viernes, 1 de noviembre de 2013

María Félix / El mito de la belleza eterna

(8 de abril de 1914 - 8 de abril de 2002)


María de los Ángeles Félix Güereña ( 8 de abril de 1914, Álamos, Sonora † 8 de abril de 2002, Ciudad de México) fue la actriz mexicana más famosa de su tiempo. Uno de los símbolos del cine mexicano en su época de oro y uno de los grandes Mitos del cine de habla hispana, se le conoció internacionalmente por los sobrenombres de «La Doña» y «María bonita».

María de los Ángeles Félix Güereña, nació en Álamos, Sonora el 8 de abril de 1914. Fue hija de Bernardo Félix, descendiente de indios yaqui. Su madre se llamaba Josefina Güereña, de ascendencia española. Tuvo once hermanos: Josefina, María de la Paz, Pablo, Bernardo, Miguel, María Mercedes, Fernando, Victoria Eugenia, Ricardo, Benjamín y Ana María del Sacramento.
Durante su infancia mantuvo una estrecha relación con su hermano Pablo, tanto que la madre los separó pensando que pudieran envolverse en una relación incestuosa. Con tal objeto, envió a Pablo a una escuela militar. El posterior suicidio del joven se ha atríbuido al hecho de la forzada separación. Quienes conocieron a María dicen que, de niña, disfrutaba con aficiones propias de muchacho, alejada de cuanto se esperaba de una niña. De jovencita se ejercitó como consumado jinete.
El tiempo transcurrió favorablemente para su hermosura; muy pronto su aspecto comenzó a llamar la atención. Fue coronada reina de la belleza estudiantil. Muy joven aún aceptó en matrimonio a Enrique Álvarez Alatorre, un vendedor de la Max Factor (con quien procreó a su único hijo, el también actor Enrique Álvarez Félix), de quien acabaría divorciándose. Viajó luego a Ciudad de México, donde gracias a un encuentro casual con Fernando Palacios pasó a formar parte de la profesión cinematográfica.
Conocida por el sobrenombre de La Doña por su papel en la película Doña Bárbara basada en la novela homónima de Rómulo Gallegos y por el protagónico de “Doña Diabla”. Fue una de la grandes figuras de la “Época de Oro del cine mexicano” junto con Dolores del Río, Pedro Armendáriz, Pedro Infante, Jorge Negrete, Sara García y los Hermanos Soler.
María Félix y Jorge Negrete empezaron una mala relación durante el rodaje de El Peñón de las Ánimas (1943), de Miguel Zacarías, ya que él había solicitado a su novia Gloria Marín para el papel principal. Por esta causa el rodaje de El peñón de las ánimas fue difícil y condujo a un enfrentamiento directo entre ambos. Lo que contribuyó a cimentar la fama de “La Doña” como una mujer dura y altanera, que tanto contribuyó a su éxito.
Tras el rodaje de El Peñón de las ánimas, su fama ya no paró de crecer. Tanto es así que filmes como María Eugenia (1943), de Felipe Gregorio Castillo, y Doña Bárbara (1943), de Fernando de Fuentes, le otorgaron la categoría de gran diva del cine mexicano.
Un papel estelar junto a un ídolo como Jorge Negrete era una puerta lo bastante grande para que la cruzase sin reparos una mujer dotada de tanto carisma y autoestima. A partir de entonces, todos sus papeles serían protagonistas. Concretamente su interpretación de la Doña Bárbara del escritor venezolano Rómulo Gallegos es insuperable. Él mismo Gallegos se encargaba del guión y los diálogos de la película y cuentan que al conocer a María en un restaurante exclamó: “¡Es ella! ¡Es mi Doña Bárbara!”.



"Una mujer es algo muy complicado y difícil; 
es un laberinto donde cualquiera se puede perder fácilmente, 
inclusive otra mujer."

María Félix




"Un hombre tiene que ser escultura para satisfacer, 
una mujer para satisfacer solo sonríe, no es lo mismo 
tener el brazo tendido que la boca abierta."

María Félix





Su celebridad aumento con su mítico matrimonio con el gran “músico-poeta” Agustín Lara, a quien conoce en 1943. Lara compuso para ella el tema musical “María Bonita”, que la consagra internacionalmente. Su matrimonio con Lara concluye en 1948.
Doña Bárbara será el inicio de las importantes colaboraciones entre María y Fernando de Fuentes, a cuyas órdenes filma La Mujer sin Alma (1944) y La Devoradora (1946), cintas que contribuyen a aumentar su celebridad como “vampiresa por excelencia del Cine Mexicano”, rol que sin embargo abandona en filmes como “El Monje Blanco (1945) de Julio Bracho y tras su primer encuentro con Emilio Fernández y su mítico grupo.
De la mano de Fernández, María realizara las tres películas que la consagran a nível internacional: Enamorada (1946), Río Escondido (1947) y Maclovia (1948). Gracias a estos filmes, la fama de María cruza el Atlántico.

