jueves, 6 de marzo de 2014

Cy Twombly


(1928 - 2011)

(Lexington, Virginia, 1928 - Roma, 2011) Pintor y escultor estadounidense. Tras recibir una formación en la tradición artística norteamericana, en 1957 se trasladó a Roma, donde fijó su residencia.

Cy Twombly


Cy Twombly pertenece a la generación de artistas que, como Jasper Johns y Robert Rauschenberg, se distanció de la ortodoxia del expresionismo abstracto estadounidense. Su pintura no abandona determinados rasgos heredados de la tradición abstracta, pero al tiempo incluye algunos aspectos novedosos, como la aparición de elementos caligráficos que se inspiran en el mundo de losgrafittis callejeros y que combinan sutiles alusiones a la mitología del mundo clásico.

Sus trabajos de los años 90, sin dejar de ser abstractos y gestuales, traslucían a menudo referencias paisajísticas. Su obra se ha expuesto en museos como el Centro Georges Pompidou y el Whitney Museum of American Art.

Falleció el 5 de julio de 2011 en Roma, donde llevaba residiendo más de cincuenta años.



Lepanto IV, 2001

Reconocimiento internacional

Twombly fue invitado a la Bienal de Venecia de 1964. En 1968, el Milwaukee Art Center montó su primera retrospectiva, dominando su rápido grafismo y su gestualidad expresionista como una suerte de escritura ininteligible. A continuación, sus exposiciones se extienden por todo el mundo: En la Kunsthaus de Zurich en 1987, en el Museo Nacional de Arte Moderno de París en 1988, en el MoMA de Nueva York en 1994, y así otros múltiples lugares como Houston, Texas (donde la Menil Collection abrió, en 1995, una sección especial especialmente diseñada para su obra en el edificio de Renzo Piano), Los Ángeles, Berlín o Múnich (donde en su Neue Pinakothek se conservan un gran número de obras).
En 2001, Harald Szeemann, director de la Bienal de Venecia, propuso a Twombly montar una exposición sobre "El fundamento del ser humano." Para esta ocasión, creó un gran ciclo narrativo dedicado a la Batalla de Lepanto, famosa batalla naval que tuvo lugar el 7 de octubre 1571, en el golfo de Lepanto (Grecia). Twombly comenzó a interesarse en este tema al visionar representaciones de esta batalla en tapices confeccionados a partir de una serie de pinturas de Luca Cambiaso realizadas para el rey Felipe II de España. El artista dispuso la exposición"Lepanto", compuesta por 12 lienzos, en una manera a la vez sinfónica y cinematográfica, con cuatro imágenes de llamas, hojas que caen, y con un relato muy abstracto de la batalla. "Lepanto"se instalaría permanentemente en el Museo Brandhorst de Múnich. En 2008, esta obra fue expuesta temporalmente en el Museo del Prado de Madrid, donde planteó un diálogo con otras obras maestras del museo en donde se inspiraría el autor.
En 2008, la Tate Modern, presentó una gran retrospectiva de Twombly, llamada Cycles and Seasons, basada, sobre todo, en sus series y ciclos, reuniendo sus Four Seasons (1993–94), una de sus obras más celebradas.

Untitled, 1970

La obra de Cy Twombly
Su obra bebe de los grandes temas del arte del siglo XX: el dilema entre la abstracción y la figuración, la intervención del psicoanálisis, el primitivismo, el papel de la escritura en la pintura, el homenaje a los ancestros (a menudo eligiendo sus temas en la mitología de la antigüedad clásica o en la literatura europea antigua) o las conexiones artísticas entre Europa y América.
Los trabajos de Twombly difuminaron la frontera entre el dibujo y la pintura. Muchos de sus cuadros más conocidos de finales de los años sesenta son reminiscencias de un encerado de escuela en el que alguien ha practicado la «e» en cursiva, o de la acumulación intensiva de graffitis de cuartos de baño.


