domingo, 28 de diciembre de 2014

Mark Strand


Mark Strand
(1934 - 2014)



Mark Strand (Summerside, Isla del Príncipe Eduardo, 11 de abril de 1934 - Nueva York, 29 de noviembre de 2014) fue un poeta, ensayista y traductor estadounidense nacido en Canadá, poeta laureado por la Biblioteca del Congreso en 1990.



Pasó sus primeros años en Norteamérica y su adolescencia en América del Sur y Central. En 1957 obtuvo un grado de Bachiller en Artes en el Antioch College, Ohio. Luego estudió pintura con Josef Albers en la Universidad de Yale, donde obtuvo un BFA en 1959. Con una Beca Fulbright estudió la poesía decimonónica italiana entre 1960 y 1961. Asistió al Taller de Escritores de la Universidad de Iowa al año siguiente y obtuvo una Maestría en Artes en 1962. En 1965 pasó un año en Brasil como profesor Fulbright. Su carrera académica lo ha llevado a numerosos colegios y universidades para enseñar: Universidad de Iowa (1962-1965) Universidad de Río de Janeiro (1965-1966); Mount Holyoke College (1967); Universidad de Columbia en Nueva York (1969-1972); Brooklyn College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (1970-1972); Princeton University (1973); Universidad de Brandeis (1974-1975); Universidad de Utah en Salt Lake City (1981-1993); Johns Hopkins University (1994-1998); Universidad de Chicago (1998-2005); Universidad de Columbia, Nueva York (2005-). Ha sido profesor visitante en Washington. Yale, Virginia, California, Wesleyana, Harvard y John Hopkins.



En 1981 fue elegido miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras. Ha recibido numerosos premios, incluyendo una beca MacArthur en 1987 y el Premio Pulitzer de Poesía en 1999.


La poesía de Strand es elegíaca y nostálgica. Evoca las bahías, campos, barcos, árboles de su infancia en la Isla del Príncipe Eduardo. Su Surrealismo ha sido comparado con el de Robert Bly, pero él lo atribuye a la admiración pictórica por las obras de Max Ernst, Giorgio de Chirico y René Magritte. Utiliza un lenguaje claro y concreto, generalmente sin rima o metro, con una fuerte unidad de tono y toques antilíricos. Se siente muy cerca de otros poetas de su generación como Charles Simic, de origen yugoslavo y nacido en 1938, y Charles Wrigth. Ha traducido poesía en español, portugués, italiano y quechua (Rafael Alberti, Carlos Drummond de Andrade, Dante Alighieri).

En España se empezó a conocer con la versión bilingüe de La historia de nuestras vidas (1973) que aparecía en la antología Nuevas voces de Norteamérica (1983) de Claribel Alegría, acaudillando lo que allí se denominaba "Escuela del cuarto cerrado", y algunos de sus poemas han sido traducidos también por Octavio Paz. En una entrevista de 1971 Strand dijo: "Me siento parte de un nuevo estilo internacional que tiene mucho que ver con la claridad en la dicción, una confianza cierta en las técnicas surrealistas y un fuerte elemento narrativo".




La poesía reverenciada 

de Mark Strand

"No me interesan los despliegues emocionales. Me gusta la contención", afirma el autor, de quien Octavio Paz -ambos poetas fueron amigos y se tradujeron mutuamente- resaltó su "apertura hacia la perfección verbal transparente" a partir de la pérdida. Su libro Tormenta de uno, premio Pulitzer de Poesía, se publica en español

ANDREA AGUILAR
13 MAR 2010

Mark Strand (Prince Island, Canadá, 1934) tiene un aire a Paul Newman, pero no es ningún actor. Este hombre de metro noventa de estatura, con mandíbula cuadrada y ojos de un azul afilado ha publicado 11 libros de poesía, repletos de una extrañeza elegante y despegada, ajena y nómada. El primero salió en 1963. El noveno, Tormenta de uno (Visor), Premio Pulitzer, ha llegado ahora a las librerías españolas. Lo escribió entre 1993 y 1998, unos años que pasó en Chicago y Baltimore, donde trabajó como profesor. Desde que arrancó su carrera literaria, Strand ha compaginado la escritura con la docencia. Actualmente disfruta de un año sabático y trabaja en un libro sobre su padre y en un autorretrato que ha titulado 100 autobiografías -"son 100 versiones de mi vida que no superan un folio"-. En otoño regresará a las aulas de la Universidad de Columbia. Le gusta enseñar a estudiantes jóvenes. La solemnidad académica no tiene espacio en sus clases. "Me gusta simplificar las cosas", dice sentado en su apartamento de estilo minimal en Chelsea. La luz clara de la mañana se filtra por los cuatro grandes ventanales de este edificio de los años treinta. Un sofá y dos sillas de diseño moderno rodean la mesa de centro. Las paredes blancas y el suelo de madera pulida crean una atmósfera limpia, ordenada y extrañamente confortable. No hay ningún pupitre a la vista, ni estanterías, ni fotos.

