DE OTROS MUNDOS
Juan Goytisolo
Juan Goytisolo / Coto vedado / Un libre examen de conciencia
Fallece en París Monique Lange
Juan Goytisolo / Madrid es una ciudad muy tensa
Juan Goytisolo / La belleza del mundo es más duradera que el dolor humanoJuan Goytisolo / Premio Cervantes
Goytisolo por Goytisolo
Juan Goytisolo / Palabros
Fallece en París Monique Lange
Juan Goytisolo / Madrid es una ciudad muy tensa
Juan Goytisolo / La belleza del mundo es más duradera que el dolor humanoJuan Goytisolo / Premio Cervantes
Goytisolo por Goytisolo
Juan Goytisolo / Palabros
Juan Goytisolo / 'Je est un autre'
Juan Goytisolo / Paisaje después de las batallas
Muere el escritor Juan Goytisolo a los 86 años en Marrakech
Muere Juan Goytisolo, el escritor disidente
Juan Goytisolo según Orhan Pamuk
Juan Goytisolo y Monique Lange / Los amores difíciles
París, la otra patria de Jean Goytisolo
Juan Goytisolo estuvo y estará / Los momentos infernales del franquismo
Juan Goytisolo / Claves de un heterodoxo
Juan Goytisolo / Coto vedado / La sinceridad de un libro
Goytisolo en su amargo final
DRAGON
Juan Goytisolo / Scourge of the new Spain
Juan Goytisolo / Man Booker International prize 2011
Juan Goytisolo / Paisaje después de las batallas
Muere el escritor Juan Goytisolo a los 86 años en Marrakech
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DRAGON
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Juan Goytisolo, Novelist Who Took Aim at Spanish Conservatism, Dies at 86
Juan Goytisolo / The Blind Rider / Review
Juan Goytisolo / Exiled From Almost Everywhere / Review
Juan Goytisolo / The Garden of Secrets / Review
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Juan Goytisolo / The Garden of Secrets / Review
Peter Bush / A tribute to Juan Goytisolo
The novel is cannibalistic / Interview with Juan Goytisolo
PESSOA
Juan Goytisolo, escritor espanhol, morre aos 86 anos no Marrocos
The novel is cannibalistic / Interview with Juan Goytisolo
PESSOA
Juan Goytisolo, escritor espanhol, morre aos 86 anos no Marrocos
Juan Goytisolo
(Barcelona, 1931 - Marrakech, Marruecos, 2017)
Novelista español. Vinculado en una primera etapa al realismo social, exploró en su obra posterior un experimentalismo trasgresor en la formas y heterodoxo y disidente en los enfoques y los temas. Hermano del poeta José Agustín Goytisolo y del también novelista Luis Goytisolo, cursó la carrera de derecho, y en 1956 abandonó España para establecerse en París, ciudad en la que ejerció de asesor literario en la editorial francesa Gallimard. Posteriormente fijó su residencia en Marruecos.
Sus primeras novelas, inscritas en las tendencias del realismo social de los cincuenta, fueron Juegos de manos (1954) y Duelo en el paraíso (1955), situada esta última en los días finales de la guerra civil y centrada en la vida de unos muchachos cuya crueldad reproduce la de los mayores. Sus objetivos críticos y políticos, a través de una técnica objetivista influida por la narrativa norteamericana, se exponen en el ensayo Problemas de la novela (1959), auténtico manifiesto por una literatura inspirada en los principios del realismo socialista, y se plasman en la trilogía El pasado efímero, compuesta por las novelas (argumentalmente independientes) El circo (1957), Fiestas (1958), crónica del fariseísmo burgués en el marco del Congreso Eucarístico de Barcelona, y La resaca (1958), de carácter obrerista y suburbial.
Complemento de estas obras testimoniales son los reportajes Campos de Níjar (1960), relato de un viaje que el autor realizó por las áridas tierras de Almería, en el que describe las trágicas condiciones de vida de sus habitantes, y La Chanca (1962), así como otras dos novelas de crítica antiburguesa: La isla (1961), sobre un grupo de veraneantes en la Costa del Sol, y los cuatro relatos de Fin de fiesta (1962).
Un fecundo silencio, durante el cual Juan Goytisolo se cuestionó con rigor las bases de su narrativa, separa el último título mencionado y el que a la larga (pues no pudo ser publicado en España en su momento) le proporcionaría mayor celebridad, Señas de identidad (1966). Sin abandonar su visión comprometida con la realidad, Goytisolo renunció al estrecho marco expresivo impuesto por la literatura política en una segunda etapa que se abrió con esta novela, una obra experimental relacionada con el surgimiento de la nueva narrativa sudamericana, el nouveau roman francés y la obra de Luis Martín Santos.
Señas de identidad entraña el abandono de las modestas propuestas realistas del período anterior y la asimilación de técnicas de la novela moderna (cambios de punto de vista, saltos en el tiempo, relato en segunda persona, monólogo interior, prosa poemática, pasajes en verso y mezcla de diversos géneros), requeridas por la visión más compleja que representa esta nueva fase de su producción. El protagonista, Álvaro Mendiola, es un español exiliado en Francia (y sin duda "alter ego" del escritor) que realiza un breve viaje profesional a la Península, durante el cual intenta recuperar su pasado, para concluir en una situación que enfatiza el más profundo y dramático desarraigo. Este mismo personaje, encarnación de la frustración y el desarraigo de la generación de posguerra, reaparece en las dos novelas siguientes. En Reivindicación del Conde don Julián (1970), desde Tánger y ante la costa española, reclama una nueva destrucción peninsular; con Juan sin tierra (1975), que termina con un texto en árabe, culmina el proceso de desenraizamiento emprendido con Señas de identidad.
