Romain Gary |
DE OTROS MUNDOS
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RIMBAUD
Romain Gary
Roman Kacew
(1914 - 1980)
Romain Gary, escritor y diplomático judío-ruso, nacionalizado francés. Nació en Vilna, Lituania, el 8 de mayo de 1914, como Roman Kacew (yídish: קצב, ruso: Рома́н Ка́цев). Aunque nació en tierras lituanas del Imperio Ruso era judío ruso y nunca habló lituano, sino ruso y yídish. Pasó su infancia con su madre en Vilna, cuando la ciudad pertenecía a Polonia Oriental con el nombre polaco de Wilno, en donde cursa estudios de violín y danza, sin el menor éxito. Más tarde viven en Varsovia (1925-1928), unos dos años y medio, en donde aprende polaco en la escuela, y a los trece años, en 1928, recala con ella en Niza, perfecciona la lengua francesa y decide ser escritor.
Combatió en las Fuerzas Armadas de Francia como piloto durante la Segunda Guerra Mundial y fue condecorado como Héroe de Guerra con la Cruz de Guerra por el general Charles De Gaulle; de esta experiencia escribió Educación europea (1945). Nombrado Caballero de la Legión de Honor y Héroe de la Liberación, entre otras condecoraciones públicas, tras concluir estudios de Derecho ingresa en la carrera diplomática, gracias a su poliglotismo, propio de muchos judíos expatriados provenientes de Europa del Este (hablaba y escribía correctamente francés, inglés, ruso y alemán, además de comprender polaco, español, italiano, lituano y yídish). Después de la guerra trabajó, por tanto, como diplomático hasta 1961 y llegó a ser Cónsul General de Francia en Los Ángeles (1958), a donde llegó proveniente de la Embajada de Francia en La Paz (1956), en donde era Agregado de Asuntos Exteriores, cargo que también ejerció en Sofía (Bulgaria) y Nueva York, en donde fue representante de Francia ante la ONU. Nunca llegó a ser embajador, como quería su madre, debido, según decían sus allegados, a su vida algo bohemia.
Sus mejores amigos en París fueron los escritores Andre Malraux y Albert Camus, a quien frecuentaba en las oficinas de la editorial Gallimard.
Se casó con la escritora Lesley Blanch y años más tarde con la actriz americana Jean Seberg, con la que mantuvo la relación matrimonial hasta el suicidio de ella. Incluso después de su separación, Gary le pagó los tratamientos psiquiátricos y le regaló un piso en el centro de París, en donde la actriz vivió en compañía del único hijo de ambos, Alexandre Diego Gary Seberg (París, 1963), único heredero de ambos. El nombre español de Diego, según Romain Gary, se lo pusieron porque fue concebido en su residencia de veraneo en Palma de Mallorca.
Empleó los seudónimos Émile Ajar, Fosco Sinibaldi y Shatan Bogat. Es el único escritor en la historia que ha ganado dos veces el Premio Goncourt, la segunda vez con el seudónimo de Émile Ajar, hecho que generó una gran polémica en Francia, con connotaciones legales y que no se resolvió hasta poco antes de su suicidio. Gary se burló así de la alta cultura francesa y la crítica literaria más dogmática, que acusaba su obra de romántica y trasnochada y, sin embargo, celebraba la del tal Émile Ajar un supuesto escritor joven, genio desconocido al que alabaron sin saber que se trataba del mismo escritor: Romain Gary.
Fue autor de unos treinta libros, novelas, relatos, ensayos y memorias, además de guiones de cine, medio en el que llegó a dirigir dos películas protagonizadas por su mujer, Jean Seberg. Su nombre figura en los créditos de una veintena de películas, telefilmes y series de televisión, en calidad de guionista, argumentista, director o actor .
Se suicidó el 2 diciembre de 1980 en su apartamento de París.
Placa en la que fue casa de Romain Gary entre 1917 y 1923 |
Romain Gary nació en Lituania, pero por origen familiar se consideraba judío ruso y nunca habló lituano, sino ruso y yídish. Dado que su padre biológico, un judío ruso, nunca lo reconoció, su madre le hacía pasar por hijo de Iván Mozzhujin, una estrella del cine ruso. Acabó viviendo en Niza junto a su madre y combatiendo como piloto en el ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente trabajó como diplomático en Los Ángeles, Sofía y Nueva York.