Ahora trabaja en un libro sobre su padre y en un autorretrato titulado '100 autobiografías': "Son 100 versiones de mi vida que no superan un folio"
La ausencia y el silencio son dos cosas a tener en cuenta al leer su trabajo. "No me interesan los despliegues emocionales. Me gusta la contención", afirma. En las últimas décadas su poesía ha atravesado distintas etapas, pero él se ha mantenido fiel a un ideal depurado. "Mis poemas han cambiado, pero mis viejos amigos todavía me reconocen. Uso casi las mismas palabras". Con Tormento de uno rompió un silencio de cinco años.
"El libro tardó en llegar", explica. En sus versos retomó la conversación directa. "Si no sientes que alguien te está hablando en un poema no hay manera de creer en él. La gente que simplemente arroja palabras en una página no le llega a nadie", matiza.
Strand construye sus bromas y reflexiones en versos cortos y certeros, y en ellos mantiene una distancia de seguridad, que magnifica el sentimiento. "El tiempo transcurre rápidamente, nuestras penas no se transforman en poemas / Y lo que es invisible permanece como es. El deseo ha volado" ("Time slips by; our sorrows do not turn into poems, / And what is invisible stays that way. Desire has fled"), escribe en Tormenta de uno. ¿Cómo siente que ha cambiado su personalidad poética? "Es la misma vida interior desde hace cincuenta años", dice. "Hablo del yo como si fuese un artefacto inalterable, pero es un conglomerado de actitudes, emociones e ideas. Es algo que cambia, pero un yo en constante cambio no produce el mejor de los poemas".
El título de Poeta Laureado de Estados Unidos y el Premio Pulitzer de Poesía son sólo dos de los múltiples galardones que acumula Strand, una de las voces más personales y reverenciadas de la poesía contemporánea americana. Como lector al principio no fue la poesía sino la prosa de autores de Hemingway o de Faulkner lo que le cautivó. Pero en los versos encontró un espacio propio. "Mis padres eran personas muy leídas, pero no leían poesía, así que éste era mi reino", recuerda. "Tenía un libro titulado 100 poemas modernos. Leí Trece maneras de mirar a un mirlo, de Wallace Stevens. Más tarde llegué a Elizabeth Bishop, Lorca, Lowell, Neruda y Alberti, el primer poeta a quien traduje". Su encuentro azaroso con la obra del poeta gaditano ocurrió en los setenta en la librería Las Américas de Nueva York. Cogió uno de sus libros y se dio cuenta de que lo entendía. Ese sencillo reconocimiento le animó a ponerse a traducir. Trece años más tarde, en 1986, publicó su siguiente traducción. Esta vez se trató del trabajo del brasileño Carlos Edmundo de Andrade.
Strand compartía su interés por la poesía internacional con un grupo de poetas amigos entre los que se encontraban Charles Simic y Charles Wright. "Organizábamos lecturas en el New School en los setenta", recuerda. "Teníamos mucha curiosidad por saber lo que hacían otros poetas". Esto fue en parte lo que le llevó a descubrir a Octavio Paz y a Joseph Brodsky. Los dos ganaron más adelante el Premio Nobel y los dos fueron grandes amigos de Strand. Cada uno tiene un poema dedicado enTormenta de uno. Paz, traductor a su vez del trabajo de Strand, escribió que a partir de la pérdida el americano logró "la apertura hacia la perfección verbal transparente".
Nacido en el pueblo de Summerville, en la isla canadiense de Prince Island, Mark Strand es hijo de un empresario y una culta ama de casa. Pasó su niñez viajando de un lugar a otro. Vivió en Halifax, Montreal, Nueva York, Filadelfia, Colombia, Perú y México. Más adelante en su vida adulta ha añadido a esta lista Italia, Brasil, Utah, Illinois, Connecticut y Boston, entre otros lugares. El título de su segundo poemario, Reasons to move (Razones para moverse) (1968), parece una condición natural para el poeta. Extranjero e isleño son dos palabras que perfectamente describen su aura. Aprendió español de joven y se defiende en italiano. Es un apasionado de la buena comida.