Contratada por el productor español Cesáreo González, María realizará tres importantes películas en España. Gracias a éste, la actriz participó en diversos proyectos fuera de su país, entre los cuales cabe destacar Mare Nostrum (1948), de Rafael Gil; y La Couronne Noire (1950), filme del argentino Luis Saslavsky basado en un argumento de Jean Cocteau.
Protagonizó las producciones españolas La noche del sábado (1950), de Rafael Gil, escrita a partir de la obra homónima de Jacinto Benavente, y Camelia (1953), de Roberto Gavaldón, donde hizo pareja con el actor español Jorge Mistral, bien conocido a ambos lados del Atlántico.
De España pasará a Italia, donde realizó Incantessimo Trágico (1951) y Mesalina (1952), de Carmine Gallone, en su momento, la cinta más cara del cine italiano.
En 1952, María regresa a México. Su estancia en el país se basará principalmente en su matrimonio con Jorge Negrete, su otrora enemigo, y con quien María contrae matrimonio en 1953, enviudando once meses después.
Tras la muerte de Negrete, María regresa a Europa. En Francia realizará las cintas La Belle Otero (1954) y Les Heroes son Fatigués (1955), esta última al lado de Yves Montand. Sin embargo, la cinta más importante de María en este periodo es French CanCan, del mítico director francés Jean Renoir.
A su regreso a México en 1955, María, convertida ya en figura mítica del cine, se dará el lujo de elegir sus propias cintas, directores y hasta co-estrellas. De este periodo destacan La Escondida, Canasta de cuentos mexicanos (1955) y Café Colón (1958), las tres junto a Pedro Armendáriz, para muchos su galán por excelencia. En 1956 estelariza Tízoc, al lado del ídolo Pedro Infante, cinta que sin embargo no fue del agrado de la actriz a pesar de su éxito internacional. En 1959, Ismael Rodríguez la reúne en La Cucaracha, con su “complemento mítico”, Dolores del Río.
Su contacto posterior con el cine extranjero se limita a las cintas españolas Faustina (1957), de José Luis Sainz de Heredia y Sonatas (1959) de Juan Antonio Bardém, así como a la producción franco-mexicana La Fievre Monte a El Pao, dirigida por Luis Buñuel.
En 1956, María contrae matrimonio por tercera ocasión con el banquero francés Alexander Beger, con quien vivirá entre México y Francia, y de quien enviuda 18 años después.
En los años 60′s, la presencia de María solo se limita a unas cuantas películas, siendo las más destacadas Juana Gallo (1961) y Amor y Sexo, (1963), donde realiza un desnudo parcial. En 1970, filma La Generala, que será su última cinta. La telenovela mexicana La Constitución, en 1972, será su último trabajo profesional como actriz.
A partir de entonces, María se retira de la vida pública de manera parcial para dedicarse a una de sus grandes pasiones: los caballos. Algunos de sus ejemplares llegaron a ganar importantes premios hípicos internacionales. Su última pareja sentimental fue el pintor francés Antoine Tzapoff.

María Félix y Pedro Armendaríiz en la película Enamorada
Los años postreros de María transcurren entre eventos sociales, homenajes, opiniones controvertidas (“Yo no sé por qué Fox se arrodilla ante ese mugroso de Marcos”), simples despropósitos (“Los quise mucho, fueron mis amigos, pero ni Diego ni Frida me parecen pintores. Les falta, les falta”). Hasta el final de su vida aseguró que quería volver a la actuación, pero nunca se concretó nada.
La muerte de su hijo y admirador más ferviente, Enrique Álvarez Félix, la llena de quebranto. En lo demás, María se niega a convertirse en una Norma Desmond de Sunset Boulevard , asilada en su residencia y entregada a la revisión de sus películas. Como Norma Desmond, exclama: “¡Entonces teníamos rostros!” ; a diferencia del personaje prodigiosamente interpretado por Gloria Swanson, nunca huye del mundo. Semanas antes de morir, acude a un concierto de Luis Miguel, que se acerca y la besa. Un reportero le pregunta: “¿Y dónde le dio el beso, Maria?- En la boca, ¿ dónde, sino ? .  María Félix murió, cuando dormía, aproximadamente a la 1:00 am. hora de Ciudad de México, pero sólo hasta aproximadamente las 10:00 de la mañana de ese 8 de abril se descubrió el cuerpo sin vida de la artista; de este lamentable acontecimiento dio información su médico de cabecera el Dr. Enrique Peña.
El día en que falleció, fue depositado su cuerpo inerte en un féretro y así fue transportado de su residencia de la Colonia Polanco en la Ciudad de México al majestuoso Palacio de Bellas Artes. El cortejo fúnebre fue flanqueado por una escolta de motociclistas y gente del pueblo que la acompañó, la vitoreó y la aplaudió a su paso por las diferentes calles por donde desfiló hasta llegar a su destino en la gran ciudad.