Su identificación con el mundo árabe (que entraña, entre otras cosas, una liberación del tema sexual en su escritura) y el radicalismo ideológico y vanguardista se manifiestan en sus ensayos El furgón de cola (1967), Disidencias (1977), El problema del Sahara (1979), Crónicas sarracinas (1981) y Estambul otomano (1989), y se acentúan en sus últimas novelas: Makbara (1980), cuyo texto deliberadamente fragmentario cuestiona el progreso de las sociedades occidentales enfrentándolas a la pureza de lo primigenio, Paisajes después de la batalla (1982) y Las virtudes del pájaro solitario (1988), que versa sobre el misticismo sufí y la poesía de San Juan de la Cruz. Goytisolo publicó asimismo una magnífica autobiografía en dos partes: Coto cerrado (1985), en la que ofrece testimonio de sus relaciones con los escritores de la escuela de Barcelona, y En los reinos de Taifa (1986).
Autor prolífico, durante los años noventa escribió La cuarentena (1991), Cuaderno de Sarajevo (1993), la novela La saga de los Marx (1993), el libro de crónicas Argelia en el vendaval (1994), El bosque de las letras (1995) y El sitio de los sitios (1995), crónica sobre la situación en Sarajevo tras su visita a Bosnia. En 1997 apareció Las semanas del jardín, historia de un homosexual internado en un manicomio militar a principios de la Guerra Civil. Ese mismo año le fue otorgado el Premio Proartes de narrativa iberoamericana de la ciudad colombiana de Cali, y publicó además Paisajes de guerra con Chechenia al fondo y De la ceca a la Meca, una crónica de viajes por los países musulmanes.
Le siguieron Cogitus interruptus (1999) y Obra inglesa de Blanco White (1999). En 2002 obtuvo el premio de Poesía y Ensayo Octavio Paz y en 2004 el premio Juan Rulfo. De su obra más reciente destacan Carajicomedia (2000), Telón de boca (2003), Contra las sagradas formas (2007) y El exiliado de aquí y de allá (2008), entre otros títulos. El conjunto de la producción literaria de Juan Goytisolo mereció en 2008 el Premio Nacional de las Letras Españolas; en 2014, tres años antes de su fallecimiento, su trayectoria se vio reconocida con el Premio Cervantes, máximo galardón de la literatura hispánica.
BIOGRAFÍAS Y VIDAS
Oído literario, oído musical
Madrid 21 NOV 1985
Juan Goytisolo leyó a los universitarios textos de Juan sin tierra, Paisaje después de la batalla, Makbara y Coto vedado. Antes explicó la idea de las novelas que funcionan como poema, y la necesidad de admitir que existe un oído literario como existe un oído musical. Cree que esta visión armónica del texto está más arraigada en Makbara, la obra que más trabajo le ha costado escribir, según dijo. Para Goytisolo, el compromiso del escritor es devolver a la comunidad un idioma distinto del recibido, desafiando la norma dominante-y apostando por autores transgresores, "a sabiendas de que tarde o temprano la lengua los recupera".
Sobre las opiniones. emitidas en su día sobre Makbara Goytisolo se quejó de que los críticos hablaron "del libreto, no de la música", y señaló que el ritmo es la característica de la vanguardia moderna en la literatura. Respecto a la influencia de lo árabe en su obra re ciente señaló que a veces funciona como revulsivo y otras como rescate de una tradición oral.
Frente a la división en blo ques del mundo de hoy se refirió a su interés por el dolor, la belleza y la miseria del Tercer Mundo. "Siento una simpatía manifiesta", dijo el escritor Juan Goytisolo, "pero intento también mostrar la explota ción, el horror y las lacras con las que allí se vive"
Jean Genet se queda a cenar
El ambiente intelectual del París de los sesenta, visto por la tata valenciana de Juan Goytisolo
ADOLF BELTRAN
Valencia 28 DIC 1991
Valencia 28 DIC 1991
Juan Goytisolo acababa de volver de Yemen, donde ha terminado recientemente el rodaje de una serie para Televisión Española sobre varios países árabes. Al día siguiente tenía que pronunciar una conferencia en Valencia. Y en esta ciudad se encontró con Vicenta Expósito, a la que no veía desde hacía décadas. La mujer, que sirvió en casa del escritor, en París, a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, tiene una particular visión de intelectuales como Genet, Lacan, Lévi-Strauss o Cortázar, personajes ilustres cuya evolución contempló desde la cocina.
"Hay carne, hay huevos, hay de todo", replicaba invariablemente Vicenta Expósito cuando los propietarios de la casa donde servía en París volvían imprevistamente con amigos a la hora de cenar. Uno de ellos llegaba siempre hambriento. Era Jean Genet, un autor maldito que en 1947 había escrito -aunque eso Vicenta no lo sabía- una obra teatral titulada Las criadas, en la que se plasmaba la vitriólica opinión de unas sirvientas sobre sus señores. Vicenta tiene ahora, además de un magnífico humor, casi 77 años. El pasado día 11 de diciembre, volvió a ver, después de 21 o tal vez 25 años -su memoria falla en este punto-, al señor de aquella casa donde sirvió en la capital francesa entre 1956 y 1964.
Juan Goytisolo debía acudir a Valencia a pronunciar una conferencia de vindicación de la obra literaria entendida como un texto que persigue y consigue la relectura. Los organizadores, pertenecientes a la obra cultural de Bancaja, le preguntaron si deseaba ver a alguien en particular durante su visita a la ciudad. Y él se acordé de Vicenta, la tata que vivió ocho años en París con él y con su compañera Monique, y que cuidó de la entonces pequeña hija de ésta, Carole.
Por Carole preguntó repetidamente Vicenta a lo largo de la cena en la que se reunió con el escritor. Y, en un castellano a duras penas construido sobre la estructura del precioso catalán de Beniarjó (Valencia), desgranó algunas divertidas anécdotas de un mundo, el de los intelectuales del París de finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta, visto desde la cocina por los ojos de una de tantas trabajadoras valencianas de la emigración.
