Henry Miller, 1940 Fotografía de Carl Van Vechten |
Henry Miller / Carta de despedida a Anaïs Nin
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BIOGRAFÍAS
BRENDA VENUS
ANAÏS NIN
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BRENDA VENUS
ANAÏS NIN
Henri Valentine Miller
(1891 - 1980)
El novelista norteamericano Henry Miller nació en Nueva York el 26 de diciembre de 1891 y murió en Los Ángeles (Pacific Palisades) el 7 de junio de 1980. Henry Miller es sin duda uno de los talentos más destacados de la literatura norteamericana contemporánea y el paradigma del disidente y anarquista pacífico de su tiempo. Toda su obra es autobiográfica y vivencial; de ahí lo profundo de sus convicciones, expresadas en su entrega a la literatura como camino personal irrenunciable. Su naturalidad para tratar temas como el sexo y su denuncia de la hipocresía social en esta materia le valió la admiración de infinidad de lectores de todo el mundo y el tener entre sus adeptos incondicionales a las generaciones de inconformistas de su propio país de las décadas de los años cincuenta y sesenta de la pasada centuria.
Henry Miller
Sus padres eran judíos. Su asistencia, en 1901, al City College sólo dura dos meses: lo abandona para emplearse en una fábrica de cemento. Luego de una serie de viajes por el sur de los Estados Unidos, durante los que se mantiene realizando cualquier tipo de trabajo, regresa a Nueva York en 1914 y se emplea en la sastrería de su padre. En 1923 realiza su primer viaje a Europa con su segunda esposa, June Edith Smith. Pero no es hasta 1930 que Miller decide establecerse en París, donde encontró bastantes temas para sus libros y un ambiente propicio para su vida bohemia y turbulenta.
En 1934 publica Trópico de Cáncer (Tropic of Cancer), obra que será editada simultáneamente en inglés y francés. Los conflictos con la censura mantendrán esta obra inédita en Norteamérica hasta 1961; en esta época, Miller será ungido maestro de la proclamada revolución sexual del momento, pues trataba sin tapujos las situaciones de sexo explícito y mostraba una corrosiva ironía al referirse a los supuestos valores del puritanismo, ya sea en su versión francesa o norteamericana.
Trópico de Cáncer es una crónica sobre la vida del propio autor en París, sus andanzas de artista pobre y mujeriego, en la que se entrelazan una suerte de picaresca de sabor europeo con el irónico humor americano. La novela tiene una estructura poco convencional y está escrita en un lenguaje descarnado y hasta obsceno, pero indudablemente revolucionario y vital; en ella se manifiesta la preocupación de Miller por la búsqueda de identidad y la liberación del individuo de la maraña de mitos sociales que lo apresan.
Su estadía en París significa el comienzo de amistades fundamentales en lo que a su vida y obra se refiere; conoce a Jean Giono, a Anaïs Nin y a Lawrence Durrell, quien compartía con Miller la postura vitalista que enseñaba la práctica y la celebración de lo corporal por encima de todas las adversidades, fórmula que tanto influiría a lo largo de toda su literatura. En 1936 publica el libro de narraciones Primavera negra (Black Spring).
El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación.
Las otras ocho no son importantes.
Henry Miller
En 1939, junto con Durrell, realiza un viaje por Grecia del que es fruto la novela El Coloso de Maroussi(1941). También en 1939 publica Trópico de Capricornio (Tropic of Capricorn), en la que, al igual que en el anterior Trópico, Miller expone cómo su estancia en París estuvo marcada por una agobiante pobreza. No faltan críticos que sostienen que ambos Trópicosrepresentan, respectivamente, la crónica de una liberación y el cuadro del infierno del cual el escritor escapa. En ambas obras hay la misma ausencia de estructura, el mismo caos verbal, abierta utilización de monólogo interior, ruptura de ritmos, utilización deflashback, extensas catalogaciones a lo Whitman y sobre todo abundantes metáforas e imágenes de raigambre surrealista.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, su obra comienza a obtener cierta difusión, lo cual le permite trasladarse a vivir definitivamente a su entrañable California. Allí escribe Big Sur y las naranjas de Hieronymus Bosch (Big Sur and the Oranges of Hieronymus Bosch, 1957) y termina una obra cuyos apuntes había traído de París: Sexus (1949). Primera pieza de La crucifixión rosada (Plexus, 1953, y Nexus, 1959, son las otras), esta serie retoma la temática autobiográfica y cubre el período que va de 1923 a 1928.
