho. Para decir lo que ninguno quiere oír". Luego empezó la ronda de preguntas.
¿Qué lee Fonseca, quiénes son sus escritores preferidos? "Soy un lector compulsivo. Leo de todo, y lo que más me gusta es la poesía". ¿Qué significa que un escritor tenga que ser subversivo? "No tener que aceptar ninguna convención, ni artística, ni ideológica, ni moral. Hay que romper con todas las convenciones. En Secreciones, excreciones y desatinos, por ejemplo, he llegado a escribir un libro asqueroso". ¿Por qué escribió cuentos y novelas si lo que le gustaba era la poesía? "Escribí prosa porque no sabía escribir poesía".
Iba de un lado a otro, miraba muy de cerca a quienes le preguntaban, les colocaba la mano en sus respectivos hombros, muy atento a cada cuestión. Luego contestaba de forma fulminante. "Me identifico mucho con la frase 'soy un hombre consumido por el presente', que cuelga al lado de su imagen en los pasillos de la feria", le dijo una joven lectora, y le preguntó por el sentido de la frase. "¿Soy un hombre consumido por el presente?", se preguntó Fonseca. "No lo sé", se contestó de inmediato.
¿Qué es lo que más le conmueve, lo más deslumbrante?, quiso saber otra lectora. "Caramba", dio dos vueltas, calló un rato, "lo más deslumbrante es la belleza". Los jóvenes hicieron "uh, uh, uh", hubo risas. Fonseca: "La belleza es una alegría para siempre".
¿Cuáles son las características de un buen cuento? "Lea a Rubem Fonseca", dijo Rubem Fonseca. ¿Cómo es que tardó tanto en publicar su primer libro (lo hizo a los 38 años)? "Terminé mi primera novela a los 18 años. Fui a un editor y se la entregué. Vuelva dentro de dos meses. Volví. Pidió a su secretaria que buscaran mi manuscrito. No lo encontraron. '¿A qué autores lee usted?', me preguntó. Chéjov, Maupassant..., contesté. La literatura es una cosa noble, no se pueden decir tantas porquerías, sentenció. Así que me pasé veinte años leyendo. La única manera de aprender a escribir es leyendo y leyendo y leyendo".
"No me gusta la imagen de la literatura como algo mágico y sacrosanto", dijo más adelante. "Escribir se parece más bien al trabajo de un carpintero que se esfuerza para que la silla que está haciendo le salga lo mejor que pueda". Otra joven lectora: "Se me hace como que a sus cuentos les falta algo...". "Lo mejor de la literatura es que puede tener muchos significados. Cada cual lee el mismo libro de manera distinta, porque al leerlo cada uno lo reescribe".
"No, no sólo sirve el corazón para ponerse a escribir. Hace falta también inteligencia y lucidez, saber lo que estás haciendo", le contestó a otro lector. Luego le preguntó Elena Poniatowska, que se coló en la reunión como una joven lectora más, le recordó aquella frase de Eliot, la que dice que el hombre no soporta demasiado la realidad. "Yo la soporto", le dijo Fonseca después de abrazarla, "no temo la realidad. Tenemos que enfrentarnos a las injusticias, procurando vencer lo que está ahí". Luego Fonseca comentó que se podía cerrar el acto, en ese momento en que parecía ir bien. "Si no, luego nos aburrimos". Pidió al público que le dijera que sí. Y el público le dijo sí. Y se acabó.



Rubem Fonseca
Poster de Triunfo Arciniegas
Rubem Fonseca, 

un libertino en México


El escritor brasileño visitó en los 90 el Distrito Federal: comió gusanos de maguey, visitó un table dance en la colonia Condesa y se maravilló de la vida nocturna de la gran urbe, escenas que luego recreó en uno de sus cuentos; este año se cumple un cuarto de siglo de que la editorial Cal y Arena publica su obra en el país