"Llegó un momento", comentó Goytisolo, "en que nuestra casa parecía una agencia de contratación". El escritor recordaba la llegada constante de chicas de Beniarjó en busca de orientación para buscar una casa donde servir. "¿Es aquí donde colocan chicas?", contó el novelista que preguntó una de ellas en una ocasión. La verdad es que París debía estar lleno de jóvenes valencianas en empleos domésticos. Una paisana de Vicenta trabajaba para Jacques Lacan. Otra lo hacía para alguien con la curiosa costumbre de cerrar la nevera con candado mientras estaba fuera. "En la vida me hubiera quedado en una casa así", afirmó Vicenta con rotundidad. El aludido no era otro que el estructuralista Claude Lévi-Strauss.
Letra grande
El escritor ha convertido a Vicenta en personaje de algunos de sus libros. Señas de identidad y, en mayor medida, Los reinos de taifas dedican algunas páginas a esta mujer. Ella explicó que Goytisolo le había enviado en su día esta segunda obra, pero confesó con ingenuidad que sólo lee libros con la letra grande. "Su trabajo es para estar quieto y pensar", aseguró Vicenta del escritor con una indisimulada admiración. Y añadió: "Mentiras, no dice ni una. Por eso me gusta". La aventura de París la compartió Vicenta con su marido, Antonio, fallecido hace siete años. Él trabajaba de noche en el mercado de Les Halls, y Goytisolo contó que, en la época en que estaba vigente el toque de queda para la población argelina, toda la casa permanecía en vilo por si lo detenía la policía al confundirlo con un magrebí, dado su aspecto físico.
"Hay que disfrutar de la vida, Juan", le recomendaba Vicenta a Goytisolo, que rememoraba anécdotas como una paella que la mujer, una magnífica cocinera, llena de sentido común, preparó una vez para una reunión de 27 personas, entre las que se encontraban miembros de una familia llena de intelectuales, así como algunos personajes de la vida cultural del París de una época en la que la ciudad volvía a hervir de ideas como en sus mejores tiempos.
Nota media
Muy ligada afectivamente a la pequeña Carole en aquellos años, Vicenta explicó una curiosa escena. La pequeña estaba un día preparando un trabajo de literatura para la escuela cuando se dejaron caer por allí dos amigos más o menos habituales de la casa. Medio en broma, medio en serio, decidieron redactarle ellos mismos la tarea. Uno era el escritor Julio Cortázar y el otro podía ser Carlos Fuentes -aunque la memoria de Vicenta volvió a esparcir algunas brumas sobre este recuerdo-. Carole sólo obtuvo por aquel trabajo una "nota media".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de diciembre de 1991
Guillermo Cabrera Infante
LAS TIERAS DE JUAN
27 de noviembre de 1995
"Juan Goytisolo es premiado por los gitanos" (de los periódicos).Conocí a Juan Goytisolo en el otoño de 1960, cuando me llevó a su casa de París Heberto Padilla, entonces caído en la primera de sus desgracias políticas, recurrentes como una fiebre tropical. Iba yo rumbo a Moscú con la primera delegación cubana que viajaba a la nueva Meca. Había llovido todos los días anteriores con esa lluvia persistente. de septiembre en París, en que las hojas muertas se convierten en una "masa de detestable podredumbre", según Poe. Pero ese día salió el sol, y recuerdo que fue la primera vez en mi vida que vi el cielo sobre los puentes de París como una belleza prometida. Esa tarde conocí a Juan Goytisolo, desde entonces Juan a secas.Juan ya era conocido en Cuba, y yo mismo había publicado en 1958, en la revista Carteles, un cuento suyo, tan' bien hecho que me sorprendió encontrarme al joven maestro nada vanidoso. Al contrario, era tan acogedor como su apartamento. Ya Juan conocía a Padilla de París, pero sólo sabía de mí por referencias: Lunes de Revolución, que yo dirigía, y un libro de cuentos del que Padilla le había hablado. En esa ocasión le llevaba a Juan un ejemplar de ese mi primer libro, recién publicado en La Habana.
Cuando regresé a París un mes más tarde Juan ya había recomendado mi libro a la editorial Gallimard, donde lo publicó Roger Caillois en su colección La Croix du Sud, llamada a veces La Cruz del Gueto. Era donde iban a parar los libros de los escritores hispanoamericanos, y las tapas eran de un amarillo ominoso: no faltaba más que la estrella de David. Pero Juan siempre conseguía que los libros en español que le interesaban fueran publicados. Aunque su poder era más limitado de lo que muchos creían, se ganó la enemiga de más de un escritor no aceptado por Gallimard que quería aparecer, como la rosa de Tejas, aun de color amarillo. Esta parte de la "buena vida" de Juan en París, según sus enemigos en cierne (una imaginaria copa de champán en el desayuno, los mejores vinos inventados para el almuerzo, champán de nuevo para la cena: esta vez de una falsa Veuve Cliquot), la describían los refusés sin salón como un exile doré,cuando todos los exilios, bien lo sé, son de Doré, ilustrador de Dante.