Más relajado, acabados definitivamente sus pleitos con la censura y sin sobresaltos económicos, Miller se dedica a la pintura con gran intensidad. Publica sus cartas con Anaïs Nin y continúa explotando su propio pasado en Mi vida y yo.
Lo que se expresa en las obras de Henry Miller es una filosofía de la vida absolutamente transgresora, irreverente para con los clichés morales y estéticos de nuestra sociedad. La literatura de Miller es refractaria a cualquier credo específico; aboga por una especie de sincretismo estético y filosófico entre Occidente y Oriente. De ahí su enfático interés por la astrología, la teosofía, el ocultismo, el hinduismo y sobre todo el budismo. Miller es uno de los más claros ejemplos de literatura hecha de desesperación, de amor a todo sin cortapisas, de fe en el lenguaje como lugar de conocimiento. Herederos de su forma de entender la existencia fueron beatniks y hippies.
Falleció el escritor norteamericano Henry Miller
El escritor norteamericano Henry Miller falleció el pasado sábado en su domicilio de California, a los 88 años de edad, a causa de un agravamiento en los trastornos circulatorios que padecía desde hace tiempo. Su amigo y editor Noel Young, de la editorial Capra Books, de Santa, Bárbara, manifestó que había muerto sin sufrimiento, «su muerte era esperada y fue pacífica». Debido a la diferencia horaria y al retraso en facilitar la noticia, los medios informativos no pudieron recoger el domingo la desaparición de uno de los grandes novelistas de nuestro siglo.
Una vida consagrada a la literatura, un religioso del sexo, un exaltado apologista del amor y de la sexualidad sin complejos, el gran pornógrafo, un genio vital, son algunos de los resúmenes posibles de la permanencia literaria de Miller, un escritor que deseaba coronar su obra con el Premio Nobel de Literatura. Pocos días después de concederse a Isaac Bashevis Singer, declaraba: «Si no he tenido el premio este año, peor para ellos; ya me lo darán el año que viene. Ya se sabe que el Nobel en sí mismo no es nada, es el dinero lo que importa. De todas maneras, si yo hubiera ganado el Nobel no habría ido a recibirlo. Yo no viajo más y tampoco me pongo un esmoquin».Hace dos años, Miller confesaba a un periodista que había visto de cerca la muerte al sufrir la primera operación, cinco años atrás. «Hasta entonces, nunca había pensado en la muerte. A menudo me digo que la vida debe ser bonita al otro lado, debe continuar, yo lo siento, tengo la intuición. De otra manera, toda la existencia sería una pérdida de tiempo».
Intuición de una vida al otro lado de la muerte
Henry Miller nació el 26 de diciembre de 1891, en Yorkville, barrio de Nueva York, de padres americanos de origen alemán. Al poco tiempo, la familia se instala en Brooklyn, y la calle se convierte en el primer campo de experiencias, del futuro escritor. Es un ejemplo típicamente americano de self-made man, autodidacta en todo a partir de una breve temporada en la escuela secundaria y en la Universidad Cornell. Durante tres años, a partir de 1914, trabajó con su padre y en otras ocupaciones como funcionario municipal y empleado de una compañía de cemento. En 1924 abandona la compañía de telégrafos, donde ocupaba un cargo de director de personal y decide consagrarse a la escritura.
