jueves, 6 de octubre de 2022

Annie Ernaux / Premio Nobel de Literatura 2022

 

Annie Ernaux




DE OTROS MUNDOS

RIMBAUD
DRAGON

PESSOA
DANTE


Annie Ernaux

(1940)

Annie Ernaux

Memoria detallada de las vidas

La escritora se usa como sujeto de investigación para hablar de conflictos y pasiones universales partiendo de los suyos


Aloma Rodríguez
22 de enero de 2016

Annie Ernaux. Memoria detallada de las vidas
Annie Ernaux.LEEMAGE / CONTACTO


En 1940 en un pequeño pueblo de Normandía, Lillebonne, nació la segunda hija de un matrimonio de trabajadores —la primera había muerto de difteria a los seis años en 1938—. A esa hija única, hasta donde ella supo durante años, dedicaron sus esfuerzos y en ella depositaron sus esperanzas: querían que ella lograra el ascenso social que ellos apenas habían comenzado al abrir la tienda-bar en Yvetot, un pueblo de unos 7.000 habitantes, y se concentraron en darle la mejor de las educaciones posibles a su alcance. La niña, Annie, de soltera Duchense, estudió en la Universidad de Rouen y obtuvo una plaza como profesora en 1967, cuando ya era una mujer casada y tenía un hijo. Su padre murió dos meses después de que ella obtuviera el puesto. Su madre murió en 1986, enferma de alzhéimer y de cáncer. En 1974 publicó su primer libro, Los armarios vacíos, una novela sobre una estudiante que aborta de manera clandestina que firmó con el apellido de su marido y que ya no ha abandonado: Ernaux.

Es casi la mitad de la biografía de la escritora francesa (falta el divorcio, la pasión amorosa, la enfermedad, la curación y los celos) y son casi la mitad de los temas a los que se ha dedicado: en su caso, vida y literatura van tan de la mano que a veces parecen indistinguibles. En 2011 apareció un volumen en Gallimard, donde ha publicado todos sus libros, que reunía una selección de sus mejores obras precedidas de fragmentos de su diario —que mantiene desde 1957 y conserva desde 1963— y algunas fotos. Tiene por título Escribir la vida. En el prólogo explica Ernaux: “No mi vida, ni su vida, ni siquiera una vida. La vida, con lo que contiene que es lo mismo para todos pero que cada uno experimenta de manera individual: el cuerpo, la educación, la pertenencia y la condición sexual, la trayectoria social, la existencia de los otros, la enfermedad, el duelo”. 

Una larga trayectoria

 Como sucedió con Patrick Modiano —y no es la única relación que puede establecerse entre ambos escritores (la obsesión, la vuelta a los lugares y a las escenas de la infancia, la importancia del espacio, las calles y los detalles, por ejemplo)—, la obra de Annie Ernaux ha encontrado cobijo en diferentes sellos editoriales españoles: la editorial Sagitario, hoy desaparecida, tradujo su primer libro en 1976 y Seix Barral publicó Una mujer —un libro sobre su madre— en 1988. Tusquets ha publicado algunos de sus libros más celebrados: El lugar —sobre su padre y donde lugar se refiere tanto a la posición social como al espacio; le valió el premio Renaudot el mismo año en que Marguerite Duras ganó el Goncourt por El amante—, El acontecimiento —cuenta su aborto clandestino cuando era estudiante— o La vergüenza —vuelve a una episodio que no ha podido sacarse de la cabeza durante años: la tarde en que su padre estuvo a punto de matar a su madre. A partir de ahí, Ernaux elabora una detallada descripción de sus características familiares y de su educación. Herce publicó dos magníficos libros de Enaux: La ocupación —el relato de la conquista de los celos y la imagen de la otra mujer de su vida y sus pensamientos— y Los años —a partir de imágenes que conserva, acomete un relato personal y colectivo de Francia desde la posguerra. Obtuvo el premio Marguerite Duras, el François Mauriac y el premio de la Lengua Francesa al conjunto de su obra—.

Dos sellos independientes coincidieron en poner el ojo en esta singular escritora: KRK y Cabaret Voltaire. El primero traducía una de las últimas producciones de Ernaux, La otra hija, publicada en Francia en 2011, y el segundo traducía por primera vez al español La mujer helada, su tercer libro, publicado en 1981. Entre ambos han pasado treinta años y no abarcan toda la trayectoria de la normanda, pero permiten hacerse una idea de la evolución de la escritora.
 

Vida conyugal

La mujer helada encierra una reflexión sobre el papel de la mujer, es un grito de protesta por haber sido relegada a un segundo plano y es un homenaje a todas las mujeres de la vida de Annie Ernaux: sus heroínas van desde su madre y algunas vecinas hasta Scarlett O’Hara, pasando por una compañera de colegio o Simone de Beauvoir.

La mujer helada recoge el sentimiento de perplejidad de la narradora al darse cuenta de que ha pasado de ser una niña soñadora, una lectora voraz, “Bovary mi hermana mayor”, dice, a estar atrapada en un matrimonio que no se parece al de sus padres, en el que era el padre el que cuidaba de la hija y se ocupaba de las tareas domésticas. El cuidado de la casa y la crianza del hijo parecen ser todo a lo que la narradora debe dedicarse: “Esto es el matrimonio, elegir entre la depresión de uno u otro, la de los dos es despilfarrar. Evidente también que mi sitio estaba con mi hijo”.