El féretro con los restos mortales de María nunca se abrió de acuerdo con los deseos de la propia finada.
El féretro en Bellas Artes permaneció durante 22 horas; de este histórico sitio, cuna de la Cultura y las Artes nacionales, partió el cortejo fúnebre despidiéndolo entonando la sentida “Golondrina” hacia la Asociación Nacional de Actores en donde se le rindió tributo en el Teatro Jorge Negrete, expresando unas palabras alusivas al acto el flamante nuevo Secretario General de la ANDA, el actor y coreógrafo Juan Imperio, y entonando sus compañeros actores “María Bonita”. De este lugar partió el cortejo fúnebre hacia el Panteón Francés donde reposan sus restos al lado de su hijo Enrique Álvarez Félix y de sus padres.
Figura indispensable del Cine Mexicano María Félix. Personalidad controvertida y admirada por su belleza legendaria y originalidad.
La próspera relación de María de los Ángeles Félix con el cine (47 películas) empezó por azar. Se hallaba mirando escaparates en el Centro Histórico de la Ciudad de México (entre las calles de Palma y Fco. I. Madero) cuando el director Fernando Palacios la abordó preguntándole si le gustaría hacer cine. La respuesta pertenece también al mundo de los tópicos, pero los que configuran la leyenda de La Doña: “¿Quién le dijo que yo quiero entrar en el cine? Si me da la gana, lo haré; pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande”.
A partir de Doña Bárbara (1943), la actriz y sus personajes comenzaron a fundirse en una sola unidad. Muchos especialistas afirman que María Félix siempre se interpretó a sí misma en todas sus películas. Opiniones más aventuradas, como la de Paco Ignacio Taibo I -autor del libro La Doña (1991)- señalan que la aparición de la actriz en el panorama del cine mexicano fue tan impactante que los guionistas y directores terminaron por escribirle historias de acuerdo a su personalidad. El resultado fue una curiosa mezcla de realidad y ficción que terminó por construir el mito de la Félix.
Su fascinante imagen destacó en títulos como La mujer sin alma (1943) y La devoradora (1946), de Fernando de Fuentes; La diosa arrodillada (1947), de Roberto Gavaldón; y Doña Diabla (1948), de Tito Davison. Parece que ella misma iba enriqueciendo esa imagen, de tal modo que su colaboración con el director Emilio Fernández le permitió completar una trilogía heterogénea que resume sus méritos y favorece que, aún hoy, el público la trate regiamente: Enamorada (1946), Río Escondido (1947) y Maclovia (1948). Ni siquiera su aventura francesa —French Cancán (1954), de Jean Renoir— fue tan celebrada como esos tres títulos del Indio Fernández.


Como una soberana ideal del cine hablado en español, María abordó todos los géneros, y lo hizo bien. Si nos limitamos al asunto que guía estas líneas, hemos de citar su personificación de Catalina de Erauso en La monja alférez (1944), de Emilio Gómez Muriel, su trabajo junto a Buñuel en Los ambiciosos (1959), y su linda presencia en Sonatas (1959), aquella película de Juan Antonio Bardem que recreaba el texto de Valle-Inclán. En esa línea española, María Félix también mantuvo una estrecha relación profesional con el productor Cesáreo González. Su presencia excepcional enriqueció la coproducción franco-española La bella Otero (1954), de Richard Pottier; y en un tono más ligero, dio lecciones de seducción en Faustina (1956), de José Luis Sáenz de Heredia, donde también intervenían Fernando Fernán Gómez, Conrado San Martín, Tony Leblanc y José Isbert. Cerrando el catálogo español, esta última comedia presentaba a la actriz en una faceta voluptuosa cuyos efectos aún se perpetúan en la gran pantalla.
Tras su última aparición cinematográfica, en La Generala (1970), María Félix estuvo relacionada por lo menos con tres proyectos fílmicos, ninguno de los cuales logró cristalizarse. El primero de ellos fue la versión cinematográfica de la novela de Carlos Fuentes “Zona sagrada”, cuya trama guarda más de una relación con la vida de la estrella. El segundo, la polémica adaptación de “Toña Machetes”, novela escrita por Margarita López Portillo, que terminó filmándose con Sonia Infante. El más reciente, fue la adaptación de “Los papeles de Aspern” de Henry James, que llevaría por título “Insólito esplendor” y que iba a ser dirigida por Jaime Humberto Hermosillo. Durante 1997, la prensa de espectáculos en México especuló con la posibilidad de un retorno de la Félix, al lado de Verónica Castro, interpretando una versión para televisión de la obra “Los amores criminales de las vampiras Morales” de Hugo Argüelles.


