sábado, 29 de julio de 2017

Philip Seymour Hoffman



Philip Seymour Hoffman como Truman Capote

(1967 - 2014)

(Philip Seymour Hoffman nació en Fairport, Nueva York, el 23 de julio  de 1967 y falleció en la misma ciudad el 2 de febrero de 2014. Actor estadounidense. Después de casi veinte años de carrera en cine y teatro interpretando personajes de gran complejidad psicológica, frecuentemente secundarios, cobró fama y popularidad a partir del Oscar al mejor actor principal que mereció su actuación en la película Capote (2005), basada en la vida del escritor estadounidense.

Philip Seymour Hoffman fue el tercero de los cuatro hijos de un ejecutivo de la Xerox y de una luchadora ama de casa que adquirió una marcada conciencia feminista cuando, a raíz de la ruptura de su matrimonio, se vio obligada a sacar adelante a sus cuatro hijos sola. Ya desde el colegio, su competitiva madre, abogada a la sazón, le alentó a que hiciese realidad su vocación de actor.


Philip Seymour Hoffman


A los veintidós años, según propia confesión, comenzó “a temer seriamente” por su vida y decidió poner fin a sus andanzas nocturnas y a su adicción al alcohol. Hasta ese momento había sido un joven como los demás, que alternaba su participación en producciones modestas con su trabajo de camarero (que siempre odió) y con una curiosa afición por la lucha libre (que abandonó por una lesión).
Después de licenciarse en teatro en 1989 por la Tisch School of Drama de Nueva York, Philip Hoffman agregó a su nombre el de su abuelo, Seymour, y comenzó a frecuentar los escenarios y a aparecer en papeles secundarios tanto en películas independientes como en producciones de Hollywood.

La teleserie Ley y orden supuso su bautismo, y, cuando en 1992 participó en la primera película de renombre, Esencia de mujer, junto a Al Pacino, era la quinta vez que entraba en los estudios de grabación. Aunque su papel distaba de ser relevante, él siempre aseguraba que su experiencia en este filme determinó el resto de su carrera profesional. Lo cierto es que Hoffman siempre escogió cuidadosamente a sus personajes, relegando a un segundo plano el beneficio económico que pudieran reportarle.

Ese mismo año montó la compañía de teatro independiente LAByrinth Theater, que se mantendría profesionalmente activa durante mucho tiempo, estrenando al menos una obra al año. También por aquellas fechas comenzó a impartir clases en la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia.

Diez filmes como Twister o Cuando un hombre ama a una mujer median entre Esencia de mujer y el trabajo que, un lustro más tarde, le convirtió en uno de los rostros habituales del cine independiente. Se trataba del filme coral Boogie Nights (1997), en el que, dando vida a un operador de cine porno gay enamorado de una estrella del género, interpretada por Mark Wahlberg, completó un reparto de lujo que incluía tanto a veteranos de la escena (Burt Reynolds) como a jóvenes promesas (Heather Graham, Julianne Moore o el propio Wahlberg). Desde ese momento pasó a ser uno de los actores incondicionales de su director, Paul Thomas Anderson, quien siempre le proporcionó papeles de peso, aunque fueran secundarios.



Secundario con carácter

Hoffman se reveló inmediatamente como un profesional de gran carácter, sumamente sacrificado y comprometido con su trabajo. Este comentario en una entrevista es revelador de la forma en que entendía su profesión: “Una vez, mientras rodábamos, alguien me preguntó si me estaba divirtiendo. ¡Por supuesto que no me divierto, en absoluto! Cuando he terminado, lo que me divierte es ver que he hecho un trabajo jodidamente bueno, que está aportándole algo a alguien. Es ahí cuando encuentro toneladas de diversión, pero no antes.”

Con esa mentalidad, no es extraño que en sólo un año su presencia brillara de modo tan fugaz como intenso en películas como Hapiness (1998), de Todd Solonz, El gran Lebowski (1998), de los hermanos Coen, o Magnolia (1999), de Paul Thomas Anderson. Los roles, dispares pero siempre extremos: enMagnolia daba vida a un abnegado enfermero que trataba de dar con el hijo del moribundo a quien tenía bajo su cuidado; en Hapiness, a un solitario degenerado que acosa a su vecina con llamadas obscenas; en El gran Lebowski, al despistado mediador de un millonario cuya hija ha sido secuestrada.

FOT0

En 1999, su aparición en El talento de Mr. Ripley, de Anthony Minghella, robó protagonismo a un trío estelar: Matt Damon, Jude Law y Gwyneth Paltrow. Poco a poco, Hoffman ganaba experiencia como actor multidisciplinar y camaleónico, conocedor profundo de todos los géneros, desde el drama más crudo hasta la comedia más ácida, sin contar con el teatro. Y es que, de modo paralelo, logró hacerse con dos nominaciones a los Tony como mejor actor de teatro en obras como El mercader de Venecia, de Peter Sellars.

