DE OTROS MUNDOS
Claude Chabrol / La mujer infiel
Guillermo Cabrera Infante / Los primos o la fuerza del mal
Claude Chabrol / Tres películas
Guillermo Cabrera Infante / Los primos o la fuerza del mal
Claude Chabrol / Tres películas
Claude Chabrol
(1930 - 2010)
Claude Chabrol nació (24 de junio de 1930) y murió (12 de septiembre de 2010) en París. Realizó películas por más de cincuenta años. Fue con Jean-Luc Godard y Jacques Rivette el último superviviente de la Nouvelle Vague, un movimiento que coincidió en el espacio y el tiempo de Les Cahiers du cinéma, bajo la dirección de André Bazin.
Chabrol nace en París el 24 de junio de 1930 encima de la farmacia de su padre Yves Chabrol. A los seis años ve la primera película de la que conserva recuerdo, Anthony Adverse (1936) de Mervyn LeRoy, y a partir de entonces comienza a ser asiduo del cine que regenta su tío, el Nouveau Théâtre en la rue Vaugirard. Su otras grandes pasiones, la literatura y el teatro clásicos franceses, los descubrirá poco más adelante, cuando, durante la Segunda Guerra Mundial se traslada a la casa de su abuela Marie en Sardent (Creuse), donde fundará un cine en un garaje. Su amor por la literatura se deja ver en muchas de sus películas, donde sus actores citan a Molière, a Homero, o directamente cuando ha basado sus guiones en obras de Simone de Beauvoir, William Shakespeare o Gustave Flaubert.
En 1952 se casa con Agnès Marie Madeleine Goute, su primera esposa, con la que tendrá dos hijos, Jean-Yves, el primogénito, y Matthieu, actualmente el compositor de las bandas sonoras de sus películas. La dote de su mujer era cuantiosa, y se pueden dedicar a viajar y vivir de las rentas, sin necesidad de preocuparse especialmente por el dinero. Así, a partir de esa fecha comienza a colaborar con distintas revistas, publicando sus primeros relatos literarios y sus primeras críticas de películas. Su primera colaboración con Les Cahiers du cinéma será con la crítica de Cantando bajo la lluvia (1953 de Stanley Donen y Gene Kelly).
Poco a poco, sus colaboraciones en la revista serán de mayor calado teórico, como el artículo publicado en el número 39, un ensayo sobre Hitchcock titulado "Hitchcock devant le mal", Hitchcock ante el mal, que precede a su primer gran proyecto relacionado con el cine, "una monografía sobre el director británico" que realizará junto a Éric Rohmer. La idea detrás de esta monografía era la de señalar la genialidad de Hitchcock, algo que hoy nos parece incuestionable, pero no era así entonces, cuando su cine era visto sólo con las interpretaciones más superficiales (cine de suspense, policíaco, de homicidios...). Para Chabrol, "salta a la vista que la lección de Hitchcock pertenece al territorio de la ética y que sus concepciones morales siempre acaban por desembocar en una metafísica".
En 1956, dos años después del número de Hitchcock de Cahiers du cinéma, Chabrol dará el salto activo al cine cuando funda la productora AJYM Films' (A por su esposa Agnès, JY por su hijo Jean-Yves, M por Matthieu), en la que comenzarán sus andanzas cinematográficas varios miembros de la Nouvelle Vague, como Jacques Rivette, Éric Rohmer, Philippe de Broca o Jacques Gaillard. El mismo Chabrol usará AJYM Films para producir sus primeros cinco largometrajes antes de su cierre definitivo en 1961.
EL CINE DE CHABROL
Su cine se basa casi exclusivamente en la creación de personajes, en recrear, basándose en obras literarias de mayor o menor importancia, una realidad que poner en movimiento delante de la cámara. En sus palabras: defiendo las tramas simples con personajes complicados. Los autores de referencia en la creación de los personajes de Claude Chabrol son Alfred Hichcock, Frirz Lang y Ernest Lubitsch, con los que comparte una visión similar de la realidad, y, sobre todo, una visión similar de la importancia de la estructura y de la construcción cinematográfica como lo más importante de la película. Lo que busca es crear personajes que estén entre la apariencia y la realidad, entre la superficialidad y la profundidad, y presentarlos en la película de una forma muy teatral, como un arte de las apariencias. Muchas de sus películas tienen tramas simples, evidentes. Lo que sucede aparece en la pantalla de forma clara y comprensible, con una estructura conscientemente ausente que hace que el relato tome más un cariz de crónica de sucesos. Pero el resultado siempre es complejo, atrayente y muy rico, tanto en el plano narrativo, como en el estético o cultural.
Tanto cuando sus películas se basan en temas propios o en adaptaciones de novelas, lo más importante es la estructura narrativa. En sus palabras: "La construcción es mucho más importante que la intriga. El ideal sería que la forma de una película manifestara para todos la esencia, pero es evidente que esto nunca pasa. Los personajes y la intriga existen sólo para suscitar el interés del espectador, ya sea porque recobran lo que ya conoce, o porque le proponen aventurarse por un nuevo terreno. Pero lo que da forma a una película es siempre la construcción: es decir, todo lo referente al ritmo, la armonía de la forma escrita —la conexión entre las escenas— y el conjunto de señales que se disponen para que puedan comprenderse sin ambigüedad. La clave que permite pasar de la bidimensionalidad de la pantalla a la esencia de la película se encuentra sobre todo en la construcción".
Pero el valor que Chabrol da a la construcción no es porque sea un director formalista, donde la forma lo es todo, sino porque opina que "la forma es la apariencia de la construcción", y ambas deben mantenerse separadas, porque el tema ha de estar sólo en la construcción, y no en la forma. Si lo más sobresaliente en el cine de Chabrol es la veracidad de su visión de conjunto, ésta se basa en la importancia de sus secuencias particulares, y en la manera en que forma y construcción interactúan para crear el contenido narrativo.
El juego de miradas, el uso de las panorámicas para describir los momentos más importantes de sus películas, el uso del tráveling, del encuadre, y especialmente el lenguaje no verbal que sus personajes expresan gracias a trabajar con grandes actores, son algunos de los recursos formales que intervienen en la construcción de la realidad dentro del film, pero esta construcción nunca se convierte en una referencia estética, sino que ha de desaparecer completamente para dejar a los personajes actuar de forma autónoma. La idea es que el relato se construya por medio de una estructura absolutamente estable, que ha de quedar invisible, no construirse a partir del encadenamiento de técnicas formales ante las cuales el espectador está entrenado para reaccionar, como pasa en la mayoría del llamado cine comercial.