Tiempo de penuria y fecundidad en París
En 1930 emprendió un viaje a España, pero las circunstancias lo desviaron a París, donde permaneció casi diez años, un tiempo de penuria pero fecundo, con la publicación de sus mejores novelas. En 1931 conoce en París a Anaïs Nin, con la que mantiene una gran amistad y un epistolario durante varios años, y tres años mas tarde publica su primer libro, Trópico de Cáncer, donde se autolibera definitivamente de su pasado americano. Esta obra, calificada de obscena y pornográfica, provocó cerca de sesenta procesos y no se pudo publicar en Estados Unidos hasta 1960. En la década de los treinta publica Ida y vuelta Nueva York (1935), Primavera negra (1936)y Trópico de Capricornio (1939).
Uno de sus libros preferidos es El coloso de Marusi (1941), escrito a partir de un viaje por Grecia en compañía del escritor Lawrence Durrell, con el que mantuvo una amplia correspondencia, a partir de su primer encuentro en 1937, publicada en 1963. Esta obra anuncia un nuevo período del escritor, con un estilo más reflexivo.
La segunda guerra mundial le obligó a volver a Estados Unidos, en 1940, donde se establece en California, cerca de Big Sur, localidad descrita en una de sus obras más representativas. Antes recorrió diversos puntos del país, retratado de una forma feroz en el libroPesadilla de aire acondicionado (1945). Su intensa actividad literaria se centra en la trilogía La crucifixión rosada, que comprende los volúmenesSexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1959), donde continúa sus personales confesiones y otros aspectos autobiográficos y muestra cómo un hombre puede salir del sistema para convertirse en un ser verdaderamente libre. Publica además Los libros de mi vida (1952), donde describe sus dispersas influencias literarias; Big Sur y las naranjas de Hieronymus Bosch, Días tranquilos en Chichy, Rimbaud(1956) y El mundo del sexo (1957).
Literato entusiasta a los ochenta años
A partir de 1964 se instala en la localidad de Pacific Palisades, cerca de Los Angeles, convertida en una institución para los norteamericanos en los últimos años. Al llegar a los ochenta años publicó el libro Al pasar los ochenta, donde se muestra el mismo Miller entusiasta que sesenta años antes decidió su dedicación a la literatura. En 1976 recibió la Legión de Honor de la República Francesa, galardón entregado por el embajador francés en Estados Unidos. Se había casado cinco veces y tuvo tres hijos. Su última esposa, la cantante japonesa Hoki Tokuda, ha declarado que Miller era como un padre para los bohemios y hippies.«Jamás me compró vestidos o joyas, pero siempre me dejó hacer todo lo que pudiera enriquecer mi personalidad, como comprar libros o viajar. Como autor, decía siempre que nunca le faltaban temas. Escribía a máquina como una ametralladora cuando se ponía a trabajar».
Henry Miller, «duro, solitario y feliz», como el título del libro de entrevistas de Brassaï, ocupa ya uno de los primeros lugares de la literatura universal, un escritor de la calle, un ávido de la vida, un hombre que defendía la obscenidad frente a la pornografía.
Henry Miller y Brenda Venus |
Presencia de Henry Miller en España
EL PAÍS 10 JUN 1980
La primera obra de Henry Miller publicada en España fue El coloso de Marusi, editada en 1957 por Carlos Barral en su recién inaugurada colección Biblioteca Breve, de la Editorial Seix Barral.Diez años más tarde se editaba en catalán, en Edicions 62, Un diable al paradis,capítulo de Big Sur and the Oranges of Hyeronimus Bosch, dedicado al astrólogo y gran amigo personal del escritor, Maurice Morricand.
Sin embargo, no es hasta finales de 1977 cuando se editan en España sus obras más famosas, los Trópicos, por Alfaguara y Bruguera. En diciembre de 1977, los medios informativos daban cuenta de que se habían agotado en diez días los 15.000 ejemplares de la primera edición de Trópico de Cáncer.