Cy Twombly_Untitled, Part VII, 1988

Cy Twombly

ELEGANCIA CONCEPTUAL

Por Mariano Navarro

Cy Twombly (Lexington, Virginia, 1928) ha representado en el mundo del arte la elegancia conceptual y el empleo exquisito de las técnicas que la pintura y la escultura han descubierto y desarrollado en la modernidad, sin desatender, tampoco, la erudición y la riqueza literaria e histórica. 

Alumno del mítico Black Mountain College (Asheville, Carolina del Norte), donde coincidió con Rauschenberg y John Cage, fue temprano viajero a Europa, con marcada preferencia durante el resto de su vida por Italia -donde vivió los últimos 50 años- y Grecia, así como buen conocedor del Norte de África. Ha sido, sin duda, el más europeo, en sus referentes y geografía mental, de los artistas norteamericanos. 

Twombly, cuyas primeras obras recibieron la influencia de los geométricos abstractos de “Cercle y Carré”, muy pronto se inclinó por una abstracción más directa. Desde los iniciales años 50 hasta su triste fallecimiento, ha sido reconocido como el pintor que hace sus cuadros con un mínimo de materia y de gesto, un gesto la mayoría de las veces próximo al garabato, a lo informe y desordenado; o que cuando se rinde a la exuberancia invasora de la superficie, continúa mostrando una voluntaria contención. Cuadros, siempre, surgidos de un orden que somete a una urgente pasión. Igualmente rico y diverso es su arco cromático, al que su austeridad ha hecho descubrir casi infinitas gamas en los negros y grises. Innecesario resulta añadir que es uno de los más finos dibujantes de la segunda mitad del siglo veinte. 

De principios de los años sesenta destacan sus obras dedicadas a figuras de la mitología griega y la historia romana, así los paneles de Discourse on Commodus y las primeras “pinturas grises”. A finales de esa década trabajaría con dibujos de Leonardo para la realización de sus collages. Los temas mitológicos e históricos, así como las grandes figuras literarias fueron referencias constantes en su trabajo. 

En los primeros setenta abordó el pensamiento filosófico de Robert Burtonen una inmensa tela titulada homónimamente Anatomy of the Melancholy, en la que trabajaría durante veintidós años. En los años noventa multiplicó su producción de esculturas, características por su organicidad y su blanca factura.

En 1995 se inauguró en Houston la Cy Twombly Gallery, obra de Renzo Piano ideada por el propio artista, que alberga una importantísima colección de su obra, desde 1954. 

En España sus primera pinturas se vieron en la Galería Heinrich Ehrhardt, de Madrid, en 1980, y siete años después, en el Palacio de Velázquez, Harald Szeeman comisarió una exposición maravillosa. Con motivo de su 80 cumpleaños fue la Tate Modern de Londres quien le dedicó una extraordinaria retrospectiva. Casi al mismo tiempo, el Museo del Prado montaba en Madrid la inolvidable serie Lepanto, pintada por el artista para la Bienal de Venecia de 2001. También el Guggenheim de Bilbao recuperaba, ese mismo otoño de 2008, los momentos clave de la trayectoria de Twombly. 

El Cultural

Cy Twombly_Coronation of Sesostris, 2000



Twombly, la fuga de América

Por Luis María Anson

Demasiado viejo para integrarse en las últimas vanguardias, en los delirios delhiperdramatic, en la rompedora visión del arte nuevo de nuestra Alicia Framis. Pero todo lo que ha sido la pintura en los últimos 60 años está en Cy Twombly con calidades que, en ocasiones, estremecen al espectador más gélido. A pocas personas he conocido con tanto conocimiento y tan sagaz interpreta- ción del arte contemporáneo como a Juan Eduardo Cirlot. Su Diccionario de los ismoscontinúa imbatible. Fue él quien me alertó sobre la profundidad creadora de Twombly. Sus pinturas reventaron de luz las cristaleras del Palacio del Retiro hace veinte años.



