(1889 - 1970)
Frans Maserrel nació en 1889 en una pequeña ciudad marinera de la costa belga, en Blankenberge. Era el segundo hijo de Frans Jaak, un músico de 42 años que vivía cómoda y holgadamente de sus rentas. En su casa se hablaba en francés y eran conocidos por sus vecinos como una familia de ideas liberales y librepensadoras. En 1894 los Masereel se trasladaron a la cercana ciudad de Gante, la ciudad de las tres torres. Aquí fue donde Frans Masereel descubrió su vocación de pintor y dibujante. Él mismo diría muchos años después que se inició intuitivamente en el momento que pudo sostener un lápiz entre sus dedos.
En 1907, cumplidos los 18 años se matriculó en la Academia de Bellas Artes de la ciudad. De su paso por ella nunca olvidaría a dos profesores. Uno sería el director de la Academia, Jean Delvin, que además de enseñarle el oficio de pintor le abrió los ojos a la nueva y pujante pintura flamenca. El otro profesor, Jules de Bruicker, le inició en el dibujo a tinta china del natural. Una práctica que requiere capacidad de síntesis y decisión y certeza en el trazo de cada línea y cada mancha. Masereel siempre reconocería que fue Jules de Bruicker quién realmente le enseñó a ver la vida con ojos de artista. De estos profesores recibirá también un buen consejo: no echar raíces en la Bélgica provinciana y marchar cuanto antes a París.
Masereel llegó a la ciudad del Sena en 1910 con su prometida, Pauline Imhof, con la que un año más tarde se casaría. Se alojaron en el número 3 de la rue Navarre, en el V arrondissement. Aquí se entregará incansable a la pintura y sobre todo al dibujo, pues es gracias a su habilidad y maestría con los lápices y la tinta como se introduce rápidamente en pequeños periódicos y revistas.
Aunque su mayor sueño es publicar en L`Assiette au Beurre, una revista de corte satírico y radical que dirige un activo propagandista de las ideas libertarias llamado Henry Gilbeaux, Masereel no lo conseguirá. En el momento en que se prepara por fin un número especial ilustrado por él en solitario la revista se ve obligada de imprevisto a cerrar. El encuentro de Gilbeaux y Masereel resultará, sin embargo, decisivo. Además de ejercer una profunda influencia en su ideología y en sus concepciones artísticas, Gilbeaux, introducirá a Masereel en los círculos libertarios parisinos y le presentará a sus amigos escritores como Stefan Zweig, quien a su vez le pondrá en contacto con Romain Rolland, León Bazalgette, Rainer Maria Rilke y Emil Verhaeren.
El compromiso de Masereel con su propio arte es firme. No es un habitual de los cenáculos y tertulias de pintores ni tampoco un bohemio recién llegado y deslumbrado por París. Masereel entrega disciplinadamente sus horas a su oficio y aunque reniega de toda formación académica, estudia incansable a los grandes maestros grabadores alemanes del siglo XV. A los que trabajaron con buriles sobre planchas de cobre y, sobre todo, a los que seguían apegados a la tradición medieval y trabajaban con gubias y cuchillos sobre tacos de madera.
Admirará a Durero y su prodigiosa técnica, pero guardará su entusiasmo y complicidad con las estampas de Hans Holbein o o aquellas otras más rústicas del Arte del bien morir de Ulm, las danzas macabras o las manifestaciones más humildes de este arte, como las estampas de los viejos juegos de naipes, las imágenes de Epinal o las Biblias Pauperum, Biblias pobladas de estampas para uso de los pobres y los analfabetos. Historias sin palabras.
Dice la leyenda, que fue un tal Queatre Boeufs, representante comercial de materiales para artistas, quién enseñó a Masereel los rudimentos del viejo oficio del grabado sobre madera. La xilografía.
