lunes, 17 de noviembre de 2014

Jacqueline Roque / La más odiada de las musas de Picasso


Picasso y Jacqueline Roque
Foto de Douglas Duncan
(1926 – 1986)
Jacqueline Roque nace el 24 de febrero de 1926 en París. Cuando cumple dos años, su padre les abandona, obligando a su madre a trabajar largas horas de portera, en un lujoso edificio cerca de los campos elíseos. Una figura influyente en su vida fue su tío el abad Bardet, quien le inculcó valores como la humildad y la modestia.

Jacqueline Roque
Foto de Douglas Duncan

A los 18 años su madre sufrió un derrame cerebral y murió. Dos años después contrajo matrimonio con André Hutin, un importante ingeniero, con quien tuvo a su primera hija, Catherine Hutin-Blay. La joven familia vivió durante una temporada en África, actual Burkina Faso, por motivos de trabajo de André. Cuatro años más tarde, Jacqueline decide regresar con su hija a Francia y divorciarse, sospechando que su marido le era infiel. Se trasladan a la Riviera francesa y empieza a trabajar en la tienda de su prima, La alfarería Madoura, en Vallauris. En 1953, a los 27 años conoció a Picasso. Sus exóticos rasgos le recordaron a la joven que aparece con un narguile en ‘’Las mujeres de Argel’’ de Delacroix.  Así la retrató poco después en ‘’Mujer vestida de turca’’.


La segunda vez que se vieron fue en la alfarería donde ella trabajaba, Picasso tenía 72 años y Jacqueline era una belleza de ojos verdes de 45. Seis meses después deciden casarse en secreto. Desde el comienzo de su relación, Picasso pintó en numerosas ocasiones a Jacqueline. Era la única persona cuya presencia toleraba mientras pintaba en el taller.  Estaban tan unidos que rara vez uno salía de casa sin el otro.

Picasso y Jacqueline Roque
Foto de Douglas Duncan

Durante los últimos años de vida del pintor, Jacqueline comenzó a beber de forma excesiva. Se veía muy afectada por la agonía de su marido, y la complicada relación de ambos con los hijos y nietos de Picasso.
En abril de 1973 Picasso fallece. Jacqueline cae en una profunda depresión que no consigue superar. En la madrugada del 15 de octubre de 1986, se suicida disparándose en la sien.

Picasso y Jacqueline Roque

Picasso y Jacqueline Roque
Por Fernando Arrabal


Pocas veces he visto en mi vida un ser tan serena y dichosamente enamorado como Jacqueline Picasso. La media docena de mujeres que cohabitaron con el pintor antes que ella han contado probadas barbaridades sobre Picasso. Françoise Giroud, aún en vida, no cesa de enumerar las estaciones de su mala vida con el genial malagueño. Lo que al parecer nadie pone en duda es que estas desilusionadas mujeres convivieron con un hombre pujante, membrudo y dispuesto a descargar a cada triquitraque. Una de ellas ha afirmado que nuestro genio "sufría de priapismo". A pesar de todo esto y como para ridiculizar al juez antiminifaldero o al tenorio de pro, estas mujeres terminaron por aborrecer al enhiesto creador.
Picasso sufrió una operación mal hecha que le dejó impotente. Jacqueline vivió los últimos años, por tanto, junto a un hombre clínicamente castrado. Gracias a este regalo de la cirugía, del que no gozaron sus predecesoras, pudo amarle entrañablemente. Picasso conoció la gran pasión con una mujer a la que llevaba un buen montón de años. Al fin, tras aquella picia del cirujano, Picasso se convirtió en el seductor que siempre había soñado ser.
Los malpensados y los malnacidos imaginaban que Jacqueline representaba el papel de esposa enamorada por interés. ¡Qué mal conocían el celo y el altruismo de su sentimiento! A la muerte de Picasso, Jacqueline se convirtió en una de las mujeres más ricas de la tierra y al mismo tiempo en uno de los seres más prestigiosos y adulados. Podía hacer, con toda libertad, de su cuerpo y de su alma lo que le viniera en gana... Pero sin él la vida no tenía sentido alguno. Por ello cortó de cuajo, suicidándose, su inútil, ya, estancia en la tierra.
A Jacqueline no le había importado, ¡ni se había dado cuenta!, pasar tantos años de su vida viviendo con la castidad de una monja de clausura junto a su idolatrado Pablo. Pero para ser feliz, aquella viuda bien parecida, riquísima y libre necesitaba algo inefable pero imprescindible: el amor de su vida.
Jacqueline Roque y Pablo Picasso

"Mujer de fuego, mujer de gracia y de locura. Hasta la muerte fue para Picasso una fuente de juventud, con sus lidias de amor y sus peleas diabólicas. Jacqueline supo vivir a Picasso y vivir su pintura".