Igual que su país: “tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios”, parecía inevitable que la devorara la máquina de los sueños de Hollywood. Pero se resistió. Su argumento fue que no quería aprender inglés ni le gustaban los papeles de india que le ofrecían: “No nací para cargar canastos”, “me ofrecen papeles de india y las indias las hago en mi país, en el extranjero sólo encarno a reinas” dijo. Si algo perdió con esta decisión, lo compensó con la adhesión popular y la admiración de los intelectuales de su país y del Viejo Mundo.
Su biógrafo más conocido, Paco Ignacio Taibo, hace notar en su obra -obviamente bautizada como “La Doña”- que María Félix no sólo poseía “una belleza singular”. También era fundamental en ella el contraste con las actrices “tradicionalmente sumisas” de su país.

El escritor mexicano Carlos Monsiváis la describió como “una sucesión de atavíos, ‘close-ups’, actitudes y frases memorables” y también como “la persona que veía en el lujo la escenificación de sus fuerzas interiores”. Sobre todo, María Félix -en cuyo honor fueron bautizadas miles de mujeres que hoy tienen entre 40 y 50 años- fue el sueño de generaciones de latinoamericanos y no latinoamericanos. “Tanta y tan intensa es su hermosura, que duele”, dicen que dijo Jean Cocteau cuando la conoció. No fue el único piropo. Su amigo Diego Rivera le dedicó un autorretrato “a María Reina de los Ángeles Félix, quien millones de gentes admiramos y amamos pero a quien nadie querrá tanto como yo”. El propio Rómulo Gallegos le subrayó en una edición de su libro Doña Bárbara una frase: “Agua clara del remanso donde los cielos se miran”. Al margen, el escritor anotó: “Ésta, María, eres tú”. Agustín Lara, uno de sus cinco maridos, optó por el homenaje más perdurable: “María bonita”, cantada por miles de enamorados a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo.
Nada, sin embargo, empañó el cariño y la admiración que le tenían los mexicanos. El día de sus funerales, el público apostado en el camino hacia el Cementerio del Panteón Francés, junto con las flores, las pancartas y las fotos de la actriz le gritaba: “¡Viva María Bonita!”, “¡Viva La Doña!”.
Y es que se extinguía una leyenda, en un mundo cada vez más necesitado de ellas.

http://www.opusvida.com/maria-felix/



EL MITO DE LA BELLEZA ETERNA
Por Carlos Eduardo Díaz

Cierta ocasión, un reportero le preguntó a María Félix si era lesbiana. Ella, siempre segura, de respuesta fácil y pronta, simplemente contestó, altivamente: “Si todos los hombres fueran tan feos como usted, pues sí sería lesbiana”.
  
María. María Bonita. La Doña. La perfecta y última diva del cine mexicano. Controversial, ególatra, encantadora. Calificada como la mujer más bella del mundo. Amada por muchos, deseada por casi todos, igual admirada que temida. La encarnación de un mito que ella misma construyó. María nació gracias a su inteligencia, pero también gracias a su vanidad. Ella misma edificó su leyenda, alteró la verdad, se inventó a sí misma.
  
María de los Ángeles Félix Güereña nació el 8 de abril de 1914, en la ranchería El Quiriego, en Álamos, Sonora. Su edad fue por muchos años parte de sus innumerables secretos. Al escritor Paco Ignacio Taibo I, antes de comenzar las entrevistas que llevarían a la realización de la biografía titulada La Doña, lo obligó a jurar sobre una Biblia y dos velas que jamás revelaría su edad. Taibo mantuvo el juramento, pero en su lugar, publicó en la primera página de la obra su acta de nacimiento, la cual obtuvo sin mayores complicaciones en el registro civil.
  
Hija de Bernardo Félix, descendiente de indios yaqui, y de Josefina Güereña, de ascendencia española, María encarnó la belleza sublime de dos mundos que en ella lograron conjugarse. Tuvo once hermanos. Su estrecha relación con su hermano Pablo alertó a su madre, quien, temiendo un amor incestuoso, optó por separarlos. El joven fue enviado a un colegio militar, donde poco tiempo después se suicidó. Entonces corrió el rumor que Pablo había terminado con su vida a causa del inmenso dolor que le causó la ausencia de su amada hermana.
  
Lo cierto es que la niñez de María fue inusual. Su carácter venía de nacimiento como una marca indeleble. Se aficionó a los juegos de hombres y logró ser una gran jinete. Los caballos siempre la emocionaron. En ellos veía la libertad y también la vida. Domarlos, sentarse en ellos y lograr que la obedecieran, representaba una metáfora de su propia leyenda.
  
Su belleza estaba más allá de toda duda. Fue nombrada reina de la belleza estudiantil en Guadalajara, a donde la familia se había mudado. Su coronación logró que su fama se difundiera por todas partes. Los pretendientes no paraban de llegar, los suspiros se multiplicaban. Pero ella siempre conquistó, jamás se dejó conquistar. Es la mujer quien elige, afirmó en diversas ocasiones.   