El inicio de la llamada Gran Guerra en 1914 lo sorprende en Bretaña. Tres días más tarde regresa a Gante junto a su familia, pero apenas puede permanecer unos meses junto a ellos. Antes de la incursión de las tropas alemanas en Bélgica Masereel se marcha a Dunkerke y desde allí se traslada a pie hasta París. A diferencia de otros muchos artistas de su generación, que verán en la guerra cumplirse los sueños y profecías de Nietzsche y se lanzaran entusiasmados a ella -como un Otto Dix o un Max Beckmann en Alemania- o los que lo harán por una idea de patriotismo -como Apollinaire o Derain en Francia- Masereel abominará de la guerra desde el principio y no transigirá en su condena. Para él no hay bandera, patria o causa alguna que justifique la gran matanza que se avecina. La guerra es para el joven artista la mayor catástrofe del hombre. Fiel a sus convicciones morales se convertirá en un prófugo del ejercito belga, que lo reclama reiteradamente.
En el otoño de 1914 el ambiente de París se le hace irrespirable y su defensa a ultranza del pacifismo, además de procurarle numerosas enemistades y disgustos, empieza a ser peligrosa.
A finales de 1915 abandona su casa de la rue Navarre tras conseguir un visado extraordinario de extranjero y se refugia en Ginebra junto a su amigo Henry Gilbeaux. Su primera decisión es apuntarse como colaborador voluntario de la Cruz Roja Internacional. Muy pronto las imágenes del horror en los campos de Europa, sus millones de muertos y mutilados, las bombas incendiarias, los gases y las ratas, emularan y superaran a aquellas otras visiones dantescas de muerte y destrucción de las estampas medievales. La danza macabra ha comenzado. Los dibujos de Masereel se pueblan de miles de soldados desfilando camino del matadero por culpa de la avaricia de sus Estados. Les veremos abandonando sus pueblos y ciudades, sus oficios y sus familias, les veremos morir cosidos a las alambradas e iluminados violentamente por los resplandores de las granadas. Sus gubias de grabador también señalaran a los culpables y darán forma a los rostros de los mercaderes de la guerra, a sus voceros y a sus demagogos. Tampoco tendrá piedad con los vicios y costumbres de una clase que se enriquece sin escrúpulos a costa de la guerra.
Masereel no estará solo en esta barricada. Al igual que Henry Gilbeaux se vincula a los grupos pacifistas que alienta y encabeza en Ginebra el escritor Romain Rolland. Su integridad, su energía, su prestigio, acrecentado tras la difusión de su famoso panfleto Au dessus de la mêlée, su erudición y su calor humano para los refugiados, cautivarán profundamente a Masereel.
“Raramente he encontrado alguien que, a pesar de tener una salud enfermiza, fuera capaz de una actividad tan grande”. Romain Rolland también dejará escrita su impresión del artista: “Un hombre atlético, con barba negra y gafas. Es reservado como un español. En realidad, es un flamenco de Gante. Sólo tiene 28 años, pero podría parecer de 35. Es muy simpático, fundamentalmente bueno e incapaz de la menor bajeza. No entiende lo que pasa actualmente y eso le llena de horror”.
El horror que lo atormenta es sin embargo fecundo. En 1916 encontramos ya sus estampas y sus dibujos contra la guerra en las revistas Demain, que dirige Guilbeaux, y en Les Tablettes, fundada por el propio Masereel junto al anarquista Claude Le Maguet, seudónimo de Jean Salives. Un año más tarde, en 1917, colabora con el periódico Le Fuille, una humilde y sencilla hoja que lanzará su acusación diaria a los gobiernos beligerantes entre agosto de 1917 y agosto de 1920.
En 1919, al tiempo que aborda la realización de nuevas estampas xilográficas, retoma con fuerza los pinceles y expone por vez primera sus grabados, acuarelas y pinturas en la librería Kundig de Ginebra. Un año más tarde, en 1920, publica dos de sus mejores y más reconocidos trabajos. Histoire sans paroles y L`Idee, que editarán simultáneamente las editions du Sablier en París y su nuevo admirador y editor alemán, Kurt Wolff, en Múnich. Al igual que sucedía con La passion d`un Homme y Mon livre d´Heures, el protagonista de estas nuevas narraciones es claramente un alter ego del propio artista. Un Masereel muy fácilmente reconocible por su figura larguirucha y desgarbada, su euforias desbordantes ante la belleza de la vida o el amor de una mujer y sus depresiones y desesperanzas ante la desgracia, la maldad y la crueldad. L`Idee es una brillante y triste parábola del pensamiento del creador. Un autorretrato que nos previene sobre la frágil coherencia con nuestras propias ideas y el destino incierto de nuestras obras. También durante este mismo año Masereel ilustra numerosos libros de sus amigos escritores como Le dernier homme de Andreas Latzko, Der Zwang de Stefan Szweig o el Pierre et luce de Romain Rolland.