Hélène Parmelin


Picasso y Jacqueline Roque

JACQUELINE ROQUE
LA MÁS ODIADA 
DE LAS MUSAS DE PICASSO

Jacqueline Roque es la más odiada de las musas de Picasso. Dicen que fue la que encerró al minotauro, la que prohibió la entrada de sus herederos a su funeral. Quien aisló a Picasso hasta su muerte.

Frente a todos estos comentarios, encontramos el libro de Pepita Dupont, La vérité sur Jacqueline et Pablo Picasso, escrito en 2007 por una buena amiga de Jacqueline. El objetivo de este libro es “defender” a la última amante de Picasso de las acusaciones anteriores.
 
Picasso y Jacqueline Roque
Citamos aquí literalmente un pasaje del libro de Dupont:

“Pero Jacqueline fue muy sensual, y con Picasso la química era inmediata. Había una fuerte complicidad, amor y erotismo. Y en ella, Picasso encontró todo lo que un hombre busca en una mujer: ella era al mismo tiempo su amante, su madre, su hermana, su cómplice y su musa”

Picasso y Jacqueline Roque

Desde nuestro punto de vista, lejos de defenderla, Dupont legitima o justifica aquí la mala fama de Jacqueline. Dice entonces que ella era “todo lo que un hombre busca en una mujer”, y a continuación cita la retahíla habitual de tópicos propios del pensamiento misógino. La mujer que tiene que ser todo para su marido, pues ella por sí misma no es nadie. Su existencia sólo cobra sentido al ser en, su objetivo es convertirse en el perfecto atributo del hombre, y el amor que sienta hacia él debe ser enfermizo e incondicional. En un sucio juego freudiano se nos educa para recoger el testigo de la madre cuando esta ya se ha hecho demasiado mayor para encargarse del hombre

Y qué curioso aun así que asumiendo numerosos roles-responsabilidades y cuidando al hombre (porque una buena mujer cuida a su hombre), la mujer es el sexo débil, la que necesita protección. Una protección por la que pagamos un precio muy caro, incluso el más alto posible. Y después de todo, la única virtud de Jacqueline, como la de todas las musas de Picasso (excepto la audaz Françoise) fue aguantar. Aguantar a Picasso y sus desmanes, infidelidades, manipulaciones, maltratos.

Tan sólo hay que atender a lo que le dijo Picasso a Jacqueline al entrar en su casa tras haberse casado: “Has entrado en sacerdocio, me llamarás monseñor”. Estas dementes palabras no dejan ver sino la terrible carencia emocional que tenía el genio de Málaga, comportamiento enfermo que llevó a sus amantes a la locura, o al suicidio como en el caso de Jacqueline, quien en 1986 se pegó un tiro.


De nuevo se repite entonces el rol de minotauro (cuando se conocieron él tenía 71 años y ella 27) por el que Picasso anula completamente a la mujer que tiene a su lado y la somete hasta las últimas consecuencias, pues recordemos que su frase favorita era: "Yo, Picasso".