Ciertamente el artista se formó inicialmente en Estados Unidos. Pero huyó de América cuando le deslumbró la explosión artística de Italia. Se hizo así inclasificable salvo en la escultura, por la que se le escurre Giacometti. Su paleta lo prueba todo, a veces con poco acierto, generalmente con ávida vibración. Es la angustia del mundo, sangre y hora de García Lorca. El pintor edifica sobre las ruinas de la inteligencia. En sus abstractos hay una sangre sin fin que se derrama, si bien, a veces, el Zobel elegante del pensamiento profundo se le resuelve en grises y blancos sobre el lienzo. Dubufflet vertebra una parte de la obra de Twombly. Pero su pincel se sujeta en la feroz independencia. Las riberas salvajes del amorTratado del veloCátulo, el célebre Ferragosto, Las cuatro estaciones y tantos otros cuadros y series han incendiado el Guggenheim bilbaíno en una de las muestras más atractivas celebradas en el año cultural español.



Cy Twombly reflexiona sobre la locura, más cerca del loco que del cuerdo, a diferencia de Erasmo de Rotterdam. Sus Nueve discursos sobre Cómodo, lo mismo que algunos de sus abstractos que son gotas de sangre, conducen al suicidio, al dilema que Camus espetó a Sartre: “Si la vida es un valle de lágrimas, si no hay nada después de la muerte, el único problema serio de la filosofía es el suicidio”. El vitalismo italiano mantiene en pie a este anciano todavía en plenitud creadora. Cy Twombly es la pintura tras la II Guerra Mundial, cuando el poderío nazi fue engrilletado por la audacia de Churchill y las rientes democracias occidentales, incapaces, en cambio, de contener el horror de Stalin y sus gulags ensordecedores.



La inquietud artística de Twom- bly resulta inclasificable, ciertamente, pero sus vibraciones fundamentales están en la abstracción como creía Cirlot. “Todo arte --escribió- es abstracción, puesto que abstrae de la realidad existencial, espacio-temporal y física de las cosas los aspectos sensibles aptos para ser traspasados, traducidos al mundo de las formas artistas. Pero a esta abstracción general sucedió una segunda abstracción, consistente en la eliminación de toda copia del natural”. Ya el simbolista Maurice Denis había dicho que “antes de ser una figura de mujer o de otra cosa cualquiera, un cuadro es una tela con colores y formas dispuestos según cierto orden”. En Cy Twombly, la supremacía del color es la que transmite las emociones. Habrá que convenir, en todo caso, que no se entenderá en el futuro la descoyuntación del arte actual sin este americano que se fugó de América para pintar desde los estratos pictóricos de la Italia eterna. Tal vez por eso fue capaz de subvertir el expresionismo abstracto, de zafarse de la escuela de Nueva York y de afianzar una personalidad tan atractiva que se ha impuesto a los progresismos virtuales de los críticos papanatas, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas del mar. Cy Twombly no ha vacilado nunca en hincar sus raíces en las tierras antiguas de la mitología, el paganismo y la estupefacción. Es un artista cardinal. 





Discursos sobre Cómodo
Cy Twombly

Los trazos contrarios

Los garabatos apresurados de Cy Twombly 

según los ojos de Adrian Searle

Adrian SEARLE | 26/06/2008 |  Edición impresa


Ferragosto III, 1960

El lápiz revolotea por el lienzo blanco ya preparado, torpemente cubierto en ciertas zonas de una capa mate de pintura casera, como de tiza; de repente, encuentra una zona húmeda y se abre paso por ella formando un surco. Cuando toda la superficie está ya seca, el lápiz repite la operación. Las imágenes van sepultándose conforme aparecen. La línea une las capas para dividirlas luego. Todo es nerviosismo en las primeras pinturas de Cy Twombly: un constante hacer y deshacer, una resolución que es siempre provisional. 



Otro de los cuadros muestra una especie de calavera derretida (¿o será una medusa?). En el borde, vemos un culo tachado con una X (aunque puede que, más que tachadura, esa X sea una marca indicadora y el culo, unos pechos). Y aquí y allá, manchurrones de un blanco diferente, más denso, aceitoso, que ha cuajado dejando una gruesa costra que ha tardado años en endurecerse, si es que lo ha hecho. Por todas partes, rastros corporales de sudor, heces, esperma, saliva. Hay cosas que sólo es posible apreciar desde ciertos ángulos, acercándonos, contemplándolas bajo la luz o aproximándonos al cuadro desde un lado. Unos dedazos marcados sobre la superficie proclaman la presencia del artista. En otras partes, Twombly ha usado el propio lienzo para limpiarse los restos de pintura de sus dedos. Es éste un pintor que habla de Poussin, de la poesía de Rilke y de Mallarmé; pero también de Sade y de Alain Robbe-Grillet, unos escritores que recurren a la sutileza y el refinamiento para subrayar su violencia.