Iniciado el nuevo milenio, los cinéfilos fueron acostumbrándose a verle en producciones del más variado pelaje, siempre como eterno y eficaz secundario: desde State and Main (2000) de David Mamet, hasta El Dragón Rojo (2002), tercera entrega de la saga de Hannibal Lecter, pasando por la comedia Punch-Drunk Love (2002), de nuevo bajo las órdenes de Paul T. Anderson, o Cold Mountain (2003), dirigida por Anthony Minghella, entre otras muchas. Pero parecía difícil imaginarlo en un papel principal. Hasta que un buen día su agente le comunicó un encargo radicalmente distinto (en lo que a protagonismo se refiere) de todo lo que había aceptado hasta entonces.

Fueron dos de sus amigos de la adolescencia, Bennet Miller y Dan Futterman, quienes proporcionaron a Hoffman su primer papel protagonista de importancia, al proponerle interpretar nada menos que al escritor Truman Capote. El perfeccionista Hoffman aceptó, aun a sabiendas de que existía un enorme handicap, dado que el físico del actor y el del autor de Música para camaleones no tenían nada que ver.

El trabajo de inmersión (no cabe calificarlo de otro modo) de Hoffman en la personalidad de Capote fue de una profesionalidad estremecedora. Además del documental de los hermanos Albert y David Maysles With love from Truman, que le resultó extremadamente útil para captar la idiosincrasia gestual del escritor, el actor recurrió a las más diversas fuentes.


Philip Seymour Hoffman en Capote (2005)


“He tratado de hacer papeles de todo tipo, que me mantienen trabajando e interesado”, comentó. “Los personajes, como Capote, que viven realmente fuera de la experiencia y de la existencia cotidiana de uno son mucho más placenteros y satisfactorios.” El filme de Bennett Miller abarcaba los seis años durante los cuales el extravagante novelista escribió su obra maestra, A sangre fría, publicada en 1966, época en la que hurgaba en la psicología de dos condenados a pena de muerte por el asesinato de una familia.

El corpulento actor se vio obligado a adelgazar 18 kilos para parecerse ligeramente a su personaje. Consciente de que su meta no debía ser la imitación (que hubiera resultado inverosímil en dos personas con un físico y un tono de voz tan dispares), trató de rodearse de personas que habían tratado de cerca al escritor. Probablemente quien más datos pudo aportar a su visión del personaje fue el famoso fotógrafo Richard Avedon, íntimo amigo de Capote. Antes de fallecer en 2004, Avedon tuvo tiempo de mostrar a Hoffman cientos de fotografías del hombre a quien debía encarnar en la pantalla.

El resultado de tan exhaustivo trabajo fue una verdadera lluvia de premios (Boston, BAFTA, Chicago…) que culminó con el Oscar al mejor actor principal. Era el reconocimiento a una carrera soberbia, en la que los personajes secundarios fueron siempre la tónica. Secundarios en minutaje, ya que para Hoffman tienen la misma importancia que los principales. En el momento de recibir su Oscar, Philip tuvo emocionadas palabras de recuerdo para su madre, de quien heredó ese espíritu luchador que, finalmente, obtuvo recompensa.


En Antes que el diablo sepa que has muerto (2007)

Tras el Oscar, las cosas cambiaron para Hoffman, que se convirtió en un actor cotizado al que le llovían proposiciones millonarias de las grandes productoras del cine de género. Algunos podían pensar que, a sus treinta y nueve años, gozaba de un reconocimiento tardío, pero lo cierto es que actores como Henry Fonda sólo ganaron un Oscar a título póstumo. De momento, terminada su participación en Misión Imposible III (haciendo de “malo”), sus nuevos proyectos incluían trabajar junto a Tom Hanks y Julia Roberts en La guerra de Charlie Wilson (2007) de Mike Nichols, en un papel de asesor de un congresista que le valdría una nominación al Oscar al mejor actor secundario.

Hoffman se puso a las órdenes del prestigioso Sidney Lumet para otro filme muy bien recibido por la crítica,Antes que el diablo sepa que has muerto (2007), y un año después confirmó su condición de perfecto secundario con la segunda nominación al Oscar en tal categoría por La duda (2008), en la que encarnó magistralmente a un sacerdote acusado de pedofilia. Su carrera proseguía a buen ritmo, con uno o dos rodajes al año y títulos destacados: Increíble pero falso (2009), Los idus de marzo (2011), Moneyball: Rompiendo las reglas (2011), The Master (2012)... Nada hacía pensar que El último concierto (2013) iba a ser su última película; había vuelto a su antigua adicción a las drogas, y en mayo de 2013 se sometió a una cura de desintoxicación. Ocho meses después fue hallado muerto en su apartamento, víctima de una sobredosis.