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En 1921 el nombre de Frans Masereel es ya muy popular en Alemania gracias a las cuidadas ediciones de Kurt Wolff. En octubre viajará invitado por éste a Múnich y a Berlín, donde conocerá a George Grosz, que se le declara como un apasionado admirador de su obra. Conocerá también al escritor Arthur Holischter, al que años después ilustrará su Baedecker de los locos, libro que en España publicará tardíamente las ediciones Cénit. Entre las figuras de esta izquierda cultural de la Alemania de Weimar que ahora le rinde honores no puede faltar el mítico galerista Alfred Fletscheim, que le abre las puertas de sus galerías en Berlín y en Düsseldorf.
1921 será también el año de la publicación del primer libro ilustrado por Masereel en España: Algunos secretos del corazón, un conjunto de relatos cortos de Henry Barbusse que editará Rafael Caro Raggio.
En 1922 decide abandonar Ginebra y regresar a París. Lo hace clandestinamente, como un vagabundo, pues a diferencia de lo que sucede con otros refugiados a él se le sigue negando el pasaporte belga. Sólo en 1928 y gracias al arquitecto Henry van de Velde, Masereel legalizará su situación. En este año de 1922 se publica en Alemania la primera monografía dedicada a Masereel. Los textos los suscriben Stefan Zweig y Arthur Holitscher. Masereel parece hallarse en estado de gracia. Cada nueva entrega de sus “historias sin palabras” parece superar a la anterior. Esto es lo que ocurrirá cuando a finales de este año publique La ville, una densa y poderosa radiografía de la ciudad moderna. La nueva Babilonia que nos presenta Masereel surge de las ruinas de la guerra con todo su esplendor y su miseria y se revela ante nuestros alucinados ojos como un espectáculo fascinante a lo largo de 100 estampas. Su mirada, a veces tierna, a veces despiadada, pero nunca indiferente, nos arrastra entre una multitud humana por calles saturadas de anuncios y automóviles que se ven violentamente iluminadas por radiantes neones; visitamos los comercios, los cines, los juzgados, los mítines y manifestaciones sindicales, las oficinas donde se encorvan los funcionarios, entramos en los bancos y en la Bolsa, templos modernos donde se amasan o se pierden las fortunas, también en los cafés y en las tabernas, en los prostíbulos y en los hospitales donde agonizan los enfermos, en las sórdidas viviendas de los proletarios y en las mansiones suntuosas de los ricos. Nada ni nadie escapa a su mirada; suicidas, prostitutas, artistas de circo, tragafuegos, asesinos, criadas, músicos de jazz, comerciantes usureros, pequeños y grandes burgueses, mujeres, niños, ancianos, perros, gatos…
La ciudad de Frans Masereel es sin lugar a dudas una de las grandes obras del arte gráfico del siglo XX, el panóptico lúcido de una ciudad que puede ser París, pero también Berlín, Bruselas o Londres, una ciudad universal que se agita y se retuerce esclavizada por su propio dinamismo.
En 1925, tal vez huyendo de este Leviathan moderno, Masereel se instala en una casa de pescadores cerca de Boulogne–sur Mer. Se diría que retorna así a los paisajes de su infancia en Blankenbergen. Sus lienzos y acuarelas se llenan de costas, arrecifes, puertos, marineros…Una atmósfera serena y en ocasiones dulce nos sorprende en muchos de sus cuadros. Son imágenes que a diferencia del dinamismo dramático de sus grabados permanecen quietas, serenas. Imágenes teñidas por la melancolía de su infancia frente al mar, su paraíso perdido.
