martes, 25 de noviembre de 2014

Serge Gainsbourg / El alquimista de las palabras




Serge Gainsbourg


(1928 - 1991)


Serge Gainsbourg, cuyo nombre real era Lucien Ginsburg fue un músico, cantante, autor y compositor, actor y director de cine francés.Hijo de inmigrantes ucranianos huidos de la Revolución Soviética. Nació el 2 de abril de 1928. Con cuatro años aporreaba el piano de su padre, músico de clubes nocturnos, aunque los acordes se interrumpieron con la ocupación alemana.

El flaco y narigudo niño vio cómo los nazis lo marcaban con la estrella de judío y, para huir de desprecios, buscó refugio en los placeres del alma: música, lectura, dibujo y tabaco. También supo que no encontraría mejor escondite que los brazos femeninos. En 1954 grabó sus primeras canciones como Serge Gainsbourg (el Lucien con el que fue bautizado era, decía, "nombre de perdedor").

Comienza a tocar el piano en bares sin hora de cierre, a besar a una mujer tras otra y a frecuentar a indómitos como Boris Vian. Canciones como Le Poinçonneur des Lilas (1958), sobre un revisor de metro suicida, le dan los primeros réditos. Sus juguetonas letras y melodías pegadizas hacen que Juliette Gréco, Petula Clark o Nana Mouskouri se lo rifen.

Gainsbourg empieza a reinventarse: el clásico chansonnier muta en compositor rebelde. Su fama es internacional cuando Poupée de cire, poupée du son, cantada por la virginal France Gall, gana Eurovisión en 1965. En vez de acomodarse, él hace poco después cantar a la inocente francesa Les sucettes (1966), donde la chica proclama su pasión por las piruletas.

Serge Gainsbourg y Jane Birkin

"Te quiero, yo tampoco"

La pasión de Gainsbourg no serán las piruletas, sino otros dulces: las mujeres. Brigitte Bardot lo conoce en 1967 y cae rendida: aunque casada, le da amor e inspiración; él, música. Tras meses de sexo y canciones (como las deliciosas Comic Strip, Bonnie and Clyde o la célebre Je T’aime... Moi non plus, que la Bardot veta, temerosa del escándalo) se separan.

Serge no tarda en encontrar, aún más bella, sustituta. En Londres conoce a Jane Birkin, que ya ha deslumbrado en Blow Up. En 1971 tienen una hija, Charlotte (hoy, una afamada actriz y cantante) y, ese mismo año, publican el disco más loado de Gainsbourg: Historie de Melody Nelson.

Antes, ambos graban el Je T’aime... Moi non plus (1969), donde recrean los jadeos de una pareja en el coito: prohibida en medio mundo, será el tema por el que Gainsbourg pase a la posteridad. En 1973 tiene su primer ataque cardíaco, pero lejos de asustarse radicaliza su vida. Va a Jamaica a empaparse de ritmo y porros.

La mezcla lo lleva a grabar su Marsellesa en forma de reggae (Aux Armes et cetera, 1978). Si los ingleses tuvieron su God Save the Queen de los Sex Pistols y los yanquis el Star Spangles Banner de Hendrix, Gainsbourg sacude a los galos con esa encantadora reinvención fumeta. Medio país exige que lo expulsen de Francia.

Harta de sus borracheras, la que lo expulsa de su vida es Jane Birkin. Es 1980 y Gainsbourg, como siempre, reacciona en forma de excesos: decide crear un álter ego, al que bautiza Gainsbarre, careta tras la que se paseará por los platós de televisión más ojeroso y bocazas que nunca. Junto a Charlotte, de 13 años, ensalza el incesto cantando Lemon incest.

Quema un billete de 500 francos riéndose de una subida de impuestos. E, inolvidable, pierde el control en una entrevista junto a la, era 1986, inocente Whitney Houston. «He dicho que me la quiero follar», grita mientras trata de pellizcar a la diva, que lo mira boquiabierta sin llegar a decirle que no. En 1991, padre de nuevo y cuando, dicen, batallaba por recuperar el control, otro ataque al corazón lo fulmina.

C’est fini: los excesos acaban con el hombre y dan paso a la leyenda. Además de amantes, escándalos y canciones, deja como legado haber sido un icono de la Francia universal. No sorprende que la puerta de su casa, que su hija se niega a restaurar, sea lugar de peregrinaje de admiradores. Le dejan lágrimas, besos, pintadas y tabaco. Si llega a despertarse, tendrá a mano todo lo que necesita para volver a empezar.

No tenía las cualidades exigibles a un yerno ideal, ni mucho menos. Pero ni su aspecto desaliñado ni las cinco cajetillas que fumaba al día ni su carácter altivo evitaron que las más bellas mujeres desfilaran de su brazo. 

Gainsbourg murió el 2 de marzo de 1991 debido a un ataque al corazón y fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París. Su hogar (5bis rue de Verneuil) está cubierto de graffitis y poemas.

Wikipedia


Serge Gainsbourg
Poster de T.A.


 “Con temas nuevos, términos en inglés, la introducción de nuevas sonoridades, un vocabulario rico, los dobles sentidos… Era un alquimista de las palabras”

Felipe Cabrerizo


Serge Gainsbourg
Poster de T.A.

Serge Gainsbourg
25 AÑOS DESPUÉS

Se cumplieron 25 años del fallecimiento de Serge Gainsbourg y, a final de cuentas y más allá de los análisis y los homenajes a su persona, queda una certidumbre: sus canciones serán imperecederas. Importa poco lo que sobreviva del personaje. Lo que permanecerá al escuchar sus obras es que en melodías, arreglos y textos uno se volverá inteligente por el tiempo que dure alguno de sus refranes o un par de versos.

Gainsbourg se fue (en 1991), pero siempre lo escucharemos en off. La cultura francesa creada por él está ahí: como poeta de los juegos de palabras; como soberano del arte de la canción y como cantautor a la vez literario y popular. De su obra sublime la mayoría parece recordar algo del autor-compositor-intérprete francófono más importante –por mucho– del siglo XX, sin duda incluso de todo el patrimonio nacional galo.



Su mensaje siempre fue: ¡eclecticismo y un espíritu abierto! (incluso en la polémica). En ella daba lo mejor de sí mismo. Y como muestra algunos botones en forma de canción. El primero “Je t’aime…moi non plus”. Su canción más famosa, que incluía por primera vez los sonidos de un orgasmo femenino. Aunque originalmente fue grabada con Brigitte Bardot, su protegida del momento, fue lanzada al mercado con otra vocalista, Jane Birkin, quien sería su futura pareja.

(La Bardot se echó para atrás con un lanzamiento bajo su nombre a la mera hora por miedo a que la pieza pudiera perjudicar su imagen).

Mientras Gainsbourg declaraba que este tema era “la cima de la canción de amor” (¿qué hay más explícito y contundente que un orgasmo?), muchos la consideraron pornográfica. Fue censurada en varios países e incluso en Francia la versión menos recatada fue suprimida. Por supuesto, la iglesia católica se pronunció con un comunicado citando dicha canción como ofensiva.


“No todo el mundo tiene la suerte de tener al Vaticano como agente de publicidad”, declaró entonces el compositor cuando el periódico oficioso de la Sante Sede, l ‘Osservatore Romano, condenó a los infiernos –y de paso al éxito y al número uno de las listas de popularidad– la canción que había osado por primera vez en la historia ponerle música al acto sexual.

El título mismo sufrió versiones y conversiones a cual más ridículas, como por ejemplo en algunos lugares se le llegó a nombrar como “Yo te amo…yo tampoco” (¡¿What?!), cuando en realidad era “Te amo…pero no más”, lo que significaba que el hombre le decía a la mujer que sí, que la quería, pero estaba exhausto de hacer el amor en ese momento y no habría más coito aunque ella lo suplicara, necesitaba una pausa luego de haberlo hecho profusamente.

