lunes, 25 de febrero de 2013

Néstor Sánchez


DE OTROS MUNDOS


Néstor Sánchez
(1935 - 2003)


Néstor Sánchez fue un escritor y traductor argentino nacido en 1935 en la ciudad de Buenos Aires (en el barrio de Villa Pueyrredón) y fallecido en esa misma ciudad, el 15 de abril de 2003. Se lo conoce como unos de los autores menos expuestos y más extraños de su país, y por la especial manera de componer sus obras, que no solo fueron experimentales sino también extravagantes y ricas, de temática casi siempre centrada en la ciudad que lo vio nacer. Fue bailarín de tango junto a Juan Carlos Copes. Tuvo etapas místicas siguiendo las enseñanzas de Gurdieff y de Castaneda. Viajó por Latinoamérica, Estados Unidos y Europa.  Cuando tenía 33 años aprovechó una beca de la Universidad de Iowa para cumplir su anhelo de recorrer otras tierras. Por entonces estaba por aparecer su tercera novela, El amhor, los Orsinis y la muerte, y su nombre, impulsado con gran entusiasmo por Julio Cortázar, comenzaba a ser frecuente en el mundillo literario. Sin embargo Néstor Sánchez renunció a estas módicas pompas para iniciar un periplo que lo condujo de Iowa a Nueva York y Nueva Orleans, de allí a Caracas, luego a Barcelona, después a París, y por fin nuevamente a Nueva York, pasando por San Francisco y Los Ángeles. En París y Nueva York transcurrieron nada menos que 15 años de una existencia que a Sánchez le resulta insoportablemente corta. En su breve estancia barcelonesa escribió su cuarta y última novela. Sus obras han sido redescubiertas por recientes reediciones.





Un narrador inquietante

La reedición de Siberia Blues y la de Cómico de la lengua, prevista para 2007, confirman la vigencia de Néstor Sánchez, autor fundamental de los años 60