22/08/2014 05:09 
Luis Carlos Sánchez

CIUDAD DE MÉXICO, 22 de agosto.- “Vamos, vamos corriendo”, le dijo Rubem Fonseca (Minas Gerais, Brasil, 1925) a sus anfitriones de esa noche. Era casi una cofradía de cautivos frente al autor de culto, divirtiéndolo en la Ciudad de México, un terreno que se jacta de contener la misma inmundicia que narra el brasileño. Era el año de 1990, Fonseca había comido gusanos de maguey en el restaurante Bellinghausen, pero no era suficiente, quería conocer más.
“Alguno de los amigos en la mesa –recuerda Rafael Pérez Gay- preguntó: ¿ha ido usted al table dance Rubem? ‘Sí, sí, tengo idea de lo que es el table dance’, dijo. Otro amigo agregó ‘pero es que este table dance tiene un toque mexicano’. ¿Y a qué se refieren ustedes?, preguntó Rubem, ‘pues a que puedes tocar a las chicas”, le dijeron. El escritor tenía 65 años y se apresuró a seguir a sus cofrades.  
Años después, Ediciones Cal y Arena compró los derechos deEl agujero en la pared a la agente literaria Carmen Balcells, en aquella colección de cuentos estaba referida esa noche. Rubem Fonseca incluyó el cuento La carne y los huesos, en el que el personaje principal narra la historia de su madre que está muriéndose. “Cuenta al mismo tiempo la historia de que viajó y estuvo en una ciudad lejana en donde la gente iba a unos lugares nocturnos y se ponían las mujeres arriba de las piernas como si estuvieran en unas sillas de barbero”, recuerda Pérez Gay.
A la historia de esa noche (en la que estuvieron además Luis Miguel Aguilar y Bernardo Ruiz, entonces director de Difusión Cultural de la UAM, institución que había traído al escritor a México), el brasileño agregó un personaje que llamó “la condesa”. El bar al que habían ido se llamaba El Closet y estaba en la calle de Saltillo de la colonia Condesa. “Inventó ese personaje porque estábamos en la Condesa, de ahí viene ese cuento, salimos como a las tres o cuatro de la mañana, él se fue a su hotel y regresó a Sao Paulo, luego tuvimos este cuento notable”.
Ediciones Cal y Arena está ahora por cumplir 25 años de publicar en México a Rubem Fonseca, de descubrirlo prácticamente para los lectores. “Creo que Cal y Arena introdujo de verdad a Fonseca a México porque no lo tenía nadie. Fonseca en Brasil es un hitazo, publica un libro y vende cien mil ejemplares. Es quien encabeza a la muy, muy potente literatura brasileña de nuestros días; pero no tengo ningún inconveniente en decir que Cal y Arena introdujo en México a Rubem Fonseca”, agrega el director del sello editorial.
A la efeméride se agrega una conmemoración más: el año pasado Fonseca cumplió en Brasil medio siglo de escribir ininterrumpidamente. Lo celebró ausente -como acostumbra-, asomándose sólo a través de sus libros con la publicación deAmalgama, un nuevo libro de relatos que aparecerá en los próximos días en las librerías mexicanas, traducido por Delia Juárez con el apoyo de Luis Miguel Aguilar. 
Joven de 89 años
Potente, adictiva, magnética, con la misma intensidad que podría tener la literatura de un escritor joven (es un escritor algo tardío, comenzó a publicar después de los 35 años), así es la literatura de Rubem Fonseca, dicen Rafael Pérez Gay, editor del escritor en México, y Rodolfo Mata, traductor –junto con Regina Crespo- al español de por lo menos una docena de libros del brasileño que Cal y Arena ha publicado en México.
El primer libro de Fonseca que llegó a las manos de Pérez Gay fue la novela Pasado negro, lo traía de un viaje a Sudamérica Héctor Aguilar Camín.
“Yo la leí y quedé hechizado por un narrador magnético, un narrador notable en su refinamiento, en su capacidad de atrapar al lector y, desde luego, en su calidad. A partir de entonces me encargué de ir siguiendo cada uno de sus libros y de ir comprando los derechos de cada uno. Entretanto Fonseca se convirtió en uno de los narradores iberoamericanos más notables, recibió el Premio Camões, el Juan Rulfo de la FIL (ambos en 2003)”. Este último entregado por Gabriel García Márquez. 
Fonseca se convirtió entonces en un escritor de culto que tiene en México unos cuatro mil lectores, que no se pierden ninguno de sus libros.
Rodolfo Mata piensa que su calidad literaria, pero sobre todo el cochambre y la ironía que hay en sus historias, concitaron con el lector mexicano. “Hay un temperamento irónico, sarcástico. Con el lector mexicano al principio fue la violencia, a mí el libro de El cobrador (donde cuenta la historia de un asesino serial) me dejó impresionado. El otro tema es de la reinvindicación de la literatura policiaca como un género con todos sus derechos, virtudes y posibilidades”.
