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Emmanuel Carrère
(1957)
Emmanuel Carrère (París, 9 de diciembre de 1957) es un escritor, guionista y realizador francés, diplomado por el Instituto de Estudios Políticos de París.
Hijo de Louis Édouard Carrère y de la sovietóloga de la Academia francesa Hélène Carrère d'Encausse, tiene dos hermanas, Nathalie Carrère y Marina Carrère d'Encausse.
La mayoría de sus escritos destacan por la mezcla de ficción y no ficción, normalmente uniendo su propia experiencia con el desarrollo de la historia que cuenta. En sus obras trata cuestiones sobre la identidad o el desarrollo de la ilusión. Algunos de sus libros han sido llevados al cine y él mismo dirigió la adaptación de su novela La Moustache.
Además, fue miembro jurado del jurado internacional del Festival de Cannes 20102 y del jurado del Cinéfoundation y de la sección de cortos del Festival de Cannes 2012. Años más tarde, en 2015, fue también miembro del jurado del Festival Internacional de Cine de Venecia de 2015.
Ganador en 2017 del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (antiguo Premio Juan Rulfo) que otorga la Feria del Libro de Guadalajara.
En el acta el jurado ha dicho sobre su obra: "es un escritor que practica la circulación multimedia, trabajando además en cine y televisión, pero sin separarse de la gran tradición humanista. Por un lado, es capaz de releer y comentar la Biblia con la erudición que exhibe en un libro como El reino. Y, por otro, es autor de unas celebrada biografía de Philip K. Dick y un apasionado lector de ciencia ficción y de reportajes periodísticos. Heredero de Montaigne y de Rousseau, lo autobiográfico adquiere en su escritura una dimensión crítica que le permite pintarse sin concesiones y explorar arriesgadamente zonas de sombra de la condición contemporánea".
Emmanuel Carrère
Diego Salazar
1 de junio de 2012
Hubo un tiempo en que Emmanuel Carrère fue novelista. Uno con cierto éxito y prestigio y cinco novelas a la espalda. Pero todo eso se acabó cuando se cruzó con –o, más bien, fue en busca de– Jean-Claude Romand, quien se convertiría en el protagonista de su libro más conocido: El adversario(Anagrama, 2000). Si usted no lo ha leído, deje ahora mismo esta entrevista y salga corriendo a comprarlo. Si lo ha hecho, entenderá perfectamente los motivos de esa urgencia. A principios de los años noventa, Romand asesinó a su mujer e hijos, además de a sus padres, e intentó hacer lo mismo con su amante. Todo esto después de ver al borde del derrumbe el gran engaño en que había vivido durante más de veinte años: una exitosa carrera como médico que lo había conducido a un alto cargo en la OMS y una acomodada vida de clase alta en una tranquila ciudad de provincias cercana a la frontera con Suiza. Todo falso.
Con ese material, Carrère construyó un libro a caballo entre la investigación y la memoria personal, un libro extraño dentro de la tradición francesa y más cercano al gran periodismo norteamericano. Ese libro fue también el primer y definitivo paso en su alejamiento de la ficción literaria. Como dirá más adelante en esta conversación, en sintonía con ese panfleto que escribió en 1998 el también francés Christophe Donner, Contra la imaginación: “De verdad, ya no creo poseer ningún tipo de imaginación; quizá tenga otras cualidades como escritor, pero sinceramente la imaginación ya no es una de ellas.”
Tras el éxito de El adversario, llevado al cine hasta tres veces (dos en Francia, una en España), Carrère profundizó en su tratamiento de la mémoire, en su indagación de la verdad personal, con Una novela rusa(Anagrama, 2008), un libro tremendo, que pasó casi inadvertido por las librerías españolas, en el que lidiaba con los fantasmas del pasado ruso de su familia materna así como con una pregunta recurrente en nuestros días: ¿cómo ser hombre –y qué significa– en el Occidente del siglo XXI? Continúa explorando ese territorio en De vidas ajenas, un doloroso viaje por los universos de la enfermedad, la muerte, la pérdida y el duelo, que se abre con el relato del tsunami que asoló Sri Lanka en 2004 y que Carrère vivió casi en primera línea de playa.