Un año más tarde, en diciembre de 1978, Enrique Tierno Galván, actual alcalde de Madrid, presentaba públicamente Sexus, primer tomo de la serie La crucifixión rosada, editado por Alfaguara. Para el profesor Tierno Galván, Miller es, a la manera de Cervantes, un resumidor de la cultura de su tiempo. Miller hace su literatura partiendo de la ausencia de tentaciones, justificaciones y mediaciones que se producen en el mundo contemporáneo. La cultura occidental ha llegado al borde de sus propios límites. Miller reflexiona y caricaturiza esas ausencias. La utilización del sexo es para Henry Miller una manera admirable para aproximarse a la situación de soledad que vive el hombre de su tiempo.
Con motivo de la presentación de Sexus en España, la Filmoteca Nacional programó la exhibición de tres películas sobre el escritor y su mundo: Reflections on the writing, de Robert Snyder (1972); The Henry Miller odyssey, también de Robert Snyder (1972), y Henry Miller, a sleep and a wake, de Tom Schiller. La filmografía de y sobre Miller se completa con Tropic of Cancer, de Joseph Strick (1969); Días tranquilos en Clichy, de Jens Jorgen Thorsen (1970), y Conversations filmees a Big Sur, de Michéle Arnaud.
La vida no ejemplar de Henry Miller
ANTONIO DE SENILLOSA 8 JUN 1982
Murió joven, a los 88 años, y fue el dueño de esa inmortalidad soñada desde siglos por nobles y plebeyos, altos y bajos, creyentes y ateos, obesos y transparentes, libres y esclavos, eruditos y analfabetos, jueces y ladrones. Qué pena que la inmortalidad siempre tenga la manía de elegir la carne, la sangre y los huesos -el cuerpo- para alojarse. Reconforta encontrar adolescentes como Picasso, Chaplin, Casals, Neruda y Hertry Miller, muchachos a los que la biología nunca pudo destruir, eternos vencedores de la cirugía plástica, sensuales fabricantes de hormonas esfumadas, niños que no necesitan llegar a viejos para ser hombres.Tiene que ser cruel poseer la juventud durante 88 años. Pero debe ser compensatorio -y quizá hermoso- sucumbir a las ingles de una japonesa y convivir con ella por su manera de jugar al pimpón, su charla epidérmica y sus 43 años de diferencia. Tiene que ser fascinante compartir el lecho, el pan y el vino con una mujer que se llama Hoki Tolcuda, y que responde, cuando le preguntan por el viejo: "Está mejor que cualquier muchacho". Sí. Debe ser magnífico y terrible morirse en plena juventud y llamarse Henry Miller.
Nació en Nueva York, pero no en la ciudad impoluta y prefabricada que pinta Madison Avenue, sino en la otra, la de la mugre, los navajazos, las putas a cinco dólares la noche, los borrachos vomitando en los portales, los homosexuales y los proxenetas, los mendigos y los poetas. Miller, como casi todo el mundo, nació en una casa, pero se crió con la única maestra que podía aguantar y aguantarle a él: la calle.