CLAUDE CHABROL
Y EL DISCRETO ENCANTO DE LA MALICIA
Hace un par de semanas se proyecto en una de las salas cinematográficas de la ciudad la película El Inspector Bellamy (Bellamy, 2009) de Claude Chabrol. El día que asistí a verla la sala estaba casi vacía (no eran más de siete los asientos ocupados) y me consta que al menos uno de estos poquísimos espectadores se quedó dormido. Ninguno de los presentes sospechábamos que estábamos viendo la última película de Chabrol. Como sea se trataba, sin más, de una involuntaria y triste despedida, aún de parte del dormilón, de unos de los cineastas franceses más importantes en los últimos cincuenta años que ratificó, por si hiciese falta, el continuo desencuentro del público local no sólo con el cine Chabrol, sino con cualquier tipo de películas que no pretenda satisfacer sus apetitos usuales.
“Amo el asesinato”. No se trata, por esta vez, de la confesión de un asesino en serie, sino de Claude Chabrol quien -como su admirado Alfred Hitchcock sobre el cual, junto con Erich Rhomer, Chabrol escribió en 1957 uno de los primeros ensayos críticos donde se reconoció la relevancia artística de la obra del inglés- sabía que el drama y la trama asociada a un asesinato es una vía privilegiada para hacer lo que verdaderamente le importaba: la crónica de las relaciones humanas, o mejor dicho, la crónica del momento en que estas relaciones ingresan a los intricados y vertiginosos laberintos -afectivos, emocionales, sexuales, es decir inevitablemente fatales- de los cuales no es posible salir sin pagar un alto precio, por lo general, el precio de reconocer no sólo las pequeñas grandes mezquindades de que ésta hecha nuestra vida cotidiana sino también el problemático hecho que es en esa misma cotidianidad, en ese mundo de mediocridad, sordidez y simulacro, donde se encuentran también las posibilidades únicas de redención y autenticidad. El asesinato, pues, aparece en Chabrol, sino como una de las bellas artes, sí como el detónate lúdico por excelencia para hacer de la crónica íntima de las relaciones humanas, una crónica que da cuenta del estado moral de su sociedad y su tiempo sin pretender, por ello, deslizares por las fáciles y ramplonas rutas del moralismo: la mirada de Chabrol era lo suficientemente maliciosa y distante de su propia clase como para permitirse semejante impostura.
El Inspector Bellamy se ajusta bien a estas premisas. Como muchas de sus películas, en éste film resulta mucho más inquietante la tarea de diseccionar las costumbres y la moral (la doble o triple moral) de los protagonistas que el descubrir al asesino. El itinerario del inspector Paul Bellamy –interpretado con delectación morosa por Gérald Depardieu- más que llevarlo a la solución de un asesinato –de hecho pronto sabemos quién es el asesino y cuales sus triviales motivos- lo conduce al develamiento de un mundo oscuro, un mundo lleno de sospechas apenas entrevistas, de celos y desconfianzas amorosas en estado latente, de conformidades conyugales en trance de desvanecerse y de consanguinidades listas para actualizar las eternas diferencias entre Caín y Abel.
Pero la obra de Chabrol no es únicamente cine negro o thrillers. En su prolífica obra -60 películas más 20 títulos para la televisión- Chabrol se las arregló para hacer películas históricas, adaptaciones literarias, comedia y dramas familiares y conyugales así como el registro más variado de sucesos más extraños. Desde sus sorprendentes películas iniciales, El bello Sergio (1957), Los primos (1958) y Una doble vida (1959) hasta su último film, la citada El Inspector Bellamy, pasando por obras como La mujer infiel (1968), El carnicero (1970) Prostituta de día, señorita de noche (1978) y En el corazón de la mentira (1978), Chabrol trazó un mapa tan rico y amplio que termino por deslindar la geografía moral y emocional de la pequeña burguesía urbana y rural de la Francia contemporánea. En ese sentido las referencias con que, entre otros, el presidente francés Nicolas Sarkozy, ha ligado la obra de Chabrol con la Comedia Humana de Honoré de Balzac no resulta ni excesiva ni baldía.
Pero creo que la manera con que Chabrol mira a sus creaturas burgueses está teñida de una malicia y una ironía que no es fácil encontrar en el mismo Balzac (en este sentido pienso que está más cerca de Flaubert de quien, por cierto, adaptóMadame Bovary en 1991) o, para darle una mayor contemporaneidad al contraste, en el cine de Luis Buñuel o en algunos de sus compañeros de la Nueva Ola francesa como Jean Luc Godard, Jaques Rivette o Eric Rohmer. A diferencia de, por ejemplo, Luis Buñuel, que gustaba enclaustrar a sus burgueses dentro del infierno de sus miedos y temores atávicos o como Godard, al menos al Godard de la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, quien se ocupó por encontrar los puntos de ruptura más radicales de la sensibilidad y el lenguaje del mundo burgués, Chabrol prefiere tomar un bisturí más fino y diseccionar sin mayores destemplanzas, sin necesitar de convocatorias estridentes, esos mismos miedos y temores y esa misma sensibilidad y lenguaje.
Chabrol sí, es un burgués francés filmando su propio mundo con una mirada discreta pero con la suficiente malicia e ironía como para hacer una crónica nada complaciente, una crónica cuya fuerza y verosimilitud última descansa en las fibras morales que toca.
Claude Chabrol
Claude Chabrol
LA COCINA DEL MALESTAR
Por Daniel Domínguez
22 de septiembre de 2010
El pasado día 12 nos enteramos de la muerte de Claude Chabrol en
un informativo nocturno de la televisión portuguesa en un hotel de Praia Vieira
de Leiría, donde pasábamos un fin de semana. El 1 de agosto también era
domingo, pasábamos otro fin de semana cerca de Cudillero y leímos en la Playa
del Silencio el obituario de Suso Cecchi d'Amico en El País, la guionista de
películas como Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán, Rocco y sus hermanos, Bellísima o El Gatopardo. Se ve que este verano
deberíamos haber quedado en casa. Aunque estábamos en casa cuando supimos que
Patricia Neal -la espléndida protagonista de El manantial de King Vidor-, en
fin... Vaya veranito.