BIOGRAFÍAS Y VIDAS


"Las películas son siempre ficción, no documentales. Incluso un documental es una forma de ficción".
Philip Seymour Hoffman


La doble vida del actor Philip Seymour Hoffman

MARÍA RAMÍREZ
Nueva York
08/02/2014

A finales de diciembre, en un grupo de terapia para drogadictos al sur de Manhattan, Philip Seymour Hoffman (46) levantó la mano y se presentó. Dijo su nombre y anunció que llevaba 28 o 30 días "sobrio". El actor estaba lúcido e iba bien vestido y afeitado, según contó un compañero de Narcóticos Anónimos al 'New York Times' esta semana: "Tenía muy buen aspecto. Parecía completamente normal".
Pero, en realidad, no lo era tanto. Un par de meses antes se había mudado a un apartamento en la calle Bethune, una callejuela del West Village neoyorquino. El piso estaba a pocas manzanas de la casa de la calle Jane, donde había vivido hasta entonces con Mimi O'Donnell, una diseñadora de vestuario y directora artística teatral con quien compartía su vida desde hacía 15 años y con la que tenía tres hijos: Cooper (10), Tallullah (7) y Willa (5).
Su vida parecía corriente hasta unas horas antes de que su cadáver fuera encontrado
Vecinos y conocidos describen la relación de la pareja como "intermitente" en los últimos meses. Se seguían viendo a menudo y Hoffman hacía planes con sus hijos. Días antes de su muerte, los llevó a un restaurante cerca de casa y varios testigos relatan haber visto allí una escena familiar de un padre encantado que se reía mucho con sus niños. Su vida parecía corriente hasta unas horas antes de que su cadáver fuera encontrado el domingo pasado con una aguja clavada en el brazo y rodeado de papelinas de heroína. De hecho, el sábado fue a tomar el 'brunch' con unos amigos en The Standard, un lujoso y moderno hotel junto a la High Line, el parque construido en las antiguas vías elevadas del metro en el oeste de Manhattan.
Uno de sus mejores amigos, el guionista David Katz [ha asegurado que demandará a la revista National Enquirer por publicar que, en realidad, él y Hoffman eran amantes], lo había visto unos días antes y le pareció que el actor estaba "sobrio y limpio, como antiguamente". "De verdad creía que ese capítulo había terminado", dijo. Pero no era así. Katz fue la persona que encontró el cadáver.
Hoffman había sido un adicto a la heroína y otras drogas cuando era un veinteañero en la Universidad de Nueva York. En 2006, confesó los abusos de su juventud durante una entrevista en '60 Minutes', el programa de la CBS: "Todo eran drogas y alcohol. Consumía cualquier cosa que me daban. Me gustaba todo. Pero al final fui a un centro de desintoxicación y lo dejé con 22 años. Aquello me dio pánico. Comprendo muy bien a esos actores jóvenes que tienen 19 años y que de repente son guapos, ricos y famosos. Si entonces hubiera tenido tanto dinero, hoy estaría muerto", confesó.

Recaída en otoño

En otra entrevista posterior publicada en 'The Guardian' se quejaba sin embargo del énfasis que había puesto la CBS en ese relato: "Hablamos durante cuatro horas y varios días, y eso fueron unos dos minutos y no tan importantes. Es algo que pasó cuando tenía 22 años. Fue un hecho grave, pero también hubo otros importantes que me formaron".
En mayo, ingresó en un centro de desintoxicación de Nueva York durante 10 días
Según el propio actor, después de más de dos décadas sin probar las drogas, recayó por primera vez el año pasado. En mayo, ingresó en un centro de desintoxicación de Nueva York durante 10 días. Él mismo contó a la web TMZ que había "metido la pata". Entonces aseguró que volvía a renegar de las drogas.
Colegas y críticos alababan su trabajo en el cine o en Broadway, donde protagonizó 'Muerte de un viajante en 2012'. El versátil actor de Capote encajaba bien en los personajes de cínico, deprimido y pasado de rosca como el entrenador de Moneyball o el consultor político de 'Los idus de marzo'. Pero casi cualquier actuación era bien recibida.
Seguía con sus proyectos en teatro y cine, no se perdía ningún estreno (el último, Esperando a Godot con Ian McKellen y Patrick Stewart) y acudía a festivales con regularidad, por ejemplo el de Sundance en Utah, el pasado 19 de enero.