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Tanto en España como en Francia, una parte del público y la prensa habla de sus libros como novelas, cuando parece bastante evidente que no son novelas sino mémoires o sencillamente libros de no ficción. ¿Son para usted novelas o no?
Por supuesto que no son novelas. He venido evitando esa definición desde hace tiempo. En Francia es habitual colocar en la portada, debajo del título del libro, una indicación que dice roman cuando se trata de una novela, indicación que yo he evitado de manera consciente para mis últimos tres libros. No escribo novelas y digo siempre que estos libros no son novelas.
¿Y a qué cree que responde esto? ¿Por qué es tan difícil que cierto público y cierta prensa entienda la diferencia entre novela y no ficción?
Es una cosa muy extraña y que, siendo sincero, no termino de entender. Por ejemplo, recuerdo que cuando este libro apareció en Francia estaba un día hablando con una escritora a quien conozco –no somos grandes amigos pero nos conocemos– y ella me dice: “He empezado a leer tu libro, y me preguntaba cómo hiciste para escribir la parte del tsunami, ¿hiciste mucha investigación, fuiste a ver la zona...?” No entendía bien a qué se refería y le dije: “Estuve ahí, lo digo en el libro, yo estaba ahí con mi mujer y los niños cuando todo eso ocurrió.” “Oh –me dijo muy sorprendida–, pensaba que habías investigado posteriormente para recrearlo, que era una invención.” La verdad que no sé cuántas veces hay que decir que las cosas son verdad, que ocurrieron como están relatadas. Lo escribo varias veces en el libro y aun así parece que hay gente que no está dispuesta a entender que se puede escribir algo que sea verdad, que hay mucha gente que hace una conexión directa entre “literatura” y “novela”, que considera que la literatura solo puede ser ficción.
Antes de estos tres libros usted escribía novelas. ¿Cómo fue que terminó convirtiéndose en un escritor de no ficción?
Todo ocurrió con la historia de Jean-Claude Romand que terminó convirtiéndose en El adversario. En efecto, yo era un escritor de ficción, me consideraba un novelista. Cuando empecé a trabajar en la historia de Romand me planteé si debía escribir una novela o un libro de no ficción, teniendo en la cabeza el famoso ejemplo de Truman Capote. Intenté escribir una novela pero no funcionaba, me resultaba imposible contar esta historia así, había algo que sonaba falso. Y tras varios años de sufrimiento y vanos esfuerzos por escribir una novela, empecé a escribirlo como no ficción y en primera persona, cosas que para mí curiosamente están muy relacionadas. Una primera persona en la que, por supuesto, yo no soy el héroe o el protagonista –eso solo ocurrió en Una novela rusa–, sino el testigo, el narrador, quien cuenta la historia y cuenta a su vez cómo se ve afectado por esa historia.
Hay un ejercicio curioso en De vidas ajenas, y es que si bien en buena medida es una especie de mémoire, como podían serlo tantoEl adversario y más aúnUna novela rusa, y si bien a lo largo del libro usted está explicando una y otra vez cómo se ve afectado por los hechos que narra, este libro es, de alguna forma, menos personal que esos dos. Incluso usted, hacia el final, cuando cuenta que da a leer el libro a dos de sus protagonistas, dice que se siente como un mero “pintor de retratos”. De retratos ajenos, se entiende.
Como cuento en el libro, la familia de mi mujer y yo fuimos a ver a un juez que había trabajado con Juliette, mi cuñada fallecida. Este hombre, Étienne, hizo un relato muy extraño durante dos horas, estuvo hablando a una familia entera, diez personas que acababan de sufrir una pérdida importante, personas a las que no conocía de antes, y nos contó una historia fantástica acerca de Juliette, y sobre él mismo, una historia muy íntima, que hablaba de enfermedad, de discapacidad, de sus vidas personales, y también de cuestiones legales, las batallas legales que ellos daban, cuestiones muy técnicas, de difícil comprensión, pero que él relataba de una manera apasionada. Era un contador de historias muy peculiar pero a la vez fabuloso. Quedé muy impresionado por lo que nos había contado, por cómo lo había contado, así que pensé que si yo era capaz de escribir un libro que lograra transmitir la emoción que sentí cuando lo escuchaba, entonces tendría un muy buen libro. Así fue cómo me planteé el libro desde el principio, y luego el libro se convirtió en un retrato de Juliette, de Étienne y del marido de Juliette, retrato construido con lo que ellos me relataron.