El escritor y diplomatico francés,
Romain Gary se suicidó anoche
Hace un año murió su ex mujer, Jean Seberg, en circunstancias extrañas
FELICIANO FIDALGO París 3 DIC 1980
Romain Gary, el novelista y diplomático francés, autor de Las raíces del cielo, se suicidó anoche, a los 66 años, disparándose un tiro en la cabeza. La que fue su mujer, la actriz americana Jean Seberg, murió también trágicamente en septiembre de 1979. A última hora ya, al conocer la noticia, el ministro francés de la Cultura, Jean Philippe Lecat, se manifestó inmediatamente para celebrar la memoria del «gran escritor que ha marcado nuestra época».
Desde hace ya varios años, en Saint Germain des Près, en las inmediaciones de la última morada del que fue su colega, también suicida, Henry de Montherlant, no era difícil encontrar a Gary, a media mañana, por los alrededores de su domicilio de la Rue du Bac, comprando tabaco en un bar o su baguette (el clásico pan francés) en una panadería.La tragedia de la última etapa de su vida la llevaba en el rostro, que un conocido suyo sancionó no hace mucho como «un mapa bello de bondad y de tormentas».
Jean Seberg |
En septiembre de 1979, la que había sido su mujer, la actriz Jean Seberg, apareció envuelta en una manta, muerta, en un coche abandonado, desde hacía varios días, en una calle parisiense., El drama se certificó como un suicidio, pero aún no se ha dilucidado en qué medida su último compañero un presunto actor joven, participó en el desenlace fatídico. Gary y el hijo que había tenido con Jean Seberg defendieron públicamente la memoria de está última de sospechas que probablemente serán para siempre una interrogación.
Tras una apasionada unión con la actriz, Gary había declarado un día: «Lo normal es que nos separemos porque yo ya no puedo satisfacerla».
Un ruso con la Legión de Honor
Romain Gary nació en Lituania en 1914. Siguió a su familia a Polonia y después, ya residente en Francia, fue combatiente contra el nazismo, y en 1945 entró en la carrera diplomática. Este mismo año publicó Educación europea (evocación de la resistencia polaca al nazismo), pero la obra que lo hizo realmente célebre fue Las raíces del cielo, premiada con el Goncourt y en la que sus personajes son desperdicios que buscan la fraternidad, la amistad,Esta última obra citada, convertida en película de éxito también, de igual manera que Promesas del alba (autobiográfica), Los colores del día, Perro blanco, o sus obras de teatro, respiran un cierto moralismo y la búsqueda de un humanismo, que Gary resumió en una frase definitiva al confesar que todo lo que escribía era debido a «una necesidad de creer en algo». También se interesó por el cine, para el que escribió y realizó Lospájaros van a morir al Perú.
Escritor sobre todo, también fue diplomático hombre de acción. El día del ertierro del general Charles de Gaulle, apareció vestido de uniforme y luciendo la Legión de Honor: no sin sorpresa por parte de quienes no sabían que era íntimo amigo de André Malraux y que pertenecía a los compañeros gaullistasde la liberación.
Aunque era ruso de origen, se sentía francés por los cuatro costados. Anoche, un amigo suyo, tras evocar al escritor, exaltó el amor por su madre como una de las constantes de su vida y de su obra. Y se estremeció al recordar que su hijo, de quince años actualmente, «desde hoy es huérfano de padres suicidas».
Gary, al lado de este hijo, tras el misterioso suicidio de la que fue su mujer, se empeñó en una investigación pública en la que al FBI norteamericano, de ser ciertas sus sospechas, le correspondería una participación nunca clarificada. Pero los escollos de esa encuesta dramatizaron los últimos meses de su existencia hasta el desesperado final consumado ayer.
Para sus contemporáneos, Gary habrá sido, sobre todo en la historia de la literatura francesa, el escritor de un público fijo, que esperaba sus libros, fáciles de leer y cargados de humanidad vivida. El, mejor que nadie, definió la especie de populismo sensual con el que llegaba al lector y que, al mismo tiempo, valora su obra: «Lo que pretendo es disputarles a los dioses absurdos y borrachos de su poder la posesión del mundo, para devolverles la tierra a quienes la llenan con su valor y con su amor».
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Cuando el amor se acaba
- Romain Gary
Romain Gary fue ganador en dos ocasiones del Premio Goncourt y estuvo unido a la actriz Jean Seberg, con la que tuvo un hijo. En 1975 publicó esta novela amorosa, de tintes autobiográficos, sobre el agotamiento de la capacidad sexual del hombre.