Chabrol nunca me inspiró la pasión cinéfila como en un tiempo
Truffaut y como siempre Rohmer, Godard y Rivette. Con Chabrol me pasó como con
Alain Resnais o Louis Malle, algunos de sus filmes me gustaron mucho, otros no
tanto y algunos nada. Por citar sólo a sus compañeros de los Cahiers amarillos
y de la nouvelle vague. Estudió Farmacia y Filosofía pero a los 23 años,
después de pasarse muchas horas -seguro que muchas más que en la universidad-
en sesiones de la Cinemateca de Henri Langlois y de los cineclubes de París,
empezó a formar parte de la redacción de Cahiers, publicó la primera crítica
sobre Cantando bajo la
lluvia y
fue el primero de sus compañeros en rodar una película en 1957, El bello Sergio, gracias a una herencia que había recibido su mujer de
entonces, ese mismo año publica con Rohmer un estudio pionero sobre el cine de
Alfred Hitchcock. Ahora bien, si queremos rastrear las formas del cine de
Chabrol, creo que la corriente esencial -subterránea y nutricia- que afluye en
su cine proviene de su -y nuestro- venerado Fritz Lang.
Creo que la primera película de Chabrol que me gustó mucho fue El
carnicero (1969), la vi en un pase por televisión en los ochenta y desde aquel
día procuré no perderme ninguna película suya. Hace unos años circuló una
edición en dvd infame, tanto que hace daño -sin subtítulos, con un doblaje
espantoso (aunque sea siempre un crimen) y una imagen que no respeta el formato
original, estirando las figuras-: con delitos así de flagrantes -pero también
así de "legales"- como para extrañarse de que se bajen películas
ilegalmente, que es lo que tuvo uno que hacer para verla otra vez en versión
original subtitulada y en condiciones, al menos, tolerables.
En El carnicero cristalizan algunas de las formas que caracterizan el -mejor- cine
de Chabrol: un pueblo pequeño -donde todos se conocen y todos se vigilan, como
le gusta señalar al cineasta-, un entorno provinciano, una cotidianidad en la
que nos instalamos cómodamente pero que no tardamos en vivir con incomodidad,
un territorio moral en el que reina la ambigüedad y un cosmos habitado por el
desasosiego bajo el velo de la normalidad.
En ese pequeño mundo, el carnicero (Jean Yanne) y la maestra
(Stéphane Audran, la mujer de Chabrol a la sazón), dos personajes con heridas
aún en carne viva en su pasado reciente -la guerra de Indochina, en el
carnicero; la abrasión de una experiencia amorosa, en la maestra- viven una
historia de amor que transita desde lo extraño hasta lo doloroso. Y aunque hay
un asesino y hay crímenes, apenas han transcurrido tres cuartos de hora cuando
el cineasta ya nos ha desvelado al criminal, es más, nos lo ha desvelado la
maestra. El carnicero no trata del descubrimiento de un criminal, sino del desvelamiento
de una pasión; no es un thriller lo que se cuece, sino un amor fou cocinado por
Chabrol.
Con gotas de humor -macabro- que le encantarían a Hitchcock: como
esa gota de sangre -el signo visible de un crimen que enseguida descubriremos-
que cae sobre una rebanada de pan untada con mantequilla que una niña se
dispone a morder -en un plano mordaz y sacrílego- durante una excursión escolar
a una cueva con pinturas rupestres, en busca de las huellas del hombre de
Cromagnon. Puro Chabrol.
Como su maestro Fritz Lang, también Chabrol usa los
recursos de la puesta en escena para revelar no ya el estado -del alma- de los
personajes en un momento concreto del drama, sino su destino; no sólo lo que
quieren, sino aquello que ni siquiera ellos saben aún que anhelan. Como ese
travelling de casi tres minutos retrocediendo a medida que los personajes
avanzan hacia nosotros por las calles del pueblo, entre el local donde se
celebra una boda, a la que el carnicero y la maestra estaban invitados, y la
escuela: los personajes aún no son conscientes, pero Chabrol orienta nuestra
sensibilidad para que percibamos -siquiera intuitivamente- que acaba de empezar
un viaje y el destino va a impedir que se separen.
Un destino que se cumple en una de las últimas
escenas de la película, cuando una noche la maestra lleva al carnicero al
hospital en su dos caballos, y el cineasta alterna los rostros con tomas de la
carretera, de la bóveda de árboles que atraviesan por momentos o de la
vegetación de las cunetas, a la luz de los faros del coche que crean una
atmósfera casi onírica, justamente porque ésa es la materia oculta del iceberg
de las últimas palabras del carnicero, de las palabras que la maestra no puede
pronunciar...
Jean Yanne y Stéphane Audran en el rodaje
de la escena previa al viaje en dos caballos
hasta el hospital
de la escena previa al viaje en dos caballos
hasta el hospital
Porque en esa escena el carnicero comprende que sus
sueños no se cumplieron -o que esos sueños son el único cumplimiento posible de
la vida que se le escapa-, porque en el silencio y en las lágrimas de la
maestra se nos muestra que ha comprendido demasiado tarde que nadie nunca la
querrá así, y que pudo salvarlo y salvarse. Y las últimas miradas que se cruzan
en el hospital representan una de las más bellas declaraciones de amor que
hayamos visto en el cine en los últimos cincuenta años. Quizá porque nunca los
sueños están más vivos que cuando alcanzamos la certeza fatal de que van a
extinguirse sin remedio. Y luego sólo tierra baldía, un corazón yermo y una
máscara vacía, como en ese último plano de Stéphane Audran -bella y elegante,
siempre Hélène, en el cine de Chabrol- en la escena final de la película.
El universo que decanta la mirada de Chabrol en El
carnicero lo emparenta con las novelas de Simenon al que también adaptó en Los
fantasmas del sombrerero (1982) y en Betty(1992), y no cuesta nada imaginar,
como Manuel Gutiérrez Aragón en su obituario, que si Chabrol no se hubiera
dedicado al cine y hubiera abierto una farmacia en cualquier pueblo de
provincias de la geografía francesa, acabaría escribiendo en la rebotica
novelas de crímenes; y leeríamos con placer esas novelas en las que se
anudarían sueños vencidos y pasiones silentes, que nos recordarían las de
Simenon, pero afiladas por la mordacidad y la ironía que revelan la visión
entomológica de Chabrol.