Jacqueline en cuclillas, 1954
Pablo Picasso


LOS CUADROS DE JAQUELINE

El testimonio afectivo de una colección autobiográfica

FRANCISCO CALVO SERRALLER El País, 25 OCT 1986


Lograr que inopinadamente venga a nuestro país, una muestra de Picasso con 61 obras, entre pinturas, esculturas y dibujos, roza lo providencial. Es providencial porque salvo la recuperación del Guernicay parte de las obras de Picasso que se exhibieron en el pabellón de 1937, más la retrospectiva organizada en 1981 en el propio Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), la política oficial respecto al genial artista español no ha podido ser más desgraciada. He aquí algunos datos ilustrativos: abandono del Guernica en su provisionaljaula de cristal; manifiesto descuido, que fue motivo de denuncia en la prensa, de los dibujos que lo acompañaban; retraso en las gestiones para la traída a España de la Dama oferente y retraso en el pago de los derechos a la Hacienda monegasca por el legado testamentario que hizo a nuestro país Douglas Cooper, en el que había importantes piezas picassianas; inhibición respecto a la colección de Marina Picasso, que rotó por diversos países sin que el nuestro se interesara seriamente por ella; negativa reiterada a conceder la nacionalidad española a Jacqueline Picasso, que la había demandado...Son datos sueltos entre otros muchos que avalan la torpe política seguida al respecto, por no meternos en el todavía más oprobioso asunto de los pecados de omisión, lo que nos llevaría a una interminable letanía. Con este trasfondo, no debe extrañarnos que lo único positivo que nos sobrevenga en torno a Picasso sea, en efecto, una acción de la providencia, con lo que no me extraña que nuestras autoridades anden ahora a la búsqueda de un papel mágico en que la viuda francesa de Picasso nos legue unas cuantas obras.
Pero como el carro de la fortuna esparce los bienes sin fijarse dónde caen, hete aquí que, pocos meses antes del trágico final de Jacqueline Picasso, ésta decide responder a los requerimientos de Aurelio Torrente, director del MEAC, y proporcionarnos una selección de las piezas de su colección personal.
Dicho lo cual, que es imprescindible para saber a qué atenerse, se puede entrar en materia; en la materia de la exposición. Se trata no sólo de la colección personal de Jacqueline, sino de algo aún más íntimo: de la selección preparada por ella misma. Es, pues, de forma y contenido, la exposición de Jacqueline y, en la parte que corresponda, la ocasión de al menos rendir un homenaje póstumo a esta mujer excepcional.
Afirmar que se trata de la exposición de Jacqueline no es, sin embargo, sólo una advertencia moral. Es, asimismo, un aviso estético. Ella, la fiel compañera hasta el final, la adoratriz, la musa, se enseñorea de forma soberana por toda la muestra, donde están presentes los mejores retratos que le pintó Picasso y un sinfín de veladas imágenes indirectas que inspiró. Ésta es, en definitiva, una selección sobre los cuadros de la casa, lo entrañable que queda tras todos los despojos.
Etapa final
Eso que resta de entrañable, cuando se trata de Picasso, sepámoslo de una vez, es también algo necesariamente fastuoso, y, como tal, no puede ser analizado con la mentalidad académica convencional de echar cuentas sobre la mayor o menor representatividad de las piezas reunidas. Claro que a través de ellas, como seguramente se advertirá en los programas de mano o en las notificaciones oficiales de prensa, se puede seguir la rica y complejísima trayectoria del sin duda más inquieto artista del siglo, pero no me parece el mejor punto de vista en este caso, ni, desde luego, la forma más acertada para alabar los méritos, de la exposición. Quiero decir que aquí lo de menos es que la obra más temprana esté fechada en 1902 y que la más tardía sea de un año antes del fallecimiento del artista, pues evidentemente no estamos ante una retrospectiva.
Lo que verdaderamente importa es, al margen de los dones celestes, el carácter y significado personalísimos de la colección y, asimismo, el hecho absoluto, autosuficiente, de cada una de las piezas que nos son ofrecidas. Me atrevería a señalar que el único rasgo temático vertebral de las obras es el que relaciona como un conjunto las ejecutadas en la soberbia etapa final de Picasso, el gran descubrimiento crítico internacional de estos últimos años y el tema monográfico de la exposición que tuvo lugar, ahora hace 13 años, en el Museo Guggenheim de Nueva York con el título Picasso. The last years, 1963-1973.
Jacqueline, protagonista absoluta de la exposición, con seis retratos suyos reconocidos como tales y un sinfín de presencias discretamente innombradas, quiso también señalar la trascendental genealogía de lo femenino en la vida de Picasso, y, consciente de su condición de última depositaria de una larga estirpe de musas, decide que algunas estén también presentes en la exposición de Madrid, como Fernande Olivier, Olga Klokova, Dora Maar, Lee Miller, Nush Eluard... El de esta última es de una gracia y una penetración que nos parece la mejor representación de la sensibilidad nerviosa, la conmovedora fragilidad y el inquietante lirismo que desprendía la compañera de Paul Eluard.
Con todo, ¿cuáles resisten la comparación con los de Jacqueline en cuclillas, Busto de mujer, Mujer sentada en un sillón o Jacqueline con vestido rojo?
Muy desigual, incluso incongruente, si perdemos el hilo conductor afectivo que la vivifica o si hacemos abstracción de las circunstancias que la rodean, esta exposición, no obstante, contiene piezas excepcionales y, en cualquier caso, siempre un detalle revelador del genio. Entre las primeras hay que contar, Las dos mujeres desnudas(1908), la Composición (1919), Mujer con guitarra (1924-1925), las esculturas en bronce Gallo (1932) y Cabeza de mujer (Dora Maar)(1941), las dos, Tauromaquias (1955) y, en general, una buena parte de los cuadros finales, que es como conjunto lo más consistente de la exposición, aunque uno prefiera, dentro de este período, los desnudos, los pintores y sus modelos y el par de retratos excepcionales del propio Picasso y de Jacqueline formando pareja, de 1965, a los mosqueteros, comparativamente más débiles.