¿Cuánto tiempo le tomó la escritura?
De hecho, empecé a escribir el libro de inmediato, una vez que ocurrió todo lo que se relata en el libro, allá por la primavera de 2005. Pasé mucho tiempo con Étienne durante el verano y continué escribiendo el libro. Entre medias escribí Una novela rusa; cuando terminé de escribir ese libro me sentí mucho mejor, era un libro que necesitaba escribir, y al terminarlo volví a este. Yo pensaba que no había escrito mucho acerca de Juliette y Étienne, pero de hecho sí había escrito bastante, así que fueron unos cinco o seis meses más después de eso.
¿Tomó notas de lo ocurrido en Sri Lanka en el momento?
No, nada. Escribí esa parte haciendo uso de mis recuerdos, los recuerdos de mi mujer, de mis hijos, la gente con quien estaba ahí. No fueron demasiados días, cinco nada más, pero sin embargo yo pensaba que había olvidado todo al respecto, hasta que empecé a escribir y de pronto todo volvió. Fue un ejercicio de memoria compartido: mi mujer y yo estuvimos intentando reconstruir lo ocurrido, nos sentábamos a conversar y recordábamos con quién habíamos comido tal día y qué habíamos dicho, o el día en que fuimos al hospital, qué habíamos visto ahí.
Como escritor, y habiendo escrito novelas anteriormente, ¿disfruta más de ese proceso de reconstrucción de hechos que de la invención que requieren las novelas?
Bueno, son dos procesos radicalmente distintos. Y, para ser franco, no recuerdo cómo era escribir novelas, cómo era el proceso de imaginar e inventar cosas. Cuando empecé como escritor, los primeros diez o quince años, yo era un escritor de ficción en sentido estricto, y escribía libros como La moustache, que podría decirse que es el libro de un autor con cierta imaginación. Incluso tenía cierta reputación de escritor imaginativo. De verdad, ya no creo poseer ningún tipo de imaginación, quizá tenga otras cualidades como escritor, pero sinceramente la imaginación ya no es una de ellas. No me ocurre lo mismo con los guiones; cuando escribo guiones no tengo problemas en imaginar cosas, pero a la hora de escribir libros no puedo, me resulta imposible, y dudo mucho de que sea capaz de volver a escribir una novela.
¿Cree que es una cuestión de edad? Se dice que, como lector, uno suele leer sobre todo novelas en su juventud y según va haciéndose mayor la ficción se ve desplazada por la historia, el ensayo, la crónica... ¿Cree que puede haber ocurrido lo mismo en su caso como escritor?
Es cierto que mucha gente dice eso. Cuando yo era joven recuerdo haberlo escuchado y recuerdo haber rogado que no me ocurriera, recuerdo haber pensado que no quería convertirme en uno de esos viejos idiotas que solo leen biografías, memorias, diarios y cartas. Y, de hecho, eso es exactamente lo que me ha ocurrido como lector, todavía leo novelas, pero me interesa mucho más otro tipo de lecturas: historia, ensayo...
Hay dos cosas que a mí me resultan particularmente interesantes de sus libros de no ficción. La primera es que no solo cuentan una historia, sino que son a su vez una reflexión acerca del proceso de contarla. Y, por otra parte, los tres, sobre todo Una novela rusa, pero también El adversario y de De vidas ajenas, son extensas reflexiones acerca de lo que significa ser hombre, acerca de cómo ser hombre en nuestros días.