En los años siguientes Masereel obtiene el reconocimiento unánime del mundo del arte europeo. Sus exposiciones se encadenan: Ámsterdam, Bruselas, Berlín, Múnich, París, Londres, Praga, Budapest, Moscú…
Con la entrada de los años 30 Masereel disminuye considerablemente su ritmo de producción. Acaso influye en ello sus numerosos viajes y exposiciones por museos y galerías de media Europa. En 1930 expone por segunda vez en Moscú en el Musée de l`Art Moderne Occidental. El texto de introducción en el catalogo lo escribe Anatole Lunatscharsky, Comisario de las Artes del país soviético, que definirá a Masereel como “maestro del arte gráfico proletario del futuro”. Callará sin embargo que muchas de las obras del artista flamenco, como La Idea, no se publican ni distribuyen en la URSS por su contenido netamente libertario. Lunatscharsky debió sorprender con aquel texto a Masereel que además de su origen burgués, presumía sin rubor de sus convicciones anárquicas y apoyaba la tesis contraria al arte ligado a una clase social.
La información más relevante que dispone Masereel de la Unión Soviética le es suministrada por sus amigos escritores que han viajado ya a la Patria Socialista. Stefan Zweig será quién le haga llegar las primeras reservas frente al régimen estalinista que niega libertades y derechos individuales, aunque también matice su rechazo considerando que la única forma de liberar a Europa de sus viejas dolencias es la energía y la ilusión desatada por la revolución de octubre: En una carta de Stefan Zweig dirigida a Masereel le dirá: “Ex oriente Lux: solo de Rusia puede llegar la renovación para esta Europa que se derrumba”.
La ascensión en estos años del nacional-socialismo alemán supondrá una nueva y urgente llamada de atención entre los círculos pacifistas europeos. Muy pronto la presencia de Masereel en los actos y congresos convocados contra la guerra y el fascismo será constantes.
Solo en 1935, tras numerosas dificultades administrativas, Masereel viajará por fin a Moscú por vez primera y permanecerá allí durante dos meses. Dos semanas después de su llegada, escribirá a Romain Rolland:
En junio de este año de 1935, Masereel sigue atentamente el I Congreso Mundial en Defensa de la Cultura. La reunión celebrada en la Salle Mutualité de París está financiada y teledirigida por Moscú y organizada en sus más mínimos detalles por Willy Münzenberg, Ilia Ehrenburg y Mihail Koltsov.
Aldous Huxley, Robert Musil, Bertolt Brecht, Heinrich Mann, Boris Pasternak, André Gide, Malraux, Koltsov e Ilia Ehrenburg serán parte de su extensa y brillante nómina. El objetivo del Congreso, lo que se cuece entre sus bambalinas, es la constitución de un sindicato internacional de escritores que asuma como propio el supuesto de que estar contra el fascismo es, por definición, estar a favor del comunismo. Masereel al igual que tantos y tantos intelectuales europeos caerá en la trampa y aceptará esta simplificación grosera.
En 1936 Masereel regresa a la URSS. Permanece allí durante tres meses y visita, además de Moscú, el Caúcaso, el Mar Negro, el Mar Caspio, El Volga y Bakú. Asistirá también a una recepción oficial poco antes de su regreso donde será presentado a Stalin. En carta a Romain Rolland le dirá: « J`ai vu le grand manitou, et je lui a dit ce que j`avais sur le coeur au sujet de l`Art plastique en URSS ». [He visto al gran Manitú y le he dicho lo que pensaba sobre el arte plástico en la URSS]
Tras su regreso a París Masereel sufrirá una profunda crisis depresiva que coincidirá en el tiempo con la disputa y el escándalo que abrirá el libro de André Gide, a su regreso de Moscú, Retour de l`URSS. El libro, aunque de una manera suave, supondrá la primera condena del régimen soviético por un intelectual hasta entonces fiel al comunismo.
El estallido de la guerra civil española y el apoyo que al gobierno republicano presta la URSS en solitario incrementará aún más la simpatía de muchos artistas e intelectuales europeos por el comunismo que ven en el la única fuerza capaz de oponerse a los avances del fascismo.
En 1937, junto a otros miembros de la Delegación de Pintores de París, Masereel, es invitado por el Gobierno de la República y visita España por vez primera. Durante su estancia, de la que apenas queda por desgracia referencia alguna, viaja a Barcelona, Madrid y Alicante y se involucra en los preparativos para la Exposición Internacional de París donde Pablo Picasso presentará el Guernica.