Como un mendigo

En la mayoría de las citas parecía ser el de siempre, rápido de mente y cercano con sus amigos y sus hijos. Pero también estaba más gordo y despeinado que de costumbre y a veces aparecía muy cansado, como si no hubiera dormido nada la noche anterior.
En un vuelo de Atlanta a Nueva York a finales de enero, de vuelta del rodaje de 'Los juegos del hambre', Hoffman tuvo que ser escoltado por agentes de seguridad porque no se mantenía casi en pie y estaba desorientado. Varios testigos cuentan que tiró los zapatos en la cinta de seguridad, estuvo a punto de perder los pantalones y apenas entendía lo que se le decía. Otra persona llegó a creer que era un mendigo.
En la mayoría de las citas parecía ser el de siempre, rápido de mente y cercano con sus amigos y sus hijos.
O'Donnell, la madre de sus hijos, contó que lo vio a las dos de la tarde del sábado en un parque de juegos donde quedaron para estar con sus hijos. Entonces le pareció que el actor estaba "colocado". También habló con él por la noche y tuvo la misma impresión. Al día siguiente, cuando no apareció a las nueve de la mañana para recoger a los niños, ella se alarmó. Llamó a David Katz, una de las últimas personas que intercambió mensajes con Hoffman.
A las 20.45 del sábado el actor le mandó un par de mensajes proponiéndole que fuera a su casa a ver el final del partido de los Knicks y sugiriéndole que se pasara por allí "sobre las 22.15". Katz no vio el mensaje hasta casi dos horas después. "Acabo de salir de cenar. ¿Dónde estás?", le escribió a las 23.30 horas. Hoffman no contestó.
Ante la preocupación de O'Donnell y su propia inquietud, Katz pidió a la asistente del actor las llaves de su casa. Los dos entraron en el apartamento. Se lo encontraron tirado en el suelo del baño, en camiseta y calzoncillos y con una jeringuilla clavada en el brazo junto a decenas de papelinas vacías y un vaso de plástico con agujas usadas. Hoffman aún llevaba las gafas puestas.
O'Donnell se puso a gritar cuando lo supo. Entró en la casa de Hoffman, pero la policía y los servicios de emergencias no la dejaron llegar hasta el lugar donde estaba el cadáver. Tuvo que declarar durante horas como parte de la investigación abierta para esclarecer la muerte del actor y localizar a sus camellos.
La escena era la de un adicto que compraba muy a menudo.
La policía encontró más de 50 papelinas con los sellos de un as de espadas y un as de corazones, las marcas de las drogas. La heroína estaba junto a fármacos para intentar curar la adicción.
Sólo dos días después, la policía detuvo en un edificio de la calle Mott, en el norte del Soho a tres hombres y una mujer que podrían haberle vendido drogas a Hoffman. Los arrestados fueron Robert Vineberg, un músico de 57 años, Thomas Cushman, 48, y la pareja, Max Rosenblumm, y Juliana Luchkiw, de 22 cada uno. Vivían en el mismo edificio al que se cree que Hoffman acudía en busca de heroína.

Sus camellos

Todos fueron imputados por posesión de drogas, pero sólo Vineberg tenía un cargamento significativo en su casa y una conexión más clara con el actor. El número de Hoffman estaba en la agenda de su móvil. En casa de Vineberg se encontraron la mayoría de los tres centenares de papelinas incautadas en el registro. Su hija confesó al 'New York Post' que su padre conocía a Hoffman desde el otoño pasado.
El abogado de Vineberg asegura que su cliente no tuvo ningún papel en la muerte del actor: "Buscar un chivo expiatorio para resolver el caso de la sobredosis de un adicto es misión imposible. Mi cliente no es responsable de su muerte".
No está claro quién recibió el efectivo que Hoffman llevaba encima la última noche de su vida. Fuentes policiales aseguraron al 'Wall Street Journal' que el actor sacó 1.200 dólares (unos 900 euros) del cajero entre las 20.00 y las 21.00 horas. No encontraron ese efectivo en su apartamento.
El actor había vuelto a enfrentarse a sus viejos demonios. El guionista Aaron Sorkin cuenta que cuando rodaron juntos en 2007 La guerra de Charlie Wilson Hoffman y él solían hablar de sus adicciones del pasado. En los descansos, salían del estudio a pasear y comentar los horrores del abuso de drogas. El creador de El ala oeste de la Casa Blanca recuerda en Time una conversación con Hoffman que le dejó impresionado: el guionista le contó al actor su adicción pasada, pero le dijo que se sentía "afortunado" porque era "quisquilloso" y tenía miedo a las agujas. Hoffman le aconsejó que siguiera «siendo quisquilloso». «Si uno de nosotros muere por una sobredosis, probablemente habrá 10 personas que no morirán». Sorkin explica: "Quería decir que nuestras muertes saldrían en las noticias y tal vez asustarían a alguien tanto como para dejar las drogas".
El guionista tiene claro qué le pasó a Hoffman: "No murió porque estuviera todo el día de fiesta salvaje o porque estuviera deprimido. Murió porque era un adicto".
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Heroína ‘vintage’

A raíz de la muerte de Seymour Hoffman, aquello que parecía impensable, ha sucedido: esta droga ha conquistado de nuevo la primera plana de la prensa americana

ELVIRA LINDO
8 FEB 2014 - 17:00 CST

Si hace 30 años a usted no le soltaron un pequeño discurso sobre las bondades de aquella droga prodigiosa es porque, o bien no era joven en esa época, o bien era usted uno de esos seres inocentes que andan sin pisar el suelo. No había forma de librarse de que algún conocido te describiera las alucinantes sensaciones que provocaba esa sustancia a la que algunos llamaban la Reina.
No era necesario internarse en el lumpen para escuchar esa hagiografía, a veces se trataba de un compañero del colegio con el que te encontrabas en una esquina del barrio, y como una cosa lleva a la otra te tomabas una caña improvisada. Pagabas tú, por descontado, y si la conversación se prolongaba transitando por los viejos tiempos (porque la juventud también tiene viejos tiempos) tu amigo sentía que ya tenía el terreno abonado para pedirte un préstamo. Debo decir que a mí jamás nadie me ofreció heroína. Algo en mi aspecto resultaba refractario a ese ofrecimiento, pero sí fui víctima de algunos sablazos, y aún podía haber sido más víctima de haberle concedido a un amigo el favor de llevarle un paquete a un colega que tenía en París aprovechando un viaje que le conté que tenía que hacer. Yo era una inocente pero debo decir que el ángel de la guarda, porque solo el ángel de la guarda pudo obrar el milagro de salvarme de aquel ambiente pegajoso, no me dejó un momento a solas.
A pesar de haber leído estudios analizando la adicción y crónicas sobre aquellos tiempos, nunca escuché hablar sobre la heroína con tanta precisión, intensidad y arrobo como a aquellos que la consumían. Parte del lenguaje que creían propio lo habían tomado prestado del romanticismo cultural que envolvía aquellas papelinas; extrañamente ocurría que tras unos años de adicción todos los yonquis hablaban el mismo idioma, el yonqui de pueblo balbuceaba palabras parecidas a las del yonqui de barrio: la heroína actuaba como elemento aglutinador, como así actúa la fe en la mente de los creyentes. Cada cual se expresa a su manera, pero todos vienen a decir lo mismo: quien está fuera de su religión no experimenta la pura esencia de la vida. Aunque sea complicado de explicar era fácil sentirse una idiota escuchando ese tipo de revelaciones.