Lo más parecido a un héroe es un aventurero y la vida de Romain Gary (seudónimo del judío lituano Roman Kazew, Vilna, 1914-París, 1980), escritor en francés (y en inglés), está repleta de aventuras, pues fue de triunfo en triunfo hasta el suicidio final, de la que este libro da una de las primeras razones. El título aparece cambiado en castellano. Se trata de la decimoséptima novela publicada por Gary, casi al final de su vida, en 1975, bajo un título tomado de un cartel del metro de París: "Más allá de este límite, su billete deja de ser válido" (au-delà de cette limite, votre ticket n'est plus valable), cuyo tema, escabroso y con cierto aroma a escándalo es el del agotamiento de la capacidad sexual del hombre, lo que se identifica pura y simplemente con la del amor, un tema claramente autobiográfico.
PRÓXIMA ESTACIÓN: FINAL DE TRAYECTO
Romain Gary
Traducción de Cristina Cubría y David Villanueva
Demipage. Madrid, 2005
260 páginas. 16 euros
En efecto, Gary había triunfado en todas las aventuras que había emprendido; exiliado en Francia, tras haber combatido contra el nazismo en Polonia, se hizo aviador y se unió muy temprano al general De Gaulle y publicó su primera novela en 1945, alcanzando un buen éxito con Una educación europea. Pronto consiguió el Premio Goncourt con su quinta novela, Las raíces del cielo, imponiéndose definitivamente con la séptima, La promesa del alba, dedicada a la memoria de su madre.
Jean Paul Belmondo y Jean Seberg |
Tras el fracaso de su unión con Jean Seberg, Gary se enfrentó a una superchería más, pues se inventó a un autor a través de un seudónimo, Emile Ajar, le atribuyó cuatro novelas que tuvieron un éxito creciente, y con la segunda, La vida por delante, ganó el Premio Goncourt otra vez (el primer caso de la historia) y fue publicada el mismo año que esta que estoy comentando, en 1975. No contento con esto, condujo a un sobrino suyo a encarnar a un supuesto Emile Ajar y pasearlo por los medios para defender su imaginaria representación. Lo de Jean Seberg fue más trágico. Gary la conoció cuando era una jovencísima estrella descubierta en la Juana de Arco de Otto Preminger. Tenía 16 años y él ya era cónsul general de Francia en Los Ángeles. Ella estaba casada, pero se divorció y se unió a Gary, con quien tuvo un hijo. Al final se separaron. Un día, ella -que estuvo muy unida a los Panteras Negras, y hasta fue perseguida por el FBI- apareció muerta, atiborrada de drogas. Aunque Gary llevaba ya diez años divorciado asumió su defensa por doquier. Y entre otras cosas recuerdo una buena y respetuosa novela de Carlos Fuentes, que tuvo una relación con ella de dos meses durante su estancia en México, Diana o la cazadora solitaria, pero que tampoco pudo aplacar los excesos de su "furor uterino", y a quien el FBI también aconsejó que rompiera sus relaciones con tan revolucionario personaje.
Cuando Gary se casó con ella fue su víctima propiciatoria y hasta llegó a escribirle que "cuanto más hacía el amor más se enamoraba de otras mujeres". Pues bien, ni aun así, él abandonó a Jean Seberg y el consulado de Los Ángeles, y se refugió en sus viajes, en su obra literaria y en su hijo, hasta que publicó este premonitorio Final de trayecto, que anticipa sus fantasmas sexuales encarnándolas en un viejo editor al borde de la ruina en diálogo con sus médicos, anticipando la Viagra, enamorado feliz de una jovencita brasileña de la que al final se despedirá en medio de sus fantasmagorías y terrores. Que no llegaron a cumplirse hasta un lustro después, cuando se disparó un tiro en su gran apartamento de París. Sin ser una buena novela, es una novela de amor emocionante y que se lee (la buena traducción así lo permite) de un tirón.
El perfecto camaleón
Se reeditan varias obras de Romain Gary, el autor que exprimió hasta el límite la fórmula de Rimbaud "Je est un autre"
Un alarido recorre la historia del arte, un grito que Rimbaud formuló en el siglo XIX: "Je est un autre". Ser otro como necesidad, como juego, como refugio, como salvación. Son muchos los escritores que han jugado a ser otros: Antonio Machado fue Juan de Mairena y Abel Martín; Karen Blixen fue Isak Dinesen; el reverendo Charles Lutwidge Dogson fue Lewis Carroll... Pessoa, gran aficionado a los heterónimos, los llamaba "otros de él mismo". Pero probablemente el caso más llamativo en la historia literaria de los seudónimos es el de Romain Gary, nacido Roman Kacew y también conocido como Émile Ajar, Shatan Bogat y Fosco Sinibaldi. Él fue el perfecto camaleón.