También, agrega, está “el tema del sexo, de las relaciones interpersonales tratados de manera irreverente, sin tapujos y de una manera muy festiva, eso es algo importante”.
Fonseca es además un observador de este tiempo, del sentimiento más “acre”, sus historias están llenas de conflicto, hay odio, amor y pasión; también amargura y muchas carcajadas, muchas burlas al hombre.
“Fonseca siempre tiene referencias en dobles niveles”, Mata piensa que en El agujero en la pared se burla por ejemplo de Jorge Luis Borges. “Fonseca tiene una capacidad de observación del suceder cultural impresionante, se ríe de lo políticamente correcto”, como ejemplo señala el cuentoLanzamiento de enano (de cuya imagen se ve una similar en la cinta Lobo de Wall Street de Scorsese), donde los enanos piden no ser defendidos, porque se les lanza por divertimento.
“Ellos dicen en el cuento: oye no me defiendas, me estás quitando el trabajo, deja que me lancen estas gentes porque de eso vivo”. Pero Fonseca se ríe además de los purismos, “de esa gente que siempre va atrás y grita no lancen a los enanos, respétenlos, de esa gente que dice no hagan esto que puede producir catástrofes ecológicas, no dudo que en algún momento (Fonseca) se lance contra los que defienden los alimentos orgánicos”, dice.
No sólo el sentido corrosivo de sus temas impacta en Fonseca, el traductor agrega que a pesar de que “es el más cuidadoso de la lengua o una gente que tenga un cuidado supremo, sus diálogos están muy bien hechos, con Regina nos reíamos mucho, hay mucho de oralidad y capta el habla de las personas, de los brasileños, sus historias tienen una ironía social muy acre, el conflicto entre ricos y miserables está siempre presente, otros autores brasileños lo han tomado, lo siguieron y yo creo que eso ha hecho que fuera atrás de eso que fue abriendo”.
En ello, coincide Pérez Gay, “uno: es un narrador magnético y dos, toca los temas de los cuales todos queremos saber, oír, es decir, de sexo, drogas, muerte, amor, padres, hijos. Este conjunto de temas hacen de la obra de Fonseca una obra magnética, y lo digo en el sentido más literal de la palabra. Te atrapa y por eso se volvió durante un tiempo, y lo sigue siendo, un escritor de culto en México y en América Latina”.
En Amalgama ha regresado ese Fonseca. “Es un libro de relatos independientes que tiene asidero yo no diría que poéticos, aunque lo son también, es el tema y la narración de Fonseca puesta en forma poética, es un libro muy breve de 150 páginas en donde al final este escritor hace una declaración de la maestría del relato breve, es sorpresivo y nuevamente magnético”, dice.
Rubem Fonseca
Guadalajara, México, 2007
Fotografía de Triunfo Arciniegas
 “LOS ESCRITORES SON SERES MUY EXTRAÑOS”
Hacia mediados de la década de los 90, Rubem Fonseca visitó el Distrito Federal y se reunió con sus editores mexicanos. Por ese entonces, Cal y Arena había publicado las novelasGrandes emociones y pensamientos imperfectos y Agosto; pero algunas obras anteriores, como El cobrador o Pasado negro,circulaban entre los lectores nacionales de mano en mano y de voz en voz, como si se tratara de una cofradía.
Fonseca no da entrevistas, pero ofreció una charla en la Capilla Alfonsina, que el suplemento cultural de El Nacionalregistró puntualmente. Le preguntaron, entre otros temas, por “el sexo en sus libros”. “¿El sexo?”, cuestionó Fonseca. “Bien. ¿Qué quieren saber del sexo?”, lo que provocó las carcajadas entre los asistentes. Le preguntaron también por qué algunos de sus personajes son escritores. “No sé, quizá porque los escritores son seres muy extraños”, señaló.
Aunque a Fonseca no le gustan las entrevistas ni las fotografías, ni los encuentros literarios, en años recientes se ha presentando ante públicos más amplios para recoger doctorados Honoris Causa y premios como el Camões (el Nobel de lengua portuguesa) o el Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. No le gusta, en fin, hablar de su propia obra o de sí mismo, pero Rubem Fonseca, en todo caso, es un escritor que está en sus libros.  
Así, por ejemplo, Intestino grueso, relato incluido en Feliz año nuevo, es la historia de una entrevista, un duelo de esgrima entre un periodista y un escritor. Preguntas cándidas y respuestas mordaces. En Novela negra, otro ejemplo más, se cuentan las anécdotas y desatinos de un escritor que asiste a un festival de novela policiaca, en el que en algún momento James Ellroy, el célebre autor de LA Confidential, le plantea al protagonista: “Somos los continuadores de la tragedia griega”. Acaso su trabajo más personal sea José (su nombre es José Rubem Fonseca), una autobiografía escrita en tercera persona que se detiene en sus 30 años.
—Fernando Islas