Desde el punto de vista sociológico la heroína representa, según los psiquiatras, un ‘revival’ romántico de los ochenta

A quien no vivió aquel ambiente puede parecerle sencillo no haberse dejado arrastrar por él, pero el enigma para aquellos que convivimos con aquella peligrosa diversión es por qué unos cayeron en la tentación y otros no. Hubo víctimas de brillante inteligencia y víctimas sin dos dedos de frente; unos con una gran sensibilidad, otros carentes de ella. Tal vez lo que les igualaba era esa peculiar audacia de quienes siempre son los primeros en tirarse a la piscina.
La muerte el domingo pasado del actor Philip Seymour Hoffman nos ha dejado sin habla: en primer lugar, porque era un actor especial, admirado por el público, respetado por la crítica, rentable para la industria y un maestro en algo que, como señalaba la revista New Yorker, ha creado una escuela distinta de la de Brando o Pacino: al contrario que este tipo de actores tan carismáticos que parecen describirse a sí mismos en cada papel, Seymour Hoffman ha sido especialista en hacerse invisible, en aparecer fagocitado por el personaje que encarna.
A raíz de su muerte, aquello que parecía impensable, ha sucedido: la heroína ha conquistado de nuevo la primera plana en la prensa americana. The New York Times ya advirtió hace un tiempo de este revival que se ha cobrado su primer batallón de víctimas en zonas rurales. Esta misma semana se hablaba de “amnesia generacional”, esos cuarenta años que han sembrado el olvido en aquellos que no habían nacido para presenciar lo que fue un paisaje devastado.

Deseo que aquellos que tuvimos ojos y oídos para seguir el proceso que derrotó a toda aquella juventud no admitamos palabrería romántica al respecto

Personalmente, deseo, con todas mis fuerzas, que la muerte de Hoffman sirva de aviso, jamás de aliciente, y que aquellos que tuvimos ojos y oídos para seguir el proceso que derrotó a toda aquella juventud no admitamos palabrería romántica al respecto. No se fueron los mejores ni los más sensibles, murieron aquellos que no tuvieron fuerzas para luchar contra su adicción. No estaban solos, muchos tenían una familia que les respaldó cuanto pudo, que pagó tratamientos y fue víctima también de sus embustes.
Me dice una psiquiatra, la doctora Lamela, que desde el punto de vista sociológico se habla de un revival romántico de los ochenta, que incluye a la heroína como un objeto vintage. En los noventa llegaron otras drogas que fueron asociadas a la opulencia. Por tanto, la heroína cuadra mejor con nuestro presente estado de ánimo. En el olvido han quedado los monos, el destrozo familiar y el sida, convertido ya en enfermedad crónica.
Tan a favor juega el olvido para favorecer una vuelta de esta droga que ya vuelven las viejas interpretaciones: Hoffman padecía una terrible soledad después de que su mujer le pidiera que se alejara de los niños hasta que estuviera limpio: ¿no hay ningún periodista que recuerde cómo era tener un heroinómano en casa?, ¿no hay nadie que contemple cómo asumieron la muerte de sus padres los huérfanos de la heroína? Por fortuna, en nuestro país no se aprecia un regreso de esta droga, aunque sí la idealización de una época en la que se enmarcan nuestras batallitas de juventud. ¿No va siendo hora de madurar y de contar la verdad?





Tributo a Philip Seymour Hoffman: 
la muerte del (anti)héroe
Por Juanes Roures
“El éxito no te hace feliz; el éxito es hacer lo que te hace feliz”, dijo una vez Philip Seymour, quien el pasado 2 de febrero fue hallado muerto en su apartamento por su amigo, el escritor David Bar Katz. El departamento policial de Nueva York no tardó en revelar que se trataba de una muerte por sobredosis, un triste final para uno de los mejores actores del panorama cinematográfico actual que nos recuerda, una vez más, que las estrellas de Hollywood también son de carne y hueso.

Philip Seymour Hoffman en Capote (2005)
Hoffman ganó su primer y único Oscar por
su primera nominación por el drama Capote
Hoffman se une así a una larga lista de artistas afectados por el consumo de drogas, las cuales son especialmente peligrosas si se combinan con el dinero… Al final, la fama ha servido de poco para prevenir la tragedia. La  muerte del gran Hoffman deja a su esposa, la diseñadora de vestuario Mimi O'Donnell, con tres hijos a su cargo. Pero no es por ello por lo que este gran actor merece ser recordado.