Aprovecha las siestas del niño para prepararse una oposición y “dos meses antes de los exámenes, elegí la guardería y con ella el sentimiento de culpa, entregar por la mañana a la puericultora el cuerpecito desnudo por la ventanilla, y la primera noche no reconocer al niño vestido con esa bata escocesa municipal”. Un poco más adelante: “Aprobé la oposición de agregado de instituto y no sentí ninguna alegría. Había demasiadas siestas ansiosas, demasiados lavados de ropa de niño, demasiadas ollas exprés vigiladas, demasiadas zanahorias peladas en medio de la historia de una novela moderna o de las teorías teatrales”.

Y así, la narradora se vio precipitada a “la trampa de la mujer total, orgullosa de ser por fin capaz de conciliarlo todo, la subsistencia, un hijo y tres cursos de lengua francesa”, antes de quedarse embarazada de su segundo hijo. El último párrafo del libro contiene una profecía que tal vez se cumpla en la narradora, no en la escritora: “Pronto me pareceré a esas caras marcadas, patéticas, que me echan para atrás, de las peluquerías, cuando las veo, volcadas, en el lavacabezas. Dentro de cuántos años”. La mujer helada usa un procedimiento bastante frecuente en los libros de Ernaux: hay algo que se quiere explicar, analizar, comprender, asir y para ello es necesario describir todos los detalles. En este caso, para entender por qué la narradora ha acabado casi anulada entre la vida profesional y la exigente tarea de ser madre y esposa, se remonta a su infancia y al recuerdo de las mujeres de su vida. 

La hermana muerta

 
La otra hija es una carta dirigida a la hermana de la escritora, muerta dos años antes de que naciera Ernaux y cuya existencia descubrió al oír una conversación entre su madre y una vecina. La escritora nunca reveló a sus progenitores que había descubierto la existencia de esa otra niña, tampoco les preguntó. Nunca hablaron de eso. Ernaux vuelve a esas palabras escuchadas por azar (“murió como una pequeña santa”, “mi marido se volvió loco” o “era más buena que esa”) y las exprime y retuerce hasta que consigue analizarlas y tejer así el crudo testimonio de una tragedia familiar contada en elipsis.
La otra hija es una carta dirigida a la hermana de la escritora, que murió dos años antes de que ella naciera
 

Es un ejemplo de que las ausencias marcan tanto como las presencias y de que es posible crear una identidad empujados por algo que ni siquiera se conoce. La culpa puede ser el pecado original. Dice: “En consecuencia, tenías que morir a los 6 años para que yo naciera y fuera salvada”. A pesar de haber nacido del mismo cuerpo, confiesa: “Desde el principio, no consigo escribir nuestra madre, ni nuestros padres, ni incluirte en el trío del mundo de mi infancia. Ningún posesivo en común”.

Asume la imposibilidad de contar nada de su predecesora: “No puedo hacer un relato de ti. No tengo más recuerdo de ti que el de una escena imaginada el verano de mis 10 años, una escena en la que se confunden la muerta y la salvada. […] No tienes existencia más que a través de tu huella sobre la mía. Escribirte no es nada más que constatar tu ausencia. Describir la herencia de ausencia. Eres una forma vacía imposible de llenar de escritura”. Sin embargo, esa hija muerta a los 6 años a causa de una enfermedad cuya vacuna sería obligatoria unos meses después existirá para siempre gracias a este delicado, breve e intenso libro.  “No escribo porque estás muerta. Has muerto para que yo escriba, ahí está la gran diferencia”, dice la escritora.

 A través de la disección de episodios de su vida ofrece un retrato de una sociedad y de un momento concreto


Ernaux suele repetir, y así lo recoge Francisca Romera Rosa en el prólogo a La otra hija, que su trabajo está entre “la autobiografía, la etnología y la historia, en la unión de lo familiar y de lo social, del mito y de la historia”. A través de la disección de algunos episodios de su vida ofrece un retrato de una sociedad y de un momento concreto. Es como si redujera la vida a la mínima esencia de manera que la identificación es inevitable.

Cuando habla de sus celos en La ocupación o cuando explica el deseo sexual, el deseo de gozar, trasciende lo individual e íntimo y lo convierte en universal. En el prólogo a Escribir la vida, Ernaux explica: “No he buscado escribirme ni hacer mi obra a partir de mi vida: me he servido de ella, de los acontecimientos, generalmente ordinarios, que la han atravesado, de situaciones y de sentimientos que he conocido, como de una manera de explorar para atrapar y poner al día algo del orden de una verdad sensible. Siempre he escrito a la vez de mí y fuera de mí, el ‘yo’ que circula de libro en libro no es asignable a una identidad fija y su voz está atravesada por las otras voces, parentales, sociales, que nos habitan”.