La tradición literaria dentro de la canción francesa siempre ha ocupado un lugar muy particular gracias a los esfuerzos y habilidades compositivas de Georges Brassens, Léo Ferré, Gainsbourg y tantos otros. En ellos se reconoce que el común denominador de los verdaderos talentos de la “música pop” francesa del siglo XX son en realidad los textos. Esta es la particularidad de Francia, una herencia de los trovadores y poetas.

En 1957, a los 30 años de edad, el Gainsbourg compositor se había topado con Boris Vian y bajo su influjo comenzó a asumir también su condición de intérprete. Pero a pesar de los arreglos y las excepcionales orquestaciones de Alain Goraguer, así como del estilo cada vez más íntimo y sensual que aportaba a sus interpretaciones realmente personales, Gainsbourg fue apreciado y buscado en un principio más que otra cosa por su cancionero en el que no había cartabones ni tabúes.

Ser concebida entre los jadeos orgásmicos de Jane Birkin y de Serge Gainsbourg, los cuales quedaron plasmados en la mítica canción “Je t’aime…moi non plus”, seguro que marca la existencia. Quizá por eso Charlotte, la hija de ambos, se dedicó a la actuación cinematográfica y al canto. Charlotte Gainsbourg (nacida en Londres en 1971) debutó en el cine en 1984 con Paroles et Musique a los 13 años de edad, al lado de Catherine Deneuve. 

El álbum Charlotte Forever (1986) fue el inicio de su camino en el canto, en el que ha continuado desde entonces, de manera paralela a su trayectoria cinematográfica, con temas y realización de su padre. La pieza principal fue “Lemon Incest”, a dúo con él y que ya había levantado ámpula un par de años antes cuando apreció por primera vez en el disco Love on the Beat del autor, por las implicaciones textuales y el video respectivo.

En él se puede ver a una Charlotte adolescente acostada en una cama junto a su progenitor, cantando frases como “l’amour que nous ne ferons jamais ensemble” (“el amor que nunca haremos juntos”). La pieza causó, como es obvio, mucha controversia, aunque a decir verdad para ella nunca representó gran problema unirse a las provocaciones de su padre y mucho menos convivir con su enorme sombra.

En la versión original el título se pronunciaba de manera que sonara como si se dijera “una rodaja de limón” (“Un zeste de citron”), para que después con el transcurso de la canción quedara claro que era “Lemon Incest”. Esto es una muestra de cómo sus canciones se volvieron cada vez más excéntricas, y un buen ejemplo del gusto de Gainsbourg por los juegos de palabras, que resultaban polémicos, desconcertantes o divertidos.

Cantaron sus composiciones personajes variopintos como Philippe Clay, Michèle Arnaud, Juliette Gréco, Petula Clark, Françoise Hardy, Brigitte Bardot, Isabelle Adjani, Anna Karina, Catherine Deneuve y a la postre Vanessa Paradis y Joëlle Ursull (¡y luego Jimmy Somerville!). Por no olvidar a Bambou. Un catálogo de intérpretes nada despreciable. No obstante, sin duda sus obras maestras seguirán siendo sus propias interpretaciones.

Dotado del secreto del refrán, Gainsbourg cedió sus letras de nobleza lírica al “pop” y su actitud no permitirá nunca que envejezcan sus composiciones, pues su enfoque (y su obra) es universal, como el de todos los grandes. Este autor trascendió la música, la cual fue sólo una herramienta para poner en escena sus palabras y figuras retóricas, aliteraciones y refinadas rimas y expresar –con una lucidez que rayaba en el cinismo– sus sentimientos al desnudo.


El gusto de éste por los juegos de palabras ocultaba el fondo del asunto de manera aguda o divertida. Y con ello quiso, y supo, mantenerse en la modernidad. El Gainsbourg más erotómano hizo acto de presencia poniendo en la boca de la flamante triunfadora del Festival de Eurovisión, France Gall, una canción llena de doble sentido con unas inocentes paletas de dulce como elemento de placer y discordia.

France Gall tenía sólo 14 años cuando grabó su primer disco; 17 cuando ganó dicho concurso internacional a mediados de los años sesenta y sólo interpretaba canciones sobre el primer amor con grandes dosis de ingenuidad, como lo hacían la mayoría de las chicas ye-yé de entonces.


Gainsbourg decía que France Gall era “la Lolita Francesa”, y compuso para ella la canción “Les sucettes” (Las Lollipops, Los Pirulís) como un medio para poner a prueba la candidez de la cantante. La pieza juega con un doble sentido sexual muy evidente e incluso cuenta con un vídeoclip tan pop, tan camp, como explícito. Y sí, la realidad del contenido pasó inadvertido para la muchacha.

Por lo tanto la incluyó en su repertorio durante largo tiempo, para delicia de los escuchas. Los rumores suelen decir que al enterarse del significado oculto de la letra de la canción la Gall rompió a llorar y renegó de toda colaboración con Gainsbourg, pero lo cierto es que llegó a interpretar alguna canción más de él — como “Les petit ballons”–, también “de alto contenido sexual implícito”, según las reseñas.


Tanto como balada infantil como melodía críptico-erótica “Les sucettes” sigue funcionando por su calidad pop. Gainsbourg demostró que disfrutar de la vida para él tenía un sólo significado: el arte, y esto incluso a través de sus provocaciones reiteradas como Pigmalión, como en los casos de estas tres canciones representativas de sus intereses.

Su razón de ser misma fue una obra elocuente de amor al arte de la composición transformada, a veces, en legítima burla. A la larga, de su personaje sin duda no quedará más que el largo de su barba, sus excesos, desbarres y el omnipresente humo de sus cigarros, pero lo importante, sus canciones, serán imperecederas.



BABEL

Serge Gaionbsbourg
Ilustración de Fernando Vicente

Los misterios de Gainsbourg


Hay personajes a los que su vida convierte en mitos. Este es el caso de Serge Gainsbourg, el excesivo cantante francés que amó a las mujeres más bellas y generó los más sonados escándalos. Una película recupera su vigencia.


DIEGO A. MANRIQUE
4 JUL 2010

Misterios dolorosos
La ira de la viuda nº 3
Veinte años después, Serge Gainsbourg sigue alimentando polémicas. La depositaria de su herencia, Jane Birkin, ha digerido mal que su biopic se tome tantas libertades y ha logrado colar en créditos su descripción como "un cuento". Una apostilla gratuita: nadie solicita realismo a una película cómica y fantasiosa.
Dado que el realizador y guionista de Gainsbourg (Vida de un héroe) es Joann Sfar, dibujante de cómics, no se entiende el espanto de la Birkin. Sfar se había desmarcado de las expectativas de los herederos: "Yo no hago biografías noveladas clásicas, como La vida en rosa. Aporto mi universo de historietista para ilustrar una visión personal de los fantasmas de Gainsbourg".