Romain Gary llevó la fórmula de Rimbaud "Je est un autre" hasta sus últimas consecuencias. Su heterónimo Émile Ajar creció de tal manera que Gary, acusado por la crítica de imitar a aquél, tuvo que escribir un libro, que entregó a su editor con la condición de que se publicara tras su muerte, donde explicaba que el Otro era Él. En Vida y muerte de Émile Ajar, Gary narraba la estrategia que había ideado para crear a su álter ego más famoso. En 1974, persuadió a un amigo para que enviase los manuscritos firmados por un tal Émile Ajar desde Río de Janeiro a la editorial Gallimard en París. Ajar publicó cuatro novelas con enorme éxito. Cuando la segunda, La vida ante sí, ganó el Goncourt, Gary se encontró con la sorpresa de ser el único escritor que había ganado dos veces el prestigioso premio: en 1956, por Las raíces del cielo,que publicó como Romain Gary; y en 1975, por La vida ante sí, firmada por Ajar. Lejos de detenerse ahí, llevó el juego aún más lejos: su primo Paul Pavlowitch asumió la personalidad del misterioso Ajar ante los medios de comunicación. A eso se le llama ponerse a los críticos por montera.
A Gary, que lleva más de 30 años muerto, le haría gracia comprobar la reedición simultánea en España de sus libros más famosos: los dos Goncourt, firmados, aún hoy, por él y por Émile Ajar. Su heterónimo ha resistido el paso del tiempo gracias, fundamentalmente, a la literatura tierna, corrosiva, absurda y poética que se publicó bajo su nombre. ¿Qué más da si Ajar nunca existió? Cuando la ficción se alza poderosa, la realidad y sus notarios se retiran de puntillas. Las raíces del cielo, considerada la primera novela ecologista de la historia, pertenece a Gary, igual que La vida ante sí, un hermoso relato de amor entre un niño y una anciana, pertenece a Ajar. Además de estos dos libros, que se reeditan ahora, en el segundo semestre del año Galaxia Gutenberg retomará su primera novela, Una educación europea. Este súbito interés por el escritor es un golpe de suerte para los que sueñan con leer buenas historias. Nunca es tarde para ser feliz.
Cuando Gary creó a Ajar tenía 60 años y estaba cansado de ser "el famoso Romain Gary": había escrito más de 30 libros, había ganado numerosos premios y, con su aire medio agitanado, medio aristocrático, se había convertido en uno de los artistas más admirados de Francia. Brillante e infatigable, escribía igual en inglés que en francés. Él mismo decía que había empezado a pensar en ruso, luego en polaco, después en francés y finalmente en inglés. Era amigo de Camus y directores como Costa Gavras, John Huston y Peter Ustinov habían llevado sus novelas al cine. Así lo describía Anaïs Nin en sus Diarios: "Frágil, con grandes ojos verde azulados, piel bronceada de meridional y una boca aquejada de un rictus (debido a una herida de la guerra), que estropeaba sus rasgos. Sin esa boca, que le daba aire de rufián, habría sido guapo".
Hasta su vida personal tenía un aura de leyenda: de origen judío, había nacido en Lituania en 1914 y, con 14 años, se había instalado en Francia junto a su madre. Fue piloto en la Segunda Guerra Mundial, gaullista, diplomático, portavoz de Francia en la ONU, guionista, director... Fue también marido de la actriz Jean Seberg, y con ella tuvo a su único hijo, Diego. En 1945 publicó su primera novela: Una educación europea. Fue el inicio de una asombrosa carrera literaria. Hasta que en 1974, sintiéndose prisionero de su propia leyenda, creó a Ajar. "Quería ser espectador de mi segunda vida. Fue como volver a nacer. Todo me fue dado de nuevo".