    AHORA



Cinco novelas de Annie Ernaux, un Nobel para un "cuchillo" autobiográfico

  • La escritora francesa ha explorado la evolución cultural de la sociedad a través de su propia vida
  • El lugar, El acontecimiento o Los años, entre sus novelas más destacadas


La literatura ha sido un cuchillo para ir en busca de las cosas”. El Nobel de Literatura para la escritora Annie Ernaux devuelve la gloria a la literatura francesa, el país más premiado con 16 ganadores. La novelista considera que ha buceado en su biografía "sin ninguna indulgencia" pero como método para abordar las diferencias de clases y en cierto modo retratar medio siglo de historia francesa.

“Quizá la finalidad de mi escritura es que todo individuo está atravesado por muchísimos sentimientos. En mis libros es muy raro que haya un individuo aislado porque ese sentimiento de pertenecer a un todo es lo que hace que necesite escribir”, decía en una entrevista en Página 2.

Si algo define su obra es la búsqueda de la libertad. "La literatura es mi grano de arena en mi paso por este mundo. Un conocimiento que nos hará quizá más felices, pero sí más libre".

Los armarios vacíos (1974)

Su primera novela, publicada cuando tenía 34 años, recrea su infancia y primera juventud. También su aborto cuando cursaba estudios universitarios, tema al que volverá en detalle en El acontecimiento. “Cuando la escribí, el aborto estaba prohibido, pero el escándalo fue más bien el hecho de que mis padres me parecían gente fea, inculta”, recuerda.

Para Ernaux, fue el libro que le cambió la vida. Y que estableció su forma de narrar su vida a través de alter egos. “No podía escribir en primera persona porque hablaba de gente muy cercana, así que lo transformé en una novela. Hasta los críticos lo sabían, pero nadie me planteó la pregunta de la autobiografía porque fue un escándalo en el panorama literario”.

El lugar (1983)

Su cuarta novela, el lugar, le cubrió de prestigio. Está considerada como su obra maestra y reconstruye la difícil relación con su padre. Partiendo de nuevo de la autobiografía, Ernaux explora las clases sociales.

“La clase social es uno de los elementos sobre los que se fundamenta el individuo. Estamos condicionados, y mucho, por la procedencia social y familiar. Tengo un sentimiento de culpa porque creo que en el fondo no tuve tiempo de reconciliarme con mi padre”.

Una mujer (1988)

Si en El lugar abordaba la figura paterna, Una mujer es la novela sobre su madre, fallecida en 1986 tras una larga enfermedad que la destruyó física y mentalmente. Otro repaso a la evolución social de su familia, de pequeños comerciantes a burguesas.

Una novela sobre la decrepitud y que entendió que la cultura era una herramienta fundamental para su hija. Una novela de duelo que habla el “tono irritado” en el que se comunican una madre y una hija.

El acontecimiento (2000)

La búsqueda de la libertad es el tema esencial de la literatura de Ernaux. Y nada marcó más su biografía como el aborto clandestino al que se vio forzada en una Francia que lo castigaba con la cárcel en los años 60.

El acontecimiento es la historia de una joven fuerte, de origen humilde, que siempre estuvo determinada a no renunciar a sus estudios universitarios de literatura y vocación literaria. Ernaux no dudó, estaba dispuesta a pagar cualquier precio, pero por el camino sufrió una soledad extrema. Alrededor del aborto aparece también el deseo sexual y el choque entre lo rural y lo urbano

Los años (2008)

Quizá su novela más ambiciosa, en la que aborda el paso del tiempo desde la posguerra mundial de un modo más poliédrico imbricando autobiografía y ficción. Un libro sobre la memoria que comienza con esta frase: "Todas las imágenes desaparecerán". 

Desde la niñez de los años 40, las penurias económicas, la bonanza del milagro económico de la posguerra, la lucha feminista, la esperanza de mayo del 68 o el matrimonio fallido. Todo cabe en Los años , su novela más rotunda y testamentaria.

RTVE


Annie Ernaux

La escritora Annie Ernaux gana el Premio Formentor

El galardón, concedido a toda una trayectoria, abarca en en este caso un corpus literario de unas 20 obras que transitan por el terreno más áspero de la autobiografía