Tienes razón, estoy de acuerdo con ello. Para serte sincero no es algo que tenga demasiado presente mientras escribo, pero sí es verdad que son dos cosas que me interesan y que de cierta manera me salen de una manera natural. Ocurre que, en cierta forma, esos libros son mémoires. Me encanta la posibilidad de escribir mémoires, de trabajar con ese material, aun cuando estás contando otra historia, aun cuando estás contando una historia criminal o una historia de amor. Respecto a relatar el proceso de contar la historia, es algo que a mí me interesa mucho como lector. E imagino que por eso me sale de una manera muy natural: es algo que me interesa, y no creo que sea aburrido o que haya que esconderlo. ~
Emmanuel Carrère
ESCRITOR DE
LO EXTRAÑO
MANUEL HIDALGO
Actualizado: 05/09/2015 05:04 horas
Emmanuel Carrère dice en 'El Reino' sobre los cristianos: "Si se les pregunta, responderán que creen de verdad que hace dos mil años un judío nacido de una virgen resucitó tres días después de ser crucificado y que volverá para juzgar a los vivos y a los muertos. Responderán que estos acontecimientos constituyen el centro de su vida. Sí, ciertamente es extraño".
Carrère se ha especializado en hechos y personajes extraños, y, sin duda, él mismo es extraño. Y así debió de sentirse cuando en 1990 se convirtió al catolicismo. Tenía 32 años. Se confesó, comulgó, se casó por la Iglesia con Anne, su mujer de entonces, y bautizó a sus dos hijos. Durante tres años, y antes de volver al agnosticismo, Carrère tomó la comunión y asistió a misa a diario. A diario rezó y leyó el Evangelio. A la vez, se psicoanalizaba dos veces por semana y llevaba un diario sobre su experiencia, cuadernos que nunca pensó en publicar y que, sin embargo, están en la base de 'El Reino' (Anagrama), sobre todo de las apasionantes 115 primeras páginas, en las que el escritor confiesa todos los detalles de su «extraño» recorrido, y que terminan así: "Te abandono, Señor. Tú no me abandones".
Diplomado en el Instituto de Altos Estudios Políticos de París y crítico de cine en sus comienzos, Emmanuel Carrère, en 1990, no era todavía el autor de gran éxito y de gran envergadura que es hoy, pero ya había publicado, con premios y reconocimiento, cuatro novelas y dos ensayos. Atravesaba una fuerte crisis de pareja, tenía problemas con el alcohol, había barajado la idea del suicidio y llevaba tres años sin poder escribir.
El carácter -sigamos diciendo que extraño- de Carrère, ya estaba patente en su obra publicada hasta el momento. Como crítico de cine, y para su primer y único libro sobre la materia, había optado, en 1982, por un estudio sobre Werner Herzog, un cineasta volcado en los personajes diferentes, anómalos y enormes, como él mismo. Como novelista, había publicado, entre otras, 'El bigote' (1986), la pesadillesca y kafkiana historia de un hombre que se afeita el mostacho y va comprobando con creciente horror que ni su mujer, ni sus amigos, ni sus colegas de trabajo perciben el cambio. Y, en los años de su conversión, elaboró 'Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos' (1993), biografía novelada del escritor norteamericano de ciencia-ficción Philip K. Dick -muy mencionado en 'El Reino'-, que experimentó con las drogas y tuvo visiones y serios trastornos mentales. Carrère iba a comulgar y luego se adentraba en el autor que inspiró 'Blade Runner'...
Emmanuel Carrère nació en París dentro de una muy notable familia. Su padre se dedicaba al negocio de los seguros, pero su madre, Helène Carrère D'Encausse, francesa de origen georgiano, es una sobresaliente escritora e historiadora, miembro de la Academia y experta en Rusia. Su apellido de soltera es Zourabichvili y procede de una familia georgiana con antecedentes nobiliarios, exiliada a París tras la Revolución Soviética y con miembros destacados en la política, la cultura, la ciencia y la industria.
Aquí, obviamente -y en su interés personal por el tema de la identidad por quienes parecen no tenerla o tenerla tambaleante-, está la causa de que Carrère, en busca de aclarar la figura de su abuelo materno, escribiera -siempre móvil- sobre el terreno la tremenda 'Una novela rusa' (2007) y la no menos tremenda 'Limónov' (2011), sobre el indescriptible y casi inabarcable político y escritor ruso Eduard Limónov, dos formidables saltos adelante que confirman que la cumbre de 'El adversario' (2000) no fue casual.