En su juventud Strand pensó que sería pintor. Se graduó en Antioch College en 1957 y fue a Yale a estudiar con el artista Josef Albers, uno de cuyos cuadros cuelga hoy de su salón. Mientras se formaba como pintor empezó a escribir poesía. Tenía 24 años. Había intentado escribir algunos versos en el instituto y más adelante en la universidad. "Eran terribles", dice. Con el tiempo la pluma pudo más que el pincel. Marchó a Europa con una beca Fullbright al terminar en Yale. En 1960 se mudó a Florencia para estudiar Literatura durante un año. Strand había decidido hacerse poeta. En Iowa terminó su primer libro y empezó a dar clases antes incluso de haberse graduado en el taller literario.
Strand piensa que su formación como pintor ha influido profundamente en su estilo poético. "Aunque la precisión visual y la verbal son distintas, la pintura me ayudó con la poesía. Me enseñó a valorar la paciencia. Aprendí que uno puede volver sobre el trabajo al día siguiente. Yo siempre regreso sobre los poemas, los refresco", admite. La pintura también ha desempeñado un papel importante en su trabajo en prosa. Ha escrito varios textos y ensayos sobre un amplio número de artistas plásticos. EnHopper (Lumen) plasmó la "afinidad natural" que sentía hacía el trabajo del pintor estadounidense. La atracción de Strand por su trabajo se remonta a sus recuerdos de infancia. "Recuerdo tomar el tren del cañón de Winchester a Nueva York. Antes de entrar en el túnel de Grand Central podías ver todas esas ventanas de las casas. Los cuadros de Hopper son los de un viajero que pasa por ahí y mira a quienes están dentro", explica. "Sus cuadros te enfrentan con fragmentos aislados de una narrativa".
Hace unos años Strand consiguió fundir pintura y poesía en un solo proyecto. Retomó el pincel y pasó un verano en Italia retratando literalmente los distintos estados que atraviesan sus poemas. "Siempre intento determinar hacia dónde va el poema", explica. "Un poema es algo con forma, compuesto de una manera cuidadosa. No es lo primero que se te pasa por la cabeza; pero debe crear la sensación de frescura y novedad". Strand pintó esta confesión en grandes lienzos blancos en los que cuidadosamente copió las distintas versiones de sus poemas, con los tachones y los cambios. En cada lienzo expuso el cuidadoso andamiaje de su poesía, versión a versión. "Yo pongo y quito, y sólo paro cuando pienso que ya no lo puedo mejorar", explica. Los cuadros se vendieron en una galería de Nueva York. Él no se quedó con ninguno.
Como si fuesen imágenes físicas, los poemas de Strand se mueven en una atmósfera onírica, familiarmente extraña. Habitan la tierra de las "emociones ordinarias" como escribe el crítico de poesía de The New Yorker, Dan Chiasson. Sus ricas imágenes ficticias crean un espacio poético en el que hay catacumbas llenas de espejos y el siglo XXI queda materializado en una persona que pasea entre la nieve con albornoz y zapatillas sin dejar rastro. También hay en sus poemas un lugar para vasos de whisky, libros abiertos y preguntas sin respuesta, para la belleza que se mancha a sí misma. "La inspiración te llega con un sonido, una palabra, una idea, algo que has leído, una vista, una acera. La poesía consiste en tratar de encontrar la manera de contar algo de la mejor manera posible", asegura. Además, los poemas no son estáticos. "Cobran una vida propia y van hacia donde quieren. Pueden volverse estériles o resistirse. Si no mejoran, los odias".
Tormenta de uno. Edición bilingüe inglés-español. Mark Strand. Traducción de Dámaso López García. Visor. Madrid, 2009. 122 páginas. 12 euros.