Y la mirada se nos pierde entre todo eso, entre amorosos corazones, pezones, pollas y unas vainas de guisantes que bien podrían ser vaginas; irregulares sacudidas sísmicas, temblores que se salen del dial. “APOLO” proclama uno de los cuadros; “he conocido la DESNUDEZ de mis sueños esparcidos” afirma otro. En la obra de Twombly, las palabras y las frases se abren paso dejando tras de sí una indeleble sonrisa: nombres y exhortaciones, fragmentos de poemas, números, grafismos... todo escrito con una convincente sensación de urgencia, como si su autor tratara de ahuyentar un enjambre de abejas congregado en su cerebro. “Eso lo hace cualquiera”, oigo decir. Pues bien: no es cierto. Las obras de Twombly -muy especialmente las de los años cincuenta y sesenta- están repletas de cosas y exhiben una organización tan astuta como sofisticada. Y, aunque el espectador pueda tener la tentación de percibir y catalogar su obra como una sarta de necedades y sinsentidos, si logra encontrar el escondrijo del secreto y la clave para descifrarlo encontrará también toda la riqueza y el apremio que Twombly transmite.



Durante los años cincuenta del pasado siglo, la pintura de Twombly evolucionó como un lenguaje de trazos contrarios, de pensamientos descarriados y gestos inimitables, no exentos de atavismo y de una inhabilitación consciente de su talento innato. Como Willem de Kooning, Twombly se obligó a dibujar y a escribir con la mano izquierda o con los ojos cerrados. Al convertir su propio trazo en un extraño, Twombly conseguía presentarse ante sí como otro. Creo que lo que quería era sorprenderse con la guardia baja. 

Twombly ha cumplido ya ochenta años y su obra, nerviosa, extremadamente elegante y en muchas ocasiones bellísima, no es todo lo conocida que debiera. Una situación que Cycles and Seasons, la retrospectiva organizada en la Tate Modern, contribuirá a subsanar. Y aunque no es la primera gran exposición de Twombly en el Reino Unido, sí es la mayor y la más completa. Arranca brillantemente con piezas realizadas cuando Twombly era alumno de Robert Motherwell y del educador, dibujante y pintor Ben Shahn. Compañero de generación de Jasper Johns y Robert Rauschenberg, Twombly tuvo la fortuna de escapar al destino de convertirse en miembro de una segunda ola de expresionismo abstracto. Su arte es suyo, lo que no le impide conservar esporádicas afinidades con un gran número de rumbos artísticos diferentes y contradictorios del arte posterior a 1945. Norteamericano, bien casado y trasplantado a Roma en los inicios de su carrera, durante muchos años Twombly fue visto con suspicacia por sus coetáneos estadounidenses, una situación que le proporcionó la libertad que precisaba.

Pero a lo que íbamos: la primera mitad de la exposición es extraordinaria. Twombly demuestra que la pintura, el dibujo y la escritura pueden coexistir compartiendo espacio, hasta el punto que hay veces en las que no resulta fácil determinar qué es qué. Todo es gesto, pero también expresión, signo, trazo. Y Twombly sabe cómo enfrentarse a la nada, con pausas y vaciedad, con el silencio del pintor. Porque un cuadro puede ser una acumulación de impetuosas prisas, pero un pintor también sabe cómo permanecer quieto.

Las delicadas y blanquecinas esculturas que Twombly ha venido realizando a lo largo de su carrera lograron dar desde el principio con el punto justo, aunque hay que decir que apenas se han desarrollado desde entonces. Sus piezas más logradas dan muestras de un humor y refinamiento extraordinarios. Twombly tiene un excelente ojo para captar el potencial de lo que se deshecha, sea una caja vieja o un par de hojas de palma, unos objetos de escayola y yeso blanco que nunca pierden contacto con sus casuales orígenes. Pero Twombly nunca explotó sus esculturas como podría haberlo hecho, dejando que pasaran años sin crear siquiera una.