Desde que publicara 'Una semana en la nieve' (1995), Carrère no ha regresado a la ficción pura. Investiga como reportero e historiador, introduce el ensayismo, noveliza situaciones, personajes y hechos y se incluye él mismo en primera persona dentro del relato dando cuenta de sus ideas, sentimientos, vivencias, estados de ánimo y pasos durante la elaboración de sus libros que -como sucede en 'El Reino'- adquieren carácter confesional y testimonial.
Todo empezó en 'El adversario', la historia real de Jean-Claude Romand, un francés que asesinó en 1993 a su mujer, a sus dos hijos y a sus padres y que, después de pasar la noche con su amante, regresó a su casa y, con intención de suicidarse, la prendió fuego tras ingerir barbitúricos. Salvaron su vida, quedó en coma, se recuperó, fue juzgado y condenado a cadena perpetua, que sigue cumpliendo, convertido -según revela Carrère en 'El Reino'- en ferviente creyente.
Como recordará el lector de ese inolvidable libro, lo escalofriante de Romand no sólo son sus crímenes, sino que durante 18 años engañara día a día a su familia y a todo su entorno fingiendo ser médico y trabajar para la OMS. Vivía de la estafa y, cuando cometió los asesinatos, se había quedado sin dinero y creía estar a punto de ser descubierto. Para evitar la vergüenza, mató. ¿Extraño?
'El adversario' o/y la historia de Romand tuvieron tres adaptaciones al cine -una de ellas, estupenda y libre, 'La vida de nadie' (2002), de Eduard Cortés-, y eso nos lleva al Carrère cineasta, que ha escrito dos guiones y ha dirigido dos películas para el cine, siendo también el guionista de una docena de telefims y series de la televisión francesa. Casado ahora con la periodista Helène Devynck, ha tenido otra hija y, en estos días, es jurado, como ya lo fue de Cannes, de la Mostra de Venecia.
Hace tiempo que no leía, con sus más de 500 páginas, un libro actual tan contundente y magnífico como 'El Reino'. Deseando comprender el sentido de su conversión, Carrère se sumerge en los orígenes del cristianismo, reconstruye con realismo la vida de Jesús y sus apóstoles y, sobre todo, las descomunales peripecias de San Pablo y San Lucas, poniendo en pie de forma irresistible un inmenso fresco histórico, repleto de información y fuentes, sobre Roma, Grecia y Jerusalén. Y con humor. Irresistible, sí. E imprescindible, desde luego.
Emmanuel Carrère, un autor todo terreno
El escritor francés, ganador del premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, asegura que no hay diferencia entre literatura y periodismo
05/09/2017 05:00 VIRGINIA BAUTISTA
GUADALAJARA.
“El periodismo es igual de importante que la literatura”, afirma sin dudar el escritor francés Emmanuel Carrère (1957), quien no duda en mezclar en su obra la realidad con la ficción, y borrar los límites y las diferencias entre ambos lenguajes.
El también periodista, guionista, crítico y cineasta, quien se alzó ayer como ganador de la 27 edición del premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, dotado con 150 mil dólares, explica en entrevista vía telefónica desde París que ambas son diversas formas de escritura por las que se siente igualmente atraído.
Yo he trabajado como periodista desde hace 30 años y he permanecido fiel a esta forma de escritura. Tal vez la diferencia entre una y otra es la extensión. Es el caso de mi libro Limónov (2011), que nació como un reportaje y luego se convirtió en novela. Pero tampoco hay que reducir la literatura a la novela”, agrega.
El autor de El reino (2014), apunta el acta del jurado que se reunió el pasado 2 de septiembre y seleccionó a Carrère entre 72 candidaturas de 18 países, obtuvo este galardón porque su obra atraviesa “distintos territorios creativos, con una aparente naturalidad que le ha llevado a erigirse en uno de los autores más leídos e influyentes entre las nuevas generaciones”.
Integrado por Mercedes Monmany, Jerónimo Pizarro, Valerie Miles, Efraín Kristal, Héctor Abad Faciolince, Carmen Muşat y Gustavo Guerrero, el jurado considera que en la propuesta del “heredero de Montaigne y de Rousseau, lo autobiográfico adquiere una dimensión crítica que le permite pintarse sin concesiones y explorar arriesgadamente zonas de sombra de la condición contemporánea”.