Daniel Verdú / Juan Carlos Galindo
Roma / Madrid, 6 de mayo de 2019


Annie Ernaux, novelista francesa, en el Festival de la Literatura, en Roma, en 2016
Annie Ernaux, novelista francesa, en el Festival de la Literatura, en Roma, en 2016 GETTY IMAGES
La escritora Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 78 años) ha ganado el Premio Formentor de la Letras. El galardón, concedido a toda una trayectoria y dotado con 50.000 euros, abarca en el caso de la premiada un corpus literario de unos 20 títulos que transitan por el terreno más áspero de la autobiografía. Un fresco de la Francia rural más popular que permite entender algunos de los últimos fenómenos del país, como el enfado de los chalecos amarillos. El reconocimiento corona el clamor unánime en torno a su obra y el aprecio entre los lectores. Pero también la tremenda influencia y magnetismo sobre otros escritores que ha ejercido en los últimos tiempos.
El jurado, presidido por Basilio Baltasar y reunido en uno de los salones del Campidoglio romano, anunció por la mañana la decisión unánime que tomó la noche anterior. En el acta se destaca su obra como un “implacable ejercicio de veracidad que penetra los más íntimos recovecos de la conciencia”. El premio se entregará en septiembre en el marco de las Conversaciones Literarias Formentor, organizadas por la Fundación Santillana con el mecenazgo de Simón Pedro Barceló, actual propietario del hotel que da nombre al premio. El jurado, compuesto por Antonio Colinas, Víctor Gómez Pin, Elide Pittarello y Marta Rebón, subraya la “elaborada reflexión autobiográfica” que posee “un estilo entrecortado y áspero y se pone al servicio de una conmovedora y terrible franqueza”. “Annie Ernaux desvela sin pudor la condición femenina, comparte con el lector la intimidad de la vergüenza y refleja con un estilo despojado la desordenada fragmentación de la vivencia contemporánea”, añade el acta.
Ernaux contestó por la tarde la llamada de este diario desde su casa en Cergy-Pontoise, a las afueras de París: “Estoy muy orgullosa. Es un premio muy prestigioso que han recibido escritores que amo. Me he dado cuenta mirando el palmarés de que no lo han recibido muchas mujeres y por eso es una doble satisfacción”.
El jurado destaca la obra literaria de Annie Ernaux como un "implacable ejercicio de veracidad que penetra los más íntimos recovecos de la conciencia"
El Formentor, cuya innegable oportunidad reconoce también a una escritora capaz de romper con la dominación masculina, se entregó entre 1961 –ese año fue para Samuel Beckett y Jorge Luis Borges– y 1967, y luego fue refundado en 2011. Desde entonces, han sido distinguidos con el galardón Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia, Roberto Calasso, Alberto Manguel y Mircea Cartarescu. Ernaux se convierte así en la primera mujer en ser premiada en esta etapa (en los años sesenta el jurado escogió a Dacia Maraini, Nathalie Sarraute y Gisela Elsner).
Sobre su tendencia a ofrecer retratos autobiográficos descarnados, como El lugar, La vergüenza, No he salido de mi noche, El acontecimiento, Memoria de chicaLos años y El uso de la foto, la escritora explicó: “No creo que mis novelas puedan ser consideradas duras, ni que busquen hacer daño. Se trata más bien de tomar conciencia de aspectos de la vida como la vergüenza y el sufrimiento. No son libros que busquen un sentimiento particular sino una verdad que está ahí aunque no sea evidente”. ¿Y teme quedarse sin cosas que contar sobre sí misma? “¡Oh! No es solo mi historia. Leemos y escribimos en un contexto, en una sociedad, y ahí siempre habrá cosas que contar. Además, no soy la misma ahora que cuando tenía 40 años, así que tengo otras historias diferentes”.

Familia de tenderos

Ernaux es hija de una familia de modestos tenderos normandos y gran parte de la Francia que retrata tiene que ver con ese mundo. Tanto el paisaje sociocultural, como en el lenguaje que utiliza para construirlo. En parte por eso, muchos de los autores que anticiparon parte del malestar que se vive actualmente en el país —desde el filósofo Didier Eribon, responsable del ensayo memorialístico Regreso a Reims (Libros del Zorzal), a Nicolas Mathieu, recién premiado con el Goncourt en 2018 por la brillante Leurs enfants après eux– han recurrido a su inspiración, a esa manera de retratar los resortes periféricos, para hablar de esa Francia que ahora representan, entre otros fenómenos, los chalecos amarillos.

Para recordar los orígenes del Formentor, se proyectó durante la conferencia de prensa en el salón Pietro di Cortona del Campidoglio el documental realizado en 1961 por la RAI. En el cortometraje en blanco y negro aparecen Italo Calvino y Alberto Moravia en el hotel enumerando los méritos de los dos primeros ganadores del premio.


EL PAÍS



Annie Ernaux 

Entre la escritura y la vida


El primer libro que leí de Annie Ernaux fue La ocupación y no me gustó: la narradora me caía mal, me parecía una narcisista que se dejaba llevar por los celos y, la verdad, me resultaba un poco pesada. Terminé el libro y lo dejé en mi estantería: hacía poco que me había independizado, tenía veinticuatro años y quería llenar mis primeras –y últimas– estanterías Billy semivacías. La ocupación es el relato de una separación: W., al que la narradora acaba de dejar, comienza una nueva relación. La imagen de la otra mujer invade la vida de la escritora, el libro cuenta el combate de Ernaux, la lucha por no dejarse ocupar por los celos. Puede que no me gustara porque me sentía demasiado reconocida, porque me daba miedo que me pasara lo que a la narradora.