Una de mis favoritas es un pequeño monumento salpicado de yeso, a uno de cuyos lados el artista ha escrito a lápiz: “En memoria de álvaro de Campos”, uno de los alter egos del gran escritor luso Fernando Pessoa y que no existió jamás fuera de la imaginación del poeta.

Creo que uno de uno de los objetivos de Twombly ha sido hacer un tipo de arte vinculado a un espacio o a un tiempo que no llegan a coincidir del todo con los nuestros y en donde es posible la convivencia del presente y el pasado. Otra de las esculturas, creada sólo con dos tubos de cartón, me hizo reír a carcajadas. Con todo, hay una gran dosis de añoranza y melancolía en su obra, hábilmente destripada por Nicholas Cullinan en el catálogo (sus escritos sobre el artista merecerían ampliarse y plasmarse en forma de libro). 

Pero si la escultura de Twombly marca el paso del tiempo y mantiene viva la fe, su pintura ha acabado diluyéndose con los años. Sus últimos grandes cuadros fueron los que ejecutó en los años setenta, aplicando lápiz por todo el lienzo: unos apresurados garabatos dedicados a un amigo que murió y que son como unas pertinaces cartas escritas al muerto. Por el contrario, los paneles que pintó con los dedos a finales de los ochenta, con sus afectadas formas rococó que recuerdan a Tiépolo, resultan insulsos. Podrían sugerirnos también una versión amorfa del último Monet, pero su lirismo indeterminado me deja más bien frío. Para eso, ya tenemos a Richter que hace lo mismo con mejores resultados. Los últimos twomblys me parecen, simplemente, desustanciados. En la última sala, sus garabatos bermellones dedicados a Baco no añaden nada a lo anterior como no sea provocar nuestro pasmo ante la energía que el artista es aún capaz de desplegar.

Lo mejor será celebrar que ha hecho lo que ha querido y que ha seguido su propio camino, que no es poco. Le deseamos uno de esos grandes estilos de madurez y que logre trascender como artista, en línea con lo que, según el historiador Erwin Panofsky, el último Tiziano habría conseguido. ¡Como si fuera tan fácil! 







