Graham Greene Ilustración de T.A. |
RETRATOS AJENOS
FICCIONES
Casa de citas / Graham Greene / Patricia Highsmith III
Graham Greene / Una historia no tiene comienzo ni fin
Graham Greene / Una historia no tiene comienzo ni fin
Casa de citas / Vivien Greene / Catherine Walston
Casa de citas / Graham Greene / Hay hombres
Casa de citas / Graham Greene / Una cosa
Casa de citas / Graham Greene / Sobre la importancia de los amantes
Casa de citas / Graham Greene / Amantes
Casa de citas / Graham Greene / Personajes
Casa de citas / Graham Greene / Sarah
Casa de citas / Graham Greene / Quinientas palabras
Casa de citas / Graham Greene / Henry James
Casa de citas / Graham Greene / Casados
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DE OTROS MUNDOS
Expectación en torno al próximo Premio Nobel de Literatura
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Graham Greene / La vida del espía es tan solitaria como la del escritor
Jornada novelesca para Graham Greene
Graham Greene / Detesto todos los dogmas
Green, Borges, Sciascia y Naipaul, entre los probables Nobel de este año
Graham Greene / Espías en el laberinto
Las evasiones de Graham Greene
Admirables sombras de Graham Greene
Graham Greene escupe en la sopa
El libro "Yo acuso", de Graham Greene, prohibido por dos tribunales franceses
Graham Greene celebra sus ochenta años publicando un libro sobre Torrijos
Graham Greene / El impasible
Graham Greene publica El décimo hombre, su novela inédita
El Cónsul Honorario / Historia mayor, película menor
El Gobierno nicaragüense condecora a Graham Greene
Graham Greene / Señor de los espíritus
Graham Greene / Católico agnóstico
Graham Greene / Una lealtad compartida
Graham Greene pone en cuestión el catecismo y se aparta de la doctrina de Juan Pablo II
Muere Graham Greene, un autor crítico con la sociedad del siglo
Los pecados secretos de Graham Greene
Un nuevo libro sobre Graham Greene destaca la pasión religiosa unamuniana del escritor
El enigma de Graham Greene continúa descifrándose
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Leopoldo Durán / El cura confidente de Graham Greene
Catherine Walston / El amor más poético de Graham Greene
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Graham Greene / El americano impasible / Reseña
Graham Greene / El tercer hombre / Reseña
Graham Greene / El poder y la gloria / Reseña
Graham Greene / El fin de la aventura / Reseña de Vargas Llosa
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Graham Greene / El poder y la gloria / Reseña
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Graham Greene / El final del affaire / La noche oscura
Las lágrimas de Julianne Moore / The End of the Affaire o la beata impenitente
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DRAGON
Discovering two authors’ talents, faults in ‘Greene on Capri’ by Shirley Hazzard
Graham Greene / The Battle of Britain was won on Benzedrine
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RIMBAUD
Graham Greene
(1904 - 1991)
Henry Graham Greene (Berkhamsted, Hertfordshire, 2 de octubre de 1904 – Vevey, Suiza, 3 de abril de 1991) fue un escritor, guionista y crítico británico, cuya obra explora la confusión del hombre moderno y trata asuntos política o moralmente ambiguos en un trasfondo contemporáneo. Fue galardonado con la Orden de Mérito del Reino Unido.
Infancia y juventud
Greene nació en Berkhamsted, Hertfordshire, cuarto de los seis hijos que llegaron a tener Charles Henry Greene y Marion Raymond Greene, primos hermanos y miembros de una extensa e influyente familia a la que pertenecían los dueños de la licorería Greene King y varios banqueros y hombres de negocios. Su hermano menor, Hugh Greene, fue Director General de la BBC, y el mayor Raymond Greene un eminente doctor y alpinista. Como ascendientes literarios cabe mencionar que su madre era prima del gran escritor escocés Robert Louis Stevenson; por su parte, Charles Greene era subdirector del mismo colegio de Berkhamsted que dirigía el doctor Thomas Fry, casado con una prima suya.
En 1910 Charles Greene sucedió al doctor Fry como director del colegio y Graham, que era alumno interno, sufrió el acoso de los otros alumnos por ser hijo del director. Maltratado y profundamente deprimido, intentó suicidarse varias veces, algunas de ellas, según comentó él mismo, por el procedimiento de la ruleta rusa. Por ello, en 1921, con apenas 17 años, se sometió durante seis meses a psicoanálisis en Londres a fin de lidiar con su melancolía; fueron para él, según una biografía de Joseph Pearce, los mejores seis meses de su vida. Tras eso regresó al colegio pero no al internado y vivió con su familia. Entre sus compañeros de colegio estaban el periodista Claud Cockburn y el historiador Peter Quennell. De aquella época le quedó una depresión intermitente.
Con diecinueve años militó durante unas semanas (1922), en el Partido Comunista de la Gran Bretaña, lo que a la postre le valió restricciones para entrar en EE.UU hasta que fue elegido presidente John Kennedy.1 Fue al Balliol College en Oxford, donde pasó bastante desapercibido y se licenció en historia; su compañero, el novelista Evelyn Waugh, recordó entonces que "a Graham Greene le parecíamos fatuos y pueriles. Nunca participó en nuestras juergas universitarias". Su primer trabajo, un volumen de poesía titulado Babbling April se publicó en 1925, siendo aún estudiante, pero no fue muy bien acogido por la crítica.
Primeros trabajos
Tras licenciarse trabajó como periodista en Nottingham y luego como subeditor en The Times. Estando en Nottingham comenzó una correspondencia con Vivien Dayrell-Browning, una mujer católica (por conversión) que había escrito a Greene para corregirlo en una cuestión doctrinal; Greene se sintió atraído por la que sería su primera esposa y se convirtió al catolicismo en 1926. A año siguiente la pareja ya contrajo matrimonio y tuvieron dos hijos, Lucy (nacida en 1933) y Francis (nacido en 1936 y fallecido en 1987). En 1948 Greene dejó a Vivien por Catherine Walston, aunque siguieron casados (la iglesia católica no admite el divorcio).
Novelas y otros trabajos
Greene publicó su primera novela en 1929, titulada The Man Within (Historia de una cobardía), y su acogida logró que pudiera dejar su trabajo en The Times para dedicarse por completo a la literatura. Sin embargo los dos siguientes libros no tuvieron éxito y Greene luego los repudió; su primer éxito auténtico fue Stamboul Train / El tren de Estambul, 1932. Como muchos de sus libros, tuvo adaptación cinematográfica (Orient Express, 1934, dir. por Paul Martin).