George Orwell quería, cuando conocía a una persona extraordinaria (como un soldado republicano que vio una vez en Barcelona poco antes de ser herido), no volverla a ver. Era su manera de evitar que el engaño se le hiciera desengaño. Afortunadamente, yo había visto a Juan tres veces: dos veces en París y una vez más en La Habana a fines de 1961. Lunes ya había desaparecido, el suplemento ahogado en las olas de esa frase oceánica: "Con la revolución, todo. Contra la revolución, nada". Habíamos formado parte del todo y ahora éramos la nada. Yo estaba sin empleo (era un desempleado del socialismo, teoría que con un golpe de dedo no abolirá el desempleo) y pude acompañar a Juan en un paseo por el campo cubano. Era diciembre y llovía y el sol no apareció en el viaje. Juan no pudo disfrutar del trópico. -pero disfrutó a los tropicales.-
Como siempre en Barcelona y en París visitó los barrios más humildes de La Habana y, aunque era un invitado oficial, se las arregló para conocer al pueblo cubano de cerca: otro tanto había hecho Lorca 30 años antes. Pero aquí Juan sufrió un espejismo del sol del régimen y creyó que la cara cubana que veía no era el carácter cubano que emocionó a. Lorca hasta el delirio, sino el espejo de la vera efigie de Castro: si un simio miraba a la luna (del espejo) se reflejaba un falso apóstol. La rumbosa "revolución con pachanga" como la describió Carlos Franqui. (Como se sabe, los grandes del exilio son muertos yertos para el régimen). En su segundo viaje a Cuba Juan comprobó, sólo seis años más tarde, que era ya tarde para ese mañana imaginario. Padilla, después de todo, tenía razón: aun en el trópico el "socialismo es tristeza".
Ya en esta visita a Cuba yo había desaparecido en el exilio -o querían convertirme en un desaparecido- Juan fue a un panel de la televisión para hablar de la literatura cubana. En la antesala, uno de esos comisarios de la cultura (que, cosa curiosa, vive ahora en el nuevo exilio: el paraíso de los quedados) le advirtió que no mencionara siquiera mi nombre. Juan prometió que no lo haría y cumplió su palabra: sólo habló de Tres tristes tigres varias veces. La cara del comisario fue el espejo de su ánimo.
Juan regresó a París desilusionado temprano de la Cuba castrista, pero al tiempo se hizo portador de muchas esperanzas, puestas ahora en sentido contrario. Escribió en todas partes lo que había visto y oído en Cuba, pero ha protegido a toda clase de disidentes: sociales, sexuales y a las víctimas de todo totalitarismo. Juan fue al verdadero sitio del sitio, Sarajevo. No donde tiraba el barman del Floridita sus deliciosos proyectiles derretidos (al amor del daiquiri), sino donde caían obuses asesinos de mujeres y niños. Mientras tanto, en La Habana, los escritores cnistianos daban su auto de fe castrista, pero apenas se inquietaban por Bosnia potque allí los muertos "afortunadamente viajaban en tercera" -que es siempre el vagón de los musulmanes-. O más cerca el Madrid de los gitanos que, como los "negritos de La Habana", son buenos para hacer música, y para poco más.
Todavía, casi treinta anos más tarde, Juan ayuda a los escritores cubanos enviándoles pluma y papel, y en casos más lamentables hasta una camisa decente. Sus amigos de La Habana, los que viven, los que han sobrevivido al sectarismo, lo reconocen como un benefactor: lo sé porque he visto sus cartas. Pero Juan no quiere hacer públicas sus buenas obras, y tal vez tenga razón. Pero cuando se escriba su biografía y se cuente su vida, habrá que hacer contar estas manifestaciones de su personalidad.
La obra, ya considerable, de Juan Goytisolo se divide en tres etapas. Un naturalista en París que culmina con la primera de sus obras maestras, La isla, una novella perfecta. Cuando el exilio voluntario se hace crónica de viajes, como Campos de Níjar (que un curioso comisario africanizó en La Habana como ¡Cantos del Niger!) o como un recuento político cubano en Pueblo en marcha. Cuando el exilio se vuelve destierro el autor deviene Juan sin tierra: es aquí qué el narrador y el autor se confunden en la búsqueda de un refugio no sólo de las letras, sino en las formas de vida. Juan encuentra su tierra, justamente, en el mundo musulmán en general y en particular en el Magreb, en Marruecos: Marraquech es el oasis de su. desierto particular y Makbara es su mejor momento, su monumento.
Juan Goytisolo es un escritor aún más interesante como explorador de las islas literarias. No es extraño que uno de sus héroes sea un, inglés condenado por su propia sociedad como un hereje por su afán árabe. Me refiero a Richard Burton, un autor tan olvidado por la Inglaterra de Isabel la Segunda que para saber dé quién se habla hay que decir, sir Richard Burton, sin confundirlo con el actor que usurpa su nombre: el primero es un escritor de prirnera fila; el otro, con más estilo que estilo. Juan, con un pie en, tierra, recobró al verdadero Burton con la misma cuidadosa exactitud que devolvió a España de entre los muertos literarios a Blanco White, curioso nombre para un cura de sotana blanca en su sudario inglés. Hay que apuntar que Blanco era bilingüe y Burton arabista políglota. Juan habla varios idiomas con facilidad y felicidad sin que se le note.
El ensayo que Goytisolo dedicó a Burton es, en su brevedad, la mejor biografía que he leído sobre este inglés que en tiempos imperialistas se atrevió a ser un ser humano. Uno de mis orgullos literarios es que Juan me dedicara esta pieza de resistencia que marca el inició feliz de una, relación, estrecha entre el escritor español y la literatura inglesa más oculta.
Pero me interesa aún mas otro momento: cuando Goytisolo contamina y nuina con su humor la escritura. Juan el, como persona, de un humor muy particular, dado a adornar su conversación diaria con una ironía capaz de comprenderlo todo, que todo lo tolera menos la estupidez humaripL y su más baja forma, el racismo. Conozco pocos españoles -no, pocos hombres- con la capacidad de Juán de trascender, desde siempre, el racismo. Para él no hay blancos ni negros ni árabes ni judíos: sólo hay formas diversas del ser humano. A veces ni siquiera discernibles como grupos, tribus o naciones. (¿Cómo distinguir a un bosnio musulmán de un bosnio cristiano? Solamente los define el racismo serbio). Los gitanos son un ejemplo, de su sólida solidaridad, como lo demuestran ahora en su homenaje a Juan. Para Juan sólo hay individuos y, cuando los trata, seres vivos. Por eso se opone a toda política para la que el mejor enemigo es el enemigo muerto -o peor, torturado-. No he visto en los treinta y cinco años que conozco a Juan una muestra de mezquindad ni de envidia, literaria o no. Solamente su hostilidad siempre manifiesta hacia los imbéciles, los snobs y losoportunistas, en su forma de al tos literatos o chismosos de al dea. Juan, que por sus credenciales (sus señas de identidad justamente) podría darse golpes de pecho políticos con el peñón de Cibraltar, ha seguido siendo él. migmo tal. como su vida misma lo cambia. Marraquech y París son siempre sus derroteros, pero, no sus derrotas.