Rubem Fonseca según Abraham Solís
Rubem Fonseca, el salvaje de las letras

El escritor brasileño se formó como abogado, pero a mediados de los años 50 se dedicó de lleno a la literatura. Su prosa, violenta, sexual, mordaz, salvaje y divertida, es una de las más valoradas del orbe

CIUDAD DE MÉXICO, 10 de mayo.- Rubem Fonseca cumple mañana 90 años. Para celebrarlo, se escapó, literalmente, con su hija a Petrópolis, una ciudad a 68 kilómetros de Río de Janeiro. Periódicos brasileños como O Globo y  Folha de São Paulo tienen tiempo preparando ediciones especiales para saludar al célebre cumpleañero, famoso por su permanente rechazo a los reflectores. De escritor de culto pasó a ser una referencia clave de la literatura brasileña. Como apunta Thomas Waldemer, director del Departamento de Estudios Latinos de la Universidad de Iowa, “Fonseca es quizá el escritor vivo más estudiado fuera de Brasil. Es considerado un maestro de la ficción policial a escala mundial y sus libros forman parte del canon de la literatura latinoamericana”.
La figura de Rubem Fonseca —autor, entre otros libros, de El salvaje de la ópera— ha sido un misterio para sus lectores. Salvo sus amigos, nadie sabe gran cosa de él. Y sus amigos, en todo caso, saben lo mismo de su obra que sus lectores. “Es muy esquivo”, señala Felipe Ehrenberg, quien fuera agregado cultural de la embajada de México en Brasil. “Rubem habla mucho, pero habla muy poco de él. Nunca se promueve”, remata la editora Lourdes Hernández Fuentes, una de sus grandes amigas. “Ahora, no es una persona cerrada”, aclara. “Lo único que tiene es miedo de la idea de celebridad. Me platicaba que las veces que iba a un restaurante con Chico Buarque les daban una mesa aislada, pero las personas comían volteando hacia ellos para no perder un solo gesto de Buarque ‘¿Entonces, qué clase de escritor sería yo si no pudiera observar, porque me están observando?’, me decía”.
Romeo Tello ha sido el cómplice mexicano de Fonseca, primero como lector, después como su estudioso y finalmente como su traductor y prologuista. “En 1982, en el suplementoSábado del diario unomásuno, Eric Nepomuceno publicó una antología de cuentos brasileños, eran unos cinco, seis cuentos de autores distintos. Y uno de ellos es El cobrador, ahí es donde conocí a Fonseca”, recuerda Tello, quien al tiempo que se hacía de ediciones españolas y argentinas del maestro brasileño, trazó la ruta para una tesis de maestría: La violencia como estética de la misantropía en la obra de Rubem Fonseca. “Empecé a estudiarlo. Me gustó mucho su prosa, la manera como planteaba los problemas sociales, la agilidad de los relatos, todas las características que tanto se han mencionado de Fonseca”, cuenta Tello, que conoció a su héroe en 1992, cuando vino a un homenaje a Juan Rulfo que organizó Bellas Artes.
“Cuando lo conocí ya tenía la tesis y le regalé un ejemplar, y después vino al examen profesional. Luego lo vi en Río y lo volví a ver acá, cuando vino a recibir el Premio Juan Rulfo. Entonces, ha sido una gran amistad, pero nos hemos visto muy pocas veces. Nos escribimos con mucha frecuencia y sigo considerando que es un escritor imprescindible para la literatura brasileña y la literatura actual”, refiere Tello.
Si como reza el axioma, ‘el escritor es lo que está en sus libros’, Rubem Fonseca es el mejor intérprete de sí mismo. Nadie como él para escribir y callar. Lo demás es silencio y ruido. 
Un escritor que le cobró a la censura
Cuando Rubem Fonseca fue jurado del Premio Casa de las Américas, era una época en la que Brasil no tenía relaciones con Cuba. A su regreso, tuvo que contestar algunas preguntas molestas. “García Márquez tenía la foto oficial de Fidel Castro con Rubem Fonseca, que además lo presentaron como Comandante Fonseca”, refiere Lourdes Hernández Fuentes.
Hay un punto de inflexión en la obra de Fonseca. En 1976, por orden del entonces ministro de Justicia, el libro de cuentos Feliz año nuevo fue retirado de las librerías. “Eso sólo nos habla de lo tarados que son los organismos de censura”, señala Romeo Tello. “Cuando vino la ejecución del acto de censura, sus libros se empezaron a vender. En Brasil circularon muchísimas ediciones pirata de Feliz año nuevo, porque todo mundo quería saber de qué trataba ese libro que tanto había molestado a los censores”, refiere.
“Rubem, en lugar de amedrentarse o escribir con alegoría, primero le mete una demanda al Estado que ganó, consiguió que le pagaran, y segundo, en vez de quedarse callado, publica El cobrador. O sea, su respuesta a la censura es publicar todavía un libro más corrosivo, si fuera posible decir eso. El propio título lo dice: les cobró”, observa Hernández Fuentes.
La exclusiva imposible
A Fonseca le apasionan muchas cosas. La música, la literatura, el cine, el futbol, la cultura popular. Mandrake, el detective que protagoniza varias de sus historias, está efectivamente inspirado en el mago de la tira cómica. También es un apasionado de caminar por las calles de Río, como registra uno de sus relatos. Al salir de casa, sin embargo, “cree que se disfraza con una gorra”, dice Felipe
Ehrenberg. “Cuando se encuentra con gente va a un boteco, que es como una cantina en la que dan botanas. Le gustaba mucho reunirse en la tienda de servicio de una gasolinería, cerca de su casa. Ahí lo conocen perfectamente bien”, relata.