Cy Twombly

El artista estadounidense Cy Twombly 

fallece a los 83 años en Roma

Uno de los últimos expresionistas abstractos, vivía en Italia desde hace años

AGENCIAS París 5 JUL 2011 - 20:09 CET
El artista estadounidense Cy Twombly, de 83 años, ha fallecido hoy en un hospital de Roma, ha anunciado el director de la galería de arte contemporáneo de Yvon Lambert, en Aviñón, Eric Mézil. Nacido en Lexington (Virginia) en 1928, era uno de los grandes pintores abstractos del siglo XX, y también escultor y fotógrafo. Vivía en Italia desde hacía medio siglo y padecía desde hace años un cáncer. El anuncio lo ha hecho Mézil porque desde mediados de junio estaba abierta una exposición de sus fotografías en la colección Lambert. "Era como una roca", ha dicho Mézil, el primer tratante de Twombly en Europa.
Mézil, que conocía al artista desde hacía 20 años, ha dicho que tenía pensado ir a ver la próxima al pintor, al que había visitado por última vez en mayo: "Entonces se encontraba bien". Estaba previsto que Twombly, que odiaba las entrevistas, acudiera a Avignon en septiembre a su exposición, titulada El tiempo recobrado, Cy Twombly fotógrafo y artistas invitados, comisariada por Mézil. Twombly vivía en Gaeta, una ciudad costera entre Roma y Nápoles.
Artista apegado a la civilización mediterránea, su obra estuvo fuertemente influida por la mitología clásica, griega y latina, y por toda la literatura europea, desde Arquíloco o Catulo hasta Rilke o T. S. Eliot.
En los años cincuenta, Twombly viajó a Roma con su amigo el pintor tejano Robert Rauschenberg (1925-2008) a Marruecos. En 1959 se casó con la italiana Tatiana Franchetti y se trasladó a Roma, una ciudad de la que se enamoró. Son característicos de Twombly sus grafitis, de gran fuerza, y los collages. Entre sus referencias temáticas destaca la mitología, de la que se sentía tan cercano por su vida en Italia.
Asiduo de Aviñón
La galería Lambert le dedicó en 2007 una exposición, Blooming, para la que el artista creó especialmente un ciclo de inmensas pinturas en torno a las peonías. Satisfecho, según Mézil, decidió reanudar su colaboración con una nueva exposición, centrada en la fotografía. Él fue el comisario y tenía previsto visitarla este mes de septiembre, poco antes de que el 30 de octubre se clausure la muestra.
Se trata, a juicio del director de ese espacio, de la última gran exposición dedicada a ese artista, al que le unía a Francia su relación "desde hace 40 años con su marchante, Yvon Lambert", y su amor por alguno de sus grandes artistas, como el pintor del siglo XVII Nicolas Poussin. Londres dedicó precisamente una exposición a las similitudes entre Twombly y Poussin, un artista que Twombly dijo que le hubiese gustado encarnar, si en otra época hubiese tenido la ocasión.
Ambos se trasladaron a la capital de Italia con 30 años, en ese país pasaron la mayor parte de sus vidas y desde allí saltaron al estrellato de la pintura en sus respectivos tiempos pictóricos, que en el caso de Twombly se reflejó en el expresionismo abstracto.

El pintor estadounidense Cy Twombly en 1958. / DAVID LEES

Cy Twombly, el último genio 

del expresionismo abstracto

Su personalísima obra se inspiró en el mundo clásico y los maestros antiguos



Ayer, apenas tres años después de su extraordinaria retrospectiva en el Museo Guggenheim de Bilbao -una de las más bellas que exhibió en su vida- y de la exposición titulada Lepanto, en el Museo del Prado, moría en Roma Cy Twombly (Lexington, Virginia, 1928), sin duda uno de los más relevantes y singulares artistas estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX, que fue la etapa dorada del arte americano. No obstante, este reconocimiento, hoy universalmente indiscutido, tardó en fraguarse en su propio país, que no le perdonó que se instalase en Italia a partir de la década de los años cincuenta, justo en el momento en el que se imponía internacionalmente el expresionismo abstracto americano, primer peldaño de un dominio artístico que se ha mantenido casi hasta ahora mismo.