El deseo de tener un seudónimo era antiguo; su propia madre se lo aconsejó cuando tenía 13 años: "Un gran escritor francés no puede tener un nombre ruso. Si fueses un virtuoso violinista estaría muy bien, pero para un titán de la literatura francesa no funciona". Durante meses, el joven Roman Kacew pasó horas enteras probando seudónimos. Los caligrafiaba con tinta roja en un cuaderno especial: "Goethe" ya estaba ocupado, igual que "Shakespeare" y que "Victor Hugo". Cuando publicó su primera novela, lo había encontrado: Romain Gary.
Después de que le concedieran el Goncourt por Las raíces del cielo, inventó nuevos heterónimos: Sinibaldi, Bogat y Ajar. Eran los seudónimos de otro seudónimo y Gary jugaba con todos como un malabarista con las pelotas que lanza al aire. El éxito de Ajar le obligó a olvidar a los otros: La vida ante sí no sólo ganó el Goncourt, sino que fue llevada al cine, obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera y un César a la mejor actriz para Simone Signoret.
Cuando los críticos empezaron a sospechar que Ajar era la marioneta tras la que se escondía un autor famoso, señalaron a Queneau y a Aragon. Un burlón Gary publicó la tercera novela de Ajar, Pseudo, donde éste reivindicaba su identidad. "¡Soy Émile Ajar! -grité, golpeándome el pecho-. ¡El auténtico, el único! ¡Soy el hijo de mis obras y el padre de las mismas! ¡No debo nada a nadie! ¡No soy un impostor! ¡No soy un seudo-seudo! (...) Y aquí estalló con una risa maniaca: ji ji ji".
Alguien que se ha creado a sí mismo tiene derecho a destruirse. Eso hizo Romain Gary. En 1980, con 66 años, colocó una toalla roja sobre la almohada, se puso el pijama y se disparó un tiro en la boca con un revólver Smith & Wesson. Su suicidio fue multitudinario: murieron Roman Kacew, Shatan Bogat, Fosco Sinibaldi, Émile Ajar y Romain Gary. Lo que nadie sabe es quién de todos ellos apretó el gatillo.
La vida ante sí. Traducción de Ana María de la Fuente. Plataforma. Barcelona, 2007. 224 páginas. 19 euros. DeBolsillo. Barcelona, 2008. 192 páginas. 8,95 euros. Las raíces del cielo. DeBolsillo. Barcelona, 2008. 528 páginas. 9,95 euros.
Romain Gary y Jean Seberg |
Romain Gary y la dura vida literaria
Por Fernando Ampuero
La literatura francesa asimila bien al autor extranjero. En el siglo XX escritores como Beckett, Ionesco y Kundera han escrito gran parte de su obra en francés, aunque no se habla de alguien que obtuviera el nivel de excelencia que consiguió con el inglés el polaco Józef Konrad Korzeniowski, conocido luego como Joseph Conrad.
Entre los extranjeros que adoptaron la lengua francesa el caso de Romain Gary destaca por varias razones. Amigo de Camus, Malraux y Teilhard de Chardin, casado con Jean Seberg –actriz de los filmes de Godard y musa de la nouvelle vague–, aviador, jugador de póquer, protagonista de la bohemia chic parisina, Gary, ruso de origen judío y cuyo nombre verdadero era Roman Kacew, fue un autor de enorme éxito y con ventas millonarias. Su novela Las raíces del cielo (libro “raro, simbólico y denso”, según André Maurois; “primera novela ecologista del mundo”, según otros) mereció en 1956 el Premio Goncourt, el galardón literario más importante de Francia.
Pero no todo en la vida de este autor sería un lecho de rosas. Un mal día, a causa del gaullismo manifiesto de Gary, la intelectualidad gala, dominada entonces por la izquierda, le bajó el dedo. Y algunos críticos literarios de renombre, vinculados al nouveau roman, comenzaron a encontrarle defectos. Lo calificaron de démodé, y lo tildaron de ser un remedo pálido de Graham Greene. Entonces Gary, un certero bromista, decidió burlarse de sus críticos y, tras dejar de publicar con su nombre, ejecutó una de las venganzas más extraordinarias y novelescas que puedan concebirse.