"En Gainsbourg maduró la convicción de que el escándalo era la perfecta palanca de promoción"
"Jane Birkin actualizó la imagen exterior de Serge. A cambio, él la convirtió en intérprete lúbrica"

El margen de crítica de Jane Birkin se achicó cuando Lucy Gordon, la actriz británica que encarna su personaje, se suicidó en París. Gainsbourg (Vida de un héroe) está dedicada a su memoria.
Misterios luminosos
El exhibicionista indestructible
Sfar ofrece dos protagonistas atractivos. El niño Kacey Mottet Klein es el Gainsbourg adolescente. Los años del nazismo, con la familia Ginsburg obligada a llevar la estrella amarilla con la palabra "judío", se transforman en las andanzas de un pícaro. El Serge de pantalones cortos se apresura a solicitar la infamante tela, que identifica con la chapa de un sheriff del Oeste. Calla a burócratas colaboracionistas al alardear de que se codea, en una academia de pintura de Montmartre, con un oficial alemán. Engatusa a Fréhel, deteriorada vedette de la chanson. En un internado se gana la simpatía de sus compañeros haciendo dibujos pornográficos; y cuando se intuye redada, su maestro le manda al bosque.
Aunque el músico Joseph Ginsburg no practicaba el judaísmo, en el ambiente se sabía que había huido de Ucrania tras la revolución bolchevique. Imposibilitado para trabajar en el París ocupado, escaparon hacia la Francia de Vichy. Carambolas de la historia: la última mujer de Serge, Bamboo, se decía nieta del mariscal Paulus, que rendiría el 6º Ejército de la Wehrmacht en Stalingrado.
Para el Gainsbourg adulto, Sfar ha contado con un prodigioso Eric Elmosnino que transmite las dudas íntimas de un cantante que aspiraba a ser pintor, un estilista de la Rive Gauche que conseguiría su mayor impacto en el pop.
Misterios gozosos
El artista de goma
Efectivamente, Gainsbourg (Vida de un héroe) viene a culminar la entronización de Serge como figura central de la cultura francófona. Hasta 1991, cualquier manual o diccionario sobre la chanson française solía llevar las fotos de Edith Piaf o Jacques Brel. Después de la muerte de Gainsbourg, es su turno: en las portadas vemos su desaliñado aire de dandi, más irreverente que triunfador.
Los registros de SACEM, la Sociedad General de Autores gala, revelan que Gainsbourg no tuvo muchos pelotazos como intérprete de sus temas. Sus mayores ingresos derivaban de su faceta de compositor. Firmó numerosas bandas sonoras, centrado en comedias y cintas eróticas tipo Madame Claude o Goodbye Emmanuelle.
Le cinéma de Serge Gainsbourg, un estuche de 2001, recuerda su habilidad para el reciclaje. Un fragmento instrumental de Les coleurs verts (1965) reaparecería, con letras y gemidos, como Je t'aime, moi non plus. Clásicas del calibre de Réquiem pour un con o Dieu fumeur de havanes se estrenaron en el cine. Pero el grueso de sus derechos de autor correspondía a la infinidad de golosinas que elaboró para docenas de vocalistas francesas o foráneas asimiladas (Nana Mouskouri, Petula Clark o Marianne Faithfull). En Gainsbourg (Vida de un héroe), ese quehacer de bambalinas se explicita en sus aproximaciones a Juliette Gréco o a la baby pop France Gall.
La Gréco, diosa existencialista, aparece como una pesadilla para la primera esposa del compositor. Con Juliette Gréco chante Serge Gainsbourg, que contenía la sublime Javanaise, él ascendió en el escalafón y disparó los cotilleos: se les aplicó el tópico periodístico de la bella y el monstruo.
France Gall lo pasó peor. La película la presenta como una yeyé tontita. France grabó feliz su Les sucettes, donde proclamaba su pasión por chupar piruletas. El tema iba camino del millón de copias cuando, en un programa de televisión, France advirtió las risitas de los presentes; solo entonces supo que había doble sentido en los versos.
Esas jugarretas servían de coartada para el rotundo giro profesional de Gainsbourg. En 1965 dejó los directos, tras una desdichada gira como telonero de la majestuosa Barbara. Renegó en público: "Es más aceptable hacer rock sin pretensiones que chanson mala con pretensiones literarias".
Para muchos, se comercializó y hay argumentos en su contra: tras ganar Eurovisión en 1965 con la ambigua Poupée de cire, poupée du son, cantada por France Gall, pretendió repetirlo con la lamentable Boum badabum, que representó a Mónaco. Amante del jazz y de la chanson clásica, se había permitido bromitas-temas como Chez les yé-yé o Qui est in, qui est out, respecto a la adoración de lo juvenil que alimentaba el imperio de Salut Les Copains. Pero los viajes laborales a Londres, donde localizó arregladores e instrumentistas flexibles, le abrieron las orejas. Los ritmos beat y soul -twist y jerk, según él- también servían como plastilina para su voluntad provocadora.
Misterios gloriosos
El canalla bienamado
El bombazo de Les sucettes hizo madurar en Gainsbourg la convicción de que el escándalo era la perfecta palanca de promoción. Gainsbourg (Vida de un héroe) conmemora Je t'aime, moi non plus como un producto del arrebato de Serge y Brigitte Bardot ("hazme la canción de amor más hermosa que puedas imaginar"). Pero la melodía ya existía; muchos se enteraron de la materialización de la versión cantada, con BB jadeando mientras "voy y vengo entre tus riñones". Sin embargo, el amor no debía de ser tan loco cuando la Bardot vetó su publicación, oficialmente para no irritar a su tercer marido, Gunther Sachs, pero seguramente protegiendo su reputación de actriz.
El repentino pudor de Brigitte no impidió que Serge regrabara Je t'aime en Londres y con su mayor descubrimiento, Jane Birkin. Esa relación ocupa buena parte de la película. La actriz inglesa traía su bagaje: tenía una niña, fruto de un fracasado matrimonio con el compositor John Barry, y estaba en el imaginario erótico por su histórico desnudo frontal en Blow up (1966). Birkin actualizó la imagen exterior de Serge y le despojó de prejuicios chovinistas. A cambio, él la convirtió en intérprete lúbrica. Una cadena de discos, reportajes fotográficos y largometrajes remataron la definición del mito Birkin.
Con todo, ella mantenía una británica sensatez. Toleraba mal la alegría con la que Gainsbourg derrochaba el dinero, detestaba su insistencia en seguir bebiendo y fumando tras el primer infarto. En la película se marcha al advertir que las borracheras de Serge ponen en peligro a sus criaturas. Precisemos: ella rompió el tándem al enamorarse de un joven cineasta, Jacques Doillon. Dejaron de compartir techo en 1980, pero mantuvieron amistad: Jane recibía generosos regalos de su ex y ella se ocupaba de la salud (¡y la alimentación!) de Serge.
Gainsbourg, artista de culto con escasas ventas, se vio beneficiado por la fascinación de admiradores surgidos de la new wave. En 1978 volvió a los escenarios, primero como invitado del grupo Bijou, luego con sus nuevos discos. Esa inyección de energía le empujó a aventuras transcontinentales: cabalgó sobre imperiosos ritmos neoyorquinos, encajó en Jamaica con los acompañantes de Bob Marley. Su Marsellesa en reggae generó amenazas y disturbios, pero se saldó con un éxito de ventas y un triunfo personal de Serge, que luego adquiriría el manuscrito de himno revolucionario.
Ya había emergido otro monstruo: Gainsbarre, el bronquista de guardia. Cuando se encendía el piloto rojo de las cámaras, podía quemar un billete de 500 francos (para protestar contra los impuestos), proponer sexo a Whitney Houston o desarrollar Lemon incest como un dueto con su hija Charlotte.
Gainsbourg explotaba la tolerancia francesa con los creadores. En la película se ve llegar a Brigitte Bardot (Laetitia Casta) con su perro a un edificio de apartamentos: la Cité International del Arts et Lettres, una residencia donde los artistas podían instalarse durante un máximo de 12 meses y donde Serge resistió dos años. Creía firmemente que el Estado y la sociedad estaban obligados a mantenerle. Libre de prejuicios, rodó abundantes spots publicitarios, con la excusa de que eso difundía su personaje.
No le desgastó la polarización ideológica de su país. Ignoró Mayo del 68. Era apolítico, más allá de un anticomunismo basado en experiencias familiares. Y caso único entre su oficio, cultivaba la amistad de los policías, a los que invitaba a casa y al estudio.
En Gainsbourg (Vida de un héroe) apenas caben sus vertiginosos años sin Jane. Hacia 1990 renació su instinto de conservación. Eliminó excesos, se retiró a un pueblo de Borgoña, visitó el quirófano para una operación de hígado. En 1991, un débil Serge retornó a París. El 1 de marzo celebró el cumpleaños de Bambou, pero se acostó solo, en su casa-museo de Rue de Verneuil. Los bomberos le encontraron al día siguiente, en su cama, víctima resignada de una crisis cardiaca.



* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de julio de 2010

Jane Birkin

«Puede que sea feo,
pero la fealdad es más fuerte que la belleza: 
al menos, dura para siempre.» 
Serge Gainsbourg

Jane Birkin y Serge Gainsbourg
Foto de Bart Sten
Je t'aime... moi non plus

"JE T'AIME...MOI NON PLUS" ("Te amo... yo tampoco", en español) es una canción francesa con letra y música de Serge Gainsbourg y arreglos de Arthur Greenslade. Sus principales intérpretes fueron el mismo Gainsbourg y Jane Birkin, a dúo.

Es considerada como «La máxima canción de amor» debido a su letra y a los intérpretes de ella. La canción fue grabada originariamente en 1968 por Serge Gainsbourg y su amante de entonces, Brigitte Bardot. Bardot le pidió a Gainsbourg que no hiciese pública esta grabación y Gainsbourg aceptó. La versión oficial consistía en la oposición del marido de Bardot, Gunter Sachs, lo que resulta extraño teniendo en cuenta que era un conocido magnate de Playboy.

Ese mismo año, Gainsbourg conoció a la actriz inglesa Jane Birkin y se enamoró de ella. Ambos grabaron una nueva versión de la canción, que fue lanzada en 1969.

El título de la canción viene de la conocida cita atribuida a Dalí: "Picasso es español, yo también. Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco".

La letra de la canción es un diálogo imaginario que se produce en un encuentro sexual entre dos amantes. Es muy conocida por la repetición de la frase del título, que se traduce como Yo te amo... Yo tampoco, distorsionada por los gemidos de Birkin. Entre las frases de la canción se destacan:

"Je vais et je viens, entre tes reins" (Voy y vengo, entre tus caderas, literalmente: Voy y vengo, entre tus riñones)
"Tu es la vague, moi l'île nue" (Tú eres la ola, yo la isla desnuda)
"L'amour physique est sans issue" (El amor físico es un callejón sin salida)

El tema fue polémico porque ninguna canción había representado hasta el momento un acto sexual tan directo, ni siquiera durante la revolución sexual de los años 1960. Está cantada en susurros, de forma sugerente, y la letra evoca el tabú del sexo sin amor. Además, Jane Birkin simula un orgasmo en la canción. Fue fundamentalmente esta la causa por la que la canción fue prohibida en las radios de España, Islandia, Italia, Polonia, Portugal, Reino Unido, Suecia y Yugoslavia, y denunciada públicamente por el Vaticano.

La canción fue un indiscutible éxito en toda Europa a pesar de la censura. Alcanzó el puesto número 1 en ventas en el Reino Unido y el 58 en Estados Unidos.





lunes, 17 de noviembre de 2014

Jacqueline Roque / La más odiada de las musas de Picasso


Picasso y Jacqueline Roque
Foto de Douglas Duncan
(1926 – 1986)
Jacqueline Roque nace el 24 de febrero de 1926 en París. Cuando cumple dos años, su padre les abandona, obligando a su madre a trabajar largas horas de portera, en un lujoso edificio cerca de los campos elíseos. Una figura influyente en su vida fue su tío el abad Bardet, quien le inculcó valores como la humildad y la modestia.

Jacqueline Roque
Foto de Douglas Duncan

A los 18 años su madre sufrió un derrame cerebral y murió. Dos años después contrajo matrimonio con André Hutin, un importante ingeniero, con quien tuvo a su primera hija, Catherine Hutin-Blay. La joven familia vivió durante una temporada en África, actual Burkina Faso, por motivos de trabajo de André. Cuatro años más tarde, Jacqueline decide regresar con su hija a Francia y divorciarse, sospechando que su marido le era infiel. Se trasladan a la Riviera francesa y empieza a trabajar en la tienda de su prima, La alfarería Madoura, en Vallauris. En 1953, a los 27 años conoció a Picasso. Sus exóticos rasgos le recordaron a la joven que aparece con un narguile en ‘’Las mujeres de Argel’’ de Delacroix.  Así la retrató poco después en ‘’Mujer vestida de turca’’.


La segunda vez que se vieron fue en la alfarería donde ella trabajaba, Picasso tenía 72 años y Jacqueline era una belleza de ojos verdes de 45. Seis meses después deciden casarse en secreto. Desde el comienzo de su relación, Picasso pintó en numerosas ocasiones a Jacqueline. Era la única persona cuya presencia toleraba mientras pintaba en el taller.  Estaban tan unidos que rara vez uno salía de casa sin el otro.

Picasso y Jacqueline Roque
Foto de Douglas Duncan

Durante los últimos años de vida del pintor, Jacqueline comenzó a beber de forma excesiva. Se veía muy afectada por la agonía de su marido, y la complicada relación de ambos con los hijos y nietos de Picasso.
En abril de 1973 Picasso fallece. Jacqueline cae en una profunda depresión que no consigue superar. En la madrugada del 15 de octubre de 1986, se suicida disparándose en la sien.

Picasso y Jacqueline Roque

Picasso y Jacqueline Roque
Por Fernando Arrabal


Pocas veces he visto en mi vida un ser tan serena y dichosamente enamorado como Jacqueline Picasso. La media docena de mujeres que cohabitaron con el pintor antes que ella han contado probadas barbaridades sobre Picasso. Françoise Giroud, aún en vida, no cesa de enumerar las estaciones de su mala vida con el genial malagueño. Lo que al parecer nadie pone en duda es que estas desilusionadas mujeres convivieron con un hombre pujante, membrudo y dispuesto a descargar a cada triquitraque. Una de ellas ha afirmado que nuestro genio "sufría de priapismo". A pesar de todo esto y como para ridiculizar al juez antiminifaldero o al tenorio de pro, estas mujeres terminaron por aborrecer al enhiesto creador.
Picasso sufrió una operación mal hecha que le dejó impotente. Jacqueline vivió los últimos años, por tanto, junto a un hombre clínicamente castrado. Gracias a este regalo de la cirugía, del que no gozaron sus predecesoras, pudo amarle entrañablemente. Picasso conoció la gran pasión con una mujer a la que llevaba un buen montón de años. Al fin, tras aquella picia del cirujano, Picasso se convirtió en el seductor que siempre había soñado ser.
Los malpensados y los malnacidos imaginaban que Jacqueline representaba el papel de esposa enamorada por interés. ¡Qué mal conocían el celo y el altruismo de su sentimiento! A la muerte de Picasso, Jacqueline se convirtió en una de las mujeres más ricas de la tierra y al mismo tiempo en uno de los seres más prestigiosos y adulados. Podía hacer, con toda libertad, de su cuerpo y de su alma lo que le viniera en gana... Pero sin él la vida no tenía sentido alguno. Por ello cortó de cuajo, suicidándose, su inútil, ya, estancia en la tierra.
A Jacqueline no le había importado, ¡ni se había dado cuenta!, pasar tantos años de su vida viviendo con la castidad de una monja de clausura junto a su idolatrado Pablo. Pero para ser feliz, aquella viuda bien parecida, riquísima y libre necesitaba algo inefable pero imprescindible: el amor de su vida.
Jacqueline Roque y Pablo Picasso

"Mujer de fuego, mujer de gracia y de locura. Hasta la muerte fue para Picasso una fuente de juventud, con sus lidias de amor y sus peleas diabólicas. Jacqueline supo vivir a Picasso y vivir su pintura".

Hélène Parmelin


Picasso y Jacqueline Roque

JACQUELINE ROQUE
LA MÁS ODIADA 
DE LAS MUSAS DE PICASSO

Jacqueline Roque es la más odiada de las musas de Picasso. Dicen que fue la que encerró al minotauro, la que prohibió la entrada de sus herederos a su funeral. Quien aisló a Picasso hasta su muerte.

Frente a todos estos comentarios, encontramos el libro de Pepita Dupont, La vérité sur Jacqueline et Pablo Picasso, escrito en 2007 por una buena amiga de Jacqueline. El objetivo de este libro es “defender” a la última amante de Picasso de las acusaciones anteriores.
 