El autor de Una semana en la nieve (1995) y El adversario (2000) dijo que se siente “agradecido y honrado” que se le haya agregado a la lista de ganadores del FIL de Literatura. “Autores que leo y admiro”.
En una breve charla de 20 minutos, Emmanuel Carrère reflexionó sobre la violencia que enfrentan los periodistas en México, de su amor por la cultura rusa, de su “limitado” conocimiento de la literatura mexicana y de su gusto por el trabajo colectivo que implica hacer guiones, en contraposición al ejercicio solitario del escritor.
El autor de Una novela rusa (2007) lamentó la situación que se vive en México contra los periodistas. “No siento recibir el premio de las manos de los asesinos de esos periodistas; sin embargo, me siento atribulado y admiro que, a pesar de esas amenazas, sigan haciendo su trabajo. En Francia no es similar la situación, los periodistas no reciben amenazas de muerte”, aclara.
Sobre la cultura rusa, destaca que está en su origen, pues su madre es de este país. “Yo viví en esa cultura, admiro a esta nación. He pasado grandes periodos de vacaciones en Rusia, durante diez o 15 años, y realicé un documental sobre la cultura rusa y, por supuesto me gusta su gran literatura. Lo sigo frecuentando. Pero creo que Rusia es tan peligroso como México”.
El autor de De vidas ajenas (2009) asegura, asimismo, que es un placer para él realizar trabajos en colaboración, sobre todo de guionismo. “Un escritor hace un trabajo solitario. Me gusta trabajar con otras personas. Estoy trabajando en un guión con un equipo de más de diez personas. Me gusta mucho hacerlo. Espero que pronto puedan ver esta película”.
TRUMP-LIMÓNOV
La novela biográfica o biografía novelada Limónov reconstruye la vida de un hombre real que parece surgido de la ficción. “Un personaje desmesurado y estrafalario, con una peripecia vital casi inverosímil, que le permite al autor trazar un contundente retrato de la Rusia de los últimos 50 años”, se lee en la contraportada del título publicado por Anagrama.
Ambiguo, escurridizo y estrambótico, este personaje fascinante y detestable a partes iguales, mitad héroe romántico y mitad majadero abominable, es tan contradictorio y desconcertante que se convierte por derecho propio en carne de novela y en el protagonista de esta espléndida y sorprendente narración”, se añade en el volumen.
Ante las preguntas de si ha encontrado otro personaje tan singular como Limónov y si piensa que el presidente estadunidense Donald Trump ejemplifica el pensamiento monolítico que critica en su obra, Carrère responde: “Pienso si las dos preguntas no están ligadas, es decir, Trump-Limónov. No he encontrado personajes tan novelescos como Limónov y realmente no sé qué hacer con Trump”.
El novelista acepta, finalmente, que su conocimiento de la literatura mexicana “está limitado” a los grandes autores como Carlos Fuentes y Octavio Paz. “Pienso también en Roberto Bolaño que, a pesar de ser chileno, hizo un gran retrato de la Ciudad de México”.
Quien se mueve constantemente entra la ficción y la no ficción y es capaz de releer y comentar “La Biblia” señala que “voy a soñar desde ahora con mi viaje a México para recibir este premio”.
El galardón se entregará el próximo 25 de noviembre, en la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el encuentro librero más importante del mundo en español, que se llevará a cabo de ese día y hasta el 3 de diciembre, con Madrid como invitada de honor.
Cinco libros
de Emmanuel Carrère
Se anunció hoy que el escritor francés Emmanuel Carrère es el flamante ganador del Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2017. Dotado en 150.000 dólares, el premio distingue una trayectoria literaria sólida a la vez que experimental, que indaga sobre una forma de narrar la ficción y la realidad.
Limónov: Novela biográfica o biografía novelada, Limónov hace foco en la historia política de Rusia a partir de un poeta y agitador estrafalario —tan desmesurado que, pese a ser real, parece una invención de la ficción— que fundó un partido nacional bolchevique y hasta llevó adelante un intento de golpe de Estado. Limónov es una larga disquisición sobre la reorganización de Rusia y Europa tras la caída de la URSS.