En su escritura sí ha cambiado. Ahora a su sentido del ridículo lo ha convertido en, un sentido del humor cada vez más agudo pero menos hiriente. Comenzó este humor, libre en Paisajes después de la batalla y culmina con su descacharrante biografía de la Sagrada Familia, la madre de todos los marxistas contada corno si el miembro más prominente de la familia Marx fuera Groucho. La saga de los Marx, desde su primera línea ("Quarda, Carlo!") hasta la última (que pudiera haber sido "Goodbye, Charlie!"), es un alarde de humor político más allá de los políticos que se dejan la barba.Dice Juan todo de Carlos, entre lo humano del. biografiado, y lo divino en que lo han, querido, convertir todos sus biógrafos: Marx sin forúnculos. Es por eso que nuestro Juan sin tierra se encuentra, en un final, que no puede componer la crónica familiar del hombre convertido en un monolito solemne (no hay más que ver su tumba en el cernenterio de Highgate en Londres, en que, la cabeza de Marx se convierte en ¡otra escultura de la isla de Pascua!) porque se lo impide la risa que desmorona todo monumento. Y termina Juan diciendo al lector al decírselo á sí mismo: "¡Nunca escribirás La saga de los Marx!". Cuando. es eso exactamente lo que ha hecho: una saga que es una soga para ahorcar a los solemnes que corren a la zaga, de Marx. Juan Goytisolo no ha derrumbado el monumento (todavía está ahí, aunque no está la URSS), pero ha hecho mella en el monolito. Eso se llama sátira menipea. Ménipo, nacido esclavo, era. uno de los personajes favoritos de ese humorista capital que se llamó Karl Marx. Su fantasma recorre ahora el mundo para hacemos morir de risa sardónica.
Guillermo Cabrera Infante es escritor cubano. Copyright G. Cabrera Infante, 1995.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 27 de noviembre de 1995
Un español complicado
UAN CRUZ16 ENE 1999
Los que le conocen sin tierra saben también que su semblante cambia en el camino: el camino es su patria, cabe decir, y aunque tiene el aspecto sereno de un sedentario del desierto es sobre todo un andarín. Pero no es sólo un andarín de países -vive medio año en París y otros seis meses en Marraquech-, sino que es un andarín de los que alientan sus ideas caminando, y es capaz de hacer kilómetros y kilómetros si la conversación que persigue da lo suficiente como para que su escepticismo sentado se haya puesto de pie y salga andando. Un día estábamos así, en Londres, hablando de Blanco White, y cruzó calles y calles, subrayando la biografía de aquel español extraordinario y perdido, y cruzó tantas calles que terminó él mismo, Juan Goytisolo, gesticulando tranquilo pero convincente en medio de una de las grandes autopistas de la capital inglesa. Blanco White le envía guiños, desde Londres, claro. Una vez caminaba Guillermo Cabrera Infante por una de las calles viejas de la ciudad, probablemente una de las que transitó Blanco White, y se halló con un telegrama comercial que firmaba algún heredero de Blanco, pues ahí estaba la firma sin lugar a dudas: "Greetings, José María Blanco White". Cabrera se lo envió, claro, a Juan Goytisolo, que sigue recibiendo recados secretos de esta gente extraviada por el mundo, trasterrados ilustres, que él sentó para siempre en la mesa peripatética y desnuda que mantiene en las casas de su alma. ¿Para qué? Para construir la biografía intelectual de un país que él nunca ha abandonado. Decía Samuel Beckett: "Quise dejar la isla, pobre de mí, la isla nunca se abandona", y a Juan Goytisolo le ocurre lo mismo con la isla española: se ha sentido sin tierra, pero ésta es la suya, y a ella vuelve, andarín, con la frecuencia exacta de las estaciones. Ahora viene a hablar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid de tres asuntos que reivindican ese retrato del caminante que recala en la historia de su tierra para entenderla mejor. Así, va a hablar, en días sucesivos, desde el lunes 18, del quinto centenario de La Celestina, de los viajes de Sarmiento y, cómo no, del tema que cruza toda su obra literaria y de ensayo: Memoria, olvido, amnesia, recuerdo y memoricio. Media semana hablando de España: este país tiene ante sí un siglo, pero sobre todo tiene ante sí una historia, que la literatura ha hecho a su modo. Mirándola se entiende mejor lo que puede pasar: sentando en la mesa del presente las metáforas del pasado, uno sale más sabio: ése es el ejercicio que ha acometido Goytisolo. Este español de Barcelona ha repicado desde la lejanía los tambores que aquí mismo se escuchan: convencido de que nuestro país se partió incivilmente varias veces, y no sólo por las guerras, sino por la ausencia de cultura, viene proclamando que la historia está incompleta: a veces lo dice con su gesto de adolescente enfurruñado, pero su enfado es tan coherente y tan antiguo que ya forma parte ese mismo gesto de las propias señas de identidad de Juan Goytisolo. Y es un rostro que se ha hecho pacífico, sin embargo, vehemente pero pacífico, tranquilo: cuando te ve en la plaza grande de Marraquech, te señala aquel batiburrillo de historias y poemas peripatéticos como un símbolo de la vida que él persigue: la historia literaria como un continuo que no tiene autor ni fin, sino que existe en sí mismo, como un cuadro o como la propia creación del mundo. Allí, este ciudadano ascético bebe agua mineral, camina saludando en árabe a sus numerosos amigos y luego te lleva a comer cordero con las manos en restaurantes abiertos y olorosos donde Juan es Juan, un amigo de todo el mundo. Se transforma ese rostro a veces desconfiando y entonces parece hallar la paz que busca y que en sus libros aparece como al final de un conflicto que es también una metáfora vital, rabiosamente literaria. Como decía Domingo Pérez Minik, el escritor canario que inventó para España la lectura sistemática de la literatura extranjera como medio para encontrarnos mejor con nosotros mismos, éste es un español complicado, sin duda ninguna, pero en su complicación intelectual está la raíz de la nobleza interior de su gesto, que aunque sea adusto y en efecto secreto, íntimo, escorado, tantas veces se ilumina también secretamente. Cuando le llamas y le preguntas cómo está, dice siempre: "La mar de bien". A veces se le llama sólo para oír de este escéptico salutación tan optimista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de enero de 1999
EL PAÍS
Juan Goytisolo y García Márquez México, 2004 Foto de Jorge González |
Hasta siempre, maestro
"No escribiré más", me confesó no hace mucho en Madrid Juan Goytisolo
NURIA AMAT
4 JUN 2017 - 13:02 COT
4 JUN 2017 - 13:02 COT
Disculpadme. Escribo llorando. ¿Debo seguir? Juan Goytisolo diría que sí. Que adelante. Las lágrimas son palabras sin atuendo. Hay que servirse de ellas cuando toca. Sobre eso de escribir o no escribir estaríamos comentando ahora, de seguir vivos para hablarnos. De los amigos. Las palabras.