Por entonces el arte de Masereel ha sufrido un cambio de estilo. Las imágenes son ahora más decorativas y los antiguos ritmos quebrados y angulosos se resuelven en contornos más fluidos, y suaves. La resolución de sus grabados es también más realista y de una inspiración más pictórica. La influencia de Ruoalt y Picasso es a veces demasiado evidente. Se diría que el gran Masereel ha pasado y que los nuevos tiempos, los días del antifascismo, han puesto fin a aquellas estampas irrepetibles, ingenuas y geniales de los años 20.
El rostro de los años 30 se verá mejor reflejado en la obra de otros grabadores, que aún influidos por Masereel, abandonan la impronta del expresionismo por una imagen de corte más frío y geométrico, muy en la línea de los presupuestos de la Bauhaus. El alemán Gerd Arntz será el mejor representante de esta estética.
Sólo con la llegada de la II guerra Mundial volveremos a encontrar algo de aquel Masereel en los albumes Destins, Apokalipse unserer zeit y Remember! De su posición frente al conflicto dirá:
En 1943 ante el asedio de Avignon por las tropas alemanas se traslada a un refugio campestre en la zona de Lot et Garonne y más tarde se muda al Château de Boinet. Una mansión semiderruída en la que permanecerá hasta 1949.
Con el final de la guerra Masereel retomará con intensidad su actividad pictórica y volverá a la técnica del grabado sobre madera. En 1946 aparece su Homenaje a Baudelaire ilustrado con 53 xilografías y en el 47 su Germinal de Émile Zola. Sus exposiciones en diferentes galerías y museos europeos volverá a ser constante. En 1949 fijará su residencia definitivamente en Niza. Se aloja en un piso frente al puerto donde vivirá hasta el final de sus días.
En la década de los 50, los honores y homenajes a Masereel se suceden. En 1951 será nombrado miembro de l`Academie Royale de Sciences, des Letres et des Arts de Bélgica y en 1957 miembro de la Academia de las Artes de Berlín (Antigua República Democrática Alemana). El cargo honorífico va acompañado de una gran retrospectiva que se inaugura el 5 de octubre de este año. Su producción de grabados tampoco se detiene. En diciembre de 1950 aparece su álbum de 30 xilografías Clef de Songes y en junio del 52 su nuevo relato en imágenes Notre Temps. En el 55 publica Die Nacht y un año después termina Mon Pays, un homenaje a Bélgica donde además de retratar sus paisajes y rincones más emblemáticos ilumina con precisión numerosas escenas y costumbres flamencas. En 1961 Masereel realiza 40 xilografías para el álbum Étalages, en el 63, tras una caída que le inmovilizará durante meses, da a la imprenta su relato en imágenes Poètes y en abril del 64 su Route des Hommes. En 1968 verán la luz sus últimos relatos sin palabras, Manis y Antwerpen, álbum este último de 78 xilografías dedicadas a esta ciudad flamenca. En este mismo año morirá su mujer Pauline Imhoff.
El 3 de Enero de 1970 a los 83 años de edad, Frans Masereel, el novelista sin palabras, muere en su nuevo domicilio de Aviñon. Días después las exequias oficiales se celebran en el Museo de Bellas Artes de Gante, la ciudad donde inició su viaje apasionado por la pintura, el grabado, la literatura, y la vida.
http://bremaneur.wordpress.com/category/masereel-frans/
http://bremaneur.wordpress.com/archivo/
La información más relevante que dispone Masereel de la Unión Soviética le es suministrada por sus amigos escritores que han viajado ya a la Patria Socialista. Stefan Zweig será quién le haga llegar las primeras reservas frente al régimen estalinista que niega libertades y derechos individuales, aunque también matice su rechazo considerando que la única forma de liberar a Europa de sus viejas dolencias es la energía y la ilusión desatada por la revolución de octubre: En una carta de Stefan Zweig dirigida a Masereel le dirá: “Ex oriente Lux: solo de Rusia puede llegar la renovación para esta Europa que se derrumba”.
La ascensión en estos años del nacional-socialismo alemán supondrá una nueva y urgente llamada de atención entre los círculos pacifistas europeos. Muy pronto la presencia de Masereel en los actos y congresos convocados contra la guerra y el fascismo será constantes.