Picasso_Woman in an Armchair /Jacqueline Roque
Oil on canvas,1960
Pablo Picasso
Fracasan las gestiones para retener en España las obras cedidas por Jacqueline Picasso

Cultura justifica el regreso a Francia de los cuadros por la falta de documentos



La decisión de hacer regresar a Francia las 61 obras de la exposición Picasso en Madrid, cedidas a España de palabra por Jacqueline Picasso, supone el fracaso de las gestiones para retener las obras en el país realizadas desde la muerte de la viuda del pintor, el 15 de octubre. El director general de Bellas Artes, Miguel Satrústegui, explicó el jueves que no existe un documento legal sólido que ampare la pretensión de guardar las obras en España. El abogado José Mario Armero difiere de Satrústegui. Cerca de 200.000 personas han visitado la exposición desde octubre.
Miguel Satrústegui declaró que su departamento hará regresar los cuadros a Francia a partir del lunes, cuando termina la exposición inaugurada el 25 de octubre, debido a la inexistencia de documentos jurídicos sólidos que amparen otra pretensión. La exposición se exhibe en el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), cuyo director, Aurelio Torrente, coincide con Satrústegui.La expectativa de que los cuadros se quedaran en España se creó al saberse, tras la muerte de Jacqueline Roque, el 15 de octubre, que la viuda de Picasso había, expresado su deseo varias veces, de palabra, de que las obras quedasen en España. Lo mismo dijo a la revista Paris-Match.
Jacqueline Roque se suicidó de un disparo el 15 de octubre, y, prescrito el plazo legal, no fue encontrado testamento. En principio, su heredera universal es Katherine Hutin, hija de Jaequeline de un matrimonio anterior a su unión con Picasso.
Según declaró el abogado internacionalista José Mario Armero, vinculado a la traída del Guernica a España y conocedor de la situación jurídica de la herencia Picasso, el regreso a Francia de las obras es precipitado, pues existían suficientes bases jurídicas para retenerlas; por ejemplo, las reiteradas declaraciones verbables de Jaqueline Roque de que deseaba dejar las obras a España.

Sin información

"La información que tengo es que no tengo ninguna información", dijo Armero cuando fue consultado. sobre este asunto. "Lo que me extraña es que el ministerio de Cultura no haya informado de forma suficiente sobre las circunstancias en que los cuadros vuelven a Francia".A su juicio, al no existir testamento ni declaración de herederos, y al poderse demostrar que hubo una donación verbal de las obras -pues las declaraciones de Jacqueline fueron reiterada y ante testigos-, los cuadros deberían quedarse en España hasta que la justicia zanjara la cuestión.
Miguel Satrústegui piensa por el contrario que sólo un título jurídico de peso podría autorizar a España a retener los cuadros. Guardarlos tal como están las cosas "no sólo violaría la ley sino que podría producir perjuicios incalculables para la actividad española en el mundo internacional del arte". Las obras se devuelven, dijo, cuando termina el permiso de exportación -temporal- para sacarlas de Francia.
Armero, sin embargo, afirma que el permiso es ilimitado. "El ministro sabe que los cuadros salieron de Francia con licencia de exportación ilimitada", dijo,,. Según el abogado, " no se ha intentado demostrar que hubo donación verbal", y los cuadros se podían haber dejado en España, por lo menos a la espera de que se produjera una declaración de hered eros. "Me extraña esa prisa por llevarse los cuadros", dijo, y sugirió la posibilidad de que se haya producido alguna presión por parte del Gobierno francés. Esta afirmación fue negada por Satrústegui: "No ha habido presión política", dijo, "que de haberse producido sólo podría haber anulado un documento que no existe
Satrústegui aseguró que los cuadros vuelven a Francia después de un intenso estudio en el que "se han tenido en cuenta las opiniones de todas las personas interesadas, como la hija de Jacqueline, las autoridades francesas, etcétera". "Tenemos la sensación de haber hecho lo que teníamos que hacer", dijo Satrústegui es decir' "informar a los ciudadanos de que Jacqueline Picasso expresó varias veces su deseo de que las obras fuesen para España, investigar cuáles eran las verdaderas posibilidades de cumplir su deseo, y cumplir con nuestra obligación de devolver las obras".