Aunque recuerdo cuál fue el primer libro que leí de ella e incluso quién me lo regaló –el escritor Félix Romeo– y quién fue la primera persona que me habló de ella –mi hermano, que había pasado un año en Evreux, Normandía, cerca de donde había nacido Ernaux–, no recuerdo cuál fue el primer libro de Annie Ernaux que me gustó. Tuvo que ser La otra hija, publicado en Francia en 2011 y traducido al español en 2014 (krk ediciones). Lo leí en su edición original primero, en nil éditions, y me impresionó. Se parecía en algunas cosas a uno de los libros que más me había impactado: Amarillo, de Félix Romeo, publicado en 2008. En los dos aparecen la culpa y la muerte del amigo, en el caso de Romeo, y de una hermana a la que nunca conoció, en el de la normanda. En los dos se vincula la culpa con el nacimiento de la vocación. Unos años después, en unas vacaciones en Francia compré un libro solo por el título –bueno, y porque la escritora era una mujer–, Regarde les lumières mon amour (2014). Todavía no era una de mis escritoras vivas favoritas. El libro es un diario que la escritora normanda mantuvo durante un año sobre visitas a un supermercado de las afueras de París. En la contraportada del libro citan una frase de Ernaux: “Ver para escribir es ver de otra manera.” Me acordé de un ejercicio que hacía la escritora malagueña Isabel Bono: recogía los tickets de compra que se encontraba y, a partir de los productos que aparecían, imaginaba al personaje que los habría comprado y elucubraba para qué. Es un libro raro, aparecido en la colección Raconter la vie de la editorial Seuil, a diferencia de casi todos sus libros, publicados en Gallimard (en España, algunos de sus libros han sido publicados por diferentes editoriales, con una recepción y un seguimiento irregulares), pero contiene la esencia de la literatura de Ernaux: ofrecer un retrato lo más complejo posible de su momento.

El verdadero lugar

Annie Ernaux nació en 1940 en Lillebonne, en la alta Normandía. Sus padres y ella se trasladaron pronto a Yvetot, donde sus padres tenían un bar-tienda. Cuando tenía diez años, Annie, de soltera Duchesne, escuchó a su madre hablarle a una vecina de una hija muerta: la hermana a la que nunca conoció murió dos años antes de que Annie naciera, víctima de la difteria. La escritora nunca les preguntó a sus padres por su primera hija y ellos jamás le contaron nada. A partir de ese descubrimiento, Ernaux comprende algunas cosas sobre cómo fue criada: un exceso de protección o temor a causa de una enfermedad, por ejemplo. El secreto familiar la lleva a reinterpretar su infancia. Pero sobre todo comprende que sus padres no podían permitirse más de un hijo; por tanto, para que Annie naciera era preciso que la hermana muriera. De todo eso escribe en La otra hija. El libro es en parte una carta a esa hermana biológica a la que no puede llamar hermana: “Pero no eres mi hermana. Nunca lo fuiste. No hemos jugado, comido, dormido juntas. Nunca te he tocado, abrazado. No conozco el color de tus ojos. Nunca te he visto. Eres sin cuerpo, sin voz, solo una imagen plana en algunas fotos en blanco y negro. No tengo ningún recuerdo tuyo.” De ella dice: “Quería guardarte tal y como te recibí a los diez años. Muerta y pura. Un mito.” Lo que descubre Ernaux en este libro es que esa otra hija no es la hermana muerta, sino ella: “Tenías que morir a los seis años para que yo naciera y fuera salvada.” Dicho de otro modo: “Vine al mundo porque moriste y te reemplacé.”

Los libros de Annie Ernaux tienen una base autobiográfica: usa sus experiencias como materia prima para acometer su proyecto, que no es entenderse o contarse o explicarse, sino contar una época, un momento muy concreto de la historia y de un lugar. Sus libros tienen un afán documental, de dar cuenta de la vida tal y como es. Y la vida es el amor, la enfermedad, la educación, las lecturas, la muerte, la posición social y, también, un cuerpo y las huellas que el paso del tiempo y las experiencias dejan en él. Publicó su primer libro en 1974, Los armarios vacíos (traducida por Galba, editorial ya desaparecida), una novela sobre una universitaria que abortaba. Era autobiográfica, pero era una novela. Para entonces, era profesora de instituto: sus padres estaban orgullosos de ella, había conseguido el ascenso social que ellos habían deseado para ella. A esa novela le siguió Ce qu’ils disent ou rien (1977). Ernaux estaba atrapada en lo que para ella era un infierno conyugal, estaba abrumada por las exigencias de ser madre, esposa y tener una carrera profesional, como cuenta en La mujer helada, su tercera novela, publicada originalmente en 1981 y traducida al español en 2015.

La literatura de Annie Ernaux está marcada por el interés sociológico, casi etnológico, que la diferencia de lo que suele entenderse por literatura del yo. Es una mezcla delicada que combina el uso de la memoria, las experiencias personales y el pensamiento íntimo con el retrato social. Es lo que sucede en El lugar, el libro con el que obtuvo el premio Renaudot en 1984 –el mismo año en que Duras ganó el Goncourt por El amante–, y que abre un nuevo camino, una nueva forma en su literatura. El lugar es un libro sobre su padre y no es una novela, es lo que ella llama “relato auto-socio-biográfico”. El padre de Annie Ernaux murió dos meses después de que ella aprobara el equivalente francés a las oposiciones de secundaria. Tenía 67 años y todavía trabajaba en el bar-tienda de Yvetot. Pensaba jubilarse el año siguiente. Este libro no es un relato de la compleja relación entre padres e hijos y del choque generacional, es un retrato neutro, con una escritura casi plana, pero emocionante y lleno de ternura de su padre y de la cultura a la que pertenecía: un hombre que siempre se había dedicado a trabajos físicos, cuyo lenguaje no era elevado ni culto, que en ninguna de las fotos que se hizo sale riendo y que cuando su hija tenía catorce años la llevó de excursión a Lourdes. “Cómo describir la visión de un mundo en el que todo es caro”, escribe Ernaux. Cuenta que ella solo vio una vez al padre de su padre, tres meses antes de que muriera, y que siempre que le hablaban de él decían que no sabía leer ni escribir. Cuenta que su padre utilizaba como único cubierto una navaja Opinel, y que dejaba el plato tan limpio que se podría haber guardado sin fregar. También cuenta la primera –y única– vez que su padre la acompañó a la biblioteca, o que siempre la llevaba en bici al colegio. “Ninguna poesía del recuerdo, nada de burla jocosa. La escritura plana me viene de manera natural, la misma que utilizaba para escribir a mis padres para darles las principales novedades”, escribe Ernaux. Y así, con ese estilo plano, documental, casi de inventario, llega a lo emocionante y conmovedor sin que fuera el objetivo principal.