Pero una idea precisa del cine de Chabrol requiere
enhebrar con los rasgos que rastreamos en El carnicero, el aquel de destripar
la burguesía -de provincias- que recorre su filmografía hasta el punto de
constituir un motivo central. Probablemente ningún otro cineasta -a excepción
de Buñuel- ha abierto en canal la clase burguesa -o lo burgués- con el cuchillo
del humor -corrosivo y sutil, ácido y reposado- con más dedicación que Chabrol.
Pongamos por caso Pollo al vinagre (1984), La flor del mal (2003) o La dama de
honor. Y desde luego, La ceremonia (1995).
La primera vez que la vimos en el cine nos gustó,
la hemos vuelto a ver y nos ha gustado mucho más. La sobriedad, la sutileza y
la lucidez que despliega La ceremonia quizá nos impidieron ver hace quince años
la gran película que había logrado Chabrol. Es de esas películas que gana con
los años, porque en cada visionado apreciamos la depuración de un cineasta que
ya se ha liberado de cualquier subrayado estilístico y cada encuadre deja de
ser significativo -per se- para formar parte de la cadena del significado de la
película. Por eso, cada vez que la vemos, apreciamos cómo cada parte contribuye
-por así decirlo, de forma invisible- a la visión cabal del todo, parte
inseparable del relato fílmico construido -ningún término le hace más justicia-
por el cineasta. En una palabra, nunca Chabrol ha sido más languiano que en La
ceremonia.
Chabrol adapta en La
ceremonia una novela de Ruth Rendell -que tampoco estaría muy alejada
del universo literario de Simenon-, y volverá a adaptarla en La dama de
honor, para convertir la película en una disección despiadada de una
familia burguesa, y de la condición burguesa. Resulta útil contextualizar La
ceremonia en la -valga (y vale) la redundancia- ceremonia de confusión
de las tesis sobre el fin de la historia y de las clases sociales. Chabrol
muestra -o mejor sería decir que evidencia- la existencia de las
clases sociales y -ahí radica una de las claves de la grandeza del filme- la
invisibilidad de una clase por otra. Dicho de otra forma, no son las clases
sociales lo que han finiquitado sino la lucha de clases que obligaba y
garantizaba la mutua visibilidad. Si la clase de los desposeídos resulta
invisible es -entre otras razones- por el universo de signos que borra las
fronteras sociales mediante la saturación de lo visible -a través de la
televisión, por ejemplo-, convirtiendo cualquier signo en significante
publicitario de un universo ficcional donde todos somos consumidores.
Sophie, una chica que oculta su
condición de analfabeta -una extraordinaria Sandrine Bonnaire-, deviene el
bisturí de Chabrol en La ceremonia para diseccionar la familia
burguesa en la que entra a trabajar como criada. La puesta en escena de Chabrol
resulta elocuente a la hora de mostrar su invisibilidad en la primera escena en
que les sirve la cena, donde el vacío de algunos encuadres y el fuera de campo
permiten emerger una ausencia significativa mientras la familia discute sobre
qué nombre dar a la criada, si chacha, asistenta o empleada de hogar; un vacío
patente en el plano en que vemos a la criada comiendo en la cocina o cuando
recoge la mesa mientras escuchamos la conversación de la familia en la
biblioteca, como si la criada no existiera, es decir, como si fuera una
presencia invisible, imposible de detectar por su mirada de clase.
Sophie, analfabetismo, familia burguesa,
invisibilidad, vacío, biblioteca... Elementos con los que Chabrol cocina a
fuego lento la catástrofe final de La ceremonia. ¿Puede haber algo más irónico
y doloroso que una analfabeta llamada Sophie? ¿Puede haber algo más incómodo
que el suspense derivado de la vergüenza de ser descubierta como analfabeta?
¿Puede haber algo más hiriente para una analfabeta que una biblioteca? La
puesta en escena de La ceremonia se desplaza desde el vacío visible de la
presencia de Sophie hasta el vacío invisible en el que se recluye la criada,
cuyo único refugio es el ruido del televisor que apaga, siquiera
provisionalmente, los aullidos lacerantes de un mundo ilegible. Hasta que
encuentra en la piel de Jeanne -la gran Isabelle Huppert-, la cartera del
pueblo, la fraternidad de clase -y destino- en que cobijarse.
Sophie y Jeanne resultan perfectamente
complementarias hasta cuajar al final de La ceremonia un personaje dual que la
propia puesta en escena fue construyendo en el devenir del drama, una
complementariedad que sintetiza irónicamente el padre de familia: una no puede
leer y la otra lee incluso lo que no debe -tiene fundadas sospechas de que le
abre el correo-. Por eso resultan especialmente significativas la escena en la
que la cartera cocina los níscalos para Sophie, donde la cámara se acerca y se
aparta, las reúne y las separa, mientras se fraguan la complicidad y la
sintonía, y que concluye con ambas tiradas en la cama, felices de haberse
encontrado. Una encrucijada fatal aunque ellas aún no lo saben. O la escena en
que Jeanne -magnífica Huppert- le cuenta a Sophie cómo murió su hija mientras
se dirigen , también aquí, en un dos caballos hacia la noche decisiva.
Pero ninguna escena, ni siquiera el clímax, provoca
tanta desazón como el doloroso desamparo que nos transmite Sophie -inmensa
Sandrine Bonnaire- cuando descubren que es analfabeta. Ahí la sabia dirección
de Chabrol conjuga los movimientos de los personajes por la cocina y las
distancias con la transparencia, la concisión y la sencillez que sólo están al
alcance de los cineastas más grandes. A Melinda (Virginie Ledoyen), la hija de
la familia burguesa y a Sophie apenas las separa -físicamente- una mesa, pero
-mentalmente-, lo mismo daría que vivieran en planetas distintos. La puesta en
escena de Chabrol traduce las distancias espaciales en clave de cosmovisión.