Muere Mark Strand, poeta de la ausencia

El escritor y pintor norteamericano fallece en Nueva York a los 80 años



El poeta Mark Strand con el escritor mexicano Octavio Paz en 1995. / AP
Mark Strand se murió en Brooklyn cuando el invierno, ausente todavía, comienza a asomar su luz esquiva. Fue el sábado, en pleno puente de Acción de Gracias, con frío en la ciudad y nieve en los suburbios, los únicos días del año en que la metrópolis se muestra ausente, casi silenciosa, desarraigada, como si fuera víctima de una suerte de extrañamiento. Mark Strand, de 80 años, se murió cuando Nueva York más se parece a su poesía.
“En un campo/ yo soy la ausencia / de campo. / Esto es / siempre así. / Donde sea que esté / yo soy lo que falta. / Cuando camino /parto el aire / y siempre / el aire ingresa / a llenar los espacios / donde ha estado mi cuerpo./ Todos tenemos / razones / para movernos. / Yo me muevo / para dejar las cosas intactas”, escribió en su primer poemario, Durmiendo con un ojo abierto (1964).
Strand pasó sus últimos años en España, en Madrid, en una casa de la calle Monteesquinza, donde vivía con su pareja la marchante de arte Maricruz Bilbao. Falleció en casa de su hija Jessica, fruto del primero de sus dos matrimonios. La pasada primavera se trasladaron a Nueva York, tal vez en busca de esos paisajes urbanos ralos y silenciosos de Edward Hopper, pintor al que tanto admiró y al que dedicó uno de sus principales ensayos. “Los cuadros de Hooper son los de un viajero que pasa por ahí y mira a quienes están dentro. Sus cuadros te enfrentan con fragmentos aislados de una narrativa”, declaró a Andrea Aguilar en una entrevista que EL PAÍS publicó en 2010.

Pintor poeta y poeta pintor, Strand escribía como pintaba y pintaba como escribía. En corto, meditabundo, en busca de las emociones ordinarias
Pintor poeta y poeta pintor, Strand escribía como pintaba y pintaba como escribía. En corto, meditabundo, en busca de las emociones ordinarias. Chus Visor, su editor en España, habla de su minuciosidad, de su búsqueda de las cosas concretas, de aquello que podía ocurrir a su alrededor, siempre a la caza del “cálculo exacto de la palabra”.
Pese a que la poesía de Strand guarda algo de ese silencio que dejan las nevadas, entre la meditación y la contemplación, vivió su vida con plenitud, acompañado de un físico imponente, entre Paul Newman y Clint Eastwood. Nació en Prince Island, en Canadá, en 1934. Su condición insular no le impidió ser un viajero impenitente, alentado desde niño por continuos traslados debidos a la condición de directivo de Pepsi Cola de su padre. Pasó su infancia en Cleveland, Halifax, Montreal, Nueva York y Filadelfia. Siendo adolescente, estuvo en Colombia, México y Perú, donde aprendió un español suficiente para leer y entender a Rafael Alberti y Octavio Paz, poetas ambos a los que tradujo. Ya de adulto pasó largas temporadas en Brasil e Italia.
Su primera pasión fue la pintura. Como reconoció más tarde, la idea de convertirse en poeta no figuraba en su cuadro de mando inicial. Pero fue durante su Bachelor of Arts en Ohio, en 1957, cuando descubrió las palabras. Estudió poesía italiana en Italia en 1960 con una beca Fullbright. En los años setenta ya era un poeta reconocido, aunque los galardones llegaron más tarde: Poeta Laureado de Estados Unidos en 1990 y Premio Pulitzer en 1999, entre otros. Deja 12 libros de poemas, además de relatos, ensayos y libros infantiles. Su últimas creaciones fueron collages, expuestos este otoño en Nueva York. Su último libro, una colección del conjunto de su obra poética se publicó este año en EE UU.

Con Mark Strand se va uno de los poetas más personales y admirados de Estados Unidos, un creador de la muerte, el vacío y la ausencia, una voz mística en un cuerpo mundano
Strand describió su territorio poético en una entrevista de 1998 como “el yo, el borde del yo y el borde del mundo”. “El tiempo transcurre rápidamente, / nuestras penas no se transforman en poemas, / y lo invisible permanece como es. / El deseo ha volado, / dejando sólo un rastro de perfume tras de sí”, escribió en Tormenta de uno, uno de sus libros más importantes.
Con Mark Strand se va uno de los poetas más personales y admirados de Estados Unidos, un creador de la muerte, el vacío y la ausencia, una voz mística en un cuerpo mundano, irresistiblemente abierto al mundo y en permanente despedida. “Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos. / Vacío mis zapatos y los dejo al lado del camino. / Cuando se hace de noche atraso los relojes. / Abro el álbum de fotos familiares y me miro de chico. / ¿De qué sirve? Las horas hicieron su trabajo. / Digo mi propio nombre. / Me despido” (Más oscuro, 1970).