El otro personaje fundamental de los libros de Ernaux es su madre. Escribe de ella en Una mujer (1988) y No he salido de mi noche (1997). Se alejó de sus padres en la adolescencia. Además del previsible conflicto generacional, entre Annie Ernaux y sus padres surgió otro: el de la diferencia de clase. Ernaux era ya una burguesa, mientras que sus padres solo aspiraban a serlo. Y a pesar de que era lo que siempre habían querido para ella, el ascenso social, eso les alejaba. Una mujer es un retrato casi cubista de la madre, porque contiene todos los lados de su madre. Escribe Ernaux:

Al escribir veo tanto a la “buena” madre como a la “mala”. Para escapar de ese balanceo que viene desde mi infancia más lejana, intento describirlo y explicarlo como si se tratara de otra madre y de otra hija. Así, escribo de la manera más neutra posible, pero algunas expresiones (“¡como te pase una desgracia!”) no llegan a serlo para mí como lo serían otras, abstractas (“rechazo del cuerpo y de la sexualidad”, por ejemplo). En el momento en que me acuerdo de ellas, tengo la misma sensación de desaliento que a los dieciséis años, y, fugazmente, confundo a la mujer que más me ha marcado en la vida con esas madres africanas que les sujetan los brazos a sus hijas pequeñas en la espalda mientras la matrona corta el clítoris.

La madre de Annie Ernaux murió en 1986, enferma de alzhéimer y de cáncer. No he salido de mi noche es el diario que la escritora mantuvo desde el comienzo de la enfermedad de su madre, en 1983, hasta su muerte. Es un tratado impúdico de la degeneración física y mental y un retrato crudo de la relación maternofilial y cómo la cambia esa degradación. Se ve también la inversión de los papeles: con el avance de la enfermedad, la madre de Ernaux parece adoptar el papel de niña, y a Ernaux le toca cuidar de su madre: lavarla, peinarla, darle de comer, cambiarle los pañales. El envejecimiento de la madre es también un anuncio de lo que será el de la hija. Tiene el estilo de todos sus libros: neutro, como un inventario de escenas y anécdotas. Pero es profundamente humano y, de nuevo, la ternura y la belleza aparecen de improviso.

Además de esos libros, Ernaux escribió de sus padres en su primera novela, Los armarios vacíos (1974), aquí en clave de ficción, y en La vergüenza (1997), donde volvía a un episodio de su infancia que la obsesionaba: el día en que su padre estuvo a punto de matar a su madre.

El uso de la foto

Una de las cosas que diferencia a Ernaux de su madre, que fue su modelo hasta la adolescencia, es la actitud frente al sexo. En realidad, es una cuestión generacional. La joven Annie quería enamorarse y caer rendida en los brazos de su amor, quería disfrutar del sexo y entregarse. Su primera decepción le llegó en el verano del 58, como cuenta en Memoria de chica, su libro más reciente (Gallimard, Cabaret Voltaire, 2016). Era la primera vez que salía de la casa de sus padres. Era joven, mimada, hija única sobreprotegida. Iba a pasar el verano trabajando como monitora en un campamento. La primera noche vivió una experiencia desagradable que marcó para siempre su entrada en el mundo del sexo y en la relación con los hombres. Frente a las burlas de sus compañeros, en ella crece el deseo de encajar y la necesidad del calor del cuerpo masculino. La chica del verano del 58, como llama Ernaux a la chica que fue, estaba perdida. Al final de ese verano, Ernaux empieza la universidad en Rouen, se le retira la regla y lee el libro que le cambiará la vida, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. Estas memorias son un relato iniciático de la entrada al sexo y a la formación intelectual. También cuenta cómo descubrió quién quería ser. Es curioso que haya vuelto a ese verano pasado tanto tiempo, sobre todo después de haber escrito La mujer helada (1981), sobre el matrimonio, la vida conyugal y la necesidad de escapar de las obligaciones de esposa y madre para tener su propia carrera intelectual, o El acontecimiento (2000), donde contaba cómo abortó en 1963, cuando todavía era ilegal –“como de costumbre, era imposible determinar si el aborto estaba prohibido porque estaba mal, o si estaba mal porque estaba prohibido”–, y lo que supuso ese “acontecimiento” en la manera en que su entorno la veía. Habla de Memoria de chica como “el texto siempre por escribir. Siempre postergado. El agujero incalificable”. Escribe: “La idea de morirme antes de escribir lo que desde hace tanto tiempo llevo nombrando ‘la chica del 58’ me obsesiona.”