La última vez que estuve con Juan fue el año pasado en Barcelona. En un hospital, en secreto, que nadie lo sepa, un mes seguido mientras Juan trataba de recuperarse de una rotura de fémur que lo dejó postrado. Con un dolor en la espalda que lo mortificaba. Le hacía masajes. Le llevaba rosas blancas.
Juan formaba parte de mi vida. Una tarde de primavera del año 1997, tres meses después de haber publicado mi novela La intimidad, suena el telefono en mi casa. Soy Juan Goytisolo. Estoy aquí. Quiero verte. Conocerte en persona. ¿Puedes? Sí, fue mi respuesta. La vida ofrece alguna vez esta clase de regalos. Me había tocado el gordo. Pudiera o no, salté a la calle desbocada. Nos encontramos en las Ramblas, hablamos, nos hicimos amigos. En una hora ocurrió el milagro. A partir de aquel encuentro sucedieron muchas y grandes cosas para mi, claro. Acompañé a Juan en varias de las actividades literarias que le consagraban y en las que me invitaba a participar. Recuerdo la primer viaje en Nueva York y mi intervención en un acto a él dedicado, ya entonces, sobre los problemas que empezaban a vislumbrarse de ser escritores catalanes en castellano. Hubo gran aplauso. Nuestra patria era la literatura, llegué a decir. Eres visionaria, me decía Juan. Y en aquel tiempo estábamos a horas luz de lo que poco después sucedería en Cataluña. Juan solía decirme: Tu hablas donde todos callan. Yo me dedico a otra lucha. Es cierto, Juan Goytisolo daba por proyecto insensato la deriva del gobierno catalán y su separatismo en ciernes. Todava era el tiempo en que Juan visitaba asiduamente a Barcelona. Hasta que se hartó de llegar a una ciudad en la que se sentía extraño. Nos expulsan, decíamos. Todos nos vamos yendo. Peor para ellos.
Nos unía, además de una parecida actitud rebelde contra cualquier imposición autoritaria, el amor la literatura, a la libertad, a la igualdad junto a una orfandad de madre perceptible a los ojos de los más perspicaces. Me diferenciaba de Juan la generosidad que siempre tuvo conmigo. Quería ser el primero en leer mis libros y el primero también en escribir sobre ellos. Hablar sobre ellos. ¿Le correspondí, en este sentido? No lo suficiente. Era el maestro, el gran escritor. Nuestras conversaciones podían ser literarias, íntimas, políticas, absurdas, también, en ocasiones. Pocos conocen el gran sentido del humor de Juan. Su ironía cervantina con la que podía ensalzar o liquidar a alguien en pocas y acertadas palabras. En Marrakech, cuando iba a verlo, podíamos pasar una tarde entera escuchando el crotorar de las cigüeñas en sus nidos. Paseábamos. Me presentaba a sus amigos, vecinos de la calle. Su vida en la Medina era digna de ver. Donde era amado y admirado es de sobras conocido. Era feliz, allí. Puedo asegurarlo. Su expresión devenía más sobria y enojosa fuera de su Marruecos estimado y necesario. Donde desconfiaba de la gente y se notaba. Recuerdo anécdotas divertidas en este sentido.
Le encantaba que, de tanto en tanto, le llevase algunos amigos, pocos y contados, con quienes sentirse cómodo y a los que sin problemas invitaba a su casa en cenas llenas de palabras sorprendentes. Sin embargo, fue Juan quien se ocupó de un modo casi imperceptible, de acercarme con sus escritos, tal vez a otros grandes escritores latinoamericanos. Por una afinidad diría de lenguaje. Los escritores de la periferia del español, llamaba yo a los escritores bilingües, e incluso escribí una librito sobre el tema. Algo había en Juan y en su obra que disgustaba a algunos escritores españoles y es posible que fuera debido a su heterodoxia y a su visión personal de la escritura. En una ocasión, tuve que hacer de intermediaria cuando quisieron invitarle a ser miembro de la Real Academia Española. Se negó en rotundo. En otro momento, me llamaron por teléfono para asegurarse de que Juan Goytisolo aceptaría el premio Ciudad de Barcelona. No, gracias. Fue todo lo que dijo.
No escribiré más, me confesó no hace mucho en Madrid, un día el que Juan Cruz avisó a Juan de que casualmente yo también estaba allí. Se terminó escribir para mi. Lo vi. Esta vez iba en serio. A los pocos meses comenzó el calvario. Y su despedida final. Hoy. Hasta siempre.