En EE UU no se le perdonó fácilmente que se instalara en Italia a partir de 1950

Fue uno de los seis artistas de la exposición inaugural del Reina Sofía
Aun cuando sus inicios artísticos habían sido tomados con aprecio por la crítica local, la presentación en Nueva York de la serie Nueve discursos sobre Cómodo(1963) desató contra él una tormenta hostil que, en realidad, no amainó hasta casi 20 años después. Todavía en 1995, con motivo de su retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) hubo algunas críticas locales suspicaces, si bien sin negar ya su estatura de gran artista.
Al margen de las razones nacionalistas y de las de política mercantil que se cebaron en Twombly, también es verdad que su delicado arte caligráfico y el sofisticado trasfondo cultural que emana de toda su obra fueron en dirección contraria de las pautas que marcaba de forma severa el arte americano. Coetáneo e íntimo de Robert Rauschenberg, con el que viajó por el Mediterráneo a comienzos de la década de 1950, Twombly tuvo una deriva personal muy especial. Su grafismo incisivo, en la antípoda del gesto eruptivo de Pollock, se podía relacionar mejor con otros artistas como el también americano Tobey, de inclinación oriental, o con los europeos Wols o Michaux. De todas formas, frente a estos u otros artistas contemporáneos, Twombly estaba fascinado con el arte y la literatura antiguas que le sirvieron no pocas veces de inspiración conceptual y formal. Es significativa a este respecto su pasión por pintores como Rafael o Poussin y su amor por el pensamiento y la poesía de la Grecia y la Roma clásicas. Esta visión del arte como un avanzar retrocediendo, incluyendo en ese devenir todos los sustratos del pasado, se refleja en el concepto muy querido por Twombly de la obra como palimpsesto.
En cualquier caso, su sensibilidad exquisita, su refinado gusto y todo ese insólito bagaje de esmerada erudición cultural nunca constituyeron un lastre creativo para el pujante desarrollo de su arte, en el que, no conviene olvidarlo, también la escultura desempeñó un papel deslumbrante. Quizá porque había en él un espíritu romántico y una sensualidad tan torrencial que a veces podía resultar abrumadora, casi peligrosa. De esta manera, periódicamente se producían en su trayectoria auténticos coups de foudre, donde explayaba ese lado más salvaje y barroco de su personalidad. Sea como sea, contenido o desaforado, supo mantener un control y una exigencia indeclinables sobre su obra, que ahora podemos recorrer como una totalidad coherente, lo cual no hay que confundir con monótona.
Cuando se analiza la obra de Cy Twombly desde una perspectiva histórica, no hay demasiada dificultad para hallar su genealogía entre los grandes maestros del pasado. Es obvio que para él, por ejemplo, fue muy importante el arte veneciano, donde florecieron dos pintores, Tiziano y Tintoretto, cruciales para él, pero también se puede reconocer su empatía con el exuberante Rubens. No obstante, quizá el maestro antiguo que mejor recoge las dos caras de su personalidad, la mesurada y la desmesurada, la clásica y la romántica, fue Nicolás Poussin, no solo uno de los mejores pintores franceses de todos los tiempos, sino la referencia esencial para la Escuela Francesa. Estas u otras raíces históricas del arte de Twombly no pueden ser tomadas, sin embargo, como una tapadera para ignorar su capacidad de invención. A diferencia de muchos de sus colegas contemporáneos, a quienes a veces cuesta trabajo distinguir de las tendencias que los impulsaron a la fama, Twombly desarrolló una obra extraordinariamente original y personal, y, en ese sentido, nunca mejor dicho, única. No es, por tanto, extraño que tanto los museos de arte antiguo como los de arte contemporáneo se hayan disputado la obra de Twombly. Antes he citado su presencia en el Museo del Prado, pero también exhibió en el Museo del Louvre, donde le fue encargado y realizó recientemente la decoración del techo de una de sus salas.
Por lo demás, con España mantuvo una relación constante y cordial. En primer lugar recorrió nuestro país y visitó nuestros museos cuando era un joven artista explorador que, como antes se apuntó, viajó por las dos orillas del Mediterráneo durante los años cincuenta. Pero, a partir de 1980, cuando su prestigio internacional empezó a tomar un empuje ascendente imparable, su obra estuvo varias veces presente en galerías privadas y públicas de nuestro país. En 1986, fue uno de los seis artistas elegidos para la exposición de apertura del Centro de Arte Reina Sofía y, un año después, tuvo lugar una magna muestra que se exhibió simultáneamente en los palacios de Velázquez y de Cristal del Parque del Retiro de Madrid, todo lo cual confirma el arraigo de Twombly en la reciente historia cultural de nuestro país.

GALERÍA

Min Oe, 1951
Quazazat, 1953

Untitled, 1953

Leda and the swan, 1963
Ferrogasto, 1961
Ferrogasto IV, 1961

Ferrogasto V, 1961

School of Athenas, 1964
Untitled, 1958


Blue Room, 1957

Untitled, 1968
Untitled, 1953


View, 1959
The Castle, 1958
Untitled, 1960

Untitled, 1961











Liri, 1990

Summer Madness, 1990
Untitled, 1990
1993-4 Quattro Stagioni, Part III, Autunno
2000 Coronation of Sesostris (3)

Untitled, 2005
Camino Real III, 2010




1 comentario:

  1. Sus cuadros parecen querer contar algo pero en código, como mensajes alfanuméricos no me anímaria a decir si algo con morbo o con sufrimiento, en algunas obras pareciera reprimir el sentimiento y en otras da rienda suelta a su estado llenando su paleta de colores un artista interesante.

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