Philip Seymour Hoffman no era, ni por asomo, lo que se entiende por una estrella. Hijo de protestante padre de ascendencia alemana y católica madre de ascendencia italiana, Hoffman nació en Fairport, Nueva York, el 23 de julio de 1967, probablemente uno de los mejores años de la historia del cine, y se sumergió en la interpretación en el instituto, después de que una lesión en el cuello le obligara a dejar la lucha libre. A los 9 años vivió el divorcio de sus padres y a los 17 asistió a la escuela de teatro en New York State Summer School of the Arts, donde conoció a Bennett Miller y Dan Futterman, quienes años después serían los respectivos director y guionista de Capote (2007), por la que Hoffman obtendría, entre otros, el Oscar, el BAFTA, el Globo de Oro y el premio del sindicato de actores al mejor actor al encarnar a la perfección al amanerado y engañoso escritor Truman Capote.

Philip Seymour Hoffman en Magnolia
Hoffman es una de las almas torturadas de Magnolia
Tras graduarse, Hoffman continuó sus estudios de interpretación con Alan Langdon como profesor y se tituló en la Tisch School of Arts de la Universidad de Nueva York, donde, junto al actor Steven Schub y el mencionado Miller fundó la compañía teatral Bullstoi Ensemble. Fueron aquéllos los tristes tiempos en que Hoffman se adentró en el mundo de las drogas, llegando a ser ingresado en un centro de rehabilitación.

Ya recuperado (aunque, como se ha visto, no es fácil recuperarse de las drogas del todo), obtuvo su primer papel en 1991 en un episodio de la serie Law & Order donde interpretó a un abogado (“The violence of summer”). Pero su golpe de suerte llegó en 1992, cuando obtuvo interesantes papeles de secundario en las olvidadas Triple Bogey on a Par Five Hole (Amos Poe), My new gun (Stacy Cochran) y El charlatán (Richard Pearce) y en la aclamada Esencia de mujer (Martin Brest), que fue nominada a mejor película, director y guión, aunque tan sólo Al Pacino subió al escenario a recoger la estatuilla de mejor actor. Es este film, donde Hoffman bordó el papel de estudiante sin escrúpulos, el que marcó el comienzo de su prometedora carrera.

Philip Seymour Hoffman en Tha Master
La polémica The Master constituye uno de
los mejores papeles de Philip Seymour Hoffman
Desde entonces, su popularidad creció a un ritmo vertiginoso, con papeles en varios films cada año, algunos tan populares como Patch Adams(Tom Shadyac, 1998), pero en general de escasa calidad. En 1996 trabajó en el thriller Sidney, ópera prima de Paul Thomas Anderson, con quien dio comienzo una fructuosa relación profesional que incluiríaBoogie Nights (1997), cómica crítica de la industria del sexo; Magnolia (1999), defendida con orgullo por el actor como “una de las mejores películas de la historia; Embriagado de amor (2002), peculiar comedia de Adam Sandler; y The Master (2012), es decir, todos los films del peculiar cineasta con la única excepción de Pozos de ambición (2007). Con cada colaboración, aumentaba la importancia de Hoffman y la fuerza de sus papeles, alcanzando la cumbre con la aclamada The Master, por la que ambos fueron premiados en el Festival de Venecia.  En este impactante y polémico drama, Hoffman encarnó a Lancaster Dodd, un intelectual que crea una organización religiosa (similar a la Iglesia de la Cienciología) que gana popularidad en EE.UU. durante los años 50. Hoffman salió airoso del potente duelo interpretativo con Joaquín Phoenix y Amy Adams y los tres obtuvieron por ello las únicas nominaciones al Oscar del film.

Philip Seymour Hoffman en La duda
En La duda, Hoffman borda un personaje lleno
de matices que hace dudar a todos
Con anterioridad, Hoffman había optado a la estatuilla dorada a mejor actor de reparto en dos ocasiones, curiosamente por dos películas que, al igual que The Master, contaban con Amy Adams en el reparto: el drama político La guerra de Charlie Wilson (Mike Nichols, 2007), donde superó interpretativamente a Tom Hanks y Julia Roberts, y el drama eclesiásticoLa duda (John Patrick Shanley, 2008), junto a una impresionante Meryl Streep cuya sombra Hoffman logró evitar al interpretar con maestría a un carismático sacerdote que trata de modernizar una parroquia del Bronx.