Llegado a este punto, se diría que Fonseca es muy amigo de los amigos, “pero no permite que saquemos la grabadora cuando él platica. Le parece terrible”, señala Romeo Tello. “Preguntarle qué está escribiendo, no contesta. Preguntarle qué opinión tiene sobre tal cosa, no responde”.
En un momento, Lourdes Hernández Fuentes y el escritor Marçal Aquino pensaron que lo podían entrevistar no de su obra, sino de sus lecturas y aficiones. Les dijo que sí y salieron a comer. Al final, nada. Hay acaso un solo antecedente. Rubem Fonseca estaba en Berlín cuando cayó el muro. El periodista Luiz Carlos Azenha, enviado de TV Manchete, lo escuchó hablar en portugués con Ute Hermanns, su traductora alemana, e interrogó al escritor sobre el hecho histórico sin saber de quién se trataba. De incógnito, en noviembre de 1989, Fonseca habló para la televisión brasileña.


“MONSTRUO DE LA LITERATURA 

BRASILEÑA CONTEMPORÁNEA”


Rubem Fonseca (Juiz de Fora, Minas Gerais, 1925) es un hombre rebelde al que le gusta caminar y hacer 25 lagartijas diarias. Es un autor que en más de medio siglo de escritura nunca ha sido atrapado por el canto de las capillas literarias, así que ha escrito lo que le ha dado la gana. Mañana cumple 90 años y sus amigos lo recuerdan como el maestro del cuento, el creador de una estética única para novelas de aventuras, un lector empedernido de poesía que vive a una cuadra de la playa Leblon, al sur de Río de Janeiro, desde donde ve futbol y sonríe con la leyenda que crece a su alrededor.
Creador del abogado Mandrake —personaje cínico, mujeriego y mordaz— y de una decena de asesinos, policías y prostitutas, Fonseca es el renovador del cuento moderno brasileño y el mayor representante del realismo visceral, un forajido erudito que vive fuera de los reflectores y se divierte con el mote de autor clásico. Así lo recuerdan Élmer Mendoza, Marçal Aquino y Paula Parisot, escritores que han gozado de su amistad.
Mendoza es el primero y recuerda los días que convivió con él en Brasil. “Es un hombre trabajador que se pone una gorra de los Yankees y sale a caminar por la mañana. Lleva una vida normal, pero es un autor de talla universal que ha conseguido una estética para la novela de aventuras”.
Además en sus historias cruza con fortuna la barrera del humor suave y se interna en el humor profundo y salvaje. “¡Ahhh!, sus cuentos son muy divertidos. Recuerdo que una vez leí uno muy corto donde unos hombres jugaban a lanzarse enanos mientras otros los cachaban. ¡Qué bárbaro! Hay un momento en que te provoca un poco de gracia, pero como lector también te hace sentir algo terrible”.
Fonseca es un escritor difícil de encasillar, porque también hace guiones y crónicas. Eso lo ha convertido en un narrador emblemático de nuestro tiempo, dice. “Además, le he aprendido muchísimas cosas. Le pregunté cómo elegía sus temas. Él dijo: ‘Yo sólo me pongo a escribir; no hago una elección intelectual de lo que voy a contar, me llega el tema y me pongo a trabajar en él’”.
En otra conversación, Élmer le confió que quería escribir una historia sobre Chica da Silva, una esclava del siglo XVIII, amante de ricos, que cuando hacía el amor gritaba tan fuerte que todo el pueblo la escuchaba. “Le conté que yo estaba picado con esa historia, pero como Eduardo Galeano había hecho un registro de su personalidad en un libro, eso me restringía un poco”.
Entonces, el brasileño reflexionó por 10 segundos y le respondió: ‘¿Sabes qué?, ponte a escribir. Cualquier tema que pienses es importante y ese tema tendrá tanta importancia como tú le des’”.
Aquel día Élmer le enseñó a Fonseca cómo comer tacos estilo mexicano. Esa vez la chef mexicana Lourdes Hernández Fuentes cocinó tacos de cochinita, picadillo y arroz.
“Él comió dos y le expliqué que los mexicanos tenemos una forma particular de comer tacos, de doblar la tortilla. Estaba muerto de la risa porque él no proyecta lo grande que es, realmente no lo necesita. Fonseca es el monstruo de la literatura brasileña contemporánea”.