Solo en 1935, tras numerosas dificultades administrativas, Masereel viajará por fin a Moscú por vez primera y permanecerá allí durante dos meses. Dos semanas después de su llegada, escribirá a Romain Rolland:
“Igual que Fausto vendería mi alma al propio demonio para volver a tener veinte años. Si estuvieras aquí, te aseguro que sentirías lo mismo. La recepción fue cálida y desde entonces la vida ha sido un torbellino difícil de describir. Apenas duermo de 4 a 6 horas cada noche. Le quito horas al sueño para hacer los dibujos que me vienen a pedir tres veces al día”.La experiencia Moscovita de Masereel le hará ver con mayor simpatía y optimismo el futuro de la URSS. Al día siguiente de su regreso escribirá de nuevo a Romain Rolland:
“Allí tengo todas las facilidades posibles; durante dos meses he vivido en una atmósfera imposible de imaginar(…) Allí tienes algo por que vivir y trabajar, en cambio aquí… Al dejar la URSS sentí una gran pena en el corazón.”
En junio de este año de 1935, Masereel sigue atentamente el I Congreso Mundial en Defensa de la Cultura. La reunión celebrada en la Salle Mutualité de París está financiada y teledirigida por Moscú y organizada en sus más mínimos detalles por Willy Münzenberg, Ilia Ehrenburg y Mihail Koltsov.
Aldous Huxley, Robert Musil, Bertolt Brecht, Heinrich Mann, Boris Pasternak, André Gide, Malraux, Koltsov e Ilia Ehrenburg serán parte de su extensa y brillante nómina. El objetivo del Congreso, lo que se cuece entre sus bambalinas, es la constitución de un sindicato internacional de escritores que asuma como propio el supuesto de que estar contra el fascismo es, por definición, estar a favor del comunismo. Masereel al igual que tantos y tantos intelectuales europeos caerá en la trampa y aceptará esta simplificación grosera.
En 1936 Masereel regresa a la URSS. Permanece allí durante tres meses y visita, además de Moscú, el Caúcaso, el Mar Negro, el Mar Caspio, El Volga y Bakú. Asistirá también a una recepción oficial poco antes de su regreso donde será presentado a Stalin. En carta a Romain Rolland le dirá: « J`ai vu le grand manitou, et je lui a dit ce que j`avais sur le coeur au sujet de l`Art plastique en URSS ». [He visto al gran Manitú y le he dicho lo que pensaba sobre el arte plástico en la URSS]
Tras su regreso a París Masereel sufrirá una profunda crisis depresiva que coincidirá en el tiempo con la disputa y el escándalo que abrirá el libro de André Gide, a su regreso de Moscú, Retour de l`URSS. El libro, aunque de una manera suave, supondrá la primera condena del régimen soviético por un intelectual hasta entonces fiel al comunismo.
El estallido de la guerra civil española y el apoyo que al gobierno republicano presta la URSS en solitario incrementará aún más la simpatía de muchos artistas e intelectuales europeos por el comunismo que ven en el la única fuerza capaz de oponerse a los avances del fascismo.
En 1937, junto a otros miembros de la Delegación de Pintores de París, Masereel, es invitado por el Gobierno de la República y visita España por vez primera. Durante su estancia, de la que apenas queda por desgracia referencia alguna, viaja a Barcelona, Madrid y Alicante y se involucra en los preparativos para la Exposición Internacional de París donde Pablo Picasso presentará el Guernica.
Por entonces el arte de Masereel ha sufrido un cambio de estilo. Las imágenes son ahora más decorativas y los antiguos ritmos quebrados y angulosos se resuelven en contornos más fluidos, y suaves. La resolución de sus grabados es también más realista y de una inspiración más pictórica. La influencia de Ruoalt y Picasso es a veces demasiado evidente. Se diría que el gran Masereel ha pasado y que los nuevos tiempos, los días del antifascismo, han puesto fin a aquellas estampas irrepetibles, ingenuas y geniales de los años 20.
El rostro de los años 30 se verá mejor reflejado en la obra de otros grabadores, que aún influidos por Masereel, abandonan la impronta del expresionismo por una imagen de corte más frío y geométrico, muy en la línea de los presupuestos de la Bauhaus. El alemán Gerd Arntz será el mejor representante de esta estética.