Greene completaba sus ingresos como novelista con los que obtenía como periodista independiente, ejerciendo la crítica literaria y cinematográfica en The Spectator; además coeditaba la revista Night and Day, que tuvo que cerrar en 1937 a causa de su crítica a la película Wee Willie Winkie, ya que se interpuso una demanda contra el periódico por difamación y el periódico perdió. En la película actuaba Shirley Temple a los 9 años de edad y Greene aludía a que Temple exhibía "una cierta coquetería con la que pretendía atraer a personas de mediana edad". Hoy en día se considera la primera crítica a la sexualización de los niños en la industria del espectáculo.
Por entonces empezó a trabajar discretamente en inteligencia, en el MI6, y viajó por todo el mundo, en especial por Latinoamérica y África. Al principio sus obras se dividieron en dos géneros: novelas pane lucrando de misterio e intriga (thrillers), como Brighton, parque de atracciones, que él mismo llamó "de entretenimiento" (aunque sus argumentos también contaban con un lado existencial), y las novelas de corte más literario y trascendente, como El poder y la gloria, en que fundaba su reputación.
Al ir avanzando su carrera, tanto Greene como sus lectores descubrieron que las novelas de "entretenimiento" alcanzaban tanto nivel literario como las literarias. De hecho, las últimas, tales como Los comediantes, Nuestro hombre en La Habana, Viajes con mi tía (Travels with My Aunt) y El factor humano, combinaban estos tipos literarios, además de una notable comprensión interior de sus personajes.
Greene también escribió muchas novelas cortas y piezas teatrales, que también, en general, fueron bien recibidas, aunque siempre se consideró a sí mismo como narrador; no desdeñó la literatura infantil y escribió también cuatro obras para niños.
La larga y premiada carrera de Greene dio en sus seguidores la esperanza de que fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura, pero aunque al parecer fue seriamente considerado en 1974, nunca lo recibió; acaso su gran popularidad pudo haber jugado en contra para los más académicos, y los temas religiosos de sus novelas pudieron alienar a algunos miembros del jurado.
Viajes y espionaje
A lo largo de su vida, Greene viajó lejos de Inglaterra, a lo que él llamó los lugares salvajes y remotos del mundo. Los viajes lo llevaron a ser reclutado en el MI6 por su hermana, Elisabeth, que trabajaba para la agencia. En consecuencia, fue enviado a Sierra Leonadurante la Segunda Guerra Mundial. Kim Philby, que más tarde sería descubierto como agente soviético, fue el supervisor y amigo de Greene en el MI6. Más tarde Greene escribió una introducción a las memorias de Philby de 1968, My Silent War. Como novelista, Greene tejió los personajes que conoció y los lugares donde vivió en la redacción de sus novelas.
Greene primero salió de Europa a los 30 años en 1935 en un viaje a Liberia que luego le permitió escribir un famoso libro de viajes Viaje sin mapas.
Su viaje a México en 1938 para ver los efectos de la campaña del gobierno de secularización forzada anticatólica fue pagado por la editorial Longman, gracias a su amistad con Tom Burns, y de esta experiencia surgió la detallada crónica de viaje "Caminos sin ley" (1938), donde retrata un México convulsionado por los acontecimientos relativos a la expropiación petrolera. Con esto y otros acontecimientos revolucionarios empezó a gestarse en él los preparativos de su siguiente novela. Posteriormente viajó al estado de Tabasco, que en esa época, solo tres años antes, había estado bajo la influencia política de Tomás Garrido Canabal, de tendencias socialistas. Llegó a Frontera después de 41 horas de viaje desde el puerto de Veracruz, encontrándose con un estado pantanoso, húmedo y caluroso, donde las iglesias y los sacerdotes habían sido diezmados por el gobierno y la gente moría víctima del paludismo. Ese viaje produjo dos libros, el citado The Lawless Roads (publicado como Another Mexico en U.S.A.) y la novela The Power and the Glory. En 1953, el Santo Oficio informó a Greene que El Poder y la Gloria dañaba la reputación del sacerdocio; pero más tarde, en una audiencia privada con Greene, el Papa Pablo VI le dijo que, aunque algunas partes de sus novelas ofenderían a algunos católicos, debería ignorar las críticas.
Greene viajó por primera vez a Haití en 1954, donde situa The Comedians (1966), que estaba bajo el gobierno del dictador François Duvalier, conocido como "Papa Doc", que solía alojarse en el Hotel Oloffson en Port- au-Prince. Y, a fines de la década de los 50, como inspiración para su novela Un caso agotado (1960), Greene pasó un tiempo viajando por África visitando varias colonias de leprosos en la cuenca del Congo y en lo que entonces era el Camerún británico. Durante este viaje a finales de febrero y principios de marzo de 1959, se encontró varias veces con Andrée de Jongh, luchadora de la resistencia belga responsable de establecer una ruta de escape para aviadores derribados desde Bélgica a los Pirineos.
En 1957, pocos meses después de que Fidel Castro comenzara su asalto revolucionario al régimen de Batista en Cuba, Greene desempeñó un pequeño papel ayudando a los revolucionarios, como mensajero secreto que transportaba ropa abrigada para los rebeldes de Castro que se escondían en las colinas durante el invierno cubano. Se decía que Greene estaba fascinado con los líderes fuertes, lo que podría haber explicado su interés en Castro, a quien más tarde conocería. Después de una visita, Castro le dio a Greene una pintura que había hecho, que colgaba en la sala de la casa francesa donde el autor pasó los últimos años de su vida. Más tarde, Greene expresó sus dudas sobre la Cuba de Castro, diciéndole a un entrevistador francés en 1983: "Lo admiro por su coraje y su eficacia, pero cuestiono su autoritarismo", y agregó: "Todas las revoluciones exitosas, aunque idealistas, probablemente se traicionen a sí mismas en el tiempo."
Sus últimos años
Greene se mudó a Antibes en 1966 para estar cerca de Yvonne Cloetta, a quien había conocido años atrás, y con quien mantuvo una relación hasta su muerte. En 1981 fue galardonado con el Premio "Jerusalem Prize", otorgado a escritores preocupados por "la libertad de los individuos en la sociedad". Uno de sus trabajos finales, J'Accuse — The Dark Side of Nice (1982), trata sobre un asunto legal en el cual él y su familia se vieron envueltos cerca de Niza.