Philip Seymour Hoffman en El talento de Mr. Ripley
La decepcionante El talento de Mr. Ripley
reposa en brillantes interpretaciones 
Sin duda a Hoffman se le dan bien los papeles relacionados con la religión, pues también bordó al pastor obsesionado con matar a su mujer enCold Mountain (Anthony Minghella, 2003). De hecho, su poco agraciada apariencia a menudo le ha relegado a papeles depresivos (Happiness, de Todd Solondz, 1998), extravagantes (Nadie es perfecto, de Joen Schumacher, 1999), molestos (El talento de Mr. Ripley, de Minghella, 1999), carentes de escrúpulos (El dragón rojo, de Brett Ratner, 2002) o directamente desagradables (Y entonces llegó ella, de John Hamburg, 2004). Y, pese a trabajar en films de prestigio como las comedias El gran Lebowski (Joel Coen, 1998) –una de sus tres interpretaciones junto a Julianne Moore– o Casi famosos(Cameron Crowe, 2000) –durante la cual hubo de actuar con gripe–, los papeles protagónicos escasean en su carrera. Pero no por ello ha renunciado él nunca a su pasión por el cine: “mi parte favorita de la interpretación es sentarme solo delante del guión y empezar a hacerme preguntas”, afirmó en una ocasión.

Philip Seymour Hoffman en Cold Mountain
Cold Mountain supone una de las pocas incursiones
de Hoffman en las superproducciones de Hollywood
Fue precisamente su hermano mayor, el guionista Gordy Hoffman, quien le dio la oportunidad de protagonizar el film que escribió:Con amor, Liza, ópera prima de Todd Louiso, interesante cinta independiente sobre un hombre deprimido por la muerte de su esposa. La película falló a la hora de confeccionar la historia, pero dejó claro que Hoffman era un actor merecedor de encabezar cualquier reparto. Fue quizá ello lo que le permitió protagonizar la cinta canadiense Owning Mahowny (Richard Kwietniowski, 2003), como un hombre con talento numérico y debilidad con el juego, así como el papel de su carrera en la mencionada Capote, cuyo Oscar dedicó Hoffman emotivamente a su madre por educar a cuatro hijos con éxito.

Gracias a dicho premio, Hoffman empezó a ser considerado como uno de los intérpretes más dotados del cine contemporáneo, pero ni siquiera así lo tuvo fácil para obtener papeles protagonistas. Entre las excepciones están dos interesantes películas del 2007: la comedia dramática independiente La familia Savages (Tamara Jenkins), sobre dos hermanos (Laura Linney y Hoffman, nominado al Globo de Oro a mejor actor de comedia y ganador del Spirit Award) que, tras años separados, deben convivir para cuidar de su también desconocido padre enfermo; y el thriller Antes que el diablo sepa que has muerto (Sidney Lumet), donde interpreta a un ejecutivo adicto a la heroína (sí, la misma sustancia que terminaría acabando con su vida) que, propone a su hermano (Ethan Hawke) atracar una joyería sin violencia. Albert Finney y Marisa Tomei completan un reparto que fue merecidamente premiado por los premios Gotham y Satellite.

Philip Seymour Hoffman en El último concierto
El último concierto es uno de los papeles más
emotivos del actor neoyorkino
Aún así, tanto los dos films mencionados como la comediaRadio encubierta (Richard Curtis, 2009) o el drama El último concierto (Yaron Ziberman, 2012), ambas con la música como clave, presentan un protagonismo compartido, siendo el curioso drama independiente Synecdoche, New York (Charlie Kaufman, 2008), sobre un director teatral que desea representar una obra con una réplica de Nueva York de tamaño natural, uno de los pocos films que lo presentan como indiscutible y único actor principal. Parece que Hollywood todavía no está dispuesto a que el peso de un film descanse sobre un actor maduro sin atractivos… Quizá su muerte sirva para que varios productores y directores se arrepientan de no haber confiado más en él; para que el talento tenga algún día más importancia que la imagen.

Philip Seymour Hoffman optó 4 veces al Oscar,
pero sólo ganó la primera vez
Fue quizá la falta de papeles interesantes lo que llevó a Hoffman a dirigir su propio film: Jack goes boating (2010), sobre un conductor de limusinas de Manhattan que decide comportarse de forma estrafalaria a nivel laboral y personal. Aunque el papel de perdedor nato le iba a Hoffman como anillo al dedo, quedó claro que éste es mejor intérprete que director y la película fue por completo ignorada pese a no carecer de interés y una ternura poco habitual en los papeles del actor neoyorkino (es precisamente el maravilloso film de animación Mary & Max (Adam Elliot, 2009), en el que da la voz a Max, su papel más emotivo)

De todos modos, recientemente Hoffman se estaba alejando de su estética desaliñada, aprovechando su prestigio y presencia para obtener papeles de maestros, líderes y personas de confianza, como los interpretados en Moneyball: rompiendo las reglas(Bennett Miller) y Los idus de Marzo (George Clooney) -por la que optó al BAFTA-, ambas de 2011, y la superproducción Los juegos del hambre: en llamas (Francis Lawrence, 2013), brillante segunda parte de una saga que el actor deja inacabada.

Philip Seymour Hoffman en Los juegos del hambre: en llamas
La popularidad de Los juegos del hambre incitó
a Hoffman a formar parte del gran reparto
Aunque sus creativos tendrán que apañárselas para disimular la ausencia de Hoffman en las dos siguientes películas de la saga, Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2, cuyo estreno se prevé para 2015, supondrá la última aparición de este actor en la gran pantalla. También póstumamente se estrenará un film completamente distinto: la comedia dramática independiente God´s pocket (John Slattery), recientemente presentada en el Festival de Sundance, donde Hoffman interpreta a un hombre que suma a una esposa poco complaciente y una deuda imposible de saldar, las extrañas circunstancias en que fallece su hijastro, cuya muerte trata de cubrir; clásico papel de hombre maduro entre la espada y la pared que supone una apropiada despedida para un actor que nunca ha tratado de ser un modelo heroico.