“Del placer sexual lo he esperado todo, además del placer en sí. El amor, la fusión. El infinito, el deseo de escribir. Lo que mejor me parece, de cuanto llevo conseguido hasta ahora, es la lucidez, algo así como una visión sencilla y libre de sentimentalismo”, escribe en La ocupación. De sus relaciones con hombres escribe en varios libros: Passion simple (1991), Se perdre (2001) y El uso de la foto (Gallimard, 2005; Cabaret Voltaire, 2018). Pero ¿de qué habla Annie Ernaux cuando habla de sexo? Habla del cuerpo, sí, de lo físico, de que el acto sexual es una manera de atarnos a lo real y de que el sexo es la prueba más fehaciente de que estamos vivos. Por eso en El uso de la foto, coescrito con Marc Marie, el relato de su relación escrito a partir de las fotos de después del amor, la enfermedad está constantemente presente: Ernaux estaba en medio del tratamiento de un cáncer de pecho. El amor y la enfermedad; la muerte siempre al acecho y el sexo como prueba de vida.

Otra cosa que comparte ese libro con otros de Ernaux es el uso de las fotos. No siempre aparecen reproducidas con el texto, pero las descripciones son frecuentes: en La otra hija, en Memoria de chica, o en El lugar. Pero destaca especialmente en Los años (Gallimard, Herce, 2008), con el que obtuvo el premio Marguerite Duras y el premio de la Lengua Francesa. Los años cubre seis décadas de la historia de Francia, y es uno de los proyectos donde más claramente funciona esa fusión de autobiografía, sociología e historia. De inspiración perequiana y construido a partir de la descripción de fotografías, el libro combina el relato de la vida de Ernaux con el relato de un momento con el fin de “salvar algo de la época que nunca volverá a ser”. En su trabajo, la memoria es importante, y en eso, los libros de Annie Ernaux recuerdan en parte a los de Patrick Modiano: los dos buscan en el pasado, los dos trabajan desde la obsesión y comparten ese estilo documental, casi frío; los dos cuentan la historia de Francia.

La escritura como un cuchillo

Los libros de Annie Ernaux tienen otra característica común: sea cual sea el tema del que traten –sus padres, la clase social, el infierno conyugal, el despertar a la vida adulta, el sexo, la vejez, la enfermedad, la historia reciente– siempre hablan de escribir: son ese tipo de libros que se cuentan a sí mismos y el proceso mediante el que se han hecho. Hablen de lo que hablen, los libros de Annie Ernaux hablan de escribir y de cómo se relacionan la escritura y la vida. “Desde hace poco sé que la novela es imposible. Para dar cuenta de una vida sometida a la necesidad, no tengo derecho de ponerme primero de parte del arte, ni de tratar de hacer algo ‘emocionante’ o ‘conmovedor’. Reuniré las palabras, los gestos, los gustos de mi padre, los aspectos más destacados de su vida, todos los signos objetivos de una existencia que también compartí”, escribe Ernaux en El lugar. “Cuando escribo todas estas cosas, escribo lo más rápido que puedo (como si estuviera mal), y sin pensar en las palabras que uso”; “Desde que me he decidido a contar su vida, ya no puedo escribir después de las visitas”, dice en No he salido de mi noche. “Las cosas me pasan para que las cuente. Y el verdadero fin de mi vida es quizá solo ese: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se vuelvan escritura”, escribe en El acontecimiento. En La vergüenza: “Tal vez el relato, todo relato, haga normal cualquier acto, hasta el más dramático.” “No espero que la escritura me aporte temas sino estructuras desconocidas de escritura. Este pensamiento: ‘Solo quiero hacer los textos que únicamente yo pueda hacer’, significa unos textos cuya forma misma está condicionada por la realidad de mi vida. Nunca habría podido prever el texto que estamos escribiendo. Ha venido de la vida”, escribe en El uso de la foto. “No escribo porque estás muerta. Has muerto para que yo escriba, ahí está la gran diferencia.” La ocupación se abre así: “Siempre quise escribir como si no fuera a estar cuando publicaran lo escrito. Escribir como si fuera a morirme y ya no hubiera jueces. Aunque es posible que sea una ilusión creer que el advenimiento de la verdad depende de la muerte.” En Memoria de chica: “Una sospecha: ¿No habré querido, subrepticiamente, desplegar ese momento de mi vida para experimentar los límites de la escritura, llevar hasta el extremo la lucha contra la realidad? (Llego a pensar que mis libros precedentes no son sino aproximaciones, vistos desde este punto de vista.)”

Hay un libro-conversación publicado en 2003 en Stock, L’écriture comme un couteau, una entrevista con Frédéric-Yves Jeannet, donde habla de su estilo, de sus influencias y de su manera de ver la literatura y el oficio de escribir.