En el libro manifestó que el crimen organizado estaba floreciendo en Niza y que el gobierno protegía la corrupción tanto policial como jurídica. Esto produjo una demanda por difamación que perdió. Fue reivindicado después de su muerte, sin embargo, cuando en 1994 el ex alcalde de Niza, Jacques Médecin fue condenado por varios crímenes de corrupción y de delitos asociados, terminando en prisión.
Balance
Greene consiguió tanto los elogios de la crítica como los del público. Estaba en contra de que lo llamaran un "novelista católico" ("no sé por qué me ponen la etiqueta de escritor católico: soy simplemente un católico que es también escritor", señaló en 1981 a la hija de un amigo íntimo14); tampoco que le llamasen 'escritor político'. Con todo en la mayoría de sus novelas, y gran parte de sus obras iniciales más relevantes (p. e. Brighton Rock, The Heart of the Matter y The Power and the Glory), son explícitamente católicas las preocupaciones e intereses de algunos de sus personajes, a veces portavoces del autor. Así que, aunque rechace esa denominación, siguiendo a Newman —"no puede existir una literatura cristiana"—, desde 1937 no le parece inexacto decir que ha empleado personajes católicos; y del mismo modo que estuvo cerca de las preocupaciones políticas más progresistas desde la Segunda Guerra, sin entrar ciegamente en la defensa de sus promotores. En su caso,
- La persecución que el socialismo llevaba a cabo contra la religión en México, por un lado, y el ataque del general Franco contra la República española, por el otro, vincularon inextricablemente la religión con la vida contemporánea.
Con lo que se reconoce irónicamente como "agente doble". En efecto, muchas de sus novelas se desarrollan en momentos de gran efervescencia o crisis política, sea en Vietman, en Cuba o en ciertos países africanos, incluyendo además la Guerra Civil española en El agente confidencial.
En la entrevista de Yvonne Cloetta, publicada por Marie-Francoise Allain, si bien declara su simpatía por el comunismo, admite su fracaso y su distancia en la realidad de las ideas teóricas proclamadas por sus seguidores.
Durante el último año de su vida, Graham Greene vivió en Vevey, un pueblo a orillas del Lago Lemán en Suiza. Había dejado de ir a misa y de confesarse en algún momento de los años 50, pero al parecer en los últimos años de su vida Greene recibía los sacramentos administrados por un sacerdote español del que se hizo amigo, el padre Leopoldo Durán. Cuando murió a la edad de 86 años en 1991, fue enterrado en un cementerio cerca de Corsier-sur-Vevey.
En octubre de 2004 se publicó el tercer y último volumen de The Life of Graham Greene / La vida de Graham Greene por Norman Sherry, su biógrafo oficial. La obra de Sherry revela que Greene continuó enviando informes a los servicios de espionaje británicos hasta el final de sus días, lo que ha llevado a algunos académicos a formularse la siguiente pregunta: ¿fue Greene un novelista que también era espía, o fue su carrera literaria la pantalla perfecta?
Graham Greene |
Graham Greene
El País, 19 de septiembre de 1978
Escritor británico cuya última novela, El factor humano ha obtenido un gran éxito, ha declarado en su casa del sur de Francia que él no escribe para obtener el Premio Nobel de Literatura, para el que desde hace años es uno de los candidatos principales. «Mis relatos los hago sólo para procurarme placer personal», dijo a un periodista el autor de Nuestro hombre en La Habana.
EL PAÍS
Borges y Graham Greene, finalistas
Gabriel Guevara
Estocolmo, 6 de octubre de 1978
En el tricentenario edificio de la Bolsa, que da la plaza Mayor de la Gamla Stan(Ciudad Vieja), donde tiene su sede la Academia Sueca, periodistas y críticos se apiñaron ayer a mediodía en el Salón Blanco, para enterarse de que el Premio Nobel de Literatura para 1978 había sido otorgado al novelista polaco Isaac Bashevis Singer.Como todos los años, cuando el reloj de péndulo, regalado en 1876 a la Academia por su fundador, Gustavo II, dio la una de la tarde, por la puerta contigua apareció puntualmente -como un cucú inexpresivo y atildado- el secretario perpetuo de la corporación, Lars Gyllensten, para leer el veredicto ante una batería de fotógrafos y de televisión.
El importe del premio subió este año de 700.000 a 725.000 coronas (unos 161.000 dólares, doce millones de pesetas), y los diarios explican que, pese a la baja de la moneda sueca, la Fundación Nobel pudo aumentar la recompensa porque sus negocios van bien. Entre la cartera de la fundación están los negocios inmobiliarios y vínculos con Bofors, la principal firma de Suecia en el mercado internacional de armamentos.
Enfrentados finalmente a la alternativa entre el argentino Jorge Luis Borges (inveteradamente rechazado por los académicos progresistas) y el más potable Graham Greene, se decidieron por Singer, un novelista menor que estaba en la lista de reserva.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de octubre de 1978
El País, 5 de abril de 1979
Iman Abdulmajid, bella estudiante africana de veintitrés años, será la figura estelar en un nuevo filme que, sobre la obra de Graham Greene El factor humano, producirá y dirigirá Otto Preminger. La película se rodará en Londres y en Africa del Sur, el próximo verano.
El País, 2 de octubre de 1979
Graham Green apurará hoy algo más lentamente el whisky pálido que degusta todas las tardes. El autor de El factor humano celebrará con ese alcohol rebajado, en su casa de Antibes (Francia), su universario número 75. En la tranquilidad de su cuarto de trabajo, el señor Greene no sabrá que un escritor español, Miguel Delibes, acaba de declarar en Suecia que ya es hora de que la academia que concede el Premio Nobel se acuerde del escritor inglés. Graham Greene está acostumbrado a este tipo de generosidades, porque él mismo las practica en igual medida que su colega de Valladolid.
RAFAEL CONTE
6 JUL 1980
6 JUL 1980
El novelista británico Graham Greene llegará hoy a Madrid, invitado por el alcalde Enrique Tierno Galván, para intervenir en una serie de actos culturales patrocinados por el municipio, que en los próximos meses ofrecerá al pueblo madrileño la posibilidad de conocer de cerca a una serie de personalidades de la cultura, el arte y la ciencia. El programa de la visita de Graham Greene incluye recepciones oficiales, un encuentro con la crítica literaria y un coloquio público, que se celebrará el próximo miércoles, a las siete de la tarde, en el Centro Cultural de la Villa de Madrid.