Arrugas del alma
Vagabundo y marginal, ningún bisturí o psicoanalista pudo plancharle las arrugas del alma. Obrero agrícola, boxeador, secretario de un predicador, reportero, profesor de gimnasia, ascensorista, corrector de pruebas, corredor ciclista y, de pronto, la rabia apretándole el sexo a la jauría urbana: será escritor, como su amigo Hemingway, que vive en París y cobra un dólar por palabra, o como John Dos Passos, que acaba de descubrir a Rocinante, o como Scott Fitzgerald, agotando el champaña del George V o del Ritz. Miller será escritor, aunque para ello tenga que amarrar sus dos metros de estatura en el pringue de Montparnasse y mangarle a Anaïs Nin diez francos para el alquiler. El jazz, la Costa Azul, las fiestas, el tenis, la ropa blanca, las mujeres hermosas -todo eso que amaba el gran Gatsby- no formaban parte de su galaxia. Hertry habitaba'en el lado sórdido de la feria, junto a otros roñosos -Zola, Cadwell y Joyce-, tipos que encontraban placer narrando la verdad y sólo la verdad, como hacen los reos cuando van a morir ejecutados, gentuza que usaba las palabras como municiones, indecente chusma que confundía a los judíos con seres humanos, inconfesable morralla que se permitía clamar justicia para el Ulster. Ese era el subinundo de Miller, el de las buhardillas miserables y el de las ocasionales compañías, el de las prolongadas borracheras que no pudieron apagar su lucidez. Noches y días de caminar, caminar sin rumbo, pidiendo una limosna o un plato de comida, un rincón en cualquier cuarto o una mano amiga escondiendo un cigarrillo. Obstinado Henry, aterido Miller, siempre dando la lata con la pureza que yace en la basura o exaltando la belleza del sexo, un producto de consumo masivo que se convierte en pura mierda cuando se vende a 250, pesetas la platea. O a cien el ejemplar.
Y es que la pureza -lo dijo san Francisco de Sales, no yo-, igual se encuentra en el cielo que en el infierno.
Durante 1947 Miller abandonó la hoguera europea y se radicó en el Big Sur, en esa California de los Nixon y los Reagan, de jubilados que pescan en los muelles y abuelas que trocaron la pañoleta por una visera. California, como antes lo fue Clichy, es un buen lugar para escribir, pero también lo es para gozar de cinco bellísimas esposas, algún que otro amor extralegal y la constante visita de muchachos/as, universitarios/ as empecinados/as en trabajar los Trópicos como tesis. California es un buen punto para que un renegado se tueste al sol, el sitio exacto para que el hombre se afirme, primero, como persona, y luego, como componente social de una jungla devoradora; la fortuna -como la paternidad- le llegó a destiempo, pero el patriarca tenía la lección bien vivida: "Pasé toda mi existencia buscando la felicidad. Hoy sé en qué consiste: pintar, nadar, mirar la belleza".
Maldito y escandaloso Míller, muerto el 8 de junio de 1980. Vital pasional y alegre maestro, apocalíptico antihéroe que una vez pronosticó: "Todo lo que es americano desaparecerá un día; desaparecerá con mayor fuerza aún que lo griego, lo romano, lo egipcio... Y esta idea me ha producido una pena infinita, porque no hay agonía más atroz que el hecho de pertenecer a algo que no sobrevive".
Un manuscrito de Henry Miller,
vendido en casi 25 millones
AFP Nueva York 18 FEB 1986
El manuscrito de la novela Trópico de Cáncer, de Henry Miller, ha sido vendido en una subasta de la casa Sotheby's de Nueva York, por la suma de 24.750.000 pesetas. El manuscrito, de 926 páginas mecanografiadas y anotadas por el autor, fue comprado por un marchante neoyorquino de libros raros para un coleccionista anónimo.
EL PAÍS 31 OCT 2002
Decir Miller es decir escándalo, y sin embargo, su obra es mucho más amplia, culta y lúcida que las inevitables referencias sexuales que surgen al invocar su nombre. Naturalmente, ni Miller ni nadie en su sano juicio pretenden desarmar la carga de profundidad que supuso para las buenas costumbres y la moral establecidas la publicación, en 1934, deTrópico de Cáncer. La crudeza o naturalidad con la que el escritor estadounidense se refiere al sexo, la apasionada defensa del individualismo más anárquico y extremo, la predilección que siente por los malditos, por los perdedores, por lo periférico, por aquellos que desde la mediocridad y el delirio son incapaces de asumir su derrota, y todo ello narrado sin una estructura o armazón preciso, desde un aparente caos, tan coherente por otra parte con el submundo descrito, es lo que hace de Trópico de Cáncer un torpedo que da exactamente en la línea de flotación de los autosatisfechos. La novela, o 'documento' si respetamos la definición del propio Miller, se editó semiclandestinamente en francés y se convirtió casi de forma inmediata, y al mismo tiempo, en un éxito y en una escandalosa leyenda. Prohibida con similar intensidad que ensalzada, Trópico de Cáncer (que el lector de EL PAÍS podrá comprar mañana por tres euros) no pudo ser publicada en Estados Unidos, país natal de su autor, hasta 1961, es decir, 27 años después de su aparición y cuando buena parte de las vanguardias artísticas de los años treinta ocupaban ya las nuevas academias, lo respetable y establecido.