Su primer matrimonio fue con Enrique Álvarez, con quien concebiría a su único hijo, el también actor Enrique Álvarez Félix. A los dos los abandonaría años más tarde. Tiempo después, con la ayuda de Agustín Lara, secuestró a Enrique, sólo para enviarlo a internados en el extranjero. Aquella madre amorosa y consentidora que su hijo recordaba, se volvió de pronto una mujer exigente, dura, con aire implacable.
  
Durante un viaje a la ciudad de México, y mientras contemplaba escaparates en el centro histórico, justo entre las calles Palma y Madero, el director Fernando Palacios la descubrió. Aquella parecía ser una visión celestial: el rostro más hermoso jamás imaginado, mirando fijamente las mercancías, apoderándose de todo con sólo tocarlo con sus ojos. No pudo resistirlo. Palacios se acercó a ella y le preguntó si le interesaba hacer cine. Ella, aquella María de juventud desbordante, replicó: “¿Quién le dijo que yo quiero entrar en el cine? Si me da la gana, lo haré, pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande”.
  
Estas palabras fueron proféticas. No conoció papeles menores ni audiciones. Su primera aparición en la pantalla grande de aquel cine de oro mexicano, fue con letras doradas. Protagonizó El peñón de las ánimas, en 1942, al lado de Jorge Negrete.
  
El rodaje de la película no fue sencillo. Negrete ya era una estrella. Había pedido a su novia Gloria Marín como su pareja fílmica. En su lugar, le endilgaban a una perfecta desconocida, que además de altanera era tartamuda. Jorge se desesperaba. Las tomas se arruinaban a causa de aquella debutante sin talento. Colérico, le dijo: “Señora, ¿con quién tiene uno que acostarse para estelarizar una película?”. Ella sólo respondió: “Dígamelo usted; tiene más tiempo en esto que yo”.
  
Lo cierto es que después de aquella primera actuación, el cine se rindió a sus pies. María jamás fue una actriz virtuosa, muchas de sus películas resultaron un fiasco. Pero en todas estaba ella. Bastaba con que la cámara tomara un acercamiento a sus ojos, a sus cejas levantadas, a su piel tersa y sin mácula, para que todo valiera la pena. De golpe, sin tener que esperar, María Félix se había convertido en una estrella.
  
Los rumores afirmaban que mantenía un amorío con Fernando Palacios. Después se dijo que se casó en secreto con Raúl Prado, integrante de Los Tres Calaveras. Ambas cosas las desmentiría ella misma. De Prado, simplemente dijo que era un “muchacho simpático”.


María Félix y Agustín Lara

La verdad es que la vida de María estuvo envuelta en un halo de misterio que ella misma se empeñó en construir. Durante sus últimos años de vida, le dijo al periodista Ricardo Rocha: “A una actriz no se le investiga, se le inventa”. Fue justamente lo que hizo: inventarse y reinventarse tantas veces que la realidad y la verdad se perdieron entre las redes de su mito.
  
Hay una certeza fuera de toda duda, sin embargo. El cine mexicano se encontraba lleno de actrices que personificaban el estereotipo clásico de la mujer mexicana: sumisa, abnegada, en cuyo corazón no cabía el rencor, doblegada ante los caprichos de su hombre dominante. Con María Félix, la cinematografía nacional conoció el lado opuesto de la moneda: una mujer que se mantenía de pie, que lo podía todo, que gracias a su extrema belleza y a su astucia era capaz de someter incluso a los hombres más rudos, machos y perversos.
  
María nunca interpretó a mujeres sumisas. No era eso lo que deseaba. Siempre se interpretó a sí misma. Sus papeles tenían su alma y ella misma adoptaba para su vida personal los rasgos que le atraían de cada personaje. Los personajes eran María; María misma fue un personaje de sí misma. Por eso jamás se interesó por incursionar en Hollywood. “No nací para cargar canastos (…) me ofrecen papeles de india y las indias las hago en mi país; en el extranjero sólo encarno a reinas”.
  
Al año siguiente de incursionar en el cine, filma una película que la marcaría por el resto de su vida, Doña Bárbara; adaptación fílmica de la novela del venezolano Rómulo Gallegos. Desde entonces, sería conocida como La Doña. Eran tantas las similitudes que guardaba con este personaje, que el mismo Gallegos, al verla en un restaurante, exclamó: “¡Es ella! ¡Es mi Doña Bárbara!”. En el prólogo de la novela, aparece un texto que parece haber sido escrito especialmente para María: “De más lejos que nunca, de allá vino la trágica mujer… Hoy es la dueña de casi todo el cajón de la Aranca y señora de vida y hacienda, de rebaños y sabanas. El llano la teme y la obedece. Su hermosura fascina a los hombres y su oro compra leyes que la protegen y paga manos que por ella matan. Doña Bárbara. La terrible Doña Bárbara”.
  