«Cada vez me resulta más difícil creer en Dios, y hasta se me podría definir como un ateo católico» Graham Greene, a sus 75 años, es uno de los escritores más célebres del mundo entero. Ha sido durante toda su vida un solitario y su gusto por los viajes le ha llevado por los cinco continentes. En sus libros revela sus extraños itinerarios, tanto geográficos como espirituales. Suele decir que no cree en el Hombre -así, con mayúscula-, sino en algunos hombres, y cada vez que encuentra uno nuevo, lo que no es frecuente, se cree más inclinado a enarbolar su fe.Suele decir que no es un novelista católico, sino un católico que escribe novelas, lo cual no es lo mismo, claro está. Tras una niñez también solitaria, en su juventud se hizo comunista a los diecinueve años: duró cuatro semanas en el partido. Antes de aventurarse en sus peregrinajes experimentó una aventura inmóvil, la de la ruleta rusa, ese espeluznante juego de azar con un revólver cargado con una sola bala y el tambor que gira a ver si la contrasuerte acierta. Poco después, a los veintitrés años, se hizo católico, y lo sigue siendo, a pesar de todas las dudas del mundo que parecen lastrarle el alma.
Estudió historia en Oxford, fue periodista, secretario de redacción del Times y crítico literario y cinematográfico. Pero no le gustan las novelas contemporáneas, por «demasiado complicadas». Y del cine prefiere no hablar, a pesar de que diecinueve de sus veintiuna novelas han sido llevadas a la pantalla. Curiosamente, la más famosa, El tercer hombre, nació de un relato breve convertido luego en guión y posteriormente reescrito. Sigue a las puertas de la Academia Sueca, permanente candidato al Nobel, y tal vez sólo Borges pueda merecerlo tanto como él. Le gustan El Quijote, Unamuno, Chesterton, Stevenson y, sobre todo, Henry James y Joseph Conrad. Pero tuvo que interrumpir durante veinte años la lectura de Conrad: le hacía daño, le perjudicaba para su propia tarea de escritor.
Y aborrece a Kipling, cantor del imperio y del colonialismo británico. Le gustan los guerrilleros, pero está en contra de los terroristas. Se casó y tiene dos hijos, y ahora vive solitario, una vez más, en Antibes, en plena Costa Azul. Pero en verano huye del turismo. Publicó su primer libro -de poemas, claro está- hace 55 años. En 1935 viajó por Africa, y Sierra Leona le inspiró dos de sus mejores libros, la novela El revés de la trama y las descripciones de Viaje sin mapas. Tres años después, México le inspiraría otros dos Caminos sin ley y su celebérrima El poder y la gloria.
Es amigo de Fidel Castro y Omar Torrijos, y lo fue de Ho Chi Minh. Indochina le inspiró, Un americano impasible, Paraguay, El cónsul honorario; Haití, Los comediantes, y la Cuba precastrista, Nuestro hombre en La Habana. En otro de sus libros, El agente confidencial, aparece la guerra civil española como fondo. Ha intentado también el teatro, con éxitos a veces discutidos, desde El cuarto de estar a El amante complaciente o Tallando una estatua. Por Argentina ya no vuelve desde que falleció su gran amiga y traductora Victoria Ocampo y subió al poder el general Videla.
Primero fue excesivamente apasionado, pero hoy se muestra escéptico. «Apasionadamente escéptico», señala. Le gustaría creer en el futuro de un socialismo humanista y de rostro humano. Utiliza los espías como si fueran santos o víctimas expiatorias. Cuando escribe divertimentos -como él los llama, para diferenciarlos de sus obras «serias»- brilla con humor no exento de ternura, como en Viajes con mi tía. Ha escrito también Ensayos católicos, y hasta una especie de autobiografía parcial, Una especie de vida. Y hace un par de años volvió al primer plano de la actualidad con su magistral El factor humano, cuyo éxito no se ha repetido con la fábula moral y. simbólica de su último libro, El doctor Fischer de Ginebra.
El dolor es lo más importante para él, pues es la manifestación del mal. Aborrece la piedad, pues estima que la compasión se da entre iguales, mientras que la piedad viene de arriba y es peligrosa. Es alto, de tez muy clara y grandes bolsas bajo unos ojos excesivamente azules. Prefiere el whisky JB porque es más claro, como el Castle de El factor humano. Toda su vida ha buscado la sencillez, y la ha conseguido, sin renunciar por ello a la profundidad. Y aunque le cuesta creer en el paraíso, en lo que no cree de ninguna manera es en el infierno. Es el difícil testigo de la no menos dificultosa esperanza del hombre del siglo XX. Un solitario marginado, voluntariamente vagabundo, que nos hace conocernos mejor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 6 de julio de 1980
Graham Greene: el mensaje en la botella
JESUS FERNÁNDEZ SANTOS
10 MAR 1982
En Antibes, entre Cannes, Niza y Menton, en plena Costa Azul, es decir, vecino de Scott Figerald, Blasco Ibáñez y la Mansfiel, vive, entre París y Capri, el último superviviente de una edad en la que los escritores buscaban ideas y reposo a orillas del mar Mediterráneo.Dedicado en estos últimos tiempos a la investigación y denuncia de la delincuencia, dueña y señora de los casinos vecinos y demás lucrativos negocios, Graham Greene aún ha tenido tiempo de publicar, con la implacable regularidad que siempre ha caracterizado su quehacer literario, la segunda parte de su biografía, que se asoma por lo común a guerras, dictaduras o insólitos paisajes, en los que no podía faltar el cine, pues entre tanta pluma ilustre como la Costa Azul ha conocido, si exceptuamos a Blasco Ibáñez, ninguna estuvo tan unida a él ni que le daba tanto como la del autor del Tercer hombre.
Su etapa de crítico supone cuatro años de trabajo y más de cuatrocientas películas vistas, demasiadas para un segundo oficio que, según el escritor, empezó como simple diversión, para acabar convertido en válvula de escape cada vez que la novela, por entonces en el telar de la pluma y la memoria, se negaba a seguir adelante; una huida, una evasión de hora y media más allá de la inexorable melancolía que abruma al novelista cuando lleva demasiado tiempo encerrado sin otra luz que la que nace de sus propias páginas.