A la manera de Sartre
La Revolución cubana nos entusiasmó y creo que al mismo tiempo nos fue decepcionando
Mario Vargas Llosa
5 de junio de 2017
Me apena mucho la muerte de Juan Goytisolo, un amigo al que vi mucho en mis años de París y con el que compartí inquietudes políticas sobre todo en relación con Cuba. La Revolución cubana nos entusiasmó y creo que al mismo tiempo nos fue decepcionando. Recuerdo mucho la difícil batalla que dimos durante el caso Padilla, en el que defendimos posiciones similares.
Lo veía muy poco después de que se fuera a vivir a Marruecos, pero nuestros encuentros aunque espaciados fueron siempre muy cordiales.
Fue un escritor comprometido, a la manera sartriana, aunque luego se fue apartando cada vez más de sus entusiasmos políticos y aislando en su mundo muy personal, que no solía compartir con nadie.
Fue una sencilla ceremonia sin plegarias ni banderas para el escritor sin patria ni religión, donde se leyeron varios fragmentos de sus obras
EFE Larache (Marruecos)05/06/2017 22:28h -
Actualizado: 05/06/2017 22:48h.
El escritor Juan Goytisolo, fallecido ayer en Marrakech a los 86 años, fue enterrado hoy en el llamado «cementerio español» de Larache, un camposanto ya en desuso donde su compañía eterna será principalmente la de los humildes soldados españoles muertos en las guerras con Marruecos. Su tumba fue cubierta con una sencilla lápida con el lema: «Juan Goytisolo. Escritor. Barcelona 1931-Marrakech 2017», que hubo que encargar a toda prisa en la ciudad de Tánger. A su lado se encuentra la tumba de Jean Genet, otro escritor iconoclasta como él, y como él homosexual, amigo del mundo árabe y que eligió ser enterrado en Larache.
El entierro de Goytisolo fue una sencilla ceremonia sin plegarias ni banderas para el escritor sin patria ni religión, donde se leyeron varios fragmentos de sus obras, principalmente aquellas en la que el escritor reivindica su carácter de exiliado, de «Juan sin tierra», mientras que otros subrayaron su papel de puente entre civilizaciones. Con el rugido del Atlántico de fondo y el canto de un almuédano cercano, tomaron la palabra algunas de las personas más cercanas al escritor, como el diplomático y escritor José María Ridao, nombrado albacea del difunto, su traductora al francés Aline Schulman o la arabista Lola López Enamorado.
Aunque la familia del escritor había insistido desde Barcelona en que quería una ceremonia íntima, las autoridades de Larache se personaron en el acto, al igual que representantes diplomáticos españoles, amigos artistas del escritor llegados desde Marrakech y varias decenas de ciudadanos anónimos. Goytisolo había dejado claro hace muchos años que no quería regresar a España, «madrastra inmunda, país de siervos y señores», pero el escritor ateo y descreído tampoco quería ser enterrado en suelo católico, como recordó hoy José María Ridao.
En Marrakech, su patria adoptiva, donde residía hace más de treinta años, no fue posible encontrarle una tumba, por carecer la ciudad de «un cementerio común» abierto a todas las religiones, como dijo a Efe el alcalde de la ciudad, Mohamed Belcaíd. En un país donde los cementerios son por esencia musulmanes, judíos o cristianos, casi no quedaba lugar para un ateo como Goytisolo, pero alguien se acordó del Cementerio Español de Larache, un camposanto lleno de tumbas de los años veinte del siglo pasado y desde entonces en desuso.
Aquel cementerio maltratado por el salitre y la maleza, que apenas se limpia una vez al año por Todos los Santos, fue excepcionalmente reabierto en 1986 para recoger los restos de Jean Genet, que había vivido sus últimos años en Larache, y ello pese a que Genet encontró la muerte en París. Goytisolo no puede tener mejor compañía que la de Genet, un escritor al que admiraba por ser un rompedor que vivía al margen de la sociedad.
Enterrado en suelo marroquí, a la vera del Atlántico, el más heretodoxo de los clásicos españoles cumplió así su deseo de romper con su patria, a la que dedicó estas palabras de las que jamás se desdijo: «Tierra ingrata, entre todas espuria y mezquina, jamás volveré a ti».
BIBLIOGRAFÍA
NOVELAS
- Juegos de manos, Destino, Barcelona, 1954.
- Duelo en el paraíso, Destino, Barcelona, 1955.
- El circo, Destino, Barcelona, 1957.
- Fiestas, Destino, Barcelona / Emecé, Buenos Aires, 1958.
- La resaca, Librairie Espagnole, París, 1958.
- La isla, Seix Barral, México D.F., 1961.
- Señas de identidad, Joaquín Mortiz, México, 1966.
- Reivindicación del conde don Julián, Joaquín Mortiz, México, 1970 (reedición revisada en 2000 con el título Don Julián, Galaxia Gutenberg, Barcelona).
- Juan sin Tierra, Seix Barral, Barcelona, 1975.
- Makbara, Seix Barral, Barcelona, 1980.
- Paisajes después de la batalla, Montesinos, Barcelona, 1982.
- Las virtudes del pájaro solitario, Seix Barral, Barcelona, 1988.
- La cuarentena, Mondadori, Madrid, 1991.
- La saga de los Marx, Mondadori, Madrid, 1993.
- El sitio de los sitios, Alfaguara, Madrid, 1995.
- Las semanas del jardín (firmada con el seudónimo Un círculo de lectores), Alfaguara, Madrid, 1997.
- Carajicomedia, Seix Barral, Barcelona, 2000.
- Telón de boca, Aleph Editores, Barcelona, 2003.
- El exiliado de aquí y de allá, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008.