Picasso y Jacqueline Roque
Citamos aquí literalmente un pasaje del libro de Dupont:

“Pero Jacqueline fue muy sensual, y con Picasso la química era inmediata. Había una fuerte complicidad, amor y erotismo. Y en ella, Picasso encontró todo lo que un hombre busca en una mujer: ella era al mismo tiempo su amante, su madre, su hermana, su cómplice y su musa”

Picasso y Jacqueline Roque

Desde nuestro punto de vista, lejos de defenderla, Dupont legitima o justifica aquí la mala fama de Jacqueline. Dice entonces que ella era “todo lo que un hombre busca en una mujer”, y a continuación cita la retahíla habitual de tópicos propios del pensamiento misógino. La mujer que tiene que ser todo para su marido, pues ella por sí misma no es nadie. Su existencia sólo cobra sentido al ser en, su objetivo es convertirse en el perfecto atributo del hombre, y el amor que sienta hacia él debe ser enfermizo e incondicional. En un sucio juego freudiano se nos educa para recoger el testigo de la madre cuando esta ya se ha hecho demasiado mayor para encargarse del hombre

Y qué curioso aun así que asumiendo numerosos roles-responsabilidades y cuidando al hombre (porque una buena mujer cuida a su hombre), la mujer es el sexo débil, la que necesita protección. Una protección por la que pagamos un precio muy caro, incluso el más alto posible. Y después de todo, la única virtud de Jacqueline, como la de todas las musas de Picasso (excepto la audaz Françoise) fue aguantar. Aguantar a Picasso y sus desmanes, infidelidades, manipulaciones, maltratos.

Tan sólo hay que atender a lo que le dijo Picasso a Jacqueline al entrar en su casa tras haberse casado: “Has entrado en sacerdocio, me llamarás monseñor”. Estas dementes palabras no dejan ver sino la terrible carencia emocional que tenía el genio de Málaga, comportamiento enfermo que llevó a sus amantes a la locura, o al suicidio como en el caso de Jacqueline, quien en 1986 se pegó un tiro.


De nuevo se repite entonces el rol de minotauro (cuando se conocieron él tenía 71 años y ella 27) por el que Picasso anula completamente a la mujer que tiene a su lado y la somete hasta las últimas consecuencias, pues recordemos que su frase favorita era: "Yo, Picasso".


Jacqueline en cuclillas, 1954
Pablo Picasso


LOS CUADROS DE JAQUELINE

El testimonio afectivo de una colección autobiográfica

FRANCISCO CALVO SERRALLER El País, 25 OCT 1986


Lograr que inopinadamente venga a nuestro país, una muestra de Picasso con 61 obras, entre pinturas, esculturas y dibujos, roza lo providencial. Es providencial porque salvo la recuperación del Guernicay parte de las obras de Picasso que se exhibieron en el pabellón de 1937, más la retrospectiva organizada en 1981 en el propio Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), la política oficial respecto al genial artista español no ha podido ser más desgraciada. He aquí algunos datos ilustrativos: abandono del Guernica en su provisionaljaula de cristal; manifiesto descuido, que fue motivo de denuncia en la prensa, de los dibujos que lo acompañaban; retraso en las gestiones para la traída a España de la Dama oferente y retraso en el pago de los derechos a la Hacienda monegasca por el legado testamentario que hizo a nuestro país Douglas Cooper, en el que había importantes piezas picassianas; inhibición respecto a la colección de Marina Picasso, que rotó por diversos países sin que el nuestro se interesara seriamente por ella; negativa reiterada a conceder la nacionalidad española a Jacqueline Picasso, que la había demandado...Son datos sueltos entre otros muchos que avalan la torpe política seguida al respecto, por no meternos en el todavía más oprobioso asunto de los pecados de omisión, lo que nos llevaría a una interminable letanía. Con este trasfondo, no debe extrañarnos que lo único positivo que nos sobrevenga en torno a Picasso sea, en efecto, una acción de la providencia, con lo que no me extraña que nuestras autoridades anden ahora a la búsqueda de un papel mágico en que la viuda francesa de Picasso nos legue unas cuantas obras.
Pero como el carro de la fortuna esparce los bienes sin fijarse dónde caen, hete aquí que, pocos meses antes del trágico final de Jacqueline Picasso, ésta decide responder a los requerimientos de Aurelio Torrente, director del MEAC, y proporcionarnos una selección de las piezas de su colección personal.
Dicho lo cual, que es imprescindible para saber a qué atenerse, se puede entrar en materia; en la materia de la exposición. Se trata no sólo de la colección personal de Jacqueline, sino de algo aún más íntimo: de la selección preparada por ella misma. Es, pues, de forma y contenido, la exposición de Jacqueline y, en la parte que corresponda, la ocasión de al menos rendir un homenaje póstumo a esta mujer excepcional.
Afirmar que se trata de la exposición de Jacqueline no es, sin embargo, sólo una advertencia moral. Es, asimismo, un aviso estético. Ella, la fiel compañera hasta el final, la adoratriz, la musa, se enseñorea de forma soberana por toda la muestra, donde están presentes los mejores retratos que le pintó Picasso y un sinfín de veladas imágenes indirectas que inspiró. Ésta es, en definitiva, una selección sobre los cuadros de la casa, lo entrañable que queda tras todos los despojos.
Etapa final
Eso que resta de entrañable, cuando se trata de Picasso, sepámoslo de una vez, es también algo necesariamente fastuoso, y, como tal, no puede ser analizado con la mentalidad académica convencional de echar cuentas sobre la mayor o menor representatividad de las piezas reunidas. Claro que a través de ellas, como seguramente se advertirá en los programas de mano o en las notificaciones oficiales de prensa, se puede seguir la rica y complejísima trayectoria del sin duda más inquieto artista del siglo, pero no me parece el mejor punto de vista en este caso, ni, desde luego, la forma más acertada para alabar los méritos, de la exposición. Quiero decir que aquí lo de menos es que la obra más temprana esté fechada en 1902 y que la más tardía sea de un año antes del fallecimiento del artista, pues evidentemente no estamos ante una retrospectiva.
Lo que verdaderamente importa es, al margen de los dones celestes, el carácter y significado personalísimos de la colección y, asimismo, el hecho absoluto, autosuficiente, de cada una de las piezas que nos son ofrecidas. Me atrevería a señalar que el único rasgo temático vertebral de las obras es el que relaciona como un conjunto las ejecutadas en la soberbia etapa final de Picasso, el gran descubrimiento crítico internacional de estos últimos años y el tema monográfico de la exposición que tuvo lugar, ahora hace 13 años, en el Museo Guggenheim de Nueva York con el título Picasso. The last years, 1963-1973.
Jacqueline, protagonista absoluta de la exposición, con seis retratos suyos reconocidos como tales y un sinfín de presencias discretamente innombradas, quiso también señalar la trascendental genealogía de lo femenino en la vida de Picasso, y, consciente de su condición de última depositaria de una larga estirpe de musas, decide que algunas estén también presentes en la exposición de Madrid, como Fernande Olivier, Olga Klokova, Dora Maar, Lee Miller, Nush Eluard... El de esta última es de una gracia y una penetración que nos parece la mejor representación de la sensibilidad nerviosa, la conmovedora fragilidad y el inquietante lirismo que desprendía la compañera de Paul Eluard.
Con todo, ¿cuáles resisten la comparación con los de Jacqueline en cuclillas, Busto de mujer, Mujer sentada en un sillón o Jacqueline con vestido rojo?
Muy desigual, incluso incongruente, si perdemos el hilo conductor afectivo que la vivifica o si hacemos abstracción de las circunstancias que la rodean, esta exposición, no obstante, contiene piezas excepcionales y, en cualquier caso, siempre un detalle revelador del genio. Entre las primeras hay que contar, Las dos mujeres desnudas(1908), la Composición (1919), Mujer con guitarra (1924-1925), las esculturas en bronce Gallo (1932) y Cabeza de mujer (Dora Maar)(1941), las dos, Tauromaquias (1955) y, en general, una buena parte de los cuadros finales, que es como conjunto lo más consistente de la exposición, aunque uno prefiera, dentro de este período, los desnudos, los pintores y sus modelos y el par de retratos excepcionales del propio Picasso y de Jacqueline formando pareja, de 1965, a los mosqueteros, comparativamente más débiles.