Enemigo del sonido
Enemigo declarado del sonido en el cine, como la mayoría de los intelectuales de su tiempo, Greene recibe también con recelo el color que tiñe el nuevo rostro de actores y actrices. Lo que más llama la atención en sus páginas es su minucioso mirar hacia atrás, a ese mundo de seiscientas horas de butaca, tras declararse incapaz de releer ninguna de sus novelas, salvo muy contadas excepciones. Su reserva sobre Greta Garbo, su irritación contra Hitchcock, al que tacha de superficial, le hace incluirlos con ironía en la cosecha de melodramas más o menos biográficos producidos allá por los años treinta, cuando, entre retazos de vida de Zola o Pasteur, casa a Ricardo Corazón de León con Berenguela de Navarra según el rito anglicano.
Como a cualquier espectador normal, a las películas artísticas prefiere las comerciales, las del Oeste, las policíacas. Sus opiniones personales, discutibles o no, le llevarán a enfrentarse con actores y actrices que le harán valer la fuerza de sus intereses ante los tribunales, como en el caso de la famosa Shirley Temple. La ambigua habilidad de esta niña-mujer para atraerse a los hombres es la primera sensación que aún hoy salta a la vista cada vez que se asoma a la pequeña pantalla en historias como La pequeña coronela. Greene lo anota en su columna, y los patrones de la estrella tomarán buena nota, llevando el caso ante los tribunales.
Mas, a pesar de todo, de hacer crítica de cine a escribir guiones, tal como Greene explica, sólo hay un paso: el que separa al productor del teléfono. Así, un buen día Alexandre Korda hace al escritor la pregunta consabida: "¿No tendrá usted ningún guión por ahí?", y como no lo tiene el futuro colaborador, sobre la marcha lo improvisa. Es el principio de una labor que, compartida más adelante con Carol Reed, dará pie a sus historias mejores.
Hoy, de momento, tras muchos filmes en común, whiskies y discusiones a lo largo de kilómetros de alfombra de hotel, las relaciones entre el escritor y, el cine concluyen sobre el puerto de Antibes, donde Greene recibe muy raramente a los amigos.
Tiempo atrás, antes de que la Mafia y Niza ocuparán lugar y preferencia en sus preocupaciones, solía acercarse al vecino Festival de Cannesen busca de algún rostro amigo o asistía a los trabajos de Truffau interpretando de incógnito pequeños papeles, como en La noche americana. Cualquiera que haya visto la película le recordará soso y desgarbado, demasiado grande en el papel de agente de seguros que viene a negociar la póliza del actor muerto poco antes. Si él, en su época de crítico, hubiera tenido que juzgar este breve trabajo suyo, a buen seguro"que hubiera escrito un epitafio poco caritativo.
Dos artes narrativas
O tal vez no; a que el cine, por robar impunemente temas, fondo y estilo a tantas otras artes, nos traiciona con juicios inesperados más a menudo de lo que deseáramos. Una canción, un rostro, un paisaje tienen a veces más poder sobre nosotros y nuestros juicios críticos que una historia completa con su planteamiento, su nudo y desenlace. Su falta de medios de expresión, rigurosamente exlusivo o autóctonos, le hace más permeable al espectador, que no siempre sabe explicarse el porqué del interés que siente. Habida cuenta de que cine y novela son, quiérase o no, dos artes narrativas, la única respuesta válida quizá sea la que Greene nos ofrece al hablarnos de sus libros: "Escribir una novela es un poco como meter un mensaje en una botella Ni lanzarla al mar". Algún amigo o enemigo inesperado siempre lo recupera". Se recupera o se pierde, como tantos filmes, en el mar del olvido de las cinematecas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 10 de marzo de 1982
EL PAÍS
14 ENE 1983
Graham Green, escritor inglés, hizo un viaje relámpago a La Habana para entrevistarse con Fidel Castro, según informa Efe. El autor de Nuestro hombre en La Habana estuvo veinticuatro horas en dicha ciudad; cinco de ellas en charla nocturna con Castro. Llegó el martes desde Nicaragua, acompañado por el panameño Jesús Chucho Martínez, del equipo personal de Omar Torrijos, y regresó a Managua en la mañana del miércoles. Fidel Castro, tras entrevistarse con el ministro español de Cultura, Javier Solana, se reunió con Graham Green a las doce de la noche. El escritor ha estado ya otras veces en Cuba, pero desde 1967 no había vuelto a ver a Castro. Testigo de la charla informal fue Gabriel García Márquez, amigo de ambos. Literatura, política, experiencias personales del escritor inglés, el general Omar Torrijos, gran amigo de los tres, y la crisis de centroamérica fueron los temas de conversación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de enero de 1983
Londres 3 ABR 1984
Una novela escrita por Graham Greene hace 40 años será publicada el próximo febrero. La novela, propiedad de la Metro-Goldwyn-Mayer, fue vendida a un editor británico por 8.000 libras (aproximadamente millón y medio de pesetas). "Yo la recordaba como unas notas en dos hojas de papel y estaba dispuesto a utilizar toda clase de chantajes para evitar su publicación", explicó Greene, "pero cuando la leí comprobé con sorpresa que es bastante buena y autoricé su edición".La obra inédita tiene unas 60.000 palabras y se titula El décimo hombre.Fue escrita tres años antes de que apareciera El tercer hombre, relato corto que dio origen a una famosa película interpretada por Orson Welles. "De hecho, esta obra es mejor que El tercer hombre", afirma el escritor británico, quien confiesa que no ha tenido que corregir prácticamente nada.
Graham Greene escribió El décimo hombre poco después de la segunda guerra mundial, cuando había firmado un contrato con la MGM que le obligaba a ceder a la compañía norteamericana toda su producción literaria. El manuscrito pasó a los archivos de la Metro, hasta que fue vendido al editor británico Anthony Blond. Pese a que Greene no tiene ningún derecho sobre el texto, Blond se puso en contacto con él en Antibes (Francia).
El editor describió así en el Sunday Times la entrevista: "Fuimos al restaurante en el que Greene come habitualmente. Se sentó cerca de nosotros y pretendió hacer como que leía una revista. Pero me fijé que no pasaba nunca la página. No sabía como dirigirme a él, así que le escribí una nota, "no veo ninguna razón por la que El décimo hombre no deba ser publicado", y la metí en un libro. Le pedí a un camarero que se lo llevara y volvió poco después con una lacónica nota: "Yo las veo todas". Pese a todo, el escritor aceptó volver a leer el manuscrito y cambió radicalmente de idea.