El adversario: Es la novela que marca un quiebre en la narrativa de Carrère. Cuando la familia de Jean-Claude Romand descubrió que no era el médico que durante años pretendió ser, él no dudó en matarlos a todos. A todos: mujer, hijos, padres. Y luego intentó suicidarse, sin conseguirlo. Carrère comenzó a escribir la novela tras entrevistarse con Romand, pero descubrió que frente a semejante tragedia la ficción no funcionaba. El resultado fue El adversario, una obra inscripta en la tradición de A sangre fría de Capote.
De vidas ajenas: Esta novela —Carrère dice que es una novela porque, aunque todo lo narrado es real, está escrita con las herramientas de la ficción— funciona como la contracara de El adversario. De vidas ajenas narra el vínculo subterráneo entre dos tragedias que se entremezclan con la biografía del autor. "En cuestión de pocos meses", explicaba al presentarla a la prensa, "fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijas y su marido. Alguien me dijo entonces: 'Eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia?'. Era un encargo y lo acepté."
Una semana en la nieve: Antes de dedicarse a las "novelas sin ficción", Carrère transitaba por el carril tradicional de los novelistas. El último libro que escribió en esa senda fue Una semana en la nieve. En esta historia, un grupo de chicos —el protagonista tiene 8 años— se van de vacaciones a un hotel de montaña. Y, mientras los chicos están aprendiendo a esquiar, René, un chico de un pueblo vecino, desaparece y poco después se revela que fue violado y asesinado. En Una semana la nieve la tragedia está latente y habita en cada uno de los personajes. Esta novela es una gran oportunidad para conocer al Carrère precursor del escritor actual.
Una novela rusa: Otra historia con un fuerte sello autobiográfico. Carrère parte de su prehistórico rol de periodista para contar la "aparición" trágica de András Toma, un húngaro que vivió durante casi seis décadas en un manicomio ruso, tras haber sido capturado en la Segunda Guerra Mundial. Pero a medida que avanza en la investigación, Carrère se deja llevar por la trama social antes que por el personaje y comienza a explorar sus propias raíces rusas —su madre y la familia de su madre es rusa, su abuelo había sido un colaboracionista nazi— al punto de convertir el libro en una larga sesión de "psicoanálisis salvaje". Se dice que la madre, que forma parte de la Academia Francesa de Letras, quiso impedir la publicación del libro. Una novela rusa funciona como una suerte de caldo de cultivo de Limónov.
BIBLIOGRAFÍA
NOVELAS
- L'Amie du jaguar, Flammarion, 1983
- Bravoure, POL, 1984. Prix Passion 1984, Prix de la Vocation 1985. En español, Bravura, Anagrama, 2016.
- La Moustache, POL, 1986. En español, El bigote, Anagrama 2015.
- Hors d'atteinte, POL, 1988. Prix Kléber Haedens 1988.
- La Classe de neige, POL, 1995. Prix Femina 1995. En español, Una semana en la nieve, Anagrama.
- L'Adversaire, POL, 1999. En español, El adversario, Anagrama.
- Un roman russe, POL, 2007. En español, Una novela rusa, Anagrama 2007.
- D'autres vies que la mienne, POL, 2009. En español, De vidas ajenas, Anagrama.
- Limónov, Anagrama, 2011.
- El Reino, Anagrama, 2015.
ENSAYOS
- Werner Herzog, Edilig, Paris 1982 Monografía sobre el realizador.
- Le Détroit de Behring, POL, 1986. Grand Prix de la science-fiction 1987.
- Je suis vivant et vous êtes morts, Le Seuil, 1993. En español, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Philip K. Dick 1928-1982, Minotauro 2007. Biografía novelada de Philip K. Dick.
FILMOGRAFÍA
- 1998: La Classe de neige de Claude Miller, adaptación de la novela del mismo título. Premio especial del jurado del Festival de Cannes, 1998.
- 1999: Angel.
- 2002: L'Adversaire.
- 2003: Retour à Kotelnitch, documental de 2003.
- 2005: La Moustache, realizador y co-guionista, con Jérôme Beaujour a partir de la novela homónima, con Emmanuelle Devos y Vincent Lindon.
- 2010: D'autres vies que la mienne, adaptación de la novela homónima, dirigida por Philippe Lioret, con Vincent Lindon y Marie Gillain como actores protagonistas.
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