PREMIOS
  • 1960 y 1961: Beca Fulbright
  • 1979: Beca de la Academia de Poetas Americanos
  • 1987: Beca MacArthur
  • 1990 y 1991: Poeta laureado en la Biblioteca del Congreso.
  • 1992: Premio Nacional Bobbitt de Poesía
  • 1993: Premio Bollingen.
  • 1999Premio Pulitzer, por Blizzard of One, traducido al español como Tormenta de uno (Barcelona: Visor, 2010)
  • 2004: Premio Wallace Stevens
  • 2009: Medalla de oro en Poesía, de la American Academy of Arts and Letters


OBRAS
POESÍA
  • 1964Sleeping with One Eye Open, Stone Wall Press
  • 1968Reasons for Moving: Poems, Atheneum
  • 1970Darker: Poems, incluyendo "The New Poetry Handbook", Atheneum
  • 1973The Story of Our Lives, Atheneum
  • 1973The Sargentville Notebook, Burning Deck
  • 1978Elegy for My Father, Windhover
  • 1978The Late Hour, Atheneum
  • 1980Selected Poems, incluyendo "Keeping Things Whole", Atheneum
  • 1990The Continuous Life, Knopf
  • 1990New Poems
  • 1991The Monument, Ecco Press (ver también The Monument, 1978, prosa)
  • 1993Dark Harbor: A Poem, largo poema dividido en 55 secciones, Knopf
  • 1998Blizzard of One: Poems, Knopf, ganador del Premio Pulitzer de 1999, traducido al español como Tormenta de uno (Barcelona: Visor, 2010).
  • 1999Chicken, Shadow, Moon & More, con ilustraciones del autor.
  • 1999: "89 Clouds" poema único, monotipos por Wendy Mark e Introducción por Thomas Hoving, ACA Galleries (New York)
  • 2006Man and Camel, Knopf
  • 2007New Selected Poems
  • 2012Almost Invisible, traducido al español como Casi invisible (Barcelona: Visor, 2012)

PROSA
  • 1978The Monument, Ecco (véase también The Monument, 1991, poesía)
  • 1982: Contributor: Claims for Poetry, editado por Donald Hall, University of Michigan Press
  • 1982The Planet of Lost Things, para niños
  • 1983The Art of the Real, crítica de arte, C. N. Potter
  • 1985The Night Book, para niños
  • 1985Mr. and Mrs. Baby and Other Stories, relatos, Knopf
  • 1986Rembrandt Takes a Walk, para niños
  • 1987William Bailey, crítica de arte, Abrams
  • 1993: Contribución: Within This Garden: Photographs by Ruth Thorne-Thomsen, Columbia College Chicago/Aperture Foundation
  • 1994Hopper, crítica de arte, Ecco Press
  • 2000The Weather of Words: Poetic Invention, Knopf
  • 2000: With Eavan Boland, The Making of a Poem: A Norton Anthology of Poetic Forms, Norton (New York)

TRADUCCIONES POÉTICAS
  • 197118 Poems from the Quechua, Halty Ferguson
  • 1973The Owl's Insomnia, poemas por Rafael Alberti, Atheneum
  • 1976Souvenir of the Ancient World, poemas por Carlos Drummond de Andrade, Antaeus Editions
  • 2002Looking for Poetry: Poems by Carlos Drummond de Andrade and Rafael Alberti, with Songs from the Quechua
  • 1993: Contributor: "Canto IV", Dante's Inferno: Translations by Twenty Contemporary Poets editado por Daniel Halpern, Harper Perennial
  • 1986, según una fuente, o 1987 según otra: Traveling in the Family, poemas de Carlos Drummond de Andrade, con Thomas Colchie; traductor con Elizabeth Bishop, Colchie y Gregory Rabassa) Random House
EDITOR
  • 1968The Contemporary American Poets, New American Library
  • 1970New Poetry of Mexico, Dutton
  • 1976Another Republic: Seventeen European and South American Writers, with Charles Simic, Ecco4
  • 1991The Best American Poetry 1991, Macmillan
  • 1994Golden Ecco Anthology, Ecco Press
  • 1994The Golden Ecco Anthology
  • 2005100 Great Poems of the Twentieth Century, W. W. Norton


FUENTES
Perkins, George and Barbara Perkins, Ed. (1988) Contemporary American Literature. New York: McGraw-Hill



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