El libro será editado con una introducción en la que explica la historia de la novela. Greene ha anunciado también que revelará el nombre de una famosa película que se basó en un guión suyo pero, no en balde fue miembro de los servicios secretos británicos, se ha negado a adelantar ninguna pista.
La novela El décimo hombre está ambientada en París durante la ocupación nazi.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de abril de 1984
Graham Greene |
Cientos de personas
7 de junio de 1991
Cientos de personas asistieron ayer en la catedral de Westminster a un funeral por el escritor Graham Greene, fallecido en Suiza en abril. Asistieron, entre otros, el escritor Harold Pinter, el actor Alec Guinness y el director Richard Attenborough.
Latín y versos de 'Hamlet' en el entierro de Graham Greene en Suiza
AGENCIAS
Vevey, 9 de abril de 1991
El escritor Graham Greene, fallecido el pasado miércoles a los 86 años, fue enterrado ayer en Corseaux, muy cerca de Vevey, Suiza, en una ceremonia católica oficiada en latín por el sacerdote español Leopoldo Durán. También a petición del escritor, fue recitado un pasaje de Hamlet: "Buenas noches, dulce príncipe. Vuelos de ángeles te cantan para que descanses".Entre otros, asistieron la compañera del escritor durante los últimos 30 años, Yvonne Coetta, y la viuda, Vivien, de 85 años -por cuya causa se convirtió al catolicismo en los años veinte-, así como los hijos, Francis Greene, residente en Inglaterra, y Caroline Bourget, residente en Vevey, que cuidó de su padre en los meses de su enfermedad, y sobrinos.
El sepulcro, cubierto con una lápida provisional que pone Graham Greene 1904-1997, se encuentra sobre una colina desde la que se ve el lago Leman, no muy lejos de la tumba de Charles Chaplin.
Por deseo expreso de Greene, ofició el padre Leopoldo Durán, amigo del escritor, con quien realizó numerosas excursiones por España. En ellas se inspira Monseñor Quijote. Las únicas personalidades de las cerca de 60 personas asistentes fueron el embajador del Reino Unido en Berna y el editor francés de Greene, Rol Laffont.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de abril de 1991
Graham Greene muere a los 86 años sin haber conseguido el Premio Nobel
El País
4 de abril de 1991
Graham Greene, uno de los escritores en inglés más importantes del siglo, traducido a 27 idiomas, murió ayer víctima de la leucemia en Vevey (Suiza), a los 86 años de edad, sin que, de acuerdo con una vida guiada por la discreción, hubiese trascendido que se encontraba enfermo.Autor de una extensa. obra creada a lo largo de 60 años, a un ritnio de 200 palabras al día de promedio, el novelista Greene fue autor de algunas obras, como El poder y la gloria, El revés de la trama o Un caso acabado, de enormes ventas en todo el mundo, que le dieron una reputación de escritor católico que él no siempre aceptó, al menos así formulada. Con una obra en la que se alternan libros que podrían ser considerados morales con otros que llanió durante mucho tiempo entretenimientos (como Nuestro hombre en La Habana) y escritos más fuertemente conectados con la historia de su tiempo, que a veces él anunció, como en El americano impasible.
Greene alcanzó una fuerte popularidad, en un supuesta facilidad que, según algunos, fue causa de que no le dieran el Premio Nobel, un premio que, según los galardonados Gabriel García Márquez y William Golding si se merecía.
Los secretos de un amigo
Lola Galán
Londres, 17 de octubre de 1994
"Por supuesto que no lo he contado todo", dice Leopoldo Durán en conversación telefónica desde su domicilio de Vigo. "Como sacerdote que soy y como persona honrada, hay secretos que uno tiene que guardar. Yo no digo que Greene fuera un santo, pero fue una finísima persona, y yo fui el único que le conoció bien", dice. Durán, un sacerdote nacido en la aldea orensana de Tenedo de Avión hace 77 años, tomó contacto con el autor de El factor humano -primero epistolar, más tarde contacto directo- a mediados de los años sesenta. Sobre la base de una amistad de 27 años, Durán, doctorado en Teología, Filosofía y Literatura Inglesa, ha escrito su retrato de Greene, recientemente editado en Londres y que se publicará en EE UU y Canadá en febrero próximo.
Su opinión sobre las otras biografías de Greene es clara. "El libro de Michael Sheldon sobre Graham Greene carece de valor, no tienen ni pies ni cabeza, ni la menor base", es la rotunda opinión que tiene sobre la escandalosa biografía Graham Greene, el hombre. Las alegaciones de homosexualidad y vida licenciosa le parecen al autor de Graham Greene, amigo y hermano, poco menos que un sacrilegio.