Tiempo después, el propio escritor le obsequiaría una edición de su libro, en donde le resaltó una frase: “Agua clara del remanso donde los cielos se miran”. Al margen, con su letra, Gallegos añadió: “Ésta, María, eres tú”.
  
La Doña se sintió identificada con el personaje por algo más. Al igual que la terrible Bárbara, ella conocía el mundo mágico, al cual, según decía, había sido introducido por una bruja yaqui durante su niñez.
  
En este tiempo se roba a su hijo y también cumple uno de sus grandes caprichos: casarse con un hombre igual de legendario. Un hombre feo, flaco, cuyo rostro presentaba una cicatriz hecha por una mujer celosa. Pero también un caballero, un genio de la música y de la poesía a la que no había mujer que se le resistiera, y que solía regalar no solamente canciones espléndidas, sino obsequios lujosos como joyas y automóviles.

   
Su boda con Agustín Lara fue un acontecimiento nacional. De hecho, fue su segunda boda oficial. A todos extrañó que aquella mujer de sublime rostro se uniera a un hombre tan feo. Ella, muchos años después, afirmó: “Agustín era guapo para mí. Bastaba escuchar su voz para saber que era guapo”. En cierta ocasión, mientras ambos se encontraban en la plaza de toros, el poeta Renato Reduc le gritó: “¡María! ¿Para qué traes paraguas?”, con lo que hizo alusión a la extrema delgadez de su marido.
  
Lara, por su parte, la homenajeó en versos y canciones, la más famosa e inmortal,María bonita.
  
En 1944 filma La monja alférez, personaje histórico que huye del convento para convertirse en espadachín. De esta monja rebelde, María adopta el vestuario que usaría gran parte de su vida: los pantalones, mismos que le valieron multitud de críticas, sobre todo porque los usó al viajar junto al cuerpo de Jorge Negrete, su marido. Ése, decía la gente, no era el luto apropiado que una viuda debía guardar.
  
Los pantalones, sin embargo, ocultaban un secreto: a María Félix no le gustaban sus piernas. Las consideraba demasiado delgadas. Un viejo fabricante de ropa la recordaría de este modo: “Una cara de diosa, pero unas piernas flaquitas, flaquitas”.
  
El matrimonio con “El Flaco de Oro” duraría de 1943 a 1947. En ese tiempo, María sufriría las constantes infidelidades por parte de Lara. Quizá fue el compositor el único hombre que logró dominar la altanería de Félix. Se sabe que Agustín pretendía dejarla y ella, para evitarlo, llegó a hincarse delante de él, suplicándole que no la abandonara.
  
El matrimonio no prosperó. Sin embargo, La Doña se encontraba en la cúspide de su carrera. En 1946 protagonizó la cinta Enamorada, haciendo pareja con una de las personalidades más recias de la pantalla, Pedro Armendáriz. El duelo de presencias y miradas resultó un éxito; una película dramática con tintes cómicos, en la que frases como “Si como lo mueves lo bates…” y el par de bofetadas que Félix le propina al terrible Armendáriz se arraigaron en la memoria de los mexicanos.
  
María filmaba películas, era asediada por sus fanáticos, recibía propuestas de todo el mundo. Así, decidió trasladarse a España, donde participó en tres cintas dirigidas por Rafael Gil. Cuando actúa en La corona negra, Jean Cocteau afirma que es “una mujer tan bella que hace daño”. En el viejo continente demuestra que es una estrella de talla internacional, por lo que viaja a Italia, donde se consolida como personaje mundial. Después vendría Argentina, que se rinde ante su belleza.
  
Allá, comienza un romance con el galán Carlos Thompson. Muy pronto se anuncia su matrimonio, que nunca llega a concretarse. A su regreso a México, es recibida en el aeropuerto por un enorme y magnífico ramo de rosas, enviado por un nuevo y desconocido admirador: Jorge Negrete.
   
El mismo charro cantor que diez años antes la había menospreciado durante su primera película, ahora se mostraba a sus pies, como un enamorado que suplica una oportunidad. El 18 de octubre de 1952 contraen nupcias, en la que fue calificada como la boda del año. A ella acuden como invitados actores, productores, directores, artistas y políticos, entre ellos Diego Rivera y Frida Kahlo, grandes amigos de María, a pesar de que a ella nunca le gustaron sus pinturas. Incluso llegó a decir: “Los quise mucho, fueron mis amigos, pero ni Diego ni Frida me parecen pintores. Les falta, les falta”.
  
Diego, en tanto, fue su eterno enamorado. Hasta el momento de su muerte, conservó un retrato de María en su estudio. Incluso, le dedicó un autorretrato: “A María Reina de los Angeles Félix, quien millones de gentes admiramos y amamos pero a quien nadie querrá tanto como yo". Cuando el gran muralista la pintó, ella se empeñó en usar traje de tehuana. Esto era indigno de ella, afirmó Rivera. En su lugar, la pintó desnuda. Muchos años después, María encargaría a un albañil, que realizaba reparaciones en su casa, que cubriera su cuerpo desnudo con pintura blanca y una burda brocha.
  