“Estaba harto de la imagen de Romain Gary que me habían colgado a la espalda... y sobre todo añoraba la juventud, el comienzo, el primer libro”, explicó Gary en un texto que él pidió que se publicara después de su muerte. Así que se reinventó, como ya lo había hecho al llamarse Gary, su primera apuesta. (Se quitó el apellido ruso por consejo de su madre: “En París un nombre ruso solo sirve para ser bailarín. Si aspiras a la gloria de las letras, necesitas un nombre francés”.) Y esa vez, para su nueva metamorfosis, jugó más fuerte: buscó un pseudónimo ambiguo. Émile Ajar. “¿Es un repatriado argelino, un pied noir?”, se preguntaron muchos. “¡Quién diablos es este tipo!”. Corría 1975 y la novela La vida ante sí se había transformado en el suceso literario de Francia. El tal Émile Ajar, su autor, logró incluso el Goncourt 1975, aunque hizo saber a través de su editor que no lo aceptaría. (Gary no quería cometer la ilegalidad de recibir dos Goncourt, premio que solo puede ser obtenido una sola vez en la vida.)
La vida ante sí cosechó enjundiosos elogios de la crítica. Especialmente la de aquellos que solían abuchear a Gary. Fue llevada al cine y ganó el Oscar a la mejor película extranjera y el César a la mejor actriz para Simone Signoret. Entretanto, crecía el misterio de Émile Ajar, ya que éste no daba entrevistas ni se mostraba en público, y los diarios y revistas se desvivían en un torrente de especulaciones. Las conjeturas más aventuradas decían que detrás de ese nombre se hallaban las plumas de Raymond Queneau o de Louis Aragon, dos grandes que por entonces llevaban una vida discreta.
Gary reía mucho, sí, aunque sus allegados lo sabían triste. La broma, en el fondo, le dolía. Veía a través de ella la mezquindad y la injusticia de las personas. La vida literaria (similar a la que décadas antes los hermanos Goncourt retrataron en sus diarios con su más refinada maledicencia) se ensañaba con él. Pero el Goncourt, sin duda, lo confortaba. Gary es el único escritor de Francia que lo consiguió dos veces.
La vida ante sí es un libro conmovedor. Cuenta la estremecedora historia de un niño musulmán que nunca conoció a sus padres y que vive en una pensión de un barrio de París con madame Rose, una anciana prostituta judía –sobreviviente de Auschwitz y atormentada por sus recuerdos–, quien se encarga de cuidarlo a él y a los hijos menores de sus amigas prostitutas. Sumergido en la sordidez, Gary nos lleva a reflexionar, con humor y ternura, sobre un universo sitiado por la más desgarradora soledad.
Las raíces del cielo, su primer Goncourt, tiene como protagonista a Morel, un ex prisionero de guerra del nazismo, que se afinca en el África Ecuatorial Francesa y se empeña en salvar a los elefantes que son exterminados por cazadores y poblaciones hambrientas. Esta novela describe la obsesión de un soñador que, por encima de todo, respeta los ideales de dignidad y libertad. En ese humanismo militó siempre el propio Gary, que decía: “Yo escribo por una necesidad de creer en algo”.
Gary vivió hasta que le fue difícil sonreír. La ciencia nos dice que en una sonrisa se necesitan mover 17 músculos y 43 en fruncir el ceño. Sin embargo, llegó un momento en que lo último no le costaba mayor esfuerzo. Deprimido por el suicidio de Jean Seberg, su ex esposa, y cansado quizá de estar cansado, Gary, a los 66 años, vistió un elegante piyama de seda, se tendió en la cama y se descerrajó un tiro en la cabeza.
“Frágil, con grandes ojos verdes azulados, piel bronceada de meridional y una boca aquejada de un rictus que estropeaba sus rasgos. Sin esa boca, que le daba aire de rufián, habría sido guapo”.
Anaïs Nin
La vida trata de las desventuras de Momo, un adolescente árabe que no ha conocido a sus padres y que vive en París con Madame Rosa, una ex prostituta judía de unos 70 años que sobrevivió a un campo de concentración y que se gana precariamente la vida dando albergue temporal en su casa de París a los hijos no deseados de las prostitutas del barrio. Su salud y sus recursos se agotan día tras día. Madame Rosa trata a Momo como a un adulto confesándole sus problemas y obligándole a prometerle que jamás permitirá que la internen en un hospital. Madame Rosa, una adaptación cinematográfica de la novela La Vie devant soi, protagonizada por Simone Signoret en el papel de la vieja prostituta judía, obtuvo en 1977 el Óscar a la mejor película extranjera.