Sólo con la llegada de la II guerra Mundial volveremos a encontrar algo de aquel Masereel en los albumes Destins, Apokalipse unserer zeit y Remember! De su posición frente al conflicto dirá:
“Durante la primera Guerra Mundial, generalmente me mantuve fuera de los acontecimientos, yo era pacifista ante todo. Esa guerra, que era una especie de ajuste de cuentas entre capitalistas, no me interesaba; pensaba que solo se trataba de conducir hombres al matadero, nada más. No se veía la defensa de ningún ideal por ninguna parte [...] Por el contrario, la segunda Guerra Mundial se llevó a cabo en otro nivel muy diferente. Yo ya había tomado parte en la lucha antifascista y antinazi y se trataba de defender una posición que ya había adoptado desde hacía años [...] había el horror del nazismo, de Hitler [...] y la necesidad de salvaguardar una moral determinada [...], esta vez no era posible mantener una actitud pacifista”.De las actividades del Masereel resistente quedará para el recuerdo su colaboración con el Service Francais de Propagande y su colaboración con el escritor Jean Giradoux en el diseño y confección de panfletos propagandísticos arrojados por los aviones tras las líneas alemanas. El 13 de junio de 1940 abandona París junto a se mujer, Pauline, y se traslada a pie a Avignon, ciudad en la que permanece hasta 1943. El 24 de diciembre de este año aparecerá Danse Macabre, un relato de 25 dibujos en los que una vez más la muerte y la destrucción , emulando las danzas medievales, imponen de nuevo su protagonismo.
En 1943 ante el asedio de Avignon por las tropas alemanas se traslada a un refugio campestre en la zona de Lot et Garonne y más tarde se muda al Château de Boinet. Una mansión semiderruída en la que permanecerá hasta 1949.
Con el final de la guerra Masereel retomará con intensidad su actividad pictórica y volverá a la técnica del grabado sobre madera. En 1946 aparece su Homenaje a Baudelaire ilustrado con 53 xilografías y en el 47 su Germinal de Émile Zola. Sus exposiciones en diferentes galerías y museos europeos volverá a ser constante. En 1949 fijará su residencia definitivamente en Niza. Se aloja en un piso frente al puerto donde vivirá hasta el final de sus días.
En la década de los 50, los honores y homenajes a Masereel se suceden. En 1951 será nombrado miembro de l`Academie Royale de Sciences, des Letres et des Arts de Bélgica y en 1957 miembro de la Academia de las Artes de Berlín (Antigua República Democrática Alemana). El cargo honorífico va acompañado de una gran retrospectiva que se inaugura el 5 de octubre de este año. Su producción de grabados tampoco se detiene. En diciembre de 1950 aparece su álbum de 30 xilografías Clef de Songes y en junio del 52 su nuevo relato en imágenes Notre Temps. En el 55 publica Die Nacht y un año después termina Mon Pays, un homenaje a Bélgica donde además de retratar sus paisajes y rincones más emblemáticos ilumina con precisión numerosas escenas y costumbres flamencas. En 1961 Masereel realiza 40 xilografías para el álbum Étalages, en el 63, tras una caída que le inmovilizará durante meses, da a la imprenta su relato en imágenes Poètes y en abril del 64 su Route des Hommes. En 1968 verán la luz sus últimos relatos sin palabras, Manis y Antwerpen, álbum este último de 78 xilografías dedicadas a esta ciudad flamenca. En este mismo año morirá su mujer Pauline Imhoff.
El 3 de Enero de 1970 a los 83 años de edad, Frans Masereel, el novelista sin palabras, muere en su nuevo domicilio de Aviñon. Días después las exequias oficiales se celebran en el Museo de Bellas Artes de Gante, la ciudad donde inició su viaje apasionado por la pintura, el grabado, la literatura, y la vida.
http://bremaneur.wordpress.com/category/masereel-frans/
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Magnífico articulo, y oportuno para este año centenario del inicio de la primera guerra mundial. Enhorabuena.
ResponderEliminarA los amantes de Masereel les recomiendo la exposición que se abre la semana próxima en Bruselas:
“1914-1930 Frans Masereel en transición”, del 3.10.2014 al 01.03.2015, Bibliotheca Wittockiana, 23 rue du Bemel, B 1150 Bruselas. Tel. 32.2.770.53.33