El matrimonio con Negrete duró poco tiempo. La muerte lo sorprendió en Los Angeles, California. Él se mostraba enamorado hasta los huesos, incluso hipotecó su rancho para poderle regalar un lujoso collar de esmeraldas. Cuando fueron a cobrarle el resto del pago, ella se negó porque “lo dado, dado”.
  
Cuatro años después de esta trágica muerte, se casa con el millonario francés Alex Berger, de quien enviudaría en 1974. En 1958, filma La cucaracha, donde alterna con otra diva, Dolores del Río. Mucho se había discutido sobre una supuesta rivalidad entre las dos actrices. Tiempo después, María, al hablar sobre este duelo de actuaciones, afirmó: “Yo la pedí” (a Dolores del Río). En la cinta, La Doña lleva la parte fuerte, recia, el mando sobre los hombres. En tanto, Dolores es la mujer sumisa, la que sufre, la que no le importa llegar hasta las lágrimas públicamente.
  
María siempre se sintió segura de sí misma, nadie, ni hombres ni mujeres, logró opacarla. Sin embargo, sintió celos de una joven, casi niña, que debutaba en el cine más por diversión que por otra cosa: Elsa Aguirre, aquel ángel de rostro supremo, casi veinte años más joven que ella, que fue capaz de enamorar al país entero con su ingenuidad y su mirada. Cuando Elsa entraba a un restaurante y María estaba presente, ésta se levantaba, ofendida, y se marchaba.
  
Su última cinta fue La generala, en 1970. El mismo año participó en la telenovela histórica La Constitución. A partir de entonces, María se dedicó a cultivar su mito. Viajaba de París a la ciudad de México, disfrutaba de sus caballos, de sus propiedades, de las entrevistas en las que periodistas y conductores se mostraban más admiradores que profesionales. Y a vivir su amor con el pintor Antoine Tzapoff. Su único momento de dolor público fue el que le ocasionó la muerte de su hijo.
  
El 8 de abril de 2002, su cuerpo sin vida fue descubierto. Murió mientras dormía. Semanas antes, durante un concierto, el cantante Luis Miguel se había inclinado para besar su boca; la boca de aquella María Bonita de belleza eterna. Recibió homenaje en el Palacio de Bellas Artes, pero su féretro permaneció cerrado, para perpetuar el misterio que labró gracias a 47 películas y una vida casi mitológica.
  
La Doña, Doña María, María Félix, la mujer que sedujo al mundo e inventó su propia historia. La única, la última diva, la de la mirada salvaje y cruel, sugerente y penetrante. María, siempre fiel a sí misma, siempre altanera, siempre ególatra. La que se mantiene viva porque así lo decidió, porque no podría ser de ninguna otra forma. Después de todo, “Yo no me creo la Divina Garza… ¡Yo soy la Divina Garza!".


http://contactosemanal.com/blogs/cine/archive/2009/04/09/mar-205-a-f-201-lix-el-mito-de-belleza-eterna.aspx

FRASES CÉLEBRES

* ” A mí no me impresiona nadie con el precio, pero si con los resultados”
* ” Investigarme ni me digas la palabra, el otro día un periodista desde su gran prestigio me dijo: “quisiera hacerte una biografía” y me pareció bien, tantas biografías chafas me han hecho y tantas que no he permitido y bien tuvimos citas, tuvimos grabaciones, tuvimos visitas, nos encuatachamos en esta historia de la biografía para que a un momento dado esta persona me diga ”ya no puedo hacer tu biografía por que ya fui tu amiga, ya me siento tu amiga, ya no te quiero investigar” y la palabra me llenó por que me vas a investigar si no soy Porfirio Díaz o Emiliano Zapata, por qué me vas a investigar ,a esos se les investiga, a una actriz se le inventa, una actriz es sueño”
* ” Sólo he sido una mujer con corazón de hombre”
* ” La cabellera es para nosotras las mujeres un medio de expresión, no es cierto que con una negra cabellera la mujer demuestra su altivez o su desdén.
* ” La mejor manera de amar a alguien es aceptarlo tal como es, eso es lo que yo hago con Antoine, no es fácil, pero sólo amar a los pendejos es fácil”
* ” Yo fui la primera que dije que el TLC no nos serviría, sólo para ponernos encima la bota de los gringos. Ahora los mexicanos sólo servimos para vender tacos y fritangas en las esquinas de nuestra bella ciudad”
* ” o me gusta la ayuda…cuando te la pida, tú me ayudas”
* ” Yo no me creo la Divina Garza… ¡Yo soy la Divina Garza!”.