Por Liliana Guaragno 
La Nación
Buenos Aires, 19 de noviembre de 2006

Cuando a fines de 1964 Edgar Bayley, Francisco Madariaga y Enrique Molina festejaron Nosotros dos, la novela de Néstor Sánchez reeditada en 2004 por editorial Alción,afirmaron que era "la mejor novela que se había escrito después de Arlt". Sudamericana, ante los elogios de Julio Cortázar, la publicaría en 1966 y la reeditaría en 1967. Ese año apareció Siberia Blues, que hoy reedita la editorial Paradiso para algarabía de los viejos lectores de Sánchez y de los muchos nuevos que despiertan ante la obra inquietante de este autor de la década del 60, que modificó la novela de su tiempo y recibió críticas elogiosas de Emir Rodríguez Monegal y fue destacado, bajo el signo de la renovación y la ruptura de las formas narrativas, por Ramón Xirau y Noé Jitrik. El reconocimiento de la obra de Sánchez continuará en 2007, cuando Paradiso reedite Cómico de la lengua .
Néstor Sánchez (1935-2003) había nacido en Villa Pueyrredón, en la casa donde falleció un 15 de abril. Amante del tango y del jazz, bailarín de tango, gran lector de poesía, se reunía en El Moderno con Gianni Siccardi, José Peroni, Martín Micharvega, Roberto Brullón (que ilustró la tapa de Esperando a tu hijo , libro de 1963 del que renegó), con Noé Jitrik y Tununa Mercado, Vicky Rabín, su segunda mujer, Clide Eliche y los Cedrón. Por ahí andaba también Ruy Rodríguez con la revista Opium , en la que Sánchez colaboró. Las charlas tendían a la búsqueda de una salida al realismo crítico, hablaban de Pavese, Montale, Vittorini, de Eco y Obra abierta , de los dadaístas, surrealistas y objetivistas franceses, de Faulkner, de los poetas argentinos Paco Urondo, Alejandra Pizarnik, Mario Trejo y Rodolfo Alonso, cuyos poemas se publicaban en la revista Poesía de Buenos Aires junto a generosas traducciones de Rimbaud, Joyce, Michaux, Reverdy. Mientras tanto, Sánchez, al que la poesía "no se le daba", creaba la Novela poemática, que une la experiencia de vida y literatura a la poesía.
Sánchez, opuesto al realismo imperante y al boom latinoamericano, desacataba todo programa y asumía las libertades de la poesía moderna. Influido por la generación beat y por cierto surrealismo, con un narrador-cámara que mima la fotografía o las tomas del cine, se apartó, ya en Siberia Blues, de toda melancolía cortazariana.
Su fino oído musical convirtió en lenguaje los ritmos del tango y del jazz. El jazz se integra en su onda de improvisación con reiteraciones y variaciones de motivos en avance o retroceso en una escritura en marcha, fraseo que atrae por resonancias y da lugar a pliegues que descolocan tiempos y espacios con efectos de simultaneidad.
En Siberia Blues entra "en foco" la quinta de Saavedra en Villa Urquiza, la Siberia del título, donde se reunía la barra de Tomasol, grupo lumpen formado por Natalio Ventura, el flaco Colombres, el negro Cepeda, Remigio y otros pero sobre todo por un chico al que apodan el Obispo por "contemplativo" y "poco inclinado al trabajo", personaje clave en la novela. Otro chico, el que los mira jugar al fútbol tras el alambrado, narra las historias que le cuenta el Obispo, ya en la adolescencia y hasta sus 30 años, cuando el Obispo desaparece, tiempo que coincide con el apogeo del tango y su decadencia, entre los años 40 y 60. La modernización de la época peronista desalambra la Siberia para construir un parque y un museo, y la barra se destierra en el bar del Trece para dispersarse por las calles "con tumulto y luz", perderse en la urbe fabril, con sus lluvias de hollín y la masa de obreros con cierta fe en el "progreso". La trampa en los vueltos, el juego, el turf, el billar, la muerte del negro Cepeda, la mudanza del viejo Ventura en un carro tirado por la yegua blanca disuelven definitivamente al grupo. Esta novela de un Buenos Aires transpuesto a la letra con la energía vital de la escritura de Néstor Sánchez no transmite melancolía, sino la desdramatización sostenida en resonancias de tango y jazz. Lo que pretendía Sánchez del lector no era ninguna identificación sino adhesión por resonancias.
En la entrevista que en 1974 le hizo su traductor de Gallimard, Albert Bensoussan, Sánchez dijo, acerca de Siberia Blues, que prefería lo marginal, porque lo no marginal le parecía "de una pobreza sobrecogedora".
Sánchez se interesó por las filosofías orientales y desde 1968 viajó a Chile, Perú y Venezuela. Volvió a Buenos Aires y publicó El amhor, los Orsinis y la muerte (1969). En 1970, becado por la universidad, fue a Iowa, donde permaneció cuatro meses. Viajó luego a Roma, y de allí a Barcelona. Seix Barral reeditó sus dos primeras novelas y editó Cómico de la lengua (1973). Más tarde, en París, fue asesor de Gallimard, que reeditó Nosotros dos Cómico.... Allí encontró un grupo importante de trabajo Gurdjieff, dedicado al conocimiento sagrado. Sucesos de vida y cierto temor a "la estafa biológica", como llamaba Sánchez a la brevedad de la vida, deterioraron su salud. Volvió a Estados Unidos, donde vivió en estado de pobreza hasta que su hijo Claudio lo ubicó, y regresó a la Argentina en 1986. En 1988 Sudamericana editó su último libro, La condición efímera , y él declaró que se le había acabado "su épica de vida".









Néstor Sánchez busca su lugar
Agencia Télam
LA VOZ DEL INTERIOR
Sábado 8 de abril, 2006

Buenos Aires. A tres años de la muerte del narrador Néstor Sánchez, el sello Paradiso reeditará este mes Siberia Blues, una de las principales novelas de una producción que en su momento suscitó elogiosos comentarios de Julio Cortázar, Emir Rodríguez Monegal y Ricardo Piglia, entre otros escritores.