¿Aunque se diga que Fonseca es ermitaño?, se le pregunta al autor de Balas de plata. “No lo es. Él sale a caminar por el malecón en Leblon y va a una tiendita. Todos lo conocen, pero como es parte de ellos no lo molestan, y él va con su gorra y su chamarrita azul. Disfruta el futbol con pasión brasileña”.
¿Cómo concibe sus historias? “¡Nooo!, de eso no hablamos. Me dio pena preguntarle. Hablamos de temáticas, porque cuando te llega una nueva idea confías en ella al cien por ciento, pero conforme pasan los días le vas perdiendo la fe. Entonces uno se pregunta cómo identificar la historia que debes contar. Él me dijo que uno tiene que escribirlas todas, porque mientras no tomes el lápiz y te pongas a escribir, realmente no te puedes dar cuenta. Un escritor no puede descalificar una historia con especulaciones. Para mí esas ideas han sido oro molido”, dice.
En otra ocasión, Élmer le dijo a Fonseca que su obra maestra es Buffo & Spallanzani. Entonces él lo miró largamente y le dijo: “¿Te lo parece?”. “Sí y se lo demuestro a quien sea”. Entonces el autor sonrió y cambió de tema, porque no es un hombre al que le guste hablar de sus libros.
Disfruta su leyenda
El acercamiento del también brasileño Marçal Aquino a Fonseca fue distinto. Le sucedió a los 12 años, cuando leyó sus primeros libros de cuentos. “Era la década de los 70 y empecé a leerlo. Desde entonces fue importante para mí. Sobre todo sus primeros cinco volúmenes de cuentos: Los prisionerosEl collar del perroLúcia McCartneyFeliz año nuevo y El cobrador, que me mostraron una nueva manera de describir Brasil”.
Esos cuentos hablaban de una realidad que no había encontrado en otros autores. Esa era la primera importancia de su obra, dice: el valor de colocar en las páginas de sus cuentos la realidad brasileña, pues hasta entonces las letras brasileñas estaba volcadas al regionalismo. Además, reconoce en su narrativa un carácter anticipatorio. “Porque cuando lees Feliz año nuevo descubres la vigencia de sus cuentos; es el visionario de la realidad y el autor de una literatura que nos mostró el país en que vivíamos”.
¿Qué hay de sus novelas?, se le pregunta a Aquino. “Me sorprendió que la primera fuera El caso Morel, novela con una gran ambición literaria grande. Aunque mi favorita es El gran arte, donde integró por primera vez a Mandrake en una historia larga”.
¿Puede definirse el estilo de Fonseca? “Yo creo que Rubem es un representante del realismo visceral, un realismo que llama las cosas por su nombre, pues entonces se hacía literatura regionalista. Y no se hacía porque estábamos bajo una dictadura. Pero él tuvo el valor y el coraje de poner las palabras en su lugar”.
Por último, el autor de Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios recuerda dos detalles para comprender a Fonseca: es un lector muy cuidadoso de poesía y un erudito al que le gusta bromear y disfrutar la leyenda que crece a su alrededor. “Le divierte lo que se cuenta de él. Una vez acompañó a Lourdes Hernández a una librería de viejo. Ella preguntó por un libro de él. El vendedor no lo reconoció, porque llevaba gafas oscuras y aseguró que no tenía ejemplares, pues desde la muerte de Rubem Fonseca sus libros no paraban de venderse”.
La ficción salva
Paula Parisot prefiere evocar al maestro que llegó a su vida cuando tenía 13 años y se asustó al leerlo. “Me impresionó el poder de su prosa moderna; aunque tiene una manera de escribir que parece sencilla es difícil de alcanzar, pues se necesita claridad de pensamiento en el lenguaje”.
Es un gran novelista, pero sus cuentos son lo más brillante que tiene: en ellos nada sobra, apunta. “Y uno de los libros que más adoro es Pequeñas criaturas, porque ahí está uno de mis cuentos favoritos: El peor de los venenos”.
“Pero cuando lo conocí no tenía certeza de que Fonseca fuera Fonseca. Él vivía cerca de la casa de mi mamá y cuando le hablé no fue muy simpático. Después se convirtió en mi universidad; si me preguntaras qué le aprendí… te diría que eso se resume a una frase: ‘la realidad mata, pero la ficción te salva’”.