Porque de eso trata la escena -y la película-, no de dos clases, sino de dos
mundos. Por eso, en el estallido final, mientras la familia -toda una ironía-
asiste, vestida de gala, al Don Giovanni de Mozart en televisión-, Sophie
dispara también contra los libros. Chabrol, socarrón, prolonga la
bromamozartiana en la coda final de La ceremonia.
Así como hay grandes cineastas que hicieron
películas que veneramos pero con los que ni siquiera tomaríamos un café, a uno
le hubiera gustado conocer a Chabrol, echar una parrafada y, cómo no, ir a
comer con él. Me caía bien. Sé de su humor y de su bonhomía -vaya, mira que
tenía yo ganas de usar esta palabra-. Quien realice películas y no comprenda
que el tiempo de rodaje es el tiempo del gozo, no debe seguir haciendo cine.
Que se dedique a otra cosa. El rodaje es, debe ser, la verdadera felicidad.
Cómo no iba a caerme bien alguien que vivía así el cine. Era un bon vivant y en
sus películas, desde la actriz protagonista al último técnico comían de
maravilla -en el catering de las películas de Chabrol no se servían
bocadillos-, incluso elegía las localizaciones en función de la calidad de los
restaurantes que hubiera cerca. Para entrar luego él mismo, con el mejor cuerpo
y un cuchillo en la mano, y preparar con humor un picadillo de la burguesía de
pueblo en la cocina del malestar de su cine. Un tipo del que te podías fiar,
Chabrol.
Muere el cineasta Claude Chabrol,
que abrió en canal el alma de la burguesía
El carismático director de 'No va más' y 'Los primos', de 80 años e integrante clave de la 'nouvelle vague', ha fallecido en París
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA / AGENCIAS París 12 SEP 2010 - 11:53 CET
El cineasta Claude Chabrol, que abrió en canal el alma de la burguesía, ha fallecido hoy en París a los 80 años, según han informado fuentes municipales. Considerado una de las figuras clave de la nouvelle vague, el movimiento que revolucionó el cine francés en los años sesenta, con la deslumbrante generación de cineastas franceses que incluye a Jean-Luc Godard, François Truffaut, Éric Rohmer (fallecido en enero de 2010), Louis Malle, Agnès Varda y Alain Resnais, entre otros. Su desaparición ha conmocionado al mundo cultural francés y ya se suceden las muestras de duelo. "Cada vez que desaparece un director, una manera particular de mirar el mundo y una expresión de nuestra humanidad se pierde para siempre", señala en un comunicado la Asociación de Directores de Cine de Francia.
Chabrol comenzó como crítico de la prestigiosa revista Cahiers du cinema, hasta que una herencia de la que se benefició su mujer le permitió llevar a cabo su primer film, El bello Sergio, estrenada en 1958, en la que un joven regresa a casa para encontrar a su héroe de infancia convertido en un alcohólico sin remedio. Luego llegaron Los Primos (1958), Oso de Oro del Festival de Berlín y Una doble vida (1959). Estas tres películas, junto con Los 400 golpes, de Truffaut, y Al final de la escapada, de Godard, entre otras, están consideradas como el inicio de la nouvelle vague (nueva ola).
Ecléctico, prolífico, cultísimo, lector omnívoro, adicto al trabajo, muy amigo de sus actores, Chabrol elaboró desde entonces más de 80 películas, entre cintas para el cine y para la televisión. Ha sabido diseccionar la pequeña burguesía de provincias de Francia, describiendo sus pequeñas miserias, pero también, aficionado a la novela negra y a las historias truculentas, fue autor de muchas películas policíacas.
Precursor de la nueva ola
Cineasta, productor, montador, Chabrol fue una especie de precursor de la nouvelle vague. Ya había firmado sus dos primeros títulos, El bello Sergio y Los primos, cuando el galardón de mejor director a François Truffaut en el Festival de Cannes de 1959, por Los 400 golpes, marcó la fecha inaugural del movimiento cinematográfico que iba a romper con el cine clásico francés. Al año siguiente, ya le consideraban un veterano con fuste suficiente como para dar consejos técnicos al mismísimo Godard en el rodaje de Al final de la escapada.
Simpático y accesible, era un excelente gourmet amante de comer mucho y bien. En los rodajes de sus películas estaba prohibido alimentarse a base de bocadillos y era obligatorio contar con un servicio de comidas acorde con el apetito y el paladar del director del que gozaban todos los actores y los miembros del equipo. La muerte de este coloso del cine, considerado por algunos una suerte de "Balzac con cámara", ha consternado a Francia.
Una vocación temprana por la gran pantalla
Nacido en París en 1930, Chabrol estudió Letras y Farmacia y acabó desempeñando las principales facetas de la creación cinematográfica. Descubrió su vocación por las películas siendo un quinceañero, pero sus padres no estaban dispuestos a dejar que se perdiera de esa manera. "Mi madre decía que el cine estaba lleno de homosexuales", explicó el director en una entrevista con el diario The Guardian en 2000, con motivo de la presentación de Merci pour le chocolat. "Por lo que a mí respectaba, yo o era homosexual o no lo era, así que rodar películas no iba a cambiar mucho las cosas". Respuesta que casa bien con un carácter reacio a tomarse las cosas a la tremenda.
Chabrol venía a ser lo que los franceses llaman un je m'en-foutiste (algo así como, un me importa un bledo): un talante desenfadado con tendencia a relativizar tanto el éxito como el fracaso que le permitió salir adelante tanto durante los alborotos del mayo francés, en 1968, como de la inseguridad en sus inicios. Uno de sus axiomas más citados es el de que "quería hacer películas, cualquier tipo de películas". Por eso no se le cayeron los anillos cuando las estrecheces económicas le obligaron a rodar películas comerciales.
En 1997 obtuvo la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián con No va más y en 2001 presidió el jurado oficial del certamen. Entre sus principales películas son El bello Sergio (1958); Los primos (1958), Landrú (1962), La mujer infiel (1968), Accidente sin huella (1969), El carnicero (1969), Al anochecer (1971), La década prodigiosa (1971),Relaciones sangrientas (1972), Inocentes con manos sucias (1974),Locuras de un matrimonio burgués (1976), Violette Nozière (1979) y El caballo del orgullo (1980), Merci pour le chocolat (2001) y Bel ami (2009).