Decir Miller es decir escándalo, y sin embargo, su obra es mucho más amplia, culta y lúcida que las inevitables referencias sexuales que surgen al invocar su nombre. Naturalmente, ni Miller ni nadie en su sano juicio pretenden desarmar la carga de profundidad que supuso para las buenas costumbres y la moral establecidas la publicación, en 1934, deTrópico de Cáncer. La crudeza o naturalidad con la que el escritor estadounidense se refiere al sexo, la apasionada defensa del individualismo más anárquico y extremo, la predilección que siente por los malditos, por los perdedores, por lo periférico, por aquellos que desde la mediocridad y el delirio son incapaces de asumir su derrota, y todo ello narrado sin una estructura o armazón preciso, desde un aparente caos, tan coherente por otra parte con el submundo descrito, es lo que hace de Trópico de Cáncer un torpedo que da exactamente en la línea de flotación de los autosatisfechos. La novela, o 'documento' si respetamos la definición del propio Miller, se editó semiclandestinamente en francés y se convirtió casi de forma inmediata, y al mismo tiempo, en un éxito y en una escandalosa leyenda. Prohibida con similar intensidad que ensalzada, Trópico de Cáncer (que el lector de EL PAÍS podrá comprar mañana por tres euros) no pudo ser publicada en Estados Unidos, país natal de su autor, hasta 1961, es decir, 27 años después de su aparición y cuando buena parte de las vanguardias artísticas de los años treinta ocupaban ya las nuevas academias, lo respetable y establecido.
La censura como reclamo
Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio, las dos obras míticas de Henry Miller, se publicaron por primera vez en Francia durante la década de los treinta. Los dos libros fueron prohibidos rápidamente en Estados Unidos y Gran Bretaña bajo el cargo de obscenidad, pero su difusión se reveló pronto imparable: miles de ejemplares entraron subrepticiamente en ambos países hasta que se levantó la prohibición en los años sesenta. En EE UU el asunto llegó hasta el Tribunal Supremo, que tuvo que desestimar docenas de resoluciones de los tribunales estatales contrarias a la publicación. Querellas y éxito de ventas. En España, por ejemplo, la primera edición que lanzaron Alfaguara y Bruguera en 1977 vendió 15.000 ejemplares en 10 días.
EL PAÍS
EL PAÍS
Lecturas roncadas
"Lo cierto es que [Sexus] fue muy leído por jovencitos ajenos a la presunta gloria literaria de Miller y algo más próximos al descubrimiento propio del autoerotismo"
JULIO MÁÑEZ 16 JUL 2014 - 20:32 CEST
Cuando el verano aprieta las meninges se despistan hasta el punto de hacerse un lío con las lecturas elegidas para pasar las tardes de calor, y así uno puede sorprenderse releyendo cosas como Sexus, de Henry Miller, sin saber por qué. A este buen hombre, que pudo ser un excelente directivo del servicio de correos norteamericano, le dio por ser artista, a fin de dejar huella distinta de sí mismo al de acuñador de sellos, de modo que se puso a escribir convencido de que algo tenía que decir más allá de sus aturdidas jornadas de trabajo, su afición a la ingesta de alcohol duro y su querencia un tanto dramática por las mujeres, más exactamente por lo más alto en la entrepierna de las mujeres. Y, encima, lo hizo.