Publicada originalmente en 1967, Siberia Blues evoca el barrio porteño de Villa Urquiza de los años ’60, a través de los integrantes de la barra romántico-anarquista Los Tomasol, defensores del “fuego sagrado del ocio”, que con la gestualidad iconoclasta de la época sostenían una consigna provocadora: “Todo esfuerzo embrutece, toda tentativa para incorporarse a la caravana del sudor se relaciona con el resto de la ciudad marmota, inminente, sacudida por el hollín y los despertadores”.

La vida de Sánchez –autor de culto injustamente olvidado hasta 2004, cuando la editorial cordobesa Alción reeditó su novela Nosotros dos– tiene un itinerario llamativo: va del impacto de su narrativa, que llamó la atención de editoriales europeos como Seix Barral y Gallimard, a llamarse a silencio a finales de los años ’60, época en que sale de la Argentina e inicia un vagabundeo de dos décadas por Venezuela, Estados Unidos y diversos países de Europa, por momentos de la mano de los grupos esotéricos de Carlos Castaneda y Gurdjieff.

Así, Sánchez, periodista, viajero, burrero y bailarín de tango –en 1955 fue bailarín profesional junto a Juan Carlos Copes en el club Atlanta– le dio la espalda al denominado “boom literario” que promocionó la narrativa latinoamericana.

Siberia Blues, escrita en clave de improvisación jazzística, entreteje a través de un personaje denominado Obispo historias de seres que hacen de la marginalidad un modo de vida. Alrededor de temas como la mujer, el fútbol de potrero, el billar, el “escolazo” y las martingalas, el bar, las carreras de caballos y hasta la planificación de un robo, Sánchez despliega un largo “blues” con los habitantes del corazón de Villa Urquiza, su barrio natal, que el propio escritor bautizara como “la Siberia”.

La literatura del Sánchez inicial, con ecos de Rayuela de Julio Cortázar, alcanza madurez con Siberia Blues en un estilo al ritmo de prosa poética, con resonancias de la generación beat norteamericana y el espíritu del surrealismo, sobre el que se mueven seres que lo viven todo como una experiencia límite.

Uno de sus amigos, el escritor Rodolfo Privitera, a quien Sánchez le dedicó Siberia Blues y bautizó como el personaje de su libro, Obispo, señala la vigencia de esa novela: “Cuando Julio Cortázar sostuvo que en Sánchez se encontraba el Joyce latinoamericano su publicación produjo sentimientos encontrados en la aldea bonaerense de aquellos años. Pero se puede afirmar que, así como en Joyce está su geográfica Dublín siempre presente, Sánchez con la ‘ayuda’ de Arlt, Marechal y Cortázar, construye una de las novelas más notables sobre la Buenos Aires geográfica y sus personajes en aquel momento histórico de los años 60”.
http://www.paradisoediciones.com.ar/rese%C3%B1as/S%C3%A1nchez%20-%20La%20voz%20del%20interior.htm



Sobre Néstor Sánchez

Nunca volví a tener sentado frente a mí en el living de casa a un hombre como Néstor Sánchez.
Martes por medio, con su mirada vaga, el cigarrillo eterno y la frente húmeda. De tanto en tanto, una risa inocente nos premiaba.
Yo lo quería de una manera austera. Cuando encontraba belleza en un poema mío era un encuentro fervoroso, musical; cuando la devolución era “no, eso no” con una severidad de escuela, yo me avergonzaba porque seguramente él no hubiera querido tener que decirlo.
Aunque había una imperiosa necesidad de protegerlo, creo que era más fuerte su protección: esas palabras hondas con que transmitía su ética literaria eran protectoras.
Hubo tres conceptos suyos que se fijaron para siempre en mí. Casi a diario los recuerdo, los uso, me ayudan a hablar, a pensar, a ser.
Era bueno tenerlo en el sillón del living de mi casa, era muy bueno.