CUENTOS
- Para vivir aquí, Sur, Buenos Aires, 1960. Contiene ocho cuentos:
- Cara y cruz.
- Suburbios.
- Otoño, en el puerto, cuando llovizna.
- El viaje.
- La guardia.
- La ronda.
- Los amigos.
- Aquí abajo.
- Fin de fiesta. Tentativas de interpretación de una historia amorosa, Seix Barral, Barcelona, 1962. Contiene cuatro cuentos.
- Pausa de otoño, incluida en la primera edición de Señas de identidad (1966), pero suprimida del resto de ediciones. Obras completas II. Narrativa y relatos de viaje (1959-1965). Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores, Barcelona, 2005.
RELATOS DE VIAJES
- Campos de Níjar, Seix Barral, Barcelona, 1960.16
- La Chanca, Librairie Espagnole, París / Seix Barral, Barcelona, 1962.
- Pueblo en marcha. Tierras de Manzanillo. Instantáneas de un viaje a Cuba, Librairie des Editions Espagnoles, París, 1962.
- Estambul otomano, Planeta, Barcelona, 1989.
- Aproximaciones a Gaudí en Capadocia, Mondadori, Madrid, 1990.
ENSAYOS
- Problemas de la novela, 1959.
- El furgón de cola, Ruedo Ibérico, París, 1967. Seix Barral, 1976. Contiene catorce textos:
- El furgón de cola.
- La actualidad de Larra
- Escribir en España
- Los escritores españoles frente al toro de la censura
- La literatura perseguida por la política
- Literatura y eutanasia
- Estebanillo González, hombre de buen humor
- La herencia del noventa y ocho o la literatura considerada como una promoción social
- Cernuda y la crítica literaria española
- Homenaje a Cernuda
- Lenguaje, realidad ideal y realidad efectiva
- Menéndez Pidal y el Padre Las Casas
- Examen de conciencia
- Tierras del Sur
- España y los españoles (1979)
- Crónicas sarracinas, Ruedo Ibérico, 1982
- El bosque de las letras (1995)
- Disidencias (1996)
- De la Ceca a la Meca. Aproximaciones al mundo islámico (1997)
- Cogitus interruptus (1999)
- El peaje de la vida (2000, con Sami Naïr)
- El Lucernario: la pasión crítica de Manuel Azaña, Península, Barcelona, 2004
- Los ensayos, Península, Barcelona, 2005
- Contra las sagradas formas (2007)
- Ensayos escogidos, Fondo de Cultura Económica, 2007
- Ensayos sobre José Ángel Valente (2009)
OTRAS
- Obra inglesa de Blanco White (1972): edición.
- Obras completas, introducción de Pere Gimferrer. Aguilar, Madrid, 1977. Dos volúmenes:
- 1. Novelas.
- 2. Relatos y ensayos.
- Coto vedado, memorias, Seix Barral, Barcelona, 1985.
- En los reinos de taifa, memorias, Seix Barral, Barcelona, 1986.
- Alquibla, guion televisivo para Televisión Española, 1988; serie de 26 capítulos dirigida por Rafael Carratalá, con música original de Luis Delgado:
- Los derviches giróvagos.
- El Cairo: díptico urbano.
- Palestina después de su diáspora.
- Gaudí en Capadocia.
- Romerías y ermitas: el culto popular de los santos.
- Estambul: la ciudad palimpsesto.
- Zagüias y cofradías.
- Itinerario de un campeón.
- El espacio en la ciudad islámica.
- Ver sin ser vista: la mujer en el Islam.
- Desierto, realidad y espejismo.
- Islam: realidad y leyenda.
- Nas Al Ghivan: la música del trance.
- El islam negro.
- Ramadán.
- Los musulmanes soviéticos.
- Los atletas de Alí.
- Los ascetas del desierto.
- La Turquía profunda.
- Cementerios islámicos.
- La otra orilla.
- Díptico chií 1: del despotismo a la revolución.
- Díptico chií 2: de la revolución a la guerra.
- La música rai.
- Los últimos juglares.
- Abdelkrim y la epopeya del Rif.
- Cuaderno de Sarajevo, reportaje, El País /Aguilar, Madrid, 1993.
- Argelia en el vendaval, reportaje, El País /Aguilar, Madrid, 1994.
- Paisajes de guerra con Chechenia al fondo, reportaje, El País /Aguilar, Madrid, 1996.
- Lectura del espacio en Xemaá-El-Fná, con ilustraciones de Hans Werner Geerdts; Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1996.
- El universo imaginario (1997).
- Diálogo sobre la desmemoria, los tabúes y el olvido (2000): diálogo con Günter Grass.
- Paisajes de guerra: Sarajevo, Argelia, Palestina, Chechenia (2001).
- Pájaro que ensucia su propio nido, artículos, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2001.
- Tradición y disidencia, transcripción del ciclo de conferencias en la Cátedra Alfonso Reyes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, noviembre del 2000; TEC de Monterrey, Ariel, México D.F., 2001.
- Memorias, Península, Barcelona, 2002. Reedición de Coto vedado y En los reinos de taifa en un solo volumen.
- España y sus ejidos, Hijos de Muley-Rubio, Majadahonda, Madrid, 2003.
- Obras completas. Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores, Barcelona, 2005-2008, en ocho volúmenes. Edición revisada por el autor, que escribió un prólogo para cada uno:
- I. Novelas y ensayo (1954-1959)
- II. Narrativa y relatos de viaje (1959-1965)
- III. Novelas (1966-1982)
- IV. Novelas (1988-2003)
- V. Autobiografía. Viajes al mundo islámico
- VI. Ensayos literarios (1967-1999)
- VII. Miscelánea y obra periodística
- VIII. Guerra, periodismo y literatura
- Homenaje a José Ángel Valente, (prólogo). Antología de J. A. Valente. Colección de poesía El País (2009).
- Ardores, cenizas, desmemoria (2012, Editorial Salto de Página), poesía
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