Jacqueline Roque y Picasso
'Aux espagnols morts pour la France'
Uno de los cuadros de la exposición Picasso en Madrid es un proyecto, de 1947, de monumento a los españoles muertos por Francia. Una característica cabeza picassiana, con corona de laurel, reposa sobre un podio en el que se enreda un lazo azul, blanco y rojo, los colores de la bandera francesa. Una placa ofrece el monumento "aux espagnols morts pour la France" ("a los españoles muertos por Francia"). Al frente, una calavera reposa sobre dos huesos largos.Según José Mario Armero, Picasso tuvo desde el comienzo la intención de entregar el cuadro a España en un proceso parecido al del Guernica.
Jacqueline Roque, la viuda de Picasso, dijo varias veces a Aurelio Torrente que deseaba dejar la colección "a su museo".
También comunicó el proyecto, según dijo a Torrente, al presidente François Mitterrand, a Michel Guy, director del Festival de Otoño de París, y a Hubert Landais, director de Museos de Francia, su amigo y albacea.
Jacqueline, 1955
Pablo Picasso
Jacqueline Roque

Falsas promesas



La exposición dedicada a las 61 obras procedentes de los fondos privados de Pablo Picasso, si bien resultó ser un indiscutible éxito en lo que a calidad y visitantes se refiere, no se puede negar que estuvo rodeada de una serie de circunstancias que casi han ennegrecido el resplandor con el que fue presentada.Las malas noticias han acompañado desde el primer momento a la exposición, inaugurada el 25 de octubre. Jacqueline, que se había encargado personalmente de seleccionar las obras, se suicidaba en su castillo de Nôtre Dame de Vie, disparándose un tiro en la cabeza, el 15 de octubre. Antes de morir, Jacqueline Roque había hecho una serie de promesas cuya imposibilidad de ser cumplidas ha llenado de frustración a, los responsables del Ministerio de Cultura, además de haber provocado la indignación de la heredera de Jacqueline, Catherine Hutin.
La primera gran decepción se debió a que Jacqueline había prometido verbalmente al director del MEAC que las 61 obras se quedarían en España. La inexistencia de un documento escrito que apoyara tales deseos supuso que el 11 de enero la colección fuera cargada en un camión e iniciara un accidentado retorno sorteando barreras de nieve hasta su lugar de procedencia. La últimasorpresa ha venido de la mano de la reclamación de Spadem, exigiendo 30 millones por los beneficios devengados por la venta de las publicaciones editadas en la exposición.

Jacqueline, 1952
Pablo Picasso
El Estado francés recibe un importante conjunto de obras de Pablo Picasso


El Estado francés acaba de recibir un importante conjunto de obras de Pablo Picasso procedentes de la herencia de Jacqueline, la última esposa del pintor malagueño, según informaron ayer los ministros de Cultura y de Presupuesto, Jack Lang y Michel Charasse, respectivamente. La entrega se ha efectuado en virtud del procedimiento jurídico de la dación, incorporado a la legislación francesa en 1968.
Este procedimiento permite a los herederos de un artista o de una importante colección de obras de arte pagar al Estado los derechos de sucesión con la entrega de una cierta cantidad de piezas de gran valor.
En 1979, los herederos de Pablo Picasso ya utilizaron la dación para arreglar sus cuentas con la Hacienda francesa. Aquella entrega permitió la apertura del Museo Picasso de París.
Ahora, la hija de Jacqueline Picasso, fallecida en octubre de 1986, ha vuelto a emplear el sistema. El lote de obras del pintor malagueño recibido por el Estado francés consiste en 49 pinturas, 2 esculturas, 38 dibujos, 24 cuadernos, 19 cerámicas, 247 grabados y 7 litografías.
Según la dirección de los museos de Francia los cuadernos de dibujo constituyen la joya de esta colección que será expuesta en el museo Picasso desde el próximo 23 de mayo al 3 de septiembre.
Desde 1968, el patrimonio, público francés se ha visto enriquecido con más de 100 daciones. Las más importantes, las obras de Pablo Picasso de 1979 y una colección de 464 obras de Marc Chagall entregada en 1988.
Las autoridades no han valorado el legado pero puede estimarse en miles de millones de pesetas.

Suicidio en el campo

Jacqueline Picasso, la segunda mujer del pintor, se suicidó a los sesenta años disparándose una bala en la cabeza en octubre de 1986, en su casa de campo de Mougins, en el sureste de Fracia.