Claude Chabrol
UNO DE LOS ESENCIALES REALIZADORES FRANCÉS
Por Leopoldo Villarelo Cervantes
17 de septiembre e 2010
El domingo 12 de septiembre, apenas entreabría los ojos, recibí la noticia de que Chabrol había muerto. Mi esposa lo escuchó en la televisión española. Aquí, en los pueriles noticieros principales les ha de haber parecido menor el asunto.
Pensé lo afortunado de haberlo conocido en persona, al menos a unos metros, y que me firmara un autógrafo (aunque como no sabía que iba a asistir él, no llevaba un libro o una foto especial.) Y lo desafortunado de que no me permitieran entrevistarlo personalmente. Fue en el Festival de San Sebastián. (El 21 de septiembre, hace seis años justos). La conferencia de prensa posterior a la exhibición de su película “Dama de honor” (La Demoiselle d’Honneur, 2004).
Lo que más me asombró de esa tarde, fue darme cuenta, confirmar, que en los festivales la mayoría de los medios y personas van a ver a las estrellas (y a veces igual hacen interpelaciones fútiles), lo demás pasa a segundo o tercer plano.
Antes de la entrada de Chabrol, había sido la conferencia de prensa con Annette Bening, quien era una de las que recibía el Premio Donostia, la cual estuvo a reventar, con gente encimada. En cuanto concluyó la Bening, y tras las fotografías de despedida, en la sala permanecimos una veintena de personas, diseminadas por la sala, uno o dos escaparían.
Llegó Claude Chabrol acompañado por su actriz Laura Smet. Iba con su puro (Chabrol, claro), en traje blanco o gris claro, con lentes redondos, escaso cabello blanco. Empezó a hablar, en tono festivo, campechano. Le agradaba ir a San Sebastián entre otras cuestiones, por la comida, por conocer o repetir algunos de los tantos restaurantes donde se paladean deliciosos manjares en esa ciudad de la provincia vasca. En ese y otros aspectos cinematográficos, la figura rotonda, justamente por los placeres gastronómicos, se asemejaba a su admirado Alfred Hitchcock, quien por supuesto salió a colación en el diálogo.
Otras preguntas de los pocos que estábamos ahí fueron en primera instancia acerca de la película, de la selección de la actriz, del tema. Mientras que en las otras conferencias con los “famosos” había docenas alzando la mano, peleando por que le dieran el micrófono; en esta, ante el silencio, parte respetuoso, parte porque había algunos jóvenes que seguramente apenas conocían la vasta obra Chabroliana, tuve la oportunidad de lanzar tres preguntas. No serían las más relevantes de su historia, pero tenían que ver con la trama.
Una de las preguntas (no mías), me acuerdo, era acerca de trabajar en el filme con su familia: uno de sus hijos, Matthieu, el compositor de la música; la esposa, Aurore, coguionista o asistente; Thomas, actor. Chabrol respondió que era un placer, que se le facilitaba. Que ésta como otras de sus películas las realizaba con reducido equipo técnico, y el estar entre conocidos y familiares lo hacía más agradable, y facilitaba los costos.
Ahora, ya no hay más Chabrol. Recién había cumplido ochenta años (nació el 24 de junio de 1930). Era uno de los duraderos de la Nueva Ola Francesa. Entre los principales miembros de esa generación, le sobreviven Jacques Rivette, Agnés Varda, Jean-Luc Godard, y de complemento Alain Resnais (quien tiene más de noventa años).
Chabrol empezó como varios de ellos, con su amor por ver películas, de ahí pasó a crítico de Cahiers du Cinéma, al libro que escribieron Eric Rohmer y él acerca de Alfred Hitchcock, a quien conocieron cuando éste andaba por Francia filmando “Para atrapar al ladrón”.
Debe haber sido el más prolífico de todos (con sus contrapesos en lo que hace Godard). Su filmografía contabiliza alrededor de setenta películas, integrado lo que hizo para televisión y algunos cortometrajes o segmentos. Entre ellas con facilidad uno puede encontrarse una docena de obras excelentes, otras tantas de alto nivel, pocas de las que se podría haber desligado u olvidado, quizá su serie de películas de aventuras de mediados de los años 1960.
Chabrol agarró fuerza en las tres últimas décadas, aunque tuvo continuidad a lo largo de su más de medio siglo en el oficio. Como los viejos maestros estadounidenses. No cesó de filmar. Acá en México llegó un alto número de sus producciones a la exhibición comercial en estas dos o tres décadas. E incluso de los 1980, algunas gracias al cine club del IFAL.
Hace un mes todavía estuvo en cartelera su último largometraje, “Inspector Bellamy” (2009), donde proseguía su punzante disección de la burguesía y la clase media en la provincia francesa. Su especial forma de suspense, de misterio, de chantajes, venganzas.
Lo penúltimo en que estuvo trabajando fueron adaptaciones de cuentos de Guy De Maupassant.
Aun cuando para muchos el despegue de la Nouvelle Vague es con “Los cuatrocientos golpes”, de Francois Truffaut y su premio en Cannes; y la más alabada de esa primera fase es “Sin Aliento”, de Godard; Chabrol filmó antes que ellos, “El bello Sergio” y “Los primos”, dos obras donde están en ebullición las simientes de lo que sería el estilo Chabrol.
Su trayectoria puede medirse, entre unas variables, en los filmes realizados para mujeres; una con/para su entonces esposa Stéphane Audran, de las cuales podemos resaltar de la primera etapa “Les biches” (1967), con su temática de lesbianismo, triángulo amoroso, asesinatos, “La mujer infiel” (1968), intensamente superior al remake estadounidense, “El carnicero” (1969). Y casi en los inicios, el desperezar de “Las buenas muchachas” (1960), con el cuarteto femenil de Bernadette Lafont, la Audran, Lucile Saint Simon, Clotilde Joano.
Y desde “Violette Noziere” (1978) su colaboración con Isabélle Huppert, con quien conformó un tándem superior, infiltrando su visión, ironía, temperamento, a través de los personajes creados para ella. Ya fuera en “Las afinidades electivas” (1982) o en la fundamental adaptación de “Madame Bovary” (1991), en la escalofriante “La ceremonia” (1995), o la descarnada “Un asunto de mujeres” (1988), y la musicalidad y charada de “Gracias por el chocolate” (2000), y la excelente dupla Huppert-Serrault en la estafa, el discreto asomo incestuoso en “No va más” (Rien ne va plus, 1997).