Picasso_Woman in an Armchair /Jacqueline Roque
Oil on canvas,1960
Pablo Picasso
Fracasan las gestiones para retener en España las obras cedidas por Jacqueline Picasso

Cultura justifica el regreso a Francia de los cuadros por la falta de documentos



La decisión de hacer regresar a Francia las 61 obras de la exposición Picasso en Madrid, cedidas a España de palabra por Jacqueline Picasso, supone el fracaso de las gestiones para retener las obras en el país realizadas desde la muerte de la viuda del pintor, el 15 de octubre. El director general de Bellas Artes, Miguel Satrústegui, explicó el jueves que no existe un documento legal sólido que ampare la pretensión de guardar las obras en España. El abogado José Mario Armero difiere de Satrústegui. Cerca de 200.000 personas han visitado la exposición desde octubre.
Miguel Satrústegui declaró que su departamento hará regresar los cuadros a Francia a partir del lunes, cuando termina la exposición inaugurada el 25 de octubre, debido a la inexistencia de documentos jurídicos sólidos que amparen otra pretensión. La exposición se exhibe en el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), cuyo director, Aurelio Torrente, coincide con Satrústegui.La expectativa de que los cuadros se quedaran en España se creó al saberse, tras la muerte de Jacqueline Roque, el 15 de octubre, que la viuda de Picasso había, expresado su deseo varias veces, de palabra, de que las obras quedasen en España. Lo mismo dijo a la revista Paris-Match.
Jacqueline Roque se suicidó de un disparo el 15 de octubre, y, prescrito el plazo legal, no fue encontrado testamento. En principio, su heredera universal es Katherine Hutin, hija de Jaequeline de un matrimonio anterior a su unión con Picasso.
Según declaró el abogado internacionalista José Mario Armero, vinculado a la traída del Guernica a España y conocedor de la situación jurídica de la herencia Picasso, el regreso a Francia de las obras es precipitado, pues existían suficientes bases jurídicas para retenerlas; por ejemplo, las reiteradas declaraciones verbables de Jaqueline Roque de que deseaba dejar las obras a España.

Sin información

"La información que tengo es que no tengo ninguna información", dijo Armero cuando fue consultado. sobre este asunto. "Lo que me extraña es que el ministerio de Cultura no haya informado de forma suficiente sobre las circunstancias en que los cuadros vuelven a Francia".A su juicio, al no existir testamento ni declaración de herederos, y al poderse demostrar que hubo una donación verbal de las obras -pues las declaraciones de Jacqueline fueron reiterada y ante testigos-, los cuadros deberían quedarse en España hasta que la justicia zanjara la cuestión.
Miguel Satrústegui piensa por el contrario que sólo un título jurídico de peso podría autorizar a España a retener los cuadros. Guardarlos tal como están las cosas "no sólo violaría la ley sino que podría producir perjuicios incalculables para la actividad española en el mundo internacional del arte". Las obras se devuelven, dijo, cuando termina el permiso de exportación -temporal- para sacarlas de Francia.
Armero, sin embargo, afirma que el permiso es ilimitado. "El ministro sabe que los cuadros salieron de Francia con licencia de exportación ilimitada", dijo,,. Según el abogado, " no se ha intentado demostrar que hubo donación verbal", y los cuadros se podían haber dejado en España, por lo menos a la espera de que se produjera una declaración de hered eros. "Me extraña esa prisa por llevarse los cuadros", dijo, y sugirió la posibilidad de que se haya producido alguna presión por parte del Gobierno francés. Esta afirmación fue negada por Satrústegui: "No ha habido presión política", dijo, "que de haberse producido sólo podría haber anulado un documento que no existe
Satrústegui aseguró que los cuadros vuelven a Francia después de un intenso estudio en el que "se han tenido en cuenta las opiniones de todas las personas interesadas, como la hija de Jacqueline, las autoridades francesas, etcétera". "Tenemos la sensación de haber hecho lo que teníamos que hacer", dijo Satrústegui es decir' "informar a los ciudadanos de que Jacqueline Picasso expresó varias veces su deseo de que las obras fuesen para España, investigar cuáles eran las verdaderas posibilidades de cumplir su deseo, y cumplir con nuestra obligación de devolver las obras".

Jacqueline Roque y Picasso
'Aux espagnols morts pour la France'
Uno de los cuadros de la exposición Picasso en Madrid es un proyecto, de 1947, de monumento a los españoles muertos por Francia. Una característica cabeza picassiana, con corona de laurel, reposa sobre un podio en el que se enreda un lazo azul, blanco y rojo, los colores de la bandera francesa. Una placa ofrece el monumento "aux espagnols morts pour la France" ("a los españoles muertos por Francia"). Al frente, una calavera reposa sobre dos huesos largos.Según José Mario Armero, Picasso tuvo desde el comienzo la intención de entregar el cuadro a España en un proceso parecido al del Guernica.
Jacqueline Roque, la viuda de Picasso, dijo varias veces a Aurelio Torrente que deseaba dejar la colección "a su museo".
También comunicó el proyecto, según dijo a Torrente, al presidente François Mitterrand, a Michel Guy, director del Festival de Otoño de París, y a Hubert Landais, director de Museos de Francia, su amigo y albacea.
Jacqueline, 1955
Pablo Picasso
Jacqueline Roque

Falsas promesas



La exposición dedicada a las 61 obras procedentes de los fondos privados de Pablo Picasso, si bien resultó ser un indiscutible éxito en lo que a calidad y visitantes se refiere, no se puede negar que estuvo rodeada de una serie de circunstancias que casi han ennegrecido el resplandor con el que fue presentada.Las malas noticias han acompañado desde el primer momento a la exposición, inaugurada el 25 de octubre. Jacqueline, que se había encargado personalmente de seleccionar las obras, se suicidaba en su castillo de Nôtre Dame de Vie, disparándose un tiro en la cabeza, el 15 de octubre. Antes de morir, Jacqueline Roque había hecho una serie de promesas cuya imposibilidad de ser cumplidas ha llenado de frustración a, los responsables del Ministerio de Cultura, además de haber provocado la indignación de la heredera de Jacqueline, Catherine Hutin.
La primera gran decepción se debió a que Jacqueline había prometido verbalmente al director del MEAC que las 61 obras se quedarían en España. La inexistencia de un documento escrito que apoyara tales deseos supuso que el 11 de enero la colección fuera cargada en un camión e iniciara un accidentado retorno sorteando barreras de nieve hasta su lugar de procedencia. La últimasorpresa ha venido de la mano de la reclamación de Spadem, exigiendo 30 millones por los beneficios devengados por la venta de las publicaciones editadas en la exposición.