Silvia Mazar
Marzo 2007




Ya no veo escritura posible para mí. Como dije, se terminó la épica. Para poder escribir tendría que recurrir a mi pasado en los Estados Unidos, y eso ya está hecho. Es una situación extrema en la que estoy: si la escritura se vincula con la vida, la vida que llevo es muy monótona, y en el camino de la vejez se convive con la muerte, no hay solución. Mi actitud frente a la escritura fue siempre la de intentar llegar a algo que estaba más allá, algo inalcanzable. Ahora me quedé sin nada.
Néstor Sánchez




No hay que escribir nada que pueda contarse por teléfono.
Néstor Sánchez




Creí que con los libros de Carlos Castañeda y la ensenanza de Gurdjieff 
se podía llegar a los 300 años. 
Fue un convencimiento delirante que me tomó por enteró
Néstor Sánchez




El “fuego sagrado del ocio” marca la frontera de la barra de Tomasol en el barrio de Villa Urquiza, franja lumpen del ‘40 ajena a la “caravana de sudor” que entra en foco en Siberia blues (1967), desde su apogeo hasta el destierro de la quinta de Saavedra que con la ideología peronista del progreso se convertirá en parque y museo, y barrio obrero ajardinado. Una lente narrativa desapasionada toma secuencias o anda a travelling largo o con pensamiento fotográfico y convoca los diferentes tiempos y espacios que se fragmentan y se corresponden entre sí en una fiesta de los sentidos. La primera persona, ese ‘yo’ niño que miraba desde el alambrado al Obispo, el único chico de la barra,  iniciará con él la fe de la amistad quince años más tarde por el fuego de un cigarrillo, hasta su desaparición a los 30 años exactos (“El obispo ha desaparecido” fue uno de los títulos que pensó Néstor Sánchez para esta novela), pero de cuya mano maestra se deslindan estos personajes que caen en la sombra de la ciudad o de la cárcel, o en la  muerte. Atravesado cada tanto el texto por el resplandor –del patio, de la yegua blanca–, reverbera una escritura de contrapuntos que logra afinar su instrumento con los procedimientos del jazz,  la idea de que en el momento de la muerte los instantes de la vida se combinan como plazca, y la fuerza poética que irradia desde los versos  de “Zona” de Apollinaire. Leer Siberia blues de Néstor Sánchez es sentir –en el cuerpo, en el oído– la música de Buenos Aires, su ritmo indudable a tramos en ineludible trato con el lenguaje local, los significativos nombres de ciudades, barrios y calles, la extrema elipsis de la oralidad y sus  términos y giros reconocidos en su variación, así como los que surgen del juego, el turf, la falopa, o  el robo. Un repertorio certero y del detalle graba  a su gente y su mundo fuera de las normas en uso, porque en la escritura de Sánchez  se “decide” y “deforma” en radical renovación la novela del ’60.
Liliana  Guaragno



SIBERIA BLUES
Por Susana Cella

Al año siguiente de su novela Nosotros dos, en 1967, Néstor Sánchez inicia con Siberia Blues una apuesta narrativa que profundizaría en obras como La condición efímera. Reeditada recién  ahora, se trata de una historia donde aparecen personajes populares –en un lugar al que llaman Siberia– y que, en un lenguaje coloquial, se distancia de la narración convencional para organizar una trama compleja, donde el tiempo pierde linealidad para aparecer discontinuo y fragmentado. La lectura produce a la vez extrañeza (frases al parecer sueltas, cambios súbitos de situaciones o lugares, voces y nombres recurriendo, mezclándose) y al mismo tiempo un reconocimiento (barrios, calles, palabras, destinos de los personajes). No ajena ni al sentimiento ni al lirismo, pero tampoco a los avatares de varios seres entre los que se destaca ese niño peculiar que va creciendo en la novela y que se apoda el Obispo, esta novela propone al lector la aventura de ir dejándose llevar. Es tal vez uno de esos tesoros que la imposición de clisés narrativos ha relegado, destino que también corrieron otros textos del autor, muerto en 2003. (Paradiso)



OBRAS

  • Nosotros dos
  • Siberia blues
  • Los informantes
  • El amhor, los orsinis y la muerte
  • Cómico de la lengua
  • La condición efímera


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