Como se sabe, Chabrol se encandilaba por la novela negra y sus equivalentes. Es impecable su puesta en cámara del libro de Nicholas Blake “Qué muera la bestia” (1970), la de Patricia Highsmit “El canto de la lechuza” (1987) o las traslaciones de las novelas de Dominique Roulet, en inmediaciones a Simenon/Maigret, a quien también adaptó, con buen ritmo y tino, en la faz de Michel Serrault antes que Bruno Cremer tomara la insignia. (En “la dama de honor” tomaba y mejoraba el texto de la inglesa Ruth Rendell.)
El cine policial, el de asuntos legales, le era cercano, y le confirió el regocijo de dirigir a la gran Simone Signoret. Su revisión del asesino “Landrú” es afinada. Los episodios para la serie de “Fantomas” recargan su humor, la elegancia del ladrón.
Claude Chabrol era refinado. Su fama de bon vivant le precedía. Igual que la leyenda verdadera de que produjo sus primeros filmes con una herencia, y luego supo sacarle jugo. Pero además de novela negra, de thrillers, misterios, cine detectivesco, le entró a escritores cultos, de los citados Flaubert y Maupasant a Strindberg y “La danza de la muerte” (1982) y a Henry James.
Chabrol festejó su 75 aniversario con una cena, rodeado de una selección de actores, actrices y familiares, donde celebraban y contaban anécdotas de rodajes; aguardaban el suculento menú, degustaban finos vinos. Ahí estaba rodeado de Stéphane Audran, Michel Bouquet, Bernadette Lafont, Sandrine Bonnaire –otra de sus musas de los 90-, su hijo Thomas, entre otros.
El documental de ese evento, titulado “Grand manege: Qu’est_ce qui fait tourner Claude Chabrol?” subsiste a manera de resumen sustancioso del Chabrol gourmet, del estupendo director de mujeres, recreador de atmósferas de intriga, de sombríos universos provincianos. Uno de los esenciales realizadores franceses y de la historia del cine.
CINEFOREVER
FILMOGRAFÍA
1958.- Le beau Serge (EL BELLO SERGIO) Dir.- Claude Chabrol Int.- Gerard Blaine, Jean-Claude Brialy, Michèle Méritz, Bernadette Lafont
1959.- The Cousins (LOS PRIMOS) Dir.- Claude Chabrol Int.- Gerard Blaine, Jean-Claude Brialy, Juliette Mayniel, Guy Decomble
1959.- A double tour (A DOBLE VIDA/ A DOBLE VUELTA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Madeleine Robinson, Antonella Luadi, Jean Paul Belmondo, Jacques Dacqmine
1960.- Les bonnes femmes (LAS VIEJAS/ LAS BUENAS MUJERES) Dir.- Claude Chabrol Int.- Bernadette Lafont, Clotilde Joano, Stéphane Audran, Lucile Saint-Simon
1961.- Les godelureaux (LOS MEQUETREFES) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Jean-Claude Brialy, Bernadette Lafonte, Jean Tissier
1961.- Les sept péchés capitaux (LOS SIETE PECADOS CAPITALES) Dir.- Claude Chabrol y otros directores Int.- Jean-Pierre Cassel, Jacques Charrier, Jean Claude Brialy, Danièle Barraud (Chabrol dirigió el episodio correspondiente a la “AVARICIA)
1962.- L’oeil du malin (EL OJO DEL MALIGNO) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Jacques Carrier, Stéphane Audren, Walter Reyer
1963.- Landru (LANDRU) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Michèle Morgan, Danielle Darrieux, Hildegard Knef, Stéphene Audren, Serge Bento
1963.- Ophélia (OPHÉLIA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Alida Valli, Claude Cervell, André Jocelyn, Juliette Mayniel
1964.- L’Homme qui vendit la Tour Eiffel Dir.- Claude Chabrol y otros. Int.- Jean Pierre Cassel, Catherine Deneuve. (Chabrol dirige el episodio: L’HOMME QUI VENDIT LA TOUR EIFFEL)
1964.- Le tigre aime la chair fraiche (NOMBRE CLAVE: TIGRE) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Roher Hanin, Maria Bauban, Daniela Bianchi, Roger Dumas (En España: EL TIGRE)
1965.- Paris vu par… (PARIS VISTO POR…) Dir.- Claude Chabrol y otros Int.- Stéphen Audren, Claude Chabrol, Nadine Ballot (Chabrol dirige el episodio “MUETTE, LA”)
1965.- Marie-Chantal contre le docteur Kha (LA PANTERA AZUL) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Marie Laforêt, Francisco Rabal, Serge Reggiani, Stéphene Audren (En España: MARIE-CHANTAL CONTRA EL DR. KHA)
1965.- Le tigre se parfume à la dynami (EL TIGRE SE PERFUMA CON DINAMITA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Roger Hanin, Margaret Lee, Michel Bouquet, Micaela Pignatelli
1966.- La ligne de demarcation Dir.- Claude Chabrol.- Int.- Jean Seberg, Maurice Ronet, Daniel Gélin
1967.- Le scandale (BURBUJAS DE TERROR) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Anthony Perkins, Maurice Ronet, Yvonne Furneaux, Stéphene Audren (En España: CHAMPAÑA PARA UN ASESINO)
1967.- La route de Corinthe (EL CAMINO DE CORINTO) Dir.- Claude Chabrol., Int.- Jean Seberg, Maurice Ronet, Christian Marquand (En España: LA RUTA DE CORINTO)
1968.- Les biches (LAS DULCES AMIGAS9 Dir.- Claude Chabrol Int.- Jean-Louis Trintignant, Jacqueline Sassard, Stéphine Audren (En España: LAS CIERVAS)
1969.- La femme infidèle (LA MUJER INFIEL) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Stéphene Audren, Michel Bouquet, Michel Duchaussoy, Maurice Ronet (En España: LA MUJER INFIEL)
1969.- Que la bête meure (QUE LA BESTIA MUERA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Michel Duchaussoy, Caroline Cellier, Jean Yanne (En España: ACCIDENTE SIN HUELLA)
1970.- Le boucher (EL CARNICERO) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Stéphene Audren, Jean Yanne, AntonioPassalia
1970.- La rupture (LA RUPTURA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Stéphene Audren, Jean Pierre Cassel, Michel Bouquet, Annie Cordy
1971.- Juste avant la nuit Dir.- Claude Chabrol Int.- Stéphene Audren, Michel Bouquet, François Périer (En España: AL ANOCHECER)
1971.- La décade prodigieuse (LA DECADA PRODIGIOSA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Anthony Perkins, Michel Piccoli, Marlène Jobert, OrsonWelles
1972.- Docteur Popaul (CLINICA DEL AMOR) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Jean Paul Belmondo, Mia Farrow, Laura Antonelli (En España: DOCTOR CASANOVA)
1973.- Les noces rouges (BODAS SANGRIENTAS) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Stéphene Audren, Michel Piccoli, Claude Piéplu (En España: RELACIONES SANGRIENTAS)
1974.- Nada Dir.- Claude Chabrol. Int.- Fabio Testi, Lou Castel, Mariangela Melato
1974.- Monsieur bebé (SEÑOR BEBE) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Denise Gence, Francois Perrot, Daniel Ollier.)