Se convirtió así en un pelmazo de mucho cuidado, que a menudo tomaba su propio nombre para designar el héroe novelero de sus ocurrencias (cosa que, que yo sepa, no han hecho jamás ni Antonio Gala, ni Francisco Umbral, ni Sánchez Dragó, que ya es decir), unas ocurrencias en las que el maestro mezclaba curiosos nombres pertenecientes a la alta cultura, acaso para mostrar (que no demostrar) que estábamos ante una persona cultísima, daba la paliza sobre los múltiples y siempre engorrosos discursitos sobre el sentido de la vida, para terminar de manera inevitable en una alocada descriptiva de centenares de achuchones sexuales, aburridos hasta decir basta, en los que lo único que quedaba claro era que Miler tenía una polla como una olla, alardeaba de ella sin reposo, y que era capaz de dar servicio a cualquier mujer, a cualquier hora y en cualquier circunstancia, lo que, de ser cierto, vendría a ser lo único reseñable en este tocho de más de 600 páginas, un suplicio a la mayor gloria de un picha brava de los de aquí te pillo, aquí te mato (de gusto, no deja de insistir el obsesivo autor), en una prosa digna de una Corín Tellado más o menos pornográfica.
Sexus se publicó en l949, después de numerosos problemas con la censura (como el audaz autor esperaba, ya que el torro estaba destinado "a despertar las conciencias"), y bastante más tarde apareció en una editorial sudamericana, antes de que Alfaguara la incluyera en su catálogo algo después de la muerte de quien ya supone el acalorado lector. En la solapa de la edición que manejo (Edhasa, 2012), se asegura sin remilgos que Henry Miller es "un renovador del arte narrativo a la altura de Proust, Joyce o Faulkner", lo que resulta algo exagerado, añadiendo un "si bien solo él tuvo que enfrentarse a una férrea censura", lo que es incierto. Lo cierto es que fue muy leído por jovencitos ajenos a la presunta gloria literaria de Henry Miller y algo más próximos al descubrimiento propio del autoerotismo, lo que tampoco está nada mal, sobre todo si les imponían como lectura obligada en bachillerato la delicada La lozana andaluza, que no creo. No es casual que en la última versión de la peli El cabo del miedo el malo malísimo Robert de Niro deposite un sobado ejemplar de Sexus bajo el cubo de basura de la casa donde habita la adolescente que quiere violar. Es exactamente su lugar.
Obras
- Cartas a Anaïs Nin (esta obra comprenden un período de 15 años, de 1931 a 1946), fecha de publicación (en español, por Bruguera Amigo) 1981
- Trópico de Cáncer, 1934
- Primavera negra, 1936
- Max y los fagocitos blancos, 1938
- Trópico de Capricornio, 1939
- El ojo cosmológico, 1939
- El mundo del sexo, 1940
- El coloso de Marussi, 1941
- La sabiduría del corazón, 1941
- Un domingo después de la guerra, 1944
- Pesadilla de aire acondicionado, 1945
- La sonrisa al pie de la escala, 1948
- Sexus, 1949
- El tiempo de los asesinos, 1952
- Días tranquilos en Clichy, 1956
- Big Sur y las naranjas de Hieronymus Bosch, 1960
- Plexus, 1953
- Nexus, 1960
- Opus pistorum (póstumo), 1983
- Querida Brenda (Cartas a Brenda Venus) 1986
- Noches de amor y alegría (según Editorial Rueda (Arg) 1952)
- Los libros en mi vida (según Editorial Siglo Veinte (Buenos Aires), tiene fecha de impresión de 1963)
- Reflexiones sobre la Muerte de Mishima (públicado en the Weekly Post de Tokio, en 1971, después de la muerte de Yukio Mishima)
- Nueva York ida y vuelta (según Editorial La Pleyade, tiene fecha de impresión de 1978)
- Al cumplir ochenta (publicado por la UNAM)
- Pornografía y obscenidad (recopilatorio de Henry Miller y D.H. Lawrence, por Edit. Argonauta)
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