Jacqueline, 1952
Pablo Picasso
El Estado francés recibe un importante conjunto de obras de Pablo Picasso


El Estado francés acaba de recibir un importante conjunto de obras de Pablo Picasso procedentes de la herencia de Jacqueline, la última esposa del pintor malagueño, según informaron ayer los ministros de Cultura y de Presupuesto, Jack Lang y Michel Charasse, respectivamente. La entrega se ha efectuado en virtud del procedimiento jurídico de la dación, incorporado a la legislación francesa en 1968.
Este procedimiento permite a los herederos de un artista o de una importante colección de obras de arte pagar al Estado los derechos de sucesión con la entrega de una cierta cantidad de piezas de gran valor.
En 1979, los herederos de Pablo Picasso ya utilizaron la dación para arreglar sus cuentas con la Hacienda francesa. Aquella entrega permitió la apertura del Museo Picasso de París.
Ahora, la hija de Jacqueline Picasso, fallecida en octubre de 1986, ha vuelto a emplear el sistema. El lote de obras del pintor malagueño recibido por el Estado francés consiste en 49 pinturas, 2 esculturas, 38 dibujos, 24 cuadernos, 19 cerámicas, 247 grabados y 7 litografías.
Según la dirección de los museos de Francia los cuadernos de dibujo constituyen la joya de esta colección que será expuesta en el museo Picasso desde el próximo 23 de mayo al 3 de septiembre.
Desde 1968, el patrimonio, público francés se ha visto enriquecido con más de 100 daciones. Las más importantes, las obras de Pablo Picasso de 1979 y una colección de 464 obras de Marc Chagall entregada en 1988.
Las autoridades no han valorado el legado pero puede estimarse en miles de millones de pesetas.

Suicidio en el campo

Jacqueline Picasso, la segunda mujer del pintor, se suicidó a los sesenta años disparándose una bala en la cabeza en octubre de 1986, en su casa de campo de Mougins, en el sureste de Fracia.




Jacqueline
Pablo Picasso

El Museo Picasso exhibirá los cuadros 

del artista inspirados en Jacqueline

 Barcelona 9 AGO 1990


La exposición De Pablo a Jacqueline, que se inaugurará el 17 de octubre en el Museo Picasso de Barcelona, reunirá por primera vez en la historia todas las obras de Picasso en las que utilizó como modelo a su mujer, Jacqueline. En total se expondrán 142 obras, entre pinturas, dibujos, esculturas y grabados, realizadas entre 1954 y 1971 por el pintor malagueño. Todas ellas tienen en común que se inspiran en Jacqueline Picassó, la que fuera su companera durante los últimos 20 años de su vida, de la que realizó tantos retratos como versiones libres basadas en su imagen y que con el tiempo se convirtieron en uno de los elementos constantes de su mundo pictórico.
- La muestra, organizada por el Museo Picasso con la colaboración de diversas colecciones particulares y museos de Europa y de Estados Unidos, pretende cubrir tres objetivos. Por una parte rendir un homenaje a Jacqueline Picasso, que fue quien impulsó la creación del museo; mostrar también como su figura Influyó en el complejo mundo artístico de Pablo Picasso en sus últimos años de trabajo; y, por último, presentar en España una muestra del trabajo del pintor malagueño durante sus últimos 20 años ya que sus trabajos de esta etapa son los que menos se han expuesto en nuestro país.
La exposición incluye numerosas obras que sólo han participado en algunas exposiciones internacionale puntuales o, en algunos casos, son totalmente Inéditas a nivel nacional.


Picasso y Jacqueline Roque
Una exposición de Picasso en Barcelona rinde un homenaje 'familiar' a Jacqueline

142 obras raramente exhibidas, realizadas entre 1954 y 1971, reviven el universo creativo del artista



El Museo Picasso de Barcelona presentó ayer la exposición De Pablo a Jacqueline, que permanecerá abierta hasta el 27 de enero de 1991 y que trata de revivir el universo familiar y creativo del artista en sus últimos años, centrándose en la presencia en sus obras de su esposa, Jacqueline, quien convivía con el pintor cuando éste decidió favorecer la creación de un museo suyo en Barcelona y que, tras la muerte del artista, continuó dando cuadros al museo catalán, por el que sentía especial predilección. La exposición inaugurada ayer, concebida desde hace años por la directora del Museo Picaso, María Teresa Ocaña, y preparada íntegramente por su equipo, reúne obras de museos extranjeros y coleccionistas particulares, entre ellos los familiares del pintor. Los alicientes de la exposición son la cuidada ordenación temática y contextual de las obras y su novedad en un museo español.
El origen de la exposición De Pablo a Jacqueline, inaugurada ayer en el Museo Picasso de Barcelona con la asistencia del ministro de Cultura, Jorge Semprún, el de Defensa, Narcís Serra, el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, y una hija del pintor que ha colaborado en el montaje, se remonta a las últimas visitas de la viuda de Picasso a Barcelona, ciudad por la que sentía una especial predilección y con cuyo museo picassiano mantenía estrechos vínculos, pues había continuado las donaciones tras la muerte del artista. La directora del museo, María Teresa Ocaña, concibió entonces la idea de montar una exposición con los retratos de Jaequeline, que Picasso había pintado en cantidades notables durante sus últimos años. Posteriormente, tras la muerte de Jacqueline, el concepto de la exposición fue ampliándose hasta llegar al propósito de mostrar la presencia de Jacqueline en la obra del último Picasso y recrear así el universo creativo de los años finales del pintor, al tiempo que se rendía homenaje a la esposa y musa del artista.La exposición reúne unas 142 obras, entre óleos, esculturas y maquetas de las mismas, dibujos, grabados y linóleos, todos ellos realizados por el artista entre 1954 y 1971. De hecho, los visitantes pueden ver 55 óleos, 59 dibujos -que figuran en el catálogo como 18 obras, pero son más piezas, pues varias de esas obras son cuadernos de dibujo que contienen varios originales- 19 esculturas con sus respectivas maquetas (casi todas inéditas) y 48 grabados y linóleos, de los que 40 pertenecen a los fondos del Museo Picasso y han sido raramente exhibidos, ya que el museo sólo mantiene siete de estas obras gráficas en su exposición permanente.El resto de las obras expuestas -con la única excepción de un óleo (Retrato de Jacqueline, de 1957) de la serie Las meninas que pertenece al museo barcelonés- procede de museos, galerías y colecciones particulares del extranjero, por lo que muchas no han sido nunca expuestas en España y algunas sólo se habían mostrado públicamente en la gran antológica de Picasso organizada en París en 1982.
Aparte de las colecciones de Catherine y Marina Picasso, de las que procede un número sustancial, aunque no especificado, de óleos y esculturas, las obras han sido prestadas por museos, como el Detroit Institute of Arts, el New Orleans Museum of Art y el Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York (EEUU), la Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf y el Sprengel Museum de Hannover (ambos de Alemania), el Museo Picasso y el Centro Pompidou de París (Francia) y el museo Listasafn de Reikjavik (Islandia). Además, hay préstamos de galerías, como Jean Krugier o Perls Galleries de Nueva York y Louise Leiris de París, y de coleccionistas particulares, como Claude Laurens (París), Angela Rosengart (Lucerna), Antonio Sapone (Niza) y Gustau Gili (Barcelona).
Experimentación pictórica
El equipo museológico del Museo Picasso no sólo ha intentado reunir un importante fondo de obras de Picasso poco conocidas en Barcelona y España, sino que ha tratado de ir más allá de la recolección de retratos de Jacqueline Picasso. "La exposición", explica Nuria Rivero, una de las integrantes del equipo, "intenta mostrar el método de trabajo y los mecanismos creativos de P¡casso a través de las casi ilimitadas variaciones de unos pocos temas, que caracterizan sus últimos años. Por ejemplo, esta exposición permite ver cómo Picasso se apropia de la imagen de Jacqueline y convierte su rostro, sus posturas, sus peinados o su sombrero en objetos de experimentación pictórica".
Otra de las cosas que los visitantes de la exposición pueden comprobar es cómo Picasso experimentaba los mismos temas o motivos en todas las técnicas -óleo, escultura, dibujo, grabado, linóleo- como si intentara agotar todas las posibilidades expresivas e investigar todas las íncógnitas que le planteaba cada motivo pictórico. El montaje de la exposición resalta este frenético quehacer del artista.