1974.- Nul n’est parfait (NADIE ES PERFECTO) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Caroline Cellier, Michel Duchaussoy
1975.- Une partie de plaisir (EL JUEGO DEL PLACER) Dir.- Claude Chabrol. Int.,- Danièle Gegauff, Paul Gégauff, Clemence Gégauff, Paula Moore (En España: UNA FIESTA DE PLACER)
1975.- Les innocents aux mains sales (INOCENTES CON LAS MANOS SUCIAS) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Romy Schneider, Rod Steiger, François Maistre
1976.- Les magiciens (PROFECIA DE UN DELITO) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Franco Nero, Stefania Sandrelli, Jean Rochefort
1976.- Folies bourgeoises (LOCURAS BURGESAS) DE UN MATRIMONIO BURGUES) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Bruce Dern, Stéphane Audren, Sydne Rome, Jean Pierre Cassel, Ann Margaret (LOCURAS DE UN MATRIMONIO BURGUES)
1977.- Alice ou la dernière fugue (MAS ALLA DEL AMOR) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Sylvia Kristel, Charles Vanel, André Dussollier (En España: ALICIA O LA ULTIMA FUGA)
1978.- Les liens de sang (HERMANOS DE SANGRE) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Donald Sutherland, Aude Landry, Lisa Langois (En España: LABERINTO MORTAL)
1978.- Violette Nozière (VIOLETTE NOZIÈRE) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Isabelle Huppert, Stéphenie Audren, Jean Carmet (En España: PROSTITUTA DE DIA, SEÑORITA DE NOCHE)
1980.- Le cheval d’orgueil Dir.- Claude Chabrol. Int.- Jacques Dufilho, Bernadette Le Saché, François Cluzet
1982.- Les fantômes du chapelier (LOS FANTASMAS DEL SOMBRERO) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Michel Serrault, Charles Aznavour, Monique Chaumette (En España: LOS FANTASMAS DEL CHAPELIER)
1982.- Le sang des autres (LA SANGRE DE LOS OTROS) Dir.—Claude Chabrol. Int.- Jodie Foster, Michael Ontkean, Sam Neil, Stéphene Audren
1985.- Poulet au vinaigre Dir.- Claude Chabrol. Int.- Jean Poiret, Stéphene Audren, Michel Bouquet (En España: POLLO AL VINAGRE)
1986.- Inspecteur Lavardin (INSPECTOR LAVARDIN) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Jean Poiret, Jean Claude Brialy, Bernadette Lafont
1987.- Masques (MASCARAS) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Philippe Noiret, Robin Renucci, Bernadette Lafont)
1987.- Le cri du hibou Dir.- Claude Chabrol. Int.- Christophe Malavoy, Mathilda May, Jacques Penot (En España. EL GRITO DE LA LECHUZA)
1988.- Une affaire de femmes (UN ASUNTO DE MUJERES) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Isabelle Huppert, François Cluzet, Nils Tavernier
1990.- Jours tranquilles à Clichy (PASIONES EN CLICHY) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Andrew McCarthy, Nigel Havers, Barbara De Rossi, Isolde Barth (En España: DIAS TRANQUILOS EN CLICHY)
1990.- Dr. M (CORPORACION PARA EL CRIMEN) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Alan Bates, Jennifer Beals, Jan Niklas (En España: DR. M)
1991.- Madame Bovary (MADAME BOVARY) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Isabelle Huppert, Jean-François Balmer, Christophe Malavoy, Jean Yanne
1992.- Betty Dir.- Claude Chabrol. Int.- Marie Trintignant, Stéphene Audren, Jean-François Garreaud (1992)
1993.- L’oeil de Vichy Dir.- Claude Chabrol. Int.- Michel Bouquet, Brian Cox
1994.- L’enfer (EL INFIERNO) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Emmanuelle Béart, Francois Clauzet, Nathalie Cardone
1995.- La cérémonie (LA CEREMONIA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Isabelle Huppert, Sandrine Bonnaire, Jean Pierre Cassel, Jacqueline Bisset
1997.- Rien ne va plus (NO VA MAS) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Isabelle Huppert, Michel Serrault, Francois Clauzet
1999.- Au coeur du mensonge (EN EL CORAZON DE LA MENTIRA) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Sandrini Bonnaire, Jacques Gamblin
2000.- Merci pour le chocolat (GRACIAS POR EL CHOCOLATE) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Isabella Huppert, Jacques Dutronc
2003.- La fleur du mal (LA FLOR DEL MAL) Dir.-Claude Chabrol. Int.- Benoît Magimel, Nathalie Baye7. The Flower of Evil (2003)
2004.- La demoiselle d’honneu (LA DAMA DE HONOR) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Benoît Magimel, Laura Smet, Aurore Clément
2006.- L’ivresse du pouvoir (LA COMEDIA DEL PODER) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Isabelle Huppert, François Berléand (En España: BORRACHERA DE PODER)
2007.- La fille coupée en deux (UNA DAMA PARA DOS) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Ludivine Sagnier, Benoît Magimel, François Berléand
2009.- Bellamy (EL INSPECTOR BELLAMY) Dir.- Claude Chabrol. Int.- Gérard Depardieu, Clovis Cornillac, Marie Bunel
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