Jacqueline
Pablo Picasso

El Museo Picasso exhibirá los cuadros 

del artista inspirados en Jacqueline

 Barcelona 9 AGO 1990


La exposición De Pablo a Jacqueline, que se inaugurará el 17 de octubre en el Museo Picasso de Barcelona, reunirá por primera vez en la historia todas las obras de Picasso en las que utilizó como modelo a su mujer, Jacqueline. En total se expondrán 142 obras, entre pinturas, dibujos, esculturas y grabados, realizadas entre 1954 y 1971 por el pintor malagueño. Todas ellas tienen en común que se inspiran en Jacqueline Picassó, la que fuera su companera durante los últimos 20 años de su vida, de la que realizó tantos retratos como versiones libres basadas en su imagen y que con el tiempo se convirtieron en uno de los elementos constantes de su mundo pictórico.
- La muestra, organizada por el Museo Picasso con la colaboración de diversas colecciones particulares y museos de Europa y de Estados Unidos, pretende cubrir tres objetivos. Por una parte rendir un homenaje a Jacqueline Picasso, que fue quien impulsó la creación del museo; mostrar también como su figura Influyó en el complejo mundo artístico de Pablo Picasso en sus últimos años de trabajo; y, por último, presentar en España una muestra del trabajo del pintor malagueño durante sus últimos 20 años ya que sus trabajos de esta etapa son los que menos se han expuesto en nuestro país.
La exposición incluye numerosas obras que sólo han participado en algunas exposiciones internacionale puntuales o, en algunos casos, son totalmente Inéditas a nivel nacional.


Picasso y Jacqueline Roque
Una exposición de Picasso en Barcelona rinde un homenaje 'familiar' a Jacqueline

142 obras raramente exhibidas, realizadas entre 1954 y 1971, reviven el universo creativo del artista



El Museo Picasso de Barcelona presentó ayer la exposición De Pablo a Jacqueline, que permanecerá abierta hasta el 27 de enero de 1991 y que trata de revivir el universo familiar y creativo del artista en sus últimos años, centrándose en la presencia en sus obras de su esposa, Jacqueline, quien convivía con el pintor cuando éste decidió favorecer la creación de un museo suyo en Barcelona y que, tras la muerte del artista, continuó dando cuadros al museo catalán, por el que sentía especial predilección. La exposición inaugurada ayer, concebida desde hace años por la directora del Museo Picaso, María Teresa Ocaña, y preparada íntegramente por su equipo, reúne obras de museos extranjeros y coleccionistas particulares, entre ellos los familiares del pintor. Los alicientes de la exposición son la cuidada ordenación temática y contextual de las obras y su novedad en un museo español.
El origen de la exposición De Pablo a Jacqueline, inaugurada ayer en el Museo Picasso de Barcelona con la asistencia del ministro de Cultura, Jorge Semprún, el de Defensa, Narcís Serra, el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, y una hija del pintor que ha colaborado en el montaje, se remonta a las últimas visitas de la viuda de Picasso a Barcelona, ciudad por la que sentía una especial predilección y con cuyo museo picassiano mantenía estrechos vínculos, pues había continuado las donaciones tras la muerte del artista. La directora del museo, María Teresa Ocaña, concibió entonces la idea de montar una exposición con los retratos de Jaequeline, que Picasso había pintado en cantidades notables durante sus últimos años. Posteriormente, tras la muerte de Jacqueline, el concepto de la exposición fue ampliándose hasta llegar al propósito de mostrar la presencia de Jacqueline en la obra del último Picasso y recrear así el universo creativo de los años finales del pintor, al tiempo que se rendía homenaje a la esposa y musa del artista.La exposición reúne unas 142 obras, entre óleos, esculturas y maquetas de las mismas, dibujos, grabados y linóleos, todos ellos realizados por el artista entre 1954 y 1971. De hecho, los visitantes pueden ver 55 óleos, 59 dibujos -que figuran en el catálogo como 18 obras, pero son más piezas, pues varias de esas obras son cuadernos de dibujo que contienen varios originales- 19 esculturas con sus respectivas maquetas (casi todas inéditas) y 48 grabados y linóleos, de los que 40 pertenecen a los fondos del Museo Picasso y han sido raramente exhibidos, ya que el museo sólo mantiene siete de estas obras gráficas en su exposición permanente.El resto de las obras expuestas -con la única excepción de un óleo (Retrato de Jacqueline, de 1957) de la serie Las meninas que pertenece al museo barcelonés- procede de museos, galerías y colecciones particulares del extranjero, por lo que muchas no han sido nunca expuestas en España y algunas sólo se habían mostrado públicamente en la gran antológica de Picasso organizada en París en 1982.
Aparte de las colecciones de Catherine y Marina Picasso, de las que procede un número sustancial, aunque no especificado, de óleos y esculturas, las obras han sido prestadas por museos, como el Detroit Institute of Arts, el New Orleans Museum of Art y el Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York (EEUU), la Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf y el Sprengel Museum de Hannover (ambos de Alemania), el Museo Picasso y el Centro Pompidou de París (Francia) y el museo Listasafn de Reikjavik (Islandia). Además, hay préstamos de galerías, como Jean Krugier o Perls Galleries de Nueva York y Louise Leiris de París, y de coleccionistas particulares, como Claude Laurens (París), Angela Rosengart (Lucerna), Antonio Sapone (Niza) y Gustau Gili (Barcelona).
Experimentación pictórica
El equipo museológico del Museo Picasso no sólo ha intentado reunir un importante fondo de obras de Picasso poco conocidas en Barcelona y España, sino que ha tratado de ir más allá de la recolección de retratos de Jacqueline Picasso. "La exposición", explica Nuria Rivero, una de las integrantes del equipo, "intenta mostrar el método de trabajo y los mecanismos creativos de P¡casso a través de las casi ilimitadas variaciones de unos pocos temas, que caracterizan sus últimos años. Por ejemplo, esta exposición permite ver cómo Picasso se apropia de la imagen de Jacqueline y convierte su rostro, sus posturas, sus peinados o su sombrero en objetos de experimentación pictórica".
Otra de las cosas que los visitantes de la exposición pueden comprobar es cómo Picasso experimentaba los mismos temas o motivos en todas las técnicas -óleo, escultura, dibujo, grabado, linóleo- como si intentara agotar todas las posibilidades expresivas e investigar todas las íncógnitas que le planteaba cada motivo pictórico. El montaje de la exposición resalta este frenético quehacer del artista.