BIBLIOGRAFÍA
Novelas
  • El caso Morel (1973)
  • El gran arte (1983)
  • Buffo & Spallanzani (1986) (Traducida primeramente en España como Pasado negro", y restituídosele más tarde su título original.)
  • Grandes emociones y pensamientos imperfectos (1988) (Traducida en España como Vastas emociones y pensamientos imperfectos.)
  • Agosto (1990)
  • El salvaje de la ópera (1994)
  • Del fondo del mundo prostituto sólo amores guardé para mi puro (1997) (Traducida en Colombia como: Y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano)
  • El enfermo Molière (2000)
  • Diario de un libertino (2003)
  • Mandrake, la Biblia y el bastón (2005)
  • El seminarista (2010)

CUENTOS
  • Los prisioneros (1963) (10 cuentos)
  • El collar del perro (1965) (8 cuentos)
  • Lucía McCartney (1967) (19 cuentos)
  • Feliz Año Nuevo (1975) (15 cuentos)
  • El cobrador (1979) (10 cuentos)
  • Novela negra y otras historias (1992) (7 cuentos)
  • El agujero en la pared (1995)
  • Historias de amor (1997)
  • Los mejores relatos (1998)
  • La cofradía de los Espadas (1998)
  • Secreciones, excreciones y desatinos (2001)
  • Pequeñas criaturas (2002)
  • Ella y otras mujeres (2006)
  • Axilas y otras historias indecorosas (2011)
  • Amalgama (2013)
  • Historias cortas (2015)
  • Calibre 22 (2017)
  • Carne cruda (2019)