Por el contrario, su opinión sobre Norman Sherry, autor de una larga biografía sobre Greene, es radicalmente distinta. "Sherry es un gran investigador. Una persona excepcional que ha estado a punto de dejarse la vida en la búsqueda de datos sobre Greene. Lo único que ocurre es que apenas conoció a su biografiado. Greene no quiso casi verlo. Yo fui el único que llego a conocerlo bien, incluso mejor que su mujer, Vivian, quien, por lo demás, es una excelente persona. Aunque nunca debieron casarse".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de octubre de 1994
LAS INFIDELIDADES
DE GRAHAM GREENE
Londres, 7 de octubre de 1995
Vivien Greene, 91 años y viuda del escritor Graham Greene, conoció "al menos" a ocho de las amantes de su esposo, quien la abandonó con dos hijos hace 40 años pero no la olvidó en su testamento, redactado poco antes de fallecer, en 1991, en la residencia que habitaba en Suiza con Yvonne Cloetta, la amiga con la que convivió sus últimos 25 años. En la única entrevista que ha concedido desde la muerte del escritor con motivo de la aparición el próximo noviembre de su libro La colección de casas de muñecas de Vivien Greene -es una reconocida experta del arte en miniatura-, confesó haber vendido, por temores financieros, 34 primeras ediciones que el autor le enviaba a medida que publicaba. La distribución del testamento de Greene, proceso que llevó un año, reveló, sin embargo, que el escritor fue generoso con ella y con sus dos hijos, "aunque todo lo de los bancos suizos se quedó para Cloetta, que le hizo muy feliz a última hora", según publica el diario británico Dady Telegraph. Vivien considera de mal gusto que la última amante, "a quien, tampoco fue fiel, como a ninguna", asistiera al funeral de la catedral de Westminster en memoria del escritor. En una carta enviada en 1948, Graham Greene justificó así su marcha del hogar: "Por mi naturaleza, mi egoísmo e incluso en cierta forma mi profesión, seré siempre, y con cualquiera, un mal esposo". Sin embargo, el escritor nunca quiso el divorcio y se enfadó mucho cuando se lo sugirió Vivien, "no por su catolicismo, sino por la mala imagen pública que representaba".-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de octubre de 1995
Graham Greene |
Quinientas palabras
Antonio Muñoz Molina
26 de junio de 1996
Cinco años y varias biografías después de su muerte la figura de Graham Greene tiende a desdibujarse un poco, incluso para muchos de sus lectores más adictos. La gente muere y se desvanece en la memoria pública, y los libros, que estuvieron alimentados por la vida y la presencia del autor, se borran parcialmente o del todo cuando el autor ya no existe, cruzan por un purgatorio de indiferencia del. que muchas veces ya no vuelven, porque a donde va a dar es al olvido. Graham Greene se murió en Ginebra en abril de 1991, y para conmemorar el quinto aniversario de su ausencia, el novelista y editor Michael Korda ha escrito en The New Yorker una larga evocación de su amistad Con el maestro, a quien conoció a principios de los años cincuenta a bordo de un yate de lujo que hacía un crucero por el Mediterráneo.Aquel verano, Michael, Korda, sobrino del productor de El tercer hombre y El ídolo caído, era un adolescente de 16 años que acababa de terminar el curso en un internado inglés y al que su padre enviaba ahora a pasar obligatoriamente las vacaciones en un yate poblado de adultos a los que no conocía. Era tan tímido, cuenta, que le daba terror el simple hecho de salir de su camarote. Una mañana no tuvo más remedio que subir a cubierta a la hora del aperitivo, y se encontró perdido entre mujeres de vestidos claros y gasas y hombres de pantalones blancos, chaquetas azules con botones dorados y pañuelos al cuello que bebían cócteles y charlaban frente al horizonte de calma azul del Mediterráneo'. Acobardado, rígido en su nerviosismo, oiría las risas de las mujeres y el tintineo de las copas dispersado en el aire por la brisa del mar. Entonces, alguien sí lo vio: un hombre alto, de cara gruesa y rojiza, de ojos extraordinariamente claros, se acercó a él con una sonrisa alentadora y ofreciéndole un dry martini:
-Esto es lo que te está haciendo falta -le dijo.
De modo que en menos de un minuto Michael Korda se emborrachó instantáneamente con el primer dry martini de su vida y trabó con Graham Greene una simpatía mutua que a los dos los salvaba del tedio lujoso del crucero por el Mediterráneo, y que iba a durar a lo largo de 40 años, hasta la muerte de Greene. Recordando a quien fue su amigo, que aquella mañana de principios de los cincuenta había tenido la delicadeza generosa de adivinar su desamparo y de ofrecerle el auxilio tan necesario de su camaradería y su magisterio, Michael Korda se extraña de no encontrar apenas los rasgos de la persona que él conoció en ninguna de las copiosas biografías publicadas hasta ahora, que oscilan sin término medio entre la santificación y la calumnia, que reconstruyen paso a paso, cada una de las fechas, domicilios, viajes y pormenores laborales o sentimentales de Greene y sin embargo no parecen reparar en lo que aquel chico de 16 años vio enseguida, la bondad misteriosa de aquellos ojos transparentes, su benevolencia y su curiosidad hacia los más débiles, hacia los que tienen rniedo y se sienten perdidos, su dedicación diaria y sin énfasis al oficio de escribir.
A Graham Greene, que había sido espía, le gustaba inventar tramas de espionaje no sólo, en sus novelas, sino también en su vida personal, y alimentaba la vanidad de que el FBI llevaba muchos años persiguiéndolo, interviniendo sus cartas y sus llamadas telefónicas. Cuando en Estados Unidos se permitió el acceso público a una parte de los archivos de los servicios de inteligencia, Greene le pidió ansiosamente a Korda que hiciera lo posible por conseguir el expediente que sin la menor duda habría elaborado él FBI contra él, con todos los detalles de sus viajes y sus conspiradores, de su amistad íntima con Fidel Castro, con Torrijos, con Kim Philby, de su tenaz antiamericanismo. Korda, que vivía en Estados Unidos, solicitó a Washington el expediente sobre Greene y lo recibió con toda normalidad a vuelta de correo, comprendiendo enseguida, nada más palpar su delgadez, la decepción que iba a llevarse su amigo: los documentos que había imaginado tan novelescamente Graham Greene, las fotograrfías y los informes y las transcripciones de cintas telefónicas que atestiguarían décadas de acoso y espionaje norteamericano, se reducían en la realidad a un par de recortes viejos de periódico sujetos con un clip y guardados en un sobre marrón.
Dice Korda que ese sobre casi vacío y la tenacidad de la Academia, sueca en no darle el Nobel fueron las dos grandes decepciones de la vejez de Graham Greene. Desde 1978, cuando terminó esa maravilla imborrable de melancolía y transparencia que es El factor humano, la calidad de su escritura sufrió un declive muy acentuado, al que no eran ajenos ni el whisky ni la decrepitud física. Pero hasta el final siguió trabajando, como un anciano laborioso que no se resigna a la infamia de la jubilación: escribía quinientas palabras diarias, ni una más ni una me nos, porque después de tantos años tenía para calcularlas un instinto tan seguro como el del artesano que sabe medir las cosas a ojo y con toda exactitud. Esas son las quinientas palabras diarias que justifican una vida, la página y media que es el fruto del trabajo sin el cual algunos no sabemos situamos en el mundo, una cosa tan frágil como un puñado de polvo, una pura destilación de empeño y paciencia que no es nada día a día y sin embargo se convierte luego en la hilera de las obras completas de Graham Greene. A la mañana siguiente de conocerlo, muy temprano, Michael Korda subió a la cubierta del yate de su tío y vio a Greene escribiendo, echado en una hamaca, con atención, con rapidez, sin apariencia de dudas o de arrepentimientos.