Jacqueline Roque
Picasso, Jacqueline y Montecarlo


En una semana se abarca un universo y hasta se descubre que los sabios meten la pata ruidosamente, por suerte. El último día 13 del mes en el que vivimos, el diario La Vanguardia, de Barcelona, publicó una amplia entrevista con John Richardson; ese mismo día, en la Ciudad Condal, Richardson recibió el Premio Don Juan de Borbón al libro del año 1995; el tal galardón lo ofrece la Fundación Conde de Barcelona, promovida por La Vanguardia. La obra exitosa en esta ocasión es el segundo tomo de una biografía gigantesca que escribe Richardson sobre Picasso; su proyecto abarca cuatro tomos, en los que participan sus colaboradores, aunque recalca que "las entrevistas claves las he realizado yo", muy particularmente, advierte, las muchas que mantuvo con Picasso y con Jacqueline.Tras mi primer contacto con Richardson, en Barcelona, me trasladé a Niza y, por nada muy particular, me acerqué a Mougins, donde Picasso vivió los últimos 20 años de su vida con Jacqueline, la esposa que más le duró antes de ser enterrado delante de su castillo de Vauvenargues, no lejos de Aix-en-Provence, el castillo del que dijo un día, "lo he comprado sólo para ver de cerca la montaña de Sainte Victoire", inmortalizada en sus lienzos por Cézanne. Picasso vivió en una simple mansión campestre llamada Notre Dame de Vie. Muchas veces comía en Le Moulin de Mougins, de Berger, célebre en la guía gastronómica francesa.
Richardson desliza en la entrevista citada que Jacqueline cree que "en realidad no se suicidó, sino que siguió un ritual como el de las viudas indias que se tiraban al fuego junto al cadáver de su marido". Yo traté a Jacqueline tanto o más, supongo, que Richardson, y jamás atisbé en ella esa historieta que suele contarse de las viudas de personajes célebres. Jacqueline, desde que murió Picasso, en 1974, padeció durante ocho años por una razón fundamental: por lo que le hicieron sufrir los herederos del pintor; en ese tiempo envejeció descaradamente y se le cayó mucho pelo; yo la conocí por entonces, y pude seguir su evolución. Cuando se quedó sola en Mougins y cuando la herencia la dejó en paz, Jacqueline recordaba a Picasso, pero no como cuentan las leyendas refiriéndose a una viuda enlutada de negro y de lágrimas por el monstruo malagueño. Jacqueline lo tenía todo materialmente, pero le faltaba un hombre, y no Picasso precisamente, cuya vida con él, además, no fue un paseo aromatizado por fragancias y rosas. Jacqueline quería un hombre al que pudiese tocar. Ese hombre existía: se llamaba Frédéric Rossif, el cineasta autor de Morir en Madrid. Fue él quien me la presentó a mí, y yo fui quien la tranquilizó muchas veces asegurándole que Rossif no vivía con otra mujer. Un buen día la llamé y sentí que algo grave le ocurría; y al día siguiente volé a Mougins; por delicadeza, fui directamente al restaurante Le Moulin y le envié una nota rogándole que bajara a cenar conmigo; no vino, y me telefoneó y me dijo llorando: "No quiero ver a nadie, sólo quiero morirme". Llamé a su hija Catherine a París y le conté lo que sabía. Y regresé a Madrid sin verla. Una semana después se conoció su suicidio. La leyenda de la viuda inconsolable se infló, y la enterraron en Vauvenargues, al lado de Picasso. Todos los silencios, sobre ella y su colección, desde entonces, han sido brutales. El otro día paseé por Mougins y luego fui a Montecarlo, y comí y cené en el Café de Paris, una brasserie típica francesa, bellísima, belle époque, donde por menos de 300 fancos (no es nada en Mónaco) se degusta la cocina tradicional francesa. Frente por frente está el Casino y el Hotel de París, y aquí, en el restaurante Louis XV, se puede soñar todo en el paladar, pero a su precio.