LA VIDA ANTE SÍ
La señora Rosa es una vieja judía que vive en un sexto piso sin ascensor. Su peso, su salud y el no tener ascensor la separan del mundo, una barrera invisible y una forma de encierro. Teme sus recuerdos de Auschwitz y llegar a tener cáncer. Sonríe cuando le recuerdan que fue joven y bonita, aún es coqueta y se maquilla y usa pelucas pelirrojas para tapar su calvicie. La señora Rosa se encarga de cuidar y hospedar a los hijos de las prostitutas que viajan a provincias para hacer dinero. Está en el umbral de la senilidad y el colapso, parece un edificio en proceso de derrumbe, uno de esos edificios que fueron únicos, extraños y hermosos y que, con el paso del tiempo, sólo guardan pequeños rastros de esa belleza.
Momo es un niño musulmán hospedado en la casa de la señora Rosa, no sabe quiénes son sus padres ni su edad, otra barrera invisible, otra forma de encierro. Momo se abre al mundo desde ese sexto piso en el que convive con la señora Rosa y otros niños sin madre, mira alrededor, a los suburbios de París para descubrir el mundo que habita y las personas que le rodean. Ya en sus primeros años descubre las aristas del amor (el amor familiar, el amor romántico, la amistad). Posee una rara inteligencia y lucidez, busca un inicio, una forma de hacerse visible y estar en el mundo.
La vida ante sí es una entrañable e irónica historia de amistad, un libro que se cuela dentro y crece a cada página, que te hace sentir calidez suave, una carcajada inesperada, una sonrisa que se quiebra con un giro inesperado, una mirada sobre los seres invisibles y los lugares en sombra, sobre aquellos rincones y personas de las ciudades que pasan desapercibidos. Es una historia hermosa, aúna dolor y el placer por descubrir la vida, el miedo y una amistad inquebrantable, las decepciones y el seguir adelante a pesar de ellas, la ironía salvaje y la ternura. Momo y la señora Rosa se cuidan el uno al otro, son el único hogar y familia que tienen, un espacio y un tiempo compartidos, un secreto y un amor ilimitado.
Gary no sólo describe dos inolvidables personajes principales, los rodea de una galería de secundarios entrañables, seres desarraigados, emigrantes y prostitutas, cada uno con una pizca de sabiduría, humanidad y valentía, con una historia que cargan a sus espaldas, con una forma de ver el mundo distinta a la rutinaria, caminos que se desmarcan de lo establecido. La historia avanza de forma febril, poética, con la mirada cálida y escrutadora de Momo, sus palabras intentan desentrañar la maquinaria de la vida y lo hace con esa inocencia, lógica y estupefacción de la infancia. Cada página una pincelada de su lucidez y desparpajo, de su intento de entender el mundo de los adultos y su tolerancia hacia el otro, de sentirse dentro de un grupo y descubrir que la familia va más allá de la sangre.
Hay un momento extraordinario dentro de La vida ante sí. Momo sigue a una mujer, encarna la idea de un hogar, seguridad, otra familia. Entra en una sala a oscuras y ocurre un milagro, un truco de magia inverosímil:“Después tuvo que trabajar. Me explicó que aquello era una sala de doblaje. Los de la pantalla abrían la boca para hablar, pero eran los de la sala los que ponían la voz. Hacían lo mismo que los pájaros: les metían directamente la voz en el buche. Cuando la voz no entraba en el momento justo, había que volver a empezar. Y entonces venía lo bueno: todo iba hacia atrás. Los muertos volvían a la vida y ocupaban otra vez su puesto en la sociedad andando hacia atrás. Apretaban un botón y todo se alejaba. Los coches circulaban al revés, los perros retrocedían y las casas que habían sido derruidas volvían a levantarse de repente. Las balas salían del cuerpo y se metían en las metralletas y los asesinos se retiraban y salían de espaldas por la ventana. El agua subía otra vez al vaso. La sangre volvía a entrar en el cuerpo sin dejar rastro y la herida se cerraba. Uno que había escupido se tragaba el salivazo. Los caballos galopaban hacia atrás y uno que se caía de un séptimo piso volvía a entrar por la ventana. Era el mundo al revés, lo mejor que he visto en mi puñetera vida. Hubo un momento en que vi a la señora Rosa joven y fresca con sus piernas. La hice retroceder un poco más y se puso aún más guapa. Se me saltaban las lágrimas. Me quedé un buen rato porque no me esperaban en ningún sitio, y lo que me divertí. Lo mejor era cuando mataban a la mujer, que se quedaba muerta un momento para dar lástima y luego se levantaba del suelo, como si una mano invisible tirase de ella, retrocedía y volvía a la vida. El tío a quien ella llamaba “amor mío, pobre amor mío” tenía cara de cerdo, pero allá ellos. Los presentes vieron que aquello me gustaba y me explicaron que se podía ir para atrás desde el final hasta el principio, y uno con barba me dijo guaseándose: “Hasta el paraíso terrenal”. Luego añadió: “Lo malo es que cuando vuelves a empezar todo es lo mismo”. La rubia me dijo que se llamaba Nadine y que su trabajo consistía en hacer hablar a la gente del cine con voz humana. Yo estaba tan a gusto que no tenía ganas de nada. Figúrense, una casa que se incendia y se hunde y que luego se levanta y se apaga. Uno tiene que verlo con sus propios ojos para creerlo, porque si lo ve otro no es lo mismo.”