En 2011, la colección Quarto de Gallimard reunió en un volumen una selección de fotografías de Ernaux, fragmentos de su diario íntimo y una selección de sus libros y otros textos dispersos. El libro tiene un título esclarecedor, Écrire la vie. Explica Ernaux en el prólogo: “Me vino bruscamente, como una evidencia: escribir la vida. No mi vida, ni su vida, ni siquiera una vida. La vida, con sus contenidos que son los mismos para todos pero que cada uno experimenta de manera individual: el cuerpo, la educación, la pertenencia y la condición sexuales, la trayectoria social, la existencia de los otros, la enfermedad y el duelo.” Un poco más adelante, explica: “No buscaba escribirme, hacer una obra de mi vida: la he usado, los hechos, generalmente ordinarios, que la han marcado, situaciones y sentimientos que he conocido, como una materia a explorar para atrapar y poner al día algo del orden de una verdad sensible. Siempre he escrito a la vez de mí y fuera de mí, el ‘yo’ que circula de libro en libro no es asignable a una identidad fija y su voz está atravesada por las otras voces, parentales, sociales, que nos habitan.” Por eso los libros de Ernaux son especiales: relata una historia individual, íntima y concreta, situada en un tiempo y un lugar determinado, que permite la identificación, porque esas experiencias que cuenta con detalle y con ese estilo seco son comunes.

Annie Ernaux escribe un diario íntimo desde 1963, al que a veces recurre para sus libros. En uno de los fragmentos recogidos en Écrire la vie se lee: “Escribir no ha sido para mí un sustituto del amor, sino algo más que el amor o que la vida.” 

(Zaragoza, 1983) es escritora. En 2016 publicó Los idiotas prefieren la montaña (Xordica).

LETRAS LIBRES


BIBLIOGRAFÍA


  • Les armoires vides, Gallimard, 1974. Los armarios vacíos, Cabaret Voltaire, mayo 2022.
  • Ce qu’ils disent ou rien, Gallimard, 1977
  • La femme gelée, Gallimard, 1981. Traducción al español: La mujer helada, Cabaret Voltaire, 2015.
  • La place, Gallimard, 1983. Traducción al español: El lugar, Tusquets, 2002.
  • Une femme, Gallimard, 1989.
    • Una mujer, Seix Barral, 1988.
    • Una mujer, Cabaret Voltaire, 2020.
  • Passion simple, Gallimard, 1992. Traducción al español: Pura pasión, Tusquets, 1993.
  • Journal du dehors*, Gallimard, 1993
  • La honte, Gallimard, 1997. Traducción al español: La vergüenza, Tusquets, 1999.
  • Je ne suis pas sortie de ma nuit, Gallimard, 1997. Traducción al español: No he salido de mi noche, Cabaret Voltaire, 2017.
  • La vie extérieure*, Gallimard, 2000
  • L’événement, Gallimard, 2000. Traducción al español: El acontecimiento, Tusquets, 2001.​
  • Se perdre, Gallimard, 2001. Traducción al español: Perderse, Cabaret Voltaire, 2021.
  • L’occupation, Gallimard, 2002. Próxima aparición en español: La ocupación, Cabaret Voltaire, octubre 2022.
  • L’usage de la photo, Gallimard, 2005. Traducción al español: El uso de la foto, Cabaret Voltaire, 2018.
  • Les Années, Gallimard, 2008. Traducción al español: Los años, Cabaret Voltaire, 2019.
  • L'Autre fille, Nil, 2011. Traducción al español: La otra hija, KRK Ediciones, 2014.
  • L'Atelier noir, éditions des Busclats, 2011
  • Écrire la vie, Gallimard, 2011
  • Regarde les lumières mon amour, Raconter la vie, Seuil, 2014. Traducción al español: Mira las luces, amor mío, Cabaret Voltaire, 2021.
  • Mémoire de fille, Gallimard, 2016. Traducción al español: Memoria de chica, Cabaret Voltaire, 2016.
  • Le jeune homme, Gallimard, 2022. Traducción al español: El hombre joven, Cabaret Voltaire, próximamente.
  • Journal du dehors y La vie extérieure se tradujeron al español agrupadas en un volumen: Diario del afuera/La vida exterior, Milena Caserola, 2015.

PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS

  • Prix d'Honneur du roman 1977 para Ce qu'ils disent ou rien
  • Prix Renaudot et prix Maillé-Latour-Landry de l’Académie française 1984 para La Place
  • Prix Marguerite-Duras 2008 para Les Années
  • Prix François-Mauriac 2008 para Les Années
  • Prix de la langue française 2008 al conjunto de su obra
  • Doctor honoris causa por la Université de Cergy-Pontoise 2014
  • Premio Strega 2016 para Les Années
  • Prix Marguerite-Yourcenar 2017, otorgado por la Société civile des auteurs multimédia, al conjunto de su obra
  • Premio Ernest Hemingway de Lignano Sabbiadoro 2018, al conjunto de su obra
  • Premio Gregor von Rezzori 2019 para Une femme
  • Premio de la Academia de Berlín, 2019
  • Premio Formentor de las Letras 2019​
  • Premio Nobel de Literatura 2022


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