Philip Seymour Hoffman en Synecdoche, New York
El maquillaje de Synecdoche, New York permite
contemplar la versión anciana de Hoffman
Así, la magia del cine nos permitirá disfrutar de este excelente actor dos ocasiones más en gran pantalla y, por supuesto, de todos los grandes papales que ha encarnado durante estos años en films tan distintos como la brillante sátira rural State and Main (David Mamet, 2000) o la irregular pero popular cinta de acciónMisión Imposible III (J. J. Abrams, 2006), en la que, como cabía esperar, interpretaba al antagonista. Conocido por su pausado y apático modo de hablar, Hoffman demostró también ser un gran actor teatral, siendo nominado al Tony en dos ocasiones. Él nunca tuvo problemas en encarnar a personajes desagradables que otros intérpretes habrían dejado de lado, personajes necesarios sin los cuales no existiría el cine: “Como actor, tengo una responsabilidad con el personaje que interpreto. Nunca juzgo o pongo etiquetas. Me limito a interpretarlo de la forma más honesta, expresiva y creativa que puedo con la esperanza de que gente que normalmente reaccionaría con desprecio ante el personaje cambie su manera de verlo”, afirmó una vez con sabiduría. Él no fue una estrella ni un héroe; de hecho, fue el arquetipo del anti-héroe, tanto laboral como personalmente, pero su trabajo se caracterizó siempre por la profesionalidad y calidad que sólo ofrecen los grandes y su contribución al séptimo arte es ya imborrable. Hasta siempre, Philip Seymour Hoffman.


LA ESTACIÓN DEL FOTOGRAMA PERDIDO





FILMOGRAFÍA
TRIPLE BOGEY ON A PAR FIVE HOLE (1991) de Amos Poe
SZULER (1992) de Adek Drabinski
MY NEW GUN (1992) de Stacy Cochran
EL CHARLATÁN (1992) de Richard Pearce
ESENCIA DE MUJER (1992) de Martin Brest
JOEY BREAKER (1993) de Steven Starr
¡QUÉ MUERTO DE NOVIO! (1993) de Bob Balaban
QUE NO HACER CON UN MILLÓN DE DÓLARES (1993) de Ramón Menéndez
LA HUIDA (1994) de Roger Donaldson
CUANDO UN HOMBRE AMA A UNA MUJER (1994) de Luis Mandoki
NI UN PELO DE TONTO (1994) de Robert Benton
SYDNEY (1996) de Paul Thomas Anderson
TWISTER (1996) de Jan de Bont
BOOGIE NIGHTS (1997) de Paul Thomas Anderson
MONTANA (1998) de Jennifer Leitzes
PRÓXIMA PARADA: WONDERLAND (1998) de Brad Anderson
EL GRAN LEBOWSKI (1998) de Joel Coen
HAPPINESS (1998) de Todd Solondz
PATCH ADAMS (1998) de Tom Shadyac
NADIE ES PERFECTO (1999) de Joel Schumacher
MAGNOLIA (1999) de Paul Thomas Anderson
EL TALENTO DE MR. RIPLEY (1999) de Anthony Minghella
STATE AND MAIN (2000) de David Mamet
CASI FAMOSOS (2000) de Cameron Crowe
CON AMOR, LIZA (2002) de Todd Louiso
PUNCH-DRUNK LOVE. EMBRIAGADO DE AMOR (2002) de Paul Thomas Anderson
EL DRAGÓN ROJO (2002) de Brett Ratner
LA ÚLTIMA NOCHE (2002) de Spike Lee
OWNING MAHOWNY (2003) de Richard Kwietniowski
COLD MOUNTAIN (2003) de Anthony Minghella
Y ENTONCES LLEGÓ ELLA (2004) de John Hamburg
TRUMAN CAPOTE (2005) de Bennett Miller
MISIÓN IMPOSIBLE III (2006) de J. J. Abrams
LA GUERRA DE CHARLIE WILSON (2007) de Mike Nichols
LA FAMILIA SAVAGES (2007) de Tamara Jenkins
ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO (2007) de Sidney Lumet
LA DUDA (2008) de John Patrick Shanley
RADIO ENCUBIERTA (2009) de Richard Curtis
UNA CITA PARA EL VERANO (2010) de Philip Seymour Hoffman
MONEYBALL (2011) de Bennett Miller
LOS IDUS DE MARZO (2011) de George Clooney
THE MASTER (2012) de Paul Thomas Anderson
EL ÚLTIMO CONCIERTO (2012) de Yaron Zilberman
LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS (2013) de Francis Lawrence
EL HOMBRE MÁS BUSCADO (2014) de Anton Corbijn
LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO PARTE 1 (2014) de Francis Lawrence
EL MISTERIO DE GOD’S POCKET (2014) de John Slattery
LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO PARTE 2 (2015) de Francis Lawrence