Hay docenas de párrafos tan cuidados e inesperados como el de la sala de doblaje a lo largo del libro, pequeñas sorpresas que te esperan al pasar una hoja, una lectura hermosa que emociona y te muestra esos rincones que pocas veces se iluminan y con páginas inolvidables...
Premios
- Premio Goncourt Les racines du ciel /Las raíces del cielo, 1956
- Premio Goncourt La vie devant soi / La vida ante sí, con el pseudónimo de Émile Ajar (1975)
BIBLIOGRAFÍA
- Con el nombre real Romain Kacew
- 1935 : L'Orage (15.02.1935 en Gringoire)
- 1935 : Une petite femme (24.05.1935 en Gringoire)
- 1937 : Le Vin des morts
- Con el seudónimo Romain Gary
- 1945 : Éducation européenne
- 1946 : Tulipe
- 1949 : Le Grand Vestiaire
- 1952 : Les Couleurs du jour
- 1956 : Les Racines du ciel (premio Goncourt)
- 1960 : La Promesse de l'aube
- 1961 : Johnnie Coeur (théâtre)
- 1962 : Gloire à nos illustres pionniers
- 1965 : Lady L.
- 1965 : The Ski Bum
- 1965 : Pour Sganarelle (Frère Océan 1) (ensayo)
- 1966 : Les Mangeurs d'étoiles (La Comédie américaine 1)
- 1967 : La Danse de Gengis Cohn (Frère Océan 2)
- 1968 : La Téte coupable (Frère Océan 3)
- 1969 : Adieu Gary Cooper (La Comédie américaine 2)
- 1970 : Chien blanc
- 1971 : Les Trésors de la Mer Rouge
- 1972 : Europa
- 1973 : Les Enchanteurs
- 1974: La nuit sera calme
- 1975 : Au-delà de cette limite votre ticket n'est plus valable
- 1977 : Clair de femme
- 1977 : Charge d'âme
- 1979 : La Bonne Moitié (teatro)
- 1979 : Les Clowns lyriques
- 1980 : Les Cerfs-volants
- 1981 : Vie y mort d'Emile Ajar (póstuma)
- 1984 : L'Homme à la colombe (versión póstuma definitiva)
- Con el seudónimo de Fosco Sinibaldi
- 1958 : L'Homme à la colombe
- Con el seudónimo de Shatan Bogat
- 1974 : Les Têtes de Stéphanie
- Con el seudónimo de Émile Ajar
- 1974 : Gros-Calîn
- 1975 : La vie devant soi (premio Goncourt)
- 1976 : Pseudo
- 1979 : L'Angoisse du roi Salomon
Obras traducidas al español
- Les racines du ciel - Las raíces del cielo (1956). (Traducción española de 1958).
- Los pájaros van a morir al Perú
- La promesse de l’aube - La promesa del alba (1960). Reeditada en 2008 (DeBolsillo, Ramdom House Mondadori, Barcelona). Traducción de Noemí Sobregués.
- Les mangeurs d’étoiles - El devorador de estrellas (1966)
- The gasp - La exhalación (1973). (Traducción española de 1974). (Autotraducida al francés como Charge d'âme en 1977)
- Les clowns lyriques - Los payasos líricos (1979)
- L'Angoisse du roi Salomon - La angustia del Rey Salomón (1979)
- La vie Devant Soi - La vida ante si (1976) Plaza y Janes Traducción de Ana M. De La Fuente.
- Gros Calîn
- Chien Blanc - Perro Blanco (1970) Juventud. 1ª edicion enero 1972 Traducción de Gloria Martinengo,198 paginas
- El bosque del odio. Galaxia Gutenberg, 2009. 260 pag.
- Mimos. Vaivén, 2007. 240 pag.
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