Al cabo de un rato, escritas. sus quinientas palabras, Greene guardó la estilográfica y el cuaderno de tapas negras en el que había estado escribiendo y sólo entonces pareció que reparaba en el sol recién salido y en el aire fresco de la mañana. Con todo el entusiasmo, el aturdimiento y la gratitud de los 16 años, Michael Korda pensó que no habría en el mundo otro oficio mejor que el de su amigo Graham Greene.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de junio de 1996
Graham Greene Ilustración de T.A. |
Siempre el doble juego, entre la vida y la muerte, la política y la religión, el amor y el odio, el sufrimiento y la compasión, la inocencia y la presencia del mal desarrollados en ambientes cargados de calor húmedo y de lujuria pegajosa que llevan al protagonista hacia un destino trágico de tener que apurar el cáliz del perdedor. Graham Greene, como buen católico, se excitaba en los prostíbulos más espesos. A uno de ellos, en París, llevó a su nueva amante Yvonne. La dejó en la barra frente a una copa y él se adentró en el laberinto abrazado a una prostituta. Su amante era una mujer casada a la que había rescatado de un marido ejecutivo en la selva del Camerún, una francesa ordenada, con cada pasión en su sitio, pero después de aquella aventura comenzó a pensar que el alma de Graham era más oscura de lo que aparentaba su diseño de apacible burgués. Se enamoró de aquel hombre hasta el fondo donde nadan los peces negros que nunca ven la luz. La mayor parte de sus novelas fueron llevadas al cine, pero sólo dos, El tercer hombre y El americano impasible, pertenecen a la imaginación colectiva. Los sótanos de Viena dividida en la posguerra mundial y el Vietnam a punto de ser abandonado por los colonialistas franceses están ya unidos para siempre al poderío de Graham Greene de contar historias duras, sin adjetivos, aparentemente ligeras, pero llenas de misteriosos laberintos que son los del alma humana.
Manuel Vicent
'Viaje a 'Greenelandia'
Graham Greene escribió 25 novelas
La primera de las novelas de Greene -Historia de una cobardía, trama de influencia conradiana, de traiciones entre contrabandistas del siglo XIX- contó con buenas críticas y un sorprendente éxito. Fue entonces cuando Greene decidió tirarlo todo por la borda. Y todo era nada menos que una plaza de redactor en el prestigioso The Times.
El problema llegó cuando la segunda novela y la tercera pincharon, hasta el punto de que Greene acabó repudiándolas y prohibiendo su reedición. The name of action (1930) y Rumor of nightfall (1931) le hicieron ver que lo de la carrera de escritor no era el camino de rosas que había soñado. En la cuarta novela, Greene sabía que no podía fallar. Abandonó por un momento su pasión por Joseph Conrad y eligió una trama de intriga, puso unas gotas de orientalismo y situó la acción en un tren. Y Orient Express (1932, Caralt) funcionó y le abrió las puertas del cine.
El tema de la frontera y de las intrigas detectivescas o de espionaje se ha ido sucediendo en la obra de Greene, que se ha permitido -gracias a su amplia experiencia viajera- un numeroso catálogo de escenarios. Greene volvió a jugar la carta de la intriga en Campo de batalla (1934, Bruguera) y reincidió en Una pistola en venta (1936, Caralt). Entre ambas publicó Viaje sin mapas (1936), que iniciaba su andadura como escritor de viajes.
A partir de Brighton, parque de atracciones (1938, Plaza y Janés y Proa) la crítica empezó a calificar a Greene como "escritor católico". La lucha entre el bien y el mal se hacía más explícita que nunca.
El poder y la gloria (1940, Seix Barral), reincidía en esta línea de conflicto moral, aunque con la acción situada en México y con un sacerdote en el papel estelar. Antes, por motivos económicos, Greene escribió en sólo seis semanas El agente confidencial (1939, Caralt), con la guerra de España como fondo. La novela psicológica El ministerio del miedo (1943) dio paso a El revés de la trama (1948) y a El fin de la aventura (1951).
La necesidad de los viajes como vía de escape se hizo más patente en esos años, y Greene se embarcó en una serie de novelas ambientadas en países lejanos. En El americano impasible (1955, Alianza) la acción se sitúa en Vietnam y en Nuestro hombre en La Habana (1958) el escenario pasa a Cuba y la acción gira en torno a un grupo de espías inventado que acaba teniendo conexiones con la realidad. Un caso acabado (1961) tiene una leprosería del Congo como escenario y Los comediantes (1966) se centra en el Haití de Duvalier.
Viajes con mi tía (1969) opta por la vía del humor, y en Una especie de vida (1971)Greene pasa al género autobiográfico para relatar su vida hasta la publicación de su primera novela.
Ya más cerca en el tiempo, El cónsul honorario (1973, Edhasa) traslada la acción a Suramérica y El factor humano (1978, Argos) opta por una visión humana del mundo de los espías. El doctor Fisher en Ginebra (1980, Argos) y Vías de escape (1980) dieron paso a Monseñor Quijote (1982, Vergara), en la que salió a relucir la relación de Greene con un original cura de Orense, mientras que en Descubriendo al general (1984, Plaza y Janés) narraba su amistad con el panameño Omar Torrijos. El décimo hombre (1985, Seix Barral) resucitó una vieja historia nacida de la colaboración de Graham Greene con Hollywood, como lo había sido El tercer hombre. Por último, El capitán y el enemigo (1988) cierra la obra novelística de Greene con una historia narrada casi en forma de sueño. Es la obra maestra final.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de abril de 1991
BIBLIOGRAFÍA
Novelas
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Cuentos
- 1948 El espía
- 1954 Veintiún cuentos (Twenty-One Stories)
- 1967 ¿Puede Ud. prestarme a su marido? (May we Borrow your Husband?)
- 1991 La última palabra (The Last Word), última publicación
Autobiografía
- 1971 Una especie de vida (autobiografía)
- 1980 Vías de escape (autobiografía, continuación)
- 1992 A World of My Own (póstuma)
- 1984 Getting to Know the General (Historia de un enredo)
Obras para niños
- The Little Train, 1946
- The Little Fire Engine, 1950
- The Little Horse Bus, 1952
- The Little Steamroller, 1955
Teatro
- The living room, 1953
- The potting shed, 1957
- The complaisant lover, 1959
- Carving a statue, 1964
- The return of A. Rafles, 1975
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