Jacqueline con flores, 1954
Pablo Picasso

Picasso, a ojos de Jacqueline

Un libro sobre la última mujer del pintor afirma que donó 61 obras a España en 1986



Pablo y Jacqueline en La Californie, alrededor de 1955.
En junio de 1982 Jacqueline Picasso (1927-1986) dejó boquiabiertos a todos los que acudieron a inaugurar una exposición en el Museo Picasso de Barcelona. Cuando el alcalde Narcís Serra tomó la palabra, la última mujer de Picasso lo interrumpió para decir que donaba a la ciudad de Barcelona 52 cerámicas realizadas por el pintor malagueño. Fue una prueba de su generosidad que tuvo su momento culminante poco antes de morir en 1986 —tras pegarse un tiro en la sien en su castillo de Notre-Dame-de-Vie—, cuando donó 61 cuadros que se exponían en el Museo de Arte Contemporáneo (MEAC) de Madrid a España. Eso es lo que sigue manteniendo Pepita Dupont, amiga íntima de Jacqueline durante los tres últimos años de su vida.
Lo asegura en La verdad sobre Jacqueline y Pablo Picasso (Elba), un libro que sale hoy a la venta en castellano tras publicarse en francés en 2008, levantando una fuerte polémica entre los herederos del pintor que no dudaron en presentar hasta cuatro querellas. Y lo volvió a ratificar ayer en la presentación del libro en Barcelona.
Dupont explicó que: “Como hacía siempre que efectuaba una donación, Jacqueline me llamó y me dijo que había elegido con Aurelio Torrente, director del museo, las 61 obras que se expondrían en Madrid y que ya no volverían a Francia. Lo sabía Torrente, que había hablado con el presidente Mitterrand, con su hija, Catherine Hutin, con el abogado de Picasso, Roland Dumas, que también me lo confirmó y con el abogado español José María Armero”. Dupont no entiende por qué España no peleó más por estas pinturas. “Quizá hay intereses políticos que se me escapan”, aseguró tras reconocer que no ha podido hablar con Felipe González sobre las posibles presiones francesas para olvidar el tema.
La inexistencia probada del documento hizo que las obras volvieran a Francia. Para colmo, el Estado español tuvo que pagar por la venta de las publicaciones editadas para la exposición 30 millones de pesetas en concepto de derechos de autor. “Es un milagro que el libro salga en español, porque todas las cosas referidas a Picasso están muy controladas por la familia”. De hecho, aseguró, el libro no se vende en el Museo Picasso de París. “Lo volvería a escribir igual”, explicó esta periodista que durante 36 años ha trabajado para el semanario Paris Match.

'Jacqueline en cuclillas' (1954), una de las 61 obras exhibidas en la exposición 'Pablo Picasso en Madrid' en el MEAC, que forman parte de la colección privada de su viuda, Jacqueline. / BERNARDO PÉREZ
Dupont, lejos de los libros escritos por los descendientes de Picasso en los que el pintor no sale bien parado, retrata un “artista tierno y nada cruel”, y asegura que: “Como periodista he verificado lo que he escrito, refutando las obras que lo mostraban como un monstruo o un ególatra”. “He escrito una historia de amor de 20 años entre Picasso y Jacqueline, en la que queda claro que los cuadros nunca fueron para ellos una fuente de negocios, era algo diferente, una manera de vivir y de compartir con los otros”, explica.
E insiste: “Jacqueline hizo testamento, lo vi y el artista Gastón Orellana, también”. Esta afirmación le ha costado caro, ya que Catherine Hutin (la única hija de Jacqueline) denunció su libro por difamación, por entenderse que ella lo había hecho desaparecer. Lo raro, asegura Dupont, es que la ausencia de testamento de Picasso —“Me moriría al día siguiente si lo hago”, le dijo al crítico John Richarson— no impidió que se hiciera efectiva la donación de su colección particular al Louvre.
La autora, que no omite el alcoholismo final de Jacqueline ni su debilidad psicológica, se pone seria cuando recuerda su suicidio: “Habíamos hablado del tema. Me prometió que no lo haría, fue la única vez que me mintió”. La periodista remacha sus críticas a los intereses económicos de los herederos del pintor con una anécdota: “No han tenido reparos en dar el nombre de Picasso a un coche, cuando él no tuvo ningún interés de saber conducir”.



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