Jacqueline Roque
Picasso, Jacqueline y Montecarlo


En una semana se abarca un universo y hasta se descubre que los sabios meten la pata ruidosamente, por suerte. El último día 13 del mes en el que vivimos, el diario La Vanguardia, de Barcelona, publicó una amplia entrevista con John Richardson; ese mismo día, en la Ciudad Condal, Richardson recibió el Premio Don Juan de Borbón al libro del año 1995; el tal galardón lo ofrece la Fundación Conde de Barcelona, promovida por La Vanguardia. La obra exitosa en esta ocasión es el segundo tomo de una biografía gigantesca que escribe Richardson sobre Picasso; su proyecto abarca cuatro tomos, en los que participan sus colaboradores, aunque recalca que "las entrevistas claves las he realizado yo", muy particularmente, advierte, las muchas que mantuvo con Picasso y con Jacqueline.Tras mi primer contacto con Richardson, en Barcelona, me trasladé a Niza y, por nada muy particular, me acerqué a Mougins, donde Picasso vivió los últimos 20 años de su vida con Jacqueline, la esposa que más le duró antes de ser enterrado delante de su castillo de Vauvenargues, no lejos de Aix-en-Provence, el castillo del que dijo un día, "lo he comprado sólo para ver de cerca la montaña de Sainte Victoire", inmortalizada en sus lienzos por Cézanne. Picasso vivió en una simple mansión campestre llamada Notre Dame de Vie. Muchas veces comía en Le Moulin de Mougins, de Berger, célebre en la guía gastronómica francesa.
Richardson desliza en la entrevista citada que Jacqueline cree que "en realidad no se suicidó, sino que siguió un ritual como el de las viudas indias que se tiraban al fuego junto al cadáver de su marido". Yo traté a Jacqueline tanto o más, supongo, que Richardson, y jamás atisbé en ella esa historieta que suele contarse de las viudas de personajes célebres. Jacqueline, desde que murió Picasso, en 1974, padeció durante ocho años por una razón fundamental: por lo que le hicieron sufrir los herederos del pintor; en ese tiempo envejeció descaradamente y se le cayó mucho pelo; yo la conocí por entonces, y pude seguir su evolución. Cuando se quedó sola en Mougins y cuando la herencia la dejó en paz, Jacqueline recordaba a Picasso, pero no como cuentan las leyendas refiriéndose a una viuda enlutada de negro y de lágrimas por el monstruo malagueño. Jacqueline lo tenía todo materialmente, pero le faltaba un hombre, y no Picasso precisamente, cuya vida con él, además, no fue un paseo aromatizado por fragancias y rosas. Jacqueline quería un hombre al que pudiese tocar. Ese hombre existía: se llamaba Frédéric Rossif, el cineasta autor de Morir en Madrid. Fue él quien me la presentó a mí, y yo fui quien la tranquilizó muchas veces asegurándole que Rossif no vivía con otra mujer. Un buen día la llamé y sentí que algo grave le ocurría; y al día siguiente volé a Mougins; por delicadeza, fui directamente al restaurante Le Moulin y le envié una nota rogándole que bajara a cenar conmigo; no vino, y me telefoneó y me dijo llorando: "No quiero ver a nadie, sólo quiero morirme". Llamé a su hija Catherine a París y le conté lo que sabía. Y regresé a Madrid sin verla. Una semana después se conoció su suicidio. La leyenda de la viuda inconsolable se infló, y la enterraron en Vauvenargues, al lado de Picasso. Todos los silencios, sobre ella y su colección, desde entonces, han sido brutales. El otro día paseé por Mougins y luego fui a Montecarlo, y comí y cené en el Café de Paris, una brasserie típica francesa, bellísima, belle époque, donde por menos de 300 fancos (no es nada en Mónaco) se degusta la cocina tradicional francesa. Frente por frente está el Casino y el Hotel de París, y aquí, en el restaurante Louis XV, se puede soñar todo en el paladar, pero a su precio.


Jacqueline con flores, 1954
Pablo Picasso

Picasso, a ojos de Jacqueline

Un libro sobre la última mujer del pintor afirma que donó 61 obras a España en 1986



Pablo y Jacqueline en La Californie, alrededor de 1955.
En junio de 1982 Jacqueline Picasso (1927-1986) dejó boquiabiertos a todos los que acudieron a inaugurar una exposición en el Museo Picasso de Barcelona. Cuando el alcalde Narcís Serra tomó la palabra, la última mujer de Picasso lo interrumpió para decir que donaba a la ciudad de Barcelona 52 cerámicas realizadas por el pintor malagueño. Fue una prueba de su generosidad que tuvo su momento culminante poco antes de morir en 1986 —tras pegarse un tiro en la sien en su castillo de Notre-Dame-de-Vie—, cuando donó 61 cuadros que se exponían en el Museo de Arte Contemporáneo (MEAC) de Madrid a España. Eso es lo que sigue manteniendo Pepita Dupont, amiga íntima de Jacqueline durante los tres últimos años de su vida.
Lo asegura en La verdad sobre Jacqueline y Pablo Picasso (Elba), un libro que sale hoy a la venta en castellano tras publicarse en francés en 2008, levantando una fuerte polémica entre los herederos del pintor que no dudaron en presentar hasta cuatro querellas. Y lo volvió a ratificar ayer en la presentación del libro en Barcelona.
Dupont explicó que: “Como hacía siempre que efectuaba una donación, Jacqueline me llamó y me dijo que había elegido con Aurelio Torrente, director del museo, las 61 obras que se expondrían en Madrid y que ya no volverían a Francia. Lo sabía Torrente, que había hablado con el presidente Mitterrand, con su hija, Catherine Hutin, con el abogado de Picasso, Roland Dumas, que también me lo confirmó y con el abogado español José María Armero”. Dupont no entiende por qué España no peleó más por estas pinturas. “Quizá hay intereses políticos que se me escapan”, aseguró tras reconocer que no ha podido hablar con Felipe González sobre las posibles presiones francesas para olvidar el tema.
La inexistencia probada del documento hizo que las obras volvieran a Francia. Para colmo, el Estado español tuvo que pagar por la venta de las publicaciones editadas para la exposición 30 millones de pesetas en concepto de derechos de autor. “Es un milagro que el libro salga en español, porque todas las cosas referidas a Picasso están muy controladas por la familia”. De hecho, aseguró, el libro no se vende en el Museo Picasso de París. “Lo volvería a escribir igual”, explicó esta periodista que durante 36 años ha trabajado para el semanario Paris Match.

'Jacqueline en cuclillas' (1954), una de las 61 obras exhibidas en la exposición 'Pablo Picasso en Madrid' en el MEAC, que forman parte de la colección privada de su viuda, Jacqueline. / BERNARDO PÉREZ
Dupont, lejos de los libros escritos por los descendientes de Picasso en los que el pintor no sale bien parado, retrata un “artista tierno y nada cruel”, y asegura que: “Como periodista he verificado lo que he escrito, refutando las obras que lo mostraban como un monstruo o un ególatra”. “He escrito una historia de amor de 20 años entre Picasso y Jacqueline, en la que queda claro que los cuadros nunca fueron para ellos una fuente de negocios, era algo diferente, una manera de vivir y de compartir con los otros”, explica.
E insiste: “Jacqueline hizo testamento, lo vi y el artista Gastón Orellana, también”. Esta afirmación le ha costado caro, ya que Catherine Hutin (la única hija de Jacqueline) denunció su libro por difamación, por entenderse que ella lo había hecho desaparecer. Lo raro, asegura Dupont, es que la ausencia de testamento de Picasso —“Me moriría al día siguiente si lo hago”, le dijo al crítico John Richarson— no impidió que se hiciera efectiva la donación de su colección particular al Louvre.
La autora, que no omite el alcoholismo final de Jacqueline ni su debilidad psicológica, se pone seria cuando recuerda su suicidio: “Habíamos hablado del tema. Me prometió que no lo haría, fue la única vez que me mintió”. La periodista remacha sus críticas a los intereses económicos de los herederos del pintor con una anécdota: “No han tenido reparos en dar el nombre de Picasso a un coche, cuando él no tuvo ningún interés de saber conducir”.