Esta fue la tajante respuesta que le dio La Doña al popular conductor y animador de la televisión mexicana, Paco Malgesto, cuando éste le preguntó si se creía la “Divina Garza”, durante una entrevista en un antiguo y popular programa de los años sesenta llamado “La hora del Orange Crush”.
* ” Un hombre tiene que ser escultura para satisfacer, una mujer para satisfacer solo sonríe, no es lo mismo tener el brazo tendido que la boca abierta.”
* ” Yo seré para ti una mujer más en tu vida, pero tú un hombre menos en la mía”
o ” Los diamantes no son la vida, ah, pero como quitan los nervios”.
Cuando una reportera le preguntó su edad, María contestó:
* ” Mire, señorita, yo he estado muy ocupada viviendo mi vida y no he tenido tiempo para contarla”
* ” Me parece un poco difícil hablar de mí, el hablar de mí es muy severo, porque soy mucho mejor de lo que parezco”
* ” Yo no soy ‘populachera’ para nada, nada, nada, nada, el público me ama, el público me respeta, pero con un respeto y con un amor elevado al cubo”
* ” Yo nunca he criticado a las lesbianas ni a los homosexuales. Lo que hacen las gentes de la cintura para abajo son sus historias, no las mías”
Cuando un reportero le preguntó si era lesbiana, María contestó:  “Si todos los hombres fueran tan feos como usted, claro que sería lesbiana”
* ” El metro de la Ciudad de México es mío, me lo regalo mi marido Alex Berger”

HONORES
* Premio Ariel (1946, 1948, 1950)
* Premio Menorah otorgado por el Club Deportivo Israelita por La Cucaracha
* Diosa de Plata en reconocimiento a su carrera cinematográfica (1986)
* Condecoración del Consejo Consultivo de la Ciudad de México (1989)
* Homenaje de la Asociación Nacional de Actores (A.N.D.A.) a los 50 años de su debut cinematográfico en El Peñón de las Ánimas. (1991)
* Medalla de la UNAM por su trayectoria. (1992)
* Oficial de la Legión de Honor francesa (Comendadora de la Orden Nacional de las Artes y las Letras de Francia) (1996)
* Huésped de honor en La Habana, Cuba
* Homenaje en el XVIII Festival Internacional de Filmes Dirigidos Por Mujeres en Créteil, Francia (1996)


FILMOGRAFÍA
* La Generala (1971)
* La Constitución (1970) (Telenovela)
* La Valentina (1965)
* Amor y Sexo (Safo 1963) (1963)

* La Bandida (1962)
* Si yo fuera Millonario (1962)
* Juana Gallo (1960)
* La Estrella Vacía (1960)
* Los ambiciosos (La fièvre monte à El Pao) (1959)
* Sonatas (Aventuras del Marqués de Bradomín) (1959)
* La Cucaracha (1958)
* Café Colón (1958)
* Miércoles de ceniza (1958)
* Flor de Mayo (1957)
* Faustina (1956)
* Tizoc: Amor Indio (1956)
* Canasta de Cuentos Mexicanos (1955)
* Les Héros sont Fatigués (Los héroes están fatigados) (1955)
* La Escondida (1955)
* El Charro Inmortal (1955)
* French Cancan (1954)
* La bella Otero (1954)
* El Rapto (1953)
* Película Reportaje (1953)
* Película Camelia (1953)
* La Pasión Desnuda (1952)
* Messalina (1951)
* Incantesimo Tragico (Hechizo trágico) (1951)
* La Corona Negra (1951)
* La Noche del Sábado (1950)
* Una Mujer Cualquiera (1949)
* Doña Diabla (1949)
* Mare Nostrum (1948)
* Maclovia (1948)
* Que Dios me Perdone (1947)
* Río Escondido (1947, Premio Ariel, 1948)
* La Diosa Arrodillada (1947)
* Enamorada (Premio Ariel, 1946)
* La Mujer de Todos (1946)
* La Devoradora (1946)
* Película Vértigo (1945)
* El Monje Blanco (1945)
* Amox (1944)
* La Monja Alférez (1944)
* La Mujer sin Alma (1943)
* China poblana (1943)
* Doña Bárbara (1943, Premio Ariel, 1950)
* María Eugenia (1942)
* El Peñón de las Ánimas (1942)



8 comentarios:

  1. excelente recopilacion! quien como esa mujer.! MARIA FELIX

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    1. Usted misma es mejor que ella todas las mujeres son excelentes tan sólo por eso ser mujer

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  2. Nacimos el mismo día así quw tenemos algo en común mad dr algo creo

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  3. Nacimos el mismo día así quw tenemos algo en común mad dr algo creo

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  4. Orale eso de pararse e irse del restaurante solo por que entraba Elsa Aguirre, que onda con la Félix siempre tan imponente digo no se si sea verídico por que no mencionan en que restaurante y en que periodo, pero la Félix es la Félix me extraña tal vez sea verdad eso aque dicen que saco a Elsa de la película la cucaracha para que le hiciera paro la del Rio.

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